El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

31 agosto 2006

Desazón

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El hombre siempre ha perdido su batalla contra el amor. Somos animales racionales y esa doble condición nos ha conducido a la contradicción en las relaciones. Pasión, deseo, amor. Cuando la atracción sexual se unió al sentimiento, el hombre tejió un ovillo en el que quedó atrapado para siempre. Y ya no existió nunca el término medio. Del ensueño de la pasión a la amargura del desencuentro. Nervios de amor y pena de desamor. Angustia. La historia de la humanidad está plagada de esas frustraciones que nacen del casamiento imposible de racionalizar la pasión.

Nuestra existencia está manchada con la sangre de esos crímenes de amor sin que nunca nadie haya sabido explicar qué lleva a un hombre, como ha ocurrido estos días en Osuna, a matar a su mujer y a su hija embarazada. O como en Granada. «Si no eres mía, no serás de nadie». Cuándo, por qué, se transforman las caricias y los besos en insultos y vejaciones. Cuándo un amante se convierte en un monstruo, en un despiadado asesino.

El machismo ancestral, obviamente, es el sustento irracional de muchos de esos crímenes, la baba de esos asesinos, pero, antes incluso que esas deformaciones, nos tropezamos con la incógnita mayor del amor dependiente. A principios de este año, psicólogos de toda España celebraron el I Encuentro Profesional sobre Dependencias Sentimentales. Dijeron entonces que los adictos al amor o dependientes emocionales son «personas con un trastorno mental, con una conducta obsesiva, exigente e irracional, que genera angustia, depresión y violencia».

Encontramos razones históricas sociales y físicas que podrían explicar esa espiral de violencia que se adentra en la noche de los tiempos y atraviesa nuestros días. Pero lo que nadie ha contestado aún es cómo se puede evitar. Cómo se puede frenar esta escalada de mujeres muertas, inflamada con el aire de violencia que inunda ahora la sociedad.

Y llega la desolación cuando comprobamos que las modificaciones penales, las leyes integrales y los juzgados específicos no han sido capaces, siquiera, de provocar un descenso en la estadística. Entre otras cosas porque tenemos, según decía ayer la consejera de Bienestar Social, la legislación «más compleja del mundo» para prevenir estos delitos, pero como tantas otras leyes en España, no existen medios suficientes para aplicarla.

En fin, que bastaría con que de esta trágica secuencia pudiésemos extraer al menos la lección clara de que no debe hacerse demagogia con la sangre de esas mujeres. A esta misma consejera, por ejemplo, se le podría recordar ahora algunas de sus declaraciones en la oposición, cuando culpaba al Gobierno del PP de no prevenir ni frenar las muertes, pero es un ejercicio inútil. Cansino. Que en nada mitiga esta desazón de saber que, en cada muerte, como sociedad, demostramos la impotencia de no saber por qué. El hombre, es verdad, siempre ha perdido esa batalla.

30 agosto 2006

Raphael

A Raphael le preguntaban el lunes pasado en EL MUNDO por las veces que han querido utilizarlo políticamente y el tipo, que se ve que no quiere provocar polémicas con nadie más allá de algún pullazo con sorna, se limitaba a decir que hay gente «que quiere meterte en sus veredas y yo, que tengo muchísimos amigos en todos los bandos, les agradezco de corazón que no me llamen para nada».

Ignoro a quién se refiere, pero esa declaración me ha recordado una conversación a la que asistí atónito hace unos meses, quizá en los últimos Premios de Andalucía, en la que unos invitados se referían al «veto» que existe en la Junta de Andalucía sobre este cantante. Yo lo desconocía, ni siquiera había reparado en ello, pero es verdad que Raphael debe ser el único artista de relieve en Andalucía que no ha recibido ninguna medalla del 28 de Febrero. Lo mismo que Los del Río, El Lebrijano, Isabel Pantoja, Alejandro Sanz o Bisbal han tenido el reconocimiento puntual de la Junta, a Raphael nunca lo han llamado para esos fastos.

Rafael Martos nació en Linares y siendo un niño sus padres se marcharon a Madrid como tantos otros emigrantes andaluces de la durísima posguerra. Nunca, que se recuerde, ha renegado de su origen andaluz de la misma forma que es difícil que alguien le haya podido escuchar una declaración sobre Andalucía más allá de los cuatro tópicos manidos. Como la mayoría en ese gremio.

Raphael fue también un artista fetiche del franquismo porque fue la época que le tocó vivir. Como Lola Flores, Antonio Molina o Juan Valderrama, al que la Junta pudo homenajearlo en vida. Ahora, cuando le recuerdan esos años, Raphael se limita a hablar de Franco como un suceso inevitable en su vida y en carrera artística. Ineludible. Habla del dictador sin prejucios, sin odios y, desde luego, sin pasión o añoranza.

En su web han colgado un perfil que lo define como «andaluz universal» y, así, como quien no quiere la cosa, añaden que ha ganado 326 discos de Oro, 49 de Platino, «y el único de Uranio entregado en el mundo por ventas de más de 50 millones de copias». ¿Por qué un tipo así está vetado en la Junta? «Sí, hombre, seguro que lo recuerdas –me contestaron aquella vez cuando pregunté sorprendido por la revelación–. Fue por aquello que dijo de que lo peor que le podía pasar a Andalucía es que el PSOE siguiera gobernando».

Raphael nunca ha sido santo de mi devoción musical. Desde aquel día, sin embargo, le he cogido el cariño anónimo que se le toma a los represaliados. Hasta me he comprado un disco. Raphael, vetado en Andalucía por el implacable sectarismo político de este personal. No es el primero ni el único. Quizá el mismo Raphael no sepa que también Carlos Cano –tan distintos los dos– estuvo vetado por el PSOE andaluz. Pero a Carlos Cano lo acabaron nombrando Hijo Predilecto de Andalucía. Claro que ya se había muerto.

29 agosto 2006

Puntos

El sistema de puntos en el carné de conducir va camino de convertirse en el principal éxito político del Gobierno de Zapatero sin que hayamos reparado en lo principal. ¿Es de izquierda o de derecha? No es una cuestión baladí. Para una medida política que funciona eficazmente en España, no es posible que a nadie le haya dado por preguntarse si esa política es de izquierdas o de derechas. Y eso que aquí lo miramos todo con ese rasero ideológico.

¿Cuándo se había visto en España que la entrada en vigor de una norma supusiera una respuesta tan inmediata de la sociedad? Porque, en contra de lo que se pueda pensar, la retirada de puntos sí supone una directriz política que conviene analizar. Si el carné por puntos ha funcionado en España es porque envía a la sociedad un mensaje claro: A partir de ahora, quien vulnere las prohibiciones de tráfico recibirá el castigo más severo que ha existido nunca. Es como si nos dijeran, “se acabó el cachondeo”.

Ya existían las normas de tráfico, las multas cuantiosas por los excesos de velocidad, los radares móviles y fijos y hasta la retirada del carné de conducir. Existían las campañas de concienciación y nada de eso funcionaba porque, año tras año, seguía aumentando en España el número de accidentes y de muertos en las carreteras. Y ahora, de pronto, cambia la tendencia y esa misma sociedad que antes vulneraba las normas de tráfico se vuelve responsable. “Descenso histórico”, se afirma. “Nunca ante había sucedido”. Hace dos meses, lo extraordinario es que alguien circulara en España a la velocidad que marcaban las señales. ¿A quién no lo han mirado como un idiota, y le han pitado y gritado cuando circulaba a 120 kilómetros por hora en una autovía? Ahora, en algunas autovías, los coches se deslizan por el asfalto, suavemente, como en un vals inesperado. Por primera vez, respetar las normas de tráfico en España no es sinónimo de hacer el panolis.

