El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 septiembre 2006

Víctimas


Termina mal. Por eso Gil de Biedma creía que la historia de España era la más triste de todas, «porque termina mal. Como si el hombre/, harto ya de luchar con sus demonios/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su pobreza». La mayor tragedia de los muertos en un atentado terrorista es que su historia termine mal. Ya están muertos, ya fueron asesinados, masacrados. Ya se han enjugado las lágrimas y se han guardado los lutos. Ahora, qué les queda a los muertos de ETA en esta vida si no es la memoria.

Qué pueden temer ya si no es que se orille su recuerdo. Que se desvanezca en una refriega espesa de reproches políticos. Que ganen los demonios. Que no se oiga la voz de sus viudas, de sus huérfanos, de sus amigos, que claman porque se les atienda el orgullo y la honra de no haber olvidado jamás a sus muertos. Y poderlos mirar a la cara en el retrato grande del salón. Y guiñarles el ojo en la fotografía que acarician tras el cristal de la mesita de noche. Que la Justicia se imponga y borre la burla de sus asesinos.

No quieren que esa historia termine mal y por eso, este domingo, como tantos domingos antes, se van a montar en un autobús con las pancartas. Han convertido el dolor en orgullo, han transformado la rabia en reivindicación y la angustia, en el derecho a exigir pacíficamente que no se negocie con sus verdugos.

¿Quién puede negarles el derecho a pedir que los asesinos se pudran en la cárcel? ¿Quién puede limitarles el derecho a manifestarse? ¿Quién y en nombre de qué se cree autorizado para humillarlos con el nivel de los decibelios en sus protestas? ¿No se da cuenta ese tipo de la paradoja de un fin de semana como en el que se avecina, en el que los terroristas no tendrán ningún reparo para manifestarse y quemar contenedores o autobuses, mientras que a sus víctimas se les exige que vayan callados y en fila india para no interrumpir el tráfico?

Con la Asociación de Víctimas del Terrorismo se comete casi a diario la enorme injusticia de no reparar en que ninguno de ellos, ninguna de esas mil familias segadas por ETA, ha elegido la pertenencia a ese movimiento. Y se habla de ellos como si fueran afiliados voluntarios de un partido político, militantes de un sindicato nacido en las ubres de una ideología y de unos intereses. Se habla de ellos como si las víctimas hubieran buscado su protagonismo.

Los miran con desconfianza porque el silencio de los muertos es un clamor incontestable. Pero la equivocación es verlos como rivales en vez de como aliados que jamás han pedido otra venganza que la prevalencia del Estado de Derecho. Ninguna negociación con ETA se puede hacer pensando sólo en las víctimas, es verdad, pero ningún acuerdo con la banda terrorista puede hacerse en contra de las víctimas. Piden que nadie negocie en su nombre la paz si el precio es la victoria de sus verdugos. No buscan ni presente ni futuro, exigen que no se olvide el pasado.

¿Quién puede asistir inmóvil a la manifestación del domingo y no compartirla? Para poder mirar a la cara a esos muertos, que son muertos de todos. Para que no se olvide la única cosa que les queda en este mundo, la memoria. Para que, por una vez, esta parte de la historia de España no termine mal.

28 septiembre 2006

Dioses


Argantonio, que fue rey de Tartesos y que en el imaginario nacionalista se idealiza como el Moisés del andalucismo, recorría su reino mágico del Río Betis acompañado de bailarinas y envuelto en la suave atmósfera de las liras. El «rey de la plata» se vestía con joyas fastuosas, se llenaba de oro en sus palacios de piedra.

El poder celestial, sobrenatural, y el poder terrenal han inspirado siempre las grandes obras con el único fin de buscar la posteridad. Es el deseo de inmortalidad el que ha movido en la historia esos resortes de grandeza. De Argantonio nos queda el Tesoro del Carambolo, su gran legado.

Llegarían después romanos, visigodos, musulmanes y cristianos, y siempre, en cada época, el poder ha querido «facer una obra tal e tan grande que los que la vieren acabada nos tengan por locos», como pensó el Cabildo de canónigos cuando decidió la construcción de la Catedral de Sevilla. Si miramos a nuestro alrededor, ese afán de posteridad no ha cambiado.

