El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

31 marzo 2008

Pirámide



Nada tan absurdo como pedir explicaciones tras el escándalo que ha dejado al descubierto la tragedia de Mari Luz. Porque lo que falta aquí no son explicaciones sino dimisiones, vamos a ver. No hace falta explicar nada, que se entiende lo ocurrido perfectamente. El caos, la desorganización, la descoordinación, la falta de medios es el mar de fondo de todo; ya lo ha dicho el decano de los jueces de Sevilla: «Lo que ha pasado con el asesino de Mari luz puede volver a ocurrir en cualquier momento». Apunten bien: No es un solo asesino el que no está bajo control, es la Justicia entera la que está inmersa en un barullo indecente.

Empezando por el Consejo General del Poder Judicial. ¿Cómo va a servir de ejemplo de nada si el primero que incumple la Constitución en España es el Consejo del Poder Judicial? ¿Cómo iba a estar pendiente de nada el máximo órgano de control y supervisión de la Justicia en España si está paralizado desde hace dos años por el desacuerdo en la renovación de las cuotas políticas? «El Consejo está muerto», pronosticaban hace un año los propios vocales. Pedir que el gobierno de los jueces se dedique en exclusiva a mejorar la Justicia, a denunciar lo que no funciona, a exigir los medios adecuados, es una entelequia más, trasnochada como Montesquieu.

Luego vienen las administraciones competentes, el Gobierno y la Junta de Andalucía, de los que depende la dotación de medios para el funcionamiento de la Justicia. Zapatero y Chaves no han reaccionado igual. Hace unos días, La Moncloa difundió un comunicado para afirmar que Zapatero «ha estado pendiente desde el primer minuto» de la tragedia. Sólo decía eso. O sea, como todo dios, pendiente de la radio y de los periódicos. Zapatero, que es el presidente, se ve el telediario y con eso ya se siente satisfecho. Cosas.

Pero, ¿y Chaves? Lo del presidente andaluz siempre es grande, insuperable, inaudito. Chaves es quien tiene la responsabilidad directa de los medios con los que cuenta la Justicia en Andalucía, es de quien depende el caos, y es, justamente, el único que no habla. Hace varios meses, no sé si recuerdan, robaron un vídeo de la caja fuerte de un juzgado –¡la caja fuerte de un juzgado!–; ahora se descubre que las bajas de funcionarios se tardan meses en cubrirse. Las dos cosas, funcionarios y custodia, dependen de la Junta, pero por ninguna de ellas se da por aludido Chaves.

¿Explicaciones? Más que explicaciones de lo sucedido, lo tendríamos que reparar es en la normalidad con la que, en breve, todo volverá a su cauce de chapuzas e improvisación. Mientras, se construirá una pirámide de excusas, una montaña de justificaciones, un río revuelto de acusaciones y silencios. Son tantos los que tienen algo que ver con esta vergüenza que muchos de ellos pretenden guarecerse, camuflarse, en la polvareda que se ha levantado. Para que solo se vea en la picota de la pirámide a un juez con la cara redonda, como de diana de dardos afilados.

Etiquetas: , ,

28 marzo 2008

Dolores


No sé qué habrá sido de ella. En un santiamén, se la tragó oleaje de las otras noticias. Pocas veces la actualidad es un mar en calma, y ella, una punta de alfiler en la inmensidad, desapareció de la superficie en pocos segundos. Guardé el recorte de prensa en la cartera, para no olvidarla. Se llama Dolores, vive en Huelva, allí donde el hedor de la Celulosa es un peaje obligatorio para los vecinos, un impuesto en el aire que respiran. Dolores, desesperada, escribió una carta porque no sabía qué hacer con su nieto. Su hija se separó del marido y le han dejado a cargo del hijo, de diez años, que es el mismo demonio; a ella, que ya tenía que luchar con su marido enfermo; a ella, a sus años, achacosa, con el dolor de la vida metido en los huesos. Primero confesó que no es capaz de controlar a su nieto, que ni obedece ni escucha. Luego lo escribió temblorosa en un papel, «tengo miedo».

En la Junta la recibieron; no era el primer caso. Y rellenaron un formulario: «Padres separados. Abuela incapaz de controlar las agresiones y las amenazas de su nieto de diez años». Le han dado una cita con un centro de Salud Mental para dentro de dos o tres semanas. Pero tantos días de espera es una angustia más; sin saber siquiera si su nieto querrá acudir al especialista o tomarse luego la medicación. De hecho, ni siquiera sabe cómo decírselo, si le sentará bien, si le sentará mal y acabará otra vez dando voces y golpes por toda la casa. Su marido en el sofá con los oídos tapados, la tele a toda voz. Y ella escondida en la cocina, secando las lágrimas en el pico del delantal.

Dolores, ay. Al final del camino, tener que hincar la rodilla ante un niño de diez años al que le cuesta reconocer en el espejo de su sangre; que se pierde la vista cuando se mira atrás y no se ven más que trabajadores, gente honrada y humilde. Por eso, confía en los médicos, en un tratamiento que le devuelva las luces. Lo contrario, será el infierno. Porque le han dicho en la Junta que sólo se hacen cargo del niño si los padres renuncian a la tutela. Y los padres tampoco quieren eso. Dolores sabe que está en un callejón sin salida. Que nada bueno puede esperar, que nada bueno puede pasar.

[Desde la reforma psiquiátrica de los ochenta, en España se cerraron todos los hospitales psiquiátricos, los manicomios que se convirtieron en un símbolo del franquismo. Pero en vez de poner en marcha servicios comunitarios, sociales y sanitarios, para los enfermos psiquiátricos, la reforma se quedó en el cierre. Los resultados de esta reforma inacabada –«un acto de hipocresía», afirman expertos en Psiquiatría– lo padecen desde entonces las familias de los enfermos mentales, los únicos cuidadores. La estadística señala que la mayoría de los cuidadores de enfermos mentales supera los cincuenta años. Desde el nieto agresivo de Dolores hasta el pederasta que pudo asesinar a Mari Luz, nadie ofrece una cifra sobre el número de enfermos mentales en España ni la peligrosidad que entrañan].

Etiquetas: , ,

26 marzo 2008

Sin límites


No hay respuesta para la pregunta que más nos inquieta sobre la violencia de estos días inciertos. ¿Tenemos una sociedad más cruel, más violenta que en décadas anteriores? Ayer, por ejemplo. El pederasta confeso de la niña asesinada en Huelva; un niño de nueve años sometido a vejaciones sexuales en Almería por sus compañeros de clase; y el cadáver de una mujer desnuda en un olivar de Jaén.

Se afirma, sin embargo, que ese estado de alarma social no se corresponde, realmente, con un porcentaje de violencia mayor que el de otras épocas, ni recientes ni, desde luego, remotas, pero que sí existen causas sociológicas que lo justifican. Por ejemplo, la desconfianza creciente hacia las instituciones que ‘tutelan’ a la sociedad, desde la Iglesia a los gobiernos. Por ejemplo, la progresiva individualización y el aislamiento al que nos conducen las nuevas tecnologías, el mundo virtual, el estrés laboral, los cambios en la familia. Por ejemplo, la globalización y la inmediatez de la comunicación. Esto es lo que afirman los expertos.

Podemos detenernos en la última explicación, la certeza de que conocemos las noticias en tiempo real, sin fronteras de ningún tipo, y relacionarla con la tragedia de Huelva. Lo ocurrido con la pobre Mari Luz, un psicópata pervertido al acecho de un puesto de chucherías, es tan antigua que parece sacada de las historias del tío del saco que contaban las abuelas. Mari Luz fue a comprar chuches. ‘Te gustan esos caramelos, tengo muchos en mi casa’. Y nunca más volvió. El impacto real de esa tragedia no radica en el suceso en sí (no ocurre nada cuando aparece un bebé muerto en un contenedor de basura, y ya van seis en Andalucía en este año), sino que la alarma se debe a que toda la sociedad ha participado de la desgracia, día a día durante los 54 días que transcurrieron desde su desaparición hasta el hallazgo de su cadáver. El suceso no sólo se multiplica sino que, además, nos afecta directamente: "Me podría haber pasado a mí".

