El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 febrero 2008

Inmigrantes


La vida de Romulus Nicolae Mailat, un joven rumano, de 24 años, saltó a la fama la noche que se cruzó, cerca de la estación de ferrocarril, con Giovanna Reggiani, una romana de 47 años, casada con un almirante de la Marina italiana. Romulus era un raterillo de poca monta de la estación de ferrocarril de Tor di Quinto, a dos pasos del campo de chabolas en el que vivía, en las afueras de Roma, junto a un vertedero. Allí se cruzó con Giovanna cuando bajó del tren y le quitó el bolso. La mujer se resistió. «Ha provato a difendersi con tutte le sue forze», decían los periódicos. Romulus intentó zafarse hasta que, finalmente, la golpeó bruscamente en la cabeza. La Policía la encontró en una la zanja de barro, moribunda. «Non parlava, non era cosciente». Dos días después, los periódicos italianos se conmovían con su muerte. “E' morta Giovanna Reggiani, la donna aggredita”, decían los titulares de letra negra y gorda, como si la tragedia la cantara Maria Callas. “E' morta la donna aggredita”. La alarma social, que siempre es una mezcla de miedo y de cabreo, llevó al entonces primer ministro, Romano Prodi, a elaborar, ese mismo día, un duro decreto contra la inmigración ilegal. Más contundente fue el alcalde de Roma, Walter Veltroni, actual líder del centro-izquierda italiano, que proclamó “el fin de la tolerancia".

Tras la izquierda italiana, la izquierda británica. Además de endurecer las medidas contra los inmigrantes que cometan delitos graves, otras muchas medidas: Sistema de puntos para obtener la ciudadanía, conocimiento de los valores y de la lengua inglesa, y hasta un ‘impuesto extra’ de 266 euros a los inmigrantes para “compensar el gasto extra en los servicios públicos que generan los extranjeros”. Con un discurso muy parecido a Veltroni, el líder de la izquierda británica, Gordon Brown dijo: «No se debe abusar de nuestra tolerancia y sentido de la justicia». Y añadió luego: «Debemos ser mucho más explícitos sobre los lazos, sobre los valores compartidos, que nos hacen más que una colección de gente, un país».

Tras el debate del otro día, en el PSOE andan preocupados con el efecto electoral de la inmigración. Para el próximo debate, dicen, Zapatero insistirá en los efectos positivos de la inmigración. O sea, como hasta ahora. Un dirigente socialista andaluz aporta en privado una reflexión interesante en este sentido: “El problema de mi partido es que muchos creen que cuando el PP presenta un programa de inmigración se dirige a las clases medias y altas, y es todo lo contrario, se dirige a las clases obreras, que son las que viven más de cerca el problema de la inmigración”. El cuestión, de acuerdo a ese análisis, es que la fórmula política elegida por Zapatero ante este asunto (también ante otros) consiste, precisamente, en no abordar el problema. Zapatero, como Chaves, tiene un pacto para cada problema, pero nunca una solución. Tiene un consejo asesor y un congreso multilateral, pero jamás una propuesta. Lo cual que el obrero que vive en barrios periféricos, que es quien tiene el problema, se queda con el marrón y, además, tiene que soportar que lo llamen racista.

Pero si la inmigración preocupa en España, como en media Europa, a la ciudadanía no es por el carácter racista del personal, sino por el miedo al descontrol, el vértigo de la inseguridad, el pánico de la regresión social. De ahí, que insistir en la obviedad de que la inmigración es necesaria y beneficiosa, como hace Zapatero, no lleve a ninguna parte. Se limitan a esperar que la vida de Romulus se cruce con la tragedia para aprobar un decreto de urgencia.

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Convergencia de olvidos


Quiso el azar que convergieran en aquel teatro la vanidad y el olvido. Deben ser influjos de las tablas las que provocan ese choque. Y cuando la vanidad se coloca en el escenario, a su lado aparece el olvido, se engrandece y grita, como un coro de tragedia griega quejándose ante el dios del vino y las cosechas. El poder, endiosado, frente a los súbditos agraviados, que debe ser el motivo político más antiguo de representación teatral. Así se veía ayer a Chaves, cuando se colocó frente al atril del teatro de la Maestranza con un manojo de folios llenos de invenciones, reiteraciones y chucherías.

El mundo idílico del presidente andaluz había tenido el prólogo espiritual y festivo de Federico Mayor Zaragoza, de forma que la representación se había organizado como un pulso de elogios. Y si Chaves decía que Andalucía «está mejor preparada que nunca para hacer frente a los nuevos desafíos y a la globalización», ya antes había remarcado Mayor Zaragoza que «Andalucía ha experimentado en los últimos años un salto excepcional en investigación, desarrollo e innovación, con sus parques científicos, tecnológicos y de salud, pasando de posiciones muy rezagadas a vanguardistas». Pero si Chaves añadía que «por primera vez en siglos empezamos a asomarnos a la vanguardia en iniciativas científicas y tecnológicas de futuro, como la investigación biomédica o las energías renovables», Mayor Zaragoza ya había alabado antes la Andalucía «inverosímil, sin límites, plural y tierra de acogida» . Este era el guión establecido, un besuqueo de adjetivos enlazados, dispuestos en formación para que confluyeran en el aplauso final del auditorio, puesto en pie. Pero Mayor Zaragoza había terminado con unos versos que vaticinaban que «la voz de los desoídos/ batirá como ola fuerte» y fue lo que ocurrió. Un grupo de vecinos sin viviendas estalló entre el público. «Basta ya de mentiras», se les oía decir a lo lejos. Silbaron hasta que los desalojaron. Luego prosiguió la fiesta. Recomencemos, como en la canción.

En suma, que nada de aquello tiene sentido, que esos fastos se hacen cada año más cansados, previsibles. Y más solitarios. El sectarismo con el que los ha domeñado el Gobierno de Chaves ha ido vaciando la jornada de colores y de voces. El mejor ejemplo está en el retraso calculado con el que el Gobierno andaluz va amnistiando cada año a uno de los personajes o celebridades que estaban condenadas al ostracismo. El año pasado, el perdonado fue Raphael. Este año, la medalla del perdón se la han concedido a Manolo Escobar. Los dos estaban vetados porque en algún momento de sus vidas no habrán aplaudido al PSOE andaluz. Raphael y Manolo Escobar... Calculen pues los vetados de la actualidad, los olvidados contemporáneos, que, a este ritmo de amnistía, la convergencia del reconocimiento les llegará más o menos al mismo tiempo que la convergencia económica con Europa.

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27 febrero 2008

Autocrítica


Antes de que conectaran con el debate –que estaba enlatado, grabado, aunque no se dijera luego–, en el salón de actos de Canal Sur la emisión comenzó con un reportaje de ‘Los Romeros de la Puebla’ celebrando sus cuarenta años de sevillanas. ‘Los Romeros, suma y sigue’, que podrían haber titulado los de Canal Sur para acomodarle a Chaves el debate. Y no pasaría de ser otra burda manipulación en la cadena pública andaluza, como las que, por partida doble, condenó ayer la Junta Electoral. Por eso, resultaba irrisorio que, nada más a la entrada, el director de la RTVA presumiera de que el debate era la muestra evidente del pluralismo de Canal Sur. En fin, seguro que el Consejo Audiovisual condena el cinismo. Hoy mismo.

El debate lo moderaba Carlos María Ruiz, un clásico de la casa, que comenzó, como suele, entre cursi y remilgado, presentando el debate como «un acto de paz». Se ignora lo que quiso decir, porque no suelen los candidatos acudir a estas citas con subfusiles de asalto ni granadas. ¿Un acto de paz? Quizá se trata sólo de utilizar el lenguaje políticamente correcto, que, como todo el mundo sabe, lo de menos es que tenga sentido.

