El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

23 mayo 2009

Reinventarse


Algunos líderes políticos de la izquierda europea se han reunido estos días en Grecia en el Congreso Internacional sobre la Socialdemocracia para volver a plantear un debate que ya se está convirtiendo en endémico, la necesidad de ‘reinventar’ la izquierda. Dice Felipe González que si los socialistas aspiran a seguir defendiendo dentro de unos años el modelo de cohesión social como su principal seña de identidad, tienen que acometer algunas reformas urgentes. La primera, «con los sindicatos para competir en una economía abierta, no con sueldos bajos sino con excelencia». La segunda, «un pacto energético serio», y al remarcar lo de ‘serio’ se intuye la carcajada ante la economía verde y sostenible. Y por último, un «debate sobre la inmigración», se supone que también para romper conceptos preestablecidos.

Tres propuestas, vale. Pero, ¿con eso se reinventa la izquierda? Pues ése es el caso, que seguro que todo lo apuntado por González lo ha dicho ya antes cualquier líder europeo del centro derecha. Las propuestas genéricas (excelencia educativa y laboral, energía nuclear e impulso de las alternativas, control de la inmigración) son las mismas; igual ocurre con los pilares de la cohesión social (sanidad pública, el sistema de pensiones, la asistencia social, la protección de menores, las políticas de igualdad de sexos), con lo que los márgenes para la diferencia entre el centro derecha y la socialdemocracia son irrelevantes.

Es muy probable, por tanto, que el problema esencial que tenga ese objetivo de reinventar la izquierda sea que, en realidad, la izquierda tiene pocas posibilidades de reinventarse sin acabar confundiéndose con la derecha. El dilema es que la izquierda o se mantiene anclada al pasado, como los partidos comunistas, o no es izquierda. Pero las ideologías no son religiones, no son dogmas inamovibles.

Reinventar la izquierda, dicen. Y la propuesta se hace urgente por la crisis de la izquierda en el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia o Grecia. Sólo se salva España. La hegemonía de la izquierda andaluza, por ejemplo, ya no existe en ningún otro rincón europeo. Claro que eso no presupone que es aquí donde está la solución. No parece, no, y, de hecho, nunca se ha visto a ningún politólogo de la izquierda europea estudiando el ‘milagro andaluz’. No. La crisis de la ideología es la misma en la izquierda española y andaluza, pero ni la sociedad ni los líderes ni el control de los medios de comunicación son los mismos. Lo cual que, de acuerdo a las recetas del propio González, podemos concluir diciendo que en España y en Andalucía se aplica una política socialdemócrata desfasada, en crisis, que no se plantea políticas serias para evitar mayores problemas en el futuro. ¿Entonces? Pues nada, que antes que reinventar la izquierda, lo suyo aquí sería reinventar la sociedad. Mientras tanto, quién no acaba pensado que estamos caminando en sentido contrario, entretenidos con las propuestas de la izquierda menos seria, que diría el otro.

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22 mayo 2009

Realities


El sastre del caso Gürtel se fue ayer a declarar con la televisión de a cuestas. Un taxi para cuatro, el conductor, el cámara sentado en el asiento del copiloto y, detrás, un periodista con un micrófono y el sastre. Dada la trayectoria de ese individuo en los juzgados, cuatro declaraciones y cada una de ellas distinta de la anterior, bien podría adivinarse que no aquello no fue un encuentro casual, que la televisión que lo acompañaba le había pagado la primicia. De hecho, la retransmisión de la jornada judicial del sastre podría llenar una tarde de programación en horario de ‘prime time’. Amanece en Valencia y la cámara enfoca al sastre dormido, acurrucado entre sábanas, hasta que suena el despertador. Se quita las legañas, se lava los dientes y se baja a desayunar con los periódicos del día. Sonríe al verse en las portadas. Muchos primeros planos, sobre todo cuando el sastre va contando a la cámara lo que piensa en ese momento, lo que siente, lo que tiene pensado declarar ante el juez y algún detalle morboso de cuando le probaba los trajes al presidente valenciano. Luego el taxi, la declaración en los juzgados y, a la salida, unas carreras para sortear el tumulto de periodistas.

Lo de menos luego será que el programa haya tenido mucha audiencia o poca, porque lo esencial es que todos los demás medios de comunicación han contado lo ocurrido, unos como escándalo otros como elogio, con lo que todo el país ha tenido ese día noticias de la televisión que pagó la primicia. ¿Hay mejor campaña de publicidad? Por el mismo motivo, también será lo de menos que el sastre no haya aportado nada nuevo, que el contenido informativo no se corresponda con la expectación levantada porque lo importante es justamente eso, la expectación levantada. Y si no importa ni la audiencia ni el contenido informativo, a ver quién diantre se va a parar a pensar ni un segundo en el secreto del sumario o en las garantías de los procesados. Bobadas. Si no hay menores de por medio, el reality es un campo abierto.

Pensemos, por ejemplo, en otro caso. El hermano del asesino confeso de Marta del Castillo acaba de salir de prisión. ¿Cuánto dinero puede ganar ese tipo en un fin de semana si se decide a conceder entrevistas en un par de televisiones? Y si resulta que habla bien, que tiene cierto atractivo, ¿cuánto podría ganar durante el juicio, como comentarista de algún programa de la tarde? La exclusiva televisiva de Julián Muñoz costó 350.000 euros. Parece evidente que la exclusiva del hermano del asesino de Marta del Castillo podría doblarse fácilmente.

