El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

30 noviembre 2008

Bilis


Las dos constantes de la política española, que son dos rectas paralelas por la que transcurre desde hace doscientos años grandes periodos de la vida pública, son la inoperancia y el sectarismo. Por eso, cada mañana, a cada momento, siempre hay un español que se levanta, se pone en pie al contemplar el espectáculo y dice lo mismo que Estanislao Figueras: «Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!».

He reparado en él ayer mismo, al leer la saña impropia, la bilis asquerosa con la que algunos dirigentes del PSOE andaluz entienden la política. Son herederos de la peor tradición de la política española, hijos del sectarismo y la política de aniquilación del adversario que condujo a España al desastre de la Segunda República. Son descendientes directos de lo que se detesta en un hombre público, personajes sólo han sido capaces de progresar en la vida gracias a su capacidad de medrar en el aparato de un partido político, que ascienden por el efecto implacable de sus pocos escrúpulos y se mantienen por el resultado demoledor de su técnica para ensuciarlo todo. Y hemos llegado a un punto que hay que decirles, como Serrat, «entre esos tipos y yo hay algo personal».

Son capaces de todo, jamás descansan. En su acoso, ni hay distinciones ni clases sociales; igual vomitan sobre el jefe de la oposición que sobre los discrepantes de su propio partido; intentan copar igual el tribunal más alto del Estado que la diputación más mundana; lo mismo contaminan con infamias las oposiciones de una empresa pública que chantajean a los periódicos con subvenciones. Que nada escape al control. «Psicoterror» laboral, social y político, que podríamos decir siguiendo la terminología utilizada hace poco por un juez en una sentencia sobre enchufismo.

La política, sí, es una actividad que se ejerce a cara de perro, sobre todo cuando se está en la oposición. Y tiene que ser así porque lo que esperan los votantes es que su partido controle al adversario y, sobre todo, que no lo deje respirar en el control de las cuentas públicas. Pero, ¿tiene algo que ver esa contundencia con llamar a alguien «desequilibrado»? Ahí está el propio presidente, que ha dicho en el Parlamento que Javier Arenas acabará sus días «montado a caballo, por la sierra de Olvera, disparando contra todo lo que se mueve»… La política andaluza nunca ha llegado tan bajo como estos días. Da hasta miedo pensar cómo serán los estertores de este personal si algún día ven peligrar el poder.

Cuando Estanislao Figueras dijo aquello, era el presidente del Gobierno en la fugaz y convulsa Primera República. Se levantó del Consejo de Ministros que estaba presidiendo, escribió una carta de dimisión que dejó sobre su mesa de despacho y se fue a dar un paseo por El Retiro. Sin decir nada a nadie, condujo sus pasos hasta Atocha, se montó en un tren y no se bajó hasta que llegó a París. Estanislao Figueras, sí señor. «Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!».

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Malestar



En el principio fue la ciudadanía. En la antigua Grecia, cinco siglos antes de que naciera Cristo, los hombres acudían a la asamblea al cumplir los veinte años y allí discutían y hablaban de la cosa pública, de los asuntos que eran del interés de todos. Porque nadie en Grecia concebía la ciudadanía como algo adquirido, sino que ser ciudadano de Grecia significaba siempre participación, un compromiso de compartir. De esa raíz, por esa forma de entender la ciudadanía, hablamos hoy de Grecia como cuna de la democracia, porque una cosa llevó a la otra. Sabían que el peor enemigo de la polis era el déspota, porque con él en el poder no podían existir las leyes comunes. «La ciudadanía era la mayor gloria de los atenienses», dice Sabine.

De la asamblea nació la democracia y, al oír a los demás, nació la pasión por el conocimiento y el arte de la oratoria. Allí fue donde pudo aprender Platón de su maestro Sócrates que la virtud es conocimiento. Uno a uno, se pueden ir sumando valores, alzándolos a la vista, como las columnas principales de un templo que se construye de ideas: ciudadanía, democracia, conocimiento... Dos milenios y medio después de aquellas asambleas de atenienses, es curioso observar cómo la democracia es la norma básica de cualquier país desarrollado; que se ha agigantado en la sociedad y se ha universalizado a pesar de la persistencia, siglo tras siglo, de la exclusión de los esclavos y las mujeres. La democracia es el gran triunfo de la civilización pero, curiosamente, si desde estos días miramos atrás, veremos que, paralelamente, el concepto de ciudadanía, que es la raíz de todo, ha perdido su valor.

Podemos pensar, incluso, que el concepto de ciudadanía se devalúa a medida que la democracia se concibe como un territorio exclusivo de una clase, la clase política. Por eso, Víctor Pérez Díaz nos ha alertado que «más democracia no es mejor democracia». Podemos disfrutar del sistema de libertades más amplio que ha conocido la humanidad en el que, progresivamente, cada vez cuenta menos la ciudadanía. Una democracia formal en la que la participación se limita a la votación periódica de partidos políticos que, antes que por las ideas, se rigen por las reglas del mercado. El otro día, en las Charlas de EL MUNDO, oyendo a Pérez Díaz y observando al auditorio, era fácil concluir que a los únicos que no parece preocupar los males de la democracia es a la clase política. Es normal, claro, si, como dice Víctor Pérez, vivimos bajo una ‘triarquía oligárquica’ política, económica y cultural que impone su dominio y desnaturaliza la democracia sin negarla.

En el principio fue la ciudadanía. Después vino todo lo demás. Ya decía Platón que el escepticismo era el más letal de todos los venenos sociales. Para llegar a esta situación han sido menester muchas dosis de demagogia, privilegios y desilusión. Para llegar al régimen andaluz, ha hecho falta liquidar la ciudadanía para privilegiar la casta política. Y mucho coche de lujo, mucho palacio y mucha cara. El malestar de la democracia no es cosa de ellos, claro.

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28 noviembre 2008

Régimen



Si la autonomía andaluza se dibujara en un gráfico de ilusiones, sería posible describir una pendiente desde la cumbre a la charca, desde el idealismo de Escuredo hasta la nada de Chaves. Y en el medio, Rodríguez de la Borbolla que, de los tres presidentes socialistas que ha tenido la Junta de Andalucía (además de Fernández Viagas, en la etapa preautonómica), ha sido, quizá, el que reunía más cualidades para desarrollar un buen proyecto, porque tenía el control del partido desde sus orígenes y porque, con sus virtudes y defectos, también tenía en la cabeza un modelo de Andalucía.

La involución autonómica se detecta y se comprende bien en la ‘anatomía del régimen andaluz’ que ha elaborado Paco Rosell. “Echando la vista atrás –dice Paco- se puede decir que el primer presidente autonómico fue capaz de aparentar un proyecto que sirvió de repulsivo en la conciencia dormida de los andaluces (…) que Borbolla hizo moverse Andalucía, aunque mezclara de manera desigual los aciertos y los errores, los proyectos y las chapuzas (…) y que, en cuanto Chaves se sentó en el sillón, el proyecto quedó circunscrito a un sólido tinglado de poder”.