Ya no se hacen obras para adorar a ningún dios celestial, pero sí grandes obras civiles que cambian, de un fogonazo, la fisonomía de una ciudad. Como la ‘catedral pagana’, blanca y deslumbrante, de Santiago Calatrava en Valencia. O el dorado Museo Guggenheim de Bilbao, de Frank O. Gehry. O la cambiante Torre Agbar de Barcelona, de Jean Nouvel. Gracias a esas obras faraónicas, podrá la historia analizar esta sociedad, este poder. Porque detrás de cada una de ellas se esconde un deseo, una ambición, una realidad.

Aquí en Andalucía, pasada aquella etapa tan simbólica de la Expo 92, proliferan ahora proyectos municipales de grandes edificios que rompen techos y tabúes establecidos, como superar la altura de la mezquita de Córdoba, o torres que emergen poderosas sobre el nivel del mar, como los tres rascacielos proyectados en Almería. En Sevilla, el alcalde ha logrado reunir a cuatro de los mejores arquitectos del mundo para construir un barrio. Pocas veces en la historia contemporánea encontraremos ejemplos de una obra civil en la que intervengan genios como Norman Foster, Nouvel, Isozaki y Vázquez Consuegra. Ese logro no se discute.

Claro que estos genios no llegan a Sevilla para dotar a la ciudad de monumentos emblemáticos, sino para cubrir de prestigio el mayor pelotazo urbanístico de los últimos años. En una parcela de 160.000 metros cuadrados, los arquitectos deberán ubicar 255.000 metros cuadrados construidos más calles, aceras, dotaciones varias y un gran parque central.

¿Cómo se verán estas obras en el futuro? No es difícil adivinarlo porque es el urbanismo, la especulación, el gran dios de estos días, al que se le rinde culto en estas torres. Es como aquella película de Bigas Luna, en la que un arquitecto ambicioso y hortera (Javier Bardem) se mofaba, agarrándose fuertemente la entrepierna en lo alto de sus rascacielos, «de construir edificios como pollas». ‘Huevos de oro’, se llamaba la peli.

27 septiembre 2006

Bricall


Cuando empezaba el milenio, los rectores de todas las universidades españolas encargaron a Josep María Bricall, ex presidente de los rectores europeos, un informe en profundidad sobre la situación de la Universidad española. ¿Qué hacía falta para converger tranquilamente con las universidades europeas en 2010, dentro del proyectado Espacio Europeo de Educación Superior? El resultado fue un voluminoso trabajo, casi quinientas páginas, en el que no quedaban cimientos de la Universidad sobre los que no se propusieran reformas. Desde el modo de acceso del profesorado hasta la conexión de la investigación y las empresas privadas, pasando, obviamente, por la financiación pública.

Como el 2000 fue año de elecciones generales y autonómicas, el primer político que asumió el informe fue Joaquín Almunia, que llegó a decir que «el informe Bricall es mi programa electoral en Educación». Tras Almunia, claro, Chaves. Y los dos asumieron como compromiso electoral la cifra mítica para la financiación universitaria: El 1,5% del PIB. A Almunia lo arrastró la inesperada riada que provocó la ‘lluvia fina’ de Aznar, pero Chaves, que soportó bien el chaparrón, convirtió aquella cifra en promesa de Gobierno.

Seis años han pasado, una legislatura y media, y la noticia para el presente curso es el triste descubrimiento de los rectores andaluces: la financiación que les envía la Junta no llega ni siquiera al 0,96% del PIB que se anuncia, se queda en un 0,88. Falta menos de tres años para la convergencia con Europa, y la universidad andaluza sigue estancada en la mitad de lo prometido.

Ni siquiera, cuando se mira al entorno, vale como excusa la mayor participación de la financiación privada, porque ya en el ‘informe Bricall’ se decía que «la participación privada en esta financiación es mayor en España que en otros países del entorno europeo». Y añadía: «Las cifras que se acaban de recordar aconsejan destinar una buena parte del aumento de los recursos públicos a la enseñanza superior a incrementar las ayudas a los estudiantes y a sus familias».

Dicen que en EEUU la excelencia de la Universidad se debe a la sociedad, que tiene asumido que esa es la clave para la prosperidad del país. Por eso le destinan a la enseñanza superior el 2,8 por 100 del PIB. «En EEUU, la educación no es importante sólo para los individuos, sino para toda la sociedad», afirma el profesor José-Ginés Mora. En España, es verdad, no existe esa inquietud en la sociedad. Quizá por eso, porque no existe esa exigencia, quien gobierna vive en otro mundo.

Que ya dijo Chaves que el problema es que los padres quitan a los niños del colegio y los mandan al tajo y, antes, Zapatero le explicó a Hawking que en España no había vocación investigadora por culpa de la Iglesia y de la Inquisición. El tal Bricall y su informe debieron arder en la hoguera.

