El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

28 enero 2012

Bancarrota



Los primeros augures pronosticaron que, durante años, la crisis económica traería a la orilla grandes ballenas muertas y que por las mañanas los hombres se asomarían asustados a la playa, atraídos por el hedor y los ladridos de una manada de perros salvajes que se disputaban los primeros trozos de carne desgarrada. Ese fue el pronóstico y así sucedió; el mar de la mañana comenzó a vomitar grandes ballenas muertas, primero imperios financieros se derrumbaban en titulares de cinco columnas, con una foto gigantesca de sus rascacielos de la Gran Manzana, ahora desolados. Luego, grandes bancos que se ufanaban de su solvencia saltaban en pedazos, reventados por dentro por una auditoría sonrojante de ocultaciones. Y empresas, cientos de empresas, enormes constructoras, deshilachadas como las banderitas que anunciaban pomposas urbanizaciones en las afueras de la ciudad y que nunca se llegarían a edificar. Otro día, fueron los países, los gobiernos, los que aparecían en las noticias de la mañana aniquilados, destruidos, intervenidos, asfixiados, dimitidos. Después de ver tantas ballenas muertas en la orilla, los hombres han aprendido a desconfiar de todo lo que les rodea, de todo lo que le dicen; ahora saben que los augures tenían razón y que todavía el mar seguirá vomitando los cadáveres de esta crisis.

La crisis, sí, esta crisis devastadora tenía un correlato cierto de grandes imperios caídos. Ya son muchas las quiebras a las que hemos asistido en mañanas de sobresalto y sabemos que otras muchas aún habrán de llegar. Quizá las siguientes, a no mucho tardar, serán las autonomías, el centro del despilfarro del dinero público durante casi tres decenios. Sin necesidad siquiera de esperar a conocer con detalle las cifras reales de la deuda y del déficit de la Junta de Andalucía, cualquiera que haya observado en los últimos años cómo se ha gastado el dinero aquí, cómo se ha gobernado aquí, puede albergar la sospecha de que las acusaciones de bancarrota de la autonomía andaluza no son baladíes. No se trata de exagerar la realidad ni distorsionarla con acusaciones huecas, se trata sólo de constatar que son muchos los departamentos de la Junta de Andalucía en los que desde hace meses, se vive esa sensación de arcas vacías.

En uno de los mejores libros que se ha escrito sobre la crisis (‘Bancarrota del Estado y Europa como contexto’, de Mercedes Fuertes y Francisco Sosa Wagner) se circunscribe todo lo que nos ocurre a algo tan antiguo como las consecuencias nefastas de un mal gobernante. Desde el siglo XVI, con la bancarrota de Felipe II, la historia se ha repetido presa del mismo círculo vicioso: las consecuencias de un mal gobierno, ineficaz y derrochador, se tapaban con endeudamientos permanentes que conducían finalmente a la quiebra. Y el personal lo descubre siempre tarde, cuando comprueba que durante años el interés a largo plazo de los ciudadanos se ha pospuesto o se ha ignorado para satisfacer el interés a corto plazo de la clase política gobernante. «La insolvencia como método» –como se define en el libro– ha sido la que ha imperado en gran parte del Estado autonómico español, «el marasmo autonómico y local». En el caso andaluz, quizá nos asombremos cuando oigamos un día las noticias de la mañana y nadie consiga explicarnos en qué se ha gastado esa montaña milmillonaria. Sólo podremos contemplar ya esa ballena muerta.