Todo esto, en fin, es un despropósito para el que no existen más límites que dos conceptos tan ambiguos, tan en desuso, como la deontología profesional y los valores de la sociedad, la ética de los medios de comunicacón y la repulsa moral de la sociedad. Por eso, olvídense. Si mañana el hermano del asesino de Marta pone en venta su testimonio, siempre habrá varias televisiones pugnando por hacerse con la pieza y luego, en día de la emisión del programa, varios millones de espectadores se sentarán en sus butacas a la hora en punto. “Volvamos ya hacia Roma. Demasiado tiempo hace que nuestras ovejas no siente el estruendo ni el aplauso, ya es hora de gozar del derramamiento de sangre humana”. De parte de Séneca.

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20 mayo 2009

Tranquilidad


De acuerdo a las marrullerías que son marca de la casa, un propio se ha metido en internet para modificar la enciclopedia de historia más famosa de la red, wikipedia, y enmendarle el final al ‘caso Guerra’. Ahora, según esa nueva versión, lo que ocurrió en aquellos años fue lo siguiente: «Finalmente, en 1995, Juan Guerra sólo fue condenado por un delito fiscal. (...) Los medios jamás se disculparon por las múltiples acusaciones vertidas, ni Juan Guerra recibió indemnización alguna».

Este burdo estrambote, tan grosero como lo vivido aquellos años, viene a recordarnos otra vez que Internet es, desde luego, una colosal herramienta de nuestros días tan imprescindible como imprecisa. Pero, sobre todo, ese final artero lo que refleja es la inagotable capacidad de maniobra de este personal para subvertir la historia, modificarla a su manera, y colocarse siempre de víctimas inocentes de conspiraciones de la historia. ¿Habrá que tener cara dura para reclamar una indemnización a Juan Guerra? Encima, o sea. En fin, la única realidad es que si Juan Guerra sólo resultó condenado por un delito fiscal fue porque el tráfico de influencias se estableció como delito en el Código Penal , a raíz de aquel primer gran caso de corrupción. Se benefició de haber sido el primero, nada más. Todo lo de aquellos años existió, los cafelitos de su despacho y los maletines de Filesa, los mangantes de la Guardia Civil y las comisiones del ‘caso Ollero’ en la autovía que lleva a Málaga.

Aún sin regulación penal, en aquel momento fue el alcalde socialista de Barbate, Serafín Núñez, quien mejor definió el delito: «Hombre, no es lo mismo que te llame el hermano del vicepresidente que cualquier otra persona». Serafín Núñez sabía, además, de lo que hablaba: Le prometieron un cargo a cambio de una recalificación y, al verse engañado por Juan Guerra, denunció en la prensa lo que estaba pasando.

Y todo el mundo lo entendió porque el nepotismo y el sectarismo suelen pasear juntos por muchos episodios de la historia. Ocurrió igual que cuando EL MUNDO denunció el escándalo de Climo Cubierta, tres hermanos alineados, como cangilones de una noria, y una empresa final hasta la que llegaban los contratos de la Junta de Andalucía. Se denunció en estas páginas y los hermanos Chaves volvieron a ponernos una querella y volvieron a perderla en los tribunales. Acusaban a este periódico de ser «un libelo panfletario» y que todo era falso. En dos sentencias consecutivas, la Justicia dijo lo contrario: que las informaciones eran «veraces, relevantes y proporcionales» y que un dirigente político «debe soportar las críticas o las revelaciones aunque duelan, choquen, inquieten o sean especialmente molestas o hirientes».

Ayer, el PSOE empaquetó a Leo Chaves, lo sacó de la Junta y lo facturó con destino a cualquier otro despacho con sueldo público. Y el departamento de historia subvertida del PSOE ya se ha puesto en marcha. Ojo a lo que decían en la radio amiga; las indicaciones entre paréntesis son mías, el resto es literal: «Algún periódico le ha puesto como los trapos (a Leo Chaves) y la prueba (?) de que no era un enchufado es que ha sido destituido, con total naturalidad (???) Lo lamentable es que los que han puesto en circulación esas historias están tan tranquilos».
Pues sí señora, tranquilos. Mucho. La tranquilidad de conciencia es así, se transmite a todo el ánimo, a todo el cuerpo. Es lo que tiene la dignidad, la vergüenza y la transparencia. Y las denuncias ganadas en los tribunales. Eso también, claro. Tranquilidad.

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19 mayo 2009

Alejandro, traidor


Rojas Marcos, que cada mañana le hace un quiebro a su cara reflejada en el espejo, acaba de firmar otra de las suyas, de las que sientan cátedra en política, la inagotable capacidad de un hombre para inventarse a sí mismo y sacar petróleo de una maceta. Querían ponerlo en una cola de alcaldes con medalla, querían subirlo a un escenario de jubilados, y Rojas Marcos ha vuelto a inventarse otra vez, ha renunciado a la medalla y lo que, para otros no ha pasado de un párrafo en la crónica del día, «gracias por la distinción, ser alcalde de tu ciudad es lo más grande que le puede pasar a una persona», Rojas Marcos lo ha convertido en entrevistas de dos páginas en los periódicos, con toda la tralla política acumulada en el látigo. «¿Una medalla por haber tenido un cargo? Usted se ha equivocado de puerta», decía ayer en EL MUNDO. Genial, o sea. Sólo quien pasó a la historia de Sevilla como Alejandro Kodak-Marcos podía manejar los tiempos de esta forma.

Lo de menos será que, en el regate, Rojas Marcos haya dejado en mal lugar a sus colegas de sillón en la Alcaldía, pero ya sabemos desde antiguo que la política sólo distingue entre enemigos y adversarios. «En Sevilla hay un medalleo generalizado, global. ¡Es espectacular! Y en serie. No te la dan sólo a ti; te la dan a ti y a todos los que se te parezcan, en el mismo paquete».