¿Y todo eso, por qué? Está claro que el mensaje que le ha enviado a la sociedad el carné por puntos es exactamente el contrario que el de otras muchas normas de buenismo político. El carné por puntos, lo miremos por donde lo miremos, funciona eficazmente porque ha restablecido en el tráfico un principio de autoridad que antes se difuminaba. El carné por puntos funciona porque camina en el sentido contrario que el “espíritu Logse”, digamos. Aquí si hay premios y castigos: los puntos. Por eso funciona.

No se trata de volver a aquellos prejuicios de la Transición, a la “Libertad sin ira” que cantaba Jarcha. “Dicen los viejos que este país necesita/ palo largo y mano dura/ para evitar lo peor”. No es eso. Se trata de algo tan sencillo como entender que la autoridad no es ni de izquierdas ni de derechas, sino un pilar fundamental del Estado de Derecho.

27 agosto 2006

Tetas

Como disponemos para cada problema sin resolver de un observatorio que fue creado en su día por un instituto regional, siguiendo la propuesta de un consejo asesor, en Andalucía funciona el Observatorio Andaluz de la Publicidad Sexista. Yo me acabo de enterar, lo admito ruborizado, pero como nadie ha ideado aún la guía Campsa para transitar por el magma administrativo, espero que disculpen el atrevimiento.

De la existencia de este Observatorio, creado en 2003, hemos tenido conocimiento estos días porque ha hecho público el resumen de su actividad en los seis primeros meses del año. En total, el Observatorio ha presentado 166 quejas contra campañas publicitarias que, a su juicio, atentaban contra la mujer (no se da cuenta de denuncias referidas al hombre) por los más diversos motivos. “Referirse al cuerpo femenino como un objeto; consolidar pautas tradicionalmente fijadas para cada uno de los géneros; alejar a la mujer de los espacios profesionales con más prestigio social; fijar estándares de belleza femenina como sinónimo de éxito o situar el cuerpo de la mujer como un espacio de imperfecciones”.

Salvando la condena de tener que soportar ese lenguaje peculiar, esa tendencia ridícula a convertirlo todo en “espacios”, la noticia revela una vez más la imposibilidad de reconducir el feminismo institucional hacia una actividad productiva, beneficiosa y acorde con los problemas reales de la sociedad, mujeres incluidas. Porque esta obsesión por verlo todo bajo el prisma de la discriminación los lleva, acaso sin percatarse, a un puritanismo asfixiante. Vamos a ver, ¿qué hay de malo en referirse al cuerpo femenino como un objeto? Como un objeto de pasión y de deseo, sí, igual que el hombre. ¿O es que no existen anuncios de colonias con tipos cachas? Y qué hay de malo.

La igualdad no consiste en mirar a hombres y mujeres como seres andróginos, asexuados, y nadie debería llamarse a escándalo, por tanto, porque un perfume o una motocicleta incluya el reclamo de un cuerpo. Reservemos la capacidad de escandalizarnos y la protesta para las situaciones de explotación, desigualdad o de injusticia que de verdad nos afectan. Que observe el observatorio, y se vea así mismo dictando estas lecciones progres sobre los pecados de la carne.

En fin, que todo este puritanismo me ha devuelto a un pasaje fantástico de las memorias de Francisco Ayala, que habla bien de este camuflaje eterno de la atracción sexual. Recuerda Ayala las tertulias de la Revista de Occidente a la que asistían escritores, intelectuales y políticos. “Una tarde, al salir de la tertulia, anduvimos bajando hasta la Cibeles, donde solíamos separarnos. En la acera del Banco de España, (Benjamín Jarnés) se quedó parado mirando al suelo, y tan absorto que llegó a preocuparme. ‘Qué te pasa Benjamín’. Me toma del brazo y me lleva consigo sin hablar una palabra (…) Por fin, soltó la espita, hablándome de esa mujer con las ponderaciones más exaltadas: ‘Qué refinada sensibilidad, qué espíritu exquisito, qué pureza incomparable, qué angelicales delicadezas. Hizo una pausa, quizá se había quedado corto de adjetivos, y musitó: ‘Tiene unas tetas…’

24 agosto 2006

Baraka


La baraka, esa cualidad que Felipe González atisbó en Zapatero como garantía de liderazgo y buen gobierno, no debe traducirse en el lenguaje político como sinónimo de buena suerte sino de algo más complejo. Suerte, potra, buena estrella, fortuna o chorra puede tener mucha gente, pero sólo unos pocos elegidos tienen baraka. Por eso, González destacó esa cualidad en Zapatero, porque al decir baraka parece que estaba contándonos que los dioses griegos habían ungido a Zapatero con un aceite mágico para el gobierno de los seres, o sea, de nosotros.

Quizá González pensaba en el significado sagrado, mágico, de baraka para los musulmanes, esa cualidad «oculta e invisible», «un efluvio misterioso que nos penetra cuando nos acercamos al ser que la contenga porque es ella quien da prosperidad, multiplica los nacimientos y favorece el éxito; ella es la abundancia en la pradera, el crecimiento en el rebaño, el efecto saludable en el remedio». Pero, aunque González quisiera llevarnos por esa senda de lo sobrenatural, tampoco debe ser éste el significado político de baraka porque dicen algunos textos musulmanes que de esa fuerza de Alá pueden beneficiarse lo mismo los hombre que los animales, las plantas o las cosas. Los cuerdos o los locos. Un caballo o un camello. Un laurel o un tatuaje de henna. Nada de eso significa baraka en política, por tanto.

Si la Baraka de Zapatero fuera un aceite divino, un efluvio contagioso de buena suerte, las cosas hubieran sido distintas en estos dos años de gobierno. Pero con Zapatero también se mueren inmigrantes en las pateras, se cierran los astilleros, se disparan los precios de la vivienda, suben las hipotecas y otra vez pollo o el repollo tendrán la culpa de la subida del precio de la vida. Se incendia Galicia, se mueren soldados en Afganistán, aumenta el número de mujeres asesinadas por sus parejas y el de obreros muertos en accidentes laborales. Con Zapatero, la selección española ha seguido siendo un fiasco y hasta le birlan el fútbol de los sábados a las televisiones autonómicas socialistas.

¿Qué ha cambiado? ¿Dónde está la baraka de Zapatero? Pues, sencillamente, en que todo eso, que no es nuevo, se percibe ahora de una forma diferente. La verdadera baraka en política es la que lleva a un individuo a pasar por los problemas como un faquir que corretea por las brasas ardientes, como si tal cosa. La baraka es ese «nopasanada» donde antes se vislumbraba la amenaza de la extrema derecha, el racismo y el capitalismo voraz.

Baraka es esa doble vara de medir ante problemas objetivos. Inmunidad interesada en unos y frívola o inconsciente, en otros. La baraka, en fin, no existe en política. Existe el control de medios de comunicación para que nada parezca igual. Para que la baraka nos parezca un aceite divino, un don mágico, cuando, en realidad, a lo que único que se parece es a esa plaga de ceguera blanca de Saramago.

23 agosto 2006

Moratoria


El médico se le quedó mirando con cara de extrañeza. Volvió a repasar las imágenes del escáner cerebral y hojeó el resultado de unos análisis. «No sé, no sé…», masculló. «Es usted el caso más raro que he visto en mi vida. Pero, consuélese: Nadie en psicología ha determinado nunca que lo que le ocurre a usted sea una enfermedad. Así que, nada, oficialmente, no está usted enfermo… Ahora, espero que, por lo menos, le pueda sacar usted algún provecho a esos sueños tan extraños».