26 septiembre 2006

Cuentas


La tramitación de la reforma del Estatuto de Autonomía se consume en el Congreso, hirviendo en el caldo espeso de ese embrollo artificial e intervencionista que es cosa de cuatro. Pasada ya la fase de acompañamiento, de comparsa política del Estatuto de Cataluña, la reforma andaluza, sencillamente, ha dejado de tener interés político nacional.

Los minutos de gloria del Estatuto andaluz se agotaron el mismo día que entró en vigor en Estatuto de Cataluña y lo que queda ahora por delante es acarrear con las consecuencias y las incongruencias legislativas, un periodo que se prolongará durante años como ya se viene anunciando. De todas las posibles fisuras que vayan abriendo en el futuro, la más inmediata será, con toda probabilidad, la de la financiación de las comunidades autónomas. Ni los propios diputados que participan estos días en la tramitación del Estatuto son capaces de vaticinar cuál será el modelo definitivo para que pueda satisfacer a todas las autonomías.

Ya conocemos, por ejemplo, que en los presupuestos del Estado de 2007, Cataluña ya ha logrado su objetivo de que la financiación tenga en cuenta la riqueza regional, con lo que le corresponde un 18,5 por ciento de la tarta. También es sabido que, en contraprestación, la exigencia de Andalucía es que a esta comunidad lleguen las inversiones del Estado de acuerdo, no a la riqueza de la región, sino a la población, con lo que se garantizaría en los presupuestos del Estado un porcentaje similar al de Cataluña, el 17,8 por ciento.

Todo eso, ya digo, se conoce. Lo que nadie se ha puesto a calcular aún, por increíble que parezca, es cómo se van a atender a continuación las exigencias de las demás autonomías, una vez que se ha comprometido por Ley (los estatutos catalán y andaluz) casi el 40 por ciento de los fondos que existen para todas las regiones.

Muy levemente, por ejemplo, los propios socialistas asturianos ya han comenzado a echar cuentas, y nadie consigue cuadrarlas. Si se atienen al modelo catalán, recibirían un 2,2 por ciento de la financiación y si se acogen al modelo andaluz, lograrían el 2,4 por ciento. Pero es que en la actualidad, con el modelo consensuado que tiene en cuenta todas las variables (población, riqueza, insularidad, dispersión), Asturias recibe el cuatro por ciento. ¿Va a permitir el PSOE de Asturias que su autonomía pierda la mitad de la financiación para contentar a sus compañeros de partido en Cataluña y Andalucía?

En esta ocasión, además, al contrario de lo que sucedía hasta el momento, en la negociación futura entre las autonomías para aprobar un nuevo sistema de financiación, habrá algunas que expresen deseos y otras, como Cataluña y acaso Andalucía, que pongan sobre la mesa obligaciones legales. La asimetría, ese concepto etéreo tan despreciado durante este tiempo, ya se va abriendo paso con hachazos de cruda realidad. Y el primer sacrificado tiene un nombre antiguo, es la solidaridad.

25 septiembre 2006

Aznar


Aznar ha hablado en Washington de su ‘think-tank’. «Mi think-tank está en Madrid», ha dicho el ex presidente, y uno imagina que ha pronunciado la frase con un tono de falsa modestia y la media sonrisa que le eleva la mitad del bigote. Así, jactancioso y fardón, como si estuviera hablando de un coqueto restaurante de su propiedad. «Mi think-tank».

En Estados Unidos, hablar así de los ‘think-tank’ puede prestarse a confusión porque allí son otra cosa, con la implantación y la influencia de la que carecen en Europa. Los ‘think-tank’ son instituciones privadas –financiadas por empresas privadas o universidades– que se dedican a pensar, a analizar la realidad y a proponer nuevas ideas y proyectos.

Los partidos políticos aquí se guían por un esquema distinto. En vez del ‘think-tank’, la ‘mesa de camilla’. En vez de instituciones independientes que proponen ideas, clanes internos que imponen consignas. No quiere decirse, desde luego, que el modelo político de Estados Unidos sea perfecto, pero siempre será más interesante escuchar al integrante de uno de esos miembros de los ‘think-tank’ que al veterano fontanero del aparato de un partido.