Esa entrada cursi se conectó bien con la primera intervención del presidente Chaves, que fue sublime por irreal. No hay nada más allá en la fabulación política que la presentación que ayer hizo Chaves de Andalucía. Según Chaves, todo el mundo se está preguntando qué ha pasado para que Andalucía sea en este momento la región pionera en el mundo en investigación, en altas tecnologías, en empresas, en descubrimientos científicos. Fue tan literal como asombroso; Chaves en su mundo. Porque, lo que vino a continuación fue la concatenación de datos, de izquierda a derecha, que reflejan la única realidad que existe, que Andalucía ocupa la cola de todas las estadísticas. En todas.

Por eso, en el debate de ayer, el presidente Chaves fue torciendo el gesto. A medida que pasaban los minutos se le veía más incómodo, como enfadado porque la oposición, al unísono, pusiera en duda su euforia desbordada. Y eso que Arenas se empleó a medio gas, sin sacar a relucir algunos de los asuntos más espinosos de esta legislatura, como esperando al debate ‘cara a cara’ del próximo domingo. Y eso que todos, para ahuyentar las acusaciones de catastrofismo, comenzaban admitiendo el progreso de Andalucía. «Pero usted debe hacer también alguna autocrítica», le recriminó el andalucista Julián Alvarez, que estuvo lúcido y eficaz, quizá el que mejor aprovechó el debate. Y Chaves le contestó: «¿Autocrítica?, para eso ya están ustedes». Ya está dicho todo.

Qué lejos está esa respuesta de la honradez intelectual. Y de la tolerancia. ¿Qué es la tolerancia?, se preguntó Voltaire. Y respondió: ‘Tolerancia es la consecuencia necesaria de la comprensión de que somos personas falibles: equivocarse es humano, y todos nosotros cometemos continuos errores’. Claro que Chaves, como dijo ayer, no tiene necesidad de estas derivas filosóficas. «La credibilidad de mi discurso es la que me dan los votos». Suma y sigue.

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26 febrero 2008

Jacobino


Para insultar a los candidatos del PSOE y del PP, uno de los dirigentes de Esquerra Republicana, ha hecho un silencio en la rueda de prensa, ha fruncido el ceño y, como escupiendo, ha dicho: “¡Jacobinos!”. Por la cara que ha puesto después, parece que el tipo se ha quedado satisfecho; relajado, como si lo hubiera soltado todo de golpe.

Jacobino, dice el tipo, como un insulto más de la campaña. Si miramos la palabra en el diccionario, veremos que una de las acepciones que ofrece es la un “demagogo partidario de la revolución”. Es de suponer, por tanto, que el tal de Esquerra no va por ahí porque, si supiera que entre los significados de ‘jacobino’ se encuentra esta última acepción, hasta podría aplicársela él mismo, sin reparo alguno. Pero no es el caso; si Esquerra utiliza la palabra jacobino con desprecio es para denostar el modelo político centralista que se atribuye a las ideas jacobinas. Lo cual que en la España plural, hay estar mal de la chaveta para declararse jacobino.

De ahí, precisamente, lo llamativo de este caos, que en la absurda mezcla de conceptos ideológicos que hemos alcanzado en España se acabe equipando el nacionalismo y el independentismo con la izquierda y el progreso, mientras que el centralismo y la unidad se identifica con la derecha. Es llamativo porque en la izquierda la etiqueta de jacobino no sólo no es un insulto, sino que se defiende con orgullo. Y la República fue, posiblemente, el momento donde con más pasión arraigó el impulso jacobino.

El jacobinismo entendido como el ansia de transformación de la sociedad, la abolición de los privilegios y la defensa de la libertad. De ahí la defensa del Estado centralista porque parece evidente, sobre todo en la España actual, que el Estado y la Constitución, la centralidad, son los principales garantes de la libertad y de la solidaridad. El problema grave para la izquierda española –la derecha no tiene esa empanada con la identidad y el Estado; sus complejos son otros- no surge cuando aboga por la defensa de estos principios básicos, sino por lo contrario. ¿Cómo va a defender la izquierda un sistema de financiación de interés nacionalista, que prima privilegios medievales y olvida la solidaridad? ¿Cómo soportar que los socialistas catalanes hablen de déficit fiscal? Antes que insulto, la izquierda española tendría que reclamarse jacobina. Sin complejos. Que donde no está la izquierda es en Madrazo, ni en Carod, ni en el Bloque Gallego ni en el PNV. Por mucho que lo llamen pactos de progreso. Ruleta rusa de las ideologías.

¿Jacobino? Los insultos de Esquerra le ofrecen una buena oportunidad para las proclamaciones. Jacobino, sí. Si quieren, como Machado: “Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,/ pero mi verso brota de manantial sereno;/ y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,/ soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”. Claro que si Machado viviera, lo zarandearían en las universidades catalanas o gallegas. Sólo por cantar su retrato.

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25 febrero 2008

Invencibles


Se cayó del cartel y ni siquiera rechistó. Es el diputado con más trienios en el Congreso y el número uno de la lista del PSOE en Sevilla. Es historia del PSOE y referencia política permanente. Ha sido padre de la Constitución y padre de la estructura orgánica del PSOE. Lo ha sido todo y, sin embargo, ayer lo recluyeron a una silla en la primera fila. Podría haber intervenido hasta el apuntador antes que él. Sencillamente, está vetado. Y ni siquiera rechistó. Tampoco nadie formará revuelo alguno porque lo hayan marginado. Que no se llama Alberto Ruiz Gallardón sino Alfonso Guerra González, el ejemplo de lo mejor que le funciona al PSOE, la disciplina ciega.

Tragar sapos sin rechistar. Que el partido es la patria y la vida; nadie está por encima del partido y nada puede justificar que se perjudiquen los intereses del partido. Ante la duda y ante la inquietud, ante la diferencia, ante la crítica y ante el temor, siempre se impone una frase: “No podemos hacerle el juego a la derecha”. Es la consigna que mejor funciona, como un conjuro hipnótico. Anatema implacable. O estas con el partido, o eres amigo de la derecha. Y si eso llega, ya no hay más camino que la excomunión.

Tragar sapos sin rechistar. Incluso si se desprecia a alguien tanto como Alfonso Guerra a Manuel Chaves. “Éste”, lo llamaba ayer en El País. Incluso si, como piensa Alfonso Guerra, el gobierno de Zapatero ha gestionado la lucha antiterrorista y el modelo territorial “con ingenuidad”. ¿Qué pensaría Alfonso Guerra, allí sentado en su sillita de primera fila, cuando ayer escuchó a Zapatero hablar de un nuevo sistema de financiación autonómica para la próxima legislatura? Alfonso Guerra, que cuando los estatutos catalán y andaluz introdujeron en su articulado los criterios de financiación que más les convenían, alertó de "la ruptura de varios principios constitucionales", naderías como la "igualdad, la solidaridad interregional y la prohibición de que la autonomía comporte privilegios económicos y sociales". Alfonso Guerra, que se escandalizó con “la balcanización fiscal del Estado". Qué pensaría ayer.

Aquel que presumía de estar en el Gobierno de oyente, ahora lo pasean silente por los mítines importantes. Le dejan el protagonismo de las tarimas de los salones de pueblo, la campaña en las plazas en las que lo aguarda un grupo de jubilados con recuerdos de la clandestinidad. A cambio, un despacho y un escaño en el Congreso. Ya lo dijo Zapatero ayer, en Dos Hermanas, cuando el personal coreaba el nombre de Felipe González. “Felipe, Felipe”. Y Zapatero, que ha lanceado a González en su orgullo durante cuatro años, que lo ha ignorado, se declaró “orgulloso" de que ahora Felipe esté "sudando la camiseta" en la campaña electoral. “Felipe estará dando un mitin por ahí en algún sitio. Eso es solidario y es lo que nos hace fuertes, invencibles". Tragar sapos sin rechistar. Esa es la pócima invencible del PSOE.