El ‘animal político’ del que hablaba Aristóteles le sale por los poros a Rojas Marcos. Y no sólo por la naturaleza, por la fibra política de la que está hecho, sino por la concepción misma de la política, que Aristóteles también hablaba de la aristocracia como el gobierno de los mejores, de los más virtuosos, y a Alejandro le ha salido de golpe el Rojas Marcos y de la Viesca. En el sentido aristotélico, de la política, y en el otro también...

Que nadie crea, además, que todo esto es fruto de la experiencia, de la veteranía. Hace cuarenta años, cuando Rojas Marcos se la jugaba como concejal en el franquismo, aquellos años del destierro en Écija, el padre de don Juan Carlos le escribió desde Estoril para pedirle su adhesión a la Corona que habría de llegar, para ofrecerle un sillón entre un puñado de elegidos de la monarquía. Y Rojas Marcos, en vez de embelesarse con la oferta, en vez de coger el tren a Estoril, le contestó con otra carta en la que le ofrecía su adhesión, y le matizaba que su adhesión al Rey siempre sería condicional, jamás incondicional; condicionada a que el regreso de la monarquía a España supusiera la instauración de un régimen democrático.

Rojas Marcos, sí. En él se da cita lo mejor y lo peor del andalucismo, los mayores triunfos y las derrotas más crueles. Él afirma que el PA no ha cometido más errores que los demás, pero que a los partidos pequeños los electores le pasan grandes facturas, mientras que a los grandes, sobre todo al PSOE, se le perdona todo. Y es verdad, incluso una verdad obvia hasta cierto punto. Si hubiera sido él, por ejemplo, quien hubiera firmado el acuerdo del pago en especie de la ‘deuda histórica’, otra vez se hubieran llenado las paredes de pintadas, «Alejandro, traidor», como cuando su pacto con la UCD para desbloquear la autonomía. Pero las cosas son como son. Y cuando la aritmética le ofreció la posibilidad de enmendar errores, Rojas Marcos no supo inventarse, le traicionó su olfato. O será que el talón de Aquiles de un animal político siempre es el poder.

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18 mayo 2009

Mafiosos



“¿Che cosa è la mafia?” La pregunta se la hizo en voz alta hace unos días en Granada el fiscal jefe de Palermo, Francesco Messineo, un apacible italiano de 63 años que lleva media vida luchando contra la mafia. “¿Qué es la mafia?”, se preguntó el fiscal de Palermo y en la conferencia con la que dio respuesta a su propia pregunta quedaba muy clara la impresionante capacidad de adaptación de la mafia al signo de los tiempos. Dos siglos después de haber nacido en los desolados latifundios del campo siciliano, la mafia es una organización criminal para la que trabajan más de cuatro mil personas, organizadas en alrededor de cien ‘familias’ que se rigen por reglas estrictas (“a pesar de que pueda parecer paradójico, la mafia tiene una fuerte necesidad de normas y de orden en las decisiones”).

Lo que viene ocurriendo de unos años a esta parte, sobre todo desde los años noventa, es que la mayor presión de la policía y de la Justicia italiana ha provocado que la mafia haya ‘diversificado’ su negocio. “Antes, por ejemplo, trataban la droga o la producían, ya no hacen eso, la traen de sudamérica a través de España y de otros países. Ahora también invierten en lugares turísticos de la costa española. En construcción, en supermercados o negocios de alimentación”, afirma el fiscal de Palermo.

La detención este fin de semana en Málaga de Raffaele Amato, uno de los principales jefes de la Camorra napolitana, es una de esas noticias que acaban provocando una enorme inquietud, vértigo ante el abismo de lo desconocido, la realidad oculta que puede tener la apariencia de honorables constructores, afamados emprendedores turísticos o arriesgados empresarios de alimentación. “La mafia ya no invierte en Italia, lo hace en otros países como España”.

¿Che coda è la mafia?, se preguntó el fiscal de Palermo. Es curioso que, en los dos siglos de vigencia de la mafia en italiana, haya sido el fascista Benito Mussolini el único dirigente que haya podido ponerla contra las cuerdas. Incluso se subió a la tribuna del Parlamento, en 1927, para certificar que había logrado erradicar a la mafia gracias a la contundencia de su prefecto de policía, Césare Mori. En su conferencia de Granada, Messineo relató cómo el acoso de Mussolini a la mafia fue lo que provocó que los capos, en su huída, se instalaran en los Estados Unidos, tipos legendarios como Lucky Luciano o Vito Genovese.

Acabó la Guerra, cayó Hitler y Mussolini, y los aliados propiciaron el regreso triunfal de los capos a Italia. “La mafia fue recompensada con grandes favores e incluso con el nombramiento de alcaldes en varias ciudades de Sicilia de conocidos mafiosos con una total compenetración entre el poder legal y la mafia”. Mussolini, claro, sólo combatía la mafia porque competía con él en el control absoluto de la sociedad, pero, en la paradoja terrible de que el fascismo erradicara la mafia y que los aliados, los abanderados de la libertad, la premiaran, va implícita la lección permanente de la historia, que invita siempre a desconfiar de la apariencia de las cosas.