Ese “sólido tinglado de poder” es lo que Rosell denomina, sin ambages, el régimen andaluz. Pero, ¿de verdad se llama régimen? El único inconveniente de llamar régimen a la hegemonía socialista en Andalucía es que a los voceros se les brinda en bandeja la réplica y siempre acaban rechazando el argumento porque, en efecto, en Andalucía hay elecciones libres cada cuatro años. La respuesta, ya sé, es una excusa banal, pero suele ser efectiva para enredar el debate y, por ello, a veces es más conveniente hablar de un gobierno democrático con prácticas de régimen. Cualquier cosa antes que reducir el debate a una pelea semántica; que lo esencial, en fin, no es el término que define la realidad andaluza, sino la cruda realidad andaluza.

Uno solo de los muchos datos que ofrece Rosell en su libro deja zanjada la cuestión. Baviera y Andalucía tienen una extensión similar y están gobernadas por un solo partido en los últimos decenios; aquí la izquierda y allí el centro derecha, aunque en las últimas elecciones se ha tambaleado. Varias coincidencias, por tanto, pero también algunas diferencias elocuentes. La región alemana tiene cuatro millones y medio más de habitantes, una tasa de paro en torno al tres por ciento y una riqueza imponente; Audi, Siemens, BMW o Adidas tienen allí si sede central. Frente a eso, Andalucía sólo supera a Baviera en empleados públicos: la Junta de Andalucía tiene cincuenta mil más que el lander alemán. Eso, sin contar los ayuntamientos, las diputaciones y los correspondientes satélites…

Visto lo visto, ¿qué más da si a lo anterior se le llama régimen o democracia con prácticas de régimen? No miren el dedo, reparen en que ese enorme disparate nos está consumiendo. Si el libro de Paco Rosell tiene una virtud que destaca sobre las demás es que, quizá, llega en el momento oportuno porque, dentro del PSOE, cada vez son más los que admiten que la nada de Chaves, que es un nirvana hecho de sectarismo y propaganda, es un chicle que ya no se puede estirar más.

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26 noviembre 2008

Persecución



A los colegas de la Cope


Quizá el test más elemental de la democracia está en la defensa del adversario. Lo resumió hace doscientos años uno de los más grandes pensadores políticos, John Stuart Mill en su ensayo ‘Sobre la libertad’, que nunca dejará de estar de actualidad porque nunca se superan las contradicciones de la libertad. Decía: “negarse a oír una opinión porque se está seguro de que es falsa, equivale a pensar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad”. El argumento se completa con la certeza de que, sin la total libertad de discusión, es muy probable que no pueda surgir la verdad.

En el prólogo de ese mismo ensayo, Isaiah Berlin aclara que, para Mill, la defensa de las opiniones de los demás no presupone indiferencia, ni, por supuesto, aceptación de los argumentos que utiliza el otro. Todo lo contrario. “Mill no pedía necesariamente el respeto a las opiniones de los demás; lejos de ello, solamente pedía que se intentara comprenderlas y tolerarlas, pero nada más que tolerarlas. Desaprobar tales opiniones, pensar que están equivocadas, burlarse de ellas o despreciarlas incluso, pero tolerarlas (…) porque sin tolerancia desaparecen las bases de una crítica racional, de una condena racional”.

Doscientos años, ya digo, tienen esas palabras y sólo cuando se vuelven a leer con la perspectiva del tiempo transcurrido, de los cambios que ha experimentado el mundo, del asentamiento en los países desarrollados de las sociedades libres, con sistemas democráticos y economía de mercado; sólo entonces se percibe con claridad el enquistamiento severo de lo que, en teoría, tendría que estar superado por elemental. Pero como, por desgracia, pocas cosas han sido más efectivas en la historia que la persecución, la obligación de cualquier demócrata es permanecer alerta a esos despropósitos. Y cuanto más alejados parezcan, cuanto más contrario nos veamos de los argumentos que se persiguen, más decididos debemos emprender la defensa de esas opiniones.

¿Están lejos las emisoras de la cadena Cope que la Generalitat ha decidido cerrar? ¿Están lejos las opiniones de algunos de sus periodistas? Pues esa es la cuestión, que la diferencia absoluta debe conducir ahora a la solidaridad y a la condena de ese engendro de Consejo Audiovisual que han parido las reformas estatutarias con el único fin de servir de propaganda y de mordaza. En una democracia, la libertad de opinión tiene su límite en el Código Penal. Por eso, sería menester que, desde Andalucía, surja una voz institucional, al menos una, que defienda aquello que nos parece tan lejano. Y, con ellos o sin ellos, todos los demás que creen en la libertad. A partir de ahí, como Stuart Mill, discutir sus opiniones y tolerarlas, pero nada más que tolerarlas; desaprobarlas racionalmente si no se está de acuerdo y hasta burlarse de ellas si se creen desaforadas, absurdas o rancias.

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25 noviembre 2008

Balboa




Como son patriotas, como les duele España, como lo que les mueve es acabar con la dependencia energética, tendrían que dar marcha atrás en el proyecto del gaseoducto de Extremadura y propiciar que sea Gallardo quien entre en Repsol, para que no caiga en manos de la mafia rusa. Sí, alguien tendría que hacer la propuesta porque es una temeridad que Repsol vaya a parar a manos de Lukoil, investigada en España por sus conexiones con la mafia rusa a través de alguno de sus accionistas, como Zakhar Kalashov, preso en España. Y mientras, el Gobierno español, el andaluz y el extremeño se vuelcan en la barbaridad de un oleoducto como el de Gallardo que, para hacerse realidad, para instalar en el corazón de Extremadura la Refinería Balboa, tiene que atravesar como un pinchito once espacios naturales y convertir Doñana en la playa a la que irán a parar los vertidos periódicos que ya se contemplan como consecuencia inevitable del paso de cien petroleros anuales por esas aguas. ¿De verdad piensan que todo eso tiene alguna lógica de Estado?

Hace unos días, a mediados de este mes, muy pocos días antes del torbellino ruso de Repsol, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, se fue hasta la Siderurgia de Balboa y allí, con el potentado extremeño Alfonso Gallardo a un lado y el presidente de Extremadura a otro, se mostró entusiasmado. «Cuando se resuelvan las autorizaciones medioambientales, el Ministerio de Industria dará el visto bueno a la Refinería Balboa porque creemos que es buena para España y buena para Extremadura», dijo el ministro. Pues si es así, si les mueve el interés de España, que miren los números de la operación, porque comprar Repsol le sale más barato a todo el mundo que construir la Refinería Balboa.

El paquete de acciones de Sacyr en Repsol se ha calculado, de acuerdo a la cotización en Bolsa, en torno a los 6.500 millones de euros. Fíjense, por ejemplo, que Repsol va a ampliar su refinería de Cartagena y, sólo en ese proyecto, ha calculado un coste de 3.200 millones de euros. ¿Cuánto puede costar una refinería en Extremadura de la que hay que construirlo todo, incluyendo el oleoducto de doscientos kilómetros, las cientos de fincas que tendrá que expropiar el Estado y las infraestructuras públicas, viarias y ferroviarias, que se exigen para su funcionamiento?

