El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

30 octubre 2008

Distorsión


Sostiene el profesor Jiménez de Parga, que hace unos días estuvo en las Charlas de EL MUNDO, que de todas las reformas que se precisan en la democracia española, la más urgente es la de Ley Electoral. Con un objetivo esencial, que se reduzca la posibilidad de representación de las minorías nacionalistas en el Congreso en favor de los partidos minoritarios con implantación en todo el territorio nacional.

¿No repetimos, acaso, tras cada elección, que no es justo que Izquierda Unida se hunda en la miseria, aunque consiga un millón de votos repartidos por toda España? ¿No es una paradoja antidemocrática que Rosa Díez tenga los mismos votos que el PNV y seis veces menos diputados? «Mi voto vale seis veces menos que el de mi vecino de escalera, que vota al PNV», se quejaba tras las elecciones la ex dirigente socialista pero, como tantos otros debates sobre las carencias de la España democrática, hasta el próximo recuento electoral no está previsto ya que nadie más vuelva a plantear este asunto. La protesta se ha ahogado en un silencio impuesto, y sólo algunos outsider como Jiménez de Parga se acuerdan de estas reformas cuando se apagan las brasas de una campaña electoral.

Lo que se quizá se le escapa a Jiménez de Parga es que esa reforma electoral es imposible en España porque el mayor beneficiado de la situación actual no son los nacionalistas, sino uno de los dos partidos mayoritarios, el PSOE, que ha encontrado en este sistema una ventaja clara sobre su rival, el Partido Popular. Dicho de otra forma, una vez que en España se identifica nacionalismo con progreso, el PSOE de Zapatero sabe que para formar una mayoría estable en el Congreso siempre gozará de más posibilidades que el Partido Popular, que sólo podrá gobernar con mayorías absolutas. Se dirá que el PP ya gobernó con el apoyo de nacionalistas vascos y catalanes, es verdad, pero se reconocerá igualmente que ese tiempo pasado tiene poco que ver con las aversiones creadas tras la oleada de reformas de los estatutos. Hasta ante notario juraron los nacionalistas catalanes que jamás apoyarían al PP, o sea.

¿Para qué se va a arriesgar el PSOE a que en el Congreso haya partidos bisagra que inclinen su voto hacia cualquiera de los dos lados de la balanza política española si ya tiene asegurado que los partidos nacionalistas, que hacen ese papel gracias a la Ley electoral, siempre se inclinarán en su favor? Como ejemplo, los presupuestos: siempre será mejor negociar con dinero que con ideas. ¿O es lo mismo para Zapatero negociar con el BNG que con Rosa Díez?

No se va a reformar la Ley Electoral, no. Entre otras razones, porque para cambiar esa ley orgánica hacen falta dos tercios del Congreso, con lo que los populares, aunque quisieran, jamás la podrán cambiar. Es más, cualquier modificación de la Ley Electoral en el Congreso y en los parlamentos autonómicos será para la creación de nuevas figuras que le garanticen al PSOE esa ventaja. ¿O acaso obedece a otro interés el voto de la inmigración y los escaños reservados a los emigrantes que ya anda proponiendo Chaves?

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29 octubre 2008

Mismidad

Con la misma capacidad de sorpresa que el último disco de Dyango, que no debe haber nada más previsible y pasteloso en el mundo, el Gobierno andaluz aprobó ayer su presupuesto para la crisis. O sea, todo igual que el año pasado a excepción de que, como habrá menos ingresos procedentes de los impuestos, esta vez se acabará con déficit presupuestario. No habrá déficit porque se vayan a acometer grandes proyectos de infraestructura; no porque se vayan a ampliar las plantillas de profesores o de médicos o porque se acelere la construcción de las ciudades de la Justicia que se prometieron hace una década; no porque se transfiera más dinero y competencias a los ayuntamientos que van camino de la quiebra… No, nada de eso; la Junta de Andalucía acabará con déficit el año que viene porque el Gobierno andaluz es incapaz de renunciar a los excesos burocráticos que comete a diario. ¿Congelación de sueldos? ¿Reducción de publicidad? ¡Quiá!, Si sólo con esa minucia se ahorran 189 millones de euros, fíjense la cantidad que saldría del resultado de reducir el gobierno a la mitad de consejerías.

Con la letanía pastelosa de la sostenibilidad y las puestas en valor, llega pues el presupuesto número dieciocho que se aprueba en Andalucía bajo la presidencia de Chaves. Esta vez, casi treinta y cuatro mil millones de euros. ¿Cuantos billones de pesetas ha empleado Chaves desde que llegó a la Junta y cuán ha sido el resultado? Dirán, como suelen, que Andalucía ha cambiado mucho en esos años. Pues claro, en veinte ha cambiado Andalucía y hasta Vietnam, como replicó un día Pacheco. Pero la cuestión es dividir en la mejoría experimentada en los servicios debidos a la Junta de Andalucía (colegios, hospitales, carreteras, juzgados...) y dividirlo por la billonada impresionante de la que se ha dispuesto.

La mismidad, en fin, además de un concepto filosófico, debería estudiarse como una estrategia política, o como una deriva de régimen. Sería como teorizar sobre los triunfos electoral a cambio de mantener al personal expectante, con la zanahoria de las promesas que se eternizan y la sensación placentera de la propaganda.
La mismidad como la cobertura aparente de la falta de proyecto, que es lo que le ocurre a Chaves, que no se le conoce la inspiración de estadista. Le pasa como a Serrat, cuando se quedó sin musas y miraba al cielo y soló veía desconches. «Hoy las musas han pasao de mí/ andarán de vacaciones». Las musas de Chaves quizá se le quedaron pilladas en su época de dirigente sindical, cuando tenía fama de negociador tenaz, culo de hierro. O en el Ministerio de Trabajo, igual las musas dimitieron entonces, cuando se le desbocó el paro en el Gobierno que había prometido ochocientos mil puestos de trabajo. Chaves como Dyango.

Coda desolada: «En conclusión: estas colonias no cuestan dinero, son más fieles y ocasionan menos perjuicios, y los ofendidos no pueden ocasionar daño alguno al quedar, como ya hemos dicho, pobres y dispersos». (‘De los principados mixtos’. El Príncipe. Nicolás Maquiavelo)

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28 octubre 2008

Vagos


Como nadie del PSOE andaluz va a levantar la voz contra el ex ministro socialista Gómez Navarro por eso que ha dicho de que los sindicatos tendrían que dejar de defender a los vagos, que no es posible seguir sosteniendo una sociedad con tanto absentismo laboral, la ocasión es inmejorable para debatir sobre el absentismo sin que, previamente, la cosa degenere en un feroz ataque a la dignidad andaluza. A ver, ¿cómo es posible que en los tres últimos años, coincidiendo con la llegada de Zapatero a La Moncloa, el absentismo se haya duplicado en España? ¿Y qué pasa en Andalucía para que duplique, a su vez, la media española?

Tiene razones el ex ministro cuando se escandaliza porque ninguna explicación social, laboral, sanitaria o climatológica puede encontrarse en esa escalada del absentismo, a no ser que se bucee en los estratos sociológicos de una sociedad de nuevos ricos, espoleada por los años del pelotazo inmobiliario. Las estadísticas, además, apuntan siempre en la misma dirección aunque nunca se presenten concatenadas, y lo mismo que un día aparece España liderando el consumo de cocaína en el mundo, al día siguiente encabeza el fracaso escolar y más tarde descubre este aumento desproporcionado del absentismo laboral. Más allá aún, lo pero es que Andalucía, a su vez, siempre supera la media española en todos los recuentos negativos. En lo que se refiere a absentismo, Andalucía dobla la media nacional, y en algunas provincias como Cádiz o Málaga, aún el mayor el absentismo.