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16 mayo 2009

Bocetado


Lo dijeron cuando el metro de Sevilla, esa obra pública indescriptible con forma de muñeca rusa porque se va empequeñeciendo a medida que se desciende; en la calle no hay discretas bocas de metro sino estaciones gigantescas, más grandes que en ningún otro lugar del mundo, luego escaleras enormes y pasillos amplísimos que conducen, finalmente, a un pequeño tranvía que circula en una sola línea, la mayor parte del recorrido en la superficie. Y fue allí, en la pomposa inauguración del metro sevillano, cuando el consejero de Obras Públicas dijo lo siguiente: «El futuro de Andalucía está bocetado y es ilusionante, no es un desastre». Cuando la cursilería y la demagogia se dan la mano surgen estas frases lapidarias, sublimes en lo suyo, obras maestras de la estulticia o el engaño.

Pues bien, tal y como está construido el metro de Sevilla, se construye a diario este tipo de política que persigue el impacto antes que el efecto, la sensación antes que la transformación. Detengámonos un momento, por ejemplo, en una de las promesas del discurso de investidura del presidente Zapatero: 2.000 euros de ayuda para la compra de un coche. Para destacar la importancia de estas medidas, Zapatero resaltó que se trata de salvar un sector «estratégico» de la economía española. Y, ciertamente, es así: España es la octava potencia mundial del sector del automóvil, representa el 23 por ciento de las exportaciones y el ocho por ciento del PIB nacional.

Para empezar, el anuncio lo hace Zapatero, pero en realidad el Gobierno sólo pone una cuarta parte del dinero que anuncia porque la mayor parte, mil euros, lo deben aportar los fabricantes y otros quinientos euros, las autonomías. Si el Gobierno es quien menos dinero pone, ¿no tendría que haber consultado antes con los demás si están de acuerdo con aportar esas ayudas? Pero es que, además, hace tiempo que en algunas autonomías (Navarra fue pionera) conceden ayudas a la compra de automóviles y no se sabe muy bien qué va a ocurrir ahora, si las suprimen, si se suman o si, sencillamente, ignoran la promesa del Gobierno. Igual ocurre con los fabricantes. A mitad de marzo se reunieron para pedirle al Gobierno que aprobara un plan de ayudas a la compra de vehículos. Lo que no sabían los fabricantes es que el Gobierno asumiría su plan por completo, con una ‘pequeña diferencia’, que la mayor parte del dinero tendrán que ponerla ellos.

Sucede, además, que, en algunos casos, las medidas llegan demasiado tarde. Por ejemplo, en el caso de Andalucía. Los dos principales focos de actividad de la industria del sector automovilístico que había en Andalucía no existen en este momento: Delphi se cerró hace dos años y Santana Motor, cuyo accionista mayoritario es la Junta de Andalucía, se ha visto obligada a cerrar sus puertas a la espera de que pueda mejorar el mercado. En el caso de la factoría de Renault en Sevilla, los expedientes temporales están en marcha y atenuados sólo gracias a que en otros países europeos (Francia o Alemania) las medidas que ahora anuncia Zapatero se pusieron en marcha hace tiempo, eran ayudas directas, y ya están dando sus frutos.

Para cuando se aplique en España, es decir, cuando cada una de las partes aprueba la medida y entre en vigor, habrán pasado, seguro, varios meses. Quizá después del verano. ¿Quién va a comprar un coche hasta entonces? ¿Y si, al final, la leve mejoría del sector resulta que se viene abajo por lo anunciado hoy, de difícil aplicación? Lo dicho, el metro de Sevilla. Con esa birria se mide todo.

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Petróleo


Zapatero y Griñán se han copiado los discursos. Zapatero, que habla en titulares, con frases hechas para recortar y pegar en la solapa, nos ha dejado su canto sostenible: «Menos petróleo y más energías renovables». Mucho mejor ha estado Griñán, con una de esas afirmaciones que hay que leer varias veces y hasta frotarse los ojos para comprender que no nos hemos equivocado en la lectura: «Desgraciados los países que tienen petróleo en sus tierras». No sé qué pensarán las empresas españolas, como Repsol o Cepsa, pero bueno.

La cuestión es que, tras esas dos declaraciones, nadie que haya podido oírlos pensará que, en realidad, España es uno países europeos más dependientes de la energía que le llega de fuera y que ha sido, precisamente, durante el mandato de Zapatero cuando esa dependencia exterior se ha disparado hasta batir un récord histórico. Así, mientras que la media europea de dependencia energética se sitúa en torno al 55 por ciento (es decir, se consume un 55% más de energía de la que se produce), en el caso de España los últimos informes de Eurostat elevaban la cifra de dependencia energética por encima del 80%, hasta alcanzar en ocasiones el 85%.

Entre las causas por las que se ha disparado la dependencia energética de España en los últimos años no está sólo el aumento del consumo, sino que lo llamativo es que, de forma paralela a ese incremento, ha disminuido la aportación de algunas de las fuentes propias de energía, sobre todo de la nuclear. Y aquí es donde entra en juego el discurso. Fíjense en la peripecia: como el problema es que en España se necesita más energía porque se consume más, la respuesta del Gobierno es reducir la producción de energía propia y aumentar la compra de energía del exterior. ¿Y por qué? Pues para poder mantener el discurso antinuclear. Cueste lo que cueste.

Es cierto que en los últimos años se ha avanzado mucho en la producción de energías renovables, pero mentirá cualquiera que se refiera a ellas sin añadir que, en el mejor de los casos, sólo es posible generar el 30% de la electricidad que se consume en España (datos de enero y febrero de este año). Para el 70% restante, la respuesta no puede ser la demagogia antinuclear o, como ahora, disfrazada de la peste negra. Este maniqueísmo bobo y exasperante, tan engañoso como la retahíla de la sostenibilidad en el tercer país de la OCDE más alejado de los objetivos de Kioto. ¿Tiene sentido ese discurso cuando, anualmente, se destinan 4.000 millones de euros a comprar derechos de emisión a países en desarrollo o del Tercer Mundo.

