El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

16 noviembre 2007

Ante el Juicio

(Ante las peticiones recibidas para que explique con más detalle por qué se produce la querella del presidente Manuel Chaves contra EL MUNDO, cuelgo aquí un resumen, que amplía y completa otros publicados en otras ocasiones, del largo conflicto judicial por el espionaje de las cajas de ahorro. Seis años de instrucción que se resolverán a partir del lunes en la vista oral en un juzgado de lo penal de Sevilla)



Cuando, en noviembre de 2001, publiqué la información sobre el espionaje al que estaba siendo sometido el entonces presidente de la Caja San Fernando, Juan Manuel López Benjumea, me limité -al menos, eso es lo que intenté- a reproducir los acontecimientos, sin añadir opiniones personales. En síntesis, aquella información lo que ponía de manifiesto es que un presidente de caja se sentía espiado, que lo denunció a la delegación del Gobierno creyendo que se trataba de ETA y que, cuando la policía descartó la hipótesis terrorista, aquel presidente de caja contrató a un detective privado. Fue este detective quien finalmente localizó a la persona que seguía al presidente de la caja y le grabó el vídeo en el que éste admitía que el trabajo se lo había encargado Chaves. Para probarlo, el individuo le entregó al detective una trajeta del jefe de escoltas de la Junta de Andalucía. EL MUNDO publicó aquella información en su edición nacional y, al día de hoy, cinco años después, los protagonistas siguen ratificándose en lo que contaron al periódico.Para nosotros, tanto para mi como para Francisco Rosell, director de EL MUNDO de Andalucía, lo importante de aquella información es lo que acabo de decir. Que no se trataba de ninguna invención, simplemente contamos lo que ocurría.

Tampoco se le imputaba a nadie la comisión de un delito, puesto que éramos conscientes antes y ahora que no entraña ningún delito seguir a una persona por la calle, si no existe algún tipo de coacción, atentados contra la intimidad o allanamiento de morada. Muy distinta era la situación desde el punto de vista político. ¿Tenía interés informativo que el presidente de la Junta, o el PSOE, hubiera encargado el seguimiento del presidente de una caja de ahorros, con el que estaba enfrentado y pretendía remover de su asiento? Esa es la pregunta que nos hicimos entonces.

Y pensábamos que sí. Seguimos pensando que sí. Se trataba de una irregularidad política, de un comportamiento nada ético que afectaba ni más ni menos que al presidente de una comunidad que es, a su vez, presidente de la ejecutiva federal del PSOE.

Hoy, después de que una juez de Sevilla, tras finalizar el periodo de instrucción, le haya impuesto a EL MUNDO la fianza más alta que se recuerda en un proceso de esta naturaleza (no existen precedentes de querellas como las de Chaves ni de una fianza de 700.000 euros en un proceso por supuestas injurias y daños al honor), lo esencial, a nuestro juicio, es que el lector repase de nuevo qué ocurrió y cómo actuó EL MUNDO. Por encima de juicios de valor y de opiniones interesa recordar qué hicimos, por qué y cómo.



¿QUE HIZO EL MUNDO?


En la única declaración judicial que han realizado Francisco Rosell y Javier Caraballo, los dos periodistas de la redacción andaluza de El MUNDO a los que Chaves acusa de haber mancillado su honor, ambos detallaron el juez la comprobación exhaustiva de la información sobre el espionaje al ex presidente de la Caja San Fernando Juan Manuel López Benjumea, antes de proceder a publicarla, el 29 de noviembre del 2001.Así, en aquella declaración, en marzo de 2003, los periodistas de EL MUNDO revelaron que, tras conocer los supuestos seguimientos que se realizaban a Benjumea, primero se confirmó la noticia con la Delegación del Gobierno en Andalucía, donde se ratificó la existencia de una denuncia del presidente de la Caja temeroso de que pudiera trratarse de ETA; posteriormente con el propio Juan Manuel López Benjumea, quien confirmó las sospechas sobre los seguimientos de que estaba siendo objeto y la contratación de un detective, una vez descartado que se tratase de ETA, para que aclarase quién estaba detrás de los seguimientos.

Tras esta nueva confirmación, EL MUNDO se puso en contacto con el detective contratado por la Caja, Joaquín Corpas Parejo, a quien se le solicitó una copia del vídeo en el que la persona que seguía al presidente de la Caja, Antonio Castellano, confiesa que «entre Pino, Pizarro y Chaves me han mandado seguir a Benjumea y Beneroso».Igualmente, solicitaron, y les fueron entregadas, las pruebas documentales que aparecían en el transcurso de la conversación grabada, tales como una tarjeta del jefe de escoltas de la Junta, que Antonio Castellano les entregó para certificar su afirmación anterior.

Una vez que toda la información estuvo contrastada, tras varias semanas de investigación, EL MUNDO telefoneó al secretario de Organización del PSOE-A, Luis Pizarro, a quien informó de la publicación al día siguiente de la noticia y éste le realizó incluso unas declaraciones que también publicó EL MUNDO el mismo día y en la que Pizarro aseguraba, ya entonces, que todo era un «montaje».La información en sí era de un gran interés periodístico porque certificaba la batalla encarnizada que se estaba librando en el seno del PSOE por el control de las cajas. Lopez Benjumea era militante del PSOE y fue este partido el que lo colocó al frente de la entidad financiera. Hasta que un día dejó de tener la confianza del partido y Chaves exigió públicamente su cabeza. Este era el momento político en el que se produjo la noticia.



¿QUE HA HECHO CHAVES?


Tras publicarse la información, el presidente Chaves inició una batalla legal contra el periódico y contra el autor de la información, a pesar incluso de que la Audiencia rechazó que pudiera continuar en el caso como presidente de la Junta (y con los servicios jurídicos de la administración). Se retiró incluso el fiscal y Chaves siguió adelante como particular en su batalla contra EL MUNDO.El auto de apertura de juicio oral se ha producido después de que la defensa del presidente de la Junta de Andalucía y los otros dirigentes del PSOE pidiesen la máxima pena posible, situada en 14 meses de multa, por un delito de injurias graves con publicidad para EL MUNDO, para López Benjumea y para el detective al que éste contrató.