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24 febrero 2008

Viento



Al salir de casa, atravieso una avenida de palmeras apuntaladas, plantadas en el trajín de las últimas elecciones municipales. A ambos lados de la avenida, el PSOE ha colocado dos pancartas, cogidas a las palmeras, de forma que el paso por debajo es obligado. Como un improvisado arco del triunfo construido con el cartón piedra de la propaganda electoral. Comienza a atardecer, y el viento, que estos días ha estado jugueteando con las pancartas, las bate a su antojo.

De las cuatro cuerdas con las que, al principio, se sujetaron las pancartas a las palmeras, ya sólo quedan las dos de abajo, una a cada lado. Ahora es el viento el que juega con la pancarta socialista y la ha estrechado para que sólo se vea la parte inferior, donde dice «Suma y sigue» y a su lado el logo rojo del puño y la rosa. ‘El PSOE, suma y sigue’, qué grande es el viento.

Ha entendido el viento que lo peor que tienen las campañas electorales en Andalucía es justamente eso, el sopor de que nada vaya a cambiar. Después de veinticinco años, el PSOE irrumpe en las encuestas con la hegemonía indiscutible de quien no está acostumbrado a que le rechisten. Suma y sigue, y la única duda está en la suma, en cuál va a ser la suma, si le bastará la mayoría absoluta o si tendrá que incorporar al gobierno una cuota de partidos bisagra. No hay margen para la sorpresa en Andalucía, ya lo dice el viento.

Dos graneros electorales, Cataluña y Andalucía, tenía el PSOE como claves de su victoria electoral de hace cuatro años y parece que ya sólo se mantiene el grano en los silos andaluces. Ayer, un sondeo de la Generalitat vaticinaba que sólo seis de cada diez catalanes acudirá a las urnas dentro de dos semanas, lo que colocaría la abstención en unos máximos desconocidos. Pero es que, hace una semana, también la propia Generalitat hacía público un sondeo en el que se hablaba de debacle del PSC en las elecciones generales.

Ni la situación de los socialistas andaluces, ni la de la política andaluza son equiparables a la catalana, desde luego, salvo en la certeza de que la abstención es el principal adversario del PSOE andaluz. No por falta de alternativas políticas, sino por la incapacidad (también la imposibilidad, ya sé) de la oposición andaluza para arrebatarle al PSOE la hegemonía de veinticinco años. Por eso, el desahogo de ese eslogan socialista que más que promesas anuncia perpetuidad. Que no hay escándalos que lo deterioren, ni vertidos que lo manchen, ni atrasos que lo lastren, ni abusos que lo atraganten, ni rutinas que lo asfixien. Más de lo mismo. Ya lo dicen, ‘suma y sigue’.

Cuando anochece, el viento arrastra por las aceras algunos panfletos de propaganda electoral como hojas secas. Se pintan las aceras de otoño político. Y dan ganas de hablarle al viento como Neruda; para montarse en él y pedirle que traiga aire fresco. «El viento es un caballo:/ óyelo cómo corre/por el mar, por el cielo./ Quiere llevarme: escucha/cómo recorre el mundo/ para llevarme lejos».

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21 febrero 2008

Gilipollas


Hemos sabido por Baltasar Garzón, unos días antes de que lo ascendieran a los cielos de los premiados en Andalucía, que «una cosa es ser juez y otra es ser gilipollas». La aclaración, que habrá irritado a algunos colegas de Garzón, la ha realizado el superjuez de la Audiencia Nacional a propósito de las críticas que ha recibido por su actuación en los procesos contra el entorno político de ETA. En la conferencia que ofreció en Sevilla, Garzón, tras aclarar lo anterior, rebatió a quienes cuestionan su independencia. Y dijo: «La independencia no se pierde por trabajar de forma coordinada con el Gobierno».

La frase, claro está, hay que colocarla, como si trabajáramos con transparencias, sobre los hechos a los que se refiere Garzón. Así, de forma aislada, incluso se podría compartir porque, dentro de un Estado de Derecho, hay muchos problemas que requieren una actuación coordinada de todos los poderes. ¿Vamos a defender, acaso, que la independencia se logra con la gresca permanente entre los tres poderes del Estado? No, claro. Pero Garzón a lo que se refiere es a un periodo en el que él, como juez de la Audiencia Nacional, y el fiscal general del Estado actuaron de forma coordinada con el Gobierno para decidir cuándo había que aplicar la Ley de Partidos. Y eso, ya no es colaboración. Se parece más a la connivencia. Que no ser juez, tampoco significa ser gilipollas.

En un Estado de Derecho, la Ley no puede ser flexible de acuerdo al interés político del Gobierno, y mucho menos en terrorismo. En un Estado de Derecho, la colaboración del Poder Judicial con el Gobierno no puede conducir jamás a una tregua en la aplicación de las leyes, a un paréntesis de legalidad. Cuando desaparece el contrapeso de la independencia entre poderes, la dinámica que se origina sólo conduce a la selva, a la justificación del sectarismo y la arbitrariedad. Ahora sí, ahora no.

Observe Garzón, de hecho, que esa forma de actuar quien la abandera en el mundo es alguien a quien él mismo ha combatido en conferencias y proclamas, George Bush. ¿Qué otra cosa es Guantánamo sino un paréntesis de legalidad? ¿Qué otra cosa son las guerras preventivas sino un paréntesis de legalidad? En nombre de la lucha contra el terrorismo, se cometen grandes barbaridades. La que más daño le hace a un Estado de Derecho es el manoseo de las leyes; pasar, como ha ocurrido en España, de la disculpa de ANV porque «no existía ni el más mínimo indicio» de su vinculación con ETA, a defender el criterio opuesto ocho meses después. Sin que nada haya cambiado en el entorno etarra. Entre uno y otro, sólo la ruptura del proceso de paz y el cambio de estrategia del Gobierno.

Guantánamo no se origina por hacer cumplir la ley, como decía el fiscal del Estado; Guantánamo es un territorio laxo en el que la ley puede desaparecer. Eso es lo grave. Entre otras cosas, porque, sin quererlo, se acaba cargando de razones a quienes, ya sean abertzales o fundamentalistas islámicos, piensan que no existe el Estado de Derecho sino un estado represor en el que los jueces dictan sentencias políticas.

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20 febrero 2008

Favores


La historia de las cajas de ahorro en Andalucía establece una cadena de favores perfecta. Se van concatenando los intereses hasta hacerlos confluyentes; se hilvanan con hilo grueso de forma que sólo desentrañando esta cadena de favores sería posible explicar cómo se silencian algunos escándalos e irregularidades. Pensemos, por ejemplo, en lo que está sucediendo ahora con el vergonzoso espectáculo de El Monte, esa forma de tirar a la basura decenas de millones de pesetas de los impositores, esa impresionante desfachatez en el despilfarro de las expectativas de crecimiento y desarrollo de la entidad en una región líder en desempleo.
Pensemos en ese escándalo y reparemos en las fechas. El Banco de España alerta de las irregularidades en septiembre de 2006. Meses después, El Monte recibe una auditoría y un informe jurídico independientes. La conclusión es demoledora: ventas a bajo precio y engaño. En marzo del 2007, el consejo de administración de El Monte ya conoce la situación. En verano del año anterior, Chaves anuncia que va a promover cambios en El Monte. A los quince días, el presidente de El Monte, Bueno Lidón, dimite. Ya saben, «ajustes técnicos», «razones personales».
¿Cómo es posible que hasta ayer, después de que lo publicara EL MUNDO, no se sepa que Cajasol ha puesto las irregularidades en manos de la Fiscalía Anticorrupción? ¿Es que acaso estaba esperando el paso del tiempo, la prescripción de los posibles delitos, que nunca llegaran a conocerse? Y Chaves... Insólito lo suyo. Ayer, el presidente hasta se permitió exigir transparencia en este asunto. O sea, lo que se le debe exigir a él, Chaves se lo exige a los demás. ¿Pero cómo pide transparencia, si el presidente conocía desde el principio todo el asunto y lo ha ocultado cubriéndolo de razones varias? Pero, ¿y qué ocurre con la oposición, fundamentalmente con el Partido Popular? También alguien del PP, que nada tiene que ver con las irregularidades ni con Bueno Lidón, tendría que explicar con urgencia cómo es posible que tuviera conocimiento del escándalo en marzo de 2007 y haya guardado silencio. ¿El Monte pierde decenas de millones, el Banco de España lo denuncia alarmado, los informes internos hablan de engaño premeditado y el PP guarda silencio?