«En España resulta imposible un debate constructivo y sosegado porque termina en la simplificación de nuclear sí o no. Ojalá el parque eléctrico fuera cien por cien de renovables, pero eso no es posible a corto plazo. Por el momento no podemos pasar sin la energía nuclear. El cambio climático es un discurso noble y, como tal, fácil de hacer y difícil de cumplir». Lo dijo hace unos días Manuel Marín. Pero ese discurso del PSOE no se lleva, o sea. Lo nuestro es aquello del principio, pobres países que tienen petróleo. Desde Facundo Cabral, no se oía nada parecido, «Juan Comodoro, buscando agua encontró petróleo, se volvió rico... pero se murió de sed... Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo...». El petróleo, otra vez como icono de la izquierda pegatinera. Cuando defiendan de nuevo el oleoducto de Huelva, habremos de recordar la frase.

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11 mayo 2009

Recolonizar


Pasamos por alto una circunstancia estremecedora: un año después de la crisis económica, la llegada de pateras no se frena. Acaso pensábamos que la llegada masiva de inmigrantes africanos a la costa española se debía a la prosperidad económica, el reflejo deslumbrante del boom de las empresas de la construcción y a las grandes oportunidades de empleo que se encontraban por doquier, en la obra, en el tajo o en el bar. Pero se hundió la construcción, se disparó el paro, y se arruinaron las expectativas y los inmigrantes y siguen llegando pateras con inmigrantes, por decenas o por cientos, como este fin de semana, como tantos otros.

En esas, produce escalofríos pensar que ésta ocurriendo en Málaga, en Almería o en Huelva, donde sólo el paro de los inmigrantes legales se multiplica de forma vertiginosa y alcanza porcentajes de vértigo. Pero eso, ya digo, son los ‘inmigrantes legales’, qué ocurre con los ilegales, los que ni siquiera aparecen en las estadísticas y malviven ocultos en campamentos ambulantes. ¿Cuántos inmigrantes ilegales puede haber bajo el inmenso mar de plásticos del Poniente de Almería? Nadie jamás ha contestado a esa pregunta porque es probable que nadie lo pueda saber. Ni cuántos hay ni cómo viven. Pero están.

Hemos pasado por alto la circunstancia aterradora de que ni la crisis económica más devastadora del último medio siglo logra frenar la inmigración ilegal y, si en tiempos de bonanza, ya era necesario que los países ricos se replanteasen sus políticas de inmigración, en las actuales circunstancias la urgencia es extrema. Pero, ¿qué se puede hacer? Porque podemos pensar que, en realidad, la inmigración ilegal es un ‘efecto colateral’ de la globalización y que, de la misma manera que la pobreza forma parte del sistema capitalista, el tráfico de inmigrantes es un elemento más de esta nueva era. Y como lo que no está en cuestión es ni la globalización ni las economías de mercado, lo uno y lo otro, la pobreza y la inmigración, seguirán existiendo como elementos consustanciales a nuestro modo de vida.

Para muchos, la única salida es la de endurecer las políticas de inmigración, eliminando incluso algunas garantías del Estado de Derecho cuando se trata de detención de inmigrantes ilegales. Pero es un error, porque ya hemos concluido antes que el fenómeno de la inmigración es imparable. No. La salida, si es que existe, debe pasar necesariamente por el cuestionamiento de las políticas actuales de ayudas de cooperación, absolutamente inoperantes. Un profesor de la Universidad de Nueva York, William Easterly, ha llegado a la conclusión, tras analizar el destino de los miles y miles de millones de dólares que se destinan anualmente a África (20.000 millones al año), de que ese enorme caudal de dinero sólo sirve para alimentar la corrupción y perpetuar el subdesarrollo.

Hace unos días, una monja española, Presentación López, que perdió las piernas por la explosión de una bomba en la guerrilla de los rebeldes tutsis en el Congo, aportaba una receta llamativa: “igual que se repartieron el continente para colonizarlo, que ahora se repartan el compromiso de hacerlo próspero”. Con crisis o sin ella, con posibilidades de empleo o sin ellas, con leyes permisivas o con normas abusivas como las aprobadas por la Unión Europea, los inmigrantes africanos van a seguir llegando a la costa española. Recolonizar, sí. Por qué no. Antes que cruzarse de brazos o insistir en políticas inútiles, por qué no.

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08 mayo 2009

Extraña euforia


Lo he visto sentado en un banco de la plazuela y, al volverme, ‘qué tal, cómo estás’, ha reproducido con una mueca la resignación de sus días de parado, va ya para un año.

—Así que nada, tieso, cómo voy a estar... Fíjate que antes mi mujer me mandaba todas las noches a tirar la basura y ahora me manda a recogerla…

Cuando me alejaba, me he vuelto a mirarlo otra vez, sonriendo aún por la ocurrencia y maravillado, sobre todo, por la capacidad inmensa de hacer chistes de todo, incluso de situaciones penosas como la suya; un tipo cincuenta y seis años, un obrero de la escala básica, se diría, que ha vagado por distintas empresas durante toda su vida, alternando rachas de paro con contratos de varios años, horas extras y chapuces en la economía sumergida. Y ahora, que de nuevo está en el paro, mira su alrededor, olfatea el calado de la crisis que tenemos encima, se mira las manos arrugadas, encallecidas, y comprende que, aunque se recupere la situación algún día, es muy difícil que vuelvan a contar con él. No sabe cómo va a tirar para adelante cuando se le acabe el paro, dentro de un año, ni cómo se las va a ingeniar para seguir cotizando hasta que se jubile, pero nada de eso le ha quitado la sonrisa, este humor negro del paro.