Se da la circunstancia de que la única persona a la que el presidente Chaves ha decidido excluir del caso ha sido a Antonio Castellano, que es quien pronuncia en el vídeo la frase de que fue «entre Chaves, Pizarro y Pino» quienes le encargaron el espionaje. Antonio Castellano es tambíén la persona que entregó, en prueba de la veracidad de la afirmación anterior, una tarjeta personal del jefe de escoltas de Chaves, Juan Escámez. Insistamos en este detalle, que no parece trivial: Chaves pide la máxima pena para EL MUNDO por reproducir una frase y al autor de la misma lo exculpa de toda culpa. ¿Puede entenderse?Tras pedir la máxima pena para el diario EL MUNDO, el escrito presentado por Alfonso Martínez del Hoyo, letrado de Chaves y Pizarro, hace mención a que ambos «se comprometen solemnemente» a donar la posible indemnización que les conceda el juez a entidades sin ánimo de lucro.




¿QUE HA HECHO LA JUSTICIA?


La primera denuncia que llegó a los tribunales fue la del presidente de la Caja de Ahorros San Fernando, Juan Manuel López Benjumea. La denuncia se interpuso en mismo día que EL MUNDO publicó la información y la realidad es que tuvo muy poca vida en el juzgado. Justo a la semana de interponerla, el juez decidió archivarla. La cuestión no tendría más relevancia -ya decíamos antes que, en realidad, el mero seguimiento de una persona por la calle no tiene por qué significar la comisión de un delito- si no fuera por las extrañas circunstancias que rodearon aquel archivo.

Para empezar, por extraño que parezca, el juez archivó la denuncia sin ni tan siquiera llamar a declarar al denunciante, el presidente de la caja de ahorros. Tampoco le solicitó que aportara pruebas, como el vídeo mencionado. Para colmo de coincidencia, el auto de archivo se produjo el mismo día que se iba a debatir en el Parlamento andaluz la creación de una comisión de investigación sobre estos hechos. Ni que decir tiene que, obviamente, aquel archivo sirvió al PSOE para resolver políticamente el caso de un plumazo. No hubo comisión de investigación y, además, el presidente de la Junta decidió entonces pasar a la ofensiva: presentó una querella contra el presidente de la Caja y contra EL MUNDO.

Si la primera denuncia tardó una semana en resolverse, la denuncia de Chaves cumplirá en noviembre de 2006 cuatro años de tramitación. Y hasta ahora, ha prosperado hasta llegar a la imposición de la fianza que antes aludíamos.

Es verdad, sin embargo, que entre las dos denuncias existen otros acontecimientos judiciales. La Audiencia de Sevilla revocó el auto de archivo del juez de instrucción y obligó a una instrucción mayor que, sin embargo, ha estado colmada de inexplicables contrariedades. La principal es que no ha podido demostrarse la autenticidad de la cinta de vídeo, esencialmente porque lo que se aportó al juzgado fue una copia y no la cinta original, el master de la grabación. El detective, cuando fue instado a que entregara la cinta original, negó que estuviera en su poder.

¿Actuó así por presiones? ¿La había destruido, tras hacer las copias y entregarlas a quien le había encargado el trabajo? Caben muchas hipótesis, pero la única realidad es que sin la cinta master era imposible demostrar que la voz que aparece en la cinta se corresponde con los protagonistas. Claro que existían otras evidencias, como las tarjertas entregadas, pero éstas no han sido tenidas en cuenta por el juez. Así que el caso, de nuevo, acabó archivándose.

La importancia de la desaparición de la cinta master es, sin embargo, aún mayor. Al no existir esa grabación original, los informes periciales que ha realizado la policía sólo se limitan a afirmar que el sonido es insuficiente para realizar una prueba de voz y que se evidencia que la copia entregada "es un montaje". Esta parte es esencial porque, curiosamente, se conecta con la primera explicación que ofreció el PSOE, incluso antes de que se publicara la información. La policía afirma, en efecto, que se trataba de "un montaje", pero no se refiere al hecho de que la cinta sea falsa, una invención, ya que para eso tendría que haber podido analizar las voces e identificar a sus autores, pero queda dicho que, según la policía, esa tarea fue imposible por la deficiencia del sonido. Cuando la policía científica utiliza la palabra montaje lo hace para remarcar que la grabación de la imagen se hizo de forma independiente a la del sonido y que, con posterioridad, ambas 'se montaron' en una sola cinta. Montaje, en efecto, pero no manipulación. Sin embargo, la sola mención de la palabra ha servido al PSOE para asentar su justificación de que todo se debía "a un montaje mafioso" (es la expresión utilizada por Chaves) en el que participaron EL MUNDO y el presidente de la caja.

En fin, que es muy probable que nunca se pueda demostrar ya qué ocurrió, entre otras cosas porque, como se decía antes, significativamente, la persona que decía en el vídeo que el seguimiento se lo había encargado el presidente Chaves ha quedado fuera del proceso y exculpado de todo. ¿Si hubo hubo un montaje mafioso, cómo no implica Chaves a la persona que menciona su nombre?

En cualquier caso, esa es ya otra historia. El asunto está definitivamente archivado y la única preocupación de EL MUNDO es la de demostrar que, paso a paso, siguió escrupulosamente las exigencias profesionales para la elaboración de cualquier noticia de esa relevancia. Nos limitamos a contar lo que pasaba: contrastando las fuentes, hablando con todos los protagonistas y consiguiendo los documentos que existían sobre el caso.

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15 noviembre 2007

Caciques


A Bartolomé José Gallardo podemos imaginarlo por las callejuelas de Cádiz en el ambiente libertario y libertino de principios del siglo XIX. Por su biografía, podemos imaginarlo pisando el serrín de las tabernas y la caoba de los despachos. Componiendo por las mañanas rimas satíricas contra el clero opulento y por la noche ligando versos empapados en alcohol para conseguir el favor de las putas del puerto. Había nacido en Extremadura, estudió en Salamanca y en Madrid, pero en Cádiz, en aquella ciudad liberal que parió la Constitución de 1812, la más avanzada de sus tiempos, lo conocían como «el césar de la literatura gaditana». Y no dejaba títere con cabeza. Jamás. Especialmente cuando lanzaba sus burlas contra los obispos, «desvirgadores de conventos», o los frailes, porque «el ‘frailuno’ es un olor muy apetecido del otro sexo, especialmente de las beatas, porque hace maravillas contra el mal de madre».
No es difícil entender, en fin, que la enorme fascinación que puede suscitarnos ahora un personaje como Bartolomé José Gallardo sólo sea comparable a la monumental polémica que provocaría en su tiempo. La perplejidad que producen, dos siglos después, los detalles de su biografía, los destellos de su osadía, sólo se podrán entender en el ambiente liberal de aquellos años, a medio camino entre la ilustración y el romanticismo. Todo se redondea de forma magistral con un detalle imprescindible: era bibliotecario de las Cortes de Cádiz. Queda todo dicho.