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25 enero 2012

Puto dinero


Una de las ultimas teorías sobre los misterios ocultos que mueven el mundo de las transacciones comerciales y financieras, la ha ofrecido Gordon Gekko, aquel magnate de las finanzas que en los noventa entró en la cárcel por el uso de información confidencial en la compra venta de acciones de grandes empresas. Ahora, después de una temporada a la sombra, Gekko ha cambiado la prisión por la literatura, memorias, batallitas y consejos para futuros brokers. Es un autor de éxito, sí, pero cualquier actividad que no pueda multiplicarse por muchos ceros en una misma mañana nunca será para él lo suficientemente atractiva. Quienes se entregan a ese placer, el placer del dinero, no encuentran ya en su vida un éxtasis, ningún orgasmo, comparable al del ingreso de una cantidad escandalosa, indecente, en su cuenta bancaria. Esa fue la experiencia de Gekko, en ese paraíso de champán, caviar y aviones privados vivió hasta que lo empujaron al suelo sucio de una celda sin quitarle la chaqueta ni la gomina. Y ahora, cuando la crisis financiera ha tumbado a bancos y a empresas mientras él contaba sus últimos días de cárcel, Gordon Gekko se sobrepone en su nueva libertad y masculla con desdén que «el dinero es una puta que nunca duerme. Y es celosa. Como no la cuides y le prestes atención, una mañana te despertarás y se habrá ido a otra cama».

No se puede decir que Gekko, el yuppie cinematográfico de Wall Strett, Gekko, el personaje de Michael Douglas, haya innovado nada sobre el dinero; nada que no se haya repetido ya desde Sócrates hasta ahora porque el dinero ha sido, sin duda, la invención que más identifica al hombre con sus ansias, con sus miserias, con sus excesos, con su bondad. El dinero ha sido y será el espejo de nuestras pasiones y, como tal, siempre se le presentará revestido de sedas y de pecado; el mayor objeto de deseo, del oscuro objeto de deseo de la humanidad. Por tanto, nada aportan los guionistas de Oliver Stone salvo la evidencia de que esta crisis económica no tiene nada de original; como ocurre con la corrupción, es la historia de siempre, la atracción fatal que ejerce el dinero en el hombre. De hecho, si intentamos mirarlo con la perspectiva que aún nos falta, esta crisis del estallido de la burbuja inmobiliaria seguida de la burbuja financiera, vuelve a remitirnos a una fase cíclica de la humanidad, los periodos expansivos que dan paso a épocas de bonanza, euforia desmedida, gasto descontrolado y, como consecuencia inevitable, una fase posterior de depresión profunda, de desconfianza general y de retracción en todos los órdenes de la vida. Se van sucediendo los ciclos y, en todas esas etapas de crisis vividas a lo largo de la historia, lo que el hombre no ha logrado nunca es sacar conclusiones generales que eviten que pueda tropezar de nuevo en la misma piedra.

Economistas y filósofos dejarán teorías que expliquen el momento, que analicen las causas y las consecuencias de la crisis que han vivido, pero nunca extraeremos de una depresión como ésta una teoría general que vaya más allá del detalle. Esa puta de lujo que hace la calle en Wall Strett seguirá cambiando de cama sin descanso; como hasta ahora, con la seguridad que le da saber que siempre les proporcionará a algunos el mayor orgasmo de sus vidas.

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24 enero 2012

El día que se jodió todo


En toda derrota siempre existe un instante en el que sólo cobra sentido una pregunta; en toda caída, en todo fracaso, ya sea de nuestras vidas, ya sea del colectivo al que pertenecemos, llega un momento en el que comprendemos que ya no hay posibilidad alguna de solucionar nada, que los pasos que se han dado no sabrán encontrar nunca el camino de vuelta. En ese instante de abatimiento, ya se han caído los brazos, y sólo podemos preguntarnos en qué momento se jodió todo. Como aquella expresión grandiosa con la que Vargas Llosa inicia su ‘Conversación en la Catedral’, también este fin de semana, algún veterano militante socialista habrá dejado la mirada perdida en el fondo de la sala en la que se celebraban las asambleas precongresuales del PSOE. Mirarlos y mirarse, sin posibilidad alguna de reconocerse, mientras las palabras rebotan en las paredes de moqueta. Contemplarlos en silencio y contemplarse allí, mientras busca inútilmente en aquellas caras un resquicio, al menos un resquicio de memoria, de lo que fueron. Y susurrar luego, ‘cuándo, en qué momento se jodió todo’.

En todas las asambleas habrá habido militantes del PSOE que lo hayan experimentado igual; la misma duda compartida, la misma certeza multiplicada. Pero de todos esos momentos, quizá ninguno tan expresivo como el ocurrido en el Congreso de Sevilla; esa escena final, definitiva, en la que el alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano, grita desde el fondo de la sala «¡No tienes vergüenza!». Se lo ha gritado al presidente de la Diputación, y los dos, supervivientes del naufragio de las elecciones municipales, los dos, que tantas veces se han cruzado en las conspiraciones, los dos, que tantas veces han marcado las cartas, los dos, que tantas veces han afilado juntos las navajas, aparecen ahora en medio del pasillo del congreso como dos viejos lobos que se destrozan a dentelladas.