Lo de Aznar, la fundación que preside, la Faes, y a la que se refiere como suya, tampoco parece que vaya por ese camino. Eso no es un ‘think-tank’, sino un retiro, un despacho, un espacio físico con el que solucionar el grave problema de ubicación de los ex presidentes de Gobierno en España. Pero no consta que, hasta ahora, haya dotado a la derecha española de ideas nuevas con las que afrontar el único objetivo que existe en política, la vuelta al poder.

Aznar, como ha vuelto a sucederle ahora en Washington, más que ideas nuevas parece que ha ido retorciendo las que puso en práctica cuando era presidente del Gobierno, de forma que del liberalismo abierto y centrista de su primera legislatura ha ido degenerando hacia las posiciones neoconservadoras del Partido Republicano. Y no es ese el sendero que debe recorrer el Partido Popular. Aznar afirma que hay que luchar contra el relativismo, y tiene razón. Pero la réplica a esa irritante tendencia intelectual no es el extremismo, sino la razón y la tolerancia.

Este fin de semana, mientras seguía dando tumbos el último desatino de Aznar sobre el Islam («No oigo a ningún musulmán que me pida perdón por conquistar España y estar allí ocho siglos»), las juventudes del PP han celebrado un congreso en el que han apostado situarse exclusivamente «en el centro político, liberal y tolerante». Y Javier Arenas les ha aplaudido la intención porque, a su juicio, «el PP sólo gana desde el centro y la cohesión».

Aznar también conocía esta receta, pero desde que presume de ‘think-tank’ se le ha olvidado. Va a tener que a acudir él mismo a uno de esos ‘think-tank’, verá como le recomiendan modestia intelectual en vez de soberbia, que parece ser el mal de los ex presidentes.

22 septiembre 2006

DIARIO DE LA TREGUA: Cadena de Obviedad


La revelación de EL MUNDO de que uno de los informes solicitados por el juez del 11-M ha llegado hasta el magistrado falsificado, manipulado o mutilado, ha desencadenado una tormenta de nervios y descalificaciones en el Gobierno de la nación y en sus seguidores mediáticos y políticos. Y, como en otras tantas ocasiones, el único objetivo es el de rodear la noticia de una cadena de absurdos debates que, si se cae en ellos, consiguen lo que se propone: alejar el interés ciudadano del asunto primordial. Por ello, para no perdernos, es bueno armar una cadena de obviedad sobre lo que está ocurriendo, por qué y a qué nos pude conducir. Lo hago de forma sintética para intentar exponer directamente los que, a mi juicio, son los puntos esenciales de esta polémica.


-- La primera obviedad es que es tan temerario y absurdo, al día de hoy, afirmar, como hacen algunos, que detrás del atentado del 11 de marzo está el PSOE como es, igualmente, temerario y absurdo decir que todo está ya claro sobre aquel atentado perpetrado por alguna rama del terrorismo fundamentalista islámico.

-- La segunda obviedad es que, entre los asuntos fundamentales que no están claros, está la posible participación o colaboración de ETA en el atentado islamista.

-- La tercera obviedad es que si algo va asentándose a raíz de lo publicado por EL MUNDO es que es probable que ETA, al menos, hubiera prestado ayuda y conocimientos a los islamistas para que pudieran perpetrar el atentado.

-- La cuarta obviedad es que de todos los “puntos negros” del 11 de marzo que han ido apareciendo desde el atentado (algunos de ellos, claramente especulativos y sin fundamento), la publicación del informe mutilado es la prueba más contundente de la intención del Gobierno de conducir el proceso judicial por un determinado camino. El juez del caso, Juan del Olmo, si quiere, podría actuar judicialmente contra los autores de la mutilación del informe pericial.

-- Si esto es así, la quinta obviedad nos lleva a preguntarnos por qué el Gobierno, el PSOE, dado que ya dijimos al principio que no está detrás del atentado, descarta con tanta rotundidad la participación de ETA. Por qué el Gobierno moviliza toda su maquinaria política y mediática contra quien lo afirma. Por qué, en suma, quiere el Gobierno socialista exculpar a ETA.

-- La obviedad última, que es además desde la que arranca toda la cadena y la que explicaría el comportamiento del Gobierno, es que el PSOE es consciente de que si se llega a demostrar fehacientemente que ETA colaboró con el atentado tiene muy difícil explicar y mantener dos cuestiones esenciales: Su permanencia en el Gobierno sin convocar elecciones de forma inmediata (dado que no hubiese ganado las elecciones si se llega a saber entonces que el atentado también lo cometió ETA) y la persistencia de su principal apuesta política en esta legislatura, el proceso de paz que negocia en secreto con ETA desde dos años, antes de que se produjera el atentado.