La vida y obra de Bartolomé José Gallardo la ha recopilado el Ayuntamiento de Cádiz dentro de la magnífica colección de las Cortes de 1812, que edita la Fundación Municipal de Cultura. Entre los muchos escritos que recoge, llama la atención un texto sobre la crueldad de la religión. Para burlar a la jerarquía eclesiástica de entonces, para señalar su hipocresías y sus excesos inquisitoriales, lo que hace Bartolomé José Gallardo es recordar la religión azteca: «Cuando Hernán Cortés llegó a México, el pueblo menos rudo de América, aquel imperio presentaba el espectáculo más horroroso de superstición y barbarie. La sangre humana se derramaba tan profusamente en holocausto a sus dioses que hasta se amasaba con ella una especie de pan bendito. Como la carne humana era el manjar de su dios, cuando faltaban víctimas, el sumo sacerdote se presentaba a su emperador y le decía: ‘Cacique, el dios tiene hambre’».

Reparen, de nuevo, en que ese tipo singular, Bartolomé José Gallardo, retrataba la crueldad de la religión azteca al mismo tiempo que zahería a la religión católica. Reparen en que lo hacía en el siglo XIX y sus escritos se publicaban en España, en Cádiz. Reparen en todo ello y, después de hacerlo, pregúntense qué diablos hemos hecho, qué conjuro maldito pesará sobre España para tener que soportar en 2007 a Hugo Chávez exigiendo que pidamos disculpas por haber llevado la barbarie a América. Y que aquí haya memos que aplaudan a quien es descendiente de los conquistadores y heredero deforme de aquellos caciques.

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14 noviembre 2007

Jornadas


En los países desarrollados ya no hay necesidad de ir contando cada año las horas que se pierden en huelgas, paros y manifestaciones de trabajadores. Esa estadística ya no resulta relevante. Mucho más nos aportaría, por ejemplo, el conocimiento exacto de las horas y del dinero que se pierde anualmente en jornadas y seminarios convocados desde los distintos organismos públicos. La avalancha diaria de jornadas, que son mucho más profusas que los días mundiales de casi todo, lo cual ya es decir, no representa, además, una gran variedad, ya que, por lo general, casi todas ofrecen el mismo resultado y hasta repiten los mismos discursos de grandes palabras de nada, adaptados en cada caso al sector concreto al que se refieran. Implementaciones y demás, ya saben.

Es tan intensa la catarata de jornadas que lo complicado es encontrar alguna que se salga de lo esperado o, por lo menos, que interese a los asistentes, lo cual no suele ser lo habitual. Que por algo se conoce esta actividad como ‘turismo de congresos’. Turismo, o sea. A partir de ahí, qué más da que se trate del enésimo seminario sobre el Estatuto de Autonomía (qué gran agosto han hecho algunos con el mamotreto aquel), las cansinas jornadas de género del lobby feminista (ayer había unas sobre ‘Producción ecológica, mujer y autoempleo en el medio rural’) o las convenciones sectoriales de títulos memorables (como éste de ayer: ‘Seminario Regional de la Patata’).

La cuestión es que la sentencia inmortal de Eugenio d‘Ors (hay varias versiones; me quedo con la más lírica: «En Madrid, cuando las siete dan, o das una conferencia o te la dan») ha ido evolucionando hasta esta nueva realidad de agendas atiborradas de jornadas. Se diría que es el paso que va desde la tertulia de café al coffee break.

Ayer, en fin, yo también sucumbí a unas jornadas. En el Parlamento andaluz, jornadas destinadas a jueces y letrados de los parlamentos. Desconozco por completo si la mesa redonda en la que participé sirvió de algo, pero de lo que estoy seguro es que el cuestionario que elaboró para el acto Plácido Fernández-Viagas tendrían que enviárselo a todos los diputados.
Pongo ejemplos: «¿La estricta información parlamentaria tiene todavía interés para el lector? ¿Sigue existiendo lucha de ideas en el Parlamento? ¿Cuáles serían las razones sociológicas que determinan los continuos triunfos electorales del PSOE en Andalucía? ¿Por qué las elites intelectuales andaluzas se muestran ajenas a la participación en las listas electorales? ¿Se han sacralizado nuestros símbolos? ¿Es posible criticar, por ejemplo, a Blas Infante?».

Memorable e inesperado, como el mismo Plácido Fernández-Viagas. Claro que, tampoco es de extrañar: ya escribió Fernández-Viagas un libro en el que sentenciaba que «la institución parlamentaria podría ser ya sustituida, no es necesaria». Si lo sabrá él, que es letrado del Parlamento andaluz.

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12 noviembre 2007

Río Grande


«No sé si has visto Río Grande, la impresionante película de John Ford. ¿No te acuerdas? En fin, es un clásico que se me ha venido a la cabeza cuando me has preguntado por la transferencia del Guadalquivir, nuestro río grande. En esa película, hay un diálogo algo cómico cuando Maureen O’Hara, al pasar junto al actor Victor McLaglen, le dice a John Wayne: «ya veo que el pirómano sigue contigo». La cuestión es que no sé por qué se me ha venido a la cabeza esa escena de la película de Ford cuando me has preguntado. O tal vez sí, porque ahora que lo pienso podemos encontrar muchas similitudes con esas batallitas del oeste y, sobre todo, con los pirómanos dirigidos por los comandantes. Para mí, en definitiva, hoy es un día triste porque se va a trocear una Confederación Hidrográfica que era modélica en su funcionamiento».
«No he encontrado a casi nadie aquí dentro que esté contento con esa transferencia, con que el poder pase a manos de la Junta de Andalucía. Las autonomías siguen haciendo de pirómanos del Estado, de las cuestiones comunes que tendrían que reservarse para el Estado, y que se transfieren sin pensar en lo elemental: ¿Se va a mejorar la gestión de la cuenca? A la vista de lo que ha ocurrido hasta ahora, lo tengo claro: No. Fíjate en las cuencas que ya están transferidas; se está convirtiendo en un caos hasta el cobro de los cánones del agua».