En todos los congresos ha habido zancadillas, componendas, pactos y traiciones. Muchas de ellas conocidas y otras que sólo se desvelarán dentro de dos fines de semana, cuando aquellas decenas de delegados que han prometido el voto a los dos candidatos rompan la ambigüedad en el último minuto del Congreso federal para sumarse a una apuesta segura, Rubalcaba o Chacón, que les incluya en la victoria. Pero esa secuencia de acuerdos secretos, de pactos in extremis, de deserciones inesperadas, todo eso forma parte de la historia del Partido Socialista como, acaso, forma parte de la esencia misma de la política. Ha sido aquel grito desde el fondo, «¡No tienes vergüenza!», el que ha marcado la diferencia de este congreso, de este momento político, de este declive. Gentes que llevan treinta años en un cargo público, que nada tienen que decir, que nada tienen que decirse; nervios desatados por no equivocar la apuesta en este momento en el que todo el esplendor de ayer ya se ha perdido. Ahora que hay que apretar el culo al sillón, ahora que ya no queda sitio para los dos, ahora no pueden equivocarse. Esa imagen de decadencia, ese final de descomposición, ha sido cuanto había que esperar. «Piensa: ¿en cuál? Frente al Hotel Crillón un perro viene a lamerle los pies: no vayas a estar rabioso, fuera de aquí. El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. Piensa: no hay solución».

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19 enero 2012

La elegida


Carmen Chacón es una candidata de laboratorio. Más exactamente, es la última creación, el último bálsamo, que Rodríguez Zapatero ha sintetizado en su laboratorio de ideas. Justo antes de cerrarlo por quiebra, Zapatero ha lanzado al mercado este producto final, el más elaborado de todos, el más perfilado a lo largo de los últimos ocho años: la esencia. Carmen Chacón, la sucesora, la heredera fiel de ese laboratorio que llamaron ‘Nueva Vía’ y que, durante años, soñó con expandirse por toda Europa como alternativa a la crisis de identidad de la socialdemocracia. Ahora que el vendaval de la crisis ha arrasado con todo y ha deshecho de un soplido aquel castilo de naipes, sólo queda Carmen Chacón, la esencia, la elegida.

Con sólo un repaso somero de la política española en los últimos treinta años, se observará que no existe ningún otro precedente como el de esta mujer. A diferencia de todos los demás líderes políticos en distintos partidos, Carme Chacón fue sido elegida por Zapatero desde la misma cuna de la política para que un día, muchos años después, pudiera sucederle en el cargo. Ninguna operación de marketing político se ha sostenido en el tiempo durante tantos años. Con una gran meticulosidad, el cuerpo político de Carmen Chacón se ha ido modelando con distintas etapas en las que se perseguía, con cada una de ellas, limar aristas, reforzar perfiles gratos, maquillar deficiencias. Sólo se precisa de un somero repaso para llegar a esta conclusión.

Antes de conocer a Zapatero, el cargo público más relevante de Carme Chacón, que se inició en política con 18 años, había sido el de concejal de su pueblo natal, Esplugues de Llobregat, un municipio de 46.000 habitantes. A partir de ahí, Zapatero va situándola en todos los cargos que son necesarios para completar el curriculum del que carecía. Primero, el perfil orgánico, las tripas del partido: en 2003, la designa portavoz del PSOE. Luego, el perfil institucional: vicepresidenta del Congreso de los Diputados tras ganar las elecciones de 2004. Cubiertas esas dos parcelas, el partido y la imagen institucional, quedaba por completar un tercer perfil: la gestión. En enero de 2008, la designa ministra de Vivienda, con el tiempo preciso, tan sólo un año, para que pueda lanzar varias iniciativas populistas (cheques de viviendas, préstamos sin intereses...) sin llegar a quemarse en el cargo, como le sucedió a María Antonia Trujillo. Cubiertos todos los perfiles, sólo quedaba ya lo fundamental: disimular, maquillar, su reconocido catalanismo y, para eso, se la nombra ministra de Defensa. ¿Qué mejor que estar al frente de los Ejércitos para que nadie dude de su españolidad?