Ya sé que el debate es amplio y delicado, que no todo el absentismo es vagancia, desde luego, ni siquiera que la producción media de los obreros en Andalucía sea más baja que la media española. Sí, pero, sentado eso, cómo explicar que, por ejemplo, cada vez que llega El Rocío aumenten las bajas laborales en Huelva, como decía ayer mismo un empresario agrícola de Almonte. Lo mismo que en Sevilla cuando llega la Feria o en Cádiz, cuando se impone el Carnaval. Ahí está Delphi, o sea, que cuando se presentó en la administración concursal el informe de cierre se especificaba que, en cinco años, desde 2002 a 2007, el absentismo laboral creció en un 83 por ciento. Cuando cerró sus puertas, más de catorce por ciento de la plantilla se ausentaba del trabajo. ¿Cerró por eso Delphi? Pues no, claro, pero no parece que una plantilla así contribuya al mantenimiento del empleo.

El absentismo laboral desmesurado en Andalucía no es, por tanto, un insulto. Es una realidad. Lo absurdo, en cualquier caso, es pedirle a los sindicatos que afronten el problema: Como si los liberados sindicales no fueran el banderín de enganche de una sociedad acomodada, esa tropa inmensa que vive de la sopa boba de la Junta de Andalucía. Como si las redes clientelares de las diputaciones, la legión de enchufados de los ayuntamientos o el descontrol de muchas empresas públicas, como si toda esa inmensa burocracia política no fuera sino una invitación formal al absentismo del personal. Los sindicatos andaluces van a solucionar el absentismo... ¡Venga ya!

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26 octubre 2008

Velarde


Cuando tiene que viajar por España, el profesor Juan Velarde lo celebra como si se hubiera tropezado con un inesperado día de descanso. Se acomoda en la parte de atrás del coche e instala allí su ‘mesa de despacho’, una tabla de madera y un flexo. Cuando el chófer arranca, dejan de sonar los teléfonos y el profesor cruza España entre libros, estudiando, escribiendo, pensando. «Es un placer», dice Velarde, después de que el maestro Gómez Marín haya desvelado la extraordinaria peculiaridad del economista. Ni trenes ni aviones, la tabla de madera y el flexo en la parte de detrás del coche oficial.

Esa imagen, desde luego, tiene un valor inmenso. Se desliza el coche por las carreteras y Velarde, con sus gafas de culo de botella, traza gráficas a la luz de un flexo. De cuando en cuando, deja que la mirada se pierda por la ventanilla para ver pasar los campos de Castilla, los mares de olivos de Jaén. La imagen de ese coche con flexo atravesando España es la metáfora de todo lo que hemos perdido, la serenidad, el culto a la excelencia, a la sabiduría... Ese coche con flexo es el contraste de las velocidades que nos llevan.

Si en vez de economista Velarde fuera poeta, habría escrito ya sobre la tarima improvisada de su coche el poema más descarnado de la España actual, abrumado por la inexplicable atracción al abismo de los españoles. En vez de poemas, Velarde acerca sus ojos de topo a una tabla de estadísticas y dibuja la realidad con los ‘círculos virtuosos’ de la economía de mercado. Los hechos se van concatenando en una economía de mercado y forman ese círculo virtuoso en el que las cadenas de producción permiten productos a bajo precio, que al llegar a los comercios provocan un aumento del consumo, con lo que aumenta la demanda y las cadenas de producción deciden amplían sus instalaciones, contratar a más empleados y, al hacerse más potentes, pueden abaratar incluso más sus productos. Con lo que el ‘círculo virtuoso’ vuelve a empezar.

La tendencia contraria del ‘círculo virtuoso’, que lleva al encarecimiento de los precios, a la caída del consumo y el cierre de las empresas, también la explica Velarde, pero no la llama ‘círculo vicioso’, sino que lo explica con el Evangelio según San Mateo: «A quien tiene, se le dará y tendrá de más; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene».

En un país como España, que antes que en San Mateo piensa en la multiplicación de los panes y los peces como una concesión natural, siempre será más rentable el halago y la hojana. Pero Velarde, igual que ya lo advirtió hace mucho, vuelve a clamar contra el absurdo de una nación fragmentada, de fronteras interiores muy visibles en la economía y en el derecho; contra un país en el que se dispara la deuda externa y se multiplica la burocracia política e institucional; contra una sociedad de nuevos ricos que se ha olvidado de la preparación, que condena el esfuerzo. Imparable, sí, al desatino.

Es fácil imaginar a este sabio en su coche, ensimismado en ese pensamiento, entre la luz tenue de su flexo y esta lluvia de otoño. Velarde, qué tipo.

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24 octubre 2008

La cumbre


En un plis plas, como se hacen las cosas en España, en dos semanas, el personal ha pasado de celebrar la caída del capitalismo del imperio, a reivindicar ahora, con todas sus fuerzas, el derecho de España participar en la cumbre que convoca el imperio para refundar el capitalismo. No se entiende, o sea.

Figúrense en el rebote que se habría cogido Carlos Marx. Después de un siglo de luchas y frustraciones, llega 2008, el capitalismo se tambalea, hinca la rodilla y echa mano de sus recetas, las nacionalizaciones y la intervención de Estado, y los líderes socialistas del mundo, y la vanguardia progresista de España, en vez de organizar una cumbre de la Internacional para la abolición del capitalismo, se desviven por refundarlo. ¿La tesis primordial de El Capital no era, acaso, que el capitalismo caminaba hacia su autodestrucción y que la resultante sería su antítesis, el socialismo? Pues nada. Cría cuervos.

Si ya dijo Zapatero que lo que está en crisis es “el capitalismo sin fronteras, ni límites, ni ética”, ¿para qué diablos tiene tanto empeño en participar en el boca a boca al sistema, en revivirlo y volver a ponerlo en pie? No tiene sentido, no lo tiene. Si toda la culpa de lo que ocurre es de “los neoconservadores, esos políticos que surgieron tras la elección de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos, a los que tanto han aplaudido Aznar y Rajoy”, no se entiende este interés de ahora de pactar nada con George Bush, que le quedan dos telediarios. Total, tampoco Obama estará en la cumbre, ni falta que le hace, porque cuando Bush se siente en la cumbre ya será presidente en funciones. Si todas las medidas están ya adoptadas, todas las inyecciones están puestas, para qué esa foto postrera de Zapatero en una cumbre de teórica convocada por Bush.

¿Merece la pena esta angustia, las gestiones que está realizando el Gobierno, “en todas las direcciones, con todo del mundo y a todos los niveles”? Que hasta daba pena oír ayer al alcalde de Lugo implorándole al embajador que haga gestiones ante Bush, “escuche a este pobre alcalde”, decía, y se encogía el corazón. Si Zapatero ya habló en el corazón el Imperio, si les dejó claro que el sistema financiero español está a salvo de la crisis; si ya se congratuló después en la Unión Europea de que España esté liderando la salida de la crisis.

