El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 diciembre 2005

Estampa


No habían dado aún las doce, cuando el aullido de un perro retumbó entre los pinares con el estampido de un eco herido. Aullaba un perro en la noche oscura y aquel grito animal se helaba en el aire como una escarcha temprana. No habían dado aún las doce, no, ni en los pinares ni en las casas blancas de Moguer, donde el bullicio esperaba con un puñado de uvas en las manos la llegada de un nuevo año. Se oyen voces. Explota la música. Llegan las doce. Y ya no se oye al perro que ladra dolorido.

Noche de fin de año en Moguer y, bajo una inmensidad de plástico, los campos de fresas aguardan a que llegue el alba para cubrirse de flores blancas. Escondidos. Como los inmigrantes marroquíes que comienzan a llegar y se refugian en chabolas de madera y plástico. Escondidos, que ya pasa por los caminos un land rover de la Guardia Civil pidiendo papeles a los indocumentados. Hacen una fogata con ramas secas de eucalipto y pino, y se sientan alrededor esperando que pase la noche. Y que se abran muchas flores blancas y un empresario los contrate después para recoger las fresas. Para ser como los otros, los que llegaron antes y ya tienen papeles. Y esta noche entran en los bares para sumarse al fin de año. «A ver, señor árabe, y usted qué va a tomar», le dice el camarero.

Que la marginación es el mejor aliado del racismo. Que es la marginación el mayor enemigo de la integración. Y la marginación es el principal resultado de la demagogia. Y la excusa en la que anida el fanatismo. La única alianza de civilizaciones que buscan estos hombres, que vagan esta noche por los campos como presos fugados de la cárcel de su propia historia, es la alianza de un trabajo. Y llegarán por cientos en las primeras semanas del nuevo año, como el año pasado y el anterior. Y nadie lo podrá controlar.

Qué diría Juan Ramón si viviera. Cómo dibujaría esta noche de fin de año. Vería, sí, que Moguer, a lo lejos, sigue pareciendo, como lo dibujó entonces, una hogaza de pan blanco. Y que en el centro emerge solemne la Iglesia, de piedra dorada por los focos que la rescatan de la noche. «La torre de Moguer de cerca, parece una Giralda vista de lejos», dijo Juan Ramón. ¿Qué diría de los campos vestidos de plástico? ¿Qué de los inmigrantes?

Se acerca la mañana. Los inmigrantes avivarán el fuego y se irán a buscar algún trabajo en el tajo, para cuando llegue la recogida de la fresa. Y unos niños saldrán a jugar por un camino sembrado de serpentinas y confetis. Sobre la pared de un cortijo, un agricultor descubrirá un perro muerto durante la noche. «Lo han envenenado, estaba rabioso», dice. Allí está el perro, con la boca abierta, congelada en el último aullido de su agonía. Si viviera Juan Ramón, quizá vería en ese perro la estampa de un año que murió envenenado de su propia rabia.


(Este artículo se publicó en El Mundo de Andalucía el uno de enero de 2005. Hoy, doce meses después, la misma escena se repite. Dos reflexiones al respecto. La primera es que la estampa de entonces, su pervivencia, se ofrece de nuevo en este fin de año como la foto de un tiempo detenido, de una vida que se repite. Problemas que sólo se superan con el olvido; no porque hayan encontrado una solución. La segunda reflexión es que yo mismo, quizá todos, también buscamos la reiteración en estas fechas. Quizá para encontrarnos, para que la tradición y la rutina nos acomode durante el tránsito, breve e inquietante, que nos lleva de un año a otro.
A todos, Feliz 2006)

Información de la foto.

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27 diciembre 2005

Verdiblanca



Carlos Cano se muere todos los años por estas fechas. Tenía la lengua verde, el corazón rojo y el alma blanca. La esperanza era negra. Como su voz, negro dulzor del caribe. Melaza de monjas. Nunca había pensado en el color de la música hasta que Carlos Cano dijo una vez que la voz de Amalia Rodrígues era negra. La oyó en Portugal y se enamoró para siempre. Se quedó atrapado en la tela de araña de aquella voz, varado en las aguas tibias de un fado. Entonces compuso María la Portuguesa. Que también nace y muere en el infinito de todas las canciones.

Todos los años, por diciembre, Carlos Cano nos mira otra vez, desde su gran altura, con esos ojos achinados, tristes y alegres, el pelo negro y rizado, y hace que sintamos vergüenza de andaluces. Se acaba el año y Carlos Cano coge el micrófono para negarse otra vez a cantar la ‘Verdiblanca’. “Yo no canto canciones de esperanza para un pueblo que no tiene ganas de soñar”. Esperanza negra, lengua verde. Carlos Cano, proscrito de sus propios sueños, se sigue rebelando en la memoria. En cada libro, en cada recuerdo. Carlos Cano, maldito en su tierra, víctima de gente miserable que le negó el pan hasta su último aliento. “Que no se olvide que Carlos Cano estuvo vetado en Andalucía. Ese veto desaparece cuando se creen que se va a morir, en 1995. Entonces se abren todas las puertas, pero el reconocimiento definitivo le llega después de su muerte, con el nombramiento de Hijo predilecto de Andalucía”, recuerda Diego de los Santos, que acaba de publicar en Almuzara un libro biográfico con la memoria de tantos años juntos.

Esa es la miseria de esta autonomía. Carlos Cano le cantó al PSOE todopoderoso de los ochenta con la guasa de una chirigota, “ay, Felipe de la OTAN, cataflota, verigüé, llegarás a gran torero como Cervantes y Gregory Peck", y la consigna se extendió por todos los rincones. A Carlos Cano, ni agua. No fue hasta los albores del 2000 cuando la Junta se acordó de él. Lo llamó Chaves para proponerle que participara en uno de sus foros. Carlos Cano lo rechazó con una carta que no llegó a publicar. “¿Por qué ahora? Lo primero que encuentro a bote pronto es que en Madrid ya no gobierna el PSOE (…) Recuerdo la cantidad de palos, de heridas (…) y hoy recibo la llamada del presidente Chaves para colaborar en tal proyecto. (…) Y en este marco, se pretende que unos llamados intelectuales, con más tiros que un águila culebrera, nos lo creamos…”

Juanjo Téllez recuerda en su libro que a Carlos Cano le gustaban unos versos de Bukowsky: “Yo nací para eso. Nací para robar rosas en la avenida de la muerte”. Todos los años por diciembre, se muere Carlos Cano. Y luego vuelve a nacer. Con su lengua verde y su alma blanca. El corazón rojo y la esperanza negra.

