El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

21 diciembre 2007

No es cierto lo que ves (Tras la sentencia)



Cabreado antes que inquieto. Dolido antes que preocupado. Ofendido antes que temeroso. Seguro por encima de todas las insinuaciones, de todas las miradas, de todas las campañas, de todas las desconfianzas. Por encima del cinismo y del desprecio. Sobre todo eso, nos alzábamos con la sola confianza de que, sencillamente, cumplimos con nuestro trabajo. Esa ha sido la gran equivocación del presidente de la Junta de Andalucía, que no es bastante la soberbia y el poder para desmontar la rocosa contundencia de la verdad, de la sinceridad. Nada teníamos que esconder y contra esa simpleza, contra ese vacío de intenciones ocultas, era imposible que ni el presidente de la Junta ni nadie pudiera edificar sus fantasías envenenadas.

Sin embargo, a pesar de la confianza que siempre hemos tenido en lo que hicimos y en cómo lo hicimos, sobrecoge todavía repasar todo lo ocurrido porque lo fundamental de la querella de Chaves contra este periódico no eran las consecuencias personales, las sensaciones agrias de este tiempo, lo esencial es la grave deformación democrática que demuestra un comportamiento así. Porque era una demostración de poder, de poder absoluto, lo que se intentaba propagar a todos los vientos; se trataba de demostrar que el presidente de la Junta era capaz de transformar un hecho en el contrario y, más allá aún, era posible convertir en delincuentes a los denunciantes. Era como decir, ‘me habéis pillado en una irregularidad, pero soy capaz de demostrar ante todos que no es cierto lo que ves y que, además, vosotros sois los delincuentes’.

Chaves nunca quiso investigar si el espionaje al presidente de la Caja San Fernando («un seguimiento acreditado», dice literalmente la sentencia, y, a pesar de ello, el PSOE y sus medios siguen afirmando hoy que se trataba de un ‘falso espionaje’) era cierto o no. Desde que se publicó la noticia, y aún desde la noche antes de publicarse la noticia, el presidente de la Junta, que ya la conocía a través de su secretario de organización, decidió dirigir todas sus energías contra este periódico. Si conocía previamente el espionaje, si lo había ordenado personalmente o se trataba de una obra de segundos o terceros, es, a estas alturas de la cacería, un asunto irrelevante porque Chaves nunca quiso conocer la verdad. Para tapar las cloacas de su partido, dijo desde el primer momento que se trataba de un «montaje mafioso» ideado por el presidente de la Caja y por este periódico. ‘No sólo voy a demostrar que no es cierto lo que ves (el vídeo, las tarjetas, los testimonios... todo es un montaje falso), sino que además voy a convertir a quienes me acusan en unos mafiosos, delincuentes, autores de un delito de injurias graves’.

El pulso del presidente Chaves se ha quebrado en una sentencia de casi treinta folios. Por eso, ahora, orgullosos de no haber cedido a las presiones de todos estos años, a los testimonios comprados, a las pruebas falsificadas, a las zancadillas judiciales, sin un ápice de rencor, sólo queda añadir, como el clásico: Decíamos ayer, que aquello que vimos y publicamos era cierto. No hay más. ¿Puede usted decir lo mismo, presidente? De momento, silencio.

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El Juicio de Chaves. La Absolución




Escribí en este Blog hace un mes: "Cuando, en noviembre de 2001, publiqué la información sobre el espionaje al que estaba siendo sometido el entonces presidente de la Caja San Fernando, Juan Manuel López Benjumea, me limité -al menos, eso es lo que intenté- a reproducir los acontecimientos, sin añadir opiniones personales.Hoy, después de que una juez de Sevilla, tras finalizar el periodo de instrucción, le haya impuesto a EL MUNDO la fianza más alta que se recuerda en un proceso de esta naturaleza (no existen precedentes de querellas como las de Chaves ni de una fianza de 700.000 euros en un proceso por supuestas injurias y daños al honor), lo esencial, a mi juicio, es que el lector repase de nuevo qué ocurrió y cómo actuó EL MUNDO. Por encima de juicios de valor y de opiniones interesa recordar qué hicimos, por qué y cómo". Hoy se ha dictado sentencia: Absolución. Ya vendrán las opiniones. Ahora, una vez más, vamos a la información. Pinchando aquí, podéis ver la sentencia.





Imagen: www.ivandelrio.org/.../images/chaves.jpg

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20 diciembre 2007

Entrañas




Quisieron llegar hasta el final, hacia arriba y hacia abajo. Se propusieron honrar el nombre de su padre asesinado, recorrer las pisadas hasta llegar a todos los que buscaron su muerte, todos los que tramaron su crimen, todos los que planearon la emboscada en el rellano de su casa. Dos tiros dejaron tirado en el suelo a Luis Portero y la imagen de su corbata en un charco de sangre todavía está grabada en la miraba de quienes lo descubrieron. Quisieron llegar hasta el final, y no se conformaron con llevar a los tribunales a quienes apretaron el gatillo y luego pidieron lubina para celebrarlo; también querían sentar ante un juez a quienes ordenaron el atentado, a quienes lo alentaron y a quienes lo justificaron. Hasta el final, hacia arriba y hacia abajo. Luis y Daniel Portero.

