El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

30 mayo 2008

Referendum


“A la primera pregunta, la respuesta es no. A segunda pregunta, la respuesta será nula porque escribiré sobre el papel un garabato, cualquier boutade”. Meteré las respuestas en un sobre, o en un mail, y las mandaré al Gobierno vasco. Esa será mi contestación a las dos preguntas que ya ha hecho públicas el lehendakari Ibarretxe, ese tipo extraño, ese pesado con cara de ‘V’, aquella serie de alienígenas. Ha desvelado las dos preguntas que piensa plantear en su referéndum y aunque Ibarretxe no se dirige a los andaluces, ni a los madrileños, ni a los valencianos, que sólo le plantea sus preguntas a los vascos y a las vascas, lo que no se da cuenta el lehendakari es que acaba de pisar dos líneas rojas. La primera es atribuir al pueblo vasco la capacidad de decidir sobre el futuro de ETA y la segunda, atribuir a su gobierno la capacidad de legislar al margen de la Constitución. De lo segundo, sobre la convocatoria del referéndum, debe responder el Gobierno, como ya ha hecho, y el Ministerio Fiscal, como garantes del cumplimiento de las leyes en España. Pero de lo primero, que nos afecta a todos, no hay que esperar a que el Gobierno responda.

Porque Ibarretxe, al trasladarle a los vascos la pregunta sobre el “final dialogado” con la banda terrorista, está dando por sentado que ETA sólo afecta al pueblo vasco. Y no, claro, por ahí ya no, después de decenas y decenas de muertos andaluces, después de tantos madrileños, gallegos o extremeños mutilados, masacrados, angustiados para siempre con el ruido de un coche bomba estallándole cada día en el tímpano, después de tantos españoles amargados, lo que faltaba ya es tener que soportar que ese tipo, el lehendakari, se quiera adueñar de lo único que nos queda, el triángulo de orgullo de las víctimas, dignidad, memoria y justicia. ¿En nombre de quién podrían decidir los vascos si hay que ofrecer a ETA otro proceso de paz dialogado, como plantea en su primera pregunta? El silencio de las víctimas, el dolor que se tragan con la saliva, no formará parte jamás de la historia usurpada por el nacionalismo vasco. De la ilegalidad del referéndum, que se encargue el Gobierno; de los delirios independentistas, que se encarguen las urnas; pero de ETA…

“A la primera pregunta, la respuesta es NO”. Voy a escribir al carta y la mandaré al Gobierno vasco. Y de paso, le adjunto la carta que aquel etarra al que quiso indultar el Gobierno escribió a sus colegas cuando asesinaron a Jiménez Becerril y a su mujer, Ascen. “Me encanta ver las caras desencajadas de los familiares en los funerales. Aquí, en la cárcel, sus lloros son nuestras sonrisas y acabaremos a carcajada limpia. Esta última acción de Sevilla ha sido perfecta; con ella, ya he comido para todo el mes". Se la enviaré para que la ponga de prólogo en la pregunta, porque como la ha redactado la carta se queda coja, incompleta porque al lehendakari, ya ven qué despiste, se le ha olvidado condenar a ETA. Esas hienas, con la boca manchada de sangre…

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28 mayo 2008

Gallardo


Que éste es un país de huevos no lo duda nadie. Brotan los ejemplares de una forma natural, enraizados en el terruño con un vigor de siglos. El último ejemplar debe ser Alfonso Gallardo, ese hombre al que llaman ‘el rockefeller extremeño’. Un día se quedó si gasolina en mitad de Extremadura. Llegó a una estación de servicio y, hay que joderse, no tenían gasolina. “Esto no me pasa más”, se dijo. “Mañana mismo monto una refinería”. Así nació, hace cuatro años, el proyecto de la refinería de Los Santos de Maimona que acaba de bendecir el presidente Zapatero. Las discusiones, las dudas y las reservas ya se han acabado. Un oleoducto atravesará Huelva como un pinchito y la refinería estará echando humo en un par de años.

De todas formas, para no caer en prejuicios ni demagogias, vayamos al principio. A ver, ¿por qué va a ser malo que un empresario construya una refinería en su tierra? ¿Y qué tiene de sospechoso que Zapatero lo apoye? Bien, vamos a eso. Alfonso Gallardo responde al prototipo de rico inexplicable, esos tipos que hace veinte años eran inquietos peones de cualquier cosa, trabajadores y analfabetos, y ahora tienen una fortuna incalculable. Las biografías más amables de Gallardo cuentan que a los doce años dejó la escuela y se puso a vender carbón de encina. De ahí pasó a la chatarra, primero en su pueblo, Jerez de los Caballeros, luego por toda la comarca y, unos años más tarde, por media Extremadura y Andalucía. Pero, por muy bien que le fuera el negocio, lo difícil de explicar es cómo diablos se pasa en veinte años de una chatarrería a un grupo industrial que en 2007 facturó 2.000 millones de euros con potentes divisiones en la industria siderúrgica, cementera y petrolera. Por muy listo y trabajador que sea un chatarrero, lo normal es que esa trayectoria fulgurante esconda algún secreto. En el caso de Gallardo, su ascenso se corresponde con el desarrollo de la autonomía extremeña: La clave es su amistad con Rodríguez Ibarra. Si se atiende a los informes de la oposición extremeña, veremos cómo Gallardo ha recibido las subvenciones en régimen casi de monopolio. Eso, además de contar con la Junta de Extremadura como socio inversor, en algunos casos, como donante de terrenos, en otros, y siempre como amable legislador.

Pero, y qué hay de la otra cuestión, ¿por qué va a ser malo que se construya una refinería en Extremadura? En realidad, no es ni bueno ni malo, la cuestión es otra: ¿Es ése el lugar más adecuado para hacer llegar un oleoducto? ¿Es ahí donde menos se perjudica al medioambiente? Y de eso, no se discute. La montaña de trámites, normativas y limitaciones que se imponen a cualquiera que quiera abrir un tallercito en el entorno de cualquier parque, se allana como por obra de magia cuando se trata de un oleoducto que atravesará diez parques naturales para bombear a doscientos kilómetros trescientos mil barriles diarios de petróleo.

“Ya no me quedo más sin gasolina”. Ahí está, así nace una refinería en el corazón de Extremadura. Como si conmemorara el lugar exacto en el que Gallardo se quedó sin gasolina. Igual que aparece un templete en un campo de encinas por la aparición de una virgen. Como una divinidad, por mis santos cojones.

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26 mayo 2008

Los Brey



Si se pudieran separar los componentes, como en una solución química, veríamos que en la crisis del PP, azulada y viscosa, se han mezclado elementos muy distintos. Todo comenzó con las dudas de media España de que Rajoy pueda ganarle algún día a Zapatero. Luego se agregaron la soberbia y la ambición de un sector del PP en Madrid, que se lanzó a la guerra de guerrilla, sin enemigo visible para Rajoy, pero con ataques continuos y demoledores. Finalmente, la incompetencia de Rajoy para gestionar una crisis, para liderar el partido en la tormenta, para erigirse sobre el resto con la palabra, la seducción y el convencimiento, que es la cualidad que adorna a los líderes sobre el resto.