Claro que, antes que ninguna lógica de Estado, la duda mayor es qué tiene Alfonso Gallardo para que todo el PSOE y todos los gobiernos socialistas se hayan puesto en fila para ayudarlo con su refinería. El primero, Zapatero, que se fue hasta Extremadura para apoyar el oleoducto y acabar con todas las dudas medioambientales. ¿Y a qué viene tanto interés? Sí, uff, también yo me temo la respuesta… Y lo malo es que, si es lo que estamos pensando, no hay nada que hacer: El PSOE construirá el oleoducto junto a Doñana, Repsol se venderá a la mafia rusa, el Kremlin, como hace con Lukoil, nombrará el sustituto de Brufau y, con las ganancias obtenidas, se financiará una oficina permanente de Al Gore contra el cambio climático.

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24 noviembre 2008

Chantaje



“Sí, sí, he sentido miedo, pero es verdad que no se lo he contado a nadie. Bueno, a nadie que pudiera hacerlo público, ni a mis colegas del hospital, ni a los amigos... Lo conocen muy pocos, una jueza de la capital y ahora vosotros, pero ya te digo que no quiero ni nombres ni detalles, que sólo quiero que sepáis cómo están las cosas en Andalucía. Mejor dicho, quiere tengáis un detalle más de cómo se las gastan en algunos departamentos de la Junta de Andalucía porque leo el periódico y ya me doy cuenta de que no soy el único; esa mujer de la Diputación de Granada, por ejemplo, que ha sido sometida a una presión de “terror laboral” para que colocara a militantes del PSOE… En fin, lo mío quizá se le parezca algo. Verás, trabajo en el Hospital desde hace muchos años y mi relación con el PSOE fue muy cercana hasta hace unos años, sobre todo en los primeros años de la autonomía, cuando colaboré Pablo Recio. Pero aquello pasó y la realidad de la sanidad andaluza en este momento es la que se describe en muchos periódicos, hay muchas cosas que funcionan bien pero en otras es existe un caos enorme. Y en vez de solucionarlas, se intenta hacer pasar a los profesionales por un aro impresentable de autoengaño. Con la salud de la gente, o sea, no se juega ni se hace política, y mucho menos propaganda y demagogia. Algunos se callan, no quieren problemas, pero yo cada vez que he tenido la oportunidad, lo he denunciado. Así ha sido hasta que, hace unos meses, me hicieron llegar una advertencia clara de los de arriba para que dejara de dar la lata. Que me callara de una puta vez…”

“Como es lógico, por el mismo cauce que me llegó la ‘sugerencia’ les hice saber que conmigo habían dado en hueso. Hasta ahí normal, lo extraordinario es que, al poco, me vienen otra vez y me dicen que yo vería dónde me metía, pero que cualquiera de estos días me podían meter en la consulta a una niña gitana y que, cuando estuviera reconociéndola, empezaría a gritar como si la estuviera violando y que sus padres, en la puerta, entrarían de golpe y me llevarían directo al juzgado por abusar de una menor. ¿Te acojonas? Ya, ya, lo comprendo, yo también me atraganté porque nunca te imaginas hasta dónde pueden llegar ni qué están dispuestos a hacer. Y a mí me lo pusieron muy claro. Mi suerte es que supe reaccionar, no me bloqueé, y, en cuanto me lo dijeron, me fui a ver a una juez amiga a pedirle consejo. Le pregunté si le parecía oportuno poner el asunto en conocimiento de un notario, por si ocurría, que yo tuviera alguna defensa. Se quedó tan impresionada la juez que me dijo que, después de lo que me había pasado, no iba a permitir que me gastara dinero en notarías, que ella misma se prestaba a testificar a mi favor, y a dar fe de lo que le estaba contando en el caso de que ocurriera algo… Ha pasado el tiempo y me han contado que el directivo del que procedía la amenaza lo han trasladado. En fin, no he sabido nada más. Quizá se trataba sólo de eso, que descubriera la cabeza del caballo bajo las sábanas”.

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20 noviembre 2008

De Ley


Lo que hay que decir tiene la contundente brevedad de un cante. Lo poco que hay que recordar es tan antiguo como el rasguear de una guitarra a lo lejos, en una taberna, y una voz rota que, a su lado, corta de un hachazo el aire que la envuelve. Y se oye: «A ratos, la verdad miente./ La verdad, como cualquiera,/ se cansa de perder siempre». Caen a plomo fandangos, peteneras o tientos, y cuando se calla esa voz, nada más hay que decir. Que nunca la desolación puede llegar tan lejos como esos versos de arriba, la verdad cansada de perder siempre. Verdades de arrabal empapadas en el vino de las tabernas.

Se trata, además, de una letra, sólo un cante entre los más de ochocientos que se ofrecen en ‘Flamenco de Ley’, un estupendo libro de Paco Espínola –tipo avisado, extenso y peculiar del universo granaíno– en el que recogió la inmensa tradición flamenca sobre loa avatares de la Justicia; cante a cante, se retratan las detenciones, el juicio, la condena, la cárcel… Pues bien, si no fuera porque Espínola es un asesor principal de la Fiscalía general del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, sería para recomendar en esa casa que, en el próximo regalo corporativo, le envíen este libro a los fiscales de medioambiente, tan hartos de coles como deben estar por la tomadura de pelo incesante en la que se ha convertido la legalidad urbanística.

No es sólo porque, como ha ocurrido en Medina Azahara, dos casas vecinas, ilegales ambas, hayan recibidos sentencias contrarias de los juzgados cordobeses, una ordenando la demolición y la otra amparando la vivienda. Tampoco el malestar debe venir nada más porque el todopoderoso lápiz de los despachos de Urbanismo obren el milagro de convertir en legal lo que hasta ayer era ilegal y prohibido, como el chalé de Antonio Banderas (deberían inmdemnizar ahora a los vecinos que tantos años han pagado de sus bolsillos los pleitos contra las barbaridades urbanísticas del gilismo). Ni exclusivamente por el cinismo político de Estepona, un espíritu desvergonzado que resucita ahora con la moción de censura de Chiclana, con cuarenta mil viviendas ilegales.

Incluso, el desconcierto de tantos fiscales tampoco llegará cuando se comprueba que es la propia Junta de Andalucía la que, con una mano sanciona y, con la otra, legaliza, como parece que va a ocurrir ahora en Armilla, con el centro comercial Nevada, de un influyente alcalde socialista y un promotor de vuelta de mil batallas. ¿Legalidad urbanística, rigor disciplinario? ¿Qué todo el mundo es igual ante la ley? No, de ésas no se estilan demasiado por aquí. He oído decir al fiscal jefe del TSJA que las demoliciones tiene que ser la norma general, que si se convierten en la excepción, el delito urbanístico resulta muy rentable, que en la delincuencia urbanística no hay oro efecto disuasorio que el derrumbamiento de lo ilegal.

«Hacen la ley y la trampa./ Con la primera te obligan/ con la segunda te engañan». Suena la guitarra, se rompe la voz y ya no hay nada más que decir. Como en misa, amén. O como sugiere el libro de Espínola, engaños de ley.