Desconsolado, se levantó de la silla y se fue hacia la puerta. «Gracias doctor», dijo sin mirarlo siquiera. Cabizbajo, sí, porque allí, en aquella consulta, se cerraba el círculo de consultas médicas sin que nadie le hubiera podido diagnosticar por qué diablos él tenía que soñar con absurdos imposibles. ¿Sueños de amor, pasiones platónicas, noches desenfrenadas de sexo? En absoluto.
Todo lo contrario, sus sueños sólo tenían que ver con el buen gobierno. Sí, ésa es la desazón, que a nadie en su sano juicio le da por soñar con el orden administrativo, con la eficacia del Ejecutivo, con la transparencia de la política, con la lucha contra el despilfarro… «Yo sólo quiero sueños normales, doctor, frustraciones corrientes, porque esta obsesión por el buen gobierno me está matando. Y cuanto mayor es el descontrol, más espesos se vuelven los sueños».

En «Los cínicos no sirven para este oficio», Kapuscinscki desarrolla una antigua teoría suya, que para entender hacia dónde camina este mundo no hay que fijarse en la política sino en el arte. «Es más útil entrar en un museo que hablar con cien políticos profesionales. Hoy en día, como el arte nos revela, la historia se está posmodernizando». Esa teoría, pensaba él, está bien porque es verdad que el arte abstracto, el surrealismo, las figuras y las formas imposibles pueden definir mejor el absurdo de estos días que cualquier discurso político de los que podamos oír. Sí, es verdad, pero la reflexión de Kapuscinscki sólo es eso, definición de lo que ocurre. El arte refleja la realidad, pero no la analiza. Y en sus sueños, eso no ocurría.

Anoche, por ejemplo, soñó con una moratoria. «Es una cuestión de lógica. Sencillamente, se llegaba a la conclusión de que en España ya no hacen falta hacer más leyes, sino cumplir las que existen. De ahí la moratoria. Todos los parlamentos, todos los gobiernos, todas las administraciones se minimizaban y se volcaban en el cumplimiento de la legalidad. Todo el gasto del Estado se dedicaba a la ejecución de las normas. No más estudios ni prospecciones, no más debates estériles. No más consejos asesores ni comisiones especiales. No más leyes hasta que se alcancen los derechos que ya están reconocidos. No más despilfarro. Moratoria política. Y todos a una».

Al despertar, se fue directo al médico. Pero ya presumía lo que le iban a decir. «Soñar con una moratoria, habráse visto».

22 agosto 2006

Binstock


Carmen Rigalt anda buscando a Binstock como quien busca supervivientes después de un naufragio. «Tu lo conocías… Cuándo lo viste por última vez», dice ella, con olfato de sabueso que rastrea las aceras sin levantar el hocico del suelo. «Bueno –se disculpa el otro–, en fin, verás, más que conocerlo sólo tuve un par de colisones con él y alguna que otra amenaza…» «¿Te parece poco?» irrumpe ella, como si hubiera encontrado un rastro, una pista que seguir.

Carmen Rigalt, y tras ella muchos otros, ha llegado a esta Marbella de 2006, arrasada y mortecina, devastada por los saqueos municipales, y de repente ha debido sentir un silencio de cementerio, un vacío de titulares. También los horteras y los chorizos, los mangantes y los conspiradores, dejan un hueco cuando se van o cuando los disipan, que es lo que ha ocurrido este verano en Marbella. Pero todos esos son ocasionales, sustituibles e intercambiables, hamacas de playa, y no se les encuentra este verano, o se les ve menos, porque una ausencia mayor ha cavado un pozo de incertidumbres y de miedos.

Ese vacío mayor ni siquiera lo llenan tipos como Roca o Julián Muñoz, que no han sido sino capataces aventajados de aquel cortijo. Ese hueco, esa oscuridad de agujero negro de incógnitas, sólo son capaces de producirlas aquellos que han acabado forjando una leyenda. Y en Marbella, de esos, sólo hay dos: Jesús Gil y Judah Binstock. Así que Carmen Rigalt sabe bien lo que pregunta: ¿Dónde está Judah Binstock?

Porque Gil se murió y, aunque su leyenda sigue viva –los rumores, en Marbella, son ratas de alcantarilla que corren por las aceras contando que alguien ha visto embarcar a su caballo ‘Imperioso’, rumbo a Sudamérica–, todas las miradas buscan ahora a Binstock, sin saber siquiera cómo era. «La identidad oculta forma parte del guión, de la leyenda. Por eso, apenas existen fotos de Binstock. La última vez que apareció en público fue en Sevilla, en marzo o así. Cuando inauguró el Casino que después los tribunales le han anulado. Pero no hay fotos de él, porque le prohibió a los periodistas que lo fotografiaran».

Binstock desapareció poco después, antes de que estallara la ‘operación Malaya’. Dicen que es el mayor propietario de terrenos de Marbella. Que fue él quien ‘apadrinó’ la moción de censura contra Julián Muñoz. Dicen que se mueve en un plano superior a todos los demás, constructores y políticos, y que, por eso, nunca aparecerá en esas conversaciones telefónicas chuscas en las que Roca pedía comisiones a cambio de alguna recalificación. Binstock es otra cosa, multimillonario y misterioso. «Se entendía bien con Carlos Fernández, el concejal andalucista... ¿No te parece curioso que ahora los dos están desaparecidos... Y el resto, en la cárcel». Habrá que seguir la pista de Carmen Rigalt. Porque en este naufragio, es verdad, hay supervivientes.

21 agosto 2006

No Comment



Julio de 2001. Entrevista de Zapatero en El Socialista. Primer aniversario de su elección como secretario general del PSOE. «Antes éramos el país que era puente entre los más desarrollados y los menos. Era un puente imaginativo, porque construía la unión y el concierto de Europa a través de la idea de la cohesión y hoy España no es ni puente, ni río por el que fluya ninguna idea.(...) Me parece decisivo que hubiese ese pacto por la convivencia, seguiremos insistiendo en ello, porque es muy duro asumir que, en los últimos años, han muerto en el Estrecho más de 3.000 personas».

15 de marzo de 2004. El ganador de las elecciones generales, José Luis Rodríguez Zapatero, ha adelantado hoy las que serán sus líneas a seguir en política exterior, centrándose en el eje mediterráneo y en mantener una «magnífica relación» con Marruecos. El futuro presidente del Gobierno español apuesta por cambios en política de inmigración, ya que es necesaria una política «más ordenada, donde la legalidad sea la norma y la irregularidad la excepción».

Febrero de 2005. El Reglamento de la Ley de Extranjería, aprobado por el Gobierno socialista, fija los mecanismos y requisitos para que los extranjeros pudieran residir y trabajar en España legalmente.

22 de noviembre 2005 . «Nunca antes hemos conocido este grado de cercanía». El consejero del rey de Marruecos Mohamed VI, André Azoulay, elogió ayer en Barcelona el «contrato de confianza» que se ha instalado entre España y el país magrebí. Azoulay defendió la Alianza de Civilizaciones y propuso a Europa crear con sus vecinos del sur un «espacio alternativo» al mundo «unipolar» de EE UU.

19 de mayo de 2006. El Consejo de Ministros aprueba el ‘Plan África’, que comprende el refuerzo de la presencia política e institucional española en el continente, el fomento de la cooperación con países africanos en la regulación de flujos migratorios o la participación española en el afianzamiento de la democracia, la paz y la seguridad en África.

24 de mayo de 2006. Zapatero auguró hoy una reducción en la llegada de inmigrantes ilegales y aseguró que se ha producido un ‘cambio cualitativo en la actitud y el compromiso’ de la UE con el problema de la inmigración, al tiempo que pronosticó que las medidas previstas conducirán a una ‘reducción sustancial’ de la presión que sufre Canarias.

