El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 abril 2007

Drástico


Por el ministro de Justicia sabemos que hay leyes en España para las que no se exige una aplicación «drástica». Desde que la consejera andaluza del ramo defendió la reforma del Estatuto con el objetivo de que los jueces dictaran «sentencias con idiosincrasia andaluza» no se recuerda una invención igual. Lo del ministro, que es fiscal de profesión y sectario de vocación política, es posible que provoque más desconcierto aún porque una de las coletillas políticas más cansada de estos tiempos es ésa de la «tolerancia cero». Para los maltratadores, ‘tolerancia cero’; para los especuladores, ‘tolerancia cero’; para los infractores de tráfico, ‘tolerancia cero’; para los fumadores empedernidos, ‘tolerancia cero’; para los que contaminen, ‘tolerancia cero’; para las mafias de la inmigración, ‘tolerancia cero’... Pero para todo lo relacionado con el entorno de ETA y el ‘proceso de paz’, aplicación «no drástica» de la Ley.
Si el ideal de Justicia es la universalidad y la aplicación de la ley sin discriminación (artículo 14 de la Constitución), imagino a los jueces y a los fiscales algo confundidos con esta nueva norma tácita que divide las leyes españolas en dos, las que se aplican con rigor, que eso significa drástico, y las que tienen margen para soslayarlas.

Porque imaginemos que, en vez de solicitar una aplicación «no drástica» de la Ley para Batasuna, se solicita ese mismo criterio para un hideputa que, en una noche de copas, llega a su casa y abofetea a su mujer. O para una mujer que atropella a un tipo y luego se da a la fuga porque iba conduciendo a más velocidad de la permitida y se saltó un semáforo. Nadie lo imagina y nadie lo defendería, por mucho que ambos se arrepintieran. ¿Por qué ha de ser distinto contra quienes forman ese entramado de extorsión, violencia y asesinato y ni se arrepienten ni reniegan de nada?
El Supremo, en la sentencia con la que ilegalizó a Batasuna en 2003, dijo que la estrategia habitual de la banda terrorista, desde sus orígenes, era «el desdoblamiento» (ETA y Batasuna, como antes ETA Militar y ETA Político-Militar) «para lograr una mayor penetración en la sociedad». Y la Ley Electoral General incluye en los supuestos de ilegalización (artículo 44.4) aquellas candidaturas que tengan «una similitud sustancial» con los partidos ilegalizados y las personas que los representan.

En fin, que todo está tan claro que la atrocidad mayor no es que el Gobierno piense que Batasuna hay que legalizarla, sino que, para conseguirlo sin que se note demasiado, expida un atenuante genérico y retuerza los principios elementales de la Justicia. La cuestión es prolongar esa imagen bifronte que le permite mantener vivo el proceso de paz. De ahí, la duda inquietante que dejó aquí un concejal socialista, convencido de que el temor es que haya un atentado antes de las elecciones: «¿Quién del Gobierno asistiría al funeral de un concejal del PP o de un miembro del Foro de Ermua asesinado por ETA?»

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José Cabrera Bazán. Obituario


Le recuerdo en su casa del centro de Sevilla, en la planta de arriba, en un pequeño cuarto con la chimenea encendida. Amanecía, y la luz que penetraba por las vidrieras iba coloreando los ramos de yedra que se descolgaban por el patio de la casa. Todo aquello parecía dibujado por Carmen Laffón, su mujer. Era temprano, ya digo, horas intempestivas para que nadie citara a un periodista para una entrevista, pero ya aguardaba allí José Cabrera Bazán, con ese halo de hiperactividad que siempre se adivinaba en él.

Le recuerdo en aquel cuarto, atizando la chimenea, contando en secreto el día que se atrevió a llevarle la contraria a Felipe González. Era en la legislatura del 82, la primera de la gran mayoría absoluta del PSOE. Cabrera Bazán repetía como senador, después de aquella campaña suya, original y recordada, «Mete un gol en el Senado», aprovechando su tirón entre los futboleros, que para eso fue jugador del Betis y del Sevilla y fundador de la AFE, la Asociación de Futbolistas Españoles. «¿Y qué ocurrió?», le pregunté. «Felipe se acercó a mi escaño y me dijo al oído, ‘los cementerios políticos están llenos de cabezas calientes como la tuya’». Entonces hizo un silencio. «Todo el mundo cree que el malo de esta película es Alfonso Guerra, pero no es así. Felipe es frío como una serpiente», concluyó.

Entonces, Cabrera Bazán era presidente de la Cámara de Cuentas de Andalucía porque, como le vaticinó Felipe susurrándole al oído, ya no volvió a repetir más legislaturas en las Cortes. Al Senado llegó, después de unas elecciones parciales que se celebraron en 1980 para cubrir las plazas de Sevilla y Almería, en sustitución de Plácido Fernández Viagas, primer presidente andaluz, fallecido prematuramente en aquel año de 1982 de grandes triunfos socialistas.
El caso es que Cabrera Bazán no contaba lo de González como reproche, quizá porque él mismo sabía que su carácter era casi incompatible con la férrea disciplina del un partido político e incompatible, además, con un tipo que quiera atravesar la vida sin polémicas.

Antes de ingresar en la Cámara de Cuentas, por ejemplo, fue asesor jurídico de la empresa inglesa Pannell Kerr Forster y, a principios de 1990, fue el asesor de una polémica operación inmobiliaria para urbanizar 199 hectáreas en Barbate, Cádiz, en la cual intervino como intermediario el hermano del vicepresidente del gobierno, Juan Guerra, y que dio origen al escándalo político que lleva su nombre. Fue entonces, enero de 1990, cuando Cabrera Bazán dejó para las hemerotecas una de las frases más desacertadas que se le recuerdan: «El tráfico de influencias deja de ser negativo cuando lo que se tramita a través de esa influencia es perfectamente legítimo».