Querían mirar a la bestia a la cara, sin pestañear, y escupirle. Como aquella tarde en la Audiencia, hace ya casi dos años, cuando bajaban los acusados del macrojuicio al entorno de ETA y Luis Portero los esperaba con una botella de sidra en la mano. Y la abrió para vaciarla de dos tragos. Acababa de ahorcarse en la cárcel un preso de ETA y los procesados habían planeado tributarle un homenaje antes de entrar en la Audiencia. Uno de ellos, el abogado Txema Matanzas, se le acercó para quitársela: “Dame la botella. Nosotros nunca hemos brindado por la muerte de nadie”. «Celebrasteis la muerte de mi padre», les contestó Luis.

Entonces, hace casi dos años, cuando Luis y Daniel Portero, se empeñaban, como pocos, en seguir adelante con el juicio al entorno de la banda terrorista, muchos los miraban con recelo, como si torpedearan el ‘proceso de paz’ que estaba en marcha, por su obstinación contra los ‘chicos de la gasolina’. Pero siguieron adelante. “Estoy cansado pero no pienso desistir, no pienso irme de España por más ganas que tenga, ni voy, como otros, a mostrarme indiferente ante toda esta locura que nos envuelve”, dejaron escrito entonces en una carta.

Esta semana, una sentencia de la Audiencia Nacional ha dejado probado que las organizaciones Kas, Ekin y Kaki, esas de los ‘chicos de la gasolina’, formaban parte de las “entrañas” de ETA y que, durante el ‘proceso de paz’, tenían la misión de “mantener la presión” en las calles. Y en otro juzgado, se ha sentado en el banquillo Juan Antonio Olarra Guridi, el tipo que ordenó el asesinato de Luis Portero. Los asesinos, los que apretaron el gatillo, Harriet Iragi y Jon Igor Solana, hace tiempo que están en la cárcel.

Querían llegar hasta el final. Recorrer las pisadas de todos los caminos que llevaban a la muerte de su padre. Y muchas veces los tomaron por locos resentidos. Por haber querido llegar hasta las entrañas de la bestia. Las entrañas. Esa expresión en una sentencia de la Audiencia Nacional parece un guiño a la memoria de Luis Portero, que fue fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y dejó en el mundo a dos hijos tan tozudos como él con el deseo de justicia. Luis y Daniel Portero.

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17 diciembre 2007

Pesetas



«Imagina que, de repente, España se despierta un día con pesetas en el bolsillo. Se trata de volver a vivir, sólo por un día, con pesetas». Desde hace tiempo, cada vez que surge la misma conversación, recurrente y circular, sugiero a mis amigos que sueñen que, por un día, todos amanecemos con pesetas en los bolsillos. Amanece y, de repente, vuelve a tener en la cartera varios billetes de mil pesetas y uno más de cinco mil. Y en el bolsillo, cuatro o cinco monedas de cien pesetas y una de quinientas. Les digo que imaginen que, con esas defensas, se enfrentan a un día cualquiera de este final de 2007.

En el bar, llegaría el primer disgusto cuando, al acabar el café, el camarero le pide doscientas pesetas. ¿No eran veinte duros la última vez? Con tostada, ya va volando la moneda dorada de quinientas pesetas. Luego, en la gasolinera, llega el espasmo porque ha vuelto a activarse en su mente la barrera psicológica que suponía que el litro de combustible superase los veinte duros. ¡Qué pasa ahora que la gasolina más barata cuesta 180 pesetas el litro y nadie protesta! Al llegar al trabajo, logra aparcar en un solar cerca de la oficina, un barrizal que se ha convertido en un negocio redondo de aparcamientos ilegales; el gorrilla pone cara de circunstancias si no se sueltan ciento cincuenta pesetas. Lo mismo que cuesta el periódico. Para los cigarrillos, unos puritos mini, tiene que sacar un billete de mil pesetas. «Son setecientas cincuenta pesetas».

Si alguno se anima a seguir con el sueño, es probable que cometa la equivocación de ir a tapear con sólo cinco o seis mil pesetas en el bolsillo. La primera ronda se salda con quince mil pesetas a escote entre cuatro amigos. «Se ha vuelto loco este camarero, si hasta ayer entrábamos a mil pelas por cabeza». Sin un duro en el bolsillo, tiene que pedir prestada una moneda de quinientas para tomar una simple infusión que no suele bajar de trescientas pesetas.

Nadie de mis amigos, hasta ahora, ha querido pasar de ahí en el juego. Para no caer en la depresión, no se ponen a calcular lo que les cuesta en pesetas una noche de copas, con los cubatas a mil quinientas pesetas. ¿Para qué pensar en una modesta cena en un restaurante italiano a veinte mil pesetas? «La cena con velas, amor, la vamos a tener que dejar para otro día».