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19 noviembre 2008

Aniversario


Por las expectativas frustradas, por las esperanzas traicionadas, por la razón conculcada, por la justicia violentada, por las tensiones generadas, por la amargura resucitada, por el ansia desatada. Por la soberbia demostrada. Por la pérdida de tiempo. Por que un país no se merece el abuso de sus hombres más ilustres; por el todo y por la nada, el Consejo General del Poder Judicial tendría que abrir un expediente al juez Garzón. Que en la independencia y en la autonomía judicial no pueden caber peripecias como la descrita por este juez con la Memoria Histórica.

Es necesario este pronunciamiento superior sobre todo ahora que la espantada final de Garzón ha multiplicado el problema por los juzgados provinciales y, como ya se está viendo en Córdoba, el esperpento en adelante será comprobar cómo lo que se archiva en Salamanca se inicia en Granada o se recurre en Huelva. Por eso, hace falta un pronunciamiento superior que marque las pautas y reconduzca a la senda de racionalidad, a la lógica del Derecho, el embrollo en el que nos ha metido el ‘juez estrella’. Y reconducir la Memoria Histórica, necesariamente, debe pasar por el archivo de todas las causas contra delitos prescritos, primero, y asumidos, después, por un país que se dotó de una ley de Amnistía para enterrar su pasado y, sin deudas pendientes, construir entonces el mayor periodo de estabilidad democrática que ha vivido España en toda su historia.

Y si todo acaba en el Tribunal de Estrasburgo, sólo habrá que esperar que desde fuera este absurdo se vea con la claridad que aquí, por momentos, se hace bruma. Que no tiene sentido denunciar ahora, como si acabase de ocurrir, como si nos hubiésemos enterado al excavar los cimientos de una urbanización, la desaparición de 140.000 personas y abrir un proceso penal por ello. Y que proliferen asociaciones como la ‘Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas por el Franquismo’, que ya con el nombre lo dice todo; ‘desapariciones forzadas’, dicen, como si alguna vez hubieran sido voluntarias; que son tan infames los terroríficos eufemismos de la dictadura («dar el paseo» a alguien suponía su fusilamiento) como estas cursiladas de ahora. La memoria histórica no es un proceso penal a un muerto o a una calavera. La memoria histórica, que está en la ley, es facilitar a las familias que lo deseen la localización de sus familiares fallecidos y un entierro digno.

Memoria histórica es la enseñanza en las escuelas de lo que ocurrió para que nunca más suceda. La Memoria Histórica es, una vez más, el último discurso de Azaña escrito para quien, decenios o siglos después, ya no le pudiera oír, dirigido a quien ya no recordara lo que pasó: «A otras generaciones, que se acuerden, si alguna vez les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia, con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: Paz, Piedad y Perdón».
Memoria histórica es recordar hoy a Azaña, sus palabras, y olvidar al dictador en el aniversario de su muerte.

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17 noviembre 2008

Misiles


Entre Fortes y García Montero, lo razonable es quedarse con Carvajal, el poeta que ha terciado en la pelea para poner orden y sensatez, para llamar a la polémica por su nombre y alejarse, como apestado, de los abajo firmantes que siempre llevan en el bolso de Dior un neceser con un cordón sanitario, una pegatina contra la guerra y una piedra de hachís momificado. Y ante esos, yo digo lo que Carvajal, que existe un «un escandaloso linchamiento moral» contra Fortes y que «no hay que mezclar la literatura, la poesía y la docencia con una querella entre dos personas».

Entre Fortes y García Montero, hay que optar por la razón, la historia y la mesura, que es lo que ha faltado en esta polémica desde el principio y que ahora, al final, tras la sentencia, se desborda ya por todos lados. Desmesura en haber convertido a García Lorca en un icono intocable, deificado, sobre el que es imposible discutir. El origen de todo está en la tesis que mantiene Fortes sobre el entorno fascista del poeta. ¿Es una barbaridad? Pues no tiene por qué, ésa es la cuestión. Además de Fortes, hay otros que mantienen la misma tesis, y no es ninguna barbaridad, sino una evidencia, que a Federico lo asesinaron a pesar de amistades e influencias que tenía en el otro bando, y que nada pudieron hacer por él. ¿Qué ocurre? Pues, sencillamente, que con esta manía que tenemos, de blanco o negro, dentro o fuera, los matices son imposibles y hay quien piensa que, por tener amigos falangistas, Federico también era un fascista, lo cual es un enorme disparate. O viceversa, que Federico era un alma pura de la República, que no podía tener vinculación alguna con falangistas.

Entre Fortes y García Montero, la equidad y el sentido común, porque es un disparate que la Universidad, en vez que volcarse con uno de los bandos de la disputa, no haya ejercido su papel, cortando la pelea desde el principio, con sanciones, si hace falta, y una llamada al orden, al respeto entre profesores; amonestación a ambos, sin tomar partido. Que la única barbaridad que hay en todo esto es que el asunto haya llegado a los tribunales y por la vía penal. Y que los insultos, que insultos son, de García Montero acaben convirtiéndolo en un delincuente. ¿Ha reparado alguien en eso, en el disparate de que, si la sentencia se hace firme, a García Montero, uno de nuestros mejores poetas, le podrán llamar delincuente? Dios, qué disparate...

García Montero insultó a Fortes, sí. Y, antes de insultar, tendría que haber rebatido sus argumentos con razones o, simplemente, haber asumido la discrepancia y obviado el desprecio, si existía. Como una derrota, como un olvido. Que cuando el poeta se olvida de sus versos, cae en la vulgaridad del insulto. Por eso, lo razonable es pedirle a García Montero que recurra la condena, que quedará en nada, que vuelva a la universidad a defender su verdad y que, cuando lo haga, recuerde sus propios ‘consejos para ciudadanos pacifistas’. Porque es verdad que a uno lo puede estar esperando un misil en su trabajo. «O mucho más sencillo/ puede haber un misil en tu bolsillo».

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Desconfianza


Enrolló el suplemento salmón del periódico del domingo y, agitándolo en el aire como un bastón de mando, miró fijamente a su marido. «Mañana voy al banco y nos compramos la casa de la playa». Durante años, paseaban por la acera del paseo marítimo en las mañanas frías de invierno, imaginando amaneceres desde la terraza; la arena, abandonada, sin niños correteando ni cuerpos desnudos al sol; la arena sola y fría, a expensas de olas enfurecidas que bramaban henchidas por haber vencido al verano. Recorrían las noches de agosto, viéndose allí, con una botella de champán y un jazmín en el rincón de la terraza que daba al mar. Eran tantos años soñando que, cuando vieron el cartel de ‘Se vende’ colgado del aquel piso, se miraron con una sonrisa de incredulidad. En el periódico hablaban de las oportunidades de la crisis, de gangas... Parecía que les hubiera tocado la lotería.

Él trabajaba de gerente en una empresa de exportación de productos tropicales y ella, aunque con un sueldo algo menor, tenía la seguridad de un puesto público, inspectora de Hacienda. Ahora que sus dos hijos tenían la carrera acabada, era el momento. Al fin, una mecedora en aquella terraza para competir con la marea y balancearse con al mirada, viene y va, sobre la panza curva del horizonte.