Como presidente de la Cámara de Cuentas ejerció el cargo con independencia, con distancia y con dedicación. Él fue, por ejemplo, el primero que llevó a los tribunales a Jesús Gil por negarse a entregar la documentación requerida para una auditoría de la Cámara de Cuentas. Años después, su lucha contra el gilismo todavía se recordaba en el Parlamento de una forma que, a la vista de lo ocurrido desde entonces, aclara mucho de aquel desfalco. «Lo que está claro –dijo el diputado de IU-CA, Andrés Cuevas, en febrero de 1998– es que, desde que Gil denunció que fue extorsionado (por el PSOE), la Junta hace la vista gorda. Lo ocurrido con la Cámara de Cuentas es la última demostración. El anterior consejero mayor, José Cabrera Bazán, pretendía investigar a fondo y Gil se lo impedía. Cuando llegó Rafael Navas a la Cámara de Cuentas, todo fueron facilidades. La única explicación es que haya un pacto oculto con Gil».

Esa fue, en fin, la impronta que, con seguridad, ha dejado en esta vida José Cabrera Bazán a todos los que tuvieron la fortuna de conocerle. Había nacido en la localidad sevillana de La Algaba en 1929. Estudió bachillerato como becario en los jesuitas y luego se doctoró en Derecho del Trabajo en la misma Universidad, con la máxima calificación de «cum laude», por su tesis sobre la naturaleza jurídica del contrato del jugador profesional de fútbol.

Fue futbolista del Betis durante dos años, como extremo, después se pasó al Sevilla y al Jaén, en 1958, retornó al Betis para retirarse al poco tiempo para trabajar como profesor en la cátedra de Derecho de Manuel Clavero Arévalo. Como futbolista, fue el primero y el único que pisó la cárcel por una reclamación laboral. En el año 1968 ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), partido en el que militó toda su vida.

José Cabrera Bazán, político y abogado, nació en La Algaba en 1929 y falleció ayer, 28 de abril, en Sevilla

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20 abril 2007

Decálogo


Maquiavelo aconsejaba a los príncipes que imitaran a la zorra, convencido de que el ejercicio del poder obligaba a comportarse a veces como una bestia. Y puestos a elegir, el león, para atemorizar, y la zorra, para engañar, decía. «Los hombres son tan crédulos y tan sumisos a las necesidades del momento, que el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar».
Desde que se comenzaron a levantar las alfombras de Marbella, el presidente Chaves y los suyos están empeñados, otra vez, en reescribir la historia de forma que, al final, resulte que han sido ellos los que siempre han combatido la corrupción en la Costa del Sol. Lo de ayer, por ejemplo, fue antológico. Hay que estar hecho de una pasta especial para acudir a Marbella y decir que aquella podredumbre es un fracaso de la prensa y de la política. Así, todos por igual, y él, por encima de todos, como si lo hubiera pintado Miguel Angel Buonarroti sobre el azul de Andalucía.
En fin, que la política es un mundo de zorras y de leones, es verdad. Y frente a eso, los demás, como hormiguitas, habremos de conformarnos con recordar que las cosas no ocurrieron como las cuenta el presidente. Ya que al presi le gustan tanto los decálogos, ahí va uno con algunas evidencias sobre Marbella:
1.- La corrupción en Marbella no comenzó con el Gil, comenzó con el PSOE.
2.- Gil fue uno de los que tuvo que pagar para que le recalificaran un edificio. Pagó al PSOE y, pasados los años, mostró los cheques.
3.- Quizá por eso, Gil convirtió Marbella en un territorio de inmunidad. Y lo decía: «Me da igual que el suelo sea verde, azul o amarillo».
4.- En ningún momento, Manuel Chaves, que lleva 17 años de presidente en Andalucía, planteó ninguna iniciativa para frenar a Gil, a pesar de que, esto es lo esencial, el Gobierno andaluz tiene competencias plenas para atajar aquel desastre.
5.- Las primeras denuncias de EL MUNDO sobre corrupción están fechadas en 1994, al final del primer mandato de Jesús Gil (1991-1995).
6-.- Los vecinos afectados por los desmanes urbanísticos de Marbella jamás contaron con la ayuda y la colaboración de la Junta de Andalucía, como atestigua la abogada Inmaculada Gálvez, por cuyo despacho han pasado una gran parte de los pleitos planteados contra el gilismo.
7.- La misma condescendencia del Gobierno andaluz con el gilismo la tuvieron los medios de comunicación del ‘imperio amigo’, de Prisa. El corresponsal de EL MUNDO en Marbella, José Carlos Villanueva, puede contar cómo, mientras que a él le mandaban matones para atemorizarlo, Jesús Gil recibía a algunos periodistas de este diario en una limusina. Además, Prisa hizo algunos negocios significativos con Gil: en sus rotativas se imprimía el periódico local, ‘La Tribuna’, con el que Gil, y sus sucesores, atacaban a EL MUNDO y difamaban a todos los que denunciaban el saqueo de la ciudad.
8.– Fallecido Jesús Gil, la Junta de Andalucía inició un acercamiento progresivo al nuevo alcalde, Julián Muñoz. Los contactos se hicieron tan evidentes que Isabel García Marcos, al descubrir que la estaban ‘puentando’ y que se quedaba fuera del acuerdo, decidió aceptar la oferta que le hicieron para presentar una moción de censura contra Muñoz. Rompió la baraja y se alió con Marisol Yagüe y Carlos Fernandez. Como se ha visto, todos y cada uno de ellos tenían intereses espurios. Se trataba sólo de hacerse con el negocio.
9.– Fue tanta y tan intensa la relación de la Junta con Julián Muñoz y su esposa, Isabel Pantoja, que fue sonada la orden interna en Canal Sur para que no se hablara de la pareja de forma despectiva en los programas del corazón.
10.– Tras la operación frustrada con Julián Muñoz y apeado éste de la Alcaldía, existen evidencias de que se volvió a intentar otro acercamiento, esta vez con Juan Antonio Roca. Pocos días antes de las detenciones de la ‘Operación Malaya’, Roca se reúne en un almuerzo con algunos de los principales promotores para contarle sus planes para las elecciones de este año. Deshacerse de Marisol Yagüe, buscar un nuevo candidato y alcanzar un acuerdo con el PSOE tras las elecciones municipales.