Cadena de favores, como la película de Kevin Spacey, pero con otro tipo de favores. Y no es más que una tonta coincidencia que la película de Spacey se estrenara en 2000, la misma fecha en la que Chaves le declaró la guerra al presidente de El Monte, Isidoro Beneroso, para poner en su lugar a Bueno Lidón. Coincidencia tonta porque donde realmente está bien Kevin Spacey no es en Cadena de favores sino en American Beauty, con una interpretación sublime de la crisis de los 40 que comienza cada día, en la ducha, cuando se masturba. Y entonces piensa: «Éste va a ser el mejor momento del día; todo irá cuesta abajo a partir de aquí». Metáfora grandiosa para la desolación política. Este desconcierto...

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Suspense



La colección que se anuncia en EL MUNDO sobre Alfred Hitchcock incluye en su promoción la famosa definición del director de Psicosis sobre el suspense. «Imagine un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense». Es muy probable que lo que se está viviendo estos días en muchos despachos de Cajasol se parezca bastante a esta sensación. Todo el mundo sabe que hay una bomba bajo el sofá del ex presidente de El Monte José María Bueno Lidón, y todo el mundo la observa. Pero el suspense del que hablaba Hitchcock no está ahí sino en la sospecha de que otros que ahora están mirando a Bueno Lidón, acusando a Bueno Lidón, también están sentados en sus despachos sobre una bomba y no lo saben todavía.

Que no es Bueno Lidón el único protagonista de este escándalo de El Monte. De ahí que existan tantas dudas. La primera, desde luego, es por qué se vende a bajo precio. ¿Es una decisión consciente e interesada, acordada con el beneficiario, o se trata de una mera torpeza, una negligencia? La respuesta es crucial. Mala gestión o corrupción. No existen más alternativas. Es verdad, como muchos soplan al oído, que una mala operación, es torpeza o mala suerte, pero es muy difícil explicar tantas operaciones de venta a bajo precio. Es verdad, pero el camino judicial de la corrupción es tan contundente como simple. Exige pruebas. Y nada de eso existe. De momento.

Ocurre, además, que en el caso de que la Fiscalía Anticorrupción decida actuar y este asunto llegue a los tribunales, el ex presidente de El Monte, al que todo el mundo observa sentado sobre la bomba, no es quien adopta las decisiones, que todas se aprueban en un consejo de administración. Ayer, un tipo se hacía la siguiente pregunta. «¿Algún consejero de El Monte ha hecho constar en las actas su desaprobación con esas operaciones?». No, claro. Ya sé, como apuntan estos días algunos consejeros, que aprobaban las operaciones con la información engañosa y manipulada que les hacían llegar. Sí, de acuerdo, pero, una tras otra, cómo es que nadie sospechara nada.

Les ocurre como a Griñán, el consejero de Economía: Si no existiera, el resultado sería el mismo. Como de vacaciones, pero en el despacho. Y dice que la Junta no podía actuar. ¿De verdad que no existía ningún resquicio legal para actuar? ¿Para qué se dotó la Junta de una Ley de Cajas, con un amplio régimen sancionador? ¿De verdad que ni una sola de las sanciones que se contemplan en esa ley y cuya ejecución es obligación de la Junta de Andalucía son aplicables a este escándalo? ¿Ni siquiera cuando se vulnera de forma reiterada el deber de veracidad, contemplado en la ley andaluza?

Estos días todos miran la cara de Bueno Lidón en el periódico. Tiempos felices en El Monte. Sonriente, relajado en su sillón, sin saber que la bomba estaba debajo. Pero ése ya no es el suspense. Si seguimos a Hitchcock, otros muchos deberían de mirar esta misma mañana debajo de su sillón.

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18 febrero 2008

Aprovechados


Razón tenía Larra cuando concluyó que España es un país que produce varias especies con extraordinaria fecundidad. Los facciosos, decía él; los aprovechados, añado yo. Es un producto natural del país, digamos que lo caracteriza, lo mismo que las coles de Bruselas, los quesos de Holanda, las salchichas alemanas o la mozzarella di bufala italiana. Como la paella o las fresas de Huelva. Aquí, en Andalucía, los aprovechados se crían sin necesidad de plantarlos, crecen salvajes, en abruptos pedregales o en cuidados jardines de rosas y tulipanes. Y poco a poco, como una madreselva, lo atrapan todo sin que su apariencia sea otra que la de una planta distinguida.

No hay época del año determinada para la cosecha, pues depende mucho del entorno del aprovechado en ese momento. Crecen sin necesidad de cultivo, es verdad, pero aún así se fomenta la especie en algunos invernaderos. Por ejemplo, las cajas de ahorro. No hay mejor terreno para cultivar a los aprovechados que las cajas de ahorro. Ves aquél que va por allí, ése que no sube al coche oficial hasta que el chófer no le abre la puerta. Ése que espera una reverencia acompasada, un guiño de servidumbre. Pues ese tipo tan distinguido es uno de los ejemplares de aprovechados más notables que se han dado últimamente. Profesionalmente, no era nadie hasta que llegó a la caja de ahorro. Años y años acudiendo con paciencia a las asambleas del partido para colocarse bien en las listas electorales y ofrecer sus votos y su influencia a cambio de subir algunos peldaños. Hasta que lo hicieron presidente de la caja. Entonces, todo cambió. No hay arruga improvisada en sus trajes, ni corbatas que no sean de seda italiana. Parece que nació con los gemelos puestos y con una mirada que describe en su curso un ángulo perfecto por encima de las cabezas de los demás. Nunca te mirará a los ojos, salvo si le recuerdas en algún momento su pasado. Ahora, con sueldos millonarios, de trescientos mil euros al año, y dietas abrumadoras, te dirá que su profesión es la de financiero, que su mundo es el de las finanzas y los créditos, que nada sabe de menudeos de la política. Y hasta te escupirá a la cara tu insolencia en la pregunta, porque él trabaja por el progreso de Andalucía.

Llegará un día que, como en todas las cosechas, el aprovechado de las cajas de ahorro será un fruto maduro. Entonces abandonará la caja y nunca se hará balance de su gestión. Habrá dejado tras de sí la tierra yerma por las comisiones y los abusos, el despilfarro y los despropósitos. Pensarás, como hago yo, que mientras existan los aprovechados no habrá posibilidad de progreso en Andalucía, porque las escasas finanzas que existen, los pocos recursos financieros, se consumen en el trasiego que va desde el partido hasta los aprovechados, regando un campo amplio de intereses partidarios. Pensarás, como hago yo, que los aprovechados, son los parásitos que se alimentan de esta vaca tan vieja y tan flaca. Pero ya decíamos antes que Larra tenía razón, que resulta que esta especie se da por aquí con una extraordinaria fecundidad. Se alimentan del aire de indiferencia y de apatía. Que para los aprovechados, que crecen en la sombra, es como el mismo sol.