13 de agosto de 2006. Mueren 28 inmigrantes, de hambre y sed, que se dirigían a Canarias. Los supervivientes denuncian que la Policía les obligó a dar la vuelta.

18 de agosto 2006. En los primeros 17 días de agosto, 4.227 ‘sin papeles’ han conseguido abordar el litoral español, lo que supone batir los récords de todos los meses de agosto de años anteriores. En 2001 y 2003, años en los que la mayoría de las mafias operaban en el Estrecho, lo lograron 3.632 y 3.665 ‘sin papeles’, respectivamente. Desde el comienzo de 2006, más de 17.000 personas han sido interceptadas.

19 agosto 2006

Modestia

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En una ocasión, al final de un debate en televisión, le pidieron a Karl Popper que resumiera, «en una sola frase», qué era lo que más necesitaba la sociedad. Y Popper, molesto con la ampulosidad de alguno de los invitados de aquella noche, fue contundente: «Lo que necesitamos es bastante más modestia intelectual».

No fue un arrebato, de todas formas. En el pensamiento político de Popper, es una constante esa inclinación hacia las palabras sencillas y los conceptos inteligibles. Esa simplicidad le llevó a «la teoría del optimismo racionalista», que consistía en la creencia de que «nadie que se enfrente a la verdad puede dejar de reconocerla». Es decir, lo contrario de lo que ocurre en política, cuyo principio básico consiste justamente en camuflar la realidad hasta hacerla irreconocible. Dos ejemplos actuales en los extremos del debate político: Macroeconomía y urbanismo.

Sobre el primero, fijémonos en los datos comparativos que, hace unas semanas, resaltaba en este periódico un catedrático de economía, Roberto Centeno: En el segundo trimestre de 2004, última etapa de gobierno del PP, las rentas salariales representaban el 48,21% del PIB; en el primer trimestre de 2006, a los dos años de Gobierno del PSOE, ésta cifra se ha reducido al 45,30%. «Es decir, que con Zapatero las rentas del trabajo han perdido casi tres puntos de PIB, una cifra enorme. Esto no ha ocurrido en ningún otro país de la UE», añadía el catedrático. A partir de esos datos, piensen en esas definiciones ideológicas del Zapatero. Como aquella de que «ser rojo y de izquierda es estar más cerca del corazón; mientras que ser de derechas es estar más cerca de la cartera».

Sobre lo segundo, un ejemplo de Sevilla. El actual alcalde, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, llegó al poder con la promesa de hacer un «urbanismo con rostro humano», en sustitución del urbanismo especulativo y «bajo sospecha» de los anteriores dirigentes andalucistas. Estas afirmaciones se hacían por unas recalificaciones de terreno que produjeron en las empresas afectadas unas plusvalías de 24 millones de euros. Pues bien, ahora acaba de cerrarse una recalificación en Sevilla que le va a proporcionar a la empresa Heineken unas plusvalías de 279 millones de euros. Sin embargo, el concejal de Urbanismo, ahora socialista, dice que, en este caso, la recalificación tiene «vertiente social y ciudadana», porque se enmarca dentro de «un modelo de urbanismo social y participativo».

Como verán, no se trata de defender a los andalucistas ni de poner ahora «bajo sospecha» a los socialistas; se trata simplemente de que no nos tomen el pelo. Modestia intelectual y racionalismo político. Es que no hay más en una sociedad democrática en la que ya son incuestionables los principios básicos del Estado de Derecho. Todo lo demás es mareo de perdiz. Y para colmo, insoportablemente engolado y pomposo.

18 agosto 2006

Estupidez


El periódico sensacionalista Bild publicó hace unos días una noticia de auténtico impacto. Por lo visto, un científico alemán ha estado probando en su laboratorio, con resultados excelentes hasta el momento, con una pastilla «anti-estupidez». ¿Se imaginan? Si se llega a comercializar la pastilla, seguro que tiene más éxito que el viagra. Es que no cabe la menor duda. Máscaras fuera, o sea. Será el momento de poder decirle a alguien abiertamente, «vamos a ver, que a usted lo que le hace falta es un tratamiento intensivo de pastillas contra la estupidez».

Imaginen, por ejemplo, el impacto de unas pastillas así en su ámbito profesional o familiar. Uno, que lleva años abominando de esas fiestas cursis del ‘amigo invisible’; uno que lleva años proponiendo sin éxito alguno que se transformen en fiestas del ‘enemigo invisible’, más productivas, eficaces y divertidas, encontraría en esas pastillas el regalo ideal, desde luego.

De todas formas, el mercado mayor que se le abriría al comercio de estas pastillas sería el político. Y no porque en la política el porcentaje de estupidez por metro cuadrado sea mayor que en el resto de la sociedad, que este sería otro debate interesante, sino por los efectos inmediatos del tratamiento. El científico Hans-Hilger Ropers, director del instituto Max-Planck de Genética Molecular de Berlín e inventor de la revolucionaria píldora, sostiene que ya está comprobado que «en ratones y moscas de la fruta somos capaces de eliminar la pérdida de memoria a corto plazo».

Si en los ratones y en las moscas de la fruta, que deben andar más o menos igual de genes que los humanos, ha funcionado el invento, por qué no iba a ser eficaz en este personal tan desmemoriado. ¿Acaso el mayor mal de la política no es el olvido sistemático de las promesas electorales? Pues ya está, solucionado. Pero, ¿qué decir de esa cantinela asfixiante que lleva a los partidos políticos a exigir cuando están en la oposición aquello que nunca aplicaron cuando estaban en el Gobierno? ¿Cómo afectaría a los nacionalistas, a los fundamentalistas, a los imbéciles sin más? Pero es que, sin ir tan lejos, ¿cuántas estupideces se oyen a diario en el circo político?

Ya hay dos cosas que deberían figurar en la puerta de entrada de todos los parlamentos. En mármol, la frase aquella de Ortega y Gasset, en su primera intervención como diputado en el Congreso: «Señorías, es de plena evidencia que hay sobre todo tres cosas que no podemos venir a hacer aquí, ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí». Y junto a la cita sublime de Ortega, un ujier con una mesilla repleta de cajas de esas pastillas.

Hans-Hilger Ropers puede revolucionarlo todo con su imprescindible invento, sí señor. En el diario Bild se ha bautizado el descubrimiento como «la primera pastilla del mundo contra la estupidez», y por aquí la estamos esperando ya ansiosos.

17 agosto 2006

Inquisidor



Lo mejor que le puede pasar a un narcotraficante, si algún día lo detiene la poli y lo manda al trullo, es que le toque en suerte un juez inquisidor. Y a los políticos trincones, lo mismo. En contra de lo que pueda parecer, la máxima garantía de inmunidad para los delincuentes es un juez que exprima la ley hasta convertir el proceso en una instrucción asfixiante. Un agobio continuo. Si le ocurre esto, es que al tipo le ha tocado la lotería: Con toda probabilidad, al final quedará libre, absuelto de toda culpa. Y el sumario de miles de folios, con todas sus pruebas y escuchas acumuladas, será anulado de la cruz a la raya. Se esfumará, pluff, como cenizas puestas al viento.

Es más, en varias ocasiones, cuando se contempla con cara de bobo la liberación de un tipejo de esos, que siempre van vestidos casi igual (acaso usan la misma marca de gomina y de sonrisa), se llega a pensar que la mejor forma de corromper a un juez sería pagarle para que le haga todas las putadas posibles durante la instrucción de su caso. En vez de un trato de favor, lo mejor es una instrucción inquisitorial. Esa sí que es garantía total de absolución. Y, después de una instrucción en la que el juez ha mostrado todo su odio contra el delincuente, ¿quién iba a culparlo de haber recibido un soborno, a pesar de que el delincuente quede en libertad sin cargos?