Lo que tiene que hacer Zapatero, en fin, es prestarle más atención a su presidente en el PSOE, a Chaves. Lo tranquilo que estaba ayer en el Parlamento andaluz. Arenas y Valderas lo atosigaban con el crecimiento desbordado del paro en Andalucía y hasta con los graves índices de pobreza. Y Chaves, en un alarde, hasta se permitió matizar entre “pobreza moderada y de tasa alta”, que por lo visto va la cosa mejor, y la “pobreza severa”, que sigue igual. Chaves cuenta pobres como quien repasa lentejas, éste de tasa alta, éste otro pobre moderado... A Chaves no le hacen falta cumbres ni nada. Como dijo ayer: ¿Crisis? ¿Paro? ¿Pobreza?: “Me votan”.

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Sin comentarios


Zapatero, hace cuatro meses. Lo que decía en junio. Qué cosas.

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22 octubre 2008

Alienados


Los sindicatos de Delphi, que siguen llamándose como tales aunque ya no exista la empresa ni existan reivindicaciones laborales inmediatas, se han molestado con la publicación aquí de los extraños cursos de formación a los trabajadores, que incluyen visitas al zoo, a una bodega o al cine. Lo bueno del malestar es que no cuestionan la existencia de esos cursos ni la inanidad de los mismos; se molestan con la publicación misma y con las críticas. Creen que, al hacerlo, se ofende la dignidad de los trabajadores.

Es de suponer que esos sindicatos compartirán que la dignidad del trabajador radica en la posibilidad de progreso y de realización personal. Es de hecho, un concepto marxista. Por eso, Marx censuraba el capitalismo, porque sostenía que las empresas explotaban a los trabajadores con salarios de subsistencia, los sometía a unas condiciones indignas y los convertía en un elemento más de la cadena de producción, sin posibilidad alguna de que, como personas, se realizaran en su trabajo. Retengan, pues, los sindicatos molestos de Delphi, estos conceptos marxistas, la dignidad del trabajo ligada a la realización personal.

¿Dónde encuentra la dignidad un trabajador en paro? No sé si Marx llegó a explorar ese tipo de alienaciones, pero es de suponer que no habrá nada en su doctrina que se pueda extrapolar a la sociedad actual, a este sistema de libre mercado, de sanidad universal, justicia gratuita, educación pública, protección del desempleo y jubilación. Pero, en cualquier caso, podemos concluir que la dignidad de un trabajador en paro radica también en la posibilidad cierta de realizarse, recuperando un empleo como el que ha perdido o, incluso, encontrando un trabajo mejor, gracias a que durante el tiempo que ha estado cobrando el desempleo ha podido mejorar su cualificación como trabajador. Por el contrario, en los países desarrollados del siglo XXI, el concepto de alienación marxista de un parado estaría en esa perversión del sistema que se conoce como ‘cultura de la subvención’.

¿Qué mensaje se les envía a los trabajadores en paro de Delphi con esos cursos a los que asisten? ¿Qué mensaje se les envía a los trabajadores en paro de Delphi cuando los sindicatos deciden las movilizaciones en función de quien gobierna? ¿Qué mensaje se les envía a esos trabajadores en paro cuando, durante un año y medio, se les ha estado pidiendo paciencia porque éste de 2008 iba a ser «el año de las recolocaciones» y pasa el año y los llevan a visitar una bodega? Ofenden la dignidad de los trabajadores en paro quienes, pudiendo mejorar su cualificación, deciden despilfarrar treinta y cinco millones de euros; ofenden la dignidad de los trabajadores en paro quienes modulan la intensidad de las protestas en función de sus intereses políticos; y ofenden la dignidad de los trabajadores en paro quienes crean falsas expectativas y quienes las jalean. «El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan», también lo dijo Marx. Pues eso.

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21 octubre 2008

Insólito

Hace unos días, en un juicio en Sevilla, el juez se puso en pie antes de comenzar la vista oral. Se ajustó las puñetas, se alisó la toga, miró a la secretaria del juzgado y trazó con su mirada una panorámica de la sala, de derecha a izquierda, la cara del fiscal primero, barbudo y circunspecto; luego, los abogados de la acusación, afanosos entre papeles; los letrados de la defensa, susurrándose al oído; y, finalmente, frente a él, los procesados, sentados en el banquillo. «Antes de comenzar –dijo el magistrado– quiero pedirles disculpas».

En una sala de tribunales las palabras retumban con un eco especial. La disposición de los protagonistas de una vista oral, frente a frente, a cara de perro, genera un silencio de expectación en el que las palabras se alzan, toman cuerpo, y hasta los silencios, los sudores y la duda se tiñen con la tinta de lo consumado, de lo que no tiene vuelta atrás. Por eso, cuando se oyeron las «disculpas» del magistrado, todo el mundo fijó su mirada en él. «Quiero pedirles disculpas, antes que nada, por el retraso en la hora en la que ha comenzado esta vista oral. También en la fecha, tan tardía, en la que la hemos fijado. La razón de estos retrasos es que en este juzgado, de los ocho funcionarios que tenemos adscritos, sólo podemos contar con tres. El resto está repartido en otras tareas o de baja. Desde junio, por ejemplo, tenemos un funcionario de baja laboral y, aunque nuestra querida consejera de Justicia afirme que las bajas se cubren al día siguiente, la realidad es ésta: no se cubren las bajas».

El juez volvió a mirar a la sala de derecha a izquierda y encontró al fiscal mordiendo un bolígrafo, a las acusaciones y a las defensas con caras de expectación. Los procesados, primero se miraron entre ellos y luego a sus abogados, a ver si encontraban alguna explicación. Pero el juez, aún prosiguió: «Por último, también quiero pedirles disculpas por el espacio que ocupa ese armatoste de la derecha de la sala», y señaló un enorme paquete envuelto en plástico negro que ocupaba uno de los rincones de la estancia. «En realidad, no sabemos qué es. La Junta lo envió hace meses, lo colocaron ahí y no sabemos qué puede ser. Ni siquiera si hay algún ser vivo dentro». Fue entonces cuando el juez esbozó una breve sonrisa. «Si el ‘sistema Adriano’ nos lo permite y funcionan los ordenadores, podemos comenzar la vista oral».

Lo que va a ocurrir hoy en España, la primera gran protesta de la judicatura contra los gobiernos, el de Zapatero y el de Chaves, que tienen repartidas las competencias de Justicia, se explica por la multiplicación exponencial que ha tenido, en dos semanas, el hartazgo, el cabreo, expresado por aquel juez. Uno a uno, boca a boca, mail a mail, miles de jueces y secretarios judiciales han llegado a la protesta de hoy, insólita como la coincidencia de todas las asociaciones judiciales, de izquierda a derecha, contra la forma burda con la que el Gobierno ha intentado exculparse del caos judicial que se destapó tras el ‘caso Mari Luz’. Hoy, como aquel juez sevillano, todos se ponen en pie y se alisan la toga y las puñetas.

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20 octubre 2008

Mortadela


Cuando el presidente Chaves avance dos pasos más en su soberbia, no nombrará cónsul a su caballo para demostrar a todos que no hay nada en este mundo que se interponga entre sus deseos y la realidad, que donde pone el dedo pone el premio o el castigo. Verán, cuando a Chaves se le pongan los ojos vidriosos de Calígula, nombrará a María del Monte consejera de Empleo y nadie rechistará siquiera.