Lo que no encontraremos en la disección de la crisis, por muchas vueltas que le demos, es aquello que con más insistencia se reitera: El cambio ideológico del líder del PP. Nada avala, ni escrito ni hablado, que exista ese cambio. Otra cosa es que algunos confundan estrategia con principios. Y son cosas distintas, vamos a ver. Entre la confrontación total y el aislamiento, situación a la que el PSOE abocó al PP en los últimos años y que en la derecha muchos recibieron con deleite guerrero, y la disposición a dialogar con todos lo que media no es un cambio de principios, sino de estrategia. Y Rajoy dice estar en eso, en cambiar el paso.

Desde luego que ese camino nuevo no está exento de peligros, entre otros el de confundir la amabilidad con la nadería. Ya advirtió Zarkozy que la izquierda llena de complejos a la derecha, de forma que, al final, acaba justificando siempre lo que no es, en vez de defender lo que piensa. Como si tuviera prohibido hablar de inmigración, de inseguridad, de moral… “Y sólo a partir de la identidad política se pude ampliar el espectro electoral”, afirmó Zarkozy, como si le regalara la receta a quienes andan todo el día buscando el elixir del centro político.

Que Rajoy, en fin, ha demostrado muchas carencias, pero lo que no parece, como dicen algunos, es que se haya vuelto abertzale. Que se sepa, lo único que ha dicho es que, si el Gobierno ha cambiado de política en la lucha contra ETA, si ha abandonado el proceso de paz, si ha regresado a la posición anterior, si eso se ha producido, es absurdo que el PP, que defiende lo mismo, siga oponiéndose. Y sin embargo, ya ven la que le está cayendo. Le está ocurriendo como a su primo de Sevilla, el catedrático de Física, Javier Brey. Una vez le preguntaron sobre el cambio climático y dijo algo tan razonable como que si “traes a los cien mejores científicos del mundo, no te pueden decir al cien por cien de probabilidades si pasado mañana va a llover en Sevilla. Y, sin embargo, hay pseudocientíficos que saben lo que va a ocurrir dentro de 300 años con el cambio climático". ¿Para qué dijo nada? Los apóstoles del cambio climático le hicieron el budú, se mofaron... Los dos primos, achicharrados en la misma solución química, breados a palos por lo que no han dicho. Breados… Será cosa de los Brey. Como diría Herrera, de los Brey de toda la vida.

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24 mayo 2008

Parviflorum


Llegó sobresaltado hasta la puerta del despacho y pasó sin llamar. La palidez de Martín asustó a la consejera de Medio Ambiente. Abrió una carpeta de pastas azules y la dejó caer sobre la mesa. Dentro, el informe técnico con la noticia culpable de su estupefacción: “Hallada una planta en peligro de extinción dentro de una refinería de Cádiz”. La consejera miró el informe y volvió a mirar a Martín. “Una población estable de echium parviflorum Moench, que se creía extinguida de la provincia de Cádiz, vive sin problemas dentro de la refinería de Cepsa”. A cada párrafo volvía a mirar a su jefe de gabinete, que asentía sin decir nada, tragando saliva. “Se trata de una colonia de doscientos ejemplares de Echium parviflorum Moench, perteneciente a la familia de las borragináceas, que se diferencia de otras especies similares porque tiene los lóbulos del cáliz muy anchos en la base y una corola azul”.

Cerró la carpeta de golpe y colocó los brazos cruzados encima. ¿Cómo explicar que dentro de una refinería, que es el infierno de la ecología oficial, el anticristo del cambio climático, se había localizado la única colonia de Parviflorum? Allí, entre llamaradas de fuego y barriles de crudo; allí, en la atmósfera pesada del petróleo; allí, sin protección oficial; allí, sin avisar. “Una población estable”, “vive sin problema”, “dentro de la refinería”… La consejera repetía las palabras del informe, mientras se atusaba el pelo buscando una respuesta.

- “Qué ingrata es la naturaleza”, dijo al fin. “Tantos esfuerzos de concienciación de la ciudadanía por el desarrollo sostenible y las energías alternativas; tantas jornadas dedicadas a manifestaciones contra las nucleares y las industrias contaminantes, y fíjate cómo nos paga la naturaleza, como un aliado más de los enemigos de la biodiversidad. Pero superaremos este revés, ya verás…”

Cuando apareció la noticia en la prensa adicta, el titular provocó la reacción inmediata de los colectivos ecologistas. “La única colonia de Parviflorum, amenazada por la refinería”. Al día siguiente, la radio conectó en directo con la refinería para dar cuenta de la primera protesta ecologista. Se hicieron camisetas con el logo de aquella planta. Y pegatinas, y fondos de pantalla para móvil y ordenador. Un grupo de activistas se enfrentó a los trabajadores, los llamaban esquiroles y asesinos, y el subdelegado acabó enviando a los antidisturbios cada mañana. La consejera reaccionó con un primer paquete de medidas de obligado cumplimiento para la refinería. Disminución de gases contaminantes en un 50 por ciento, prohibición expresa de circular con barriles de crudo a menos de trescientos meros de la colonia, vallas especiales en un perímetro de doscientos metros… Cuando, un mes más tarde, se anunció el cierre de la refinería un escalofrío de emoción recorrió el cuerpo de Martín. Las políticas de sostenibilidad habían vencido a los caprichos de la naturaleza.

(Ficción sobre una noticia real: la aparición en una refinería de Cádiz de una planta en peligro de extinción).

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23 mayo 2008

Maestros


Con la aplicación de los principios fundamentales del pensamiento logsiano (o el no pensamiento, como prefieran), a los profesores los han ido atenazando con una doble desconsideración: en las clases han perdido la autoridad y en el Gobierno les han perdido el respeto. Lo cual, que se explica con facilidad que en los estudios de salud este personal aparezca siempre como un colectivo al borde de un ataque de nervios. Ahí está el último informe de la Escuela andaluza de Salud Pública en el que se concluía que «la docencia puede ser catalogada como una actividad de riesgo para la salud psicosocial». Y que ésa es la causa por la que los profesores toman un diez por ciento más de tranquilizantes que cualquier otro colectivo profesional.

Ya se ha valorado aquí en una ocasión la circunstancia excepcional de la protesta que están protagonizando los profesores que se están movilizando, como ayer, por un concepto tan opuesto a las reivindicaciones profesionales como la dignidad de todos ellos, dignidad personal y colectiva. Se hacen huelgas por subidas salariales, para impedir unos despidos, por exigir una paga extra más o para que se amplíe el tiempo del bocadillo, qué se yo, pero por lo que nadie hace una huelga es por dignidad. Es más, los profesores se manifiestan porque rechazan el óbolo que les quiere dar el Gobierno por aprobar a más alumnos y exigen que ese dinero se destine a solucionar los verdaderos problemas de la educación andaluza. Dinero no para el bolsillo de los profesores sino para reducir la ratio de alumnos en las aulas, para contratar a más profesionales...

Es normal, por ello, que al ser una protesta tan inusual, como no piden dinero sino dignidad, que los sindicatos mayoritarios no lo entiendan. ¿Cómo van a participar esos sindicatos de una protesta que rompe sus esquemas, concertación y paz social a cambio de subvención? ¿Siete mil euros por aprobar más? Pues a la faltriquera. Faltaría más.