En el PSOE, muchos desconfían de ella pero Chacón, como su creador, ha aprendido a esperar. Hasta la irrupción abrupta de Rubalcaba, que arrasó con las primarias que habían planeado para ella, parece haberle beneficiado. Si gana en febrero, alguien verá a Zapatero guiñarle un ojo mientras desaparece por el fondo del pasillo.

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17 enero 2012

Prueba de cargo


Cada proceso judicial es igual y distinto al anterior. Son distintos porque, como todas las acciones protagonizadas por el ser humano, no existen en esta vida dos acontecimientos exactamente iguales, idénticos, sino que cada uno de impregna de las características propias de la persona o personas que lo protagonizan. Pero, a la vez, todos los casos judiciales pueden acabar parciéndose porque, ciertamente, todos ellos se tienen que resolver con la aplicación, casi aritmética, de las mismas leyes. Es decir, las reglas del juego en un Estado de Derecho son las mismas para todos y,por esa razón, incluso dos asuntos que nada tienen que ver entre sí pueden acabar presentando numerosas similitudes. Pensemos, por ejemplo, en la sentencia reciente del asesinato de Marta del Castillo y en la investigación judicial de los falsos ERE, el fraude masivo de las ayudas de Empleo en la Junta de Andalucía. ¿Qué tiene que ver uno y otro caso? Nada, ciertamente, pero sí que se pueden comparar en la investigación, en la instrucción del caso, y acabaran pareciéndonos dos gotas de agua.

La sentencia del Marta del Castillo que tanta escandalera demagógica ha levantado no se explica sin la investigación judicial, sin la instrucción del proceso. Los fallos de entonces, la impotencia de entonces al no poder demostrar fehacientemente lo que había ocurrido con Marta del Castillo, se trasladan directamente hasta la sala del juicio y acaban plasmándose en la sentencia. Las condenas equivalen a lo que durante la instrucción de un proceso, o posteriormente en la vista oral, se puede demostrar. “Para condenar hace falta la certeza de la culpabilidad obtenido de la valoración de la prueba. Compo es la inocencia la que se presume cierta, si el juez no tiene ‘certeza de la autoría’ debe absorver, porque sólo ñla certezz desvirtúa la presunción de inocencia. Sólo desde el convecimiento firme se puede condenar”, dice la sentencie de Marta del Castillo en uno de sus mejores párrafos. Sobre los compinches del asesino sólo pesaban sus declaraciones ante la Policía, todo lo demás podía perderse en especulaciones e hipótesis contradictorias. Y resulta que la declaración de un acusado ante la Poilicía no tiene carácter de prueba en un juicio, con lo cual, toda la acusación se desvanecía.


Una de las anomalías más llamativas del fraude de los ERE, subrayada aquí en otras ocasiones, es que, a pesar del tiempo transcurrido desde que se inciaron las investigaciones y, a pesar, sobre todo, del volumen que ha alcanzado ya el caso, el principal imputado de esa trama, el ex director general de Empleo, todavía no ha sido llamado a declarar ante la jueza. Todo lo que ha dicho ante la Policía se desvanecerá mañana si lo niega cuando se persone ante el juez. Que es, exactamente, lo que hicieron los compinches del asesino de Marta del Castillo. Por fortuna, el fraude de los ERE no se sustenta sólo en las declaraciones del ex director general de Empleo, aquellas en las que admitía la existencia de ‘fondo de reptiles’, pero no puede parecernos normal que ni un solo responsable político de esa trama haya comparecido aún en una sede judicial, acompañados de las garantías que les otorga un Estado de Derecho. Los defectos de la instrucción serán impotencia y frustración en la sentencia. Conviene saberlo hoy, para no lamentarlo mañana con aspavientos.