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17 abril 2007

Hidalgo


¿Hidalgo? ¿Y por qué Hidalgo? Volvemos a la incógnita del nombre de las operaciones policiales, a esa intriga de película en la que imaginamos a un funcionario policial, con la colilla en la boca, tecleando en una olivetti gris a la que le falta la letra ‘n’. Acaba de redactar el informe y, antes de enviárselo al juez, teclea un nombre en clave: "Operación Hidalgo".

Ya sabemos que estas decisiones no obedecen a una lógica concreta, a un método. El nombre de un caso no responden necesariamente a algún dato de la investigación. A veces, se trata de imágenes sugeridas por los delincuentes, otras son como metáforas del delito y otras veces no responden más que a anécdotas sin importancia. Cuando la operación ‘Ballena Blanca’, por ejemplo, parecía clara la relación mental, visual, que se establecía con el delito, una enorme red encargada de ‘blanquear’ el dinero negro. Luego, en la operación Malaya, se apuntaba en una doble dirección, unos dijeron que hacía referencia a los paraísos fiscales (el de Malasia), mientras que otros mantenían que ‘Málaya’ era la deformación de la pronunciación inglesa de Málaga.
Ahora, tras dos años de investigaciones, ‘Operación Hidalgo’. Si miramos atrás, nada de lo que ocurría en Marbella hace dos años tenía que ver con la situación actual.

Hace dos años, en Marbella, ya había comenzado el distanciamiento entre Juan Antonio Roca, el gran manijero del Ayuntamiento marbellí, y su último guiñol en la Alcaldía, Marisol Yagüe. Hace dos años, ya se hacían planes para las elecciones y se proyectaban hipótesis y coaliciones en comidas de alto standig. Hace dos años, como hace diez, sólo unos pocos periodistas hablaban de entramados de sociedades y de crimen organizado. Hace dos años, el presidente Chaves seguía negando que fuera necesaria la intervención de la Junta para frenar el caos de Marbella.Y el pertinaz Antonio Romero se desesperaba: "Y usted, presidente, para qué está aquí". Imagino que, en esas, cuando algunos policías decidieron investigar aquel magma consentido, en el Cuerpo los llamarían ilusos.
Es curioso pero, hace dos años, lo que se celebraba en España era el IV centenario del Quijote. En la versión especial que editó la Real Academia Español de la Lengua, Mario Vargas Llosa escribió, en un interesante prólogo, que uno de los grandes valores de Alonso Quijano fue el de haber decidido rebelarse contra lo establecido, contra la realidad en la que se asentaban las injusticias que el hidalgo quería combatir. "Quien se atrevía a rebelarse de manera tan manifiesta contra la corrección política y la moral imperante era un loco sui generis", escribió Vargas Llosa.
Ahora, después de tres operaciones policiales y trescientos detenidos, resulta que todo el mundo, hace dos años, denunciaba la corrupción de Marbella. No es verdad. Entonces era tarea de locos, de unos pocos locos. Los demás estaban a la sopa boba del urbanismo, ésa que repartía Roca en sobres de colores.

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Palabrería

Mientras el presidente Chaves convocaba a los líderes políticos andaluces para «un encuentro de información y trasvase recíproco de posiciones sobre el Estatuto», en la Bahía de Cádiz los trabajadores de Delphi, hartos de esperar, se encaramaron por primera vez al puente de Carranza para cortarlo. Si es significativa la coincidencia es sólo porque describe bien la artificialidad de la política autonómica, este mundo de virreinatos en el que la apariencia de poder se desmorona cada vez que se roza con un problema. El cierre de Delphi, por ejemplo, con el esperpento vivido por el viaje oficial que iba a realizar el consejero de Empleo a Estados Unidos y que se suspende porque allí no lo recibe nadie.

Al poder autonómico español debemos mirarlo siempre en los viajes al extranjero. Dentro de las regiones, los presidentes autonómicos se arropan con estatus de jefes de Estado por el servilismo clientelar de quienes alimentan, por el sectarismo descarnado que ejercen contra los discrepantes y por el formidable aparato de propaganda del que se hacen acompañar. Pero toda esa parafernalia, que aquí parece sólida y trascendental, se desmorona, desaparece, en cuanto se cruzan las fronteras. Un presidente autonómico fuera de sus fronteras palidece, ridículo, en su boato de asesores.

Nada hemos aprendido de aquella sentencia clásica contra el nacionalismo, eso que dijo Unamuno de que el nacionalismo es una enfermedad que se cura leyendo y viajando. Al paso de los años, las autonomías han calcado los esquemas de poder de los nacionalismos, alejándose así de su sentido primero, la ilusión una administración cercana y eficaz.
Es la distorsión entre la propaganda y la realidad la que hierve bajo la crisis de Delphi. Ya se ha dicho aquí que es verdad que la Junta no tiene la culpa del cierre de Delphi, ni de la deslocalización de empresas. La responsabilidad del Gobierno eterno del PSOE andaluz es carecer de proyectos, de haber alimentado desde hace treinta años la estafa de que en Andalucía se estaba construyendo la ‘California de Europa’ cuando, como vemos ahora, se marchan las multinacionales norteamericanas y arde el asfalto de este desierto industrial.
Los países desarrollados sólo tienen una salida frente a la deslocalización, ofrecer mano de obra cualificada y participar, con sus universidades y sus empresas, en el desarrollo de nuevas tecnologías. Si la única oferta sigue siendo la mano de obra, no hay salida porque las multinacionales se marcharán para instalarse donde los costes sean menores.
La pregunta, en fin, no es por qué se marcha Delphi, sino en qué ha cambiado el futuro económico de la Bahía de Cádiz gracias a la autonomía andaluza. Limitar el gobierno al reparto de subvenciones tiene este final de paternalismo frustrado. Por eso a Chaves, anoche en Jerez, le hablaban como a un patrón arruinado: «Manolo, y yo dónde carajo voy ahora. Dímelo y déjate de palabrería».