Ocurre, sin embargo, que, aunque a esos sindicatos mayoritarios no se les pueda pedir que hagan una huelga por dignidad, sí cabe exigirles, por lo menos, que no sigan adelante con un Plan de Calidad que rechaza casi el setenta de los profesores. Por lo menos que no sirvan de excusa a la Junta de Andalucía, que camufla con esos apoyos sindicales el rechazo de los maestros. Por lo menos que no se coloquen de felpudo en los despachos de la Junta en los que ya no se le tiene respeto a los profesores. Porque quieren callarlos con dinero. Porque ni siquiera los reciben. Porque les han perdido el respeto.

Ni autoridad ni respeto. Para volverse majareta, claro. En el siglo XIX, y hasta la reforma de Romanones, los maestros cobraban de los ayuntamientos y eran tan bajos los sueldos, tan de miseria, que se acuñó aquel refrán de que «pasas más hambre que un maestro de escuela». Ahora, ya ven, el dicho puede actualizarse con esta deriva nueva. Más tirado que un maestro, más nervioso que un maestro, más zarandeado que un maestro... Pero, igual que cuando pasaban hambre, la dignidad que se no la toquen a los maestros.

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21 mayo 2008

Tótem



Cuando se constituyó el Gobierno, le ofrecieron la oportunidad al ex presidente del Congreso, Manuel Marín, de que le echara unas flores a Carme Chacón, y éste, con retranca, le aconsejó "que no permita que la conviertan en un tótem mediático". Y luego, añadió: "Cuanto más la encumbren, más dura será la caída". En política, como en la vida, existe una diferencia abismal entre ascender por méritos propios o porque sean otros los que te encumbren. En el encumbramiento, como señala Marín, está el precipicio; desaparecen las fuerzas que te encumbran y, zas, al suelo.

Para subir a la cumbre siempre hay dos caminos, el que se va construyendo sobre el mérito, el esfuerzo y la capacidad, y el atajo del oportunismo, del estrellato inesperado. Debe ser la misma diferencia que existe entre el reconocimiento y la popularidad, entre el prestigio y la fama. El único inconveniente, sobre todo en esta sociedad de quita y pon, en la voracidad de la hoguera mediática, es que la fama puede escurrirse como el agua entre los dedos en cuanto cambian los vientos. Por ejemplo, con esto del parto de Carmen Chacón, podría pensarse que, una vez que ha tenido el niño, ya ha cumplido como ministra de Defensa. ¿Acaso lo que pretendía Zapatero con su nombramiento no era la foto que dio la vuelta al mundo de la ministra embarazada pasando revista a las tropas? "El principio es la mitad del camino", dice el presidente. Pues ya está, ahora que el hijo de la ministra está en el mundo, "misión cumplida" presidente.

Aunque suene cansado, lo suyo es que la cosa pública se analice con medidas distintas a las de la prensa del corazón; ya sean hombres o mujeres, a cada cual según sus logros, en razón de sus méritos. Republicanismo cívico, que le podría recordar Philip Pettit si no se embobara con los fetiches progres cada vez que visita España. En política, el rasero es siempre el interés ciudadano. Y resulta que de Carme Chacón sólo sabemos que su carrera es "meteórica", pero no porqué razón. De concejal de Esplugues de Llobregat a secretaria de Educación del PSOE. Luego, vicepresidenta del Congreso, ministra de Vivienda y ministra de Defensa. Entre cargo y cargo, muy poco tiempo y ninguna relación. ¿Qué ha cambiado tras su paso por Vivienda? Hasta sonrojo produce mirar atrás y recordar algunas de sus frases pomposas de entonces: "Llevo 70 días y 70 noches en el cargo trabajando para que ningún proyecto vital se vea truncado por la falta de acceso a la vivienda".

En fin. Que a Manuel Marín le pidieron una opinión sobre el ascenso meteórico de Carme Chacón y contestó con retranca, como quien se ríe por lo bajini. Cuidado, le ha dicho, que "en España se destruyen muy deprisa las reputaciones". Las reputaciones fútiles, habría querido añadir, esas que ascienden en el aire como pompas de jabón. Pero esos mundos ingrávidos y gentiles, inspiran a Zapatero. "Me gusta verlos pintarse/ de sol y grana, volar/ bajo el cielo azul, temblar/ súbitamente y quebrarse…"

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20 mayo 2008

Maquillajes



En el principio, el sueño era la universalización del Estado del Bienestar. Se acababa de morir el franquismo y se trataba, simplemente, de mirar a las necesidades esenciales de entonces, el analfabetismo, el atraso, la cutrez... Educación, Sanidad y Justicia para todos, servicios públicos y gratuitos, los pilares básicos de un país civilizado, democrático, desarrollado.

El problema fundamental es que la universalidad no pude ser nunca un fin en sí mismo, sino el primer peldaño de lo que se pretendía. Educación, Sanidad y Justicia para todos, sí; pública y gratuita, pero una vez extendido el derecho, de lo que se trata es de convertirlos en servicios públicos de calidad. Y ahí es donde se ha quebrado el discurso, cuando se optó por la fachada de la modernización para ocultar las grietas del sistema. De ahí que estos días, si uniésemos las noticias, veríamos que el ‘maquillaje’ de la realidad es la noticia esencial en esos tres campos. ¿Qué otra cosa que el camuflaje persiguen las propuestas de incentivos a los profesores que más aprueben? ¿Qué otra cosa que la ocultación persigue la descarnada dilatación del tiempo de diagnóstico en las listas de espera, con pruebas y análisis prescindibles? ¿Qué otra cosa que el embeleco, el falseamiento, persigue la negación constante del caos de la Justicia?

Reparen, además, que en los tres casos, a partir del maquillaje de los datos lo que viene a continuación es la puesta en marcha de una estrategia de descalificación de los profesionales. Lo mismo que se culpa a los jueces, se descalifica a los médicos y a los enfermeros, o se desprecia a los profesores. El argumento que se ofrece siempre que se conoce un escándalo es siempre el mismo. Para empezar, no existe fracaso del servicio, no hay un problema general sino ‘casos puntuales’ cuya responsabilidad es de los profesionales afectados, por a su falta de dedicación, por su falta de preparación, por su falta de implicación. O por que forman parte de “una campaña de desprestigio por motivos políticos”.

Y desde luego que existen las responsabilidades individuales, faltaría más, pero la suma de todas ellas, en todos los casos que hemos podido conocer, no ofrecen como resultado el conjunto del fracaso escolar, del desastre de la Justicia, del colapso del sistema sanitario.

La universalización de los servicios perseguía acabar con las desigualdades en la sociedad. Universalizar un mal servicio educativo, un mal sistema sanitario, una Justicia deficiente acaba castigando de nuevo a las clases más desfavorecidas. Y si, encima, se camufla la realidad, el fracaso se convierte en fraude, en estafa. En el principio, el sueño y el reto era la universalización del Estado del Bienestar. Pero aquello no era el final, sólo el principio. Y lo que nos hemos encontrado luego es con un gobierno de tramposos que ha preferido el atajo de los maquillajes, al reto de la calidad. A fin de cuentas, es la salida lógica de la mediocridad.