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Desvarío



¿Cuándo fue, cuándo ocurrió que los abogados, algunos abogados, comenzaron a cuestionar la presunción de inocencia? No fue de un día para otro, fue fruto de la pérdida de valores y quizá también de la fuerza de una marea populista, que no debe haber fuerza en este mundo que tenga un poder de desgaste mayor que esa ola que lo arrasa todo. Fue tras un juicio, el de una joven asesinada en Sevilla, Marta del Castillo. El asesino y sus compinches ocultaron el cadáver, lo hicieron desaparecer, supieron engañar a la Policía y, luego, utilizaron las garantías que un Estado de Derecho le concede a los acusados para zafarse de todos los interrogatorios, de todas las indagaciones. Nada nuevo, porque nada nuevo se puede esperar de la inmundicia, pero en aquel caso resultó especialmente desalentador porque aquel asesino y sus compinches se burlaron de toda la sociedad que, entristecida, pedía Justicia. Luego llegó el juicio y como la mayor prueba de cargo era la indignación social, la sentencia determinó que sin pruebas fehacientes, con testimonios contradictorios, sólo se podía llegar a la acusación de asesinato del único acusado que había confesado el crimen. Sobre todos los demás, prevaleció la presunción de inocencia. Fue entonces, cuando algunos abogados se olvidaron de aquello que ya nos dejaron en herencia los romanos, hace dos mil años: In dubio pro reo.

¿Cuándo fue, cuándo ocurrió que los políticos, algunos políticos, comenzaron a renegar de las leyes que ellos mismos aprobaban? Fue entonces, tras aquel juicio de Marta del Castillo, cuando la sociedad, gran parte de la sociedad, se volvió contra los jueces por la sentencia de Marta del Castillo. Los culpaban a ellos, a los jueces y a los fiscales, a la Justicia en general, de haber dejado en libertad a aquellos que, previamente, todo el mundo consideraba culpables, aquellos que se burlaron de todos. Nadie salió en defensa de la Justicia porque en aquel momento de irritación parecía una temeridad recordar que los jueces aplican las leyes que aprueba el poder legislativo, y que imponen las condenas que se delimitan en esas leyes. Nadie quiso hacerse cargo de la frustración que supuso aquel juicio, nadie quiso asumir el error de muchas leyes. Fue entonces cuando los políticos, algunos políticos, sembraron un rastro de duda sobre la Justicia. Quizá por comodidad, quizá por cobardía. Pero lo hicieron.

¿Cuándo fue, cuándo ocurrió que los periodistas, algunos periodistas, comenzaron a censurar las garantías de un Estado de Derecho? Tal vez fueron los primeros que comenzaron esta cadena de despropósitos; los primeros en cuestionar la sentencia, los primeros en dictar sentencia sin haberse celebrado el juicio. Confundieron el clamor social con la Justicia, pensaron que la única sentencia justa sería aquella que pudiera satisfacer la condena social. Fue entonces cuando el Estado de Derecho se convirtió para muchos en una incomodidad, y las garantías procesales en una excusa de tiquismiquis.

¿Cuándo fue, cuándo ocurrió que la sociedad, gran parte de la sociedad, comenzó a calcular el acierto de volver al ojo por ojo y diente por diente? No fue de un día para otro. Sencillamente, el desvarío, la radicalidad, se impuso como única razón para afrontar los acontecimientos. Todo lo demás, la involución, aún está por llegar.

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10 enero 2012

El modelo andaluz


Esta Andalucía que ves ahora es la respuesta que han encontrado a las dudas; esta región que pisas con la inquietud de un edificio resquebrajado, que se derrumba, porque el régimen que la ha gobernado se desploma; esta tierra de gentes felices que llena los bares de risas con los bolsillos pelados; este pueblo resignado o ensimismado, tantas veces amodorrado con limosnas de paro y ayudas familiares; esta Andalucía que pisas ahora es el modelo que han elegido para que sea la referencia del PSOE en su crisis de identidad.