21 septiembre 2006

Patriotas


Muchas veces, nuestros héroes cotidianos nacen de la derrota y del adiós. De ese doble magnetismo social debe emerger ahora la figura amplificada de Rodríguez Ibarra, porque de otra forma no se explica. Por lo general, lo que todos alaban en Ibarra es su “doble patriotismo”, el de España y el del PSOE, ejercido con lealtad y disciplina. Pero todo esto no es más que un clamoroso eufemismo, porque se habla de patriotismo cuando, en realidad, lo que se valora es la fe ciega en unas siglas y el discurso persistente, sean cuales sean las circunstancias. Es decir, lo contrario de lo que uno espera de la política.

Ibarra militaba en esa sección de mando del PSOE llamada “guerrismo” y el mérito que se le atribuye ahora es que siguió confiando en Alfonso Guerra incluso cuando se conoció que le había puesto un despacho a su hermano Juan, desde el que se había enriquecido. Igual que cuando se descubrió la guerra sucia contra ETA y el saqueo de los fondos reservados; imperó la lealtad y la defensa del partido.

La única vez que su “doble patriotismo” ha entrado en colisión ha sido ahora que su partido se apoya en los nacionalistas radicales que tanto ha despreciado. ¿Qué hacer frente al Estatut de Cataluña? Y más allá todavía, ¿cómo se pasa de justificar el GAL a asumir los guiños a Batasuna y las conversaciones secretas, desde hace cuatro años, con ETA? Colisionan los dos patriotismos y, ¿cuál prevalece? El de partido, claro. En sus elogios incluyen una confesión significativa: “Antes de que me utilice la derecha, soy capaz de abrazar a Carod Rovira”.

El poder antes que los principios. Pero esto no parece motivo de halago. Por mucho que antes y después de inclinar la cabeza, Ibarra adornara sus declaraciones con un catálogo de exabruptos, también muy valorados por aquí. Es verdad, que para el patio político siempre será más entretenido un disciplinado díscolo como Ibarra que un sumiso plúmbeo como Chaves, pero no parece motivo suficiente para subirlo a un altar.

En fin, que, puestos a elegir, uno prefiere convertir en héroe cotidiano a otro líder socialista en horas bajas, el primer ministro húngaro, Ferenc Gyurcsany. En una reunión con sus parlamentarios, Gyurcsany estalló de sinceridad. “El país vive por encima de sus posibilidades y no hemos hecho nada durante años. No se puede mencionar ninguna medida gubernamental de la que enorgullecerse, aparte de haber salido de la mierda para lograr el gobierno. Hemos mentido por la mañana, por la tarde y por la noche. Y no quiero seguir así”.

Esa confesión ha provocado una revuelta en Hungría. No lo entiendo. Si le hubiera oído algo parecido a Ibarra, o a cualquier otro empachado de modernización, me hubiera puesto en pie para aplaudir. Antes que héroes pétreos y ciegos, prefiero héroes sinceros y críticos. Antes que patriotismos, razones.

20 septiembre 2006

Rachid


Con las nieves de enero del 2004, la historia de Rachid recorrió España como un escalofrío de injusticia. Rachid se coló en España por la frontera de Melilla. Cuando la policía lo detuvo, no opuso resistencia; para él fue una liberación. «Mi padre me pegaba», dijo llorando cuando llegó al centro de acogida. Rachid tenía 17 años y, según contó, salió huyendo de Marruecos por miedo a que su padre lo matara de una paliza.

Pero si Rachid tuvo protagonismo entonces no fue por su triste historia, sino porque su ingreso en el centro de menores coincidía con la entrada en vigor unos meses antes (octubre de 2003) de una polémica orden del Fiscal General del Estado en la que se ordenaba a todas las fiscalías que promovieran la repatriación de los menores inmigrantes. Así que Rachid estuvo poco tiempo en el centro. «Dos policías me llevaron a la frontera y allí me dejaron con otros dos agentes marroquíes. Los policías marroquíes me pegaron en la cara y en el pecho. Después me dijeron que no querían volver a verme por aquí».

¿Tenía razón el Fiscal General del Estado? De acuerdo al Convenio Internacional de los Derechos del Niño, suscrito por España, lo que está claro, desde luego, es que una vez que un menor de otra nacionalidad llega al territorio español, el Estado contrae con ese niño las obligaciones de tutela de sus padres. Y tiene la obligación legal de educarlo, alimentarlo y atenderlo dignamente hasta la mayoría de edad. O hasta que sus padres sean localizados y sólo si pueden hacerse cargo de él.