Tampoco habrá quien lo note, o sea, que a ver qué diferencia puede existir entre la preparación para el cargo de María del Monte y la del consejero de Empleo actual, que se llama Antonio Fernández y fue el primero que dijo en Delphi, con dos mil trabajadores en la calle, que aquel desastre iba a relanzar la Bahía de Cádiz. «El cierre de Delphi se ha convertido, al final, en una oportunidad», dijo el tal. Y es verdad, ya lo estamos viendo, los parados ya lo están comprobando: la oportunidad de ir al zoo, la oportunidad de ir al cine o la oportunidad de visitar las bodegas.

Ocurre, sin embargo, que por grande que resulte este engaño, ya no es posible seguir defendiendo a los parados de Delphi como si fueran pobres desempleados a los que la Junta de Andalucía les está tomando el pelo. No. Sencillamente, porque los parados de Delphi, desde que la multinacional norteamericana los puso en la calle, han aceptado la dialéctica de la subvención: Silencio a cambio de ayudas. Nadie les engaña; participan del engaño porque, mientras dure, tienen asegurado el desempleo y una ayuda de trescientos euros al mes por asistir a esos cursos de formación que, ya se ha visto, de nada les va a servir en el futuro. No saldrán de esos cursos obreros más cualificados, sino parados picardeados. Pero, y qué.

No, la Junta de Andalucía no engaña a nadie. Con el mismo desparpajo con el que el Gobierno es capaz de tirar por la ventana 35 millones de euros para distraer durante dos años el conflicto de Delphi, los parados se prestan a la simulación. Todos saben que, sin protestas, tendrán el dinero del paro y los extras por cursos de formación. Por eso, les da igual ir al zoo, a la bodega o a donde sea, que lo importante es firmar la asistencia diaria a esos cursos que llaman de formación laboral. «Y contentísimos porque así no estamos en clase perdiendo el tiempo y haciendo el tonto», dicen, silbando con la camisa por fuera y las gafas de sol colgadas en el escote. Dentro de dos años, cuando se acabe el paro y se esfumen los cursos, se habrá perdido algo más, mucho más, que la oportunidad de cada uno de esos 1.850 parados de Delphi para obtener un empleo mejor y más cualificado. Pero, en fin, tampoco nada de esto es nuevo.

Por eso, el día que Chaves amanezca con los ojos de Calígula, nombrará a María del Monte consejera de Empleo. ¿No era ésta la mujer que decía que, en el reino de las fiambres, no hay ningún manjar como la mortadela? Pues eso, la Andalucía de la mortadela. En eso estamos. Hasta podría cantarlo La Cabra Mecánica, ‘La reina de la mortadela’, a dúo con María del Monte. Y entre los parados de Delphi, desde luego, no le faltarán palmeros.

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18 octubre 2008

Coños


Coño y coñazo. El coño como interjección, el coño como muletilla y el coño como exclamación. Coño honrado, coño triste y coño alegre. El coño recorre y define todos los estados de ánimo como si fueran las estaciones de la vida; la demostración palpable de que la teoría gravitatoria de Galileo se queda incompleta si no se le añade que la Humanidad gravita en torno al astro rey de la entrepierna de una mujer. Encoñados y descoñados, los unos presos de amor, los otros muertos de risa. ‘Ay, coño’, cuando sufrimos; ‘Qué coño’, cuando nos rebelamos; ¡No, coño, no!, cuando nos exasperamos.

El coño de Tejero y el coñazo de Rajoy; el coño en España. El coño del teniente coronel bigotudo al entrar en el Congreso blandiendo la pistola, ‘se sienten, coño’, es la referencia clave de la Transición, el antes y el después. Allí comienza la madurez de la sociedad española, a partir de aquel bufido del golpista que se expandió rápido por la sociedad estupefacta como una ráfaga de metralleta. Aquel coño fascista y autoritario es la línea divisoria.

Lo que va del coño de Tejero al coñazo de Rajoy es lo que separa aquella España casposa que salía del franquismo de la España europea de estos días. Del coño al coñazo transcurre el paso de una España a otra. ¿Quién iba a pensar hace treinta años que sería el líder de la derecha española el que acabaría bostezando en el desfile de las fuerzas armadas? En el día de la fiesta nacional, al paso compulsivo de la Legión o durante el inquietante temblor de las cadenas de los tanques. Si la derecha española bosteza en los desfiles, la izquierda tendría que aplaudirlo como un síntoma inesperado de lo mucho que hemos cambiado.

«El desfile, puff … qué coñazo». Se ha valorado la metedura de pata de Rajoy, su indiscreción, pero el verdadero valor de lo ocurrido es la evolución que expresa; el análisis comparativo entre el coño de 1981 y el coño del 2008. Coño y coñazo. Nada que ver.

Cambian los tiempos, evolucionan, pero el coño sigue simbolizando el poder. Como el coño del Constitucional, hace unos días. «Yo creo que me aplauden a mí», decía Carlos Dívar por lo bajini, modesto, mientras acariciaba con la yema de los dedos el collar de la alta magistratura como presidente del Constitucional. Y a su lado, otro magistrado, le señala el auditorio en pie, aplaudiéndole: «Ahora ya eres el jefe, coño». Y los dos acaban sonriendo, descoñados.

El coño, en fin, se multiplica todos los días e invade las calles y las instituciones. El coño como término redondo, absoluto, capaz de cambiar de género y hacerse de coña para desconcierto de las feministas de profesión. El coño como paradoja y como espejo de inutilidad de esas organizaciones feministas que han sido incapaces, este semana, estos años, de valorar la importancia de la palabra coño; su dominio apabullante en todas las conversaciones, en todas las capas sociales. Se ocupan de adulterar el lenguaje con palabras retorcidas, que ellas llaman de género, pero no han sabido valorar lo esencial, la universalidad del coño. Ellas, las de la paridad y las cuotas. Qué coñazo.

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16 octubre 2008

Sustratos


En pocas ciudades de España se roba tanto y tan bien como en Sevilla. Tiene la capital andaluza, en su abanico de suspiros y repulsas, una antigua fama de ciudad de pícaros y ladronzuelos que no ha variado desde Cervantes. El patio del Monipodio y el despacho de Juan Guerra. Los muros platerescos de su Consistorio. La picaresca, de tantos siglos como han pasado, se ha convertido en sustrato y hasta los arqueólogos se toparán con sus huellas cuando excaven en una iglesia, un mercado o una casa de citas. La picaresca es aquí otra cosa, y de eso se percató Cervantes; aquí es piadosa cofradía.

–¿Es vuesa merced, por ventura, ladrón?
– Sí, para servir a Dios y a las buenas gentes, aunque no de los muy cursados; que todavía estoy en el año del noviciado.

Los aires del Arenal y de la calle Sierpes, el incienso de hojana de la cofradía de Monipodio se respiraba el otro día, cuando el juicio de las facturas falsas. Porque los tipos que se sientan en el banquillo son de esa otra cofradía que sirve a los intereses de un partido, el Partido Socialista, y hasta estaban dispuestos, a cambio de que el juicio no se celebrase, a pagar, con el correspondiente interés, el importe total de las facturas falsas que le cobraron al Ayuntamiento de Sevilla. Lo cual, que a la misma pregunta, los tres acusados contestarían igual que en la novela de Cervantes.

– ¿Es vuesa merced, por ventura, ladrón?
– Sí, para servir al PSOE y a las buenas gentes de Sevilla.