Las dos personas que aspiran a liderar el PSOE de los próximos años han elegido Andalucía, esta Andalucía que ves, como el modelo a imitar, el ejemplo a seguir. Lo mantiene Rubalcaba, que en la página web de su candidatura, incluye la realidad andaluza entre las treinta y ocho ideas fundamentales de su propuesta para sacar al PSOE de su marasmo: «Allá donde gobernamos lo estamos demostrando, como en Andalucía (...) Lo que realmente está en juego es si hay otro modelo de salida de la crisis distinto al que propone la derecha en España, y el modelo es Andalucía». Carmen Chacón, tan distinta de Rubalcaba, tan distante en la pose, también ella está convencida de que «Andalucía es el corazón del PSOE, el ejemplo de que gestionar bien los recursos económicos y a la vez estimular la economía y la solidaridad no es una quimera; por ello Andalucía debe servir de guía para el socialismo español».

Esta Andalucía que pisas, esta Andalucía que ves, es el modelo a seguir, el ejemplo a imitar, la meta que se quiere alcanzar. Eso nos dicen, que Andalucía es la marca, que es la respuesta; que Andalucía es lo que hay que hacer, lo que hay que construir, el nuevo socialismo que defienden los candidatos del PSOE. Pero tú sabes que esta Andalucía que tiene tantas razones para el orgullo, este pueblo que cuenta su historia por milenios, esta gente y esta tierra encuentra su esplendor en otra parte, pero no en su presente; en este chaparrón diario, en estas noticias que van dejando el rastro sucio de un final, de un acabóse.

Esta Andalucía que sale hoy en todos los periódicos, este desfile constante de amigos y parientes arrimados al poder, este trasiego que se presiente de maletines y cuentas ocultas, de favores y despachos, esta podredumbre que nos salpica a diario no puede ser modelo político de nadie. Esta puñalada de la cocaína y las fiestas, esta obscenidad de haber esnifado el dinero del Empleo en la tierra del paro, no puede servir de orgullo, no puede ser el corazón de nadie. Esta Andalucía que ves, de tantas carencias, de tantos abusos, no es la Andalucía que se merecen los andaluces. Si el PSOE la ha adoptado como modelo y como guía, ya podemos ir calculando la distancia real que separa a esos políticos de la realidad que ves todas las mañanas en las calles y en las casas que conoces.

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09 enero 2012

Den Plirono

La prosa de los indignados ha comenzado ya a cristalizar en algunas iniciativas contantes y sonantes. La sentada pacífica de las plazas, el malestar etéreo con el sistema, empieza a tomar el cuerpo de una rebelión más práctica. Se han levantado los culos del asfalto y ahora se dirigen a una insumisión más inmediata: “Yo no pago”. El movimiento ha comenzado en Grecia y ya se está extendiendo por España, por las redes sociales que han convocado para el 15 de enero concentraciones en las estaciones metro o de autobús de varias ciudades españolas para que se dé cita allí todo aquel que quiera comenzar esta rebelión con la negativa elemental de no pagar el billete del transporte. Luego ya se les ocurrirá otra cosa. Lo único que saben hasta ahora es que en Grecia ya hay un cuarenta por ciento de los usuarios de bus y de metro que se cuelan sistemáticamente, que no pagan ni un céntimo, y que casi el sesenta por ciento de la población, incluida la mayoría de los trabajadores de las empresas de transporte, está de acuerdo con el corte de mangas porque también ellos están profundamente cabreados. “Den Plirono”, dicen en Grecia; “Yo no pago”, replican en España.

¿Puede controlarse una insumisión así, cuando la secundan miles de persona y la apoya el resto de la sociedad? Ese es el problema para los gobiernos, que este movimiento de ahora ya no se detiene en una plaza a esperar que llegue la Policía a desalojarlo. Y tampoco la Justicia, ni el Código Penal, tienen respuestas para responder a miles de acciones individuales que no superan los dos euros de un billete de transporte y porque nada hay más difuso que la autoría de una protesta masiva divulgada por internet a través de decenas de miles de contactos. En este caso, además, ya disponen de modelos de recursos gratuitos para afrontar las sanciones que puedan venir. Igual que se anuncian legalmente en España las empresas ‘quita multas’, se trata de colapsar el sistema con recursos y recursos ante los que la administración no tendrá capacidad para responder. ¿Qué ocurriría si se extendiera luego a algunos de los impuestos del Estado y a las tasas municipales?