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15 abril 2007

Retórica


El fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Jesús García Calderón, (ese tipo que «lee y hasta escribe», como lo definió alguno de sus colegas para destacar su rareza) ha organizado y celebrado en Granada un ‘Curso de Retórica para Fiscales’ que ha atravesado la actualidad envuelto en un clamor de indiferencia, desapercibido entre el silencio abrumador de lo que no le importa a nadie. Ni cuenta, o sea. Pero es precisamente por esa intrascendencia, por la insignificancia con la que lo ha acogido la actualidad, por lo que tenemos que pensar que el curso era necesario. Que es España, en realidad, la que necesita esa terapia, una reflexión global sobre la retórica.

Sabemos –ya lo apuntó Francisco Ayala– que cada época tiene su retórica, de forma que las palabras acaban dibujando los tiempos de una manera más precisa que cualquier otro registro oral o visual, acaso porque nos transmiten formas y modos, además de contenidos. La educación, la crispación, la vulgaridad... Podrían escrutarse, como arqueólogos de palabras, las hojas de un periódico, las actas del Congreso o las sentencias judiciales para recomponer un tiempo pasado en toda su amplitud, sin recurrir a otras fuentes.
Pues bien, atendiendo a ese concepto grande de la retórica, García Calderón ha reunido a los suyos en la Chancillería, quizá para trasladarles una inquietud, convencido de que no es la mesura ni el rigor el signo de estos días tan revueltos, de estas jornadas de tanta tensión. De ahí que se haya decidido a incluir un curso específico de retórica en los planes de formación de los fiscales, que es como decirles, ‘si usted quiere ser fiscal, lo primero que tiene que hacer es aprender a hablar’. Genial, vamos.

Quienes visiten el blog que este fiscal tiene en internet, ya tendrían noticias de este curso de retórica, porque lo anticipó allí. Contó entonces que lo estaba organizando con el poeta granadino Antonio Carvajal (sigan sumando rarezas) ya que, «ahora mas que nunca, parece necesaria en la sociedad española una retórica para la imparcialidad». Y añadía: «Ha sido Saramago quien ha calificado a este tiempo como la edad de la mentira y tiene mucha razón porque es necesario acudir a una dimensión casi titánica para calificar lo que nos ocurre. Podríamos hablar también, quizá otra tarde, de esta era de los cínicos, una encrucijada de permanente parcialidad que sólo puede conducirnos hacia una ciénaga de fracasos (...) Se trata de una malicia sencilla, formidable y elemental, tan demoledora como el olvido».

«Una retórica para la imparcialidad». Será importante hacerse con el texto de la conferencia de este fiscal. Aprenderemos todos y, seguro también, que todos saldremos escaldados. Sólo quienes viven de la retórica se considerarán a salvo, porque ésa es la paradoja de estos tiempos de soberbia. Que la ‘retórica de la imparcialidad’ es un deseo y el deseo, como dice Carvajal, es un agua.

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13 abril 2007

Los Pagaza


Parafraseando al poeta que supo que «no hay amor, sino pruebas de amor», Fernando Savater sostiene que «no hay libertad, sino pruebas de libertad». Una de las últimas veces que estuvo en Sevilla, Maite Pagazaurtundua se vino a comer junto al Guadalquivir y luego, de regreso a su hotel, rechazó todos los ofrecimientos que se le hicieron para acompañarla en coche. «No sabéis la felicidad que se siente cuando una puede caminar por la calle y, si quiere, pararse a mirar un escaparate. Quiero ir caminando y pararme en todos los que me gusten».
Fue en la antigua Grecia donde el hombre puso a prueba a la libertad por primera vez. Y fue precisamente la libertad de movimientos la primera exigencia de libertad. Poder ir y venir a donde uno le apetezca. Entrar y salir, llegar o marcharse, esa es la libertad primera, la libertad que reivindicaban los esclavos de la antigua Grecia. Luego, a lo largo de toda la civilización, llegaron otras muchas más pruebas para la libertad (libertad de religión, de pensamiento, de información, de mercado…), pero es curioso que sea la prueba más elemental, la libertad de movimiento, la que añore y reivindique tantos siglos después la gente como Maite Pagaza.

Savater y Maite Pagazaurtundua han salido fotografiados juntos estos días en los periódicos porque eran objetivos del ‘comando Donosti’. También el hermano de Maite, Joseba Pagaza, estuvo en la lista de ETA durante mucho tiempo. Hasta que lo mataron en un bar de Andoain. Maite les había pedido escolta a los del Gobierno vasco y, sencillamente, no le prestaron atención porque entre las deformaciones del País Vasco se encuentra ésta de considerar ya como parte del paisaje que una parte de la población tenga que vivir con escoltas, amenazados, extorsionados.
Si Maite Pagaza, o su madre, llenan auditorios, como ayer en Sevilla en las Charlas de EL MUNDO; si el personal se detiene a escucharlos cuando toman el micrófono en un acto o cuando los entrevistan en la radio es porque las dos hablan con el corazón. Quizá por eso, aquella vez, junto al Guadalquivir, intenté que me aclarase por qué una parte de la sociedad vasca ha decidido nacer odiando, vivir odiando, morir odiando. Que es muy difícil que los andaluces, que tantos muertos han puesto en la locura vasca, puedan entender esa vida de odio sin que se imponga al final el hastío. ¿Cómo entender el odio de un pueblo rico?