En un reportaje, una profesora de Psicobiología de la Universidad de Valencia afirmaba que «la violencia humana equivale a lo que se conoce como agresión entre los animales». «La diferencia radica en que los animales la utilizan para solucionar conflictos territoriales o de reproducción, pero se encuentra sometida a numerosos límites que los humanos han perdido completamente».

¿Existe en nuestros días más violencia que en épocas anteriores? No sé qué dirá la estadística, pero los perfiles de este suceso son aterradores. Violencia sin límites y noticias propagadas con velocidad. Si se piensa bien, lo preocupante no es la pregunta anterior, sino llegar a la conclusión de que estamos atrapados en una espiral desconocida: La difusión de la violencia provoca un sentimiento de generalización; y, de forma inconsciente, lo que es general tiende a parecer normal, habitual; de ahí que se pierdan los límites de la realidad y de la humanidad. ¿Era ésta la sociedad virtual?

Etiquetas: ,

Adulación



Al César andaluz, en el XVIII Aniversario de su era.



Desde lo más remoto, los gobernantes más lúcidos han sabido que su principal enemigo era la adulación. Acunarse en los brazos de la lisonja, bañarse en la miel de los halagos, abrir el oído al trino suave de las alabanzas y perfumarse en el incienso de las complacencias. Un halo de autocomplacencia se establece siempre en el entorno del poder y sólo los gobernantes más sabios han sabido huir de la adulación como la más dañina de las tentaciones del gobierno. Suelen ser una excepción, claro, porque lo normal es que el dirigente no sólo se haga rodear de aduladores, sino que, además, imponga a su alrededor un entorno de tierra quemada, ningún oponente que pueda hacerle sombra.

“El poder absoluto entraña riesgos de adulación y de mentira”, determina el emperador Adriano en las apacibles memorias de Marguerite Yourcenar. Adriano lo sabía y le repugnaba, convencido de la eficacia letal del veneno de la adulación. “He sufrido esos inconvenientes tal y como un pobre sufre su miseria. Un paso más y hubiera aceptado la ficción consistente en pretender que se seduce, cuando en realidad se domeña. Pero allí empieza el riesgo del asco, o quizá de la tontería”. Para escapar de ese abismo, el césar se hacia acompañar de un esclavo en sus desfiles triunfales que le susurraba al oído: “Memento mori”, recuerda que eres mortal.

Pero éste es sólo el caso de los sabios, porque lo habitual, como queda dicho, es que el poderoso sucumba a la tontería de verse a sí mismo como un gran líder, que camine por las alfombras del deleite y la soberbia, y que la propia sinergia del poder genere un círculo de intereses en su entorno, de modo que cada cual encuentra en ese sistema una garantía de perpetuidad. Los líderes no temen nunca que los aduladores lo puedan desbancar y estos, a su vez, saben que mientras mantengan a ese líder nada tienen que temer. En esa dinámica, lo primero que se destierra es el debate externo porque no existen más fines ni más dudas que las derivadas de la permanencia en el poder. Las políticas que haya que cambiar, los discursos que haya que enmendar, serán sólo para perpetuar el mando. Los flancos a cubrir o a reforzar serán aquellos que se han debilitado. No existe un proyecto político de transformación de la sociedad, sino un proyecto de poder.

Es entonces cuando se hace más necesario que nunca la educación cívica de los gobernados. Savater lo resume: “La educación cívica tiene que intentar promover ciudadanos susceptibles de sentir y apreciar la fuerza de las razones, no las razones de la fuerza. Porque la deliberación es una tarea de puesta en común de razones y necesita fomentar la expresión y la comprensión, proponer sin imponer, aceptar sin sentir humillación, ser capaz de acuerdos y transacciones. Como dijo Camus, la democracia es un ejercicio de humildad social”. De lo que podemos inferir, que la hegemonía es un ejercicio de adulación social.

Etiquetas: ,

25 marzo 2008

Lopera


A Lopera lo diferencia de Jesús Gil que el presidente del Betis nunca ha querido entrar en política. La diferencia es esencial porque Gil sólo comenzó a preocupar en las esferas del gobierno cuando decidió, como un Sancho trincón y agraviado, hacerse gobernador de algunas ínsulas del sur de España. Sólo cuando Gil quiso nombrar a su caballo cónsul de Ceuta y Melilla, sólo cuando quiso construirse su propia Gibraltar en la Línea, el poder político comenzó a verlo como una amenaza. Ahí comenzó a cavar su tumba política, ahí comenzó la persecución y brotaron los desvelos políticos y judiciales. No antes, y por eso existe un largo decenio de inmunidad en Marbella en el que Gil gobernaba a placer. Todo lo que ahora, ya declarado ilegal, es imposible desmontar y demoler.

Pero es justo antes, en la época dorada del gilismo, cuando hay que detenerse; en aquellos años en los que Gil gobernaba a placer y organizaba bacanales a las que asistían todos los que después se apresuraron a apuñalarle en los escalones de la audiencia. Entonces, muy pocos le hacían ascos a los negocios “del gordo”, como le llamaban con un punto de cariño y de reverencia napolitana. Sólo unos locos (es una nómina tan escasa que se debe repetir de memoria cada vez que se mencione, Bayón, Gálvez, Villanueva…) se atrevían a llamar por su nombre lo que estaba ocurriendo en Marbella, mientras que todos los demás miraban para otra parte, asistían a sus fiestas, mojaban pan en el aceite de sus negocios, encajaban el culo en el asiento de atrás de su Rolls Royce y miraban como apestados a los incómodos disidentes.

Con Lopera ha ocurrido algo muy parecido. La podredumbre y el hedor de la empresa propietaria del Betis (el club, la pasión, la gente, las emociones… vamos a ver, todo eso es otra cosa) es antiguo. Pero sólo unos pocos se han atrevido a denunciar lo que estaba ocurriendo y lo que iba a ocurrir. Y mientras lo hacían, mientras esos pocos recibían mensajes sobre la integridad de sus piernas, muchos miraban para otro lado, hacían negocios y les abrían sus micrófonos y sus páginas para que difamara. El paralelismo con Gil es tan milimétrico, tan revelador, que hasta hace tres días se sentaba en la Junta directiva de Lopera un embajador del partido para “hacer de puente” con la directiva bética.

Por eso, ayer, cuando los teletipos sobresaltaban las redacciones de toda de España con la denuncia penal de la Fiscalía de Sevilla contra Lopera por un presunto delito societario, por haber utilizado el Betis en beneficio de sus empresas, lo pertinente era mirar atrás y detenerse en aquellos tipos que comenzaron a contar verdades. Por eso, en fin, es de justicia dedicarle este artículo a Antonio Félix, el primero que alertó a los béticos de lo que estaba pudriéndose en aquellos despachos decorados de zafiedad y verborrea. Lo denunció y después aguantó todos los envites y todos embustes. Tenerlo ahí enfrente, unas mesas más allá; tenerlo aquí en EL MUNDO, es un seguro de integridad.

Etiquetas: , , ,

24 marzo 2008

Indemnización


Lo llaman indemnización, y eso es lo peor. Lo más vergonzoso, que haya que indemnizar a quienes se dedican a la política. Sencillamente porque indemnizar significa “resarcir de un daño o perjuicio”, y considerar que la dedicación a la política es una actividad lesiva para quienes la ejercen es, precisamente, lo contrario de lo que se pretendía. Y no hace falta remontarse a la República de Platón. No. La cuestión es que la política, entendida como servicio público, no puede caer en un concepto tan rudimentario, tan interesado. Indemnización que se disfraza de derecho laboral, equiparando la política al resto de profesiones, al resto de trabajadores, sin renunciar antes a los privilegios de la política de los que no disfrutan los trabajadores.

Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que haya que
indemnizar a quienes voluntariamente decidieron en su día aceptar un puesto en una lista electoral y pasar una legislatura, o dos, o tres, o cuatro en el Parlamento. Y si permanecieron doce o veinte años en el escaño fue gracias a que supieron encontrar aliados poderosos en sus partidos para que nada perturbara su lugar de salida en las listas. Podrían haber vuelto, al cabo de cuatro o de ocho años, a sus puestos de trabajo, a su vida de antes, que es la de todos, a sus sueldos de antes, y haber dado a paso a otros que también querían entrar en las listas. Pero no lo hicieron, se aferraron. Y ahora exigen una indemnización por lo que nadie les ha pedido.

Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que bajo la apariencia de abrir la política a la sociedad, lo que se fomenta son los intereses de una casta, de una clase, de un grupo cerrado. Mesas de camilla. Y el gobierno de unos pocos es, incluso en democracia, una forma de oligarquía. Para abrir la política a la sociedad no se necesitan indemnizaciones sino listas abiertas y mandatos cerrados, limitados. Y reformas de las leyes electorales para que un nuevo partido político no sea una aventura imposible, consultas periódicas al electorado, comisiones independientes de investigación y mecanismos ágiles de interpelación al Gobierno.

Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que el problema principal de la política de estos días es observar el instinto depredador de jóvenes que no llegan a la treintena y ya disfrutan de despacho, coche oficial y la sangre fría suficiente para arrasar con todo lo que se interponga en su único objetivo: el poder. Y ahora habrá que indemnizarlos cuando, al cabo de dos o tres legislaturas, se caigan de una lista por la misma inercia de traiciones y lealtades por la que han permanecido en el escaño.

Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que sólo en la indemnización se logra en España un acuerdo unánime. Nacionalistas, populares, independentistas, socialistas, comunistas e insulares. Unánimes sólo en la indemnización. Y no hace falta remontarse a Platón, lo que va de la democracia a la oligarquía.

Etiquetas: ,

19 marzo 2008

Babel


Ni un solo instante se ha dejado de mentir en Irak. Mentiras oficiales, mentiras camufladas y mentiras populares. La Guerra de Irak es un autoengaño colectivo, el mayor de nuestros días, una hipocresía que define los tiempos y que marcará el futuro. Sobre un tirano oficial, sobre la única certeza de un pueblo oprimido, Occidente construye en Irak la torre de Babel de sus mentiras. Y como en la Biblia, es imposible el entendimiento. Cada cual se limita a lapidar a su rival arrojándole con fuerza sus mentiras; basta con escupirle al otro sus embustes a la cara.

Lo más fácil en estos días de aniversario, cinco años de desastre y desolación, es quedarse en la superficie de las mentiras del otro. Como, además, la soberbia es una espuma que crece, ni siquiera hace falta recurrir a la hemeroteca. Aznar, por ejemplo. Le han vuelto a preguntar y no ha tenido dudas: «Actuaría de igual modo. Se tomó la decisión correcta». Incluso añade que la situación en Irak es «muy buena». No le importa lo que cuentan los iraquíes, como esa mujer, Najla al Hadithi, que, aterrorizada, no ve otra cosa que cadáveres a su alrededor. De vecinos, de hermanos, de hijos. «Los iraquíes estamos muertos en vida, lo único que nos diferencia de los cadáveres es que comemos y dormimos».

Pero, ¿es Aznar el único que engaña y se engaña? ¿Por qué tendríamos que considerar que son mejores las mentiras camufladas de pacifismo de quienes, cinco años después, siguen afirmando que ‘el trío de las Azores’ es el responsable de los coches bomba de Al Qeda en Irak? ¿Por qué tenemos que admitir esta disculpa soterrada del terrorismo islámico que ha impedido con matanzas diarias de civiles la normalización de Irak? Un terrorista acaba con la vida de jóvenes que guardan cola para un empleo público, hace saltar por los aires un mercado repleto de mujeres o revienta una escuela, y los muertos se contabilizan en el lado de Bush. Esa cantinela que se repite: «Más de un millón de muertos en cinco años a consecuencia de una Guerra ilegal» ¿Por qué habría de parecernos mejor esas mentiras?

Irak es la torre de Babel de nuestros días. Demos por imposible el entendimiento porque, en realidad, Irak es el daño colateral de la confusión del nuevo siglo. Y ni siquiera de la sociedad, de nosotros, cabe esperar ninguna claridad. Ya lo explicaba Inocencio Arias, embajador ante la ONU en los días aciagos de la guerra. Acudía entonces a algunas cenas en Nueva York y, al hablar de España, les explicaba que aquí, según las encuestas, los españoles se oponían masivamente a la Guerra incluso en el caso de que la ONU dictara una resolución favorable. Un dictador masacra a su pueblo, la ONU autoriza la intervención y la mayoría del pueblo español se opone… Lo que prevalece es el odio a Estados Unidos. «¿Me puede explicar usted qué les hemos hecho?», le preguntaban a Inocencio Arias en aquellas cenas. Era entonces cuando, el más veterano de la reunión, cambiaba hábilmente de conversación.

Etiquetas: , ,

Torrente


Torrente siempre vuelve a Marbella. El policía seboso y facha que ideó Santiago Segura, putero y del atleti, llena las salas de cine en España, pero nadie piensa que ese espécimen exista ya en este país. Sin embargo, fíjense en esto de ahora, la espectacular detención en Marbella de los principales agentes de la unidad contra el Crimen Organizado de la policía. Se lee el auto del juez y lo que se descubre detrás, además de una gran desolación, es un cutrerío inmenso.

Atención a la relación de objetos que fueron presuntamente sustraídos por los policías encarcelados: Una riñonera con mil euros; una pistola de nueve milímetros sin balas; una cartera de imitación de Louis Vuitton y un televisor de 42 pulgadas. Es imposible sujetar la carcajada cuando se lee en un atestado que existen «serios indicios» de que con el hallazgo de la cartera de los chinos de Louis Vuitton, que procedía del registro de una vivienda, hay «fundadas sospechas» de que los policías eran delincuentes. O que uno de ellos pudo incurrir en un delito de apropiación indebida porque se llevó durante un mes y medio un televisor a su casa. Pero es así. En el auto de prisión que se conoció ayer, se dice que, en el caso del inspector jefe de la Udyco, Alfredo Marijuán, «la malversación de caudales públicos tiene su exponente más grave en la apropiación de un televisor de 42 pulgadas incautado en un registro en febrero de 2007». ¿Cómo? ¿Eso es lo «más grave»? No puede ser, o sea. Nadie deja escapar a un narcotraficante por una riñonera con mil pavos. Nadie se vende al servicio secreto ruso por una cartera de piel de los chinos. Aquí hay gato encerrado.

Si los polis de una unidad de elite se corrompen por un televisor habría que condenarlos a perpetua, pero por cutres. Tiene que ser otro el trasfondo. Si existe corrupción policial en Marbella no será ésta que se anota en los autos judiciales. Pensemos que sólo se conoce la punta del iceberg y que, en adelante, trascenderán detalles de envergadura de las raíces de la mafia en las comisarías de Málaga. La confianza en la Justicia y, desde luego, en la Policía reposa en la tranquilidad de que las detenciones que se practican están fundadas, que no obedecen a ningún otro motivo que no sea la comisión de un delito, y que las medidas preventivas que se adoptan son proporcionales al hecho que se imputa. Nadie va a la cárcel por sisar una tele, ni por mil euros. ¿Cómo van a detener a la cúpula de la unidad de Policía especializada en crimen organizado por mangar una maleta de imitación en un registro en la casa de un narco? No. Sería como imaginar que el ‘caso malaya’ llega a juicio y el cargo mayor contra Roca sea haberse quedado con el dinero de los cupones de los funcionarios. Por respeto a la Policía, tenemos que pensar que la lucha contra las mafias no estaba en manos de un Torrente. Habrá más, sí, porque de lo contrario, el escándalo será muy distinto al que se anuncia.

Etiquetas: , ,

18 marzo 2008

Mismidad


Si se fijan, no falla. Cada vez que le preguntan a una actriz o a un cantante de moda, a una bailarina o a un torero por el secreto de su éxito, responderá sin dudarlo que la clave está en «ser uno mismo». Se da mucho en los concursos de televisión de artistas noveles. ¿Qué les aconseja?, les preguntan al famoso que los visita. «Que sean ellos mismos», les dirá con emoción. Y las jóvenes promesas asienten con la cabeza, seguros de que acaban de revelarles el enigma secreto del triunfo y la fama.