Sólo faltaba para que un movimiento así comience a prender en España que el nuevo Gobierno del Partido Popular haya agitado el avispero del malestar social con la repentina traición de sus promesas electorales de no subir impuestos. Internamente, algunos afirman en el PP que el problema es que “no se han sabido explicar las medidas”, que es, de forma sintomática, la misma razón que se argüía en el Gobierno socialista cuando el desplome de Zapatero. Pero no es esa la razón del malestar, claro, sino la percepción de muchos ciudadanos de que la enorme burocracia política se enroca, se perpetúa, sin drásticas reformas estructurales, mientras que se exprimen los bolsillos de la calle. La peligrosa desconfianza de la clase política, esa deriva peligrosa, se observa ahora bien con la decepción temprana por la subida de impuestos del PP y la ignorancia absoluta de los debates endogámicos que el PSOE promueve ante su congreso.

Se han apagado las fiestas y llegarán las noticias de enero, esa escalada desabrida que llaman ‘cuesta de enero’. Se han ido las fiestas y llegaran los titulares de prensa con cierres de nuevas empresas, con subidas de precios, con cálculos de los nuevos impuestos… Y desde el fondo se les oirá decir: “Yo no pago”.

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06 enero 2012

Riesgo asumido


Existen, claro que existen. Tú quizás creías que los Reyes Magos sólo existen de verdad, con intensidad, en la niñez, pero que luego toda esa magia se desvanece, desaparece de la vida a medida que la realidad crece a nuestro alrededor; se agigantan las certezas y las limitaciones, y en la balanza se va quedando abrumada, empequeñecida, la inocencia. En eso tienes razón, todos lo hemos pensado alguna vez, que la niñez es la única patria de la felicidad, de la felicidad total, porque sólo entonces, en ese periodo de la vida, el ser humano se deja guiar exclusivamente por esa combinación perfecta de credulidad y de inconsciencia que conocemos como inocencia. Cuando eso sucede, cuando es la inocencia la que nos despierta cada mañana, se despliega un universo de imaginación en el que todo es posible; cualquier cosa se hace realidad ante tus ojos porque en las películas el malo siempre sale derrotado, porque el horizonte del día es el patio del colegio, porque no existen los sinsabores, ni las frustraciones, ni el desamor. En la niñez no existe el pasado, sólo el presente; ni siquiera inquieta el futuro porque en la mente de un niño esos cálculos no alcanzan y porque los planes del mañana están tan lejos que se pierden en el infinito de una vida por andar.

La felicidad se acaba cuando se convierte en un sentimiento incompleto, cuando ya no es posible abstraerse en un instante de satisfacción sin pensar en lo que hemos perdido, en lo que se ha truncado, en lo que se ha roto y nunca más podrá volverse a componer. Por eso, porque todos sabemos que la felicidad tiene su tiempo ceñido a la niñez, lo que ocurre en un día como hoy, este estado de ilusión colectiva, acaba demostrándonos que los Reyes Magos sí existen. Sólo hoy, sólo por unas horas, todo el mundo vuelve a mirar a través de los ojos de un niño. Sólo por la madrugada que acabas de vivir, sólo por el despertar de esta mañana, que no existe ningún sobresalto igual. Fíjate, por ejemplo, en la sentencia que hace unas semanas dictó un juez de Huelva, el magistrado Javier Pérez Minaya, y vas a comprobar lo que te digo. Una mujer había demandado al Rey Baltasar por el caramelazo que recibió durante la Cabalgata y el juez, en su sentencia, decidió sobreseer el caso. Y eso que, nada más comenzar a redactar la sentencia, el juez admitía que no podía ser objetivo en el proceso ya que entre él y el Rey Baltasar «existe una relación de amistad íntima». De hecho, Baltasar, el denunciado, «con el concurso del Rey Melchor y del Rey Gaspar, han venido ofreciéndome anhelados presentes cada seis de enero». Aún así, el juez de Huelva tiró de argumentos jurídicos y absolvió al Rey Baltasar por la sencilla razón de que cuando cada uno de nosotros decide acudir a una cabalgata de Reyes Magos ya sabe que habrá carrozas desde la que se lanzarán caramelos. «Y un caramelazo, como un balonazo en un partido de fútbol, o una cornada en San Fermín, es un riesgo asumido», acababa argumentando el juez en su sentencia.