24 diciembre 2005

Navidad




"El amor es la más barata de las religiones". Lo dijo Cesare Pavese. Dejó la inscripción en su diario, la portentosa obra El Oficio de Vivir, un día de diciembre de 1939, cerca de la Navidad, y hoy esa misma certeza nos devuelve otra vez a lo elemental. También lo cantaron los Beatles, todo lo que necesitas es amor. All you need is Love.
La cita de Pavese es la que he utilizado estos días para felicitar la Navidad y esta foto la hice en Francia, en los jardines de uno de los castillos del Valle del Loira. Me senté un rato en uno de aquellos bancos y me quedé contemplando, como ahora, ese paisaje sereno. Todo lo que necesitas es amor, sí. Al menos, eso, claro. Porque el amor, como dice Pavese, es la más barata de las religiones, pero también es la más universal. Y es, en cualquier caso, el mensaje esencial que transmite la Navidad, que transmite el cristianismo. No hay cosa más patética que contemplar estos días el equilibrio de algunos por felicitar las fiestas navideñas pero sin incluir la palabra Navidad ni ninguna referencia o imagen religiosa. Patético. En fin, que con ese amor, Feliz Navidad.

(Esta foto, por cierto, es una de las que suelo utilizar como fondo de escritorio. No queda mal.)

23 diciembre 2005

Censores


El proyecto de Estatut de Cataluña aprobado por el Parlament es un cúmulo tan abrumador de desmesuras que, sea cual sea el recorte final que se haga en el Congreso de los Diputados, afectará de forma sensible al prestigio de la clase política española, en general, y al crédito de las autonomías, en particular.

Lo primero, el prestigio de la clase política, se puede ver afectado si, al final, después de tantos meses de tiras y aflojas, de amenazas y soberbia, de boicot y de cabreo en toda España, se descubre, como se sostiene ya en Cataluña, que el acuerdo al que han llegado el presidente Zapatero y el líder de CiU, Artur Más, consiste, simplemente, en retirar el Estatut del Congreso y convocar nuevas elecciones en Cataluña. ¿Con qué objetivo? Uno doble. Por un lado, el PSOE fuerza a Maragall a dejar la política y, tras las nuevas elecciones, le abre paso a un pacto de gobierno con Convergencia en Cataluña. Si el final fuera ése, el problema mayor es que, en adelante, lo complicado va a ser que alguien se tome en serio a cualquiera de los protagonistas de esa extravagancia. Entre otras cosas, porque eso mismo se podría haber hecho hace dos años.

De todas formas, incluso ante salidas tan imprevisibles como la anterior, el resultado peor de esta oleada de reformas es que va a degenerar en un aumento considerable de los abusos autonómicos. El Estado de las autonomías, que tan buenos resultados ha proporcionado en algunos campos y, sobre todo, en algunas autonomías, gracias a la descentralización, ha potenciado paralelamente una vis política tan antigua como el poder, el cacique autonómico. El tirano local.

Si se fijan, de lo que muy pocos dirigentes autonómicos protestan es de aquellos artículos del proyecto catalán que suponen un claro recorte de libertades. Como las reformas judiciales, que aumentarán la politización de los tribunales autonómicos, o de esa barbaridad llamada Consejo Audiovisual, nuevo tribunal censor de las autonomías. Al presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía, Manuel Angel Vázquez Medel, por ejemplo, le ha faltado tiempo para decir que, también aquí le corresponde a él «velar por el cumplimiento de los principios constitucionales y estatutarios, en especial los referentes a pluralismo político, social, religioso, cultural, de objetividad y veracidad informativa».

El trayecto que lleva a un tipo de la nada con sifón a un cargo público a dedo y de ahí a creerse juez omnímodo de todos los mortales es cada vez más corto. Ya ven. Todos mis respetos para Vázquez Medel, pero que me disculpe si no le reconozco, ni ahora ni en adelante, en esa función de dictar qué es o no constitucional, qué es o no objetivo y qué es verdad o mentira. A ver qué dice ahora las asociaciones de la prensa andaluzas y, sobre todo, a ver qué dicen otros miembros del Consejo Audiovisual sobre los que tengo el mejor de los criterios.

22 diciembre 2005

Normalidad


La detención de un grupo de islamistas radicales en Málaga y Sevilla ha retumbado en la calle con el eco de ocasiones anteriores. “Estamos muy sorprendidos, eran gente normal y corriente”, dicen los vecinos. Imaginamos que los terroristas van por la vida con una mirada asesina, mal afeitados y el cañón de una metralleta asomando por debajo de la gabardina. Y no es así, claro. Ocurre, sin embargo, que no anda descaminado el personal cuando se alarma por esta normalidad: ése es precisamente el escalofrío que ha recorrido Europa tras los últimos atentados del terrorismo fundamentalista islámico; que gente corriente, teóricamente integrada en la sociedad, acaba convirtiéndose en terroristas suicidas. ¿Cómo es posible?

Aunque las lecciones de esta naturaleza tardan demasiado tiempo en asumirse, el caso es que, por lo que llevamos visto, ya deberíamos tener claro que la tolerancia de las sociedades desarrolladas, su régimen de derechos y libertades, la tendencia a verlo todo con normalidad democrática, son armas eficaces en manos de estas organizaciones terroristas. Como el anuncio aquel que apareció hace unos meses en un diario árabe que se publica en Londres, en la sección de anuncios por palabras: “Se buscan partidarios de la red terrorista Al Qaeda. Plazas vacantes en la preproducción de los comunicados y los montajes de video destinados a la red de redes". Así, con normalidad.

No es ninguna coña, el diario en cuestión es el “Al Sarq al Awsat,” financiado con capital saudí, y se difunde como uno más en la capital británica. Vamos, es que uno de los directivos de ese diario incluso salió en defensa de derecho de los anunciantes a publicar aquella ‘oferta de trabajo’ al entender que “todo musulmán debe saber que su vida dejó de ser suya el mismo día que su nación islámica fue invadida y violada. Nada debe hace olvidar eso”.

Curiosamente, en ese mismo diario británico se encuentran artículos dedicados a la pérdida de Al Andalus, el paraíso eterno, el reino soñado, y en alguno de ellos hasta se concluye que el triunfo de los Reyes Católicos se debió a que se habían apartado del camino de la perfección islámica para entregarse a los placeres mundanos. “Al Andalus fue derrotada porque los andalusíes se dedicaron a las cosas poco espirituales como el arte, la música y la poesía”. Lo mismo hizo Osama bin Laden, que comparó la tragedia de Al Andalus con la de Palestina en uno de sus primeros comunicados de internet tras el atentado de las Torres Gemelas.

A partir de estas evidencias fundamentalistas, ¿tenemos que alarmarnos ante el hecho de que Andalucía se haya convertido en cita habitual de las redadas policiales contra las redes del terrorismo islámico? Ni alarmas ni cegueras, ni espanto ni falsa confianza. Las cosas por su nombre y la certeza clara del peligro. Vigilantes y celosos. Que la falsa ensoñación multicultural de Al Andalus no nos engañe con el disfraz de la normalidad.