Todo esto, vamos a ver, no es más que ciencia ficción, y no daría más que para un relatito apañado de intrigas políticas, de esos que se publican en verano. No tiene ni nombre ni apellidos, no vayan a pensar. Lo único que ocurre es que son tantos, y tan significados, los procesos penales en España que acaban en nada por defectos en la instrucción, que esto acaba pareciendo un señuelo para maleantes y trincones.

En esto, además, la responsabilidad no está sólo en los tribunales, sino en la propia presión social de la que se rodea un proceso. Asuntos tan diversos como el ‘caso Arny’, los cafelitos de Juan Guerra, el maletín de los Ollero o la red de Filesa se vieron envueltos en su día en una espiral de indignación y en una presión mediática de tal magnitud, que, muy a su pesar, influyeron en que el proceso no se desarrollara con normalidad. Y ya ven cómo todos esos casos, por evidentes que nos parecieran las pruebas, al final se desinflaron y de ellos no queda ni el recuerdo.

Quiere decirse con todo esto, que, como la presión social y mediática es inevitable, lo que nos aconseja la experiencia acumulada en España es que debemos alejarnos de los jueces con vocación de ‘estrellas’ y de los procesos penales de apariencia inquisitorial, por mucho que el cuerpo pida marcha y la ira contra el delincuente se acumule en la saliva como un ataque de bilis. Mejor jueces tranquilos y fríos. Anónimos y rutinarios. Anotémoslo bien claro, que con el ‘caso Malaya’ y la ‘operación Karlos’ en marcha, todo es susceptible de empeorar. Ya lo dijo Murphy, el único autor de una ley incontestable.

15 agosto 2006

Curro



Aquel tipo de la publicidad, Curro, ¿se acuerdan? Sí, hombre, Curro…, ya saben, el que siempre estaba perdido en algún paraíso tropical, con un collar de flores al cuello y una piña colada en la mano. Eso es, el de aquella frasecita tan fastidiosa de «¿dónde esta Curro?» que se hizo famosa en España para demostrar que los lemas publicitarios más pesados y bobos son los que triunfan. Pues bien, aunque no trascendió entonces, ahora se puede afirmar que Curro era un alto cargo sindical. Por eso siempre estaba perdido en unas vacaciones que eran un chollazo. Curro, qué tío.
No se sabe bien si Curro estaba afiliado a la UGT o a Comisiones Obreras pero, para el caso, es lo mismo. Tanto una como otra son, además de sindicatos, agencias de viaje muy rentables para sus afiliados.

Vamos, que la sociedad española se divide, de hecho, en dos partes: los que pueden viajar casi de gañote gracias al sindicato y los torpes que se ven obligados a pagar cada año de su bolsillo las vacaciones a precio de mercado. ¿Disfruta usted este verano de unos días en la Costa del Sol, por ejemplo? ¿A cuánto le está costando la habitación? ¿Cincuenta euros al día o tal vez cien? ¿Más? Y seguro que sólo tiene el desayuno incluido. Pues bien, para un sindicalista, disponer de un chalé individual en Marbella, y en primera línea de playa, sólo le cuesta 24 euros al día. Y en ese precio va incluida la pensión completa.

En este plan, hasta dos mil plazas repartidas en distintas residencias por toda Andalucía, Cádiz, Aguadulce, Punta Umbría, Cazorla, Sierra Nevada. Las pagamos todos, pero como las gestiona la Junta de Andalucía, las disfrutan casi en exclusiva los sindicatos. ¿Cómo pude pretender nadie que, con estos chollos, algún dirigente sindical cuestione ninguna política del Gobierno andaluz? Vamos, hombre.

Vendrán ahora, obviamente, con la cantinela de que las residencias de tiempo libre son públicas y las puede solicitar todo el mundo, pero después de dos sentencias condenatorias, primero del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y posteriormente del propio Tribunal Supremo, ya sonaría a un cinismo insoportable. Dos sentencias condenatorias por el uso «indebido» de esas residencias de tiempo libre y por «el favoritismo» del que se benefician UGT y CCOO, que han venido gestionando hasta el setenta por ciento de las plazas.

En fin, lo dicho, que Curro era sindicalista. Estaba liberado en su empresa, pero cuando descubrió las residencias de tiempo libre, decidió perderse. Y como todo esto es así, tan descarado y tan vergonzante, no cabe mucho más que la indignación. Existen sesudos debates sobre el papel de los sindicatos, unos cuestionan su vigencia en la economía globalizada y otros polemizan sobre el abandono de la clase trabajadora. Pero todo esto es mucho más fácil. Despilfarro y caradura.

14 agosto 2006

Agosto

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Un viento de fuego recorre lentamente las aceras como el guardián de la calle. Soledad y silencio de agosto. Callan las tardes en los pueblos blancos del interior de Andalucía y se esconden las gentes, huyendo del aire abrasador. Pueblos de cal en los que nada se oye a esa hora salvo la retahíla lejana de un televisor. En un soportal, una ventana de madera entreabierta deja ver el pequeño salón de una vivienda. Los visillos blancos se mueven en oleadas, cuando les llega el aire del ventilador. Sobre el poyete, un hombre ha puesto a secar al sol un puñado de pipas de melón sobre un papel de estraza. Para después tostarlas y salarlas. Y comerlas con los vecinos en el portal, sentados al fresco del anochecer.

Soledad y silencio de una tarde de agosto. Dentro, casi en la oscuridad, dos ancianos, un hombre y una mujer, dormitan su siesta con el cotilleo podrido de un programa de televisión. Intimidades de famosos mezcladas con escándalos políticos. Sabíamos ya que esa mezcla de la prensa del corazón con la corrupción marbellí sería un cóctel explosivo, vomitivo. Irresistible. Periodismo del corazón –«que ni es periodismo ni tiene corazón»– escudriñando en los bajos instintos de la política, del fetiche. Desde hace ya varias semanas destripan el cadáver de Marbella. Cada tarde, cuando se abrasan las calles y sestea la vida. La podredumbre se ha convertido en rutina a esas horas.

Hasta la cárcel de Alhaurín de la Torre se han ido en busca de los presos, para que cuenten sus andanzas. ¿Les han dado condones a la entrada? ¿Reciben visitas? ¿Qué dicen en el patio? ¿Va a venir Isabel a un vis a vis? Y los presos, ya ves tú, que se buscan en la tele cada tarde, «aunque la mitad de lo que dicen es mentira». «Están apenaos. Este hombre tiene una depresión», cuentan de Julián, Roca y los otros, rodeados de micrófonos y expectación.

Saqueo marbellí. Una administración corrupta y un circo de prensa rosa; un ex alcalde camarero y una floclórica. Saqueo marbellí, primero político y ahora del corazón. Y Marbella, maltratada, se refleja en el espejo zafio de la chabacanería a la que la han conducido. Y tenía que ser en Andalucía, otra vez, sí, en Andalucía. Para seguir alimentando tópicos de frivolidad y picaresca. Sabíamos que cuando el morbo se mezclara con la corrupción política, ya nada lo podría detener. Y cada tarde, ésa es la imagen multiplicada.

Soledad y silencio de agosto. La podredumbre se ha convertido en rutina. Tras su ventana, aquel hombre ha descubierto indignado que unas hormigas negras habían desplegado su ejército sobre el papel de pipas de melón que había puesto a secar al sol. Y de repente, le ha parecido una metáfora de este doble saqueo de Marbella que cada tarde sigue por televisión.

