El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

20 julio 2007

Narcisos


Somos felices, qué le vamos a hacer. Acaban de publicar otra de esas encuestas sobre el estado de ánimo de los europeos, y los españoles, como suele suceder, despliegan su optimismo sin rivales. Los más optimistas con el presente, los más optimistas con las perspectivas económicas, los que más confían en la Unión Europea, los que están más agradecidos con las ventajas de la incorporación y los que intuyen mejores expectativas para el futuro. Es más, la gente está tan contenta que el último Eurobarómetro señala que aunque la mayoría de los españoles, casi un setenta por ciento, ya sostiene que está bastante satisfecho con su vida, todavía piensan (en un 43 por ciento) que el año que viene les irá todavía mucho mejor.

Algo, de todas formas, está ocurriendo porque los españoles más optimistas están en el norte y en el centro, mientras que los más pesimistas están en el sur. Ortega, en su abrupta ‘Teoría de Andalucía’, afirmó que nadie podía llegar a entender el alma andaluza sin reparar en la vejez de esta tierra, “el pueblo más viejo del Mediterráneo, más viejo que griegos y romanos”. Y añadía: “Lo admirable, lo misterioso, lo profundo de Andalucía está más allá de esa farsa multicolor que sus habitantes ponen ante los ojos de los turistas. Porque es de advertir que el andaluz, a diferencia del castellano y del vasco, se complace en darse como espectáculo a los extraños (…) Esta propensión de los andaluces a representarse y ser mimos de sí mismos revela un sorprendente narcisismo colectivo”.

A parte de otras desmesuras, lo que, desde luego, le falló a Ortega en aquella Teoría fue el pronóstico porque, queriendo ver todo lo bueno de España de Despeñaperros para arriba, pronosticó que “no hay probabilidad de que nos vuelva a conmover el cante hondo, ni el contrabandista, ni la presunta alegría del andaluz. Toda esta quincalla meridional nos enoja y fastidia”. ¿Qué diría Ortega, al ver esta España en la que los andaluces son los menos optimistas? ¿Volvería a culpar de todo a la cultura andaluza, a su influencia e identificación con toda España a lo largo de la historia?

Somos felices, en todo caso, y lo más llamativo es que, objetivamente, ni siquiera nos hacen falta muchos motivos. Por ejemplo, los datos que está ofreciendo el Banco de España. Es la primera vez que la morosidad de las familias en España es superior a la morosidad de toda la industria productiva del país. Y lo peor es que es la subida de las hipotecas, que es una parte esencial de ese endeudamiento familiar, la que está llevando a ese incremento imparable de la morosidad, casi un cincuenta por ciento más en los últimos doce meses.

Decía Ortega que “La vida es primeramente un conjunto de problemas esenciales a que el hombre responde con un conjunto de soluciones: la cultura”. Ahora sólo falta ponerle apellidos a nuestra cultura. ¿Narcisismo podría valer? ¿O es mejor el optimismo antropológico del que hablaba Zapatero?

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12 julio 2007

Pulitzer


El periodismo, en contra de lo que piensan algunos, no es un oficio de riesgo. Hablamos del periodismo crítico, comprometido, que en el otro, en el periodismo servil, no hay debate siquiera. O por lo menos los problemas son de otra naturaleza, controversias propias del pesebre, no mas. Pero los periodistas de raza, por mucho que puedan parecer gente bragada, tipos duros, al final no asumen más riesgos que un catedrático comprometido, o un médico, o un empresario. Cualquier oficio, cualquier ciudadano con una actitud crítica ante la vida asume el mismo riesgo que un periodista.

Es verdad, en todo caso, que en Andalucía existe una distorsión importante por la asfixia socialista. Por eso, alguna vez, te sorprenden algunos con un apretón de manos. «Que valiente eres», dicen. Recuerdo haber hablado de todo esto con Félix Bayón, y ambos concluimos que la distorsión andaluza provenía del sectarismo del PSOE, del poder de la Junta de Andalucía. El personal teme por su trabajo, por su negocio. Le teme al aislamiento. De ahí la presunción de valentía en gente que, como le ocurrió a Bayón, no le importa que lo dejen sin trabajo. Claro que sólo hay que imaginarse a Félix, aún en estos días, carcajeándose de la miseria de este personal que no le ha perdonado su independencia ni después de muerto. Pero eso, ya digo, no es valentía. Es integridad, decencia. Principios.

Cada vez que se destapan los secretos del sumario del ‘caso Malaya’, yo me acuerdo de Bayón –hoy, por cierto, se presenta en Sevilla un libro que recoge sus mejores artículos– y de lo que disfrutaría con informaciones como éstas de Aifos; el goce de recrearse en esa imagen de funcionarios, políticos y notarios retozando en lujosas habitaciones de hotel de Marbella, o en pelotas dándose un masaje. A cambio del favor de mirar para otra parte, de adelantar un papel, o de extraviarlo.

No haber participado de aquellas juergas, de aquel pastel, como hizo Bayón, no le otorgaba ningún valor especial. Incluso cuando, como ocurría, en vez de masajes enviaban querellas. Un ejemplo de hace sólo un año. Cuando se conoció la ‘operación Malaya’, me dio por glosar en un artículo la importancia enigmática del hotel Guadalpín. «Todos los secretos de Marbella, esos miles de folios en los que acabará el sumario, se explican con ese nombre, Guadalpín». El mismo día se recibió la respuesta enojada de Aifos. Invocando «los principios de la norma periodística», lamentaban que «se haya dejado arrastrar por una moda, esperemos que pasajera, que trata de vincular el éxito empresarial con situaciones de excepcionalidad».