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17 febrero 2008

Believe


Carlos Herrera eligió el ‘Día de los enamorados’ para entrevistar al presidente del Gobierno. De todos los días del año, el día de San Valentín es, sin duda, el mejor para entrevistar al presidente Zapatero. Y así, cuando Herrera le preguntaba, «presidente, qué es tensión», a Zapatero sólo le faltaba contestarle con rimas de Bécquer. «¿Qué es tensión?, dices, mientras clavas tu pupila en mi pupila azul…»

Todo en Zapatero es una invocación al amor ciego, a la confianza sin reparos, a las adhesiones inquebrantables. Por encima de la evidencia, mírame a los ojos. Hay que estar enamorado para no encontrar en cada respuesta del presidente una invitación al olvido, una puerta abierta al cinismo, un requiebro de eufemismos y huidas. «Presidente, los artistas que le apoyan han llamado a los votantes del PP turba de imbéciles.» Y Zapatero, «no es un insulto, es una crítica preventiva». Como el paro, que no es que haya más paro, sino un aumento de inscripciones en las oficinas de Empleo. O el despilfarro del piso del ministro de Justicia, que resulta que sólo son «algunas reformas notables desde el punto de vista estructural que han sido realizadas con la prudencia adecuada»... Lo mismo que Obama tiene de lema el ‘yes, we can’ (‘sí, podemos’), Zapatero, que hace campañas tan a la americana, tendría que adoptar como eslogan el ‘Yes, believe me’ (‘sí, créeme’).

Sin embargo, objetivamente, ninguno de los grandes problemas que había planteados en España hace cuatro años se han solucionado con Zapatero. Unos, los adeptos, dirán que ha mejorado la perspectiva para solucionarlos y otros, los adversarios, que todo ha empeorado. Pero, sin entrar en ese trasiego, es evidente que ninguno se ha solucionado. La vivienda es más cara y ha subido hasta el colapso; hay más inmigrantes ilegales y son incontables los muertos en pateras; las tensiones territoriales se mantienen tras el fiasco de los estatutos; fracasó el proceso de paz y la unidad en la lucha antiterrorista está más debilitada que nunca. Y los engaños en la negociación con ETA... «No he mentido, he sido sincero», dice el presidente sin reparar en que sinceridad no es admitir las mentiras al cabo del tiempo, sino decir la verdad en cada momento.

Carlos Herrera eligió el día de los enamorados para tomarse una tostada con aceite en La Moncloa y entrevistar al presidente del Gobierno. Dice Herrera que en La Moncloa han entendido al fin que lo deseable por las mañanas no es mojar el pan en aceite de camión, que es lo que le servían antes, sino que es preferible un chorro de aceite de oliva virgen. Herrera lo dice abiertamente. Quizá porque sabe que la hojana es coyuntura, un estado de ánimo agradable, pero que no puede convertirse nunca en un modelo de vida. Que llega un momento en el que lo mejor es llamar a las cosas por su nombre. Incluso, si el presidente quiere, Herrera le contestaría con rimas de Bécquer. «Tu pupila es azul, y si en su fondo/ como un punto de luz radia una idea,/ me parece en el cielo de la tarde/ una perdida estrella./»

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14 febrero 2008

Vagos


Como el economista Francisco Ferraro tiene la gran ventaja de que no lo van a crucificar por lo que diga, el pasado domingo dejó en una entrevista con EL MUNDO algunas reflexiones que, en boca de otros, ya hubieran desparramado un tonel de tinta inflamada de ira, una tormenta furiosa de babas. ¿Qué escándalo hubiera montado el PSOE si alguien distinto a Ferraro, que es la cuota de independencia que permite el régimen andaluz, le da por decir que ya está bien de seguir financiado a vagos en las universidades andaluzas? Vagos, eso dijo. Y añadió: «Es la demagogia del gratis total».

Porque Ferraro no hablaba de estudiantes esforzados, de jóvenes de clases deprimidas que alternan la universidad con un trabajo. No hablaba de una sociedad humilde y trabajadora, que lucha por salir del subdesarrollo y mantiene la Educación en un pedestal de consideración y de respeto. No hablaba de una universidad pujante, de la que brotan generaciones de profesionales cualificados. «De nuestras universidades no emana una capa dirigente, una elite». Ferraro hablaba de una sociedad pervertida por las subvenciones y de una administración atrofiada: más funcionarios que la media española para gestionar unos servicios públicos que, sin embargo, no son mejores que en otras regiones. Y en ese contexto, la Universidad andaluza.

Dice Ferraro que es partidario de establecer un sistema de copago en las universidades para acabar con el despropósito de esos tipos que se pasan seis o siete años para acabar una carrera. «Aquí y ahora pagamos a vagos en las universidades subvencionadas». Niños de papá, clases medias adineradas, que no tienen otro horizonte en su agenda más allá de la próxima barrilada. La paradoja que destaca es reveladora: Estudiantes vagos que se eternizan en la universidad gracias a que los financia con sus impuestos un obrero con su mono de Fasa Renault. «Es absolutamente impresentable».

Cuando una sociedad suprime el esfuerzo de su escala de valores, cuando anula el principio de autoridad desde la escuela y margina el mérito en el sistema educativo, lo normal es que el fruto inmediato sea éste. Vagos viviendo del presupuesto universitario mientras escasean las becas y se racanea con los proyectos de investigación. Y si sucede todo ello no es por la mala gestión de las universidades, sino porque ese estado de cosas forma parte del sistema. Cuando se habla de clientelismo en Andalucía, de dependencia, el error está en pensar que lo fundamental son los subsidios y las ayudas públicas. Es peor esta dependencia. «Este tipo de ignorantes, todos ellos con derecho a voto, se opondrán probablemente a las reformas necesarias que impliquen algún sacrificio y secundarán a los demagogos paraísos gratuitos o la revancha brutal de sus frustraciones a costa de cualquier chivo expiatorio». Lo escribió Fernando Savater en su libro sobre ‘El valor de elegir’. Los vagos encajan en el sistema justamente por eso, porque en su ideario nunca estará la inquietud de mejorar ni la duda que surge de la comparación. Comodidad.

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13 febrero 2008

Olvido


Ya nadie habla de ti. Sólo ha pasado una semana y, ya ves, ya nadie se acuerda de ti. Supongo, de todas formas, que este silencio grueso, este manto espeso de olvido que lo oscurece todo tan de repente, es lo que menos te habrá sorprendido a ti, Carmen, que ya estás muerta. La vida se escapa, pasan los días como si los arrastrara el viento, como hojas caídas de otoño, y nunca hay tiempo para mirar atrás. Lo saben bien los dirigentes políticos; el poder siempre ha utilizado la fugacidad del tiempo como un arma implacable a su favor. No hay crisis que resista el paso del tiempo. Se trata sólo de esperar. Ayer es olvido. Por eso, Carmen, no te sorprenderá que en una semana ya nadie hable de tu triunfo en aquella sentencia. Ni de tus hijos, Iván y Sara. Parece como si sólo permanecieran, vagando por el aire, las palabras de tu abogado, esa leyenda fúnebre que resumía sus sentimientos como una mezcla de “alegría, pena y asco”.

