Indemnización
Lo llaman indemnización, y eso es lo peor. Lo más vergonzoso, que haya que indemnizar a quienes se dedican a la política. Sencillamente porque indemnizar significa “resarcir de un daño o perjuicio”, y considerar que la dedicación a la política es una actividad lesiva para quienes la ejercen es, precisamente, lo contrario de lo que se pretendía. Y no hace falta remontarse a la República de Platón. No. La cuestión es que la política, entendida como servicio público, no puede caer en un concepto tan rudimentario, tan interesado. Indemnización que se disfraza de derecho laboral, equiparando la política al resto de profesiones, al resto de trabajadores, sin renunciar antes a los privilegios de la política de los que no disfrutan los trabajadores.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que haya que
indemnizar a quienes voluntariamente decidieron en su día aceptar un puesto en una lista electoral y pasar una legislatura, o dos, o tres, o cuatro en el Parlamento. Y si permanecieron doce o veinte años en el escaño fue gracias a que supieron encontrar aliados poderosos en sus partidos para que nada perturbara su lugar de salida en las listas. Podrían haber vuelto, al cabo de cuatro o de ocho años, a sus puestos de trabajo, a su vida de antes, que es la de todos, a sus sueldos de antes, y haber dado a paso a otros que también querían entrar en las listas. Pero no lo hicieron, se aferraron. Y ahora exigen una indemnización por lo que nadie les ha pedido.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que bajo la apariencia de abrir la política a la sociedad, lo que se fomenta son los intereses de una casta, de una clase, de un grupo cerrado. Mesas de camilla. Y el gobierno de unos pocos es, incluso en democracia, una forma de oligarquía. Para abrir la política a la sociedad no se necesitan indemnizaciones sino listas abiertas y mandatos cerrados, limitados. Y reformas de las leyes electorales para que un nuevo partido político no sea una aventura imposible, consultas periódicas al electorado, comisiones independientes de investigación y mecanismos ágiles de interpelación al Gobierno.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que el problema principal de la política de estos días es observar el instinto depredador de jóvenes que no llegan a la treintena y ya disfrutan de despacho, coche oficial y la sangre fría suficiente para arrasar con todo lo que se interponga en su único objetivo: el poder. Y ahora habrá que indemnizarlos cuando, al cabo de dos o tres legislaturas, se caigan de una lista por la misma inercia de traiciones y lealtades por la que han permanecido en el escaño.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que sólo en la indemnización se logra en España un acuerdo unánime. Nacionalistas, populares, independentistas, socialistas, comunistas e insulares. Unánimes sólo en la indemnización. Y no hace falta remontarse a Platón, lo que va de la democracia a la oligarquía.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que haya que
indemnizar a quienes voluntariamente decidieron en su día aceptar un puesto en una lista electoral y pasar una legislatura, o dos, o tres, o cuatro en el Parlamento. Y si permanecieron doce o veinte años en el escaño fue gracias a que supieron encontrar aliados poderosos en sus partidos para que nada perturbara su lugar de salida en las listas. Podrían haber vuelto, al cabo de cuatro o de ocho años, a sus puestos de trabajo, a su vida de antes, que es la de todos, a sus sueldos de antes, y haber dado a paso a otros que también querían entrar en las listas. Pero no lo hicieron, se aferraron. Y ahora exigen una indemnización por lo que nadie les ha pedido.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que bajo la apariencia de abrir la política a la sociedad, lo que se fomenta son los intereses de una casta, de una clase, de un grupo cerrado. Mesas de camilla. Y el gobierno de unos pocos es, incluso en democracia, una forma de oligarquía. Para abrir la política a la sociedad no se necesitan indemnizaciones sino listas abiertas y mandatos cerrados, limitados. Y reformas de las leyes electorales para que un nuevo partido político no sea una aventura imposible, consultas periódicas al electorado, comisiones independientes de investigación y mecanismos ágiles de interpelación al Gobierno.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que el problema principal de la política de estos días es observar el instinto depredador de jóvenes que no llegan a la treintena y ya disfrutan de despacho, coche oficial y la sangre fría suficiente para arrasar con todo lo que se interponga en su único objetivo: el poder. Y ahora habrá que indemnizarlos cuando, al cabo de dos o tres legislaturas, se caigan de una lista por la misma inercia de traiciones y lealtades por la que han permanecido en el escaño.
Lo llaman indemnización, y eso es lo lamentable, que sólo en la indemnización se logra en España un acuerdo unánime. Nacionalistas, populares, independentistas, socialistas, comunistas e insulares. Unánimes sólo en la indemnización. Y no hace falta remontarse a Platón, lo que va de la democracia a la oligarquía.
3 Comments:
En los primeros años de la transición, el PSOE percibía las retribuciones de sus cargos públicos y les abonaba las correspondientes al puesto de trabajo que habían tenido que dejar.
En la actualidad, según decía el ex-presidente de Extremadura, si tuviera que prescindir de todos aquellos colaboradores que no hubieran cotizado al menos 3 años a la seguridad social antes de acceder a un cargo público se quedaría sin el 80% de ellos.
Estoy de acuerdo, Sevillana. No conocía la cifra, y me parece que lo dice todo sobre la cuestion. De todas formas, no hay que espantarse ke los politicos ya lo dicen cuando se llaman ellos mismos "la clase politica"...
Ya lo dijo una "servidora pública" señorita política andaluza: "el dinero público no es de nadie", que graciosa y lista, nos tratan como si fuéramos unos pobres ignorantes. Debemos recordar insistentemente que nada es gratis y que el gasto público es gasto que sale del bolsillo de los contribuyentes. Los partidos políticos, los sindicatos, la patronal tendríamos que sacarlos de los Presupuestos públicos, no son más que prolongaciones del Estado. No tiene sentido que, a la fuerza, cada ciudano sea, de hecho, militante de todos los partidos. Nuestro modelo es ineficiente, tanto en lo económico como en lo político. Zapatero no es la causa de nuestros males, aunque esté bien dispuesto a empeorarlos. El Psoe no sólo se han dedicado a negar la crisis, son lo mejor y casi lo único que saben hacer, la propaganda, su programa no profundiza en las crisis y va a llevarnos a conflictos y al colapso. Una sociedad adoradora del Estado, instalada en el servilismo de la compra del voto y en los caducos placeres de la expoliación de los profesionales y trabajadores. Lo más grave es que el PP se haya presentado en estas elecciones como otra forma de socialismo, como otro intevencionismo de gestión, prometiendo un Ministerio para cada problema. Los partidos actuales se han convertido en aparatos estatales que todos pagamos, las primarias tendrían que ser abiertas, a todos obligatorias pues todos somos militantes de todos los partidos, queramos o no. ¿Indemnización?, que cara más dura, ¿pero estos mediocres están en el mundo, están informados bien, saben lo que nos cuesta al españolito de a pié llegar a final de mes?, que se vayan a su casa, a su anterior trabajo, o a cobrar el desempleo, como todo hijo de vecina.
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