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18 mayo 2008

Teatro



Cuando Boadella presentó, hace dieciocho años, su ‘Ubú presidente’, se preguntó en una rueda de prensa: «Sátira política al cien por cien. Vamos a ver qué sentido del humor tiene Cataluña cuando se tocan sus temas tabú». Hoy ya tiene la respuesta: Vive autoexiliado en un poblacho catalán de doscientos habitantes y ha dejado de representar sus obras en Cataluña porque lo boicotean todos los del sistema catalanista, desde la prensa catalana hasta los gobiernos. Lo que nadie podía concebir entonces es que la carambola trajera a Boadella a estrenar las obras de sus Joglars a Andalucía, como acaba de ocurrir con ‘La Cena’. Ha estrenado en Sevilla y han sido nueve días de lleno absoluto. Al cuarto día, todo estaba vendido, apenas quedaba una o dos entradas de ‘paraíso’.

Lo cual, que va a ser verdad eso de que no hay mal que por bien no venga, porque Cataluña ha perdido un referente cultural y Andalucía ha ganado un ejemplo. Que Boadella, al cabo de cuarenta obras, al cabo de casi cincuenta años de estrenos, sin subvenciones ni agarraderas públicas, venga a Sevilla y llene el teatro todos los días antes de abrir la taquilla, tendría que suponer un estímulo en Andalucía, desde los directores hasta los actores andaluces que sólo encuentran salida en una teleserie. El mensaje que deja el lleno de Boadella en su estreno andaluz es que hay vida fuera del paraguas de la Junta de Andalucía, que es posible, que hay público y expectación por ver alguna creación que se salga del canon establecido de forma magistral por aquel cantaor flamenco que acudió a un comité director del PSOE (¡a un comité director!) a darle las gracias a Chaves y pedirle, de camino, mas subvenciones. «Señores gobernantes, les agradecemos las subvenciones, aunque no son muchas». La frase la dejó para la historia del PSOE Antonio ‘El Pipa’, bailaor flamenco.

‘La Cena’ es una de las sátiras más divertidas y contundentes que se pueden encontrar sobre la memez política. Retrato fiel de hipocresía revestida de buenismo, el elitismo cubierto de la melaza progresista. “Raudales de palabras altisonantes y una ostentación pública de filantropía como el rasgo más común de una época exhibicionista en los fingimientos magnánimos”, dice Boadella. Y esa piltrafa tiene uno de sus epicentros esenciales aquí, en esta asfixia andaluza donde acaba de estrenar huyendo de la asfixia catalana. Es interesante detenerse en esa paradoja que lleva a Boadella a autoexiliarse de Cataluña y venir a estrenar a una región en la que una obra como la suya, pero referida al poder hegemónico andaluz, es impensable.

En fin, que bienvenida a Boadella. A ver si del roce, de la presencia, nace aquí un teatro comprometido como el suyo. A ver si del ejemplo nace aquí un teatro que retrate el régimen andaluz. Ni siquiera cuesta imaginar el Ubú de Chaves con su medalla del Rocío, sus fobias, su corte de familiares y sus visitas a Marruecos. Su gimnasio, sus bufones y su palacio barroco. Ubú, sí, aunque sea Ubú y olé.

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Fila cero


El Parlamento de Andalucía, siempre a la vanguardia de lo prescindible, ha estrenado en esta legislatura una fila cero. Allí, en la capilla majestuosa del antiguo hospital de las Cinco Llagas; allí, donde anidó hace años una colonia de cernícalos, atraídas las aves por el magnetismo de su doble acepción. La fila cero la componen los diputados que ya no están en el Parlamento, pero que cobran todavía del Parlamento. Al principio lo llamaron “indemnizaciones”, y para evitar las invocaciones desastrosas a las que conduce ese nombre, la política equiparada a un daño, ahora lo llaman ‘cesantías’.

Pero una cesantía, que normalmente se refiere al funcionario público, es la paga que se establece cuando alguien se queda sin empleo y ninguno de los ex diputados se ha quedado sin empleo. La política es una dedicación voluntaria y transitoria y uno de sus privilegios fundamentales consiste en que se obtienen excedencias especiales. Quienes provienen del sector público (la mayoría) no pierden ni la plaza ni la antigüedad mientras se dedican a la política. Por eso, una vez finalizada la etapa de vida pública, cuatro, diez o quince años, cada cual a lo suyo. El profesor a su escuela, el médico a su hospital, el abogado a su bufete, el administrativo a sus papeles y el paniaguado a su sopa boba.

Dirán, como suelen, que las cesantías se establecen para permitir que los ex diputados disfruten de un periodo de readaptación a su oficio después de tantos años desconectados de la realidad. Incluso lo cubren de dramatismo: “¿Cómo se le va a exigir a un cirujano que al día siguiente de dejar el Parlamento se ponga a operar en un quirófano?”. Pero ese dramatismo, en fin, tampoco es cierto. Primero porque la política, en muchos casos, no exige exclusividad, y el cirujano, como le ha sucedido a muchos de ellos, han seguido acudiendo al quirófano, además de al escaño. Y segundo porque las cesantías no están vinculadas a la formación, a la adaptación del profesional; las cesantías son sólo una paga extra. Se entiende que, después de diez años en política, un profesor no puede volver a su colegio a dar clases desde el primer día, pero eso se soluciona, no con una cesantía, sino con un periodo de adaptación dentro del colegio. Igual para un médico. Lo mismo se entendería que se le pague un ‘año sabático’ a un abogado que se vio obligado a cerrar el bufete. Pero, ¿qué sentido tiene que se le pague una cesantía de varios miles de euros a una estudiante después de cuatro años de parlamentaria, si lo que tiene que hacer es ponerse a estudiar y acabar la carrera? ¿Qué se consigue pagándole a un farmacéutico cinco mil euros, si su farmacia no ha dejado de funcionar en los años que ha estado en el Parlamento sin darle un palo al agua?

Ni indemnizaciones ni cesantías, fila cero. Se ha inaugurado esta temporada. Dinero público desparramado. La fila cero de ese mundo aparte, el coto cerrado, en el que se quiere convertir la política. Burocracia política, la primera empresa.

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15 mayo 2008

Asesinado


En la barriada de El Palo, donde Juan Manuel Piñuel jugaba con su hijo hace tres días, algunos árboles del paseo marítimo se han doblado por la fuerza del viento y, cuando se pasea a orillas del mar, parece que aquellas ramas torcidas quisieran hablarle a las olas, ondulándose como ellas. En la barriada de El Palo, donde Juan Manuel Piñuel se despidió de los suyos el martes, los niños juegan en la arena gris de Málaga, y hacen castillos en septiembre y en marzo, cuando todavía no han llegado las oleadas de turistas. Y sus padres los vigilan desde el chiringuito, todavía sin las apreturas del verano. Esa vida se derrumbó ayer, de madrugada; se desplomó como los ladrillos viejos de la garita en la que estaba; una vida arrasada por la onda expansiva de la bomba etarra.

Con ese paraíso soñaba Juan Manuel Piñuel cuando, hace unos días, se despidió de su familia y regresó de nuevo al País Vasco. Si se había presentado voluntario era porque, como tantos otros guardias civiles andaluces, aceptan pagar ese precio, ese riesgo, con tal de que, al cabo de unos años, los mandos aceleren la vuelta a su lugar de origen. Hace siete años que se licenció en Baeza con una de las notas más altas y, si quieres ser guardia civil y vivir en Málaga, tienes que pasar un tiempo jodido en el País Vasco. Y acostumbrarte a vivir siempre acojonado.