¿Por qué? Maite no supo contestar y, desde fuera de Euskadi, seguimos sin entender. Al oírla, lo único que es fácil de comprender es que, ante vascos como Maite Pagaza, nuestra obligación es arroparlos, apoyarlos, alentarlos. Al menos para que, durante unas horas, puedan recuperar la libertad primera de mirar los escaparates.

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12 abril 2007

Sahara



Con la tranquilidad que da saber que el presidente del Gobierno ha enviado a Tinduf a Zerolo para que intente desbloquear el conflicto del Sahara, que dura ya treinta y dos años, la Organización de Naciones Unidas ha comenzado, por enésima vez, a recibir propuestas del Gobierno de Marruecos y del Frente Polisario sobre este conflicto territorial que los españoles han decidido colocar en la historia como estandarte y rúbrica de sus desastres coloniales.
En esta nueva ronda de negociaciones, Marruecos ya ha advertido que la propuesta que presenta (una autonomía de rango medio) es una oportunidad única. Es decir, un plan ante el que el Polisario sólo tiene una salida. O acepta la autonomía o el Sahara seguirá en el estado de represión en el que se mantiene desde que Hassán II decidió ocuparlo con la ‘Marcha Verde’.
Como la ocupación del Sahara, hasta entonces una provincia más de España, vulneró todas las normas internacionales porque aquel territorio jamás ha estado bajo la soberanía marroquí, la izquierda española, sobre todo la andaluza, ha mostrado siempre una gran receptividad hacia el Frente Polisario. ¿Cómo no se iba a poner la izquierda de parte de quienes sufrieron la persecución de un sátrapa dentro de su propio territorio? ¿Cómo no iba a estar la izquierda con quienes fueron masacrados, con quienes se vieron forzados al exilio? Por eso, se convirtió en tradición que en los congresos del PSOE la delegación más aplaudida siempre fuera la de «los compañeros del Frente Polisario».

Han cambiado tanto las cosas, que, como recordaba hace unos días en el Parlamento un diputado de IU, lo difícil es identificar con ese pasado a quien, como Chaves, presidente del PSOE y de la Junta, está tan entregado a la causa de Mohamed VI que su última visita es para inscribirla en los anales de la diplomacia mundial: visita sin contenido político, con la única misión de participar en la inauguración del Museo Nacional de la Joya de Marruecos. Que este tipo de viajes los realicen algunos de esos príncipes frívolos de Centroeuropa es normal. Pero que se presten los dirigentes socialistas clama al cielo de la izquierda española.

Por esa cuestión, cuando la evidencia se acumula en estas visitas de boato, a nadie podrá extrañarle que, en las circunstancias actuales, cuando de nuevo se intenta una negociación, el Gobierno español envíe a Zerolo de mediador para intentar convencer a los del Polisario de que acepten el plan de Marruecos. Y que el resto del PSOE mire para otra parte. Ya lo adelantó Chaves en el Parlamento andaluz. La propuesta de Marruecos «ni la acepto ni la rechazo; tiene que ser estudiada» por el Polisario. Es decir, la posición española es que no hay posición. Lo que diga Marruecos. El cambio de política, en fin, es evidente. Lo que no se acaba de comprender es el porqué. Igual acabamos sabiéndolo.

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11 abril 2007

Añusgar


Igual que Camilo José Cela se inventaba palabras en “La Colmena” y, a cambio de una copita de anís o de un café con leche, se la regalaba a sus amigos, la Escuela de Escritores ha ideado una interesante batalla contra palabras en desuso. A través de una web, ofrece la posibilidad de introducirse en un espléndido jardín de palabras en peligro de extinción y apadrinarlas. Es una nueva oportunidad para la ‘aljofifa’, ahora que nadie se despelleja las rodillas fregando los suelos con un trapo. O para los ‘azufaifos’, que tanta hambre quitaron en la posguerra.

El otro día, tratando de conocer por qué Zapatero ha decidido apadrinar la palabra ‘andancio’, me tropecé con ‘añusgar’. Extraordinario hallazgo porque es justo lo que nos está pasando. España, o sea, está añusgada. España no se rompe como decían los del PP, España se añusga. ‘Añusgar’, y las dos acepciones son aplicables a la rutina de este país. La primera, “Atragantarse, estrecharse el tragadero como si le hubieran hecho un nudo”. Y la segunda, “Enfadarse o disgustarse”. Si se fijan, además, las dos acepciones van encadenadas. Lo primero es la sensación de un nudo atravesado en el esófago. Angustia y hastío. Luego, la consecuencia inmediata, el enfado, la crispación. Cabreo.

España malvive en la paradoja de que se le ha atrofiado su identidad después de tanto tiempo. “Sólo puede hablarse de una historia de España cuando los diversos pueblos que la forman comienzan a ser percibidos desde el exterior como una unidad”, dejó escrito Domínguez Ortiz en su testamento literario. Y añadía que, en el caso de España, los griegos dan noticias de Cádiz a mediados del primer milenio antes de Jesucristo. Y ya entonces se referían a tradiciones aún más antiguas.

En fin, que el problema ahora es cómo salir de este presente añusgado. Miremos, por ejemplo, lo que está ocurriendo estos días en Francia, en la campaña de las Presidenciales que acaba de comenzar. El candidato de la derecha, Nicolas Sarcozy, ha prometido que creará un Ministerio de la Identidad Nacional. Y la candidata de la izquierda, Ségolène Royal, ha animado a todos los franceses a colocar la bandera tricolor de Francia en sus casas. Y que conozcan y canten La Marsellesa. “Hay que conquistar los símbolos de la nación. Debemos tener una mirada nueva sobre esos símbolos y no dejarse encerrar en una desviación de la identidad nacional".

La Escuela de Escritores ha comenzado a recuperar palabras. Visite la web y apadrine algunas, a ver si es posible que la España añusgada recupere así su identidad. Ayude a la escuela de Escritores, que en España no todos los intelectuales son igual de hipócritas, aburridos y sectarios como esos que se levantan con ganas de fusilar y se acuestan preocupados por la crispación.