«Que no es hablar por hablar, que lo que nos tememos es que, de forma más o menos inmediata, la Confederación comience a politizarse en detrimento de la calidad de la gestión. Lo uno lleva a lo otro, los políticos de la Junta van ocupando los puestos técnicos y el modelo de gestión se convierte en otra cosa. Eso sí, lo primero para la Junta es la estrategia de comunicación. Asume las confederaciones, las cambia de nombre, coloca a los suyos y, cuando necesita hacer inversiones, sigue pidiéndole dinero al Estado. Y si antes se llamaba, por ejemplo, ‘Confederación del Sur’, ahora se llama ‘Confederación Mediterránea’. Y la otra, Confederación Atlántica. A la del Guadalquivir igual hasta son capaces de cambiarle el nombre. ‘Confederación Vehicular’, les sugeriría yo. Igual les gusta».

«Pero lo que yo te pregunto es si para eso, para que Chaves o Zarrías tengan más poder, merece la pena trocear la Confederación del Guadalquivir, porque varios embalses siguen dependiendo de Madrid, y acabar con la lógica que impuso la Constitución, que cuando una cuenca hidrográfica recorre varias comunidades la competencia exclusiva es del Estado. Insisto, no se trata de ser más autonomista o menos, es una cuestión de eficacia, de gestión. Sólo tienes que fijarte que cuando se anuncia la transferencia de una cuenca, todos se echan a temblar, los ecologistas, los regantes y, junto a ellos, los funcionarios. ¿Por qué será? De hecho, es posible que en esto sea en lo único que están todos de acuerdo. Pero como en la película de Ford, el pirómano del Estado sigue suelto. Aquí ya estamos esperando que llegue John Wayne».

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Juan Carlos I


Nació una frase como un lamento, como un grito de todos, como un golpetazo en la mesa. Nació una frase para definir un momento, para decir basta, para ponernos a todos detrás de cuatro palabras, para acompañar un desplante con el ruidoso asentimiento anónimo de cientos, de miles, de millones. Nació una frase como un volcán, como nace un mito, como crece una leyenda. Estábamos ayunos de frases acaso porque sólo tenemos líderes de lo previsible, y nada hay de emoción ni de encanto en la cantinela repetida, en los finales conocidos. Nació una frase que, sin decir nada, expresa lo que todo el mundo ansiaba. El silencio relajado que sucede al ruido de una verborrea insoportable. “¿Por qué no te callas?”. ¡Qué falta estaba haciendo!

Nació una frase porque la historia está hecha de hombres y mujeres que van dejando muecas en el camino con frases que perduran más allá de sus vidas. Quienes quieren pasar a la historia más allá de los nombres tienen la obligación de inscribir una frase con la que se identifique un pueblo, hacer de las palabras un cristal en el que todos se vean reflejados. Nació una frase y cada palabra retumbaba con mármol de posteridad, con el eco infinito de la modernidad, con la reiteración incontrolable de esta aldea global que se cita cada mañana en la plaza del mercado de internet. Nació una frase para hacerse inmortal en los blogueros, para multiplicarse en los videos del you tube, para exponerse a todos, para romper el estanque indeciso de una pedrada cuyas ondas no terminan jamás. “¿Por qué no te callas?”. ¡Qué falta estaba haciendo!

Nació una frase para que se sonrojen todas las estrellas efímeras del universo de las obviedades, para subrayar que también en democracia todo tiene un límite, para cortar de raíz la provocación sin final. Nació una frase para desnudar al dictador de ropajes populistas, para desbaratar la insoportable verborrea de la demagogia bananera. Nació una frase para poner a cada cual en su sitio, para apuntalar la democracia y enseñarle a los profetas del talante y a los augures de la dureza que la libertad no puede caminar si no se apoya simultáneamente en el diálogo y en la autoridad. Independencia en el pensar, respeto en el decir. Nació una frase para poner las cosas en su sitio, para multiplicarse siempre, para abrir un momento de sensatez. “¿Por qué no te callas?”. ¡Qué falta estaba haciendo!

Nació una frase para alzar un pedestal, para cincelar un liderazgo, para asentar una monarquía. Nació una frase y todo el mundo sabe ya que, cuando todos estemos muertos, quedará la frase para definir un reinado. Otto Von Bismark fue quien dijo que la política no es una ciencia, sino un arte. El arte de entusiasmar, de ilusionar, de representar a un pueblo. El arte de expresar con una frase un sentimiento de millones. “¿Por qué no te callas?”. Y todos hubiésemos dicho lo mismo en ese instante. Ese es el arte de la política. Con una sola frase. ¡Qué falta estaba haciendo! Juan Carlos I, Rey de los momentos cruciales.

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09 noviembre 2007

Cretinos


Nadie. Silencio de sepulcro, silencio de miedo, silencio triste. Nadie ha alzado la voz en Andalucía después de que un profesor de Historia de la Universidad de Sevilla haya denunciado la censura un libro sobre la Guerra Civil porque la Historia documentada, la realidad científica, no se ajustaba a la Historia idealizada, a la realidad inventada de la Recuperación de la Memoria Histórica. Levanta el dedo el profesor, señala la censura que se ejerce en instituciones públicas y democráticas, hoy en Andalucía, en esta democracia, y nadie se da por aludido. Nadie, nada. Ni una sola voz, en ningún departamento de Historia de ninguna Universidad de Andalucía ha salido a defender el derecho y la obligación de los historiadores de publicar sus trabajos sin que los gobernantes les impongan el sesgo convenido.

Silencio de sepulcro académico, silencio de miedo de régimen, silencio triste de libertad dañada. Han circulado fotocopias en las universidades, se han cruzado correos electrónicos y la noticia ha saltado a la web, pero la protesta se ha quedado en ese murmullo de pasillos que hace más grande el silencio. ¿Acaso la censura de un libro no merece una protesta mayor del mundo académico? ¿Acaso el rector de la Universidad de Sevilla no debe salir en defensa de sus historiadores, para decir, por lo menos, que la historia es una ciencia, que no se puede escupir sobre la inteligencia y el rigor en la propia Universidad?