Es fácil de entender, por tanto, la perplejidad de hace unos días de The Wall Street Journal, que no se explicaba cómo es posible que en España no haya explotado ya en conflictos sociales, que el Primero de Mayo se haya limitado a manifestaciones institucionales, la fiesta de los liberados sindicales, mientras que el personal de a pie, el trabajador precario y el parado desahuciado, ajeno a todo, se la montado como ha podido para pasar el puente con la familia, unas cervezas y una siesta al sol. «Pese a las disparatadas tasas de desempleo, los españoles no pierden la calma», dice el diario norteamericano. Lo lógico, para la mentalidad americana, es que con un 17 por ciento de paro (¡qué diría el analista si se fijara sólo en Andalucía, que rebasará este año el 27 por ciento de paro!) el país tuviera los síntomas sociales de la gran depresión, pero no. «Los españoles no están durmiendo en masa debajo de los puentes y en las afueras de las ciudades no se divisan asentamientos espontáneos de tiendas de campaña. Todavía no se ha convocado ninguna gran huelga general», relata el diario en su asombro.

En la explicación del por qué ocurren así las cosas en España, The Wall Street Journal se centra en las características de la economía española, escasa movilidad de los trabajadores, baja productividad, economía sumergida y rigidez del mercado laboral. Y todo eso junto, que en tiempos de bonanza se traduce en un menor crecimiento, «ayudan a amortiguar el impacto de una crisis».

El diario neoyorquino podría haber ampliado incluso su perplejidad si, antes de redactar el artículo, el comentarista hubiera tenido acceso a los últimos sondeos de optimismo ciudadano, que ha subido en casi ocho puntos. Somos más optimistas después de la peor racha de subida del desempleo de la historia y a pesar de que todos los organismos internacionales afirman que España será de los últimos países desarrollado en salir de la crisis. Que lo diga el gobierno, como ocurrió ayer, vale, pero que lo piense el parado, ciertamente no tiene explicación. Como el tipo aquel de la plazuela. Quizá donde otros ponen ingenio contra la crisis, aquí se le pone humor. Será.

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05 mayo 2009

España plural


Cuando Patxi López se ponga hoy en pie en su escaño del Parlamento vasco, envuelto en los aplausos que brotan de una votación triunfal, se completará en España un triángulo inesperado de identidades territoriales: un madrileño preside la Junta de Andalucía, un andaluz es el presidente de la Generalitat de Cataluña y el lehendakari del País Vasco es un ciudadano que se apellida López.

Lo cual que, si en la política española existiera la reflexión y la reconsideración de los errores, hoy tendríamos que concluir que la ‘España plural’ es ésta, un país que no se cuartea en las regiones, que no establece vetos ni privilegios entre sus comunidades, que no divide las cuencas ni se atrinchera en los ríos. La ‘España plural’, ese eslogan tan cacareado, no es una nación de naciones, como nos decían, sino la nación más vieja de Europa en la que otra vez los reinos medievales, como muertos envueltos sudarios rotos, se han puesto en pie, se han salido de los libros de historia y se han colado en los Estatutos de autonomía.

Griñán, presidente andaluz, nació en Madrid; Montilla, presidente catalán, nació en Iznájar, provincia de Córdoba; y Patxi López, aunque lo contemplan cinco generaciones de vascos, tiene uno de los apellidos españoles por antonomasia, que hunde sus raíces en los caballeros de la Reconquista. Y tendríamos que reparar hoy en este detalle inesperado, no buscado ni preparado en ningún despacho, para rendirnos a la evidencia de cómo las raíces profundas de tres mil años de historia acaban apareciendo en esos nuevos edificios de diseño que llamaron ‘naciones sin Estado’, ‘países’ o ‘realidades nacionales’.

La parte intrascendente de esta anécdota de identidades repartidas en Andalucía, Cataluña y el País Vasco es, desde luego, el patriotismo español, aunque cada cual que se emocione como quiera. No. Lo esencial de la coincidencia es que está pendiente aún la consolidación del disparate que se cometió con las reformas de Estatutos y la generalización del privilegio y, en algún momento, alguien tendrá que comenzar a razonar en España. Alguna vez habrá de imponerse el sentido de Estado, también llamado sentido común, para devolver el equilibro territorial que se romperá definitivamente con un sistema de financiación que nazca de las reformas estatutarias. Cordura y firmeza para que el Tribunal Constitucional haga pública ya la sentencia que anula la bilateralidad de Cataluña con España, que no es posible por más tiempo este bochorno de tener al más alto tribunal de un país amordazado para no afrontar los problemas. Lo de hoy, este cruce de trayectorias que unidas con líneas azules formarían un mapa trenzado, entrelazado, de la historia de España, debería darnos aliento para, como en aquella antigualla de Adriano Papallardo, pararnos y recomenzar.

Postada para el futuro. Dijo Patxi López: «El PNV tiene que asumir que es un partido más, que no es el régimen ni la religión de Euskadi, que a veces estará en el Gobierno y otras en la oposición, y no pasa absolutamente nada, esa es la grandeza de la democracia». La alternancia, es cierto, es la grandeza de la democracia; lo contrario degenera en régimen o en religión. Aquí y en Euskadi, que la degeneración no es privativa de un partido. Guardaremos la frase para el futuro.