Una semana, y las cínicas explicaciones que ofrecieron, las impostadas declaraciones de disculpa, ni siquiera han servido para tapar la vergüenza que produce un caso como éste. Doce años de pleitos, una mujer alcohólica a la que le arrebatan sus hijos y los entregan en adopción sin atender a nada más. Carmen Fernández era una madre alcohólica que sólo necesitaba una oportunidad. En vez de eso, le arrancaron sus dos hijos de la mano y de nada sirvió que, a los pocos meses, algunos informes médicos ya certificaran que estaba superando la rehabilitación. Carmen Fernández sólo necesitaba una oportunidad, y ni siquiera su coraje para dejar el alcohol le sirvió para recuperar a sus dos hijos. Podemos imaginar aquellos amaneceres, una madre sola se levantaba llorando, con temblores de pena y abstinencia, y frente a ella se alzaba el muro imponente de la Junta de Andalucía. Se confabularon la prepotencia y la necedad, la insensibilidad y la arrogancia, el desprecio y la soberbia, para hacerla pasar por un “largo y tortuoso calvario”, como ha reconocido ahora el Tribunal Constitucional.

Doce años de lucha, once pleitos ganados, una mujer sola contra este imperio autonómico, y, una semana después, ya nadie habla de aquella sentencia. Nadie ha dimitido. A ni uno sólo de los penosos protagonistas de esa historia (ellos saben sus nombres, consejeros, jueces o jefes de servicio) se les ha oído una voz de autocrítica. Aunque sólo fuera para no repetir errores. De nuevo, el olvido. Aunque tú ya lo sabes, Carmen, Carmen Fernández, que ya estás muerta. La muerte es la mejor enseñanza, es verdad, tempus fugit, pero a ti te tocó luchar contra el olvido también en la vida. Dos veces has muerto, primero en vida, cuando le dijeron a tus hijos que se olvidaran de ti, que estabas muerta. Y luego, muchos años después, cuando se rindió tu cuerpo, después de años de amargura. Has vencido y ellos te han vuelto a olvidar. Pero la condena del olvido ya la habías superado. Y a los demás nos has dejado la fuerza impresionante de tu vida.

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12 febrero 2008

Pasodoble


Que yo quiero encargar un pasodoble torero para narrar las desventuras del buque que se ha ido a pique en Gibraltar; primero el morro, luego todo entero. El ‘pasodoble del chatarrero’, y no porque rime con embustero, con chapucero, ni siquiera con Zapatero. No, no, un pasodoble rumboso para estas situaciones. Un pasodoble grande, que hasta le sirva de paseíllo a Al Gore, ese gran torero, en sus videos del cambio climático. Porque en Gibraltar está la clave de todo, la demostración primera del cambio climático. Ahí están los efectos, las consecuencias ya se ven. Y la novedad es que no empieza el desastre en la atmósfera, sino en los rostros, en las jetas. Esa es la revelación, la cara dura es producto del cambio climático del Estrecho. Se extinguió el acaloramiento de las protestas y se han helado los rostros, se ha acabado el calentamiento de las manifas, y hemos llegado a este enfriamiento que les ha dejado a muchos la cara dura, como el hielo, como los hierros del buque chatarrero.

Que gran impacto sería, ese Al Gore haciendo el paseíllo de sus conferencias con el fondo del pasodoble del chatarrero. Como aquella vez en Sevilla, que a éste pasodoble no han de faltarle los coros de subalternos y banderilleros. Hasta la ministra Narbona, que reniega de los toros, se vestiría a gusto de luces para hacer el paseíllo como Al Gore, y mover los hombros y las caderas al compás cuando de frente vea venir al embajador del Reino Unido. Por los pasillos del Ministerio, el pasodoble sonando. Y la ministra, desfilando. «Sorry, mister embajador. Que a ver qué hacemos con lo del buque, que nos viene muy mal para la campaña». Y el mister, le dice, con guasa gaditana y acento llanito, «ze hundió, lady, ze hundió. Con la zeta de quien usted zabe».

Un pasodoble rumbero para narrar las desventuras del buque chatarrero. Hasta los busquimanos de La Línea bajarán silbando a la orilla, cuando de noche salgan a la playa a rebuscar faldones olvidados de rubio americano y de hachís del moro. Y encuentren chatarra esparcida por la arena. Inofensiva, eso sí. Que ya Chaves ha dicho que no hay peligro, y Gibraltar lo mismo; que si lo del Prestige fueron hilitos, éstos de Algeciras sólo son lunares. Los chinos embadurnados de fuel son lunares negros en la arena dorada, ay qué grande. Qué bonitos son los vertidos cuando llegan a Andalucía. Imparable, como el morro del New Flame. En aguas de nadie, que Gibraltar no tiene jurisdicción, España no las hace suyas y Andalucía mira para otro lado. Seis meses de baile. Buzos van y vienen. Hasta que Zapatero se fue a Algeciras a dar el mitin. Entonces, con escenografía calculada, el buque se hundió lentamente. Con orgullo. Sólo se veían los picos, como si el barco se hubiera encogido a conciencia para convertirse en uve, en la uve invertida de las cejas de Zapatero. Qué bonito, ay torero. Y de fondo sonarían los compases de este pasodoble; el ‘pasodoble del chatarrero’. Y no es porque rime con embustero.

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11 febrero 2008

Manolismo



El candidato de Izquierda Unida, Diego Valderas, ha rescatado para la campaña andaluza una expresión que había comenzado a caer en desuso: el ‘manolismo político’. Fue en el congreso del PSOE del año 2000 cuando se acuñó la expresión para denominar la influencia y el poder que comenzó a desplegar Manuel Chaves en el PSOE. Aquel año, sin que nadie lo esperase, Chaves se vio de repente en el centro de la plaza, convertido de pronto en la estrella más brillante del firmamento socialista. La caída de Felipe González, el apuñalamiento de Borrell, el fiasco de Almunia y la sosería inicial de Zapatero convirtieron a Chaves en la referencia más notable. El PSOE se despeñaba en las Cortes y Chaves, sin embargo, lograba sacudirse de los hombros la lluvia fina que Aznar convirtió en mayoría absoluta aquel año. Por eso, cuando se acabó el congreso regional, algunos periódicos bautizaron aquel instante con el término. Así decía, por ejemplo, El País: “El ‘manolismo’ es como su fundador, prudente y meticuloso. Ha ido echando raíces poquito a poco, con sigilo, como quien no quiere la cosa, hasta que un buen día los socialistas andaluces se encontraron con la sorpresa: no sólo tenían un líder, sino que, además, era indiscutible”. A partir del carácter indiscutible, se añadían el resto de atributos. “El hechizo, la fascinación y, por supuesto, la glorificación de los compañeros y compañeras al nuevo movimiento, el manolismo”.

El problema fundamental que tiene una desproporción tan abultada de elogios es que tampoco las reacciones son comedidas. Empezando por el afectado, el personaje que se ve adulado, glorificado, y que acaba creyendo que, ciertamente, él es un prodigio de la historia política, un hito universal, una inmensa suerte para sus contemporáneos. Un regalo del cielo. Lo malo para él es que, a pesar del coro de aduladores y pelotas, ciegos y fieros, siempre queda quien recuerda las limitaciones del líder ahora indiscutible. Y cuando observa el espectáculo, el besahuevos en el que se convierte un partido político, no puede contener la carcajada cuando oye hablar del ‘manolismo’ como movimiento político fascinante.

La expresión, de todas formas, tuvo poco recorrido en el PSOE. Quizá porque ellos mismos acabaron concluyendo que la resonancia del ‘manolismo’ no era muy afortunada, que sonaba, más a cosa cateta que a liderazgo político. Dice uno ‘manolismo’, y piensa más en Manolo Gómez Bur y Gracita Morales, ay señorito, que en Manolo Chaves. De ahí que se olvidara la expresión en el seno del PSOE. Hasta que el otro día la rescató Diego Valderas y la dotó de un nuevo contenido: El ‘manolismo’, dice Valderas, es “soberbia, prepotencia, compra de voluntades, miedo y clientelismo”. En fin, dejémoslo ahí. Como faltan pocas semanas para las elecciones, limitémonos a anotar la retahíla. No sea que, tan pronto se cierren las urnas, a Valderas se le olvide todo y acabe convirtiéndose al ‘manolismo’.