20 diciembre 2005

Eurobartola


La plácida trayectoria de expansión de la Unión Europea planeada por los dirigentes políticos ha comenzado a descarrilar este año de 2005, a pesar de último acuerdo presupuestario in extremis, por el choque de trenes de dos egoísmos encontrados. El de los ricos euro-escépticos, como el Reino Unido, y el de los ricos-subvencionados, como Francia. Y se ofrecen análisis variados sobre la responsabilidad de ambos en la crisis y sobre sus pugnas de liderazgo, pero lo que se echa de menos aquí es un debate sobre nosotros mismos. ¿Dónde estamos y qué queremos de Europa, más allá de las proclamas huecas?

Por lo que llevamos visto, España juega en Europa un papel secundario que a uno le recuerda mucho al que se le asigna a Andalucía dentro del propio territorio español. Quiere decirse que la posición española es tan previsible como carente de principios teóricos o ideológicos, porque de lo que se trata, a lo que se reduce todo, es a intentar mantener las ayudas durante el máximo tiempo posible.
Y después de 20 años recibiendo subvenciones, lo que nadie puede pretender sin, al menos, sonrojarse un poco es que se eternice aquí el status de hermano pobre. Por ejemplo: ¿Puede seguir Andalucía con ese cartel de subdesarrollo mientras en las carreteras de Huelva el arcén se llena cada mediodía de las inmigrantes polacas que acuden a los campos de fresas?

Desde el principio de esta historia, se vio claro que el gran peligro que tienen las subvenciones europeas, acrecentado en Andalucía por el proteccionismo de la Política Agraria Común que tanto defiende Francia, es que la sociedad, en vez de progresar, se acomode en la cultura de la subvención. Para qué cultivar, para qué esforzarse, si es más rentable tramitar sólo la subvención.El problema está en las consecuencias. ¿Cuánto de artificial tiene el desarrollo andaluz? ¿Ha crecido el tejido productivo gracias a los fondos de desarrollo regional? ¿Qué impacto puede tener en la economía andaluza el recorte de las ayudas en 2007?

El Gobierno de la nación ya elaboró hace meses un informe, que elevó a Bruselas, en el que alertaba del impacto que supondrá en España, y lo cifraba en cientos de miles de puestos de trabajo.Y La Caixa estimó que el PIB caerá un dos por ciento.
¿Ha previsto alguien qué puede ocurrir aquí? No, claro, porque de lo que se trata, sencillamente, es de lograr que nada cambie.Hay un anuncio de la Caja San Fernando que sintetiza bien esa conciencia y el daño social de esta cultura de la subvención.El anuncio en cuestión ofrece a los agricultores la posibilidad de tramitar a través de esta caja las ayudas agrícolas de la Unión Europea. «Presente su solicitud, domicilie su ayuda, y no se preocupe de nada más», enfatiza el texto. Y sobre la leyenda, una foto: Un agricultor tumbado a la bartola sobre un campo verde, mientras contempla cómo le llueven del cielo tarjetas de crédito.Ay, si Blair lo tuviera en sus manos. La 'eurobartola', qué cosas.

19 diciembre 2005

Tobogán


La convulsa normalidad democrática española impone ahora que, al año y medio de haber comenzado la legislatura, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se haya lanzado a una campaña electoral inédita. No hay urnas en el horizonte, porque dice el presidente que piensa agotar la legislatura, pero vivimos un frenesí de mítines que, como trompetistas inquietos, anuncian lo contrario. “Vamos a tener una campaña electoral muy divertida”, dijo ayer Zapatero. Ahí queda eso. ¿Campaña? ¿De qué elecciones? Quizá sería mejor hablar de campaña virtual, porque nada hay de electoral.

Debimos imaginarlo cuando, la semana pasada, el presidente decidió sacar al mercado, como regalo navideño, un disco recopilatorio de sus grandes éxitos, “ZP, Greates Hits. Del Prestige a Irak”, pero después de este fin de semana, con Chaves en lo alto de la tarima, como un ministro más del presidente ZP, ya no cabe la menor duda. ¿Cómo no iba a ser Chaves el primero en sumarse a los mítines? El primer presidente autonómico en lanzarse, él también, a una campaña virtual al año y medio de las elecciones. Chaves, que pastorea la legislatura andaluza con mayoría absoluta en el Parlamento y nada que decir. En fin. Pero, por qué este alboroto navideño. Dicen que el acuerdo sobre el acuerdo del Estatuto de Cataluña se escenificará antes de finales de diciembre, y tanta agitación previa, tanto ruido preliminar, tanto trapo tendido para la envestida, no presagia nada bueno.

Veamos, ayer mismo, el presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, volvió a decir que la condición sine qua non para las reformas de los Estatutos (y de la Constitución, quizá) es que debe quedar claro que no todas las autonomías son iguales. “Lo que es sine qua non –dice Maragall- es restablecer la dualidad constitucional. Es lo básico, porque si no estaríamos metidos en esta especie de tobogán invisible en el que vamos descendiendo”.

El tobogán, curioso concepto. Pero, qué es a juicio de Maragall el tobogán español, esa pendiente de la historia por la que descendemos todos revueltos, unos y otros, invisible, sin que nadie distinga a unos de otros. Cuando el socialismo se hace nacionalista produce estos monstruos, ya sé. Pero, ¿a qué dualidad constitucional debemos regresar? También lo aclara Maragall: “En España hay tres nacionalidades históricas (Cataluña, Galicia y Euskadi), pero habrá que llamarlas ahora naciones para distinguirlas de las demás, ya que ahora están mezcladas con siete y, dentro de poco con ocho, si Andalucía también se autodeclara”.

A Pascual Maragall, que tiene clavada la espinita de referéndum andaluz del 28-F, siempre hay que agradecerle la claridad. Mucho mejor esta claridad que el ruido de mítines. Zapatero y Chaves nos distraen con su campaña virtual, pero Maragall nos sitúa otra vez en el camino. El tobogán es un bonito concepto del devenir histórico. Metafórico. Poético. Vertiginoso. Normalmente conduce a un impacto severo con el firme, con el culo haciendo de almohadilla en la arena. Veremos.

18 diciembre 2005

Engorro


Está demostrado que los mayores engorros a los que se tienen que enfrentar los partidos políticos andaluces son los problemas causados por sus colegas en Madrid. Entre la dependencia estratégica, que les hace modificar el discurso cada vez que el Gobierno de la nación cambia de manos, y el poco peso político que ha tenido siempre la política andaluza, los dirigentes del PSOE y del PP van sorteando charcos a diario. Los socialistas andaluces, como además se pasean por la vida con el desahogo de veinticinco años de hegemonía y el cinismo de un poder inmenso en los medios de comunicación, practican ese destape con la mayor naturalidad. Pero no son los únicos.
Al PP de Andalucía, por ejemplo, se le viene encima ahora una encrucijada en la que le va a resultar muy difícil salir bien parado. Hace unos meses, cuando se planteó en Andalucía un paquete de medidas económicas para hacer más llevadera la dura vida de los diputados (subida de sueldo, pensiones, indemnizaciones y otras) el PP, tras vacilar en un primer momento y amagar con el acuerdo, llegó a la saludable conclusión de que no está Andalucía para dotarse de una clase política de lujo que gobierna a la penúltima región española en renta y desarrollo.