Se trata de aguantar treinta y seis meses, vivir tres años como un apestado, sin decirle a nadie quién eres, para entrar en las listas de quienes tienen ‘derecho preferente’ a elegir. Por haber pringado allí. «La vida de los guardias civiles en el País Vasco y Navarra es miserable. Vendido, desprotegido, en cuarteles muy antiguos e inseguros. Sólo piensas en cumplir los 36 meses del derecho preferente para volver a casa». ¿Cuántos guardias civiles andaluces ansían hoy lo mismo?

En el funeral de Juan Manuel Piñuel, su viuda lloraba ajena al trajín de protocolos y visitas que se va construyendo en torno al ataúd, cubierto con la bandera de España. Quizá porque a esos funerales, al convertirse en asuntos de Estado, se les acaba castrando el dolor propio, la angustia; los familiares contienen la desesperación y la rabia. Y desde fuera, repetimos de forma inconsciente que es el funeral de «la última víctima de ETA», como leyendo estadísticas. Tendría que colocarse en esos funerales una pancarta grande que les escupa su odio y zarandee a la sociedad. Muy pocas palabras: «Juan Manuel. Asesinado por ETA».

«Manolo tenía una relación muy estrecha con su hijo, y el niño lo va a pasar muy mal», dice una vecina llorando. «Esto no puede seguir así, no puede...» En la barriada de El Palo, Juan Manuel Piñuel soñaba con ver crecer a su hijo, fines de semana al sol, allí sentado en cualquier chiringuito, con manteles de papel, platos de boquerones victorianos y aliños de pimientos asados. Una casa pequeña, una parra a la entrada y una silla de plástico para sentarse a la sombra de ese cielo verde y contemplar los gajos de uva. Soñando con ese paraíso, se fue al País Vasco. Para acelerar el regreso. En la barriada del Palo, los árboles se inclinan para hablarle a las olas. Hoy parece que lloran.

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14 mayo 2008

Desafección


Que otra vez dicen catalanes y vascos que ya no pueden esperar más. Y de todas las exigencias que se plantean, de todas las cosas que se dicen, la más irritante es ésta; la queja de que nadie en España los escucha, que nadie los atiende, que nadie los entiende. De todas las pamplinas que se oyen, ésta es la que dibuja en el suelo la raya de lo que ya no se puede soportar. “El riesgo de desafección es grande si los ciudadanos de Cataluña no sienten que el Estado español y la política española atiende, comprende y apuesta por hacer frente a las necesidades de Catalunya”, dice Montilla, el charnego que llegó a president, el president que se olvidó que fue charnego. Y remarca Ibarretxe: “Llevan 28 años olvidándose de los compromisos que tienen con los vascos y las vascas. Hasta el presidente catalán está diciendo que hay cada vez más desafección, más lejanía y más desapego con España".

¿Riesgo de desafección? No, hombre, no, ya está bien de explotar siempre el mismo cuento, el cuento de la desafección. Si no hay más dinero, se acaba el afecto con España. Doscientos siglos haciendo caja con la misma excusa, doscientos años concentrando inversiones con la misma amenaza. No existe ni un solo Estado en el mundo, tampoco los estados federales, que permita un sistema de fueros como el del País Vasco y Navarra. Privilegios medievales que se han utilizado siempre como moneda de cambio ante el ‘riesgo de desafección’. Hasta Franco los respetó durante cuarenta años en pago a Alava y Navarra por su adhesión al bando nacional durante la Guerra Civil. Y, luego, la democracia consagró los privilegios en la Constitución para contentar al nacionalismo. Y ya ven lo conseguido. Desafección. Otra vez.

¿Cómo aceptar que quienes se han beneficiado durante dos siglos de las políticas centralistas del Gobierno se quejen de marginación y olvido? La planificación económica desde la revolución industrial hasta nuestros días se ha realizado, de oca a oca, en el triángulo que se dibuja entre Madrid, Barcelona y Bilbao. Y las autovías, y los hospitales, y los trenes. Nunca la prioridad pasó por Santander, por Málaga, por Vigo, por Teruel. Y ahora que superan en todas las prestaciones y servicios públicos a las demás regiones de España, exigen la balanza fiscal con el argumento inaudito de que la solidaridad no puede tener ningún coste para quien la realiza. Que eso crea desafección, dice Montilla. La cuadratura del círculo, o sea: Solidaridad sin coste para el solidario. Y lo defiende un socialista.

Que borren a los Reyes Católicos de los libros y le pongan cuernos a Don Pelayo, que le pinten la lengua de azul a los que hablen castellano y que destierren a un campo de olivos a los futbolistas que jueguen con la Selección. Que se recreen en su deriva mientras los ciudadanos vascos y catalanes los aguanten; allá ellos, pero que no nos hablen de olvido. Que no le hablen de olvido al olvidado; de marginación, al marginado; de agravios, al agraviado. ¿Desafección? Me la pela.

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13 mayo 2008

Comidas


Le preguntaron qué es lo que menos entiende de nosotros, qué costumbre le irrita más y contestó, sin dudarlo un instante, que lo no alcanzaba a entender es esa costumbre española de las comidas de trabajo. Apareció por estas páginas el otro día, y es de esos tipos que, cuando aparecen ensanchan la grieta enorme que existe entre el mundo oficial y el mundo real. Michael Earle, un desconocido. ¿Por qué iba a ser popular entre nosotros un tipo de cuarenta y pocos años que trabaja en los bajos de un edificio de Fuengirola, al frente de un equipo de 150 personas, arquitectos, ingenieros, diseñadores, que ha proyectado desde un bar de hielo en Benalmádena hasta dos torres de sesenta pisos en Dubai?

Un arquitecto, amante de Le Corbusier, que nació en Torremolinos, que se marchó a Estados Unidos a los once años y que, después de licenciarse y comenzar a trabajar allí, llegó a la conclusión de que su lugar en el mundo está aquí, en este reino de frustraciones en el que cualquier agobio se supera en contacto con el aroma adictivo de la dama de noche, de la brisa fresca junto al mar más antiguo del mundo. «Me siento de allí», pensó un día en Las Vegas y hace tres años se lanzó a la aventura de volver, de empezar de cero y fundar su propia empresa, DiseñoEarle. En Fuengirola, en los bajos de un edificio, con ganas de trabajar y poca predisposición a la hojana. «Me ponen nervioso esas grandes comilonas con la excusa de hablar de negocio y, al final, no sirven para nada».
Además de todo eso, Michael Earle no entiende demasiado bien por qué la prensa no investiga más los excesos de la política, los sueldos altísimos de algunos alcaldes bajísimos. No entiende bien que no se investiguen las corrupciones, que se denuncien y que se exijan responsabilidades. Que sea normal aquí lo que en Estados Unidos es una norma de comportamiento. «Se debería ser más exigente con los políticos. En EEUU a los periodistas les marcó muchos el caso de Nixon y, ahora, todos quieren tener su Watergate».