Los filósofos tendrían analizar las variaciones del concepto de la mismidad en el nuevo siglo. Y sociólogos y psicólogos tendrían que despejarnos la duda de si en esa expresión reiterada, en esa frase hecha, se esconde la banalidad y la vulgaridad expansiva, o si, por el contrario supone un triunfo de la esencia, de la autenticidad frente a las tentaciones frívolas del éxito y la fama. La cuestión es que, dándole vueltas a esta cosa de ‘ser uno mismo’, he imaginado que, de repente, se organizara una ‘Operación Triunfo’ con todos los barones del Partido Popular para elegir al próximo líder y candidato. Seguro que los veríamos allí, sentados en el suelo, con las piernas cruzadas, atendiendo la lección de algún presidente europeo como Angela Merkel o Sarkozy. «¿Qué consejo le daría?», y responderían: «Que seáis vosotros mismos». Es más, sin necesidad de imaginar concurso alguno, el líder francés ya lo dijo en una ocasión: «Lo que hace que la derecha pierda elecciones desde hace años es que no deja de lamentarse de no ser la izquierda».

Si en Francia existe ese complejo de la derecha frente a la izquierda, qué no puede ocurrir en España después de cuarenta años de franquismo y de la ruptura de todas las conexiones históricas en la memoria colectiva entre la derecha actual y la derecha democrática de la II República. Quien mejor conoce ese flanco es, además, la izquierda española, y por eso no deja de alentar los debates sobre la naturaleza de la derecha. Así, unos por un lado, que si crispación, que si derecha extrema, y otros por otro, que si maricomplejines, que si blandengues, al final los vuelven locos. Y acaban entre el desquiciamiento y los bandazos para regocijo de los propagandistas del adversario, la ira de los supuestos compañeros de viaje y el desconcierto del electorado.

Por eso les viene al pelo el consejillo bobo de «que sean ellos mismos», que es una apelación a la sencillez, a la franqueza, a la autoestima. A la derecha española lo que siempre le ha faltado es naturalidad; presentarse ante los electores sin complejos; normales, sin herencias casposas ni sobredosis de brillantina. A partir de ahí, se verá más claro que la oposición, como su propio nombre indica, es oposición frente al Gobierno. La mejor será la que sea más efectiva. No hay más. Que estamos en un país en el que el PSOE puede morir de éxito y el PPpuede quedar asfixiado por los consejos de unos y otros. Esto sí que es una mismidad. Nosotros, o sea. España.

Etiquetas: , ,

17 marzo 2008

Confusión


El obispo de Asidonia-Jerez, Juan del Río, ha estrenado el Domingo de Ramos con una carta inquietante: “el laicismo, si pudiera, prohibiría la Semana Santa”. Tras el susto, reclama a los cofrades que se conviertan en activistas, que “luchen para que Dios y su ley moral tengan cabida en esta sociedad”. Y remata con una exclamación tétrica: “¡No apaguemos la pequeña llama humeante en el frío invierno de la cultura de la muerte!”

El obispo, en fin, nos tiende trampas. Porque aunque es evidente que existe una corriente laicista que confunde el Estado laico, que garantiza la libertad religiosa, con el laicismo, que promueve la hostilidad del Estado hacia la religión, no está menos claro que, después de cinco siglos, la Semana Santa no sólo ha logrado sobrevivir y adaptarse a los tiempos, sino que, frente a laicos y ateos, ha alcanzado la extraordinaria conquista de integrarlos con normalidad y hasta con pasión en las cofradías.

La confusión llega a extremos inimaginables. Recuerdo una charla de hace años con el pintor Paco Cuadrado, ateo confeso, comunista antiguo y apasionado cofrade de la Semana Santa sevillana. No recuerdo a nadie defender con más pasión la vivencia de un nazareno, la experiencia introspectiva del penitente, la fabulosa sensación de observar el mundo con antifaz; recorrer la vida, verla y oírla, sin ser visto ni oído, espíritu invisible que recorre su ciudad con un cirio en la mano. Horas y horas de reflexión con uno mismo, en silencio. Cansados, reconfortados. Tal era su pasión que Cuadrado llegaba a decir entonces que “si Carlos Marx hubiera conocido la Semana Santa de Sevilla, saldría de nazareno”. ¿Confusión? Pues claro, bendita confusión.

Hay que luchar contra el laicismo, sí, y contra lo políticamente correcto que, con la falsa apariencia de equidistancia, evalúa por igual a todas las religiones como fenómenos agresivos y fundamentalistas. Pero con la misma convicción hay que combatir a quienes pretenden aprovechar los tiempos que corren para hacer de la religión católica una Iglesia más cerrada, más intransigente, más excluyente. La Semana Santa andaluza es la mayor expresión del progreso de la Iglesia católica. La demostración de por dónde deben caminar las religiones en el futuro.

Por eso, el obispo de Jerez se equivoca, porque esa provocación es innecesaria. La Iglesia más inteligente de estos dos mil años de historia ha sido la que, frente al no creyente, ha abierto los brazos y los ha integrado en su comunidad. La equivocación está en pensar que, después de lo logrado, después de haber asentado tanta apertura, la defensa de los valores y principios de la Iglesia Católica se realiza con una vuelta de tuerca hacia la intransigencia. La Semana Santa, en fin, como ejemplo de tolerancia. En vez de aventar los peligros, de asustar con las amenazas, lo inteligente de la Iglesia Católica sería presentar su Semana Santa como ejemplo. Y decir a laicos y fundamentalistas, “éste es el camino”.

Etiquetas: , ,

14 marzo 2008

Marcas


Días antes de la jornada electoral del domingo pasado, dos veteranos socialistas, Rosa Díez y Alfonso Lazo, coincidían en lo siguiente: la salvación del PSOE pasa por un mal resultado en las elecciones. La trayectoria de esos dos socialistas –ambos están ahora en el ‘exilio’ aunque Lazo mantiene, como tantos otros, el carné de un partido al que no piensa renunciar– se remonta a los primeros años de la democracia. Con la perspectiva que dan tantos años de dedicación al PSOE, la conclusión de ambos es que estos momentos son los de menos vida interna del partido. Incluso en tiempos de González y Guerra, en aquellos tiempos de mayorías arrolladoras, era posible encontrar en el PSOE más debate interno que en la actualidad.

Con esa coincidencia en el análisis, Rosa Díez explica en su libro ‘Merece la pena’ la estupefacción que le producían las explicaciones internas que se daban en el partido cuando ella planteaba dudas sobre el proceso de paz a gente tan experimentada como Txiki Benegas. Resulta que todos tenían las mismas dudas, los mismos temores, pero los resolvían con la confianza en la suerte del líder, la baraca. «Y yo le preguntaba a personas como Txiki, ¿pero es que hemos cambiado la política por la baraca? El criterio y la reflexión, ¿lo hemos cambiado por la superstición?».
También Alfonso Lazo, en su columna de cada viernes en EL MUNDO, reflexionaba sobre la deriva del PSOE andaluz por la «corrupción de la ideología». Y concluía con este vaticinio: «Si Chaves conserva un alto número de escaños, tendremos régimen por mucho tiempo. No por eso dejará de tener final; aunque para entonces los restos del socialismo andaluz ya habrían dejado de existir».

¿Autocrítica? La fiesta de ayer del PSOE despeja toda duda. Lo que triunfa aquí es «la marca», dicen. Las cuatro letras, que subraya Guerra. No sé si serán conscientes de la pobreza de la expresión y de las consecuencias en el futuro del propio Partido Socialista, pero la reducción de un partido como el PSOE a la marca y la supeditación de las políticas a la ‘baraca’ lo que certifica es que la crisis que haya de venir, que vendrá, tendrá consecuencias letales.