Tiene razón el ministro Solbes, en fin; no hemos interiorizado el euro. Si de verdad lo hubiéramos interiorizado; si fuésemos conscientes, en pesetas, del coste de la vida, a ningún gobierno le hubiera salido tan barata esta subida brutal. Si no hubiese funcionado tan eficazmente el espejismo mental de haber pasado a contar en unidades aquello que antes contábamos por millares, nadie se permitiría la frivolidad de echarle la culpa a las propinas. Tiene razón Solbes; si hubiésemos interiorizado lo que cuesta la vida con los euros, si un día se despertara España con pesetas en el bolsillo, el personal ya lo hubiese mandato todo al carajo.

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Gadafi


La estupidez es la amante más antigua del fanatismo. A esos tipos, el orgasmo les llega con la adrenalina caliente de la imbecilidad, un humor espeso que ciega la visión natural de las cosas. Y serían el hazmerreír de una sociedad si no fuera porque, a menudo, tienen poder y, otras tantas, se reproducen con la facilidad del proselitismo radical. Por eso son peligrosos. Patéticos y peligrosos. Aunque la apariencia sea siempre la contraria, una aureola graffitera de paz y concordia.
Devoción estúpida como la admiración que ha despertado en tantos la indecente visita de Gadafi a Sevilla, este fin de semana. Qué tiene de admirable para algunos dirigentes de la izquierda un tipo que se instala en las suites más lujosas de las ciudades que visita, que recibe en una jaima que decora de muebles en cada lugar al que llega, que se rodea de una guardia femenina. Qué tiene de admirable para los musulmanes europeos un líder como éste, al que reciben en un hotel con un cordero degollado y hace pasar manjares por su mesa hasta que se decide por un plato. Pero ahí estaban, deseosos de que el iluminado libio chasqueara los dedos. Ese Gadafi de perilla y gafas oscuras, de camisas de seda, con un servicio permanente de trescientas personas, es la demostración más impúdica del poder y de la riqueza que podamos ver en estos tiempos. Ningún multimillonario de Wall Stret llega tan lejos como esos magnates árabes que se exhiben sin pudor en Occidente, que llevan a cuestas sus palacios de esclavas negras y guardaespaldas con turbante.
Pero si hubiera sido un multimillonario de Wall Stret, esos mismos que hacen cola para adorar al opulento líder libio se pasarían el fin de semana encadenados a la puerta del hotel, con pancartas en las que se viera a Bush, con los pantalones por las rodillas, y el mundo en la entrepierna. ¿Y los antisistema, dónde están?
Replicarán, y es verdad, que no sólo se acercan a Gadafi los radicales, que también se sientan a su mesa desde Sarkozy hasta Aznar, pasando por Zapatero y ni rechistan siquiera. Es verdad, ya digo, aunque esas relaciones forman parte de otra patología europea que no es la imbecilidad sino un combinado de cinismo diplomático, conveniencia mercantil e interés energético. Y, en último caso, la necesidad de encontrar en tipos como Gadafi a un aliado político por la simple razón de que ha renegado del terrorismo.
Pero eso, ya digo, es otro capítulo. Éste de hoy es sobre la estupidez, esa amante antigua del fanatismo. A Gadafi, hace un año o así, le compusieron una ópera que se estrenó en el English National Opera de Londres: Gaddafi: A living myth (Gadafi: Un mito vivo). Al músico Steve Chandra Savale, que compuso la ópera, le preguntaron por el líder libio. Y dijo: «Las ideas de Gadafi son fascinantes: su singular intento de construir una utopía, con independencia de que uno la considere una dictadura brutal o un intento claramente no occidental de democracia popular». ‘Con indepedencia de que sea una dictadura brutal’, dice el tipo. Tócate los trombones...

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15 diciembre 2007

Clanes


Izquierda Unida siempre ha sido un partido de gente laboriosa; desde hace semanas trabajan denodadamente por conquistar la derrota de las próximas elecciones. A Diego Valderas, el candidato, lo han tenido desde hace semanas como una bola de pin ball, de aquí para allá. Los de Sevilla lo lanzaban para otra provincia, y de allí salía rebotado hacia otra. Es un no parar. Agotador. Al final, ha aterrizado en Huelva, que es su provincia, pero es justo por donde no quería presentarse Valderas, que ya ha fracasado en dos elecciones distintas por aquella provincia. A ver si a la tercera.

Luego están las provincias, los juegos de poder en cada parcela. Donde no hay enfrentamientos cainitas es porque el ‘aparato’ ha logrado expulsar a los discordantes, que es de lo que se quejan en Jaén o en Almería. Lo de Córdoba es distinto, allí lo entretenido es ver cómo se desenvuelve la alcaldesa en el campo de minas más letal que existe en política, el de los socios de gobierno y los compañeros del partido. Los dos, unidos.

Y Sevilla, claro. La sevillana es la agrupación más vistosa de IU y, como tal, es donde el espectáculo ha sido más esperpéntico. Para situarnos, piensen que la agrupación más potente, ésta de Sevilla, es una provincia que las últimas elecciones municipales redujo a mínimos históricos la presencia de IU en los ayuntamientos. O sea, cuatro gatos. Pues bien, esos cuatro gatos se dividen en tres sectores que se reparten el partido en tres tercios casi milimétricos. El sector del PCE, con Alcaraz al frente; el sector del SOC, con Sánchez Gordillo; y el sector ‘crítico’ de Concha Caballero, la todavía portavoz.