El lunes llamó a su jefe para decirle que llegaría más tarde, y, a las nueve en punto, ya estaba sentada frente al director del banco para pedirle el crédito que necesitaban para comprar el piso de la playa. El director del banco los conocía, claro, y se saludaron con el afecto extraño que se mantiene con quienes guardan tu intimidad, tu historia y tus defectos en una carpeta beige de hospital o en un ordenador.

—¿Avales? No hay problemas —dijo ella, cuando el director del banco comenzó a rellenar un formulario—. Podemos poner como aval la primera residencia, el piso de la ciudad. Además, dispone usted de la domiciliación de las dos nóminas, la de mi marido y también la mía, con lo que…

—Verá —la interrumpió—. No me refería a eso, que ya lo conozco, como habrá adivinado usted…Tal y como están las cosas, si le hablo de avales es porque para conceder un crédito hipotecario necesitamos la máxima garantía. Y sobre todo en la adquisición de la segunda vivienda… Es la norma de la casa, órdenes internas, porque el interbancario se ha puesto…

—… Vamos a ver, ahórrese la parrafada; tengo prisa. Dígame exactamente qué aval quiere usted.

—Es usted inspectora de Hacienda, se nota, sí… Bien: lo que quiero como aval es su título de funcionario.

La imagino en estas mañanas soleadas de noviembre, meciéndose en la terraza. En uno de los cuadros del pasillo, el título de funcionario público, como un valor en alza, un seguro inesperado rescatado del baúl donde guardaba libros, apuntes y un álbum de fotos de la universidad. Cada vez que alguien habla de la crisis, ella espera para hablar. «No es la crisis, es la desconfianza, que es mucho peor. Porque el miedo es una plaga terrible. Te voy a contar lo que me ha pasado, que no lo vas a creer…».

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16 noviembre 2008

Maraña


Poco más de un mes ha bastado para que en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir se perciba ya con claridad que es la Junta de Andalucía quien manda, la que tiene ahora las competencias. Cuatro o cinco semanas y, zas, aquellas oficinas se han empapado de la lógica autonómica, de sus señas de identidad, de su estilo y de su norma. Por ejemplo, observen la agenda del pasado miércoles. Es literal: “En Sevilla, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) presenta a colectivo sociales, ecologistas, sindicatos, comunidades universitarias y partidos políticos el Esquema Provisional de Temas Importantes”. Es fantástico, o sea; cada vez queda menos para que uno de estos días se haga realidad la Dirección General de Pajaritos de Colores.

¡Esquema Provisional de Temas Importantes! Hay que pasmarse con el invento, porque seguro que también habrá un Esquema Provisional de Temas Relativos y otro más de Temas Menores. Y todos ellos, además, pasarán en sucesivas reuniones por ‘mesas de trabajo multidisciplinares’ para elaborar primero el ‘borrador’, luego el ‘esquema provisional’ y, finalmente, el ‘esquema definitivo’. Entonces, se disuelve y se crea una Comisión de Seguimiento del Esquema. ¿Se ve o no la mano de la Junta?

Lo cual, que es inevitable el recuerdo de aquel libro de “La trampa del consenso” que escribió el periodista Thomas Darnstädt sobre el embrollo de la federación alemana, presa con los länder de los mismos vicios paralizantes que la administración autonómica española. En Alemania, lo llaman ‘politikverflechtung’, es decir “maraña política”. Se cuenta en ese libro, que es un irónico alegato contra la interminable burocracia política, que en una ocasión se citaron en Alemania politólogos de todo el mundo para conocer cómo funcionaba el federalismo en distintos países. “La conclusión a la que llegaron es que en ninguna otra parte del mundo existe una locura semejante a la que se da en Alemania. Dieciséis estados pequeños que se embrollan mutuamente para que ninguno pueda hacer nada sin el otro”.

El estado autonómico español tiene, desde luego, grandes diferencias con el estado federal alemán pero es probable que el embrollo final sea similar en ambos. Con la diferencia de que, tras las últimas elecciones, en Alemania los dos principales partidos políticos decidieron aparcar sus diferencias, formar un gobierno de coalición y emprender reformas en el estado federal para agilizar el Estado y dinamizar la economía. Y ni una cosa ni la otra se divisa en el horizonte de la política española; ni gran coalición ni reestructuración del Estado autonómico sino todo lo contrario. Sepamos, en cualquier caso, que la consecuencia de este absurdo es, por un lado, un Estado enormemente caro y, por otro, una administración enrevesada, divida por tres. Para salir de la crisis económica, quizá tendríamos que empezar por ahí. Pero eso, ya ven, no figura en ningún Esquema de Temas Importantes.

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12 noviembre 2008

Armonía


Pitágoras consideraba que la proporción de las cosas era el principio básico de la música, la medicina, la física y la política. El secreto por descubrir era la armonía; en el equilibrio estaba la virtud. La armonía como principio ético de la vida. El oráculo de Delfos lo resumía con una inscripción sencilla, grabada en las columnas del templo: “Nada en demasía”. Y ahora, díganme, ¿qué otra cosa que rubor y desolación pueden producir las excusas que estos días se ofrecen como argumento a los excesos de la clase política?

Cada vez que se oye a un dirigente político afirmar que el gasto en coches oficiales o en asesores es el ‘chocolate del loro’ el problema principal, la desolación mayor, no es ya el gasto en sí, sino comprobar que estos tipos han perdido absolutamente el norte. Cada vez que se les oye acusar de demagogia a quien les recrimina el coste de unas reformas en los edificios oficiales o la necesidad de tanto viaje oficial al extranjero, no es ya el despilfarro lo que duele, sino la comprobación precisa de que la clase política jamás va a renunciar a sus privilegios de casta. Que no entienden nada, o nada quieren entender; que no saben nada, o nada quieren saber, de lo que existe más allá del muro de los edificios oficiales; gente que va y que viene, con sus salarios mileuristas y sus ilusiones de adosados.

Nada en demasía. Se trata sólo de eso y ni eso se quiere entender. Coches oficiales, desde luego, claro, ¿pero de verdad es necesario que un coche oficial vaya a recoger a su casa hasta el último director general, si disponen en los edificios oficiales de aparcamientos reservados? ¿Y también a los concejales? Y así, asesores, edificios, dietas, consejos, viajes, liberados, comidas, publicaciones, hoteles… No es demagogia, no, ni tampoco el chocolate del loro, es descaro y cinismo.

Otras veces se ha planteado aquí el mismo ejercicio; miramos atrás y analizamos la evolución de todo lo que nos rodea en la ciudad en la que vivimos en los treinta años de democracia. Son evidentes algunas mejoras y hasta impensable la transformación de nuestro entorno, la modernización de Andalucía con respecto a la de hace cuarenta o cincuenta años. Sí, es verdad, y, con un gesto grande de abstracción, pensemos que todo ello es debido a las instituciones democráticas. Vale. Pero, ahora, compare el crecimiento de la sanidad, la mejora de la educación o de las carreteras con el crecimiento de la burocracia política. ¿Qué ha crecido en Andalucía tanto como la Junta de Andalucía? Compare la mejora de las carreteras provinciales y comarcales con el crecimiento exponencial de la Diputación. Y las instalaciones deportivas de su ciudad con los edificios municipales.