¿Que cobran más los diputados de otros parlamentos, en otras regiones y en otros países? Pues es muy probable, claro, igual que le pasa a los médicos andaluces, los yeseros, los profesores o los camioneros. Lo que no es lógico es que la dignidad del presidente de la Junta (sea Chaves o el que viniere) se tenga que medir por la de sus homólogos de regiones más desarrolladas mientras que la renta per capita de los andaluces está veinte puntos por debajo de la media nacional. Más bien al contrario.
Esa lógica hizo que el PP de Javier Arenas se descolgara de aquellos acuerdos que, para más inri, se llamaban de ‘impulso democrático’. «No confundamos –dijo entonces Arenas– porque una cosa es el impulso democrático y otra bien distinta el impulso del bolsillo». Acto seguido, y a pesar de que el Parlamento andaluz aprobó aquellas retribuciones especiales, la dirección del PP ordenó a sus diputados que presentaran un escrito de renuncia. Coherencia.
Ocurre, sin embargo, que ahora, pasado el tiempo, es el Congreso de los Diputados el que se ha planteado un paquete de medidas similar. Complementos para alcanzar la pensión máxima, indemnizaciones para los ex diputados, fondo de pensiones y hasta una ayuda del 60 por ciento de su retribución si no logran empleo al dejar la política. ¿Qué va a hacer ahora el PP andaluz, porque su partido en Madrid, ya ven, sí que ha aceptado el acuerdo? ¿Qué van a hacer los veintitrés diputados andaluces del PP, votar a favor en el Congreso lo que han censurado en el Parlamento andaluz? ¿Y Arenas, que es diputado a Cortes? Un engorro, sí señor. Claro que todo esto se resuelve de la misma forma que en Andalucía. Con lógica ciudadana.

15 diciembre 2005

Impolítica


La política autonómica en España ha degenerado a esta doble vertiente de perversión que se contempla ahora con nitidez, gracias al debate inane de los estatutos. En las comunidades en las que se impone el movimiento nacionalista, se gira peligrosamente hacia el absurdo, el sectarismo y la exclusión. En las comunidades en las que sólo gobierna el PP o el PSOE, toda la estrategia autonómica se supedita a la consecución de un fin mayor, el Gobierno de la nación. Siempre hay grados, claro, porque en algunas comunidades al menos se progresa. Que no es poco.
Pero, en términos políticos, de política autonómica, se trata de elegir entre la sumisión y la supeditación a la lucha por La Moncloa o «el exabrupto muy pobre, muy intolerante y muy intransigente» que promueven los nacionalistas en sus políticas. La expresión es del alcalde socialista de La Coruña, Francisco Vázquez, sobre el BNG, el socio de gobierno que le ha permitido a su partido desalojar a Fraga de la Xunta. Cosas.

En Andalucía, el cinismo ha llegado a la reunión de ayer en Madrid, en la que veinte próceres de ambos Gobiernos, apretaditos en una mesa para que cupieran todos, despachan en media hora el mecanismo para liquidar la ‘deuda histórica’. Lo más complejo, debió ser la redacción del acuerdo. Para cualquier mortal, abordar un asunto así le llevaría toda una jornada. Cifras, documentos, informes y textos legales. La ventaja de los prohombres es que son capaces de alcanzar un acuerdo histórico en un plis plas. Sin mirar ni un papel.

Cuando sobre la mesa planea «la sensibilidad de Zapatero con Andalucía», la fórmula mágica siempre surge. Y ayer, estos grandes nombres de la historia de la Andalucía, sencillamente, lo consiguieron. Este es el acuerdo: «La creación de un grupo de trabajo que establecerá la metodología definitiva para la valoración de las necesidades de financiación». Ojo, que un ejercicio así no está al alcance de todo el mundo. Pocos estadistas mundiales están capacitados para algo tan grande, tan glorioso. Tan cínico. O sea.

No hace ni dos años, en enero de 2004, cuando el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ofreció 2.500 millones de euros para saldar la deuda de financiación, Chaves lo aceptó pero, a continuación acusó al Gobierno de querer someter a Andalucía al «chantaje» y la «extorsión». Llegó a hablar incluso de «compra de votos, como en la época de Cánovas del Castillo».

En fin, lo dicho, que estamos entre lo malo y lo peor. Peleando en otras batallas, el ministro de Justicia se refirió ayer a la estrategia de oposición del PP como «impolítica». No recuerdo que nadie haya utilizado jamás este adjetivo, de hecho el diccionario de la Real Academia sólo lo incluye en su avance en internet de la vigésima tercera edición. «Falto de política o contrario a ella». Y yo añado: Dícese de la política autonómica en España.

14 diciembre 2005

Socorro



La angustia surge en la primera línea de la carta, en la primera frase que el ordenador ha tecleado a borbotones, como una herida nueva. «Esta carta es fruto de la desesperación». Me he detenido ahí. En un movimiento reflejo, antes de seguir leyendo, la vista se ha ido al final, a la firma. «Que alguien nos oiga. Socorro. Firmado A. García». ¿Un secuestro? ¿Una extorsión? No. Nada de eso. «Quisiera contarle esta desesperación que me inunda y me ahoga: Soy un profesor andaluz de Secundaria».
A menudo, los profesores (tanto de los primeros ciclos educativos como de la propia universidad) se dirigen a los periódicos con la protesta ya conocida sobre la progresiva crisis de la Educación en España, la menguante preparación de los alumnos y la creciente falta de autoridad del profesorado. No es, por tanto, la primera carta. Pero quizá el problema radique justo ahí, en que esa reiteración en la protesta nos haga ver como algo normal que un profesor de secundaria se exprese en estos términos. «Desesperación, angustia, ahogo... » No, no puede ser. Qué va a ser normal, hombre.

Ocurre, además, que son precisamente estas voces las que nunca se oyen en el debate político sobre la Educación, las de los trabajadores de la Enseñanza, las de los maestros que llegan los lunes angustiados a la clase y salen los viernes desesperados. Como este profesor anónimo, que no será casualidad que la carta la haya escrito un viernes por la tarde. «Hay alumnos que en noviembre o en febrero ya saben que no van a aprobar tu materia. Si les bajas los niveles a ellos, los demás también quieren una vida relajada. Pero si no lo haces y saben que van a suspender, amargan la vida del profesor (si es profesora, a veces, se ensañan más), y de sus compañeros durante lo que resta de curso. ¿Quién tiene la respuesta del millón?». Nadie, claro.