Por eso, ya que el PSOE se ha embarcado como partido en ese harakiri, habrá que vigilar que, por lo menos, no se pretenda imponer la misma devoción ciega de puertas para afuera. Que escuchen a Philip Pettit, un pensador al que Zapatero dice tener de referencia y que ayer estuvo en Sevilla. Cuando Pettit se reunió con Zapatero en La Moncloa, le dijo, con la misma lógica con la que ayer abogó por la alternancia política en Andalucía, que lo complicado, lo meritorio, es gobernar, no de acuerdo al interés del partido, sino de los otros. Decía así: «Lo más difícil es diseñar las instituciones de modo que recojan siempre el sentir de la otra parte. Hay un dicho latino republicano que reza: Audi alteram partem». ‘Escucha a la otra parte’. Tal como están los tiempos, suena revolucionario.

Etiquetas: , ,

13 marzo 2008

Pasiones


Antes de perderse en el suave paisaje que describen las caderas de Carla Bruni, antes de llamar gilipollas al votante que no le quiso dar la mano, antes de colocarse el sombrero de Capitán Tán para ir de salvapatrias por el mundo, antes de todo eso, Nicolás Sarkozy tenía muy claro que un político que aspira a hacerse con el poder sólo lo consigue si es capaz de transmitir al electorado la pasión que siente por la política. “Me gusta construir, actuar, resolver los problemas. Tengo la debilidad de pensar que siempre hay una solución, una posibilidad, un margen de maniobra. Creo en la voluntad y en la determinación. No me resigno ante el fracaso. Me gusta la tenacidad. Estos son mis valores; así es como estoy hecho”.

Sólo con la lectura de un párrafo así, que se contiene en el libro que publicó antes de las elecciones, ‘Testimonio’, el lector puede sentir el dinamismo, la pasión, con la que Sarkozy encandiló a los franceses y que, a grandes rasgos, no se diferencia demasiado del espíritu de cambio, inquieto y activo, que ha sabido transmitir en Estados Unidos Barak Obama, o estos días en Italia, Walter Veltroni. O como en su día Felipe González en España. En todos esos casos, los aspirantes al poder saben que cuentan siempre con un porcentaje elevado de voto propio, al que, además, se le suman los votos de desgaste del gobierno. Pero eso no es suficiente para ganar; el triunfo sólo se consigue si, además de concitar el rechazo, se logra transmitir pasión, ilusión. Espíritu de cambio, que se llama.

Parece evidente que el problema esencial de la derecha española en estas elecciones es que se ha quedado en el primer peldaño, que ha sabido consolidar, reconfortar y afianzar a su electorado pero que ha sido incapaz de abrirlo y de ampliarlo. De la doble derrota de las elecciones generales y andaluzas, ha resurgido un enfrentamiento antiguo en el seno del PP que tiene mucho que ver, además de con las ambiciones personales, con todo lo anterior; con la estrategia necesaria para ganar elecciones, con la forma de entender la derecha, con la forma de hacer oposición.

¿Qué cambios hacen falta? A mi entender, la cuestión no está en que se quede o que se vaya Rajoy para que se ponga Aguirre o Gallardón, ni que Arenas ceda el mando a nuevos valores del PP en Andalucía porque tampoco los liderazgos se improvisan. La cuestión está en determinar quién, además de la cohesión interna, además de congregar a los cabreados, es capaz de generar ilusión en la calle. Sólo gana quien es capaz de ilusionar.

Puede ser Rajoy, puede ser Arenas, al que, por otra parte, nadie discute. Pero tendrán que comenzar haciendo visible su determinación para el cambio. Más allá de operaciones cosméticas, como aquella la plataforma para el cambio que se ideó en el PP andaluz y que, al final, quedó en casi nada. El cambio es la palabra más gastada de la política, pero sólo un puñado de privilegiados tiene la capacidad de generar un espíritu de cambio en la sociedad.

Etiquetas: ,

12 marzo 2008

Diapasón


El desempate definitivo entre el PSOE y el PP en las elecciones del pasado domingo ha devuelto el buen humor a la izquierda socialista, que siempre se tensa y se crispa en las vísperas electorales. Por eso, ayer comenzó a circular por los móviles un mensaje divertido. Decía así: “Rouco en la Conferencia Episcopal, Rajoy en La Moncloa, y Chiquilicuatre en Eurovisión… España no lo hubiera soportado, se habría roto”.

Los mensajes de móvil, que han sustituido a las cartas de amor y a las pintadas políticas, suponen una fuente de análisis sociológico, lo que nos lleva a pensar que en este nuevo ‘pásalo’ se esconde, además de la merecida euforia electoral socialista, un temor o un remordimiento. No se ha roto España en la legislatura, como repetía el PP, y para el PSOE más que un triunfo es un respiro, porque está claro que, en el fondo de sus temores, una gran parte del electorado socialista y de la clase dirigente de ese partido lo que pensaba, precisamente, es que la ruptura era un riesgo cierto.

Ahora que Zapatero ha vuelto a ganar y que su triunfo se sustenta en el triunfo en Cataluña y en el País Vasco, parece que el riesgo se difumina. Pero, ¿es así? ¿Realmente, como se repite estos días, ha quedado demostrado que la política complaciente de Zapatero hacia los nacionalismos es más eficaz contra estos que la política de rechazo de Aznar? En términos electorales, desde luego, por que parece evidente que a los nacionalismos les sienta mejor el rechazo que el abrazo, que son ideologías que viven del agravio, que se alimentan de la invención permanente de ofensas, y cuando encuentran frente a ellos un discurso contundente de rechazo, se crecen como un soufflé.

De todas formas, en esa lógica va implícito el peligro de adoptarla como estrategia, sencillamente porque el intento de no agraviar nunca a los nacionalistas, de no hacerles el juego del agravio, puede conducir a la barbaridad de asumir su discurso. Y eso es, sustancialmente, lo que ha ocurrido con el PSOE en el País Vasco y en Cataluña. Pero no se agota aquí la cadena. A su vez, cuando los nacionalistas comprueban que el PSOE invade su espacio y que, además del discurso, pierden apoyos en las elecciones, la decisión inmediata es la de dar dos vueltas de tuerca a las ambiciones independentistas. De la derrota en las elecciones lo que saldrá es una Esquerra más radical, lo mismo que Ibarretxe retomará con más fuerza su plan soberanista y su referéndum.

Como es imposible pensar que también el PSOE se va a volver independentista en Cataluña o en Euskadi, como le será imposible acompañarlos como hasta ahora en esa escalada reivindicativa, nos encontramos que, al final, en algún momento, Zapatero, o el PSOE, tendrá, como Aznar, que adoptar un discurso de rechazo. Es decir, se volverá a la misma situación con una sola diferencia: el diapasón de las aspiraciones nacionalistas se habrá subido hasta el mismo borde de la ruptura del sistema autonómico actual.

Etiquetas: , , ,

10 marzo 2008

Un lugar en el mundo

El presidente Chaves salió de la sede socialista como John Wayne entraba en el saloon del viejo Oeste. Con dos patadas a las puertas abatibles, se plantó en el portal de madera y escupió en el suelo polvoriento el tabaco de mascar. Su hermano lo seguía como un escolta, con una sonrisa gorda y el colmillo de oro rompiendo como un haz de luz la atmósfera espesa de humo, el aire empapado de bourbon de garrafa. «¿Dónde está el fotógrafo de EL MUNDO?», dijo el presidente al salir de la sede socialista, después de ganar las elecciones por mayoría absoluta, por sexta vez consecutiva. Igual que cuando John Wayne, en la puerta del saloon, acariciaba el lomo de nácar blanco de sus pistolas plateadas, un instante antes de desenfundar. «¿Dónde está el pianista?». Y se corta el ambiente con un silencio repentino, un silencio de miedo.

Pero el pianista no suele tener nunca la culpa, que si lo busca el pistolero es porque fue testigo involuntario de lo que había ocurrido la noche anterior. Por eso lo buscaba John Wayne, porque aquel era un testigo incómodo. Lo absurdo de la pregunta del presidente es que, en realidad, a Chaves no le hace falta preguntar dónde está EL MUNDO porque este periódico está siempre en el mismo sitio, no se mueve, y él lo sabe. De EL MUNDO, o sea, siempre se tienen noticias, que es para lo que está un periódico. Y Chaves, como presidente de esta autonomía, siempre tendrá noticias nuestras, no le hará falta preguntar en la puerta de la sede.