Una prensa más agresiva, dice. Pero he repasado EL MUNDO de estos días y veo que, al menos en este papel, la cuestión no es que se escondan las noticias. El mismo día que Berta González de Vega trajo a estas páginas a Michael Earle se publicaban dos noticias contrapuestas. La primera, daba cuenta de que la empresa pública de la Consejería de Cultura se va a gastar casi un millón de euros en contratar una agencia de viajes. La segunda, que el gasto por alumno no universitario en Andalucía es el más bajo de España. En sí mismo, ese contraste es un escándalo, claro, pero no aquí. Y se cuenta, pero no ocurre nada.

He pensado en Earle. La suerte que ha tenido es que nació en Andalucía, conoció los atardeceres y el jazmin, y se educó en EEUU. Ahora le queda por aprender que lo que él considera escándalos políticos, aquí forman parte del paisaje. Obscenos y habituales. Como las comilonas que detesta.

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10 mayo 2008

El primo

Hace unos días, pasó inadvertida entre nosotros la peculiar sentencia de un juez en la que se condenaba a un ayuntamiento a readmitir a cuatro peones despedidos porque el alcalde, en cuanto se sentó en el sillón, decidió colocar a los suyos. En la sentencia, el juez le hacía ver al alcalde de Olivares, del PSOE, que eso de llegar a un cargo y despedir en bloque a todos los que habían sido nombrados por el gobierno anterior (del PP) no es propio de los tiempos que corren, sino de «las deplorables prácticas políticas de las ‘cesantías’ del siglo XIX, cuando los funcionarios nombrados por el Gobierno de la mayoría liberal derrotada cesaban en sus puestos para ser sustituidos por otros seleccionados por los conservadores vencedores o viceversa». Y añadía el juez, con valentía: «Por desgracia, a la vista de la frecuencia con que últimamente se examinan asuntos de esta naturaleza en los juzgados, parece que la figura recobra nueva vida y cada vez se ve más extendida en el ámbito local».

Aunque, a menudo, al analizar las miserias municipales la mirada se fija en la hinchada corte de asesores de la que se rodean los alcaldes, es muy probable que los mayores escándalos de corrupción municipal se puedan encontrar en este tipo de oficios de escasa cualificación, peones barrenderos, albañiles, carpinteros o jardineros. Se trata, además, de los mismos que, cuando se acerca un periodo electoral, entran en un estado de excitación, acumulan tanta tensión en cada debate político que se concita en la barra de un bar, que queda muy claro entonces que su principal cometido no es la peonada en el tajo sino la agitación electoral hasta ganar las elecciones. Esta red clientelar, en fin, además de corromper el sentido de la función pública, además de suponer un despilfarro enorme de dinero, impiden el funcionamiento normalizado de la democracia. Y como remarca el juez, lo de Olivares no es un caso aislado, sino que las ‘cesantías’ cada vez se extienden más, por todas partes.

Cuando el anterior ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, se propuso reformar la Función Pública, también se remontó a las prácticas de cesantías del siglo XIX, y rescató informes y estudios de algunos expertos, como Miguel Sánchez Morón o Eduardo García de Enterría, en los que se consideraba, y el ministro admitía, que en España, el enchufe, el favoritismo, el corporativismo y la consideración del empleo público como botín por parte de los partidos son «rasgos patológicos del sistema llamados a perdurar durante décadas, y todo ello ante la indiferencia general».
Estos días, en Sevilla, el debate municipal lleva los apellidos de un primo del alcalde, que lo han colocado para que haga trabajos que dicen que no existen. Lo cual que la polémica ofrece las dos vertientes más antiguas de la mamela, cesantías y nepotismo. Para colmo, el tipo tiene nombre de telenovela, se llama Felix Alfredo. La caspa de los colocados y el toque bananero de la familia. Sevilla, qué cosa, Sevilla, qué nivel. Sevilla, qué culebrón.

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08 mayo 2008

Vanguardia


Es probable que la peor de las burlas que tenga que padecer un pobre sea la burla que se disfraza de elogio. «Tú si que sabes, ni problemas ni preocupaciones», que le dicen desde la barandilla al indigente que vive debajo del puente. Su cruzan las miradas, el indigente esboza una sonrisa con sus dientes podridos y desde arriba el ingenioso, sigue adelante camino de su apartamento de lujo en el centro de la ciudad. Y allí se queda el pobre, quizá reconfortado al pensar en la suerte de confundirse allí abajo con la miseria y con la nada. Feliz en el fango de la ignorancia.
Lo que está ocurriendo en Andalucía tiene mucho que ver con esa falta de respeto. Si se fijan, últimamente, todo el que viene por aquí se ve en la obligación de chulearse del personal. Hace unos días, los periódicos recogían una impresionante retahíla de euforias desatadas. Que si María Teresa Fernández de al Vega, «Andalucía está a la vanguardia de las políticas de progreso de España en lo económico, en lo social y en lo político, es una sociedad dinámica y emprendedora y un polo de progreso y de bienestar que se ha ganado la admiración de todos los españoles»; que si Magdalena Alvarez, «Málaga es la puerta de Andalucía a la globalización, a la innovación y a la investigación; se sitúa a la vanguardia social y económica de Andalucía y de España, y está en condiciones de ocupar un lugar destacado en Europa y el mundo»; que si Chaves, «Andalucía está a la vanguardia de las democracias europeas». ¿De verdad que no les suena a burla?

La ONU estableció para otros menesteres más trascendentales la calificación de los países de acuerdo a un Índice de Desarrollo Humano (IDH) teniendo en cuenta el Producto Interior Bruto por habitante, los índices educativos y la esperanza media de vida. Aunque ya queda claro que no se creó el IDH para medir las diferencias en el mundo desarrollado, podríamos guiarnos por esos tres parámetros para evaluar la situación de Andalucía en su entorno. En desarrollo económico, la renta por habitante en Andalucía fue, según el INE, de 17.251 euros durante 2006, por debajo de la media española y muy por debajo de los países de la zona euro. También es la región con más parados de Europa y con más mileuristas.

En los índices educativos, el último informe PISA colocó a Andalucía a la cola de la cola: Sólo Andalucía está por debajo de la puntuación media española, que es la peor de Europa, en los tres apartados que se analizaron (comprensión lectora, matemáticas y ciencias). Las demás regiones españolas, al menos, superaban la media en alguno de los campos de estudio. ¿Y la mortalidad? Aunque las diferencias en este campo con la media europea no son significativas, el Instituto de Estadística de Andalucía destaca que «Andalucía mantiene una desventaja en longevidad con respecto al resto de España». Más contundente es el informe que acaba de presentar la Asociación de Defensa de la Sanidad Pública de Andalucía: Los andaluces viven menos y peor que la media andaluza.

¿Andalucía a la vanguardia? No vivimos debajo del puente con los dientes podridos, pero todos esos de la vanguardia nos miran igual.

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07 mayo 2008

Alejandro


La primera vez que Alejandro Rojas Marcos se echó el partido a la espalda para evitar la desintegración sólo habían pasado unos pocos meses de su fundación y tan sólo unas horas de las primeras elecciones democráticas, las generales de 1977. «El 16 de junio de 1977, veinticuatro horas después de las elecciones, la frágil estructura del PSA se tambaleaba amenazante», se cita en el libro ‘La Sevilla de Rojas Marcos’ que escribió Juan Teba. Lo que hizo entonces Rojas Marcos fue convocar a todos los andalucistas para levantarles el ánimo hundido al ver que en aquellas primeras elecciones obtuvieron poco menos de cien mil votos, diez veces menos que centristas y socialistas, ambos por encima del millón de votos en Andalucía.