Nadie tiene respuesta a las evidencias, sí, pero ¿cuántos profesores de enseñanza media se encuentran a diario ante el mismo dilema? «Si osamos suspender a algún alumno, la Administración Educativa nos acosa exigiendo papeles diversos, preparación de trabajos individualizados e informes varios. Conclusión: los aprobamos y ya se los encontrarán otros en cursos superiores. Aquí también funciona el ‘Pásalo’. Así es como se reduce el fracaso escolar».
Pocas veces antes había encontrado un símil mejor del autoengaño de este sistema educativo que ese cruel ‘pásalo’. Ni se ha ofrecido un ejemplo más gráfico de los centenares de alumnos a los que se les conduce directamente a estrellarse con el muro de su propia vida. Pásalo.
La carta concluye con un pronóstico inquietante. «Qué porvenir le espera a un país que en materia educativa pide todo el esfuerzo a los profesores (ingenieros, arquitectos, médicos y licenciados diversos) y un esfuerzo mínimo a los alumnos de los que dependerá el futuro de la nación. El trabajo del entrenador no es correr, ésa es la ocupación del atleta. Que alguien nos oiga. Socorro».

13 diciembre 2005

Morancos

De la manteca al taco. Cuando el lenguaje político tiene a Los Morancos como cita de autoridad, a nadie deberá extrañarle que en sucesivos sondeos de Transparencia Internacional el personal siga desconfiando de la clase política y, lo que es peor, que la perciba como sinónimo de corrupción. En Marbella, fue la alcaldesa la que celebró el día de la Constitución con un discurso sin paragón: «Vienen a quitarnos la manteca», dijo en referencia a Chaves y a la retirada de las competencias urbanísticas. En Gibraleón, el pueblo en el que el PSOE se ha hecho tránsfuga para quitarle la Alcaldía al PP, el alcalde se va a subir el sueldo. Para ir cogiéndole cariño al cargo, claro. «El gobierno del taco», lo llama la oposición. Mangazo, cazoleta y comisión. Así andamos. De la manteca al taco. El queso. Morancos forever.
Hace unos días, en una animada charla de café, un experimentado policía judicial y un reputado fiscal debatían sobre la persistencia de la corrupción en Andalucía. Ambos habían trabajado juntos en algunos de los casos más sonados de corrupción en Andalucía (Ollero o Juan Guerra) y no se ponían de acuerdo sobre si en la actualidad existe más o menos corrupción que entonces. La duda es difícil de resolver ya que, si por una parte parece claro que aquellos escándalos de los años 90 ya no se dan en la actualidad, igualmente palpable resulta el hecho de que el trasiego de tránsfugas municipales de los últimos meses refleja lo contrario.

No hay que perder de vista que fue el propio gerente de Filesa, Alberto Flores, el que desveló que si el PSOE organizó aquella sociedad fue para encauzar y acabar con el descontrol de maletines y comisionistas que se daba, sobre todo, en Andalucía. Pero ya Filesa también es, afortunadamente, historia y el propio Alberto Flores disfruta de su jubilación, con viajes constantes, por cierto, a su retiro en una playa andaluza. ¿Dónde radica ahora la corrupción? Si atendemos a los alcaldes de Gibraleón y de Marbella, está claro dónde se encuentra el filón. En los Ayuntamientos, en los planes urbanísticos, en la construcción de viviendas a precio de oro. Pero procesados en los tribunales, al margen de la era de Jesús Gil, hay pocos. Muy pocos.
¿Qué ha ocurrido pues? Es muy probable que, sencillamente, la corrupción, como apuntaba Flores, haya perfeccionado su funcionamiento y que, como un virus, haya mutado para salvar las vacunas, los controles. Claro que, si esto ocurre, es porque, en realidad, no se ha subsanado el mal mayor, el origen. Manuel Villoria, catedrático de Ciencia Política y miembro de Transparencia Internacional, sostiene que en España el principal problema de corrupción se refiere a la financiación de los partidos políticos, «que no responde a la ética que demanda la sociedad». Quiza porque esa ética es la del taco. La manteca. Ahora podrán decir los Morancos que, también en política, la realidad supera siempre al humor.

12 diciembre 2005

Evolución


La estupidez se expresa a veces con el disfraz de una revelación. Desde este fin de semana, por ejemplo, el mundo respira más tranquilo desde que ha conocido que «Andalucía está llamada a inspirar las soluciones para la Alianza de Civilizaciones». Se ha dicho en Granada, y la sola formulación de la bobada, ese rasgo de predestinación mística de estar llamado a algo, nos lleva a pensar que quien dice estas cosas debe estar convencido de que sus aportaciones son esenciales para la Humanidad. En fin.
Sólo de los últimos tres meses, he ido guardando recortes de prensa de las cumbres, conferencias y encuentros que se han desarrollado en España sobre este mismo asunto. Hubo una, en Madrid, que concluyó en el ‘periódico amigo’ a cuatro columnas, bajo una foto de Felipe González: «Expertos reunidos en Madrid coinciden en que no hay choque de civilizaciones». Ya ven. Con tanto frenesí, lo mismo se proclama que no existe problema, como al día siguiente se inaugura el entendimiento y, dos días después, se ilumina el camino.
Lo malo de la nadería de estas citas es la oportunidad que se pierde (o se evita, claro) de mirar la realidad. La última vez que estuve en Granada, por ejemplo, coincidí con una amiga, ilustrada y prudente, que acababa de llegar sofocada de un choque de civilizaciones dos calles más arriba de su casa. Su hermana había ido a visitarla y se les ocurrió visitar el Albaicín. Llegaron a una de las calles que, según contaba, ya es propiedad en su totalidad de marroquíes. «Sólo queda un español, un relojero, al que le hacen la vida imposible para que se vaya, pero el hombre lleva allí toda la vida, y se niega».

En aquel avispero, mi amiga y su hermana llegaron decididas a visitar la mezquita. Un tipo las paró en la puerta. «No pueden pasar». «¿Cómo que no? Esto es Granada. Ustedes pueden visitar la catedral, ¿por qué yo, en mi ciudad, no puedo visitar la mezquita?» «Usted no es respetuosa con la Fe», le dijo el tipo, y no porque fuesen en minifalda precisamente.
¿Alianza de civilizaciones? Bueno, ya está dicho aquí otra vez que nadie en su sano juicio puede negarse a que haya entendimiento en el mundo, paz en la tierra y concordia en la humanidad. «Haiga cultura y prosperiá», que cantaba Carlos Cano. Pero, para llegar a ese entendimiento, lo primero que tendremos que exigir es que la religión musulmana evolucione hasta el nivel de tolerancia de la religión católica. Las alianzas sólo son posibles entre iguales en derechos y libertades, pero impensables entre una religión que no es teocrática, que defiende la libertad y la igualdad entre hombres y mujeres, y otra religión que persevera en la superioridad humillante del hombre, que tiene vetada la democracia hasta en los países más evolucionados y que difunde, incluso en mezquitas de Occidente, la exterminación del infiel. Evolución, sí. El rechazo no es al islam, sino a la barbarie y a la involución. Ante eso, sobran las palabras y, por supuesto, las alianzas.