No es la recuperación de la Historia lo que se busca sino la recreación de una historia que no existió; que sí, que se trata de instaurar en la política española el parque temático de la Segunda República. Y sobre medias verdades y odios arrinconados, que la progresía de salón encuentre ahí su mejor asidero ideológico. «No valen los datos históricos que no cuadren con el dogma de la Memoria Histórica. En cinco años de República, hubo más de dos mil asesinatos políticos en España. Sin embargo, lo que se quiere decir ahora es que todos los santos estaban en un bando y los asesinos, en el otro», dice José Antonio Parejo, el profesor censurado por unos y silenciado por otros.

El espectáculo de ayer en el Parlamento andaluz lo decía todo. El interés exclusivo de la mayoría de la Cámara (socialistas, andalucistas e Izquierda Unida) sobre la Memoria Histórica se refería a las estúpidas declaraciones de Vidal Quadras, en las que tachaba de «cretino» a Blas Infante. Ésa es la cuestión, entrar al trapo de la provocación y dejar de lado lo esencial del debate. Que el problema mayor no es otro que haber convertido la Memoria Histórica en un debate cretino, bobo, falso. Hay muchas formas de llamarle cretino a los que murieron entonces. A los fusilados, a los asesinados, se les insulta cuando se pervierte la Historia y ya nadie recuerda por qué murieron. Y no les dejan siquiera el orgullo de que su recuerdo sirva de escarmiento en el país por el que murieron. Cretino es este silencio.

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Proyecto vital



Soñó que se colaba en el Palacio de la Moncloa. Y delante del presidente, le decía sin pensarlo: “Presidente, que se me ha jodido el proyecto vital”. Y a Zapatero, entonces, se le saltan dos lágrimas.

Llegó al Palacio una de estas tardes diminutas, aprovechando que el crepúsculo creaba un laberinto de sombras en el camino que conduce hasta la casa del presidente. Recorrió el sigiloso el paseo en el que los árboles han unido sus copas, como dándose las manos, formando una bóveda de ramas y hojas secas hasta llegar casi a la puerta de la casa del Presidente. La puerta estaba abierta y nadie vigilando. “Así de confiado es el presidente”, pensó. Y se coló hasta el salón de las visitas, de pie delante de la puerta, con el bolso colgado del brazo, el pelo recogido en una cola, los labios levemente pintados, unos vaqueros y una camisa blanca. Zapatero estaba sentado el brazo de uno de los sillones laterales, Chaves estaba semihundido en el sofá blanco del centro, con un puñado de papeles al lado, y Blanco se perdía a través de la ventana con un jardinero que podaba un seto de enebros, que al él debió parecerle una metáfora del partido, por la igualación y el corte implacable de las ramas que sobresalen. Jardineros del poder.

“Presidente, que se me ha jodido el proyecto vital”. No fue una frase cualquiera; yo sabía, de hecho, que el presidente iba a llorar a moco suelto en cuanto lo oyera. Esa sensibilidad la tiene Zapatero desde pequeñito. Antes, sus amigos se burlaban de él, pero ahora que ha llegado a presidente hasta lo cuenta en las entrevistas. “Lloré cuando se aprobó la Constitución y cundo ganó Felipe en 1982 y una de las cosas por las que lloré fue porque pensé que en este país ya no volvería a haber más mujeres que tuvieran el destino vital de mi madre. ¿Cómo es posible que hayamos vivido en un país en el que se condenaba hasta hace poco a las mujeres a prácticamente no tener derechos sociales, a no poder abrir ni una cuenta corriente?”. Y Zapatero lloró. Cuando la Constitución del 78, él acababa de cumplir los 18 años, pero ya tenía esa sensibilidad de gobernante comprometido. “Progresista, claro”, como dice él.

Fue así, con esas dos lágrimas recorriéndoles las mejillas, como pudo seguir el sueño. “Mi proyecto vital se ha ido al carajo porque ha subido de golpe el pan, la leche, el pollo, las pastas, las verduras y los huevos. Han subido las tres comidas que hace una. Hasta la latita de mejillones del piquislabis. Y una que ya andaba estrecha para llegar a fin de mes con la subida de la gasolina y de las hipotecas, qué quiere que le diga, presidente, pues que llevo dos letras de atraso y me han embargado la cuenta corriente. Por eso me he acordado de su madre, por lo de la cuenta corriente. Que no hay derecho. ¿Y qué pasa ahora con mi proyecto vital?”

Desayunando en el bar, le contó a un camarero su sueño. “Anda, Carmen, anda, qué ocurrencias tienes, si esos no saben ni lo que cuesta un café…”

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08 noviembre 2007

Pragmático


No hace ni un mes, le preguntaban a Giovanni Sartori: «Y los inmigrantes musulmanes, ¿se pueden integrar en una democracia occidental europea?». Y el viejo profesor italiano, en la esplendidez intelectual de sus 83 años, respondía sin dudarlo: «No se han integrado jamás en ningún lado. Mire usted el caso de la India. El islam llegó allí hace más de 1.000 años y, después de todo ese tiempo, los musulmanes aún no se han integrado en absoluto. No se integran porque si uno obedece la voluntad de Dios no puede obedecer la voluntad del pueblo ni respetar el principio de legitimidad de la democracia. Y el islam es un sistema teocrático cuyos miembros están obligados a cumplir la voluntad de Alá».

La rotundidad con la que se expresa Sartori, que tiene mucho que ver con el desaliento que provoca la desorientación de occidente a la hora de analizar y afrontar el gran problema con el que ha amanecido el siglo XXI, quizá se podría ver desmentida con imágenes como las que hemos visto estos días en Ceuta y en Melilla; esas mujeres musulmanas de túnica y velo ondeando las banderas españolas y jaleando a los Reyes de España. Si seguimos el dictado de Sartori, tendríamos que concluir que esas mujeres musulmanas, como los otros cientos y cientos de musulmanes españoles que viven en Ceuta y Melilla, tendrían que haber obedecido los dictados de la ‘autoridad divina’ más próxima, el rey de Marruecos, que pertenece a una dinastía, la alauita, con descendencia directa de Mahoma y que, por tanto, se erige como líder político y religioso. No ha sido así, ya lo hemos visto, a pesar de las condenas del monarca alauí.