Pero el desánimo no se producía sólo por el revolcón electoral sino porque, tras las elecciones, los socialistas los miraban con desdén y les recordaban las ofertas que habían rechazado para disolver el partido e integrarse en sus filas. El PSOE, en efecto, les había ofrecido «puestos de garantía» en la estructura y en las instituciones pero no hubo acuerdo porque Rojas Marcos exigía, en cambio, la integración del PSA en la estructura federal del PSOE con plena soberanía. No hubo acuerdo y, tras las elecciones, el PSOE entendió que para acabar con el andalucismo no era necesario negociar nada, que bastaba con insinuar a sus dirigentes la puerta abierta de un cargo público y machacarlo públicamente por cada error cometido. «Rojas Marcos, entonces, se marcó una doble tarea, lanzarse a los pueblos y las capitales para infundir ánimos en medio de desaliento general para infundir ánimos en medio del desaliento general y abortar a cualquier precio el primer intento de fuga hacia el PSOE. Lo primero lo consiguió y lo segundo se produjo», se cita en su libro biográfico.

Han pasado los años y, con las hojas del calendario, el Partido Andalucista se ha tambaleado y ha resistido, ha caminado entre brasas y pétalos, ha vacilado con aciertos y errores, triunfos y derrotas, y se ha consumido entre la dignidad y la podredumbre. Otra vez, como entonces, tienen cien mil votos, veinte veces menos que socialistas y populares. «Ante esta situación crítica, quisiera hacer algo, debo hacer algo». Igual que en 1977, vuelve Rojas Marcos a echarse el partido a la espalda. «No me mueve el poder, me interesa la autoridad moral porque mi aspiración no es estar sino ser. Sólo me queda el honor de haber puesto la primera piedra en la primavera de 1965». Vuelve, sí, pero estas palabras no las pronunció ayer sino hace cuatro años, cuando los andalucistas caminaban hacia este abismo, este pozo hondo del que quizá no salgan ya en mucho tiempo.

Vuelve Rojas Marcos y, cuando invoque otra vez los mismos ideales, las mismas promesas, le quedará la autoridad moral, su infatigable espíritu de lucha y el derecho a no creerse a Neruda cuando, otra vez, quiera blanquear los mismos árboles de antes para atravesar la noche sin reparar que, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Vuelve, sí. «Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos».

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06 mayo 2008

Charlatán


Una de las formulaciones retóricas más elementales y trilladas es ésa tan utilizada en el refranero que, para definir un oficio o una condición, nos remite siempre, con alguna contradicción interna, a los dos tipos de personas que existen. No sé, como aquella genial de que "hay tres clases de hombres, los que saben contar y los que no". Pues utilizando ese mismo esquema, abundan las frases que definen a los políticos siempre entre los que saben mentir y los que no dicen la verdad, un poner. Sobre la mentira se ha construido a lo largo de la historia la reputación de los políticos. La segunda profesión más antigua del mundo, como decía Reagan. Tramposos, cínicos, embaucadores, mentirosos y traidores. George Bernard Shaw acuñó una frase más redonda, «la política es el paraíso de los charlatanes».

Mentiras en el discurso ordinario y en las grandes citas; mentiras de ocasión y mentiras persistentes. Las mentiras en política nunca son piadosas. Se tiene memoria de la política como el arte del engaño y será porque España, y Andalucía, es una cuna de tres mil años que hoy podemos contemplar a nuestra clase política con el orgullo de que la mentira es una gimnasia mental. Como un ejercicio preparatorio para la profesión, digamos. En la política española, por ejemplo, el cinismo no es sino un mecanismo refinado de la mentira. A diferencia de otros lugares, el mentiroso aquí no tiene por qué sentirse avergonzado, reconocer los hechos y adelantar su dimisión. Aquí, con un gesto serio de contrariedad, el mentiroso será quien exija disculpas a los demás.

Mentiras diferidas, multiplicadas, arrastradas por el viento como las motas invisibles del polvo. Sólo hay que repasar cualquier día las hojas de un periódico para comprobarlo. Ahora, la ex ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, le ha pedido a su compañero Martin Soler, baranda del PSOE almeriense y consejero de Chaves, que le aclare «si mentía antes o ahora» al hablar de la polémica del agua. Lo que no se entiende es porqué no le pide lo mismo al jefe de Martín Soler, porque también Chaves ha mantenido sobre los trasvases una posición y la contraria. Ni uno ni otro van a aclarar nunca nada porque la mentira no es pecado sino mérito, astucia de charlatán. ¿Cuándo miente, antes o ahora? Pero Narbona sabe que se miente siempre, por eso su pregunta se queda en el aire y ni siquiera le responden.

«Las sociedades actuales parecen extrañamente inermes frente a este fenómeno, cuya gravedad es excepcional. El uso sistemático, organizado y frío de la mentira es el factor capital de corrupción de las sociedades actuales», dejó dicho Julián Marías. Mentir y dejarse mentir. Maquiavelo ya aconsejaba a los príncipes el engaño: «Los hombres son tan crédulos y tan sumisos a las necesidades del momento, que el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar». Con ese panorama, también podemos volver al principio: «Hay dos clases de ciudadanos...»

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05 mayo 2008

Leopoldo


Hay tipos a los que solo les llega el calor de la gente cuando están muertos y ante su cadáver se derraman las lágrimas de quienes descubren ese día un afecto inesperado. Como Leopoldo Calvo Sotelo, un político inusual de la Transición española, por eficaz, por riguroso y porque lo único que le estaba negado era la sonrisa. Calvo Sotelo tuvo tan poco carisma político, era tan opuesto al líder que levanta pasiones, que es de esos nombres que hasta se olvidan al repasar la historia. Y porque él mismo conocía sus limitaciones, feo, calvo y con gafas de culo de botella, desarrolló un fino sentido del humor, un discurso político inteligente e ingenioso, y un manejo sublime de las anécdotas en cada historia que contaba.

Hablaba, es verdad, hilvanando anécdotas, unas tras otra, y las utilizaba como fotografías que describían mucho mejor que las palabras las situaciones extremas que le tocó vivir. Sólo un tipo como él, por ejemplo, se detiene, al recordar el intento de golpe de Estado del 23 de febrero, en la estampa de una de las butacas del Congreso, rasgada por la bayoneta de un guardia civil. Pararse en esa imagen, el relleno antiguo de aquel cojín desparramándose a través del raso roto, y convertirla en metáfora de la España de entonces es fruto de ese mecanismo de autodefensa, su forma de compensar una aversión alérgica a la popularidad. Y, a partir de ahí, el sentido del humor con la certeza de convertir cada frase en lapidario para la historia. “Avísame del próximo Golpe de Estado con tres o cuatro días”, que no hay frase que plasme mejor el desastre de la inteligencia española más chapucera.