«Profesionales de la difamación y la mentira». ¿Cuántas veces lo habrán repetido los dirigentes del PSOE tras cada noticia, tras cada denuncia, tras cada revelación sobre las facturas falsas? Y ahora que los acusados lo que buscan es pactar un final sin juicio, ahora, dirán que lo ocurrido en Sevilla era cosa de tres, que actuaban por su cuenta, tres aprovechados de la buena fe del concejal, del alcalde, del partido …

En fin, a partir de la disposición de los procesados a devolver el dinero de las facturas falsas, ya no hace falta la celebración del juicio para sacar conclusiones políticas y, como en el lenguaje procesal, elevarlas a definitivas. La trama de las facturas falsas del Ayuntamiento de Sevilla es el último episodio conocido de la financiación ilegal del PSOE de Andalucía, tan persistente como los treinta años de historia de este partido. Habrá quien se excuse y, como en tiempos de Filesa, diga que cobrar comisiones para el partido no es robar. Pero tampoco esto tiene menos de cinco siglos. Ya ven.

– Cosa nueva es para mí que haya ladrones en el mundo para servir a Dios y a la buena gente.
– Señor, (…) Monipodio (…) tiene ordenado que de lo que hurtáremos demos alguna cosa o limosna para el aceite de la lámpara de una imagen muy devota que está en esta ciudad. (…)
– Y ¿con sólo eso que hacen, dicen esos señores -dijo Cortadillo- que su vida es santa y buena?
– Pues ¿qué tiene de malo? ¿No es peor ser hereje o renegado, o matar a su padre y madre?

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14 octubre 2008

Axiomas


El juez Tirado dice en su último escrito sobre el caso Mari Luz: «A nadie se le escapa, que si dicho acontecimiento [el asesinato de la pequeña de Huelva] no hubiera ocurrido, ni habría expediente, ni recurso, ni sanción para el juez». A primera vista, esta frase constituye la versión actualizada más notable de aquel axioma chistoso que concluye que ‘si mi abuelo tuviera ruedas y manillar, sería una bicicleta’. El absurdo, o sea.

Pues claro que si no hubieran matado a la niña de Huelva nadie señalaría al juez, y el expediente de Santiago del Valle –que es quizá lo que intenta reseñar– seguiría, aún hoy, perdido en una montaña de papeles, una gota de agua en la charca estancada del caos judicial. Pues claro, pero también conoce de sobra el juez Tirado que la mala suerte, la ‘causalidad’, como dicen los penalistas, forma parte del Código Penal. Y, por eso, unas limpiadoras que una tarde, hartas de coles, olvidaron una botella de agua con detergente en los aseos de una residencia de tercera edad son condenadas por homicidio porque unos ancianos bebieron a gañote; como el policía que intervino en un atraco y, al disparar a los delincuentes, erró el tiro y mató a su compañero; como el guardabarreras que se queda un instante dormido y provoca un grave choque de trenes. Mala suerte, sí.

La mala suerte es la del juez Tirado con respecto a sus compañeros de Audiencia de Sevilla, que durmieron el caso de Santiago del Valle durante más de dos años, y no les ha ocurrido nada porque, en ese tiempo, que es más tiempo que el que se le achaca a Tirado, ni el pederasta asesinó a nadie ni, cuando lo hizo, se les podía imponer sanción alguna a los de la Audiencia por haber prescrito el plazo de apertura del expediente.

La realidad jurídica, que es el procedimiento que describe minucioso el juez Tirado en su defensa, no puede presentarse nunca de forma separada de los acontecimientos que lo rodean. Es decir, que, en todo caso, el juez Tirado puede considerar que le ha tocado la china. Como a la secretaria. Pues sí. La china. Pero les ha tocado. Repiten los jueces, desde que sucedió aquella desgracia, que todos los días puede ocurrir algo parecido por el caos judicial y la ingente cantidad de sentencias pendientes de ejecución. Puede ocurrir, pero resulta que un hecho así, hasta ahora, sólo le ha ocurrido a Rafael Tirado.

A partir de ahí, lo que no es aceptable es la indecente campaña política del Gobierno y de la Junta de Andalucía para presentar en la plaza pública la cabeza del juez y de la secretaria. El juez y la secretaria deben ser sancionados por lo ocurrido, pero quienes quieren cebarse con ellos, y aparentar un escarmiento público con sanciones ejemplares, sólo intentan salvarse; ésa es la indecencia, que no les importa ni lo ocurrido ni que pueda volver a ocurrir: les preocupa su sillón. Sólo por eso, la protesta de jueces y secretarios judiciales está justificada. Pero le harían un gran favor a la Justicia si, en vez de exculpaciones, en vez de axiomas absurdos, pelearan, de una vez por todas, por la reforma integral de este sistema caótico en sus medios, periclitado en su procedimiento y violentado políticamente en la cúpula.

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Emigrantes


Al verlo así, en la Argentina, rodeado de mises y damas de honor, recordé que hace años ya dijeron aquí que Chaves, “menos mantenedor de los Juegos Florales de la Palma del Condado, Egabrense del año y Miss Aracena, ya ha sido elegido de todo; a Chaves hasta lo han elegido de Chaves, que es de las cosas más rentables que se puede ser en el PSOE”. Lo escribió Burgos en este periódico y desde entonces, hace ya ocho años, a Chaves no paran de reelegirlo de Chaves en todos los congresos, que no en balde en el último dijeron sus secuaces que habían llegado a la conclusión de que el cambio en Andalucía era el mismo Chaves. Por eso el significado grande de estas fotos de Chaves, rancias y tópicas, porque el mismo Chaves al mirarlas no sabrá ya si él o si es su caricatura, su reflejo o su estampa electoral. Chaves se reelige siempre de Chaveas, y se nos aparece como el alcalde con influencia en la elección de la reina de las fiestas, lo cual que la foto argentina le iba que ni pintada.

Por eso, cuando hace un viaje a las américas, como ahora para celebrar durante siete días la Hispanidad, Chaves siempre lleva en el bolsillo una promesa o una revelación. Lo hizo en Cuba, cuando descubrió la fascinación de Fidel Castro y prometió un viaje de los Reyes de España a la isla que a punto estuvo de costar un disgusto diplomático, porque no existía tal. Ahora, el presidente ha prometido una reforma electoral de Zapatero que, según se desprende de lo que ha dicho, sentará en el Congreso de los Diputados a representaciones de todos los emigrantes españoles, igual que en los parlamentos autonómicos que así lo decidan. Como en el Parlamento andaluz. “No nos podemos adelantar –dice para contener la emoción del auditorio-, pero me consta que el Gobierno de Zapatero está interesado en esta reforma. Y no duden que, una vez que se produzca, abordaremos la modificación de la Ley electoral de Andalucía”.

A nadie se le escapa que estas promesas de Chaves hay que tomarlas como aquella otra de Cuba. O como cualquiera otra en campaña electoral. Pero, de ser cierto, si toda legislación debe nacer con ánimos de pervivencia, ¿cómo se puede legislar que existan ‘escaños reservados’ para los emigrantes andaluces que llegaron a la Argentina hace más de medio siglo? ¿Y los de México o de Alemania?