¿Quiere decirse, por ello, que la integración de los musulmanes es posible, que no es verdad que el islam sea incompatible con la democracia, como pronostica Sartori? Tenemos numerosos ejemplos de lo contrario en varios países europeos, musulmanes perfectamente integrados en la sociedad que acaban abrazando a Al Qaeda. Pero, sin caer en ese derrotismo, pensemos que las mujeres musulmanas de Ceuta y Melilla, antes que por sus convicciones democráticas o por patriotismo, agitan banderas de España alarmadas por la expectativa de acabar integradas en Marruecos. Que la elección antes que entre democracia e islamismo, entre Don Juan Carlos y Mohamed VI, es más primaria: Entre el desarrollo y la miseria. Y ahí no cabe elección.

La dureza de estos tiempos, la infinita dificultad para abarcar el avance del fundamentalismo islámico, hace insuficiente que occidente sólo se muestre inflexible en la defensa de sus principios, de las libertades conseguidas, de sus derechos, como pide Sartori. Además de todo eso, occidente debe aplicarse el pragmatismo efectivo que se demuestra en detalles como estos de Ceuta y Melilla. Y concluir, al cabo, que, por encima de la obediencia ciega a Alá y a sus jerarcas, la mayoría de los musulmanes prefiere el disfrute de esta vida. Que alguna luz al final de túnel habrá que buscar. O por lo menos, reflexionemos sobre la contradicción de esas estampas de Ceuta y de Melilla.

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06 noviembre 2007

Asperones


Retrato de Andalucía, crónica de ayer: «Veinte años después de su creación como núcleo provisional para erradicar el chabolismo, Los Asperones se ha convertido en la concentración de chabolas más importante de Andalucía». Los Asperones, barrizal de chapas y niños descalzos, fango de mocos y candelas, ruina de vidas. Miseria. Y como aquí no pasa el tiempo, como en Andalucía las obras públicas se eternizan, los funcionarios se jubilan como interinos y las promesas se reiteran cada cuatro años, ese barrio de chabolas de Málaga ha pasado en veinte años de experiencia piloto para acabar con el chabolismo al barrio de chabolas más grande que existe en Andalucía. Es que se lee y no se cree.

¡Veinte años! Y todavía hoy, con un desparpajo que asusta, la Consejería de Bienestar afirma que el plan de erradicación de ese núcleo chabolista «se está elaborando», que ni siquiera «se ha hecho balance alguno de este tema» porque «se sigue trabajando en ello». Ese gerundio redondea la noticia, la completa, porque ya dijimos alguna vez que el gerundio es el tiempo verbal que mejor le va a la política andaluza. Porque el gerundio es un tiempo detenido. Pasa el tiempo y persiste la acción, inacabada. «Forma invariable no personal del verbo. Suele denotar acción o estados durativos», dice el diccionario. Andalucía está ahí, como Los Asperones, siempre en el tránsito desolador del que avanza con la certeza de que no hay fin. Gerundios. No salimos de lo mismo.

Lo único que se mueve en Andalucía, lo único que ha crecido en veinte años, ha sido la Junta de Andalucía, la trama de burocracia política que se ha extendido por toda la región con decenas de altos cargos. Y es la misma Consejería que pomposamente se titula de Igualdad y Bienestar Social la que ha se ve desbordada con los centros de menores inmigrantes. O la que ha llevado al colapso temporal la Ley de Dependencia. También con esa ley deben seguir elaborando un plan a fin de implementar el desarrollo de los fines que se persiguen. Pero fue, precisamente, en Andalucía donde Zapatero y Chaves anunciaron, hace cuatro años, su intención de aprobar una Ley de Dependencia.

Los Asperones, veinte años después, retrato de Andalucía. La interinidad como norma, la chapuza como modelo, la mediocridad como testigo, la propaganda y el engaño como solución de todo. A quién le iba a extrañar que ahora convoquen un seminario para que una empresa les enseñe a mentir sin dejar de mirar a los ojos del votante. «Se trata de explicar la parte de la verdad que queramos en cada momento y, en definitiva, de aprender a no decir toda la verdad», sostiene la consultora que ha contratado la Junta para sus seminarios provinciales de altos cargos. Aunque, tal y como están las cosas, igual resulta que es la empresa la que acaba aprendiendo de este personal.

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05 noviembre 2007

La censura de la Memoria Histórica




José Antonio Parejo, un joven profesor de Historia del Pensamiento político de la Universidad de Sevilla, acaba de inscribir su nombre en el mundo académico por un hallazgo que no esperaba: ha descubierto la censura y se ha convertido en el primer investigador al que uno de los organismos oficiales de la Recuperación de la Memoria Histórica le ha censurado un libro. El Aula de Memoria Histórica de Sevilla, dependiente del Ayuntamiento de la ciudad, le había encargado un libro sobre la implantación de Falange española en Andalucía y, al entregarlo, le han sugerido que cambie algunos aspectos para adaptarlos al espíritu de la Ley. El ‘problema’ aparece cuando, sobre de la imagen preconcebida de la Falange, el libro descubre una realidad distinta:

RESPUESTA.— «La gran aportación de la investigación que se refleja en el libro ha sido descubrir, en base a los archivos, que la Falange era un partido interclasista. Desde sus orígenes, de hecho, la Falange reclama y busca a los obreros, algo que no hace la derecha. El componente obrero de Falange es muy importante durante la República y también posteriormente, durante la Guerra Civil. De lo que estoy hablando es que un cincuenta por ciento de la militancia de Falange era de clase trabajadora. La cuestión esencial es que este descubrimiento obliga a cambiar muchos supuestos sobre los orígenes del franquismo.

PREGUNTA.—«¿Y cómo se explicaría entonces que, siendo un partido con una gran implantación entre los obreros, la Falange apoyara el golpe de estado de Franco?»
R.— «Es que analizarlo desde ese punto de vista es un error. La Falange no era un partido obrero; a pesar de su composición interclasista, su ideología entroncaba con el fascismo del momento. Falange era un partido fascista. De hecho, la Falange, como típico partido fascista, tiene un discurso y una receta para cada estrato social, por eso atrae a su militancia a muchos jornaleros andaluces, como también a muchos comerciantes, a obreros, a gente de clase media... Pero sí, jornaleros y obreros, tanto es así que se pueden encontrar muchas declaraciones de partidos de la derecha en contra de Falange porque les irritaba su discurso obrerista».