Dime tú, ahora, después de haber conocido esta sentencia, si no podemos zanjar ya de una vez el debate sobre la existencia de los Reyes Magos, si hasta contamos ya con documentos oficiales que los citan como personas físicas. Y más allá de eso, dime tú ahora, con el erial de sinsabores que estamos atravesando, si este periodo expansivo de ilusión colectiva no es la prueba definitiva de su existencia. Es aquello de Unamuno: «De razones vive un hombre; de sueños sobrevive». Sólo hoy, sólo por unas horas; ese es el verdadero riesgo asumido por todos, volver a la inocencia, a la inconsciencia. Que mañana ya amanecerá otro día más.

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03 enero 2012

Sol de enero


Se van tostando las primeras sonrisas del año en la terraza de un bar de Sevilla, al calor de este sol de enero que ha vestido las mañanas con dieciocho grados en los termómetros. Puede ser éste, sí, el enero más soleado y caluroso de los últimos años y, sin embargo, extrañamente, a nadie le ha dado en esta ocasión por hablar del cambio climático. Nadie lo menciona ya; el cambio climático, como tantos otros asuntos, ha desparecido de todos los debates, de los oficiales y de los cotidianos, se ha esfumado de todos los parlamentos, de todos los bares, porque la crisis lo devora todo y también arrasa con las preocupaciones. No hay otro tema de inquietud que la penuria que arrastramos y el canguelo que produce pensar en los doce meses bisiestos de 2012. Nadie habla ya del cambio climático ni de nada que no sea la crisis económica y sólo por ese estado de shock en el que se encuentra a sociedad española se pueden explicar las reformas fiscales abrasivas con la que se ha estrenado el Gobierno de Rajoy. Quizá porque piensan en el Gobierno que el personal está tan asustado que nadie va a cuestionar las reformas que se impongan; que nadie va a achacarles ningún incumplimiento, ninguna vuelta de tuerca, ningún recorte social: que todo el mundo está dispuesto a tragar con lo que sea. De ahí esta precocidad en el engaño electoral; ni Felipe González se dio tanta prisa en desmentirse. Igual que aquel «Otan, de entrada No», llega ahora este nuevo «Impuestos, de entrada No».

Se parecen tanto las dos engañifas que, en el fondo, los dos incumplimientos se guían por la misma mentalidad de desconsideración a la ciudadanía. Sí, lo que late en el fondo es el desprecio de la gente, la creencia displicente de que la sociedad civil es, ante todo, inmadura, una masa amorfa, fácilmente maleable. Lo grave, en los dos casos, no es la decisión que se adopta, sino la forma de implantarla. Como entonces con la lógica integración de España en la estructura militar de nuestros socios y aliados, ahora la mayoría de los ciudadanos son conscientes de la gravedad sin fondo de la crisis económica española y de la necesidad urgente de acometer grandes reformas y soportar grandes sacrificios. De ahí, de esa certeza, nace la mayoría absoluta del PP y el descalabro del PSOE. ¿Qué necesidad hay de engañar a una sociedad concienciada con la crítica situación que atraviesa? Ni la desviación del déficit del Estado, que el PP ya venía anunciando desde hacía meses, ni la amenaza alemana («si no hubiéramos aprobado las medidas, nos las habrían impuesto otros», que dijo ayer el ministro de Economía), pueden ocultar la estrategia premeditada que se ha seguido para prometer una cosa y aprobar, no una subida cualquiera de impuestos, no, sino la mayor subida de impuestos de la democracia. Sin una profunda desconsideración de la madurez de la sociedad, ningún gobernante se atrevería a actuar de esta forma.

Tras la bofetada fiscal del PP, ya cuenta España como uno de los IRPF más altos de Europa, por encima de Alemania o Francia, que tiene rentas más altas que la nuestra. También el ahorro está más penalizado fiscalmente que en Europa y las empresas españolas soportan un Impuesto de Sociedades más elevado. Vaya comienzo para quien proclamaba que su prioridad era el empleo y que la subida de impuestos perjudica la recuperación económica. Deben pensar que el miedo aletarga las entendederas de la gente. Como este sol de enero.


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