Casi ciento cincuenta mil andaluces hay repartidos por el extranjero. Intente la Junta de Andalucía que, todos aquellos que quieran, puedan volver a su origen porque allí encontrarán la prosperidad que no tuvieron al marcharse. Intente la Junta de Andalucía que los andaluces de hoy no tengan motivos para irse a trabajar siquiera a Portugal, como tantos médicos y enfermeros. Intente la Junta de Andalucía que salgamos de la cola del paro y de la renta. Intente la Junta de Andalucía dignificar la inmigración, que es el problema ahora, no la emigración, que hay tantos inmigrantes argentinos en Andalucía como andaluces en Argentina. Y déjese el presidente de juegos florales.

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13 octubre 2008

Pretérito

En el libro de “La rebelión de las masas”, Ortega y Gasset introduce un concepto llamativo para hablar del pasado y de la influencia que tiene en cada uno de nosotros, en lo que somos y en lo que seremos. Ortega lo define como “el pretérito amontonado”, de forma que cada uno de nosotros existe sobre esa montaña de ayer. “Éste es el tesoro único del hombre, su privilegio y su señal”, afirma luego, con esa contundencia, a veces desbordada, con la que Ortega combina grandes reflexiones con absurdas boutades, tópicos y simplezas como los que dedica a los andaluces.

Lo del pretérito amontonado, sin embargo, es un concepto atractivo que nos lleva al escalofrío antiguo de pensar que los pasos que damos en cada momento, ya sean conscientes o casuales, van a determinar lo que ocurra a continuación. Pienso en el Monte Testaccio de Roma, que se hizo por la acumulación de las ánforas de aceite que llegaban de la Bética, como metáfora del pensamiento de Ortega; así, como en el monte Testaccio, caminamos sobre los escombros de aquello que hicimos, pero también sobre los cristales rotos de lo que no hicimos, sobre las ascuas de las palabras que no dijimos, de las decisiones que no adoptamos… Pretérito amontonado.

Sostiene Ortega, en cualquier caso, que la importancia del pasado en el hombre radica, a diferencia del resto de los animales que habitan la tierra, en la posibilidad de mirar atrás y de aprender de la experiencia. “Lo importante es la memoria de los errores, que nos permite no cometer los mismos siempre. El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores”. Lo curioso de esta reflexión es contemplar que, de la misma forma que la naturaleza ha dotado al hombre de la capacidad de reconocer y enmendar sus errores, también le ha proporcionado el veneno de la soberbia, de la vanidad y del engreimiento. Decimos, ‘pase lo que pase, no hay que mirar atrás’. Y desde esa perspectiva, la mirada atrás no es el tesoro de los errores; no, la mirada atrás es el error en sí mismo. ¿No es ésta, acaso, una máxima habitual de la política?

La crisis económica de estos tiempos, que es la primera gran crisis de la globalización, está zarandeando los mercados y los principios de la sociedad capitalista, de nuestra sociedad. Llega la crisis económica como un gigante con los pies de barro que le había dejado otra crisis mundial, la crisis de las ideologías. Quizá por eso, nadie acierta a vaticinar cuándo acabarán los desastres económicos, ni qué ocurrirá después. Titubean los gobiernos, se desmoronan los clichés, se diluyen todas las diferencias políticas.

Ortega decía que se trata sólo de saber vivir sobre la montaña de nuestros errores, aprender a decidir sobre el pretérito amontonado en el que estamos. También debe ser cierto para esta crisis. Ocurre, sin embargo, que antes tendrá que surgir de esas cenizas un líder nuevo. Un discurso nuevo. Y esta crisis económica todavía no tiene liderazgo. El ‘crack del 2008’ no tiene su paladín.

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10 octubre 2008

Bicicleta


A la presidenta del Parlamento, Fuensanta Coves, le pidió un ciudadano en un foro de internet que le pusiera un adjetivo a cada provincia andaluza, y al llegar a Sevilla, dijo la señora: «¿Sevilla? Bicicleta»… Lo cual que, a partir de ahora, entenderá la presidenta que, con todo el respeto, su frase se enmarque y se convierta en chiste habitual de sobremesas. Mira que le han dicho cosas a Sevilla; a Sevilla la han cubierto de miel y le han escupido hiel; le han echado estiércol y la han adornado con pétalos de rosa. A Sevilla la han comparado con el paraíso y con la veleta. Mira que se han escrito cosas de Sevilla, pero nunca nada parecido a este piropo parlamentario que, con sólo decirlo dos veces, ya se hace pegadizo. «¿Sevilla? Bicicleta».

Adviértase, además, que la presidenta no lo dice como insulto o por desprecio a la ciudad. Ni por desconocimiento. Por eso desconcierta tanto, porque nada ofende más que ciertos halagos. Como dicen con acierto los argentinos, lo de la presidenta es una ‘pelotudez’, que es una forma elegante de advertirle a alguien que está comenzando a decir sandeces, imbecilidades o idioteces. En vez de cualquiera de esas admoniciones groseras, que cortan el ambiente, esa advertencia de mis colegas argentinos, «sos una pelotuda; decime, presidenta, qué boludez querés decir…». ¿Saben? Igual la mando a la web oficial de la pelotudez (pelotudo.org), para que la inscriban en su lista oficial. O que pongan un enlace en wikipedia: «¿Sevilla? Bicicleta».

Eso, claro, si antes no se lo arrebatan las hinchadas de fútbol, el carnaval o los humoristas… O las juventudes de la política, que es fácil imaginar a toda una grada en un mitin del alcalde Monteseirín cantando al unísono «¡Sevilla, bicicleta! ¡Sevilla, bicicleta!», y el líder dando saltitos tras el atril. Qué gran momento para retratar el absurdo de estos tiempos, del declive de las ideologías; qué gran metáfora bobada y de la corrección política. En Sevilla, dos emperadores romanos tienen calle en el centro acaso porque, como decía Cela, «Sevilla, como Dios, está por encima de lo que de ella puedan pensar los hombres». A Al Mutamid, el rey poeta, lo traicionaron los suyos, y dejó sus lágrimas en las fuentes del Alcázar, y Fernando III, el rey santo, tiene una urna de plata en la que se mantiene incorrupto. Y a pesar de eso, ¿Sevilla, quéee? «Sevilla, bicicleta».

En fin, que tiene que entender la presidenta del Parlamento que esa contestación suya se inscriba en los anales. Ha sido tal el impacto que lo de menos es la respuesta completa y hasta la conversión repentina de bicicleta en adjetivo. Para los interesados, ahí va la versión completa: ‘Andalucía, según la presidenta del Parlamento’. «¿Qué adjetivo le pondría a las ocho provincias andaluzas?... Almería, el mercado de abastos y su gente; Cádiz, la filosofía de vida; Córdoba, paseos por el centro; Granada, historia y nobleza; Huelva, las sierras; Jaén, sobriedad; Málaga, hecha a sí misma; y Sevilla, las bicis».

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06 octubre 2008

Pánico


Hace unos días, en un pueblo del Huelva, un rumor concentró en pocas horas a doscientas personas en la sucursal de una caja andaluza, con la intención de retirar todos sus fondos. Nadie sabe de dónde surgió el rumor, ni quién comenzó a propagarlo, pero todos en el pueblo tuvieron la certeza esa mañana de que la caja de ahorros había quebrado. No sólo era el comentario general en el mercado y los cafés, sino que todo el mundo pudo ver aquella mañana, a eso de las once, cómo uno de los principales agricultores fue a cancelar sus cuentas. Dejó el tractor en medio del sembrado, como si hubiera encallado en aquel mar de plásticos, y se fue a la sucursal. También él oyó el rumor.