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Pastoral Obrera


La democracia también nació en algunos confesionarios. En los sesenta y en los setenta, en los bancos de madera junto al altar, pantalones de campana y chalecos de cuello vuelto, las botas de un obrero y las manos blancas de un sacerdote de barrio, un joven cura de parroquia que rompió las primeras reglas cuando decidió desafiar a la jerarquía del nacional-catolicismo y salir a la calle sin la sotana, vestido como los demás, como los suyos. En los confesionarios de aquellos curas nacieron los Movimientos Obreros Cristianos en España y, de ellos, surgió la Pastoral Obrera. En aquellos confesionarios de los sesenta estaba la principal resistencia al régimen franquista, la clandestinidad se daba cita allí todas las tardes después de misa, cuando llegaban obreros de la siderurgia, del taller, de la obra, del campo, y no había distancias entre comunistas y democristianos, ateos comprometidos con Dios y cristianos dispuestos a jugarse la vida repartiendo octavillas porque hablaban de libertad, de dignidad y de derechos, los derechos de los trabajadores.

Ni la jerarquía de la Iglesia ni, por supuesto, la izquierda hegemónica de la democracia (que era la izquierda anecdótica de la dictadura) habrían de reconocer con los años el papel de los Movimientos Obreros Cristianos. No había lugar para ellos en la Memoria Histórica. Como en una cita bíblica repetida, llegó la democracia, y muchos renegaron. Se encendieron las luces, se cegó la clandestinidad, y, como tiene constatado el andalucista José Antonio Hurtado, hubo altos cargos que en sus despachos acabarían sonrojándose con las fichas de su pasado oculto. Olvidado.
Treinta años después, la crisis económica ha vuelto a llenar la antesala de las capillas, abarrota los comedores de Cáritas y desborda, otra vez, a los curas de las parroquias con peticiones de ayuda. La Pastoral Obrera ya no tiene el protagonismo de entonces, que su declive en la vida pública española se parece mucho al del Partido Comunista, usurpados unos por del PSOE y otros por el sindicalismo institucional de Comisiones Obreras y UGT.

En esas, el cardenal de Sevilla ha dictado una pastoral en la que aboga por «una nueva pastoral obrera, sin nostalgias del pasado ni prevenciones negativas futuras, pero sin esconder el Evangelio de Jesucristo, que ha de ofrecerse al mundo del trabajo (…) denunciando la injusticia, exigiendo compromisos de la administración (…) La pastoral obrera debe concienciar a la Iglesia sobre la situación que se está viviendo, y hacerla presente en aquellas acciones encaminadas a lograr la superación de la crisis económica y social».

Una nueva Pastoral Obrera, dice el cardenal. Pero los tiempos, es verdad, ya no son los de antes y la tentación ahora será quedarse en el limbo de las grandes citas, como le ocurre al cardenal; amagar con la denuncia fetiche de la ferocidad del capitalismo, «la eterna contradicción entre capital y trabajo», y acabar pidiendo acuerdos de concertación social con los sindicatos. Ya ven, qué cosas, qué forma de apuntar alto para no darle a nadie.

Amagar y no dar. Como el cardenal de Sevilla en su pastoral, que no desciende a la realidad más cercana, la sevillana, la andaluza, quizá porque nunca lo ha hecho. ¿A qué se debe el paro en Andalucía? Y no vale la excusa de politizar la Iglesia, que en ningún mandamiento se incluye que la jerarquía eclesiástica sólo pueda pronunciarse sobre la Ley del Aborto. ¿Y la Ley del Menor? ¿Y el despilfarro de las autonomías? ¿Hablar de Educación? Sólo lo que se refiera a colegios concertados o a la asignatura de Religión. ¿Y nada del fracaso escolar o de la calidad de la enseñanza?

Carlos Amigo se jubila ahora. Llegó a Sevilla el 22 de mayo de 1982, un día antes de las primeras elecciones andaluzas. Muchas veces, por muchas cosas, habrá parecido una parte más del vasto paisaje de la Junta de Andalucía. Lo contrario, o sea, de lo que se puede esperar de una nueva Pastoral Obrera.

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02 mayo 2009

Quiremos Justicia


Llevaban carteles blancos y velos negros. «Quiremos Justicia», se leía en las cartulinas, con letras mayúsculas. Estaban en la puerta de la Audiencia de Cádiz y la Justicia que reclamaban era la libertad de los padres de la niña mauritana que fue obligada por sus progenitores a casarse con un primo lejano, veintiséis años mayor que ella. Cuando tenía catorce años, a Selamha Mint Mohamed sus padres se la llevaron a Mauritania y le allí le explicaron la tradición. ‘Hoy vas a casarte’.

El trámite de la boda sería lo de menos, incluso para ella. Lo peor viene después, cuando se pone el sol, se van los invitados del banquete, y el primo-marido, ese viejo desconocido, le señala el lecho. Podemos imaginarla en un rincón del dormitorio, muerta de pánico, sentada con las piernas cruzadas, abrazandose con fuerza a sus rodillas. Hasta que llega la madre y la obliga a desnudarse.

Luego vuelta a España, al colegio en el que estaba escolarizada porque Selamha nació en Puerto Real. En el recreo, ni una lágrima, que ninguna amiga la note triste, ni un comentario del viaje a Mauritania, que ningún chico sospeche nada. ¿Cómo explicar que te han obligado a casarte con un primo de cuarenta años al que no conoces de nada?

Mientras no esté él, la angustia es una cárcel de puertas abiertas, soportable porque todos los días, al despertar, las pesadillas se desvanecen. Hasta que una mañana, suena la puerta de casa, y aparece otra vez el primo, que ha regresado de Mauritania. «Me encerraron en una habitación con él. Yo me resistía, pero mis padres me decían que me matarían. Mi padre me decía que me iba a lapidar. Y que la primera piedra la iba a tirar él».