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09 abril 2007

Comunista

El Partido Comunista celebra su noventa cumpleaños con más gancho en las tiendas hippies que en los colegios electorales. En los tenderetes, no hay rival ante las camisetas del Ché, las gorras con la hoz y el martillo o las banderas de la URSS. Mola más una serigrafía de Stalin que la cara de un pavo de la canción. Pero en las urnas, los treinta años de democracia sirven para confirmar un deterioro progresivo del apoyo electoral y, lo que es peor, a un vaciado continuo del contenido. Ya lo venía advirtiendo desde hace tiempo Julio Anguita, que la izquierda necesitaba pararse un momento y pensar. “Los contenidos del socialismo, el comunismo o la anarquía han sido asumidos por la sociedad actual, que los ha vaciado de contenido y ha vendido sus continentes, sus envoltorios, en El Corte Inglés. Vengo proponiendo que debemos sentarnos, sin prisa, y sin horizonte electoral, a discutir, todos los que nos llamamos de izquierda, qué entendemos por eso”.

Incluso este aniversario del PCE transcurre sin reflexiones sobre la crisis de la izquierda, sin proyectos nuevos para el futuro, y un aniversario sin ideas ni pensamiento sólo conduce a la nostalgia o a la depresión. El aniversario se reduce a las estampas en blanco y negro de aquel Sábado Santo, a la peluca de Carrillo y a las hostias que le siguen dando a Julio Anguita por la osadía de haber querido crear una coalición de izquierda que le disputara al PSOE la hegemonía de la izquierda. “El grave error de la pinza”, repiten quienes le hicieron la vida imposible, quienes le vetaron en sus medios de comunicación y quienes horadaron con submarinos la estructura de Izquierda Unida hasta conseguir lo único que perseguían, un lugar al sol de la hegemonía socialista. ¿Dónde están ahora? Curiel, Almeida, Sartorius… En fin.

En estos treinta años de historia en democracia, el Partido Comunista ha tenido que luchar siempre contra el hándicap de representar la lucha antifranquista, el pasado, mientras que, en frente, el PSOE logró presentarse como el futuro, la modernidad, la ruptura. Para combatir ese lastre, Santiago Carrillo fomentó, junto a los comunistas italianos y franceses, la idea del eurocomunismo, que fracasó en España cuando la ola de “cambio” de Felipe González los barrió del mapa. Del resto de historia reciente del PCE, sólo se salva Julio Anguita. Por mucho que quieran presentar su etapa como la obra de un loco, la única verdad es que los años de gestión de Anguita (1989-1999) son los más fructíferos. Supo sacrificar el PCE para conquistar una nueva izquierda, abierta, moderna y plural, bajo las siglas de Izquierda Unida. Aquella Convocatoria por Andalucía, que tenía como bandera la honestidad y la coherencia, es el mejor pasado y el único futuro. Ética, modestia, y decencia. Identidad comunista.

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Defensor


Anda revuelta la clase política andaluza con el nombramiento paritario de los cuatro adjuntos al Defensor del Pueblo. Dos meses llevan negociando y nada, son incapaces de ponerse de acuerdo en aquello que tan pomposamente han incluido en el nuevo Estatuto, que todos los altos cargos tienen que ser paritarios (cincuenta por ciento de hombres y cincuenta por ciento de mujeres). Se acumulan los despropósitos porque para cada uno de los partidos antes que la paridad está el compromiso interno con éste o con aquél para darle un cargo cómodo y bien retribuido. Se les ha atragantado la paridad, y lo único bueno que tiene ese colapso es que nos revela la hipocresía del sistema.

Para empezar, lo que no se explica es por qué el defensor andaluz tiene que tener, por obligación legal, cuatro adjuntos. ¿Por qué tenemos que asumir que, por narices, cada uno de los cuatro partidos con representación parlamentaria tenga que mojar en cada salsa? Otro puesto más, un cargo más para que cada cual lo reparta entre sus deudos. Ora un consejo audiovisual, ora uno consultivo, ora uno asesor. Y la cadena nunca se acaba.

Para quienes no han olvidado que el objetivo de las instituciones es servir al ciudadano, no al interés de los partidos políticos, el debate de ahora no consiste en saber si es el PSOE o el PP quienes deben nombrar a una mujer, mientras que el PA o Izquierda Unida deben presentar a un hombre. Esa historia sólo les interesa a ellos, a los demás nos importa una higa, incluido al propio José Chamizo, al que no se le imagina enredado en esas cuitas paritarias, como si deshojara una margarita, “hombre, mujer, hombre, mujer…”

Que no, que de este embrollo indecente del defensor sólo se sale con principios, no con acuerdos sobre cuotas. Y para volver a los principios, a lo elemental, habría que empezar porque sea el Defensor quien decida el número de adjuntos que necesita. ¿Por qué cuatro? ¿Y si funciona mejor con dos? Y que también los designe, no para satisfacer la cuota de nadie, sino de acuerdo a las necesidades de la Oficina y a la capacidad y a la cualificación de cada uno de ellos.

Asumir, como ocurre en Andalucía, que cada partido designa a un adjunto al defensor es una aberración política, un despilfarro económico y, además, es ilegal, porque la ley, en ninguno de sus apartados, dice que cada grupo parlamentario tiene derecho a nombrar un adjunto al defensor del pueblo.

En el diccionario, la palabra paridad no tiene el significado que le ha dado la clase política. Paridad significa “comparación de algo con otra cosa por ejemplo o símil”. Siguiendo esa acepción, este colapso del Defensor ha venido a revelarnos que la paridad es uno de los mejores símiles de la endogamia política. Y si lo prefieren, de la burocracia política.