Esa es la norma. Ocurre, sin embargo, que esa legislación internacional no se planteó previendo un fenómeno como el de la inmigración, en el que son los padres los que envían a sus hijos a España en la patera. Esa es la terrible encrucijada en la que estamos. La que no resolvemos. La que se agrava cada día que pasa.

El mismo mes de enero en el que apareció Rachid, el presidente Chaves se reunió con la ministra de Inmigración de Marruecos para oponerse a «retornos masivos o colectivos» de menores, y varios consejeros clamaban contra el Gobierno del PP al que culpaban incluso de la fuga de menores de los centros de acogida andaluces. «Estaban integrados, formando parte de proyectos educativos, y tenían la esperanza de un futuro mejor, pero ante el miedo a ser deportados por el Gobierno central se lanzan a la clandestinidad», decían.

De Rachid no volvió a saberse más. Poco después, se coló otra vez por Melilla y, en un poblado de chabolas, se construyó una covacha con tres palos y un trozo de plástico. Ahí se pierde su rastro, pero la historia, ya ven, sigue estancada. Sólo que con nombres cambiados. El lunes pasado, la consejera de Gobernación nos explicó la nueva política del PSOE, el nuevo discurso que, a su juicio, «está calando». «Consiste –dijo– en no hablar de inmigrantes, sino de niños, y no hablar de repatriación, sino de reagrupamiento familiar». Pues vale. ¿Dónde estará Rachid?

19 septiembre 2006

Perdón


No va a ocurrir, ya sé, pero deberíamos hacer el ejercicio de pensar qué pasaría si a alguien se le ocurriera distribuir camisetas con la leyenda de «Todos somos Benedicto XVI». ¿Un reaccionario? ¿Un insensato? ¿Un provocador irresponsable? Pues eso es lo curioso, que cualquier imbecilidad nacionalista, como las del actor Rubianes, suscita una inmediata cadena de solidaridad, pero nadie se da por aludido cuando se trata de defender otros valores. Aunque sean los valores de occidente, la libertad que nos amamanta. Parece que hubiésemos llegado a la conclusión de que el entendimiento entre civilizaciones consiste en acotar un espacio de silencio en nuestras sociedades libres para todo lo referente al Islam.

De nuevo, además, la equivocación estriba en creer que la cuestión es si defendemos o censuramos lo dicho por el Papa. Y no es eso. Se trata de defendernos a nosotros mismos. Podemos diferir o coincidir con el discurso del Papa sobre el Islam, pero una opinión nunca justifica la «yihad» que se ha iniciado contra él. Y es verdad que ‘Yihad’ no significa «guerra santa», como ha recordado el andaluz converso Mansur Escudero, presidente de la Junta Islámica de España, que exige respeto pero aprovecha para descalificar la «ignorancia profunda» del Papa con la certeza de que ningún cristiano lo amenazará por ello. La Yihad se inscribe en la obligación que tienen todos los musulmanes de defender el Islam. Y de esa obligación surge la deformación fundamentalista del terrorismo islamista. De ahí que todos caigan en tromba ahora contra el Papa, unos matando monjas y quemando iglesias y otros aprobando pacíficos comunicados de condena.

Yihad contra el Papa, como hace unos meses contra las viñetas de Mahoma. Yihad, como la realizada contra la prohibición del velo islámico (y cualquier otro signo religioso) en las escuelas francesas. Yihad, como cuando el asesinato del cineasta holandés Theo Van Gogh, al que dejaron tirado en una acera con un puñal en el pecho y una nota de venganza por su documental contra la situación de las mujeres islámicas.

En todos esos casos, la reacción aquí ha sido siempre la misma. En vez de defender la libertad de expresión, se insta de forma inmediata al que critica, opina o disiente a que rectifique sus opiniones y pida perdón. Como el presidente Chaves, que ayer se congratuló de que, a su entender, el Papa «haya pedido perdón por su error político».

¿Camisetas? La salida de occidente a la Yihad ya la marcó hace poco Holanda. Tras el asesinato del cineasta, expulsó del país a la diputada Hirsi Alí, la joven somalí que se refugio en Holanda cuando su padre decidió casarla con un primo suyo, en Canadá. Hirsi Ali era política, amiga de Van Gogh, y también denunciaba los excesos del Islam contra las mujeres. Cuando la echaron, la comunidad islámica respiró: «Al fin -dijeron- podrá comenzar el diálogo con el Gobierno». Esa es, pues, la receta. Es tan fácil como callar y pedir perdón.