Cuando le piden que suprima algunos aspectos del libro, el profesor Parejo se rebela. «Me negué rotundamente. Para mí, sencillamente, es un escándalo que haya censura. Les dije que si el problema es que no estamos dispuestos a admitir que el primero que pegó un tiro fue la izquierda y que pasaron seis meses de asesinatos de falangistas hasta que José Antonio da la orden de responder a los ataques, es que no se quiere contar la historia. Y decir esto no es hacer apología de nada; la Falange es un partido violento desde su fundación, pero la historia sucedió como sucedió. El primer muerto por la violencia política entre izquierda y fascismo en Sevilla vino por un tiro de la izquierda. Y aquí no cabe la opinión, está documentado y fue así».
Otra frase que se le censura en el libro va, sin embargo, en sentido contrario porque el profesor Parejo reproduce la carta que le escribe un falangista sevillano a un amigo. Y dice en la carta: «Aquí nos hartamos de darle estacazos a los chulillos marxistas». Tampoco esta frase parece del agrado de la Memoria Histórica, quizá porque menciona de forma despectiva al marxismo.

R.— «La cuestión es siempre la misma, no valen los datos históricos que no cuadren con el dogma de la Memoria Histórica. Porque, claro, eso de tener que asumir que Falange tenía un componente importante de militancia obrera, rechina en la izquierda. Eso en la mentalidad de esta gente de la Memoria Histórica no cuadra y, por lo tanto, se suprime. Y no vale de nada que yo les repita que yo no emito opiniones, sino datos, que soy un historiador y miembro de una comunidad científica».
P.— Con independencia de lo que le ha ocurrido con el libro, ¿cuál es su opinión sobre la Recuperación de la Memoria Histórica?
R.— Mi opinión es que se trata de una aberración. El concepto mismo es una aberración, porque una cosa es la memoria y otra muy distinta es la Historia. La memoria tiende a olvidar los malos recuerdos, pero eso no ocurre con la Historia, que tiene que remitirse a los hechos históricos. Lo que parece que se pretende aquí es mezclar las dos cosas y reescribir la historia de España, en ese episodio concreto, de acuerdo a un planteamiento determinado.
P.— Un planteamiento previo que dibuja la II República como un momento dulce, idílico.
R.— Le pondré un ejemplo para que se haga una idea del momento histórico del que hablamos. ETA, en cuarenta años, ha asesinado a ochocientos españoles. En cinco años de República, hubo más de dos mil asesinatos políticos en España. Súmele a ese dato terrible, los discursos sectarios y radicales de un lado y de otro, y se entenderá bien el ambiente político de la República. Sin embargo, lo que se quiere decir ahora es que todos los santos estaban en un bando y que los asesinos estaban en el otro bando... En fin, la historia es mucho más compleja y utilizar todo esto políticamente es una peligrosa aberración.

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Berlineses


Tendrían que conocer a Daniel Jeziorkowski. La pasión con la que ha ido mostrando cada recodo de Berlín, la sabiduría con la que ha ido hilvanando cada retazo de la historia de esta ciudad y el sentido del humor con el que habla de sí mismo, de los alemanes y del resto de Europa. Está licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, habla cinco idiomas, y su única pasión es ganarse la vida como guía turístico en la ciudad. Esta mañana, Daniel se ha colocado sobre una hilera doble de adoquines junto a la puerta de Brandeburgo, una línea zigzagueante que recorre el asfalto de la calle, se acerca luego a la acera y al parque, y sigue adelante hasta que se pierde de vista. Sobre esa raya de piedra, Daniel señala con el dedo hacia la puerta de Brandeburgo, envuelta en nubes de turistas que hacen cola para fotografiarse junto a dos tipos vestidos de soldado, uno ruso y otro americano. «Esta línea de adoquines marca el trazado que tenía el muro de Berlín. Yo he tenido la suerte de vivir aquellos momentos, cuando en 1989 cayó el muro y la ciudad volvió a unirse. Para poder levantar de nuevo a la ciudad, ha hecho falta que toda Alemania se volcara con subvenciones hacia Berlín... Sí, sí, nosotros somos la Andalucía alemana», añade con sorna.


Si alguna vez nos hemos preguntado qué pensarían los alemanes, principales contribuyentes de la Unión Europea, de esta Andalucía autonómica, que lleva treinta años recibiendo subvenciones europeas sin abandonar el pelotón de las regiones más atrasadas, ésa es la respuesta. Andalucía ya no es sólo sinónimo de flamenco, sol y vino; ahora también se conoce Andalucía por las subvenciones. Sobre todo en Alemania, claro, porque allí, de los impuestos de los alemanes, han tenido que salir las ayudas para regiones como Andalucía mientras que, de forma simultánea, se volcaban en la reconstrucción de la Alemania del Este.

Podemos imaginar la estupefacción de estos alemanes cuando, al mirar atrás, comprueban la transformación que han experimentado ciudades como Berlín en estos años y que, sin embargo, Andalucía sigue entre las regiones «Objetivo 1» de la Unión Europea. Y eso que Berlín comenzó a recibir subvenciones en 1989, cuando cayó el muro –Chaves llegó a la Junta en 1990–, mientras que España es miembro de pleno derecho de la Unión Europea desde 1986.

Visiten Berlín, contemplen la impresionante recuperación del Berlín oriental, y hagan la comparación con esta ‘Andalucía al máximo’, ‘imparable’. Visiten Berlín y, desde allí, reparen en que la Junta de Andalucía gasta cada mes más de seis millones de euros en publicidad y que la administración autonómica no construye carreteras, ni aeropuertos, ni hospitales, ni colegios, pero se ha convertido en la administración con más funcionarios de España. Visiten Berlín y, desde la hilera de adoquines del antiguo muro, reflexionen sobre la Memoria Histórica. Y si se tropiezan con el joven Daniel Jeziorkowski, díganle que, por desgracia, las subvenciones de Berlín no tienen nada que ver con éstas de Andalucía. Que ya quisiéramos los andaluces disfrutar del desarrollo de los berlineses como él.