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08 febrero 2008

Integración


El colmo de la tolerancia es que acabe fomentando el racismo. Y ésa es la paradoja que se produce cuando se confunde el respeto y la libertad con el relativismo y la ceguera. Una sociedad abierta no es una sociedad multicultural; una sociedad igualitaria no es la que trata por igual a todas las creencias, a todas las religiones, a todos las tradiciones. Si todo tiene el mismo valor, si todo merece la misma consideración y el mismo respeto; si todo vale, nada vale. Una sociedad libre no es una sociedad permisiva; una sociedad pacífica no es aquella que antepone la paz por encima de todas las cosas. Y todo esto es así porque, por fortuna, la civilización occidental, y dentro de ellas sus creencias y costumbres más primitivas, se ha constreñido al marco supremo del Estado de Derecho. Las leyes abarcan a todos y a todo, los derechos afectan a todos y a todo. Lo que no entre por ese umbral, no tiene cabida en la civilización occidental.

Después de años conviviendo torpemente con el problema, varios países europeos han comenzado a replantearse los principios básicos de la inmigración. En España, cada vez que se plantea el debate se acaba despeñando por un abismo de insultos y descalificaciones. Y ahí se queda todo. Y suelen ser los mismos que abanderan la difusa teoría del multiculturalismo y la tolerancia quienes cierran con furor las puertas de cualquier reflexión. Todo será xenofobia y racismo. Se pierde el debate en la estrechez de siempre.

¿Debemos imponer a los inmigrantes que quieran venir a trabajar a España un ‘contrato’ de integración, un examen de ciudadanía o una declaración jurada de aceptación del mundo al que se quiere incorporar? Lo esencial, desde luego, es promover la integración, no los guetos. Un contrato o una declaración puede parecer un trámite ridículo o innecesario porque, como sostienen algunos dirigentes socialistas, lo esencial es exigirle a los inmigrantes el cumplimiento de la ley española. Pero se olvida que también el formalismo, el protocolo, tiene un efecto positivo. Pensemos, por ejemplo, en esa declaración que se firma en los Estados Unidos antes incluso de bajar la escalerilla del avión. ¿Piensa atentar contra el presidente de los Estados Unidos? ¿Piensa introducir o traficar con droga en los Estados Unidos? Ridiculez, sí, pero al firmarlo, el visitante comprende que acaba de atravesar un umbral concreto, que no llega a tierra de nadie. ‘Este territorio está regido por el Estado de Derecho, aquí impera la cultura de la legalidad’.

Europa se plantea estos días las reglas básicas del problema de la inmigración. Y el primer paso deberá ser siempre el reconocimiento de lo que somos. Afirmemos sin complejos, como ya hizo Popper, que a pesar de los fallos que podamos encontrar, «nuestra civilización es la más libre, la más justa, la más humanitaria y la mejor que hemos conocido a lo largo de la historia de la humanidad. Y es la mejor porque es la que tiene más capacidad de mejorar».

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06 febrero 2008

Imparable


Nos habíamos comprado un coche, no sé si recuerdan. Fue lo último que nos ocurrió, que nos compramos un «vehículo de última generación» que sustituía al «coche familiar, estrecho y de escasa potencia». Fue la metáfora que utilizó el presidente de la Junta, Manuel Chaves, para explicarnos a todos la importancia trascendental de la reforma del Estatuto de Autonomía. Chaves cantaba las excelencias del nuevo Estatuto y, sentados en el morro del coche nuevo, los sindicatos hacían los coros al estilo de los viejos roqueros. «Un estatuto de máximos, dubidubidú/, que avanza en el pleno empleo, dubidubidá/, trabajadores, todos a votar/».

Nos habíamos comprado un coche nuevo. Ahí nos quedamos, se bajó el telón. Y ahora cuando se vuelve a subir un año después, lo que se observa es que, como entonces, como siempre, Andalucía sigue liderando las estadísticas del desempleo. La región con más paro y la región, además, con un empleo más inestable. Medio millón de parados y casi cincuenta por ciento de los empleos con contratos temporales. A finales de diciembre del año pasado, la oficina de estadística de la Unión Europea (Eurostat) señaló en un mapa las regiones europeas con más paro. Andalucía se situaba entre las cinco primeras, por detrás de tres regiones alemanas (del bloque soviético) y compartiendo el pelotón de cola con Canarias y Extremadura.

Nos habíamos comprado un coche nuevo, sí, pero en realidad la promesa del pleno empleo ya figuraba igual en el primer Estatuto de Andalucía, el de 1981. En la reforma, se pasó de «la consecución del pleno empleo» a la consecución del «pleno empleo estable y de calidad». Pero se trataba de prologar la farsa. Como antes, durante la confrontación; años y años de batalla política por las Políticas Activas de Empleo ¿Recuerdan lo que se dijo entonces? «La derecha no tiene límites, utiliza una estrategia militar contra Andalucía» (Chaves). «El Gobierno está mangoneando. El PP se está convirtiendo en un partido de matones, personas que insultan regularmente y desprecian a Andalucía» (Zarrías) «Tunantes, payasos, caciques. No nos van a robar esas competencias» (Caballos). También se prometió el pleno empleo entonces. Acababa de salir de Felipe González de la Moncloa, cuando el PSOE reparó que Andalucía era una de las pocas regiones que no había recibido la transferencia de las Políticas Activas de Empleo. Llegaron las competencias en 2003, el INEM pasó a denominarse Servicio Andaluz de Empleo y los funcionarios se integraron en la Junta de Andalucía. Y volvió a bajarse el telón.

Nos habíamos comprado un coche nuevo. ¿Lo recuerdan? Pues miren a su alrededor; en realidad, llevan toda la vida vendiendo coches usados con sucesivas manos de pintura. Ésa es la realidad tuneada de Andalucía. No consiste en otra cosa, a la región con más paro de Europa, a este coche con el motor gastado, se le pintan los alerones con llamaradas de modernización: «Imparable».

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04 febrero 2008

Pizarros



Hay dos pizarros en la vida contemporánea de los andaluces. Dos referentes electorales para marzo. El uno, Luis Pizarro Medina, es un tipo bonachón, de Alcalá de los Gazules, que ha tenido el mérito de ascender en el organigrama del PSOE desde correveidile a secretario de organización. La anécdota más llamativa que cuentan de él en el PSOE es aquella con Borbolla de presidente, cuando en una noche de recuento electoral comenzó a anotar resultados en un papelón de pescado frito y, con las cuentas hechas, estampó la estraza grasienta, emborronada de bic, en la mesa del secretario general socialista. Y todos se quedaron admirados de la rudeza. Lo cuentan, todavía entre risas, como metáfora de vida, pero es seguro que Luis Pizarro Medina también conserva aquella anécdota para reivindicarse sí mismo: Treinta años después de su primer cargo público como concejal en Cádiz, sigue en las listas del Partido Socialista y se ha convertido en la mano derecha de Chaves en el partido. Ya lleva veintidós años en el Parlamento andaluz, y cuando acabe la próxima legislatura, superados los sesenta y cinco años, podrá jubilarse si quiere. Y su profesión de administrativo sólo será una anécdota en el curriculum. Mirando así las cosas, después de todo lo que ha llovido en el PSOE andaluz, que si guerristas, que si borbollistas, que si renovadores, seguro que Pizarro se ve como un gran superviviente, un tipo habilidoso que ha sabido surcar los oleajes y anclar su barco en pleno banco de atunes.