12 agosto 2006

Definición

Había que esperar este momento. Tanto tiempo como estuvimos dándole vueltas al concepto, tantos catedráticos e historiadores escrutando significados y trazando comparativas, tantos estudios de afamados constitucionalistas intentando vaticinar las consecuencias futuras, tanto tiempo empleado no sirvió de nada porque era necesario aguardar a este día, al preciso instante en el que el nuevo estatuto de Cataluña ha entrado en vigor. Sólo ayer pudimos conocer el sentido exacto del término nación. Porque había que esperar a que el president Maragall aclarase el significado: Una nación es aquella que puede hacer lo que le de la gana.

No debe existir una definición menos académica y más precisa que esta que ha aportado Maragall en su celebración de la entrada en vigor del Estatut. Ése era el objetivo, la conquista ansiada, la que le permite a uno hacer lo que quiera. Y eso es lo que ha logrado Cataluña con el nuevo Estatuto, según Maragall. Por eso Cataluña ya no se parece a una autonomía, sino un estado. «Cataluña es de todos los territorios de Europa que no son estados, el que más se parece a un Estado» porque «puede hacer lo que quiera, en este momento».
En fin, que una vez más se agradece la sinceridad de Maragall porque es exactamente esto que ha confesado lo que muchos denunciaban, la evidencia que se se desmentía. Desde ayer, el Estado español es un mero invitado en cuestiones esenciales del gobierno en Cataluña. Ni más ni menos.

En adelante, además, a medida que el Estatuto de Cataluña se vaya plasmando en leyes, y que esas leyes se acomoden en reglamentos, será cuando se perciba con más nitidez que esta afirmación de Maragall significa, esencialmente, que se hace realidad en España la vieja aspiración de los nacionalismos catalán y vasco de romper la simetría del Estado de las autonomías.

Todo esto, verán, tendría incluso su lectura positiva si con el Estatut que ayer entró en vigor, España hubiese liquidado, al fin, el debate territorial que mantiene desde hace decenios, con especial relevancia en la Segunda República. Si se hubiera resuelto esa inercia cansina e injusta de tener que «conllevar el problema catalán», como dejó dicho Ortega y Gasett en las Cortes, al menos se hubiera superado esta esquizofrenia de que una de las naciones más antiguas de Europa siga con problemas internos de identidad. Pero no ha sido así, ya ven, y desde ayer el nacionalismo catalán tiene un nuevo reto: Lograr en la próxima oleada el Estatuto que aprobó el Parlament y que recortó el Congreso.

Con el Estatuto catalán no se rompe España, es verdad, pero tampoco se cierra ese debate, sino que se prolonga y se acerca más al abismo. Esa es la responsabilidad histórica que ha contraído el presidente Zapatero y los que, como Chaves, han conducido este debate con las cortas miras del interés de partido.

09 agosto 2006

Humano


El pregón aquel que Albert Boadella dio en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla la primavera pasada le ha servido de germen al director catalán para la nueva obra teatral de Els Joglars. Igual que hizo en Sevilla, la obra, aún por estrenar, consiste en un “duelo dialéctico” entre un torero, que defiende la fiesta de los toros con argumentos culturales, estéticos y sociales, y un toro, que se opone a las corridas con las tesis propias de las organizaciones antitaurinas. Ya saben.

Cuando Boadella fue invitado a dar el pregón de la Real Maestranza de Caballería, ya hicimos notar aquí la relevancia grande que tenía el hecho de que la institución más rancia de la Sevilla profunda cediese el protagonismo a un catalán vanguardista y rupturista como Boadella. Lo resumió bien Juan Pedro Domeq cuando dijo que la democracia consistía justamente en eso, “que un aristócrata cristiano como yo presente con toda su admiración a un rojo agnóstico como Boadella”. Ese ejemplo de normalidad y progreso que ofrecieron los más rancios del lugar se constituía entonces como un símbolo de la racionalidad perdida en España. Y se comprendía muy bien a la inversa: En Cataluña, sería imposible pensar en una invitación así por parte de los rancios nacionalistas del lugar.

Si ahora ha decidido Boadella trasladar su pregón de la Maestranza sevillana hasta los escenarios es porque ha llegado a la conclusión de que el debate sobre la fiesta de los toros va mucho más allá de la defensa de los animales. Que de lo que verdad se trata es de dinamitar las señas de identidad culturales que siguen siendo comunes a todos los españoles. “Los toros es una mera excusa, se trata de poner una pica en Flandes”, afirma Boadella, como lidiando. Y lo remata con un par de banderillas de hastío: “Me interesan más los toros que Cataluña”.

Racionalidad y hartazgo. Sólo con esos dos elementos se construye hoy un discurso político que está más cerca del interés ciudadano que la mayoría de las cuestiones que defiende los partidos políticos de la actualidad, aunque ya hemos visto en la experiencia de Ciudadanos de Cataluña cómo la espesa atmósfera política hace imposible que triunfe cualquier idea al respecto.

De todas formas, no perdamos la esperanza. Los partidos andaluces, que andan embarcados en el camelo de la reforma del Estatuto, podrían, por ejemplo, atender algunos de los principios que nos dejó en herencia Blas Infante, la piedra angular sobre la que se ha construido el andalucismo. “Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano”, dijo Infante como reflejo claro de que lo que le movía a la autonomía andaluza era la desigualdad, la injusticia, el subdesarrollo. En la espiral tan absurda en la que estamos, o sea, todo eso, el interés humano y la racionalidad humana, parece que ha pasado a un segundo plano.

08 agosto 2006

Milicianos


El verano se ha destapado con una propensión grande por las mesas petitorias de firmas solidarias. Los dos acontecimientos internacionales del momento, el conflicto de Oriente Próximo y la enfermedad de Fidel Castro, han activado a los activistas y no debe quedar ya ciudad en la que en algún muro desconchado no se haya inscrito una pintada a favor de Cuba, a favor de Líbano y siempre en contra de los Estados Unidos. Aquí abajo, como la dulce empanada de Al Andalus parece tener más vitalidad y como el PSOE ya se decidió por el fetiche al principio del conflicto, la propensión es aún mayor.

Y lo mismo que a los atentados en Irak los llamamos «acciones de la insurgencia», a los comandos terroristas de Hizbulá se les llama «milicianos». Ojo al perfil de Hizbulá que se ha publicado en la ‘prensa amiga’: «Tienen fé en su religión, pero también en que luchan por una causa justa. De ahí su entrega, su disciplina y la admiración y el respeto que despiertan». Y añadía la declaración de uno de los jefes de Hizbulá: «No nos gusta matar. Miramos a todo el mundo como hermanos». ¿Aceptaría alguien que se llame milicianos a los etarras? ¿Sólo son terroristas los que nos afectan a nosotros?

En fin, que una vez más todo esto no pasaría de la anécdota si no implicara una ceguera importante ante los acontecimientos y un desnorte esencial sobre el lado del conflicto en el que nos encontramos. Decía Serafín Fanjul en «El Mito de las Tres Culturas» que «los lamentables conflictos interreligiosos que asolan Oriente Próximo (...) encuentran un señero precedente en Al Andalus, donde no sólo los cristianos, sino también los judíos, padecían marginación y persecuciones». Quiere decirse que, en vez de vender esa melaza incierta de la convivencia histórica de las Tres Culturas, la mejor contribución del antiguo Al Andalus sería la reafirmación en los valores de occidente, resumidos en la libertad, los derechos humanos y la democracia.