Los empleados de la sucursal tampoco daban crédito a lo que sucedía, y hasta la madre de uno de ellos, que se había enterado de la noticia en la plaza, le hizo una indicación a su hijo desde el final de la cola para que fuera cancelando su libreta de ahorros. Llevaba el bolso colgado del hombro y una talega de pan en la mano, para guardar allí el dinero hasta llegar a su casa. El director de la sucursal, que estaba ese día de gestiones en Huelva, creyó que se trataba de una broma hasta que lo llamó su mujer, ‘que te conozco, que te crees que la caja es tuya y nos vas a dejar sin dinero’. Cuando regresó a su pueblo y contempló la cola, que casi daba la vuelta a la esquina, no se atrevió a llegar andando hasta la puerta. Dio marcha atrás y entró por el garaje.

Pidió consejo a colegas de otras sucursales, luego a la central. Con un tono de amenaza que percibió al instante, el director general le ordenó que solucionara aquella locura de inmediato; que hiciera ver a los clientes que no ocurría nada, pero que ninguna entidad bancaria está preparada para una retirada masiva de fondos, que eso sí que suponía una quiebra inmediata. Dijo todo aquello y, tragando saliva, aún pudo añadir: «Yo les diría, además, que si no confían ustedes en mí esta mañana, si no me creen cuando les digo que es un falso rumor, también supondrá el fin de mi trabajo, de mi familia y de mi vida... Por favor, váyanse a sus casas con la tranquilidad de que no pasa nada».

Ocurrió en Huelva. Y todavía nadie sabe cómo comenzó el rumor. Lo cual, que hace bien Solbes cuando afirma que el sistema financiero español es estable, que «ninguna entidad española está en peligro», y añade: «en este momento». ¿Estamos a salvo de un ataque de pánico en los bancos, como el de ayer de las Bolsas? Puede controlarse el riesgo bancario, incluso se combate la morosidad, asumiendo con dinero público la deuda ‘contaminada’, como en Estados Unidos. Pero lo más difícil de gobernar en una crisis es la confianza; esa inquietud etérea capaz de transformar un rumor en un ataque de pánico.

La confianza. ¿Cómo se transmite, quién es capaz de calmar a una población? La confianza no existe per se, no es un sentimiento aislado sino que se hace acompañar de otros valores. Por ejemplo de la sinceridad; sólo confiamos en quien creemos, en aquel que sabemos que nunca nos va a engañar. El director de Huelva lo aprendió aquella mañana loca.

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05 octubre 2008

Desarraigo


Elaboré hace años una filosofía, la ‘teoría del desarraigo’, que regalaba en las sobremesas y en las noches de copas a mis amigos, que atendían divertidos al estrambote. Hablábamos de los hijos que aún no teníamos o que acababan de nacer, de cómo serían, de cómo seríamos como padres, como madres. Entonces, cuando aquella madeja comenzaba a deshilvanarse, alguien pedía siempre que contase la ‘teoría del desarraigo’. «¿Qué no la conoces, de verdad? Anda, cuéntasela a María.»

«Vivimos presos –les decía– de una inclinación genética inconsciente: pensamos que, necesariamente, nuestros hijos tienen que mejorar la especie. Proyectamos en ellos todos nuestros sueños y frustraciones, todo aquello que no pudimos ser, lo que no pudimos alcanzar. Un médico brillante, un empresario ejemplar, un científico admirado… Lo que falla es lo que nos falta: la ‘teoría del desarraigo’. Cuando veas a tu hijo, cuando lo acunes en tus brazos, piensa que en pocos años se irá con los ‘pies negros’ de Granada, a ocupar cuevas del Albaicín, o que tu hija se ofrecerá por treinta euros en los semáforos de Málaga. Si aprendes a vivir con ese desarraigo, cuando vengan y te cuenten que quiere ser titiritero de feria o que su sueño siempre ha sido trabajar de camionera, los abrazarás orgulloso».

Nadie, claro, piensa que va a encontrarse a su hijo en un semáforo, ni es humano la falta de expectativas ni razonable la renuncia previa de cualquier ambición sobre ellos, pero la boutade cómica de la ‘teoría del desarraigo’ tiene de eficaz la compensación del exceso inconsciente que proyectamos sobre nuestros hijos. Ocurre, además, que los prejuicios de los padres, unidos al desastre del sistema educativo en España, lleno a su vez de un falso concepto del igualitarismo en la formación, multiplican las frustraciones y ciegan las salidas naturales de muchos jóvenes.

Hace unos días, en uno de los muchos reportajes sobre la crisis que se publican, Expansión elaboró una guía con las ocupaciones que tienen un futuro más brillante en España. Nadie a quien se pregunte hoy acertaría con las respuestas porque entre los oficios con más futuro en España se encuentra el de picador de toros en Barcelona, constructor de pianos en Sevilla, abrillantador de calzado en Madrid, domador de circo en Valencia o cantaor de flamenco en Vizcaya. De todas las noticias que surgen de la crisis, ésta es la única positiva porque despeja el horizonte de ideas preconcebidas, y aparece un mundo laboral desconocido, una realidad que está frente a nosotros y que nadie logra ver.

Mañana, cuando tu hijo reúna a la familia para decirle que ha decidido ser sexador de pollos, si tu hija quienes ser carbonera o cuchillera ambulante, debes saber que ha elegido una de las profesiones con más futuro en España. Y si en vez de eso, quiere ser médico, matemática o abogada, es posible, entonces, que nadie en la familia pueda contener la emoción. Que en el fondo, una crisis como ésta, que no se sabe cómo ni cuándo acabará, no es más que una invitación formal y civilizada a la ‘teoría del desarraigo’.

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Gulag



Dos meses se cumplen hoy, tres de octubre, de la muerte de Alexander Solzhenitsyn y no ha habido un dirigente de izquierda en el mundo al que se le haya oído una palabra, siquiera de pésame. Dos meses han pasado de la muerte de Solzhenitsyn y el silencio con el que han cubierto su cadáver está hecho de la misma sustancia con la que callaban los burócratas del Partido Comunista cuando detenían a la salida de la fábrica o en sus casas, de noche, mientras dormían a cientos de miles de ciudadanos rusos para mandarlos al país de las humillaciones y el desprecio, del hambre y tortura. Al exterminio, el país del gulag.

-- “ ‘Queda usted detenido’.Y no atinas a dar ninguna respuesta, nin-gu-na, como no sea el balido de un corderito. – ‘¿Yo-o? ¿Por qué…?”

A Solzhenitsyn lo detuvieron porque, en las cartas a un amigo, se le olvidó que las opiniones que no gustaban al estalinismo se pagaban con el destierro a perpetuidad. Lo detuvieron y, a partir de ese instante, fue a parar a la cloaca en la que cientos de miles de hombres dejaban de existir, ni figuraban ni interesaban a nadie, porque el silencio es la consecuencia más eficaz del terror. No existían ni en la Unión Soviética ni en ningún otro lugar del mundo. “En pleno esplendor del gran siglo XX, una sociedad concebida sobre principios socialistas se había convertido en la empresa, no de un único ser malvado, sino de decenas de miles de hombres-fiera especialmente adiestrados contra millones de víctimas indefensas”.