18 septiembre 2006

Cuéntame

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La mentira es el último trayecto que recorre un gobernante. La fabulación, la invención, el enredo. El último recodo, la pendiente final desde la que quizá se pueda vislumbrar ya el ocaso. El engaño, la falsedad. La ocultación de la verdad. No se trata de la recreación patológica de un mundo inexistente que el propio inventor acaba creyéndose. De esos casos está plagada la historia, sí, dictadores e iluminados, pero este sendero de mentiras no es fruto de ninguna alucinación sino la resultante de un declive democrático, de una degeneración. Es una estrategia.

Cualquiera que observe al presidente Chaves concluirá con preocupación que la falsedad se ha convertido ya en una porción esencial de su discurso. Preocupación porque Chaves no necesita de tanto engaño para vivir cómodamente como presidente de la Junta de aquí a su jubilación. Sólo hay que fijarse en lo que llevamos de septiembre. Es tan acusada la tendencia al embuste, introduce tantas morcillas de falacia en sus discursos, sea cual sea la materia y el escenario, que incluso se diría que el presidente Chaves se ha convertido ya en un personaje de ficción.

Representa papeles, como hemos visto estos días. En el Parlamento hace de su guiñol de andazulía (memorable esto último que ha dicho del “tiro por la cuneta”); en los actos oficiales a los que acude como presidente de la Junta hace de propagandista de la Segunda Modernización; y en los mítines del PSOE se viste de portavoz del pasado, saludable estertor del felipismo que se ve en la misión de vengar a su protector de las denuncias de EL MUNDO.

Pero a los ataques continuos hay que responder con la reiteración de la verdad. Por ejemplo, aquella historia de los créditos que la actual Caja San Fernando le perdonó a distintos dirigentes del PSOE, Chaves entre ellos. Insiste el presidente que aquella noticia no fue más que un montaje y una difamación contra su persona. No es verdad por mucho que lo repita, por mucho que se crezca. Y el día que se conozca y demuestre la verdad, que llegará, a Chaves ya no le valdrán las explicaciones.

Mientras, que siga fabulando. Y cada vez, trolas más absurdas. Como esto de que la elevada tasa de fracaso escolar en Andalucía se debe a que los padres quitan a sus hijos del colegio para ponerlos a trabajar. ¿En qué mundo vive Chaves? ¿Cuántos niños andaluces trabajan estos días en un taller de mecánico, en el tajo de la aceituna o de peón de albañil? Curiosamente, justo un día antes de que Chaves inaugurase el curso escolar con esta invención, el episodio televisivo de ‘Cuéntame’ recreaba algo parecido. El pequeño de los Alcántara dejaba el cole y se ponía a trabajar en un taller. Es como si Chaves hubiera contratado a los guionistas de ‘Cuéntame’ para que le hagan los discursos. Cuéntame Chaves, cuéntame…

05 septiembre 2006

Meteoritos


El personal vuelve de las vacaciones incendiado, como meteoritos entrando en la atsmósfera. Y no puede ser esta aceleración, que así nos va luego. Lo que nos pasa, esa mala leche de todos los cursos políticos y sociales, cuyo inicio hemos establecido en septiembre por mera convención, tiene mucho que ver con el regreso de las vacaciones. Como hoy. O como ayer. Despertarse una mañana empapado en sudor, con este calor pagajoso de septiembre, y comprobar que el despertador no ha sonado. Salir a la calle, con la bulla, y abrirse paso entre los trastos de un tipo que se ha instalado con su órgano en el portal de tu casa, tocando pasadobles. Tan temprano. Y luego la hora punta, y el retraso, que ni un café, y esa euforia laboral exasperante de septiembre, que los jefes llegan como si se hubieran declarado en huelga, pero a la japonesa. Y más calor, ¿lo he dicho ya?, que no hay quien soporte el calor menbrillero de septiembre. Meteoritos, sí, incendiados.

Ya lo explicó hace unos días una investigadora andaluza, Humbelina Robles Ortega, del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada. El 35 por ciento de los trabajadores sufrirá estos días el ‘síndrome post-vacacional’, cuyos síntomas son «el cansancio, la falta de apetito y concentración, irritabilidad, ansiedad, tristeza y pasotismo».