En eso, somos activos militantes y hasta devotos de la saga de periodistas que tiene en su altar a tipos como Ben Bradlee, que pensaba que un buen periódico debe ser peligroso para la gente del Gobierno. Peligroso porque sabe el Gobierno que si comete alguna irregularidad y el periódico se entera, lo va a contar. Siempre.

A partir de ahí, nada más. Ni odio ni amor. Cuando le han preguntado al mítico director de The Washington Post si llegó a odiar a Richard Nixon, que lo menos que dijo de él era calumniador y un siervo de la oposición demócrata, Ben Bradlee decía: «Cómo le iba a odiar, ¡si me puso en el mapa! Al contrario, la gente me pregunta a veces a quién me gustaría entrevistar más que a nadie y sin duda será Nixon. Era un hombre muy poco natural. No estaba a gusto consigo mismo y nunca convenció a nadie de que decía la verdad».

Richard Nixon, el watergate, no sé si recuerda el presidente Chaves. La culpa no era del pianista, lo que se demostró fue que Nixon era un mentiroso compulsivo, y así ha pasado a la historia. Y ante un periódico que dice la verdad, de nada vale entrar en el saloon como John Wayne. Aunque ahora recuerdo que a quien le gustaban los westerns era a Borbolla, no a Chaves. Al presidente de las seis victorias igual le gusta más la película de Aristarain ‘Un lugar en el mundo’. Recordará de esa peli una escena casi del final, en la que Federico Luppi le explica a su hijo que cada hombre debe buscar en esta vida cuál es su lugar en el mundo. Él lo encontró en aquel poblado argentino en el que, modestamente, vivían sus ideales de igualdad y de solidaridad frente al cacique local, que siempre ganaba, que compraba voluntades con el mismo cheque que acumulaba tierras y cosechas. Aquí, en EL MUNDO, también encontramos nuestro lugar, nuestro papel. Y todos saben dónde estamos, porque nadie se esconde. No hace falta preguntar.

Etiquetas: ,

El desgaste de la oposición



Ocho elecciones, ocho victorias. Las novedades en las elecciones andaluzas siempre hay que buscarlas en la oposición. Es lo único que se mueve después de treinta años de gobierno del PSOE. Lo cual, por mucho que ya hasta parezca normal la afirmación de que el PSOE es el «partido natural» de los andaluces, como suelen repetir los dirigentes socialistas, recreándose, no deja de traslucir alguna anomalía democrática. Que son los gobiernos, en fin, los que, en todos los países del mundo sufren el desgaste de la gestión, mientras que en Andalucía sólo tiene desgaste los partidos que están en la oposición. Y eso es lo contrario de lo que impone el funcionamiento democrático. ¿O puede ser normal que un partido político se presente, al cabo de tantos años, con la promesa electoral del «Suma y sigue» y que el personal se abone entusiasmado a la rutina?

La cuestión, sin embargo, radica en intentar conocer cuáles son las razones de esa anomalía democrática en Andalucía. Parece evidente, en primer lugar, que la estabilidad de la que goza aquí el PSOE provoca que siempre sea el mayor beneficiario de todas las alteraciones que se producen a su alrededor. Siempre que el suelo socialista se mantenga sólido, los movimientos políticos de su entorno acaban beneficiándole, ya sean las llamadas al ‘voto útil’ para las elecciones generales o la caída de los partidos minoritarios. Sólo en una convocatoria, en las elecciones de 1994, se resquebrajó la solidez del PSOE y a punto estuvo de costarle a Chaves la presidencia de la Junta. En esta ocasión, es muy probable que el descalabro de los andalucistas, cuya traslación de votos no se dirige exclusivamente al PP, haya evitado que el PSOE pierda la mayoría absoluta.

El segundo motivo de la hegemonía socialista se concentra en tres provincias andaluzas. Mientras que los socialistas se mantengan, como hasta ahora, con distancias de veinte y treinta puntos sobre el Partido Popular en las provincias de Sevilla, Jaén y Huelva, todos los esfuerzos y avances de la oposición acabarán subsumiéndose en ese inmenso agujero de distancia. Y de casi nada servirá que, como ocurrió en las elecciones de ayer, el Partido Popular se imponga al PSOE en hasta doce puntos en una provincia como Almería y se imponga en Málaga. Por eso, anoche, cuando se agotaba el recuento de votos, se podía atender a la paradoja de oír a Javier Arenas decir que en estas elecciones «el PP ha obtenido el mejor resultado de su historia», que no ha evitado que Chaves obtenga otra mayoría absoluta.

Entre esos dos perfiles de subida histórica del PP y mayoría absoluta del PSOE, lo que se dibuja, al final, en Andalucía es un panorama de bipartidismo acentuado. Fuera del arco de escaños que suman socialistas y populares, lo que queda es un cinco por ciento de diputados de otro color. Los andalucistas, como le anunciaron las municipales, desaparecen. Siempre ha sido el PA un partido al que el electorado ha castigado con dureza, por encima de sus errores de gestión, de sus vaivenes ideológicos, de sus luchas internas. Siempre ha sido el PA un partido condenado a deambular por el desierto, es verdad; lo que quizá no esperaban es que, al final tras recorrer el desierto, se toparan con el abismo.

Etiquetas: ,

07 marzo 2008

Cuatro años después


Es muy difícil, después de treinta años de asesinatos, poder armar un discurso que refleje con acierto el sentimiento de angustia, de rabia, de pena y de asco que se atraganta, como un nudo, en el estomago. Inmensa pena por la víctima, por su mujer, por sus tres hijos e inmenso asco por los asesinos, por quienes les apoyan y por quienes les justifican. Todas las declaraciones de dirigentes políticos que se han podido oír desde que se tuvo noticia del asesinato de Isaías Carrasco han estado lastradas por esa misma impotencia, esta incapacidad de palabras gastadas para describir el escalofrío que vuelve a recorrer España.

Ocurre, además, que el atentado a dos días de las elecciones nos hace revivir otra vez la locura de hace cuatro años, el atentado terrorista de Atocha y la convulsión política que vino después. Aquel atentado del 11 de marzo logró sacar lo peor de la clase política española y lo peor de la sociedad española. Se instaló entonces un virus, una enfermedad, de la que no nos hemos curado desde entonces. Lo planteo de forma general, para mirar atrás como sociedad con un ánimo constructivo, ánimo de enmienda, no de revanchas. Mirar atrás y observar con distancia lo que nos está pasando, aunque sé bien que no todo el mundo actuó de la misma forma, ni todo el mundo azuzó las avalanchas de odio que siguieron al atentado de hace cuatro años.

Si ahora, cuatro años después, vuelve a ocurrir lo mismo y un atentado terrorista provoca la suspensión de la campaña electoral con el ánimo seguro de interferir en las elecciones del próximo domingo, el único consuelo sería que esta vez, tras la experiencia de lo vivido, la reacción de la sociedad sea la contraria de entonces. Y que la clase política, también al contrario de lo que pasó hace cuatro años, pueda asentar algunos principios básicos, esenciales, no sólo para la lucha antiterrorista, sino para la cordura de la sociedad. Que una sociedad sana no puede seguir calculando, tras cada atentado, cuál es el beneficio electoral que provoca. Y eso, justamente, es lo que nos está pasando.

Para comenzar a dejar atrás esa podredumbre, tendremos que exigir, en primer lugar, que la coincidencia política vaya más allá de los primeros minutos, de las declaraciones uniformes de repulsa y de solidaridad tras el atentado. En el dolor, todos estamos de acuerdo. Pero es luego, cuando pasen dos días, cuando se necesita esa unión. Hoy todo el mundo tiene claro que lo ocurrido es una salvajada, que ETA y su entorno es una manada de salvajes, pero dentro de dos días ya se comenzarán a hacer distingos. ¿De qué sirve, por ejemplo, que el lehendakari diga nada hoy, si mañana va a volver a respaldar que el brazo político de ETA esté en las instituciones y se presente a las elecciones? Eso que ha dicho hoy Ibarretxe de que ETA ha perdido el norte definitivamente. En fin, el norte de ETA ha sido siempre el asesinato, la extorsión y la opresión. Quien tiene el norte perdido es el nacionalismo vasco, que dentro de unos años verá normal que el ayuntamiento batasuno de Mondragón instale unos contenedores de basura en el lugar en el que hoy han asesinado a Isaías Carrasco.