10 diciembre 2005

Sordera


Con qué facilidad atraviesan la actualidad algunos titulares sin que tiemble en nuestras manos la hoja del periódico y, desde luego, sin hacerle sombra siquiera a la agenda de los gobiernos. «Toda la plantilla de la Guardia Civil de Almonte se da de baja ante la oleada de ataques contra ellos». ¿Cómo? Vamos a ver, que aquí hay que detenerse un momento. ¿Cómo dice, que la Guardia Civil es la que se siente indefensa ante los delincuentes? Pues sí. «Coches quemados, pintadas amenazantes, agresiones a sus hijos y a los mismos agentes son sólo algunos de los ingredientes de un cóctel de violencia que padece la plantilla de guardias civiles. Hasta tal extremo llega la situación que han solicitado a sus superiores patrullar con arma larga y pasamontañas». Otra vez. ¿Cómo? ¿En Almonte? ¿Una treintena de guardias acorralados? Que no puede ser, o sea, que si la Guardia Civil es la que se siente indefensa es que se han encendido ya todas las luces rojas de la esquizofrenia nacional.
Lo peor, claro, es que éste de Huelva no un caso único. Hace unos días, el comisario de Policía Nacional de Cádiz, José María Deira, habló en estos términos, también sin que nada temblara: «La situación es cada vez más complicada, más peligrosa, más descontrolada y, sobre todo, más alarmante. La gente (que delinque) es cada vez más joven, están más borrachos y más drogados. Y los policías estamos solos en esto. (...) Con catorce o quince años, los niños son ingobernables, no ya para sus padres, sino para la propia policía (...) por la falta total de respeto y el desprecio hacia la autoridad constituida». ¿Qué diablos está pasando? ¿Somos conscientes?
Vendrá después una consejera boba, como alguna de las que pululan por la Junta de Andalucía, con la retahíla infame de que «no hay que demonizar la violencia juvenil», pero resulta que, a esta altura del problema, mirar para otro lado constituye ya una grave irresponsabilidad. Porque bajo ese descontrol se esconden víctimas a las que se ignoran. «El otro día –contaba el comisario– un grupo de jóvenes menores de edad, todos borrachos, violaron, todos, a una chica, también con un alto grado de intoxicación etílica. Estaban en un parque y se desnudaron todos allí, a las tres de la mañana. La chica tuvo que estar luego ingresada en un hospital veinticuatro horas».
«Estamos solos», dice el comisario de Policía. «Estamos acorralados», dicen los guardias civiles de Huelva. Lo dicen y nadie parece escucharlos. Su llamada de socorro no se oirá, desde luego, en una clase política dirigente que tiene empeñada toda su estrategia propagandística en negar, uno tras otro, cada problema que surge. Lo decía el otro día Federico Luppi: «El poder, desde que yo recuerdo, ha convertido la sordera en categoría política». Sí, es verdad. Sordos y ciegos. Pero no nos engañemos, que la peor sordera es la que le afecta a la sociedad.

09 diciembre 2005

Distancias

La distancia que separa a Andalucía de Europa se corresponde, centímetro a centímetro, con el camino que va desde Jun a Nuenen. La primera es una pequeña localidad junto a Granada que decidió, hace ya unos años, convertirse en la avanzadilla tecnológica de Andalucía. Nuenen, al este de Eindhoven, en Holanda, también acaba de sorprender a todos por el uso de las tecnologías.
La apuesta de Jun tuvo su día grande en las últimas elecciones, cuando el Gobierno andaluz la eligió para una experiencia pionera. Jun, símbolo de la Segunda Modernización de Chaves, fue la primera ciudad de España (o del mundo, no sé) en la que los ciudadanos pudieron votar desde su propia casa a través de Internet. Unos años antes, la Junta presentó allí mismo un superplan modernizador, el proyecto Interville dirigido a los pueblos pequeños. «Lo primero será formar a los propios alcaldes. Tenemos que romper con la tecnofobia», dijeron entonces. Fue tan grande la apuesta, que el Ayuntamiento, otra vez pionero, fue el primero de la Unión Europea en declarar Internet como «un derecho universal de sus ciudadanos». Hoy, en Granada, nadie duda de que Jun se ha labrado una imagen internacional, que nada tiene que ver, desde luego, con el nivel de informatización de sus ciudadanos.

En Nuenen, las cosas han sido distintas. No consta que se hayan aprobado grandes declaraciones ni que el Gobierno se haya volcado con planes pomposos. Nuenen es noticia porque allí sus vecinos han decidido crearse su propio operador de telecomunicaciones. La ciudad se ha organizado en cooperativa y han creado una empresa con quince trabajadores que les proporciona todos los servicios de la red. Primero pusieron a escote ochocientos euros por familia, después lograron del Gobierno una subvención de seis millones de euros y, finalmente, pidieron un préstamo bancario de ocho millones. Piensan retransmitir los partidos de fútbol locales, hacer consultas con el médico sin salir de casa, televigilancia y administración electrónica, además, claro, de internet, televisión, telefonía y triple play. Y como el servicio es propio, este año han decidido que nadie pagará la cuota. Después, bastará con una tarifa muy por debajo de la media del mercado.
Nuenen y Jun. ¿Se observa la diferencia, la distancia? ¿Si Andalucía está en la Segunda Modernización, por dónde andará Holanda? Podrá pensarse, y es cierto, que ningún Gobierno es directamente responsable de que sus ciudadanos no sean emprendedores, imaginativos y arriesgados. Vale, pero de la misma forma podemos afirmar que la actuación de un Gobierno, la directriz y los valores que emite, tienen un reflejo claro en la sociedad. Y aquí, desde hace años, no salimos de la propaganda y la subvención. Con el agravante de que es muy probable que en Jun y similares se haya invertido más dinero público que en Nuenen.

08 diciembre 2005

Marcapasos


Morir de puente. Se puede morir de puente sin necesidad de estrellarse en la carretera. Se puede morir de puente en la puerta de tu casa mientras se espera una ambulancia, en la habitación de un hospital mientras se aguarda una intervención quirúrgica o en los pasillos de Urgencias, comiéndose las lágrimas de un dolor añadido, el dolor de la indignidad. Se puede morir de puente, sí, por la chapuza de la administración andaluza. Como aquel ayuntamiento granadino que dictó un Bando en el que prohibía a sus vecinos morirse en domingos y festivos por la falta de sepultureros, en Andalucía está contraindicado enfermar en fiestas.
La denuncia, ya sé, se repite cada vez que se acercan unas vacaciones. Incluso llega al Parlamento y allí se diluye. Hasta la próxima, que dirá la consejera con su desahogo habitual. Ocurre, sin embargo, que lo que se ignora en cada ocasión es que la chapuza tiene nombres y apellidos. Una cara. Un cuerpo enfermo encogido en una cama de hospital y unos familiares desesperados durmiendo en los pasillos. Esperando a que acabe la fiesta. Esta vez se llama Carmen. Tiene 89 años. Y se apaga en el hospital de Cádiz sin que nadie la atienda. La han dejado tirada. En el hospital Puerta del Mar de Cádiz están de puente. Eso le han explicado a sus familiares. Ya ven, qué mala suerte.