Antes que el Estado se preocupe de los deberes religiosos de los presos islamistas, mejor sería que vigilase que no anide aquí la semilla del fundamentalismo. Un ejemplo tonto. El portal español de Islam ha pedido opinión a sus fieles sobre la guerra de Líbano. «¿Quién crees que ha provocado primero en el actual conflicto de Israel y Líbano?» Para pasmo general, los musulmanes españoles, que se definen así mismos como representantes de un Islam abierto y democrático, sostienen, en un 55 por ciento, «que la mera existencia de Israel ya es una provocación».

Hay muchísimos musulmanes, en España y fuera de aquí, que no piensan así, claro, pero, de acuerdo a los prejuicios anteriores, el problema no es que confundamos a la mayoría con la minoría, sino al revés. Que amparemos a una minoría salvaje con el buenismo de la historia y con este falso multiculturialismo. ¿O es que usted no se inquieta ante estas encuestas que incluye como motivo de guerra «la mera existencia»?

07 agosto 2006

Fuensanta


Fuensanta es un símbolo, un monumento, un ejemplo. El exponente mejor. Fuensanta es una alegoría, la parábola de lo que nos está pasando. Fuensanta es una pequeña población de Jaén, con poco más de tres mil habitantes, que hoy es noticia porque su alcalde se ha gastado diecisiete mil euros en teléfono. La ecuación es lineal. Si en un pequeño municipio de Jaén el alcalde tiene cuatro móviles (uno para su uso, dos para el cajón de su despacho y otro para su señora) a costa de los impuestos de sus vecinos, qué pensar de lo qué está sucediendo, de lo que estamos sufragando. Fuensanta, en su pequeñez, es la demostración palpable, visible, del despilfarro cotidiano del dinero público en España.

En Fuensanta, como no existen las grandes partidas presupuestarias ni los entramados de sociedades municipales, que son como agujeros negros de la contabilidad; como no existen los gabinetes de asesores ni los enchufes distribuidos por cuotas de partido; como todo es más sencillo y más transparente, por eso, ese alcalde socialista que ha repartido catorce móviles de gañote por el ayuntamiento es hoy símbolo de lo que no puede ser. De lo que no puede seguir siendo. Piensa uno en Fuensanta y lo multiplica por tantos otros ayuntamientos, por las diputaciones provinciales y las mancomunidades comarcales, por los parlamentos autonómicos y los gobiernos regionales, por las instituciones del Estado y los eurodiputados... Que no, o sea. Que el problema no es Fuensanta, el problema es el concepto de cargo público.

Que en España la clase política es demasiado alegre con el dinero público. Y un cargo cualquiera no quiere dar ejemplo a sus vecinos, sino envidia. Por eso el alcalde de Fuensanta le ha dado un móvil a su señora. Y ella, alegre con sus vecinas, ya ves tú, porque si quieres llamar, hija, no tiene más que decírmelo, que yo te presto el móvil del ayuntamiento, que no seas tonta, que así no te cuesta nada, que pague el ayuntamiento, que me lo ha dicho mi marido. Los teléfonos de Fuensanta son los coches oficiales que a diario van al supermercado y a recoger a los niños del colegio, son los gastos de restaurante y las dietas. Fuensanta es nuestro desvarío. En su pueblo y en el mío.

Y decía el otro día el presidente de la gestora de Marbella que el problema de la corrupción del urbanismo es la falta de financiación de los ayuntamientos. Y no, claro. Porque nadie se corrompe, mucho menos en Marbella, por financiar mejor los servicios públicos de transporte o por construir más ambulatorios y colegios. Los ayuntamientos, es verdad, tienen pendiente desde hace treinta años un reparto equilibrado de las finanzas públicas, pero no es ésa la razón de las corruptelas y el despilfarro. La génesis del corrupto no hace falta aclararla. Y en el despilfarro, el problema es el ego institucional. Que no parece existir la dignidad política si no existe abuso.

04 agosto 2006

Coma

Un hombre ha entrado en coma irreversible y en el limbo en el que se encuentre ahora se han desvanecido las esperanzas de muchos miles que ni siquiera lo conocían. Porque todos son iguales y tienen los mismos problemas. Porque quien ha entrado en coma ha sido un profesor de Secundaria de un centro público. Porque ingresó medio moribundo en el hospital a consecuencia, al parecer, de la paliza de un alumno. Porque su único problema fue que aceptó instruir el expediente de expulsión de ese alumno. Porque el profesor vivía atemorizado desde hace mucho por el ambiente de violencia que soportaba a diario en el instituto. Porque ya otra vez le rompieron tres costillas, pero le contó a su familia que se había caído para no preocuparla. Porque desde hacía ya varios meses le confesaba a sus amigos y hermanos que tenía miedo de salir a la calle y de quedarse solo. Porque ese profesor de instituto que ha entrado en coma irreversible es de Valencia pero la enfermedad de la que ha sido víctima es una pandemia que se extiende sin que nadie sepa remediarlo. Cuando los médicos lo tumbaron en la camilla de una ambulancia, camino de la sala de operaciones, sólo pronunció una palabra: el nombre del alumno al que quiso expulsar.

Ha sido en Valencia, y no debe escaparse que allí quien gobierna, en la comunidad y en la capital, es el Partido Popular. Es preciso detenerse un momento en esa peculiaridad para destacar una vez más el sinsentido de que en España no haya existido jamás consenso político en la Educación. Es preciso reparar en este detalle porque la violencia escolar no es un problema generado ni por el Partido Popular ni por el PSOE, pero es evidente que ambos han fracasado en lo elemental. Diagnosticar problemas comunes y aplicar medidas eficaces. O, al menos, realistas.

¿Cuántas veces se ha negado en Andalucía la mera existencia de violencia en las aulas? ¿Cuántas veces se ha protegido al agresor frente a las protestas de los profesores? ¿Cuánto se ha agravado el problema durante los años que se ha negado? En el último informe de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia, se hablaba ya de «un salto cualitativo» en la violencia de la aulas, por la proliferación de «los casos de matonismo escolar, en terminología acuñada por esa Fiscalía General del Estado, que aparecen con demasiada frecuencia y con especial intensidad». Y añadía más adelante que, un año más, ha vuelto a producirse un descenso en la edad de los menores agresores.

Cada vez más jóvenes, cada vez más violentos y, acaso, cada vez más impunes. En Andalucía, en el curso pasado, se registró una media de tres casos de violencia escolar cada día. Pero llegará septiembre y la consejera de Educación pondrá en marcha un «observatorio específico» y aplicará su «Plan para una Cultura de Paz y No Violencia». Matonismo escolar. Decididamente, caminamos hacia el coma.

03 agosto 2006

Gitanos


A partir del próximo curso, los guardias civiles que se instruyan en la academia de Jaén tendrán una nueva ‘asignatura’ en su periodo de instrucción. «¿Los orígenes del terrorismo fundamentalista?» Frío, frío. «¿Las nuevas modalidades de criminalidad en Internet?» Frío, frío. «¡Ya está!: La especulación urbanística y la financiación ilegal de los partidos políticos». Helado. La novedad del nuevo curso de la Guardia Civil es que, a partir de octubre, los más de cuatro mil alumnos del cuerpo recibirán clases específicas para «la superación de viejos clichés relacionados con la etnia gitana».

Con esa formalidad patética con la que se envuelven estos actos de revisión histórica, hace un par de días el director general de la Guardia Civil, Joan Mesquida, se reunió con una de las cientos de asociaciones de ayuda a la raza gitana, y declaró con la emoción cogida a la garganta: «Declaramos solemnemente derogada la Cartilla de la Guardia Civil del año 1845». Y para simbolizar la nueva etapa, la presidenta de la asociación gitana, que lleva por nombre el muy sugerente de Yerba-Buena, cogió unas cuartillas y las partió. Ras, ras, ras. Qué alivio tan grande debe sentirse cuando se solucionan los problemas de hace ciento sesenta y un años.
En fin, que, por fortuna, la realidad es muy distinta a la que se puede deducir de esos cursos. Hoy, ni los gitanos son un problema en la Guardia Civil ni la Guardia Civil es un problema para los gitanos. No recuerdo, en democracia, ningún escándalo o denuncia de gitanos por racismo contra la Guardia Civil.