Siempre, conscientes de que la suma de dos condena al tercero, han conspirado unos contra otros. En estas elecciones, Alcaraz, viejo lobo, se ha sacado de la chistera un acuerdo con Sánchez Gordillo para repartirse los puestos de cabeza, aunque al final se ha conformado con tumbar a Concha Caballero, mientras él se mantiene detrás, agazapado, a la espera del asalto final. «Lo que quiere el PCE –explican algunos– es fortalecerse para derrocar a Llamazares. Por eso Llamazares quiere controlar las listas andaluzas, para doblegar al PCE». Y por eso, quizá, se aparta ahora Alcaraz de la primera línea....

—Vamos a ver, detenga un momento la retahíla de los líos que es imposible seguirlo. ¿Qué está diciendo, que IU está enfrentada en las provincias, que el candidato a la Junta lo mandan de un lado para otro porque nadie quiere presentarlo y que, además, la agrupación andaluza está enfrentada con la federal? Uff… ¿Y les queda tiempo para preparar las elecciones?

—No, claro, para la campaña electoral no queda apenas tiempo, ni parece que le importe a nadie. Ésa es la clave. Porque en Izquierda Unida, ahora, ya no interesan las elecciones. Todos son conscientes del batacazo electoral de marzo. Unos dicen que la horquilla de diputados en el Congreso es de dos o tres y que en Andalucía pueden lograr entre uno y cuatro diputados. Por eso decía que trabajan por conquistar la derrota, para hacerse con el partido. Pero si no logra aclararse, aplíquele la lógica marxista: «Toda la historia de IU, hasta la actualidad, es una historia de lucha de clanes».

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13 diciembre 2007

Anomalías


Hace unas semanas, cuando se presentó el informe de la Fundación BBVA sobre las ‘balanzas fiscales’ existentes entre las comunidades autónomas españolas, los firmantes del estudio despachaban la peculiaridad del cupo vasco-navarro con una sola palabra, Anomalía. Está bien porque nada lo define mejor, los fueros medievales son anomalías democráticas, los privilegios fiscales son anomalías democráticas, la consagración de un concierto insolidario es una anomalía constitucional. La anomalía, convertida en costumbre en España, realidad incontrovertible; la anomalía de tener que aceptar como hecho consumado que dos de las regiones más ricas sean, además, las que menos aportan a la solidaridad nacional. La anomalía de que el País Vasco y Navarra sean las únicas autonomías que, además de tener las rentas más altas de España, las infraestructuras mejores de España, las pensiones más altas de España, los servicios mejores de España, la concentración industrial más protegida en la historia de España, además de todo eso, son las dos únicas regiones ricas que reciben de la caja común más dinero del que aportan.

Anomalía, sí. La de permanecer callados como si el privilegio consentido de los fueros vascos y navarros denotara que la historia sólo pasó por allí, que no hubo reinos y fueros medievales en toda España que fueron desapareciendo progresivamente cuando la Corona de Castilla va consolidando los pilares de un estado moderno. Los fueros no se conservan en el País Vasco y en Navarra por cuestiones históricas, sino para comprar voluntades. Primero, a finales del siglo XIX, para acallar a los carlistas, un movimiento monárquico profundamente reaccionario. Al final de la Guerra Civil, con Franco en el poder, para premiar a las provincias vasco-navarras (Alava y Navarra) que participaron del golpe de estado contra la República. Y ahora, con la democracia, en la Constitución de 1978, para acallar al nacionalismo vasco y con la pretensión baldía de acabar con ETA.

Anomalía sí. Porque una cosa es que en autonomías como la andaluza la llegada masiva de ayudas se hayan desperdiciado en el sumidero del despilfarro y de la propaganda, y otra muy distinta que, cuando se plantea cualquier debate en España sobre la solidaridad entre las regiones, Andalucía siempre aparece con el sambenito del PER, como si todos aquí cobrasen subvenciones, y no se indique, por el contrario, que esta región, a pesar de tener una de las más pobres de España, y a pesar incluso de ser una de las que más fondos recibe, aporta más dinero (aportación media per capita) que el País Vasco y Navarra.

Anomalía, sí. Porque el cupo es un tema tabú. Y, sin embargo, todos saben que mientras que España tenga enquistada esa anomalía, no habrá posibilidad alguna de hacer del Estado autonómico un modelo territorial estable. Pero el cupo no está en el debate, prohibido en todos los partidos. De ahí el valor de Rosa Díez que, ayer, en el programa de Herrera, se convirtió en la primera dirigente política del País Vasco (y quizá de España) en incluir en su programa electoral la supresión de cupo vasco. Suprimir una anomalía es avanzar en una democracia; abolir privilegios es progresar. A ver quién la secunda.