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07 abril 2007

Necesidad



Juan Luis Muñoz abrió una noche de par en par las ventanas de su dormitorio y se volvió alarmado hacia su mujer. «Vámonos para el hospital, mujer, porque si yo no cojo aire en Tarifa es que estoy muy enfermo». Lo contaba hace unos años Juan Luis, Juan Luis de Tarifa, ingenioso, divertido y singular. Fue en una reunión de amigos, después de haber superado con éxito la delicada operación de corazón a la que tuvo que someterse para poder seguir respirando, a pleno pulmón, el levante de Tarifa.

La noche antes de entrar en el quirófano, Juan Luis le pidió a su compañero de habitación en el hospital que bajaran juntos a rezarle al Cristo de la capilla. Bajaron, con esas batas de la sanidad andaluza, arrastrando las zapatillas por el suelo del pasillo, con más miedo que confianza. «Nos sentamos en el primer banco. Al poco de estar mirando al crucificado en silencio, me puse en pie para hablarle: ‘Mira, Jesús –le dije– que he venido a pedirte un favor. Mañana me opero del corazón, y quiero que me ayudes. Ten en cuenta, Jesús, que el favor te lo estoy pidiendo a ti, no le digas nada a tu Padre. No es por nada, pero si a ti, que eres su hijo, no te echó cuenta ninguna cuando lo del Calvario, figúrate la cuenta que me puede echar a mí, que soy de Tarifa’». Juan Luis sólo le añade al relato que con aquella oración estuvo a punto de matar de un infarto al otro enfermo, del ataque de risa que le dio al verlo allí, de pie, con la bata verde que deja al aire más allá de la espalda, hablándole al Cristo de esa forma.

La capilla del hospital de Cádiz en el que se operó Juan Luis no habrá vivido más un episodio como aquel, y no sería de extrañar que, incluso, se haya convertido en una de esas leyendas que se cuentan de los lugares que visitamos. «Y fue aquí en esta capilla donde Juan Luis...», que le dirán a los enfermos cuando, también ellos, bajen a mirar a los ojos al Crucificado. Mirarlo a lo ojos, sí. Acaso porque esa mirada es lo único que queda cuando nada conocido ofrece consuelo o esperanza. De ahí, en fin, la necesidad de creer, siquiera porque cuando se abre la puerta del escepticismo, no hay nada a la vista. Ha ocurrido siempre. Por eso, tantos la han vuelto a cerrar.
En el ‘Libro del Desasosiego’, escribe Fernando Pessoa: «Pertenezco a una generación que heredó el descreimiento en la fe cristiana y que creó en sí un descreimiento en todas las otras fes. Nuestros padres tenían todavía el impulso creador, que transferían del cristianismo a otras formas de ilusión (...) Nosotros perdimos esa, y las demás también. Quedamos, pues, entregados a cada uno mismo, en la desolación de sentirse vivir. Sin ilusiones, vivimos apenas del sueño, que es la ilusión de quien no puede tener ilusiones». La necesidad, ya ven, es generar ilusión. Y nadie lo ha plasmado mejor que Juan Luis aquel día que estuvo en capilla.

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05 abril 2007

Dioses


Por un instante, el enorme portón de la Iglesia se ha abierto y la bocanada de frío que ha entrado en el templo los ha dejado a todos en silencio. El murmullo de antes, de los hermanos formando los tramos de cirios, se ha congelado con este viento de lluvia. Han entrado unos músicos sacudiéndose el agua de las hombreras entorchadas. Fuera, un grupo de jóvenes ha querido iniciar un aplauso, pero nadie los ha seguido. Todos esperan noticias, que el último parte meteorológico despeje la tormenta, que la junta de gobierno de la Hermandad se decida a salir, que el Consejo de las Cofradías les otorgue un poco más de tiempo para tomar la decisión. Al fin, el hermano mayor sube los tres escalones de mármol que llevan hasta el altar y toma el micrófono. Dos golpecitos al micro, toc, toc, para llamar la atención de los nazarenos, de los costaleros. «Hermanos, después de agotar todas las posibilidades, no vamos a realizar estación de penitencia este año».
De los tramos más cercanos a uno de los pasos ha salido un grito casi de dolor, como un alarido que ha estremecido a otros. Varios nazarenos rompen la fila y se abrazan a otros, todos llorando.
«Este es el segundo momento más triste de toda mi vida, pero si el Cristo y la Virgen no quieren salir, ellos sabrán por qué. O algo habremos hecho...» Al despedirse, todos estallan en un aplauso, que se contagia incluso fuera, donde decenas de personas llevan toda la tarde esperando inútilmente bajo la tormenta. Muy pronto, todo aquello será un desierto de aceras mojadas en el que nadie mirará al cielo.

«Si no quieren salir, ellos sabrán por qué», ha dicho el hermano mayor y nadie se ha sorprendido por la frase, por el tono, por el trato, como de reproche, al Cristo y a la Virgen. Fue el Martes Santo, en Sevilla. La peculiar relación de los andaluces con la divinidad se ha ido destilando a lo largo de cinco siglos y será por eso que no nos sorprende ya que se establezca esa relación de familiaridad, este trato colega de la Semana Santa, entre los hermanos de una Cofradía y sus Titulares. El respeto y la devoción jamás suponen limitación en esa confianza con el Cristo y con la Virgen, ese desparpajo que parece heredado de los dioses griegos y romanos.
Es posible que haya quien, en todo esto, no vea más que frivolidad y superficialidad, ganas de fiesta que nada tiene que ver con el cristianismo, pero incluso en ese caso, incluso si se asume que la celebración de la Semana Santa en Andalucía tiene más de diversión que de devoción, tendríamos que sentirnos orgullosos de pertenecer a una religión que permite a sus fieles tutearle a su Dios.

Pensemos que esta religión abierta, que es el resultado de la civilización, es la mejor respuesta al fundamentalismo, a las persecuciones, a la intransigencia y a las guerras santas. Que el fundamentalismo islámico no se combate con fundamentalismo católico, con trincheras. Ésta es la Semana Santa andaluza. De la bronca por una lluvia no se salva ni dios.