Carmen sufrió un desvanecimiento el uno de diciembre y, cuando llegó el 061, le explicaron que su corazón se había parado. Faltaban cuarenta y ocho horas para el puente. La ingresaron en el hospital de Cádiz y le anunciaron una intervención quirúrgica para implantarle un marcapasos. Ayer, seguían esperando. Primero le pedieron que lo comprendiera: «Hay mucho personal de vacaciones». Después, que la solicitud para obtener el marcapasos «se ha traspapelado, se ha perdido». Por último, «vuelva a solicitarlo, y con suerte, la semana que viene». El puente.
Ocurre, sin embargo, que un marcapasos no es un favor que nadie tenga que pedir. ¿Qué estafa es ésa de decirle a los pacientes que vuelvan a solicitarlo, como si estuvieran pidiendo plaza en una residencia de tiempo libre? Todos los hospitales andaluces deben tener un stock de veinte o treinta marcapasos, que los proporcionan las propias industrias hospitalarias. Y no se solicitan, se implantan de inmediato porque las enfermedades coronarias de esta naturaleza no se inscriben en las listas de espera.
En muchas facetas, Andalucía guarda en el código genético de sus generaciones las maldiciones más rancias que se le atribuyen, por extensión, a España. La pereza, el conformismo o la chapuza, por ejemplo, son constantes de la historia de España; lamentos persistentes que atraviesan los años, un desaliento que ahoga. El eterno «vuelva usted mañana» que hoy estamos de puente. Andalucía progresa, claro, por la inercia de los tiempos. Progresa, sí, pero no marcha. Ay, Carmen. Aguanta.

07 diciembre 2005

Gravedad


Tengo amigos del PP que nunca en su vida han ido a más manifestaciones que ahora. Desde que gobierna Zapatero, se suben cada fin de semana al autobús que va a Madrid con la misma rutina que si cogieran el circular que los lleva al curro. Y a cada convocatoria, cada vez que les ofrecen una plaza para el autobús, suena la misma respuesta exculpatoria. “¿Y qué quieres que haga, yo creo en la familia?” “¿Y qué quieres que haga, yo creo en la educación?” “¿Y qué quieres que haga, yo creo en la Constitución?”

En todo esto, claro, hay un poso psicológico importante. El centro derecha español quiere tumbar a su rival político con las mismas armas que lo vencieron a él. No es que, por historia, crea en las manifestaciones como arma estratégica, es que se trata de una venganza política. Legítima y tardía. Pura y dura. Se trata de demostrar que la calle no es de la izquierda, que también la derecha es capaz de organizar caravanas de miles de ciudadanos que se dan el palizón de horas y horas en autobús para ponerse detrás de una pancarta. Por eso, cada vez que la derecha convoca una manifa hay algo de impostura en el ambiente, de novatería, de impulso principiante. Nada censurable, desde luego. Más allá se podría afirmar, incluso que en esta rotación en las manifestaciones, en este uso alternativo de la calle, se está gestando la normalidad democrática española.

El efecto inmediato de este frenesí de manifestaciones es doble, y afecta tanto a la psicología interna del PP como a la del PSOE. Por un lado, el PSOE, ahora en el Gobierno, parece desnortado, incapaz de encontrar la respuesta que se espera en un partido de izquierda. Por ejemplo: La explicación que acaba de dar el subdelegado de Huelva al desalojo de militantes del PP del salón de plenos de Gibraleón la firmaría cualquier gobernador civil del franquismo. Ese cinismo de decir que a uno de los altos cargos del PP, Matías Conde, vicepresidente del Parlamento, se lo llevó la guardia civil, cogido de pies y manos, porque había sufrido un desmayo es un eufemismo propio de gobernador civil antiguo, con su bigotito y todo.

En el PP, por su parte, se corre el peligro, que ya se detecta con nitidez, de que el personal no atienda a razones sino a banderías. Ese es el defecto de la falsa izquierda, la llamada progresía, que acaso ahora la derecha intenta copiar como virtud. Y ése, como todo lo que se aleje de la razón, es un mal camino. “Son los nuestros”, que decían en Gibraleón. Y la consigna como todo argumento conduce al sinsentido. Y hasta el ridículo. El último mensaje del pásalo que circula por los móviles es bien elocuente al respecto. Dice: “El próximo domingo, manifestación en la plaza de toros de Móstoles contra la Ley de la Gravedad”. O sea.

06 diciembre 2005

Bromistas


Desde la semana pasada, circula por Internet el artículo antiguo de un tipo llamado Salvador Sostres, publicado en el diario catalán Avui, que ha servido a muchos para echarse las manos a la cabeza. No es para menos, desde luego, porque el autor vomita cosas como que “en Barcelona queda muy hortera hablar en español. Yo sólo lo hablo con la criada y con algunos empleados. Es de pobres y de horteras, de analfabetos y de gente de poco nivel”. En Andalucía, el malestar por ese artículo ha sido mayor porque mayor es la sensibilidad charnega, la complicidad con quienes se ven, ellos mismos, como catalanes de segunda. Hijos o nietos de la emigración que no logran quitarse de encima ese estigma de desprecio por parte de unos fanáticos. “Hoy, nosotros, los charnegos, los hijos de esos inmigrantes, somos universitarios y tenemos un buen puesto de trabajo”, se leía hace unos meses en las cartas al director de un periódico catalán y era imposible que no se hiciera un nudo en la garganta con esos golpes de pecho de quien reivindica su dignidad.

En fin, que en ese ambiente, el artículo de marras era el remate de una semana de noticias graves, de tipos con botes de gasolina que quieren quemar emisoras y de pintadas pidiendo el regreso de Terra Lliure. “El independentismo en Cataluña está absolutamente justificado, aunque sólo sea para huir de la caspa y el polvo, de la tristeza de ser español”, decía el tal. Pero no hay que escandalizarse, ya digo. Ese Sostres era uno de los friquis de Crónicas Marcianas y en los debates de política hacía las veces del hombre de derechas (una estratagema muy socorrida, por otra parte, por la progresía que se define como tal gracias a un implante de silicona de izquierda en el cerebro). Ni caso, pues. Habrá que tomárselo como una broma. Además, el artículo es antiguo porque lo publicó Avui en abril y es ahora cuando se difunde por correos electrónicos y portales de internet con el ánimo de calentar un poco más el patio. Y no es necesario, o sea.