Verlos allí estos días, en el Congreso, en el Parlamento andaluz.... Tendrían que grabar en las fachadas la frase del oráculo de Delfos. “Nada en demasía”. Qué pocos pasarían por ese aro.

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11 noviembre 2008

Fanáticos


El Gobierno español acaba de caer en la cuenta de que en Afganistán “se está librando una batalla contra terroristas fanáticos”. Lo ha dicho el ministro Moratinos y esta afirmación, que en cualquier parte del mundo sería una obviedad, cobra aquí un valor extraordinario, entre otras cosas porque al Gobierno y al PSOE les ocurre con Afganistán lo mismo que con la crisis, que de forma absurda está prohibido pronunciar en los discursos la palabra ‘guerra’. Ahora que España es el segundo país que más soldados ha perdido en Afganistán, Moratinos habla de batalla contra el fanatismo y añade que ese terrorismo contra el que se combate en Afganistán es el que originó “ese nuevo desafío internacional que es el terrorismo islámico y que España sufrió en sus carnes en Madrid”. Es curioso el cambio, ¿no habíamos quedado que el brutal atentado de Madrid fue consecuencia de 'la foto de las Azores' y la participación de España en la guerra de Irak? Pero, más allá aún, ¿en qué se diferencia el fanatismo de Afganistán y el de Irak? ¿No son iguales los coches bomba, iguales los objetivos e iguales las consecuencias?

Me gustaría conocer la reacción del presidente Zapatero si, en su próxima visita a Estados Unidos, con Obama de presidente, éste le pidiera, como el “aliado fiel” que se declara, que envíe soldados españoles a Irak, al igual que ya ocurre con Afganistán; que ya ha pasado la tormenta de de las Azores y, para que los norteamericanos puedan reducir progresivamente su contingente militar, es necesaria la cooperación de mas países. ¿Qué diría Zapatero? No les quepa la menor duda que, con toda naturalidad, el presidente es capaz de ordenar el mismo despliegue que Aznar y, encima, defender que los soldados españoles sólo participan en misiones de paz. Y Moratinos, como es cordobés de corazón, convocaría otra vez junto a la Mezquita un seminario de las tres culturas para “poner en valor puentes de entendimiento conducentes a la alianza entre las civilizaciones”.

No, no, ningún problema con el doble discurso y las contradicciones. Donde se ponga la melaza del mito de Al Andalus, que se quite la rudeza de afrontar los problemas. Fíjense, por ejemplo, en lo ocurrido este fin de semana. El rey de Marruecos ha mandado a llamar a un centenar de imanes y responsables de comunidades islámicas en España para “hablar de la organización de la inmigración marroquí desde un punto de vista religioso”. En el trasfondo, se presume que Mohamed VI quiere, además, evitar que anide el fanatismo religioso en la inmigración marroquí y ese objetivo, desde luego, es loable. Pero, ¿por qué el Gobierno español no tiene nada que decir en la organización de la inmigración marroquí? ¿Tampoco tiene que oír nada ni conocer nada ni controlar nada? ¿Y la Junta, ni siquiera debería saber cuántos imanes hay en Andalucía?

Seguiremos, en fin, con el doble discurso y las candelas de papeles. Pero no perdamos el norte: No hay nada como reconocer los problemas, llamarlos por su nombre y actuar de acuerdo a los principios de la única civilización que conoce el hombre, la de la libertad. Desconfía de lo políticamente correcto, que ese sectarismo es tan implacable y pernicioso como el de los radicales.

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09 noviembre 2008

2nd Modstyle


Como Luis XIV, el día que hizo llamar a su zapatero a Versalles para que en adelante calzara todos sus zapatos con tacones y así caminar siempre más alto que sus súbditos, con la cabeza erguida, la enorme peluca de rizos negros y la cara empolvada. Como Napoleón, cuando citó en palacio a diseñadores y arquitectos para que crearan el estilo del imperio; para que la gloria se reflejara en la las mesas y las sillas, para que los espejos y las paredes hablaran de sus victorias, para que la caoba y los mármoles, los dorados y los bronces, proclamaran su grandeza. Sillas de terciopelo y patas torneadas, camas de góndola, mesas repujadas de caoba. El rococó o el estilo Imperio; el estilo Luis XVI, el isabelino, el fernandino o el victoriano... No existe imperio en la historia sin que la grandeza se plasme en una moda. Lo cual que, siendo así la historia de la moda y del poder, no se puede pasar por alto la exposición abierta en Sevilla: ‘2nd Modstyle’, que traducido es el ‘estilo Segunda Modernización’. Sí, sí, así como suena.

Para que no quepan dudas de la intención, la muestra se rodea de la parafernalia hueca con la que lo mismo se presenta una ley de vivienda, que un plan educativo o un sistema de riego por goteo. “Los ‘artistas Segunda Modernización’ apuestan por la multidisciplinariedad, asumen sin esfuerzo valores y principios de gestación reciente (como la defensa de un desarrollo sostenible o la igualdad de género) y utilizan las nuevas tecnologías con total naturalidad (aunque no tienen complejos a la hora de usar medios tradicionales como el dibujo, la pintura o la escultura)”. Esculturas sostenibles, cuadros multidisciplinares y dibujos con perspectivas de género. O sea.

“Esto es vomitivo”, “qué vergüenza”, “no se critica a los artistas sino el uso asqueroso que hace la Junta para vender nubes de humo como la Segunda Modernización usando como soporte el magnífico trabajo de un grupo de jóvenes…” En algunos foros de internet, el personal se echa las manos a la cabeza, y esa rebeldía es un consuelo, desde luego, acaso porque nadie pensaba que el Gobierno andaluz era capaz de llegar a tanto. Pero de todos los comentarios, el que mejor define lo que está ocurriendo es el de una de las artistas que participan en la muestra. No se oculta: “Venga ya, que los que nos dedicamos a esto (bueno, los que lo intentamos) sabemos que el patio está muy mal y no está la cosa para ir rechazando oportunidades. ¿Qué no tengo integridad, ni moral? ¿Qué soy una vendida? El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra”. Verán que no hace falta decir nada más.

“La moda cambia, pero sus explicaciones siguen siendo las mismas”, dicen quienes han analizado la evolución de la moda. Historias todas de ostentación que marcan épocas y que jamás quisieron representar otra cosa distinta al poder. A este personal, le faltaba eso. La hegemonía socialista andaluza ya tiene su estilo: ‘2nd Modstyle’. Además de todo, ¿habrá que ser cursi?



Ilustración: Alexis Amador, de la exposición Estilo Segunda Modernización.

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05 noviembre 2008

Endémico



En su libro sobre el ser andaluz, el profesor Clavero recoge las dudas de Julián Marías cuando, en 1985, vuelve a escribir sobre Andalucía de la misma forma que lo había hecho veinte años antes, en el 65. Julián Marías, discípulo directo de Ortega y Gasset, quizá se sentía atraído como su maestro por el desconcierto que provoca Andalucía. Y se preguntaba: ¿Cómo estará Andalucía en el nuevo siglo, volverá a su esplendor o habrá comprometido sus cualidades más altas? Si Julián Marías, que murió en 2005, a los 91 años, pudiera hojear el periódico de hoy, a punto de traspasar de nuevo al penoso umbral del veinte por ciento de paro, cuatro veces más que las tasas de desempleo de los países desarrollados, quizá se hubiera echado las manos a la cabeza. ¿Cómo es posible que el paro se haya incrustado de esta forma?