El otro Pizarro, Manuel Pizarro Moreno, directo y batallador, cinco años más joven que el primero, se licenció en Derecho en Madrid y, a los 29 años, aprobó las oposiciones de abogado del Estado. En Madrid, se presentaba en los actos sociales como un joven nacido en Teruel. «Eso me daba ventaja porque, en principio, al decir que era de Teruel, muchos creían que eras tonto y te podías mover con más tranquilidad». Pizarro, ya abogado del Estado, fue asesor del Ministerio de Economía y subdirector general en los primeros gobiernos de Felipe González. Luego, presidente de la Bolsa de Madrid, presidente de Ibercaja, presidente de la Confederación de Cajas de ahorro, fundador y presidente de la Agencia de Valores, presidente de Endesa y miembro del consejo de Administración de Telefónica. Desde hace un par de semanas, candidato del PP.

En marzo, los dos pizarros se presentan a las elecciones. Ayer, los dos modelos de pizarros entraron en confrontación directa. Manuel Pizarro dijo en una entrevista que «el problema de Andalucía no es que sea subsidiada, porque al que va más lento hay que ayudarlo, pero a mí lo que me gusta a la gente es enseñarle a pescar, no tenerle dándole peces toda la vida». El otro Pizarro, Luis, se sintió insultado. Dice que su homónimo es «un indocumentado». Y que, además, insulta a Andalucía. «La derecha no cree en Andalucía. Es un insulto a Andalucía, a sus gentes y a su Estatuto».

Luis Pizarro, Manuel Pizarro. Dos modelos. Usted decide. Con su voto.

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Lógica


La reina de las mañanas de la televisión le preguntó a la vicepresidenta del Gobierno la siguiente tontería: «Y dígame, ¿por qué en política a las mujeres se las conoce por su nombre mientras que a los hombres se les llama por su apellido?» La vicepresidenta esbozó una sonrisa de complacencia y explicó: «Porque las mujeres somos más cercanas, inspiramos más confianza y seguridad. Los ciudadanos nos ven así en política». La presentadora quedó satisfecha porque no había reparado en el aspecto positivo de su patochada, sino que lo había planteado como un agravio machista contra la mujer.

Lo malo que tiene la proliferación de bobadas (la cosecha es tan abundante que a veces parece que existe un equipo de guionistas oculto en un Ministerio) es que, por inundación, acaban adquiriendo apariencia de realidad. Se echa a rodar la pregunta, se la engalana de tópicos sobre el carácter de género y nadie se plantea siquiera que se trata de una estupidez, que ni es verdad que a las mujeres en política se las conozca por el nombre y ni, por supuesto, que una mujer en política garantice un trato más cercano, sensible y entrañable. Ahí está Magdalena Alvarez para destrozar toda la teoría con un sólo ejemplo. Y en cuanto a los apellidos, igual. Decimos ‘Felipe’ y todo el mundo piensa en el ex presidente; hablamos de ‘María Teresa’, y todos piensan en la de Calcuta.

Lo esencial, en cualquier caso, es observar, no la patochada, sino la deformación a la que conduce esta inundación de invenciones de género. Se acaba instalando como verdad irrefutable que la igualdad de hombres y mujeres se garantiza con las listas paritarias y el lenguaje de género. Y dirán: ¿Pues no está claro ya que las listas paritarias son constitucionales? Vale, pero la legalidad no las convierte en lógicas ni, desde luego, en necesarias. Sencillamente, ése no era el problema.

Es la política fetiche; ésta que acaba prescindiendo de la lógica y el entendimiento para sustituirlos por un mundo artificial, existente sólo en la espesa atmósfera de la endogamia política. Es aquello que dejó tan claro Zapatero, y que hemos referido otras veces: «Ideología significa idea lógica y en política no hay ideas lógicas, hay ideas sujetas a debate que se aceptan en un proceso deliberativo, pero nunca por la evidencia de una deducción lógica».

¿Cómo va a ser normal que Almería, la provincia más seca de España, sea la que acabe enviando agua al norte? ¿Cómo va a ser normal que, después de tragar con la exclusión del español en Cataluña, se promocione ahora el catalán en Andalucía? Pues ya verán con qué empeño se repite. Normalización de las barbaridades, que se podría resumir este invento.

Que no, que no. Que ni ideología significa ‘ideas lógicas’ (es como pensar que zoología significa la lógica de los animales) ni tenemos que aceptar como inevitable este mundo artificial, deliberativo, absurdo y a veces trágico. Ante la avalancha, la lógica, sí. La lógica de la solidaridad, de la igualdad, de la Justicia. Lógica democrática, en fin.

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02 febrero 2008

Cocaína

Me han contado el último chiste que circula por las sobremesas. «Un tipo tomaba copa con sus amigos en un ambientado pub de la ciudad. Tras varios cubatas, decidió ir al servicio. Mientras procedía a la cosa mingitoria, se detuvo en un cartel pegado a los azulejos: ‘Por favor, deje el wc como le gustaría encontrárselo’. Y al salir, dejó sobre la cisterna del váter tres rayas de coca».
Cuando algo alcanza en España la categoría de chiste, quiere decir que ha pasado a formar parte del alma sociológica del personal; que forma parte de sus desvelos diarios, de sus alegrías cotidianas. De las pasiones y de las frustraciones que nos hacen iguales. La España rural, hecha de hambre y miedos de posguerra, de pan negro y calabozos, se va alejando con los chistes.

Desaparecen, se caen de las tabernas como hojas del calendario. Por eso, ahora los chistes del vaso de vino, de la copa de anís y los cigarros sin boquilla, han dado paso a estos otros de la cocaína. Lo cual que este chiste de la coca en el váter nos desvela la clave, nos sitúa ante el problema esencial de la cocaína, su aceptación social. Todas las campañas de lucha contra la cocaína han fracaso en España porque, se diga lo que se diga, la coca sigue rodeada de un halo de distinción clasista, un aire de bohemia y hasta de consideración social. «Ni te imaginas la cantidad de gente que está colgada con la coca», me dice un camarero. «Yo, por desgracia, los veo a todos, porque siempre acaban aquí, con los pómulos enterrados y las uñas negras, pidiendo algo».

En lo único que somos líderes en el mundo es en consumo de cocaína. Por poco, pero estamos por encima incluso de Estados Unidos. «Algo no funciona», dijo lacónica la ministra de Sanidad cuando, el año pasado, admitió las cifras europeas que alertaban del elevado consumo de cocaína entre los jóvenes españoles.

No está legalizada, es verdad, pero no existe dificultad alguna para comprarla en cualquier ciudad y a cualquier hora. En la Navidad pasada, en un pequeño pueblo de la provincia de Sevilla, Los Palacios, una veintena de jóvenes fueron ingresados en el hospital por consumo de cocaína adulterada. En un sólo fin de semana. Se anunció que la Guardia Civil se esforzaría en la búsqueda del camello responsable. Ahí quedó la noticia. Lo que nadie reparó entonces es que aquella partida mínima de droga adulterada era como un tornasol, un reactivo con el que se comprueba el grado toxicidad de una sustancia. Si en un pueblo de la Andalucía rural, cayeron como moscas veinte jóvenes, cuánta cocaína se consume cada fin de semana.

Al cabo del tiempo, la Guardia Civil detuvo en Los Palacios a un sastre que recibía de Venezuela trajes de novia impregnados de cocaína. Su abogado dijo que era una persona honesta y trabajadora, conocida por todos, que nunca estuvo relacionado con el mundo de la droga. Lo desconozco. Pero esa imagen vale para redondearlo todo, juventud, glamour, familias, fiestas, coca y engaños.

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