Una broma. Que sí. Lo único que nos puede caber es alguna duda, vaga y ocasional: ¿Se aceptaría una broma similar sobre el catalán? ¿Se camuflan de bromas los ramalazos de odio? Uff. Mejor dejarlo. Concluyamos que no hay que prestarle atención al bromista. Claro que, ayer mismo, en el Diari de Girona se publicaba otro artículo curioso: “La mayoría de las supuestas realidades autonómicas sólo fueron una estratagema para disolver sentimientos nacionales fuertes. Y así, engañados, insultados, denigrados, despreciados, cornudos y pagando la bebida, los catalanes hemos ido tirando hasta ahora del carro y del tren detenido en el siglo de oro español” (Angel de Vega, que no tengo el gusto). ¿Otra broma? No. Si, al final, lo que uno acaba preguntándose siempre es aquello de Alfonso Guerra: ¿Quién nos ha metido en este lío y cómo se puede salir?

05 diciembre 2005

Seguridad


En algunos de los textos doctrinales sobre el Derecho, se señala la seguridad jurídica, junto a la libertad, como uno de los pilares básicos de un Estado democrático. El ciudadano de un país democrático duerme cada noche con la tranquilidad de que si alguna vez lo desvela el ruido de un motor en marcha junto a su ventana, será uno de esos ‘coches discoteca’, pero no más. (Churchill, ya saben, hablaba del lechero, pero se corre el peligro de que nadie entienda la ironía en estos tiempos que corren). El valor esencial de la seguridad jurídica es tan claro que, de hecho, se incluyó en la Constitución española (artículo 9.3) y está considerado en el reino de la judicatura como “una exigencia social irrenunciable” (García de Enterría).

Quizá el presidente Chaves había pensado que, siendo Marbella un patético ayuntamiento de tránsfugas de todos lados, hasta de sí mismos, y de ediles empapelados por algún proceso judicial; que siendo la Costa del Sol un refugio de especuladores y pelotazos inmobiliarios; que siendo aquel un ayuntamiento gobernado por dos mujeres que carecen del respaldo de cualquier partido político; podía tomar la decisión que quisiera que nadie lo iba a criticar. Y es verdad. Cuando se anuncian medidas contra Marbella, ¿quién en su sano juicio se va a poner de parte de la alcaldesa, que es el Gil redivivo? ¿Y de ese tipo oscuro, Roca, que se mueve en la sombra?

Ocurre, sin embargo, que caer en esa trampa para elefantes sólo le podía ocurrir a los partidos de la oposición andaluza, pendientes también ellos de sus intereses electorales. Todos han aplaudido a Chaves, o lo han criticado exigiéndole medidas más severas, sin reparar que se puede estar cometiendo un sonoro atropello. ¿Qué es eso de anunciar la retirada de las competencias urbanísticas de un ayuntamiento en un acto político del PSOE en Marbella? ¿A qué altura se deja el Consejo de Gobierno? ¿Y qué es eso de comunicar una sanción casi tres semanas antes de que pueda aprobarse? ¿A qué altura ha dejado al Consejo Consultivo andaluz, que tendrá que pronunciarse al respecto? ¿Dónde está el rigor y la seriedad? ¿Y cómo entender que se le retiren al Ayuntamiento las competencias de planeamiento cuando lo que se le reprocha es que conceda licencias ilegales y cuando es sabido que, desde hace dos años, el planeamiento de Marbella está en manos de la Junta y de uno de sus ‘arquitectos estrella’, González Fustegueras? No, no. Aquí hay gato encerrado.

Ninguno de los ediles que gobiernan Marbella merece, desde hace años, ninguna confianza política. Pero cuando se produce un atropello político, la barbaridad mayor es pensar en la calaña del afectado. Y mirar para otro lado. Porque resulta que mañana te puede tocar a ti. Porque la Ley no se puede aplicar en función del interés político. Ese es el valor de la seguridad jurídica. Por eso lo debemos seguir considerando una exigencia social irrenunciable. Incluso en Marbella.

01 diciembre 2005

Inasumible



Despojado de estrategias, el debate del Estatuto de Cataluña ha colocado al PSOE ante un problema consigo mismo. Hace unos días, en Sevilla, en uno de los foros de intelectuales que ha comenzado a movilizar el PSOE para contrarrestar el desgaste, uno de los intervinientes dio en la clave del problema: «Lo grave del proyecto de Estatut no es que sea inconstitucional, lo peor es que es inasumible para el Partido Socialista».
Lo inconsticional, claro, se dilucida y se eterniza en los tribunales. Incluso se puede disimular ante los tribunales. Pero el concepto inasumible es bastante peor, porque las fracturas sociales, las etiquetas populares, no hay sentencia que las diluya. El boicot, ay.
Quiere decirse, en suma, que el coste social, electoral, de la tramitación del Estatut es lo que, realmente, está dañando al PSOE. Por esa razón, el otro día, el ex dirigente del PSOE andaluz, Carlos Sanjuán, decía en estas páginas que lo peor del Estatuto de Cataluña es «el arma de confrontación que le ha dado al PP». Conoce bien ese viejo líder guerrista que la sangría de votos que le supone al PSOE cada foto con Carod, cada extravagancia de Maragall, está llegando ya a unos niveles inaceptables para el PSOE. Inasumibles.

En aquella reunión, en aquella la mesa de políticos e intelectuales convocados en torno al PSOE, se sentaban gente como Nicolás Sartorius (y Alvarez de las Asturias, un ex PCE), Pere Portabella (el presidente de la cosa), Kepa Aulestia (socialista vasco llegado de la corriente de Bandrés), Juan José Solozabal (catedrático de Derecho Constitucional en la Autónoma de Madrid), Carles Viver (ex magistrado del Tribunal Constitucional y redactor del Estatut) y Javier Pérez Royo (catedrático de Constitucional y asesor de Chaves). Oyéndoles, cualquiera llegaría a la conclusión inmediata de que sólo estaban de acuerdo en el primer escalón de la polémica, en aquello que decía Carlos Sanjuán, que el Estatut se había convertido en un argumento de ataque efectivo de la oposición pepera contra el Gobierno de ZP.
Pero, al igual que Sanjuán, a continuación, muchos comenzaban a darle la razón al PP, a su argumentario contra el Estatut, sin reparar en ello. Sanjuán dijo, «han hecho un estatuto pésimo, infumable». Solozabal decía que era inconstitucional en la mayoría de su articulado. Kepa Aulestia (que fue militante de ETA, o sea) añadió que lo que nadie podía entender en España es que los partidos catalanes plantearan la reforma como un nuevo paso hacia la independencia. «El Estatut es una estación más, no es la estación término», dijo. Creo que fue el propio Sartorius el que habló de un Estatut inasumible para el PSOE.
El Estatut... Uff. El PSOE ante el espejo de una realidad. «Tu eres la más guapa», le dijo el espejo mágico a la bruja de Blancanieves. En esas está Zapatero. «Confiad en mi». Pues vale. Ya se verá.