En una publicación de la Junta de Andalucía de 1997, los profesores Torres Chacón y Villalba Cabello recrean la evolución del paro en Andalucía con gráficas virtuales partiendo de una estructura productiva distinta. Y el resultado es curioso porque, según ese estudio, si la estructura agrícola andaluza hubiera sido igual que la española, el paro también se habría mantenido por encima de la media nacional. Pero si la estructura industrial andaluza hubiera sido la misma que en España, igualmente el paro se mantendría muy por encima. Lo mismo que con la construcción o con los servicios. ¿Dónde está por tanto, la clave del paro?

Según ese ensayo, la única variable que coloca el paro andaluz por debajo del paro nacional es la de la población: «Si la población activa hubiese aumentado al mismo ritmo que en el resto de España, la tasa de paro de Andalucía en el momento actual sería incluso inferior a la que se registra en el resto de España», se afirma en el estudio. Ni que decir tiene que esta tesis ha sustentado no pocos discursos exculpatarios del Gobierno andaluz y, en ciertos aspectos, es, desde luego, irrebatible porque, de hecho, el crecimiento del empleo ha estado por encima de la media sin que la posición de cola variase un ápice. Ocurre, sin embargo, que existe un diferencial más que no se puede obviar en la evolución del paro andaluz: Los distintos periodos políticos. Durante la etapa de gobierno del PP (ocho años), se crearon casi el triple de puestos de trabajo en Andalucía que durante los trece años precedentes de Gobierno socialista. Cuando acabe la legislatura y Zapatero iguale el tiempo el mandato de Aznar, es probable que sus datossean peores que los de González.

Esas son las dos conclusiones, por tanto. La elevada tasa de población frena el descenso del desempleo, pero esa constante no ha afectado a todos los gobiernos por igual. No todas las políticas económicas afectan de la misma forma a Andalucía. Y ya sé que, aunque se trata de analizar estadísticas, de confrontarlas, habrá quien, en la comparación, vuelva a recordar ‘el trío de las Azores’. Seguro que son los mismos que acabarán diciendo que el paro en Andalucía es endémico. Pero eso, no es verdad.

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En adelante


Para la próxima vez que se ponga en duda la política, la fuerza de la voz y del mensaje, habremos de recordar el día que ganó Obama. Habremos de recordar como bailaban de alegría en Kenia o en París, cómo en todo el mundo no había otra noticia. Habremos de recordar este día, la grandeza de la política, la inmensa capacidad de movilización de la sociedad, porque la grandeza de Estados Unidos radica en la tradición democrática. Que el sueño americano no es sino una historia de esfuerzo, mérito y libertad que tiene final feliz. Un guión de Hollywood en el que todo el mundo quiere participar de extra. Lo ocurrido es tan apabullante que ayer mi hijo de once años llegó del colegio, me preguntó por Obama y, por primera vez, se tragó entero el telediario. «Yo quería que ganara Obama», dijo para mi completo desconcierto. Luego se repitió la escena con mi hija adolescente. «Me gusta que haya ganado Obama. En Estados Unidos la gente llora de alegría por su presidente; eso no ocurre aquí». Más desconcierto.

Para la próxima vez que se hable con displicencia de la democracia americana, habremos de recordar este día, esta campaña que se cerró, sublime, con los discursos de los dos candidatos tras el escrutinio, alejados de toda rivalidad, honrando los principios democráticos y celebrando el triunfo de la libertad. Habremos de recordar que si la democracia de Estados Unidos emociona y mantiene expectante a todo el mundo libre es porque aquel imperio tiene entre sus tradiciones incuestionables la vitalidad de un sistema que impone la alternancia cada ocho años y la apertura de los dos grandes partidos que eligen a sus candidatos en elecciones primarias.

Para la próxima vez que nos miremos el ombligo, habremos de recordar este día y pensar que la tradición de la democracia aquí esta castrada por el enfrentamiento cainita, por el sectarismo y por el caciquismo. Y es tan honda esa herida en la sociedad española que superarlo forma parte del futuro de España, de Andalucía. Por eso, hoy, que sólo se pronuncia el nombre de Obama porque representa lo que tantos le piden a la política, debemos descender desde esa altura al anonimato de una mujer de Granada, Ascensión Díaz Ruiz, porque ella es el símbolo de la podredumbre que hay que desterrar. Tiene 42 años, está separada y es madre de cuatro hijos. Trabajaba como jefa del servicio de seguridad privada de la Diputación de Granada hasta que se negó a elaborar una lista con nombres de vigilantes a su cargo para despedirlos y colocar en su lugar a militantes del PSOE, que gobierna la institución, familiares y amigos. Se negó a participar en aquella purga y, hasta que la despidieron a ella también, la sometieron a una presión que, en una sentencia judicial, se ha calificado de «psicoterror laboral».

Para la próxima vez que nos preguntemos qué es lo que provoca que tantos ciudadanos sientan asco de la política, recordaremos este día. Esos dos nombres, símbolos de sueños y miserias.

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03 noviembre 2008

Paredes


Una decena de artistas grafiteros se ha dedicado a adornar calles y plazas de Córdoba, por encargo de varias instituciones, con algunos de los lemas y los símbolos que nos dejó el ‘mayo del 68’ y que, como la silueta del Che o la gorra de plato de Stalin, forman ya parte de la cultura universal. Tan incrustados están ese lenguaje y esa estética en la sociedad contemporánea que, de hecho, con la perspectiva de los años transcurridos, es posible pensar que la principal aportación ideológica de la revuelta parisina fue precisamente la estética de la pintada, la pegatina y el graffiti. Es probable, incluso, que la irrupción de ese simbolismo sea tan potente que acaba devorando y sustituyendo a la propia ideología; el símbolo reemplaza al contenido. Pero eso, en fin, es otra historia.

De lo que no cabe duda es de la universalización del mayo del 68, y eso lo vemos, no en las exposiciones formales como la de Córdoba, sino en los mercados y en las ferias; la cara del Che y los lemas del 68 está en los puestos de los turroneros en las ferias, en las tiendas de los hippies, mientras lanzan bolos al aire y diábolos, o en los mercadillos ambulantes que recorren los pueblos, entre cajones de tomates de rama de Almería a dos euros el kilo, ¡oiga, señora, a dos euros!, y ristras de ajo de Montalbán, un tenderete con tangas, sujetadores y camisetas serigrafiadas con los lemas del inagotable ingenio ácrata: «Al orgasmo general», «Disuelve tu cuerpo represivo», «Haced el amor sobre los bancos», «El placer al poder», «King Kong murió por nuestros pecados»...