O la desmitificación de lo secretos de Estado, esa argucia tan utilizada desde el Poder para negar la transparencia en una democracia o para ocultar abusos. El delirante episodio de la caja fuerte que se encontró en La Moncloa, vacía de todo, sólo podría relatarla un presidente tan ajeno a la pompa y a la impostura como Calvo Sotelo. “No hay secretos de Estado”, decía. Sólo falta pensar en esta forma de actuar, en esa sencillez de gobernante, y contraponerla con el boato ridículo del que se rodean tantos en política.

Nombró a Soledad Becerril ministra de Cultura, la primera ministra de la democracia; aprobó la Ley del Divorcio aún a costa de que se rompiera definitivamente su partido; inició la entrada de España en la Comunidad Europea y en la OTAN; aprobó el modelo autonómico actual y firmó el Estatuto de Andalucía; y solicitó en París la organización en Sevilla de la Exposición Universal de 1992. Y todo eso, después de un golpe de Estado y con la oposición implacable del PSOE. Con ese bagaje político, en dos años, Calvo Sotelo tendría que estar considerado como uno de los presidentes más eficaces de la democracia española. Pero nunca levantó pasiones y muy pocos se hubieran molestado en votarle. Porque hay tipos como él, con la mala suerte de que sólo se saben populares cuando su ataúd desfila a hombros camino del cementerio.

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02 mayo 2008

Espontaneidad


En la nebulosa del final de una gripe, las últimas páginas de la novela de Pérez Reverte sobre el Dos de Mayo aparecen envueltas en la amarga sensación del sufrimiento baldío y de las traiciones. Porque, aunque ahora se represente lo contrario, ni siquiera ese día España supo unirse y adivinar por dónde pasaba su futuro. Cada cual iba a lo suyo. Que fue aquello un alzamiento popular, un estallido de ira que no estaba abanderado por ningún líder político ni alentado por ninguna causa determinada. Por eso el profesor Domínguez Ortiz destacaba que aquellos días “la sociedad española actuó con una espontaneidad que nos suministra una valiosísima radiografía” de cómo somos.

Espontaneidad, sí, porque no sólo fue el patriotismo lo que incendió a los españoles contra los franceses. Aunque más tarde, en la Guerra de la Independencia, el sentimiento fuese otro, y generalizado, éste sí patriótico, es interesante detenerse en el primer instante, en esa radiografía de la que hablaba Domínguez Ortiz. “En esta explosión de odio no se puede ver más que una malquerencia contra las autoridades disfrazada de patriotismo”, decía, y citaba el caso relevante del asesinato de un ex ministro, acorralado y linchado en un pueblo de La Mancha por haber impuesto una tasa de cuatro maravedíes a la cuartilla de vino.

Al trasluz de los años, es probable que nos podamos seguir identificando en esa radiografía en la que cada cual actúa por su cuenta. Por la vileza, la mediocridad y la indecencia de Fernando VII, lo que ocurrió es que los españoles ganaron la Guerra de la Independencia al ejército más poderoso del mundo y perdieron el tren de la historia moderna. Volvió el absolutismo, se enterró la posibilidad de progreso con la Constitución de Cádiz de 1812, se emanciparon las colonias americanas, y España se despeñó por la ruina de su propia desdicha. En los libros de Historia el indeseable pasó a la posteridad como Fernando VII El deseado.

Dos de Mayo. Aquel día, al recibir noticias de los sucesos de Madrid, el Ayuntamiento de Jaén acordó “no hacer movimiento alguno que pueda alterar el sosiego y subordinación en que se haya este pueblo”. Espontaneidad y subordinación, Domínguez Ortiz trazó los dos raíles por los que transcurrió de aquella jornada. Han pasado doscientos años. ¿Cuántas batallas seguimos librando contra nosotros mismos? España sigue preguntándose quién es y se maneja con espontaneidad para salir del paso. Esa forma de hacer se ha quedado grabada en la memoria y en los genes, sin acabar de aprender que en los asuntos del gobierno la espontaneidad es un río revuelto en el que nada conviene a un pueblo, que sólo sacan beneficio los especuladores, los oportunistas. La pasión como arrebato y como ceguera. Nos queda el poso antropológico que resulta de una historia común y el rasgo de esa cultura de la espontaneidad. La radiografía de aquel día se convirtió en un espejo. Es nuestra esencia; a veces bien, a veces mal.

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01 mayo 2008

Ninot


El PSOE ha decidido indultar a Rafael Centeno de su condena al ostracismo por aquella farsa del diputado xenófobo. Lo cual, que a Centeno podemos verlo estos días como el ninot indultat de las fallas de Valencia, el muñecote que se libra de las llamas. Todo aquello se montó, se construyó una infamia de cartón piedra, se calentaron los ánimos y se desbordaron los odios. Todo aquello se inflamó de ira y al final explotó. Ahora reaparece Rafael Centeno como el nitot indultat y lo que nadie debería olvidar es que aquella fue la historia de una infamia.

Aquello, vamos a ver, es el capítulo de corrupción moral más flagrante que ha dado la democracia andaluza. Antes incluso que la presunción de inocencia, lo que se espera de un Estado de Derecho es que la conciencia democrática de los ciudadanos y, sobre todo, de sus representantes haga imposible la pesadilla kafkiana de un proceso implacable contra una persona por un delito que ni siquiera conoce. Y con Matías Conde, el diputado del Partido Popular al que se quiso linchar, ocurrió justamente eso, que una mañana se despertó y vio su nombre escrito en algunos periódicos con la acusación de ser un diputado xenófobo. A partir de esa denuncia anónima, un torbellino de miradas, desprecios y acusaciones.

Incendiaban su entorno, idearon un cerco de fuego esperando que el inocente se clavara el aguijón como un idiota. Que nadie puede soportar que se le claven todas las miradas en la espalda y que lo envuelvan los murmullos y las risas cuando camina. Y a punto estuvieron de lograrlo, que yo pude ver a Matías Conde aquellos días seguro de que nada había dicho y dispuesto a confesar lo contrario para acabar con la pesadilla. “Los moros que se vayan a Marruecos, que es donde tienen que estar”. Lo acusaban de haberlo dicho. No lo dijo nunca, pero todo el PSOE, con toda su maquinaria a pleno gas, lo señalaba con el dedo. No lo dijo nunca, pero estaba dispuesto a confesar el exabrupto. “Expulsión inmediata por higiene democrática”, clamaba el PSOE. ¿Se imaginan estar durante dos semanas en la diana? ¿Se imaginan la presión? ¿Y qué nombre tienen estos métodos?

El resultado inesperado fue que, al final, quien explotó no fue Matías Conde sino un diputado socialista, Rafael Centeno. Entre lágrimas, confesó ser el autor de aquella frase, “una maldita broma que no pienso ni siento”. Con la mayor naturalidad, el portavoz socialista de entonces, José Caballos, esbozó una sonrisa y reconoció la trampa. “Penalti y expulsión”, dijo, y condenaron a Centeno al ostracismo del que ahora ha sido indultado. Era una broma, es verdad, y es probable que Centeno, como dicen sus amigos, sólo sea una víctima más. El ninot indultat. Y está muy bien, pero queda el fondo, la infamia. Los cerebros de esa trama que tuvo a José Caballos de muñidor, a Manuel Chaves como consentidor y a muchos otros, decenas de indeseables y pelotas, de aventadores entusiasmados de la hoguera. Jamás han pedido perdón.

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