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11 diciembre 2007

Churchill


Fue Winston Churchill quien dijo que «la alternancia fecunda el suelo de la democracia». Lo dijo Churchill que no ganó nunca unas elecciones, que fue primer ministro por la dimisión de Chamberlain y porque, en aquel momento, en 1940, el viejo corresponsal de guerra era el único del Reino Unido capaz de afrontar la Guerra con un gobierno de concentración y un solo espíritu: «La victoria, a cualquier precio». Pero pasó la Guerra, el victorioso Churchil se presentó otra vez a las elecciones y los laboristas lo barrieron; sacaron casi el doble de escaños que los conservadores. Lo cual, que no se sabe muy bien en qué pensaba Churchill cuando dijo lo de la alternancia, pero debió surgir la frase de un sentimiento de impotencia o de autoconsuelo.

De todas formas, el aserto de Churchill no ofrece demasiadas discusiones, porque parece evidente que una democracia sólo es completa cuando la alternancia en el poder es una posibilidad cierta, real. ¿Quiere decir ello que cuando un mismo partido se consolida en el poder no existe democracia? No, desde luego. Porque lo que se valora como esencia de la democracia es la posibilidad del cambio, no que éste se produzca. Hablamos, en fin, de la libertad de elección, que está en el embrión de la democracia. La libertad de escoger y de experimentar como valor supremo de la condición humana, como defendía Stuart Mill. De esos principios elementales, podemos derivar que una democracia debe garantizar que la oposición pueda hacer llegar a la sociedad sus propuestas alternativas; que eso es lo esencial, no que el electorado opte por sus propuestas y releve al Gobierno. A partir de ahí, la obligación de las instituciones democráticas es la de favorecer la confrontación de ideas, de proyectos entre los ciudadanos. Entender que no existen opiniones infalibles. Dudar. «Negarse a oír una opinión, porque se está seguro de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta», decía Stuart Mill.

La alternancia, por tanto, no se puede plantear como una exigencia democrática, pero sí es una buena prueba del funcionamiento democrático de las instituciones porque la acción del gobierno, necesariamente, conlleva el desgaste de proyectos y liderazgos. En Andalucía, tras 25 años de gobierno de un mismo partido, el debate sobre la alternancia política es un asunto recurrente. Ahora vuelve a plantearse porque, según el PP, las encuestas confirman la existencia de una mayoría de ciudadanos que quieren un cambio político en Andalucía. Si esto es así, el PP debe estar tranquilo porque quiere decir que, por encima de la asfixia de partido único del PSOE andaluz, por encima de los comportamientos sectarios y de las trampas, los ciudadanos han percibido lo fundamental, que es necesario el cambio. Es decir, la democracia, pese a todo, funciona. Ahora sólo queda lo más difícil para la oposición: convencer a los ciudadanos que ellos representan el cambio político al que aspiran. No es tarea fácil, desde luego. Que le pregunten a Churchill.

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10 diciembre 2007

Vandelli



«Conclusión: la democracia ha sido secuestrada por los partidos políticos». La frase, contundente, forma parte del prólogo que el catedrático leonés Francisco Sosa Wagner ha escrito para la edición española de un libro de Luciano Vandelli, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Bolonia. Los italianos, ya se ve, están conduciendo su desánimo por un sendero más instructivo del que se observa en España. Así, de un tiempo a esta parte, proliferan en Italia los libros sobre los males de la clase política.

Este mismo año, por ejemplo, se ha convertido en best seller, con casi un millón de libros vendidos, la obra de dos periodistas italianos, Gian Antonio Stella y Sergio Rizzo, La Casta. Ya el nombre lo dice todo, desde luego, pero, en el detalle, el libro ofrecía cientos de casos del despilfarro de las instituciones italianas, derroches que se han hecho habituales entre todos los partidos. Algunos datos de ese libro, como los 180.000 euros diarios que se emplean en los vuelos de los parlamentarios italianos, ya me gustaría verlos publicados en España. Aunque nunca nadie igualará aquellos 444 viajes gratis que solicitó Magdalena Alvarez, desde entonces ‘lady Aviaco’. Ahora, sobre ese mismo eje del ensimismamiento de la clase política, Luciano Vandelli publica el libro Trastornos de las instituciones políticas sobre el que habremos de volver algún día.

De momento, una rápida lectura del ‘Prólogo para españoles’ que ha escrito el lúcido Sosa Wagner ya lo hace recomendable por desoladora que pueda resultar la conclusión de antes, una democracia secuestrada por los partidos políticos. Absténganse, por cierto, facciosos y demagogos, que cuando un tipo como Sosa Wagner critica con dureza a los partidos políticos, en modo alguno está abogando por un régimen distinto a una democracia, sino todo lo contrario.

Lo que pide Sosa Wagner es «recuperar el verdadero sentido» de los partidos políticos de acuerdo al papel que les asigna la Constitución, que son los de cauce efectivo de la participación de los ciudadanos, instrumentos para el pluralismo y garantes del funcionamiento democrático. «No hay nada que inventar –añade–, se trata de que los dirigentes de los partidos se despojen de su condición de caciques instalados a su vez en una red caciquil y clientelar».