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02 noviembre 2007

Tranvías


«A pesar de todo, aún no han podido con Sevilla». Lo escribió, unos días antes del esperpéntico descarrilamiento del tranvía de Sevilla, el escritor Félix de Azúa, tras una visita a la ciudad que lo dejó, de nuevo, embobado por el color de las jacarandas, el clima suave del otoño, la belleza obsesiva de la Giralda, la certeza de que siempre que se pasea por esta ciudad se acaba descubriendo un rincón que parecía velado, que se ocultaba. A Sevilla siempre se quiere volver, y por eso Félix de Azúa la recomienda cuando le preguntan por la ciudad más hermosa de España.


Es la belleza reposada y antigua de la Sevilla milenaria, que se ha enriquecido con las invasiones de la historia y que es capaz de resistir, incluso, el asedio de estos tiempos de globalización, las legiones de turistas bajo las que ya han sucumbido muchas ciudades de la vieja Europa. «Es cierto, el turismo aún no ha herido de muerte a Sevilla, pero los alcaldes la pueden hundir en cualquier momento. El actual ha puesto en marcha una línea de tranvías que transitan como tiburones junto a la catedral», remataba Félix de Azúa, sorprendido por el espectáculo.

Lo que ha ocurrido con el tranvía de Sevilla es curioso y representativo del alma sociológica de esta ciudad. A cualquier alcalde del mundo lo hubieran corrido a gorrazos si, como éste de Sevilla, hubiera prometido un Metro y, en su lugar, acabara inaugurando un tranvía (lo llama ‘Metrocentro’ para disimular) con un recorrido que no llega al kilómetro y medio. En Sevilla no. La ciudad acogió la inauguración del tranvía con el engañoso juego de sensaciones que convierte las adulaciones en vísperas del desdén y de la burla. Los mismos sevillanos que, el lunes, parecían llorar en las emisoras de radio por la emoción del tranvía, se descojonaban el martes cuando el dichoso trasto, después de seis meses (¡seis meses!) de pruebas, descarriló. «Esto está muy bien. El alcalde se ha gastado millones y millones en un tranvía de kilómetro y medio y un poco más y se mete en Correos a comprar sellos», dejó dicho uno que pasaba por allí. Fino y frío, que dijo Unamuno del sevillano.

Descarrilla el tranvía y todo el mundo se troncha por el ridículo del alcalde. Nadie se compadece. Dirán, ya lo sé, que la ciudad es así de cruel, de interesada; que siempre lo ha sido, desde tiempos de Julio César. Y es verdad, pero quién censura hoy, después de analizar la esperpéntica historia del tranvía, del despropósito permanente de las obras del metro, de la chapuza municipal, después de todo eso, quién no defiende esa doblez sevillana como un mecanismo de autodefensa. Como la ‘mala follá’ granaína o la ‘guasa’ gaditana. Es la respuesta, lecciones de humildad de ciudades milenarias a una clase política prepotente, ensimismada y soberbia. Es la respuesta adecuada, merecida a esos yupis del urbanismo sevillano. La ciudad siempre se impone. Por eso siguen llegando viajeros como Félix de Azúa. Ya lo advirtió Cela: «En Sevilla se cree o no se cree, como en Dios. Sevilla, como Dios, está por encima de lo que de ella puedan pensar los hombres».

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01 noviembre 2007

Trolas


El profesor José Manuel Cuenca Toribio publicó a principios de año un ensayo sobre la política andaluza con la desoladora conclusión de que, a pesar de los grandes nombres y las altas responsabilidades, nada ha modificado la debilidad ancestral de Andalucía. La tesis que se desprende del libro, la idea que atraviesa el medio centenar de biografías que se recogen, es que la inmensa mayoría de los políticos andaluces han supeditado siempre el interés andaluz a otros intereses del Estado. En doscientos años de historia, ha primado más la consolidación del eje Madrid-Barcelona-Bilbao que cualquier nueva dinámica que pudiera compensar a las regiones menos desarrolladas de España, como es el caso de Andalucía.

“No. España nunca estuvo regida por el sur geográficamente más estricto”, dice Cuenca Toribio, especialmente crítico con la fantasmada actual de las modernizaciones de Manuel Chaves y muy preocupado con la debilidad raquítica de la sociedad civil y la dependencia grosera de tantas organizaciones sociales. “Y sin crítica, responsable y serena, desde luego, no hay vida pública. La política pierde su savia y sus raíces más genuinas acaban pudriéndose por la atrofia y, a menudo, también por la corrupción”.

Lo que acaba de ocurrir en Andalucía con la convocatoria de las elecciones autonómicas es un detalle más de esa supeditación. De momento, no es baladí el detalle de que Chaves haya anunciado la fecha de las elecciones en Canal Sur, en su radio, y no lo hiciera, por ejemplo, la semana pasada en el Parlamento. El mismo Parlamento en el que Chaves ni siquiera se dignó a entrar a votar la derogación de la sentencia franquista que condenó a muerte a Blas Infante cuatro años después de que lo hubieran fusilado.

El fondo de la cuestión, en cualquier caso, es que la nueva coincidencia electoral tiene muy poco que ver con el interés estricto de la autonomía andaluza. De las seis veces que se ha presentado como candidato a la Junta, Chaves sólo ha acudido a las urnas por separado en una ocasión, en 1994, y ha sido la única vez que estuvo a punto de perder el Gobierno. Se dirá, y es verdad, que todos los presidentes convocan las elecciones cuando consideran que van a obtener un mejor resultado. Pero no es eso lo que irrita de Chaves sino el desparpajo con el que, encima, intenta colar que su decisión obedece a exclusivamente al interés de Andalucía y que en ningún momento ha acordado su decisión con Zapatero.

Dice Cuenca Toribio en su libro que la clave del ascenso en política de Chaves (“deficiente comunicador” y hombre de “limitada cultura”) ha sido su disciplina interna en el PSOE. En eso, responde perfectamente a perfil del político andaluz que retrata en el libro. Pero por la naturalidad con la que el presidente se ha aficionado a vender trolas sin inmutarse, habría que añadirle al perfil algunos rasgos más. El más acusado desde hace tiempo es la soberbia. Supeditación y soberbia. Con zeta de Zapatero.

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