En fin, que la vuelta de las vacaciones no tendría que ser así, que después no hay quien nos entienda como sociedad. En esa charca de angustia cotidiana a la que volvemos, es donde nace el germen de la agresividad que vemos luego en la sociedad y en la política. En vez de palabras, en vez de razones; en vez de diálogo y principios, se imponen, revestidos de agresividad, los discursos al dictado y el sectarismo. ¿Y quién está en condiciones de pararse a pensar en nada?

Contaba una vez Carlos Fuentes que su esposa, la periodista Silvia Lemus, entrevistó al presidente de Venezuela y le preguntó por su libro de cabecera, ya que la lectura diaria del presidente del México era Maquiavelo. El venezolano contestó mejor sería leer El Principito, en vez de El Príncipe.
No es mal consejo. Porque El Principito, en su viaje por los asteroides de la galaxia, deja lecciones para todos. Miren que bien viene, como vacuna de principio de curso, esta visita del Principio al planeta del farolero.

«Cuando llegó al planeta saludó respetuosamente al farolero:
– ¡Buenos días! ¿Por qué acabas de apagar tu farol?
– Es la consigna -respondió el farolero-. ¡Buenos días!
– ¿Y qué es la consigna?
– Apagar mi farol. ¡Buenas noches! Y encendió el farol.
– ¿Y por qué acabas de volver a encenderlo?
– Es la consigna.
– No lo comprendo.
–No hay nada que comprender -dijo el farolero-. La consigna es la consigna. ¡Buenos días!»

03 septiembre 2006

Sonsoles

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La Fundación Barenboim. Qué inmenso error y qué torpeza. Qué despecho y qué soberbia rezuma esta colaboración entre la Junta de Andalucía y el proyecto de buenas intenciones del músico judío. Sólo hay que verlos en la foto que se hacen juntos a principios de agosto de cada año, cuando el maestro Barenboim recibe al presidente Chaves en el lujoso hotel en el que suele hospedarse, o en las instalaciones en las que practican sus jóvenes músicos.

Este año, por ejemplo, era chocante verlos allí a los dos, al frente de ese invento que cuesta alrededor de cinco millones de euros al año, ponderando sobre la Guerra de Israel y el Líbano, que acababa de estallar. Qué fácil se construye la paz sentados en la sombra fresca de un patio sevillano, oliendo a jazmines. Y qué fácil es pontificar desde ahí y denunciar lo equivocado que están los israelíes. Y qué cara tan dura hay que tener para rematar la faena afirmando, como hizo Barenboim, que no existe «otro gobierno en el mundo» más preocupado que el andaluz por la cultura, la convivencia y la humanidad. Y, por supuesto, ningún dirigente político como Chaves, un líder «con una visión única en el mundo». Caradura no por la atracción, que cada cual es libre de elegir a sus líderes políticos y mitificarlos. No es eso; se trata, sencillamente, de que si de verdad el interés de la Junta en la Fundación Barenboim fuese el fomento de la cultura, destinaría ese dinero a la Joven Orquesta de Andalucía o a los conservatorios que se caen a pedazos.

Y qué decir del principal objetivo de todo este montaje, el leit motiv de esta fundación: «Fomentar el diálogo y la convivencia entre pueblos tradicionalmente enfrentados mediante la organización de un taller con jóvenes talentos musicales procedentes de Israel, países de Oriente Próximo y Andalucía». En fin, que ese propósito da, en todo caso, para un concierto benéfico. Extenderlo a la costosísima Fundación actual es un insulto para una región como la andaluza y una frivolidad para el conflicto palestino e israelí.

Sumando factores, si la Fundación Barenboim no sirve para ninguno de los dos objetivos que predica, ni el cultural ni el político, comprenderemos bien que sólo la soberbia con la que se desenvuelve el Gobierno andaluz en sus cosas explica la persistencia en un proyecto que tendría que haberse disuelto el mismo día que no logró lo que se proponía: financiación privada.

El poder siempre se ha rodeado de artistas que lo jalean. No hay más de fondo en todo esto que esa atracción pretenciosa. Que no venga ahora ni Chaves ni Zapatero a contarnos que han ido a Berlín en viaje oficial. Por dos cosas. Primero, porque el carácter de oficial se lo otorga a un asunto su vinculación con el interés público. Y no es el caso. Y, segundo, porque la orquesta ya ha actuado este año varias veces en Andalucía. ¿Acaso piensan completar la gira mundial? Ay, Sonsoles, seguro que sin pretenderlo, hay que ver lo que acaba costando esa afición tuya al coro.