En la actualidad, más del 65% de los gitanos pertenecen a las clases medias de la sociedad, según los porcentajes que barajan las propias asociaciones gitanas. El tercio de gitanos que vive en chabolas o en el submundo del extrarradio de las ciudades es el auténtico problema de esa etnia, una vergüenza sobre la que se han esparcido cientos de millones sin resultado alguno. Es más, con la disculpa de la raza gitana, lo que viene ocurriendo es que se consolidan situaciones de abuso en ese colectivo minoritario de los gitanos, que nada tiene que ver ni con la cultura, ni conla etnia, ni con el respeto a las diferencias. Tiene que ver con la delincuencia, la explotación de los menores, la vejación de la mujer…

Esos son los problemas del pueblo gitano. Y lo grave de esa chorrada de la Guardia Civil es que contribuye a seguir dándole vueltas, sin atajarlo. En la cartilla aquella de 1845 lo que se decía es que «como esta gente –los gitanos- no tiene en lo general residencia fija; y después de hacer un robo de caballerías, u otra especie, se trasladan de un punto a otro en que sean desconocidos, conviene mucho tomar de ellos todas estas noticias». Ya puestos, que revisen también el romancero gitano de Lorca. «Huye luna, luna, luna./Si vinieran los gitanos,/ harían con tu corazón/ collares y anillos blancos». ¿Lo rompemos?

02 agosto 2006

Excusas

¿Y si ha sido una provocación? Los jueces, vamos a ver, también tienen sus puntos flacos de falta de voluntad o servilismo, pero pensemos bien y concluyamos que la sentencia del ‘caso Ollero’ hay que interpretarla en una clave distinta. Pensemos que si es tan desquiciada es de forma premeditada, una provocación, o sea, por las dosis acumulada de bilis. «Fagamos una sentencia tal que los siglos venideros se percaten de que realmente estamos todos locos».

Bilis por la desautorización de la Audiencia de Sevilla, a la que el Tribunal Supremo ha atado de pies y manos con la anulación de las escuchas telefónicas. Bilis por la encrucijada en la que las defensas han colocado este caso y bilis por la hipocresía de la clase política, que como queda dicho nunca se ha tomado en serio la regulación de las escuchas.

Entenderán que, en esa maraña de trabas, cinismo y argucias, es como si los jueces sevillanos, los mismos que condenaron el tráfico de influencias en el caso Ollero, se hubieran puesto ahora en jarra: «¿Con que con esas andamos? Pues toma ya absoluciones». Y el caso más flagrante de corrupción ha desparecido de repente, dejando embobado al personal. Como si hubiera pasado por allí David Copperfiel. ¡Alejoop!

Quiere decirse, en suma, que si esa misma Audiencia, a pesar de la anulación de las escuchas telefónicas, hubiera querido agarrarse a otras pruebas, lo podría haber hecho. Como ha ocurrido en otras sentencias con anulación de escuchas. Tengamos claro de una vez que la invalidez judicial de las escuchas telefónicas del caso Ollero no supone que no existieran. Entre otras cosas, porque nadie lo ha negado.

Tengamos claro que existían numerosos documentos en los que podría haberse sustentado la acusación de tráfico de influencias, como ha hecho el Ministerio Fiscal, y que la montaña de pruebas indiciarias es abrumadora. Tengamos claro, en fin, antes de volvernos gilipuertas, que la declaración del maletín como «cosa sin dueño» no supone que no existiera el pago de la comisión.
Todo lo demás, como esa barbaridad de que exijan disculpas aquellos que deberían callar y pedir perdón, no pasa del terreno del exabrupto. Con esa prepotencia de siempre, se ven con la legitimidad de orinar sobre la razón. Como el secretario de organización de Chaves, quien ha exigido, nada menos, que se le pidan excusas al PSOE por el caso Ollero.

¿Excusas? Pero si las hemerotecas están llenas de declaraciones exculpatorias de los dirigentes socialistas, que no se cansaron de repetir que todo era obra de pillos y corruptos que nada tenían que ver con las finanzas del PSOE. Si de eso se trata, de pedir excusas, que empiece Chaves y restituya en su puesto de director general de Carreteras, al que cesó por el escándalo. Y que, en un acto público, devuelva a su hermano (al de Ollero, quiero decir) el maletín con la tela. ¿Excusas? Venga ya.

01 agosto 2006

Con un par


Tienen razón los Ollero, cuando ayer, tras recibir la sentencia absolutoria, declararon henchidos que «la Justicia ha puesto las cosas en su sitio». En España, parece que el estado natural de estas corruptelas políticas es la impunidad. Ése es su sitio. Y ahí es donde ha llegado al fin el caso Ollero, a la absolución general. Urbi et orbi. Sí señor. Hasta yo mismo estoy dispuesto a rendirles tributo con una canción de homenaje como la que le escribió Joaquín Sabina al Dioni. Con un par, tíos, así se hace. La misma letra, la misma canción, pero cambiando a los protagonistas. «¡Ay! Ollero,/ fue total lo del maletín, sin un mal tiro,/ trincar el pastón y pegarse el piro./ La de noches que he dedicado yo/ a planear un golpe como el que diste tu/. Con un par».

Porque, vamos a ver, también en esto hay clases, que no todo el mundo es igual. Y una cosa es que, como queda dicho, la política española haya acuñado la impunidad como moneda de curso común, y otra cosa muy distinta es que el presunto corrupto quede, no sólo absuelto de toda culpa, sino con la arrogancia impresionante de solicitar que le devuelvan el maletín de las comisiones. Esto es lo que no se había visto nunca.

Conste, además, que Ollero tiene razón en su exigencia, por insultante que pueda parecer. Si los jueces han anulado todas las pruebas que existían, si en todos estos años de democracia los legisladores no han sido capaces aún de impedir la argucia legal de recurrir las escuchas telefónicas en las investigaciones, lo normal es que le devuelvan ahora el dinero. Si no hay delito en el cobro de aquella comisión, el maletín les corresponde en derecho a quienes lo portaban. Incluso, de paso, los Ollero podrían hacernos a todos un favor, repasar algunos de los documentos del sumario y efectuar el reparto de acuerdo a lo establecido. Y ya que durante el proceso se han acogido a su derecho constitucional a no prestar declaración, que nos cuenten ahora cómo era el reparto.

Tienen razón los Ollero, y sólo nos queda el agradecimiento por la rica literatura jurídica que ha producido su caso. De la detención in fraganti con el dinero a la rocambolesca definición del maletín como «cosa que no tiene dueño». Sublime, ya digo. Ahí va el sombrero para las defensas.

Y para los demás, nada, acaso el consuelo de una canción con humor. Sabina, al loro, tío, que aquí hay material para un disco. Que sí, tronco, y se la cantamos todos a coro, sobre todo los polis que se pegaron días y noches sin dormir investigando aquella trama de comisiones ilegales, que ahora resulta que ni son comisiones ni son ilegales. La cara de panolis que se les habrá quedado a los policías... Por eso uno, que los admira y los respeta, les aconseja que, en vez de frustrarse, canten a coro la canción. «Ay! Ollero,/ fue total lo del maletín, sin un mal tiro,/ trincar el pastón y pegarse el piro./ Con un par».