Se murió Solzhenitsyn y yo pensaba, ingenuo, que alguien alzaría su voz en la izquierda, en esta España sensible de memoria histórica; siquiera como flores sobre la tumba de la dignidad que le mantuvo vivo en el destierro. Pero la izquierda española prefiere el silencio, como entonces en todo el mundo, y la adulación de los aprendices de aquel régimen comunista. Callan sobre Solzhenitsyn porque adoran las reencarnaciones bananeras de la URSS, desde Cuba a Venezuela.
Callan tras la muerte de Solzhenitsyn porque también aquí las juventudes comunistas han cogido una deriva fascista que tiene atemorizados hasta los dirigentes más veteranos, que ven cómo se van haciendo con el control del partido y que ni los escrúpulos ni la democracia está en el lenguaje de esos cachorros de hombres-fiera. Como estos días en Sevilla, con pintadas en las sedes del PP, “Zoido al paredón” y cartas amenazantes a algunos periodistas: “Soy uno de esos stalinistas sevillanos del partido comunista. No le escribo por desahogarme, lo hago para informarle. Como nos hacéis la guerra mediática tendréis vuestra respuesta, vamos a daros la guerra que os habéis buscado. Ya es hora. Tu nombre y tu perfil se va a dar a conocer, al igual que otros muchos de tu calaña”.

Eso está ocurriendo. En Andalucía. Por eso, se muere Solzhenitsyn y callan. Dirán, como los nazis y los fundamentalistas árabes que niegan el exterminio judío, que el gulag nunca existió. Callan porque a Solzhenitsyn ya le hubieran mandado esa misma carta.

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01 octubre 2008

Conformismo



En Andalucía, aquí en la tierra de lo mejor del mundo, el metro de Sevilla es una ley que firmó Franco hace cuarenta años y que se va a inaugurar en diciembre próximo; una sola línea, con dos años de retraso sobre la última promesa y con cuatro estaciones cerradas de ese exclusivo trayecto porque, ni a destiempo, se han acabado a tiempo. Pero se cortará la cinta el 20 de diciembre y los sevillanos acudirán solícitos al evento. Y si la Junta, como suele, deja que los primeros viajes sean de gorra, gratis total, mejor todavía.

La exploración de las causas de este conformismo andaluz ha sido siempre un asunto tan apasionante como peligroso; apasionante porque existen varias explicaciones, algunas de ellas hasta razonables, y peligroso porque, nada más mencionarlo, saltarán a la yugular quienes viven cómodamente de ese conformismo y han logrado transformarlo en hegemonía política. Dirán que es un insulto y un desprecio a Andalucía, pero en realidad lo único que les insulta es que se ponga en peligro su mamela. Así que vamos allá.

La cuestión esencial es qué provoca que un pueblo evolucione hacia una sociedad moderna y qué determina que se acomode en el estancamiento. He mencionado alguna vez la peculiar teoría del economista Rafael Illescas, un buen tipo de convicciones andalucistas. Viene a decir así: «Si el afán de todos los pueblos es trabajar más y producir más para tener un mejor nivel de vida, en el caso de los andaluces la dificultad estriba en que el buen nivel de vida se consigue sólo con salir a la puerta de la calle. Sin ese estímulo de otras sociedades, es normal que el afán de desarrollo sea menor». A su manera, también lo cantaba Silvio, cuando recordaba el mandato bíblico de ganarse el pan con el sudor de la frente. «Menos mal que, aquí en Sevilla, la vida tengo ganada/ porque con tanto calor, sudo aunque no haga nada»

La tesis de Illescas podría completarse aún con algunas consideraciones sobre las sociedades actuales, las sociedades de la globalización, en las que el personal muestra su insatisfacción en cada sondeo, de forma que casi nadie cree que el progreso económico traiga consigo la felicidad. Más bien al contrario, se suele decir que en otras épocas la gente era más feliz que ahora, ahogados como estamos en el estrés de cada día, el ansia, la incomunicación, el individualismo… Hubo viajeros románticos del XIX que al llegar aquí entendieron que, después de tres mil años de historia, Andalucía era una anciana de vueltas de todo, a la que nada sorprende porque lo ha visto todo, que nada ambiciona porque lo ha sido todo y lo ha perdido todo.

Historia, cordialidad, buen clima, ganas de vivir... ¿Justifica eso el conformismo andaluz? Ahí está nuestro error, que sólo quedaba que el conformismo fuese un rasgo distintivo de la sabiduría. Que no. Pobre sociedad la que se conforma. Aspiremos a sociedades ricas, dinámicas, críticas y ambiciosas. Ciudades cultas y orgullosas de su historia y gentes con un profundo sentido del goce de la vida.

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Idiotas


El gran John Malkovich ha dejado dicho en la presentación de su última película (Quemar después de leer, de los hermanos Coen) que «todos los personajes del filme son idiotas; aunque yo creo que todo el mundo lleva un idiota dentro que va creciendo y prosperando». El mejor tratado sobre la idiotez se lo debemos al historiador italiano Carlo María Cipolla, que dejó el mundo en el mismo instante que cambiaba el milenio, acaso porque pensaba que la cosa iba a empeorar. La estupidez humana, una realidad y una amenaza más peligrosa que la mafia o que cualquier potencia industrial o militar, como dijo Cipolla. Por eso, su primera ley fundamental ya advierte que «cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circula por el mundo».

Desde ese punto de vista, es posible que todos estemos de acuerdo, para empezar, en que la gran carencia de este mundo es que no se enseña la historia desde la perspectiva del idiota. Todo el conocimiento humano, desde los párvulos hasta la universidad, tendría que sustentarse en las leyes fundamentales de la estupidez humana como clave secreta de la evolución. Cada acontecimiento histórico tendría su idiota detrás; a veces un solitario gobernante, a veces toda una dinastía, a veces un pueblo entero.

Claro que si, como se decía antes, la primera ley es que menospreciamos la presencia de idiotas a nuestro alrededor, se entenderá que lo más complejo de todo es la imposibilidad de frenar la estupidez en el tiempo presente. Es posible, incluso, que ante los grandes problemas, ante las grandes decisiones y los grandes retos, el porcentaje habitual de estupidez no sólo no merma, sino que experimenta entonces un periodo de gran fecundidad. ¿Es lo que ocurre ahora con la primera gran crisis económica de la globalización y el deterioro imparable del orden internacional en el nuevo milenio?

A cualquier que se le haga esta pregunta dirá, sin pestañear, que el idiota oficial de todo lo que está pasando es, lógicamente, George Bush. Pero no puede ser tan fácil. Bush será idiota, pero no es desde luego el único ni el más peligroso. Lo de estos días, por ejemplo. Bush propone medidas para sanear con dinero público el sistema financiero estadounidense y en Europa llueven las críticas: «Es la avaricia insaciable de los neocón», dicen. Pero resulta que son los republicanos los que han tumbado esas ayudas y se vuelve a clamar: «Ha sido el sector duro de los republicanos». Los neocón otra vez.

Y entre tanto, por aquí tranquilos porque todo cuanto sucede es culpa del capitalismo, «que tendrá que reajustarse». Así, con lejanía. Como si el capitalismo fuera un ente extraño o un magnate en apuros. Como si en Bruselas, en Berlín o en Málaga funcionara un sistema económico distinto a la economía de mercado. Como si Lehman Brothers fuera responsable de la barbaridad de la vivienda en España. Como si la canina andaluza, en fin, fuera nueva. Nada, que Bush es un idiota y los neocón son el problema. ¿Eso es todo? Valiente estupidez.

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