Es curioso pensar en esa imagen de Córdoba estampada de grafittis de ‘mayo del 68’ mientras, en Salobreña, Izquierda Unida celebraba una nueva asamblea de desmembración interna, la última purga de disidentes. Córdoba, que sigue siendo el mejor bastión de IU, es también exponente de su deterioro. Ahí está Rosa Aguilar, con un pie fuera de la organización y el otro a punto de pisar el poyete de la sede. ¿Y tiene la culpa la futilidad ideológica de la alcaldesa, como dicen algunos, o el rancio sectarismo del ‘aparato’ del PCE, como sostienen otros? Qué más da... IU era una gran idea porque soñaba con una organización que aglutinara, a la izquierda del PSOE, a gente dispar bajo el paraguas de la ética, la independencia y la honradez. Y ese proyecto ha fracasado.

Dicen que, en adelante, vuelve el Partido Comunista a tomar las riendas, ya sin disimulos. Y en estos tiempos de turbidez sería una buena noticia si ese Partido Comunista fuera el que sigue defendiendo Julio Anguita. Pero no será así, lo que vendrá será el comunismo de pegatinas, el comunismo sin escrúpulos, el comunismo chupón de una camada de jóvenes que, incluso dentro del PCE, ya se les teme.

La izquierda siempre ha sabido pintar paredes, construir un mundo de ensoñación en los ladrillos desnudos de una fábrica cerrada o en la tapia de cal de un cortijo. Las paredes hablan y la izquierda se desconcha. «Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz», dijo Martí. Quizá pensaba en el futuro del Partido Comunista.

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Ruinas


Dice el presidente Chaves: «Si no se reforma el Palacio de San Telmo, se cae porque estaba prácticamente en ruinas»». Esto, en fin, no es verdad. O, por lo menos, no era el objetivo de las obras de restauración. Es más, todos los que hubieran podido visitar San Telmo hasta el verano de 2005 se extrañarán de la afirmación del presidente porque, ciertamente, San Telmo no tenía la apariencia de un edificio en ruinas; decenas de personas trabajaban allí a diario y no parecía que estuviera a punto de derrumbarse aquel palacio magnífico del barroco sevillano en el que conspiraba el duque de Montpensier, aquellos jardines en los que suspiraba su hija, María de las Mercedes, la dalia que cuidaba Sevilla.

Al arquitecto de la reforma, Guillermo Vázquez Consuegra, le preguntaron entonces y dijo: «Mi tarea es introducir una arquitectura invisible que sea capaz de sumar distintos episodios que son de épocas muy diversas». De hecho, la principal polémica de la obra se estableció porque las asociaciones conservacionistas de Sevilla se opusieron frontalmente a que el edifico se reformara para aumentar el número de oficinas y funcionarios y, sobre todo, se escandalizaron con el proyecto de construir en los jardines un aparcamiento subterráneo. «En cuanto a la propuesta del aparcamiento subterráneo, lamentamos que no se realice una propuesta menos agresiva y confiamos en que los restos arqueológicos que se puedan localizar tras una excavación sistemática, y no de urgencia, sean valorados convenientemente», alertaba la asociación Ben Baso en diciembre de 2004. Ahora, ya ven, aquellas advertencias, entonces ignoradas, se han transformado en los ‘imprevistos’ que provocan que la obra se haya disparado de presupuesto y de fecha. «Cuando San Telmo abra sus puertas a finales de 2008 se habrá convertido en un edificio completamente distinto al que se conocía en agosto de 2005, tras la inversión de 34,2 millones de euros», decía la propaganda de entonces. Pues ni una cosa ni otra.

Por eso, ahora, cuando el presidente Chaves se pone a acusar de demagogia a todos que critican esa reforma, lo único que se demuestra es que Chaves tiene un problema de conceptos o de personalidad. Le pasa lo mismo que con su patrimonio, que por narices quiere aparecer como el más pobre del Gobierno aunque haya consejeros que, con un origen más humilde, el mismo tiempo en política y un sueldo más bajo, multipliquen por mucho su exiguo capital de tres mil euros en el banco.

En el palacio de San Telmo, quiere aparentar lo mismo, que tenía el despacho en un edificio en ruinas, ay que pena, que ya lo vemos con cubos en el despacho para coger las goteras de la techumbre derruida. Y no. Todo es tan normal como la necesidad de restaurar un edificio valioso y, en su caso, si lo aprueba el Parlamento, edificar una vivienda para el presidente. Claridad, control del gasto y transparencia. Normalidad. Que todo sería más fácil si, alguna vez, el presidente no quisiera, al menos por una vez, ser ejemplo de humildad y sacrificio. La soberbia, presidente, eso sí que es una ruina.

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El cotarro


Hasta ahora, la única coincidencia de los expertos sobre esta primera gran crisis de la globalización es el origen de la misma: ‘El boom inmobiliario lleva al crack financiero’. El flamante premio nobel de Economía Paul Krugman lo ha descrito así: “La crisis actual comenzó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria que causó una morosidad hipotecaria generalizada y, por lo tanto, grandes pérdidas en muchas instituciones financieras”. A partir de ahí, Krugman describe un “círculo vicioso de desapalancamiento” en el que los bancos de Estados Unidos reducen su actividad por falta de capital, con lo que se provoca una caída aún mayor del precio de los activos, pérdidas mayores y la desconfianza generalizada entre los bancos.

En esas estamos, o estábamos, cuando los gobiernos deciden inyectar liquidez a las entidades financieras para que se recupere la confianza y el sistema vuelva a funcionar con normalidad. Ahora bien, ¿se agota ahí todo el análisis de la crisis que se puede realizar en España? Ése es el caso que, analizando sólo la lógica de los acontecimientos, no lo parece. Veamos. En Estados Unidos el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, origen del desastre, ocurrió hace cuatro años y ha sido ahora, de un año a esta parte, cuando la morosidad del sistema inmobiliario alcanza un volumen que provoca la crisis financiera. Si en España el derrumbe del sistema inmobiliario se ha producido este mismo año, ¿por qué no vamos a pensar que será dentro de dos o tres años cuando comiencen a llegar los problemas financieros de verdad? Es más, esa escalada de la morosidad, que ya triplica la de hace un año, es la única que explica la aparente contradicción de que el Gobierno español, después de alardear de que sistema financiero español era el más saneado del mundo, haya decidido inyectarle 150.000 millones de euros.

Pero queda aún un paso más. En teoría, esa inyección de dinero tendría que devolver la normalidad al sistema, pero existe otra variable más que diferencia a España de los demás países que se ven envueltos en esta crisis: el aumento del paro. Mientras que el Estados Unidos la peor previsión es que el paro alcance el nueve por ciento, en España, aunque el sistema financiero haya sido menos arriesgado, ya se da como seguro que el año que viene puede rebasar el quince por ciento y que en Andalucía volverá al veinte por ciento. Y todo ello porque, a diferencia de otras economías, cuando en España se derrumba el mercado inmobiliario, lo que se detiene, además del sistema financiero, es la locomotora del desarrollo.

¿Qué sector va a tirar de la economía española en los próximos años para salir del agujero? Ya se mueve el cotarro, dice el vicepresidente Solbes. Es probable que Solbes no haya caído en que la palabra “cotarro” tiene varias acepciones. El vicepresidente la utilizó, como todos, para definir un estado de agitación, de actividad, pero no es ése el primer significado; el cotarro es la ladera de un barranco. Y eso es lo malo, que estemos danzando al borde de un precipicio sin saberlo.

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