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03 abril 2007

Sevillana


Ahora que la historia ya se ha escrito, imaginemos desde otra perspectiva qué podría haber ocurrido si Sevillana de Electricidad no se diluye hace diez años en el grupo Endesa. Ahora que la mayor eléctrica española va a acabar en manos de una empresa pública italiana la mirada atrás produce desolación, la mirada al presente genera desconcierto y la mirada al futuro provoca inquietud. Parece que, miremos hacia donde miremos, corremos el riesgo que quedarnos petrificados. Como la mujer de Lot cuando abandonó Sodoma y miró hacia atrás.
¿Qué pensar, por ejemplo, cuando se analiza la pirueta que describe la industria eléctrica española que, veinte años después de haber comenzado el Estado la privatización de sus acciones, el mercado la devuelve ahora al sector público, pero al italiano? Y dice el Gobierno, pensando en Acciona, que ésta era la mejor salida, la «solución española» (Joan Clos). Pues ya veremos al paso de unos años, o quizá menos, a qué se queda reducido el papel y el capital de Acciona en la nueva eléctrica.
Podemos aplicarle, sin ir más lejos, el guión de la venta de Sevillana de Electricidad al grupo Endesa. Las cosas que se decían entonces, todo lo que se afirmaba, y a lo que ha quedado reducida la participación de la empresa andaluza.

Hace sólo doce años, Sevillana de Electricidad era una empresa netamente andaluza. El primer paso de la absorción por parte de Endesa se dio con el último Gobierno de Felipe González, con la venta del 25 por ciento de las acciones. Luego llegó el Gobierno de Aznar y, con Piqué de ministro, Endesa adquirió el 75 por ciento restante.
En ese momento, Sevillana de Electricidad era la primera empresa de Andalucía, con un volumen de facturación cercano a los trescientos mil millones de pesetas anuales. De hecho, cuando se incorporó a Endesa, Sevillana de Electricidad le aportaba, ella sola, más del veinte por ciento de los beneficios netos.
Como la política y las empresa andaluzas se han caracterizado siempre por su debilidad en este tipo de batallas, la operación se realizó con protestas acalladas con algún convenio firmado sobre el mantenimiento de «la autonomía empresarial» de la eléctrica andaluza. No ha sido así, claro. Por ese motivo, sólo por eso, es interesante mirar atrás y pensar qué hubiera ocurrido si Endesa no hubiera adquirido Sevillana de Electricidad. Si aquella operación financiera se hubiera desarrollado de otra manera. Si Sevillana hubiera conservado, de verdad, la autonomía empresarial.

El mercado, es cierto, es quien marca la pauta en las fusiones. Sí, pero esa lógica es inapelable sólo cuando se trata de empresas privadas. Cuando el origen de todo es una empresa pública, es normal que la trayectoria descrita por las eléctricas españolas deje al personal petrificado. Como la mujer de Lot.

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02 abril 2007

El Muñidor


Esta incapacidad para organizar un archivo, esta tendencia hacia el caos, estas montañas de polvo y papeles olvidados sobre la mesa, todo este desastre tiene la recompensa impagable de la sorpresa. Sucede que, a veces, aparecen documentos proscritos, desterrados como sus protagonistas. Papeles que se reclaman solos. Porque es verdad que la actualidad es una trituradora imparable de noticias; porque es verdad que, en la prensa, la eternidad es el periodo de tiempo transcurrido desde la última vez que se arrancó la rotativa.

Por eso la sorpresa de ayer cuando apareció, en una carpeta, un tocho de veinticinco folios. «Motivos de una comparecencia», se titula. Es posible recordarlo aún, sudando en una rueda de prensa, leyendo un folio tras otro de este tocho ahora amarillento. ¿Qué habrá sido de Martínez Rastrojo? «Me han perseguido con la ignominiosa calumnia de llamarme traidor».
Cuando la dirección del PSOE ordena, como ahora en ese manual para las elecciones, que los candidatos repitan las consignas del partido a diario, en cada ocasión en la que tengan un micrófono delante, es muy consciente de que en la saturación de los mensajes está el triunfo. Dice el PSOE que ordena a sus candidatos la reiteración permanente porque la gente es muy olvidadiza y se olvida enseguida.
Como pueden calcular, de lo que se trata es de imponer una visión concreta de las cosas a través de la multiplicación del mismo mensaje. Si el PSOE ha resultado invencible en Andalucía es, en buena medida, porque nadie puede toserle siquiera cuando pone en marcha toda su maquinaria de propaganda, que incluye instituciones, candidatos, y medios de comunicación. Imposible.

Ante la adversidad, se trata sólo de amplificar la respuesta. Y quien se opone, quien difiere, se ve muy pronto acallado, desbordado, abrumado por la maquinaria. Hasta que desaparece, se hunde lentamente como un ahogado en un estanque. Sólo el desorden mantiene la memoria en esta espiral en la que el tiempo se ha aliado con el olvido para hacerse más veloz. Nadie recuerda a nadie.
Como este Martínez Rastrojo. «Quiero que los simpatizantes y militantes del PSOE sepan que Gaspar Zarrías es el muñidor de todos los affaires oscuros del PSOE. Sabe manejar como nadie el poder que irradia desde la Consejería de Presidencia. Y tiene la habilidad de hacer recaer sobre otros compañeros los tinglados que él organiza. El Casino de Sevilla, sobre Carmeli Hermosín; lo de Gil en Marbella, sobre Jaime Montaner...»

«Zarrías, el muñidor». Tengo que llamar a Martínez Rastrojo para decirle que tenía razón. Y para contarle que aún guardo aquellos folios de denuncia que lo condenaron para siempre. Estoy seguro de que él, que cuando se hizo cargo de las finanzas del PSOE se encontró con que sus compañeros habían pasado la noche quemando papeles en la chimenea de la sede, sabrá apreciarlo como nadie.
Ilustración: Idígoras y Pachi

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