Dicen las crónicas que entonces, la pequeña Selamha Mint Mohamed, desesperada, se armó de valor, atendió los consejos de una vecina, y denunció a los padres y al marido impuesto. El juicio se ha celebrado en la Audiencia de Cádiz y la sentencia condena al padre a un año y seis meses de prisión por amenazas, a la madre, a 17 años y al marido a 13 años, ambos por agresión sexual.

«Quiremos Justicia», gritan en la puerta de la Audiencia las mujeres mauritanas. También ellas, probablemente, dejaron sus sueños de adolescente en la cama en la que ellas lloraban y ellos gemían. ‘Selamha debe respetar la tradición’, dicen ellas. Y lo exige el imán de la Gran Mezquita de Nuackchot, la prensa mauritana y el Gobierno de Mauritania. «Si la Justicia mauritana no puede encarcelar a un español por beber alcohol en nuestro país, los españoles no pueden juzgar en nuestro nombre supuestos extravíos sociales», dice el diario Le Renovateur. «La Justicia española tienen que tener en cuenta las especificidades culturales y religiosas de Mauritania», dice el embajador. «Los padres se han limitado a cumplir la ley islámica», dice el imán. En vez de silencio, como ahora, ahí tiene la Alianza de Civilizaciones una gran oportunidad para explicarnos su teoría, esa peligrosa nadería que equipara cultura y civilización, porque Mauritania forma parte de esa alianza.

Se llama Selamha Mint Mohamed. Y no, no se trata de alianzas, porque culturas y costumbres hay muchas, sí, y no todas son respetuosas con los Derechos Humanos, civilización, en cambio, sólo hay una, la que ha llevado al hombre a las más altas cotas de igualdad, de libertad, de justicia y de progreso de toda la historia. Los bárbaros llegan a la Audiencia con carteles blancos y velos negros. «Quiremos Justicia». Que nadie se calle aquí, ‘Con Selamha ya se ha hecho Justicia’.

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Cita con la realidad


La radio de las mañanas es un vecino amable. Amanece el día, los niños se van al colegio, los hombres y las mujeres corren al trabajo en la fábrica, en la oficina, y las casas se quedan solas, sin el trasiego del desayuno y de las prisas; se van y se queda impregnado en el pasillo el aroma del café y las tostadas; se van y, en ese silencio repentino de sábanas revueltas en los dormitorios, en ese olor de colonia infantil en el cuarto de baño, aparece la radio.

La radio de las mañanas, cuando Herrera cierra las tertulias políticas, se parece a las casas que se han quedado vacías de niños, de maridos o de madres, y en el silencio de las tareas cotidianas, en el ritual de un hogar que se construye cada día, se abren las ventanas del dormitorio para que el sol entre a chorros, se estiran las sábanas y comienza a silbar la olla express. En la radio, se oye la voz de los miles que, como tú, forman los puntos invisibles, multicolores, del inmenso mosaico que formamos, la sociedad que somos.

La realidad que parece tan compleja, tan difícil de determinar y de abarcar, brota todas las mañanas en la radio cuando Herrera deja a los oyentes que hablen, que cuenten, que se rían y que lloren. Ayer, por ejemplo, hablaban de Internet, y sólo oyendo la radio se podía entender que Internet es ya una realidad cotidiana de España. Ya sé, están las cifras de las grandes compañías sobre la penetración de las conexiones de líneas de adsl, las estadísticas sobre el número de ordenadores por hogar y las prospecciones sobre el crecimiento de la red. Sí, ya sé, pero lo que no se deduce de los números es la trascendental simpleza de que Internet se ha convertido ya en un hecho rutinario, y cuando algo se hace rutinario es que ha pasado a formar parte de la sociedad.
«Le llamo de Algeciras. Mira, Carlos, yo me conecto por las mañanas y, como mi hija en vegetariana, me bajo recetas de cocina que le vengan bien… Bueno, cómo disfruto, porque siempre encuentras de todo. Luego, por las tardes, entro en algunos portales de juegos para echar unas partidas de parchís o de cartas. Y como lo que más me gusta es viajar, con Internet viajo más que nunca. Me meto en las páginas de las compañías de vuelos baratos, me saco mis billetes, mi información de las ciudades, los horarios de los autobuses, del metro o de lo que sea… Vamos, con decirte que las compañías de viaje hasta me mandan en Navidad un crisma de felicitación…»

Ayer, oía a esta mujer de Algeciras en la radio y, al tiempo, recordé la promesa de Chaves en las últimas elecciones andaluzas, ‘conexiones gratis a Internet con un mega de velocidad’. «Andalucía se convertirá así en la primera Administración de España y la primera del mundo, según la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, en hacer accesible Internet», decía la propaganda socialista. Qué vértigo da contemplar el abismo que existe entre la realidad oficial y la cotidiana. Para cuando el Gobierno se haya decidido a cumplir su promesa de un mega de Internet gratis, que será en las próximas elecciones, en 2012, se habrán quedado ya totalmente desfasadas las ofertas actuales de cualquier compañía de telecomunicaciones, con paquetes de seis megas de adsl, tarifa plana de teléfono y televisión por cable. Qué vértigo, sí, y qué rabia que esa propaganda no se tome como un insulto en Andalucía.

Griñán tiene ahora una cita con la realidad, una cita con la verdad de Andalucía. Tiene una cita con los problemas, con las rutinas, con la sociedad. Puede envolverse en el incienso de la propaganda y del sectarismo o puede abrir las ventanas. El decidirá qué camino elige.

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