Ensimismamiento, endogamia, despilfarro, redes caciquiles... Fíjense en la polémica que se ha desatado ahora por la presencia del ministro Rubalcaba como candidato por Cádiz. No es el primer ‘paracaidista’, desde luego, ni el PSOE el único partido que utiliza este recurso. Lo que quizá nunca haya estado tan claro es el desinterés del ‘paracaidista’. Lo ha apuntado el propio Rubalcaba y lo ha remarcado el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla: «Por encima de la circunscripción que le lleve al Congreso, Rubalcaba es de Solares, y seguro que actuará como el sexto diputado por Cantabria». Después de lo de Delphi, sólo faltaba que a Cádiz también se le deslocalicen los diputados.

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07 diciembre 2007

Ojos Negros


Es imposible retirar la mirada. La foto pertenece a una de las últimas pateras llegadas a España. Es de noche, se imagina el frío, las olas que baten suaves sobre la arena dejando un rastro de espuma helada. Una patera blanca está varada en la orilla y, a su alrededor, media docena de inmigrantes negros desparramados. La mayoría de ellos están tirados, rendidos. Acaban de salir de las cuatro paredes diminutas que los ha cobijado de la furia del mar y, al pisar tierra firme, ya no le responden las piernas. Y se han quedado así, unos, tendidos boca arriba, buscando en el cielo alguna estrella que les recuerde las noches de África, cuando soñaban con ese instante, la llegada. Otros se han incorporado, han clavado un codo en la arena y se mantienen con la mirada perdida. Y entre todos ellos, uno de los inmigrantes, a cuatro patas, como un animal al acecho, casi saca la cabeza de la imagen. No mira a nadie, no a la cámara que lo inmortaliza, pero su mirada es tan profunda que atraviesa como un rayo a quien se acerca a la foto. Ojos negros, mirada blanca.

No cuesta imaginar el contraste entre el silencio de ese momento, en el que la patera llega a la orilla, y los villancicos que sonarán al fondo, en las calles iluminadas de la ciudad más cercana. El inmigrante está ajeno a todo, como si los ojos arrastrasen todo su cuerpo. En esta guerra de supervivencia, ha llegado a la arena y acecha el mundo nuevo como una pantera negra. Temeroso y fuerte. Es el miedo, la angustia de los días en alta mar y el dolor los que se precipitan en esa mirada terrible que también es de esperanza, de ilusión, de conquista.

En la foto, no hay luna en el horizonte, sólo una luz de azul intenso. Serán las sirenas de una patrullera de Salvamento Marítimo que se acerca a la orilla, pero al mirar el destello azulado podría imaginarse como una estrella fugaz. Como el alma de unos ojos cerrados, el espíritu de quien se quedó en la travesía. Murieron y los tiraron al mar. Todas las semanas. Tres, cuatro, cinco muertos. Ni se sabe.

“El cielo siempre queda lejos y la vida nos resulta siempre ajena. El más grande de nosotros no es más que aquel que conoce más de cerca lo hueco y lo incierto de todo. Puede ser que nos guíe una ilusión; la que, sin embargo, no nos guía es la conciencia”, escribió Fernando Pessoa en su ‘Libro del Desasosiego’. Pero si perdemos la conciencia, si las pateras que llegan a las costas españolas, por decenas, dejando una estela de cadáveres en el mar, ya no nos inquietan, nos habremos instalado en el vacío. Que al menos no nos resulte ajeno, que siquiera nos alcance la comprensión de vernos, de verlos, a través de esos ojos firmes y perdidos. Ojos negros, mirada blanca.

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Engaños


El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, ha vuelto a confundir la calor con la nevada. Otra vez piensa que la polverada levantada por sus vaivenes en la declaración de bienes suponen una intromisión en su vida personal. Esto, si lo vemos con cierta perspectiva, es uno de los rasgos del carácter de Chaves; entiende bien que las críticas les afecten a otros, a los que tiene por debajo, pero se irrita cuando le afecta a él personalmente. Como aquella vez que se cuestionó si era necesario que el presidente de la Junta dispusiera de vivienda oficial. Se trataba sólo de abrir el debate, de cuestionarnos libremente si una de las regiones más pobres de Europa debía destinar dinero público a ese menester o si, por el contrario, era mejor dedicarlo a otras cosas. El debate comenzaba por la casa del presidente y podía alcanzar luego a toda la parafernalia autonómica prescindible. Pero Chaves se tomó la polémica como un insulto, como si se decidiera sobre el color de las cortinas de su casa, y se plantó en jarras. Se va a construir una casa en San Telmo y, además, no la va a ocupar porque no le da la gana. Que se note quien manda aquí.

Lo que le está pasando con su declaración de bienes recuerda aquella otra polémica. Cuando el Parlamento decidió que todos los diputados andaluces tenían la obligación de hacer públicos sus bienes, Chaves no se conformó con ser uno más. No, se puso como el más pobre del Gobierno. Y claro, nadie se lo podía creer. ¿Cómo va a ser posible que un tipo que lleva veinte años con sueldo de ministro y vida de ministro no haya conseguido ahorrar más que tres mil euros? Pero él, orgulloso y retador, dijo: «Este es mi patrimonio y el de toda mi familia».