Que no, que la unanimidad en el dolor ya no es suficiente. Hoy, cuatro años después, tendríamos que sacar, por lo menos, dos conclusiones rotundas, redondas. En primer lugar, que todos los terrorismos son iguales, no hay terroristas buenos y terroristas malos; no hay fanáticos y activistas políticos. Todo eso se dijo hace cuatro años, y ya es hora de que se entierre esa barbaridad. Y en segundo lugar, que frente al terrorismo, una sola política: la cárcel y cumplimiento íntegro de las penas. Ni treguas ni diálogos. Ni una tregua más. Y repulsa social, aislamiento, de quienes amparan, justifican o jalean a los terroristas. Si al menos volviéramos a la unanimidad de esos dos principios, en España comenzaría a despejarse esta niebla espesa, esta miseria que nos corroe sin darnos cuenta.

Etiquetas: , ,

Limpieza


Mi vecina tuvo ayer un día agitado. Acostumbrada a la rutina de las mañanas entre pucheros, con la radio puesta, Herrera en lo hondo, a la espera de que los nietos lleguen del colegio para almorzar, ayer la llamaron dos veces por teléfono. La primera del Ayuntamiento, la segunda de la Junta de Andalucía. Por la tarde, esperaba en la puerta de su casa, con un punto de angustia por lo sucedido. “Los primeros dijeron que eran del Ayuntamiento, llamaban para decirme que el alcalde (Gutiérrez Limones, PSOE) se va a presentar al Senado, y que esto era bueno para la ciudad. Luego, una señorita llamó desde la Junta de Andalucía para preguntarme si estaba contenta con Zapatero y con Chaves. Y para preguntarme si los iba a votar. Yo les he contestado que el voto es secreto y he colgado, pero después me he preocupado. ¿Usted cree que me quitarán la paga?”

Al verla allí, con su delantal de cuadros, mi vecina viuda ha soltado una carcajada de risa nerviosa cuando, muy serio, le he aconsejado que vaya ahorrando dinero en la cartilla porque es probable que nunca más vuelva a cobrar la pensión. “No me venga con guasa. Que esas cosas…”. La tranquilizo al fin y, ya sin bromas, me ofrece detalles de las llamadas de teléfono que descartan, sin dudas, que se pudiera tratar de encuestas electorales porque ninguno de sus interlocutores le ha preguntado en ningún momento por nadie de la oposición. No, no son encuestas, se trata sólo de una burda y grosera utilización de las administraciones públicas para condicionar el voto de miles de personas. Juego sucio. Tretas impropias, abusos. Se trata, en suma, de un delito electoral. Y pasará inadvertido.

Es fácil imaginar, además, que quienes se dedican estos días en las administraciones a hacer campaña electoral no son funcionarios públicos, funcionarios de carrera, sino enchufados públicos. ¿Cuántos miles de enchufados puede haber en la Junta de Andalucía? ¿Y en los ayuntamientos? El alcalde que va para senador habrá puesto en fila a sus colocados para que estos días sólo trabajen para él, para su campaña. Con dinero municipal y medios públicos. Y en la Junta, ¿cuántos habrán recibido la orden de trabajar para ganar las elecciones?

Ha llamado al periódico un tipo de la OSCE, un organismo europeo que, según su web, “trabaja en 56 países al servicio de la estabilidad, la democracia y la prosperidad” y que incluye entre sus misiones la observación de los procesos electorales en distintos países, desde Estados Unidos hasta Kazajstán. Para eso han venido, para comprobar cómo se desarrollan las elecciones en España. Y han elegido cuatro ciudades, Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao, “para analizar los preparativos de las elecciones y su marco legal, así como la campaña electoral, la cobertura por los medios informativos, el desarrollo de las elecciones y el recuento de votos”. He pensado que lo mejor es que hable con mi vecina. Para que la tranquilice por lo de la paga, claro.

Etiquetas: , , ,

06 marzo 2008

Alguien


El presidente Chaves decidió ayer bajar a los barrizales de la política para embadurnar las paredes del TSJA. En defensa de la asignatura de ‘Educación para la Ciudadanía’, dictó una lección de juego sucio. No porque el presidente haya decidido recurrir la sentencia que reconoce el derecho de unos padres a que sus hijos no cursen la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Ni siquiera porque, como cualquier otro ciudadano, sea libre de discrepar y hasta de criticar una sentencia que considera equivocada. No es eso, que los jueces no son dioses intocables ni sus sentencias son intachables. El respeto a la Justicia y a la independencia del Poder Judicial en un Estado de Derecho se limita a la obligación de todos los ciudadanos de acatar las sentencias y de cumplirlas en cuanto se hacen firmes. Nada más.

Por ello, el presidente no se extralimita cuando critica las sentencias del TSJA ni cuando las recurre al Tribunal Supremo; Chaves chapotea en el barrizal cuando, para criticar al Tribunal, utiliza la abominable técnica exculpatoria de los programas basura del corazón para esconderse. «Alguien podría sospechar, no yo, que respeto la sentencia, que esta sentencia era una interferencia en plena campaña electoral. Yo no lo creo, y respeto la sentencia, pero alguien podría pensar que esta sentencia tan conservadora es una interferencia en plena campaña electoral. Yo no lo creo, y lo respeto, pero alguien podría pensar que casualmente la sentencia sale al día siguiente del debate entre Rajoy y Zapatero y uno de los temas del debate fue precisamente ése». En fin, en este plan. Yo no, «alguien».

Esa es exactamente la misma técnica que utilizan los vomitivos programas rosa de casquería para eludir las querellas de los afectados. Chaves, como sabe que está acusando a los jueces de un delito, dictar sentencias para influir en el resultado de las elecciones, se escuda en el «yo no, alguien». Hace unos días, en el debate con Arenas, el presidente saltó sobre su rival como una fiera herida, con el honor mancillado, en cuanto el líder de la oposición le espetó que su declaración de bienes es poco creíble. Imagine el presidente que, a partir de ahora, todo el mundo comienza a utilizar su misma técnica. «Yo no lo creo, porque respeto al presidente, pero alguien podría pensar que Chaves ha ocultado bienes en su declaración». «Yo no lo creo, porque lo respeto, pero alguien podría pensar que el presidente ha colocado a sus hermanos en la Junta de Andalucía y que se aprovechan del apellido».

Claro que también sería ingenuo pensar que el presidente Chaves pretende otra cosa de la Justicia que no sea la sumisión. Ya lo dejó claro cuando, tras las condenas por el GAL, se montó en el Ave, clase Club, y se fue a manifestarse a la puerta de la cárcel de Guadalajara. Luego, a la vuelta, nombró delegado de Justicia al tipo que presidía la Plataforma de Solidaridad con Barrionuevo. Para que los jueces andaluces se fueran orientando.

Etiquetas: , ,

05 marzo 2008

Saturación


En un manual de publicidad comercial, encuentro la explicación de lo que está comenzando ocurrirle a la campaña electoral: «La saturación es la concurrencia de varios mensajes publicitarios en lucha por acceder al espacio privilegiado de las decisiones: la conciencia». Y cuando la conciencia se atora, cuando se congestionan las entendederas, el personal puede reaccionar de la forma más imprevisible. El otro día en la tele le preguntaron a un ciudadano si estaba de acuerdo con «el compromiso de Zapatero de aprobar una paga de cuatrocientos euros para que todos los españoles se hagan la circuncisión», y el buen hombre, entre aturdido y feliz con el soniquete de una nueva paga, respondió que, por supuesto, que eso es lo que estaba haciendo falta en España.