Cuando, muchos meses después, ha vuelto a renacer la polémica, Chaves ya ha cambiado su primera versión. En el programa de televisión, ya matizó que, en realidad, sólo es el patrimonio de él y de su señora, porque son sus dos hijos los que se han llevado todas las ganancias de todos estos años, con los estudios y la emancipación. Y volvió a proclamar, retador: «Nunca he tenido herencias. Este es todo mi patrimonio, y si alguien demuestra lo contrario, dimito»
No ha hecho falta que nadie lo demuestre, porque él sólo, otra vez, ha acabado rectificándose al verse en un callejón sin salida. Cuando acudió al programa de televisión, cuando dijo lo que dijo, hacía meses que había heredado trece mil euros y, en el calcetín, tendría guardados otros seis mil euros.

Verá, presidente, no se lo tome a mal, pero si alguna vez observa que media Andalucía le hace la ola cuando habla de su patrimonio, no piense que no respetan su intimidad. No es eso. Personalmente, además, nunca he entendido que se imponga esa obligación de hacer público el patrimonio (por varios motivos, entre otros que no garantiza que se impida la corrupción, no tiene nada que ver con la transparencia exigible a la administración pública y supone una intromisión intolerable). No, no, la cuestión es otra. A Manuel Chaves le deseo salud, dinero y amor, como en la copla de sus años mozos. Al presidente de la Junta, le exigimos que deje de engañarnos con los bienes.

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05 diciembre 2007

Decadencia


En la II República española, Fernando de los Ríos se hizo ministro de Instrucción Pública porque sentía que la gran herida por la que se desangraba España era la enseñanza. Quería una enseñanza formativa, no enciclopédica, que bebiera en las fuentes del helenismo y la latinidad, y una universidad selectiva, que se convirtiera en el corazón que llena de vitalidad y pulso a la sociedad. Pero eran tiempos de apreturas y miserias, de crispación y odio, y todo aquel empeño se malogró.

La democracia española tenía la obligación de haber recogido aquel testigo; de haber sentido, como entonces, que no es posible el desarrollo ni progreso sin un buen sistema educativo. Esa era la obligación de la España democrática, la España más rica y más estable del último siglo. Pero en vez de engancharse al tren que tantas veces perdió en la historia, la enseñanza pasó a convertirse en anécdota. Con la falsa excusa de la igualdad, se impuso la mediocridad. Y Andalucía decidió hacerse abanderada de ese despropósito cuyas consecuencias futuras no se pueden calcular aún. Sólo atisbamos la profundidad del pozo. Sabemos que treinta años de democracia dejan a España por debajo de la media establecida entre sesenta países. Y Andalucía, más hundida aún, se despeña por debajo de la media de España.

Dicen los mismos que han provocado este desastre, que la culpa está en el atraso del franquismo. Treinta años después! Cómo se puede seguir sosteniendo ese anzuelo si los andaluces menores de 45 años, que ya es decir, han vivido ya más tiempo con gobiernos de Chaves, sólo de Chaves, que bajo la dictadura de Franco.

Una excusa tan burda, tan grosera, tan irritante, lo único que revela es que no existe voluntad alguna de enmienda. Todo seguirá igual, fiel al ideario de Rubalcaba, que fue quien impulsó la filosofía educativa de la Logse. «En materia educativa, lo que más le molesta a la derecha, básicamente, es la igualdad. Para la derecha, la educación debe estar fortalecida por un sistema de vallas de tal forma que vayan avanzando los más listos, como si se tratara de un sistema de selección permanente, y esa selección de basa en el esfuerzo…»

En la antigua Grecia, los filósofos se retiraban al campo, alejados del ruido de la ciudad, para instruir a todos aquellos que se acercaban a escuchar. Platón solía ir a una colina de olivos, consagrada a Academo, un héroe mitológico. Seguro que el amor de Fernando de los Ríos por el helenismo tenía que ver con el amor a la educación, el respeto a los maestros, el culto al conocimiento. Qué pensarían de este engendro hedonista en el que ha degenerado la educación en España. Este sistema que premia la simplificación y condena la complejidad. Nada explica mejor esta decadencia que el examen de Lengua que se difundió por internet. «Realiza una composición literaria que contenga los siguientes temas: Monarquía, religión, sexo y misterio. Recomendaciones del profesor: Brevedad y concisión. Respuesta de uno de los alumnos: «¡Se follaron a la reina! Dios mío, ¿quién habrá sido?»·

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03 diciembre 2007

Gorilas


En una democracia, la prepotencia es una enfermedad del poder que provoca esclerosis en la sociedad. Eso es verdad, pero sólo es una verdad a medias. La verdad completa es que lo peor de la prepotencia es que afecte a la oposición porque entonces se convierte en una enfermedad letal. En el poder, la prepotencia y la soberbia hacen de los gobernantes seres peligrosos, proclives al abuso y a la corrupción. Pero suele suceder que cuando el gobernante se cree intocable, inmune, la democracia irrumpe. De pronto, se levanta y vence de nuevo. De ahí, de esa última esperanza, es de donde se colige que es peor que el virus de la prepotencia afecte a la oposición que al poder. Si la oposición se deja llevar por la prepotencia, sus análisis de la realidad acaban distorsionados, inverosímiles. Y si ocurre, es imposible cambiar nada. La alternancia se atrofia.

Podemos fijarnos en lo ocurrido en Venezuela. Ahora que todo el mundo celebra la derrota del ‘gorila rojo’ Hugo Chávez, no está de más que nos preguntemos cuántas veces hemos repetido antes que era imposible la derrota, que no existía democracia en Venezuela. ¿Cómo es posible entonces que haya ganado la oposición?

Habrá quien considere que la sola formulación de la pregunta es un signo de debilidad, de inopia, de simpleza. Habrá quien piense que, en realidad, si ha ganado el no en Venezuela por un estrecho margen es porque lo ha permitido el propio Hugo Chávez, para legitimar futuras victorias amañadas. Todo eso es posible, claro, pero si pensamos que todo lo que ocurre, lo bueno y lo malo, lo previsible y lo inesperado, está diseñado previamente, nos instalamos en la eterna teoría de la conspiración de quienes se creen en propiedad de la razón. Mejor será creer, como dice la oposición venezolana, que quien ha ganado ha sido la democracia. Y lo aconsejable es que, a continuación, piensen qué parte de responsabilidad tiene la oposición en los triunfos anteriores de Chávez.

Por estos pagos, la lección de Venezuela no debe pasar inadvertida. También aquí, en Andalucía, tenemos un partido hegemónico y un líder que, de una forma visible, se despeña poco a poco por el abismo de la prepotencia y la soberbia. El manto de inmunidad del que se cree investido Chaves está provocando un curioso efecto en la sociedad, que muchos vean ahora quién es en realidad. Esa imagen tan rentable del ‘bueno de Manolo’ se está desvaneciendo ante mucha gente que comienza a verlo como un tipo sectario y vengativo, tan hipócrita como para jurar un día que sólo tiene tres mil euros en el banco y, al día siguiente, aumentar la cuenta corriente en veinte mil euros.

Aquí como en Venezuela, el error está en pensar que si Chaves gana las elecciones es sólo porque en Andalucía existe un régimen, una democracia clientelar. Que no hay cambio es posible. Ha ganado la democracia en Venezuela. Celebremos la victoria. Y pensemos siempre que con un gorila ya está bien; no nos convirtamos todos en gorilas prepotentes

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02 diciembre 2007

Alivio de luto




Es verdad que el banquillo de los acusados saca lo peor de uno mismo. Yo mismo lo he podido comprobar estas dos semanas. El cerebro se declara en huelga japonesa para machacar mil veces la misma idea y el corazón decide hacer la guerra por su cuenta. Cuando se está allí sentado, en el banquillo de los acusados, y se mira para atrás, aunque sólo sea un instante, y se ve a amigos, colegas, compañeros... Es entonces cuando surge lo peor de uno mismo: un ataque de cursilería que se desboca, ingobernable. Este alivio de luto, que diría Sabina, estas dos semanas de silencio, han servido también para eso, para que les ahorre la cursilería de no saber decir gracias.

El caso, además, es que no ha sido ésta la primera vez que me sentaba en el banquillo. Y las dos veces ha sido por lo mismo. La otra vez fue hace veinte años o así. Recién estrenado el carné de conducir, un autobús de Tussam, la empresa municipal de Sevilla, me arrolló en un brusco giro a la derecha. Estábamos los dos en el semáforo, el bus y mi flamante Ibiza rojo, y al encenderse la luz verde giró sin percatarse de que por poco me aplasta. Mi reclamación en el seguro acabó convertida en denuncia. En el juicio, los de Tussam llenaron la sala de testigos falsos que repetían, uno tras otro, que había podido ver cómo yo conducía a gran velocidad y que la colisión se produjo al intentar adelantar al autobús por la derecha. ¡Y era el Ayuntamiento, el poder público, el que falsificaba las pruebas, el que compraba los testigos! ¿Qué puede hacer un solo ciudadano cuando esa enorme maquinaria de poder comienza a avanzar, como una apisonadora?

Estos días he recordado aquel juicio. Metáfora del autobús. Pero de todo eso ya hablaremos, que el alivio de luto se mantiene ahora como un silencio de respeto para que sólo hable el juez. Se convierte así la pena de banquillo en un silencio de respeto que se limita a marcar con un trazo grueso el campo embarrado en el que este personal echa a rodar todas las polémicas. Silencio de banquillo para mirar de frente a la pena de banquillo; para hacerla visible, para retarla con descaro. Como la viñeta de Lombilla ayer («No he de callar por más que con el dedo,/ ya tocando la boca o ya la frente,/ silencio avises o amenaces miedo») que rescató con acierto los versos con los que Quevedo se enfrentó a la prepotencia, a la arrogancia del Conde duque de Olivares. Memoria histórica aplicada al virrey de estos olivares.

Resumiendo, en fin, vuelta a empezar tras este alivio de luto. Sin haber sabido decir gracias, sin haberme sobrepuesto a un arrebato de cursilería. Mejor deja que suene el saxo de Harlem Nocturne para, con la voz prestada de Albite en las crónicas de gánsteres del Savoy, recitar a Sabina. «Resumiendo, sabes dónde estoy,/ resumiendo, si me llamas voy, / resumiendo, no me hagas hablar».

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