De todas formas, la confusión y el caos no es lo único que provoca la saturación de mensajes. El problema es que también está comprobado que la saturación tiene una influencia letal en los indecisos. Dicen los expertos que el indeciso asiste a la campaña con la predisposición para que el discurso de un candidato le resuelva sus dudas. Pero cuando se reiteran los mensajes con tanta intensidad, este bombardeo que se arrastra durante toda la legislatura, el efecto inconsciente es dejar de prestar atención. Como quien oye llover. Con lo que el indeciso se mantiene en sus dudas y cuando llega la jornada electoral, lo más probable es que acabe optando por una escapada a la playa o un chuletón de buey en un asador de carretera.

Podemos fijarnos, por ejemplo, en el significativo descenso de audiencia en el último debate entre Zapatero y Rajoy. El debate que se presentaba como «el definitivo»; el debate al que se le otorgaba en la prensa la capacidad de poder romper el empate técnico, ese debate primordial resulta que es el menos seguido. Un millón de personas, que es casi la cifra de electores que vuelca las elecciones hacia un lado o hacia otro, se desconectó del debate.

Concluyamos, en cualquier caso, digan lo que digan los manuales de publicidad, que por muy intensa que sea la campaña no existiría saturación si alguno de los candidatos encandilara al electorado. No habita entre nosotros desde hace años la ilusión kenedyana, reformista, que ha despertado Obama en EE.UU., Sarkozy en Francia o Veltroni en Italia. «Se nota un aire nuevo y hay un mundo por crear. Divirtámonos haciéndolo porque no es una guerra ni una batalla. Yo no me defino de izquierda, sino reformista, porque la gente no se levanta cada mañana diciendo ‘soy de centroderecha’. Los ciudadanos son ciudadanos antes que nada. Rescatemos a la Italia joven, a la Italia que trabaja, a la Italia que piensa, a la Italia que se cansa». ¿Se ha oído un discurso así por aquí? Igual lo ha tapado la saturación.

Etiquetas: ,

04 marzo 2008

Rivalidad


Fue Borges quien alertó sobre la terrible certeza de que hay que elegir bien a nuestros enemigos porque, al final, acabamos pareciéndonos a ellos. En la política española, que desde hace cuatro años proyecta un empate infinito, una rivalidad equilibrada en la que ningún partido logra hacerse con una mayoría clara, es probable que haya anidado una desazón similar entre el personal cuando contempla la escena. La cuestión es que, como tampoco han desaparecido viejos vicios y rivalidades, como tampoco se ha esfumado el cainismo y las banderías, nos encontramos ahora con una situación peculiar, un electorado menguado y radicalmente dividido. Quienes tienen decidido votar están claramente identificados con una de las opciones, mientras que el resto, sencillamente, se da media vuelta porque no encuentra ni diferencias ni alicientes. Como decía una chirigota de Cádiz, “Cuando pierda Rajoy, brindaré con vosotros/ pero qué mala suerte, si al final sale el otro”.

Esta rivalidad sin límites ni salidas sorprende incluso fuera de España, como le acaba de ocurrir al Financial Times al contemplar la campaña electoral española. “Desalentadora”, dice el periódico británico. El desaliento se lo provoca, precisamente, la oferta electoral, tener que elegir entre un tipo que se ha vuelto aburrido como Rodríguez Zapatero y un tipo gris, un líder sin brillo, como Mariano Rajoy. “Unos quieren sobornar a los votantes y otros quieren atemorizarlos”, resume el periódico. De todas formas, lo más interesante es la estupefacción que produce observar cómo España, después de completar el periodo de mayor prosperidad de su historia reciente, se dispone a tirarlo todo por la borda. Esto es interesante porque estamos hablando ya de un malditismo histórico, una constante. Los viejos demonios de España, como lloraba Gil de Biedma. Un país en el que el mal gobierno y la pobreza son estados místicos del hombre.

¿Nos encontramos en esa coyuntura histórica, en un tris de abandonar las expectativas, de arruinar otra vez el futuro, de dilapidar los quince años de mayor crecimiento económico y mayor redistribución de la riqueza, como señala el Financial Times? Como el pesimismo es uno de los estados más razonables del alma cuando se contempla España desde su historia, pensemos que las encuestas, que tantas veces se equivocan, van a acertar en esta ocasión. Que PP y PSOE sumarán, por primera vez, más del noventa por ciento de los escaños del Congreso y que, sin embargo, serán los nacionalismos del norte, más menguados que nunca, quienes impongan su lógica insolidaria y sus intereses desquiciados.

La rivalidad tribal impide los pactos para la mayoría y, sin acuerdos entre el PSOE y el PP, sólo nos queda, como hasta ahora, seguir caminando despreocupados hacia un precipicio que sólo se atisba desde fuera: “Gane quien gane el domingo tendrá que gastar los siguientes años limpiando un desastre económico de una escala nunca vista en España en los tiempos modernos".

Etiquetas: ,

03 marzo 2008

De Cádiz a Madrid en 3 minutos


El presidente Chaves no consigue compensarse. En el debate de ayer, quizá consciente de que el primer día se pasó de colores con el retrato de su Andalucía idealizada, moderó su visión de la realidad andaluza. Ya no dijo, como entonces, que «la pregunta que hoy se hacen en todo el mundo es qué está ocurriendo en Andalucía para que estén aquí las vanguardias científicas y médicas». No dijo eso. Tiró de las riendas de su euforia imparable, pero se le escurrió la dislexia. Y así, el día que no quería exagerar, le dio por decir que para esta legislatura se comprometía a unir «Cádiz con Madrid en tres minutos y once segundos». Cosas.

Debate ‘cara a cara’, en definitiva, en el que, con más intensidad que el celebrado pocos días antes entre cuatro candidatos, pudieron confrontarse con nitidez los modelos políticos que presentan Manuel Chaves y Javier Arenas. El presidente y candidato socialista mejoró con respecto a aquel debate primero, ya no lucía esa cara malhumorada y, como queda dicho, disminuyó el discurso de la Andalucía idílica. Pero, junto a ello, elevó sobremanera el tono demagógico. Por ejemplo, en su propuesta final para la próxima legislatura: «Garantizo que ningún soldado andaluz se verá inmerso en una guerra ilegal e injusta como la de Iraq». O cuando el candidato del PP le recriminó que, antes los grandes niveles de fracaso escolar de la enseñanza en Andalucía, el PSOE ofrezca un «cheque de seis mil euros» a los alumnos repetidores. Y Chaves contestó que se trata de jóvenes de familias pobres que tienen que acudir a trabajar para ayudar a sus familias. ¿Por qué regla de tres los repetidores son pobres? Y lo remata así: «¿Qué quiere decir usted, que el PP va a quitar el chequeo médico gratuito para los mayores de 65 años?». Lo que tendrá que ver un cheque bancario con un chequeo médico...

En lo que Chaves si calcó su discurso es en la vinculación de las críticas a su gestión con los votos recibidos. Es un clásico. El silogismo es el siguiente: «Si yo hubiera incumplido mis promesas, no me votarían los andaluces. Por lo tanto, lo que hacen ustedes es insultar a los andaluces». Este argumento, tengo los votos, tengo la razón, lo repitió Chaves en todos los bloques temáticos del debate, que vale lo mismo para la economía que para el medio ambiente. Al derecho y también al revés: «Una persona que lleva 25 años perdiendo elecciones no tiene capacidad de proponer cambios», le dijo a Arenas.

Con esas armas, en cualquier caso, lo que sí consiguió Chaves es resolver el debate. Pudo ganar Arenas, sí; el líder del PP llevó la iniciativa, pero Chaves supo defenderse. Desparpajo es la receta. Desparpajo sin pestañear para rebatirlo todo con la misma naturalidad con la que sigue acusando a EL MUNDO de haberlo ofendido por publicar la noticia del espionaje de las cajas. Ya puede haber una sentencia en su contra y unos hechos probados que ratifican lo publicado. Pues nada, Chaves lo repetirá. Lo repetirá, pero no cambiará la realidad. Ganará las elecciones, pero no cambiará la realidad. En situaciones políticas como la andaluza, la verdad se abre paso finalmente. Como dijo Chaves ayer cuando defendía el retraso de sus promesas, es una cuestión de «tanto por tiempo».

Etiquetas: ,