Anunciaban querella, pero no llegó. Ha pasado un año y pico, ya ven. Bayón no está y los de Aifos están donde les correspondía. Quizá porque, como gustaba decir a Joe Pulitzer, «aquí no toleramos los errores y cuando los descubrimos, no descansamos hasta corregirlos». Bien está que se lo dediquemos a estos de Aifos, de parte de los tipos como Félix, que jamás soportó los masajes que se dan con el aceite de la corrupción.

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11 julio 2007

Desorden


Que dice la Pantoja que no sabía que en su cuenta corriente le habían ingresado un millón y pico de euros. Se lo ha dicho al juez del ‘caso Malaya’. Lo admirable de este tipo de declaraciones debe ser el tono sereno con el que este personal de Marbella se presenta en el juzgado y dice estas cosas. Lo más normal del mundo, o sea. A ver a quién no le ha ocurrido alguna vez que le ingresen en su cuenta un millón de euros y se le pase por alto en el recibo del cajero.

En esto, la Pantoja ha recordado el juicio reciente contra un director de conservatorio, acusado de malversación, que reconoció en el juicio que su gestión «no fue pulcra» porque en aquellas fechas tenía «un desorden de bolsillo». Luego confesó que tuvo problemas personales, que tomaba medicación, que estaba derrumbado y no era consciente de lo que hacía. Bueno, en fin, que siempre sucede lo mismo, porque la ofuscación no le impidió dar órdenes precisas al banco para que no remitiera al conservatorio la documentación sobre las operaciones que efectuaba.

Lo interesante es el eufemismo, el ‘desorden de bolsillo’, porque es una excusa perfecta para esa jet set marbellí de las fiestas del gilismo, atiborrada de comisiones y silicona. Un millón de euros de más en la cuenta es un trastorno cotidiano, una alteración de la naturaleza. Como normal debemos entender que Isabel Pantoja tuviera en su casa trescientos mil euros para los gastos del día a día: el pan, la leche, el jamón de york y cosas así. También esto último es desorden de bolsillo. Comprenderán que uno no acuda al banco a sacar dinero cuando tiene en su casa cincuenta millones de pelas para ir tirando. Y si no va al banco, ¿cómo iba a percatarse, entonces, de que algún desconocido le había ingresado un millón de euros en su cuenta corriente? Pobre.

Estas cosas, de todas formas, deben ser de familia. Costumbres hogareñas, porque también Maite Zadívar, si recuerdan, le contó al juez que en su casa le pidieron a la limpiadora que se andara con cuidado a la hora de limpiar los dormitorios, porque guardaban debajo de las camas bolsas de basura con dinero para los gastos ordinarios. Cuando su marido se fue en la carriola rociera con Isabel Pantoja, por esos caminos de polvo y cante de Doñana, Maite Zaldívar recogió aquel dinero repartido por armarios, cajones y dormitorios y se largó a una nueva vida. ¿Y saben cuánto logró reunir? Pues trescientos mil euros, la misma cantidad que Isabel Pantoja. Lo cual, que debe ser cosa de Julián Muñoz, una costumbre paternal con sus mujeres. «Toma, niña, te dejo aquí cincuenta kilos para que no te veas desaviada. Ya me avisas si necesitas para otra cosa, que esto es para ir tirando».

Desorden del bolsillo. Es tan normal que ocurra que ni siquiera en la Junta de Andalucía se percataron de nada raro cuando Isabel Pantoja acudía al Palacio de San Telmo a llorarle a Chaves.

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10 julio 2007

Miguel Angel


¿Dónde estabas aquel día? Existe España porque nos conmueven tragedias comunes y hoy, cuando pongas la radio, cuando abras el periódico, las palabras se irán desvaneciendo y las letras comenzarán a difuminarse porque volverás a verte, otra vez, en el instante previo al sobresalto. Tumbado en la hamaca de la playa; en el coche, cuando volvías a casa después de trabajar; en el salón, con la plancha en la mano y la tele puesta. Lo has oído y no lo puedes creer. «ETA acaba de secuestrar a un concejal del PP del País Vasco. Lo van a asesinar si en 48 horas el Gobierno no acerca a los presos etarras».

¿Dónde estabas aquel día? El destino graba muescas en la memoria de los pueblos que son como arrugas en la frente. Las emociones van tasando los años. Cuando la conmoción ahoga a un pueblo entero, la fecha queda marcada en la retina de la historia. Miguel Angel Blanco es una referencia de ese tiempo que compartimos. «Hola Miguel Ángel, estés donde estés, estamos contigo. Te esperamos. Entre todos vamos a conseguir que vuelvas pronto a casa». Llamaban a las emisoras, pintaban las paredes de rosas y corazones con su nombre, salían a la calle en silencio. Volverá. Sí, lo vamos a lograr.

¿Dónde estabas aquel día? Tú que nunca has participado en manifestaciones; tú, que sólo has ido a las protestas de los tuyos, de tu fábrica; tú, que aquel día cogiste a tu marido de la mano y te lanzaste a la calle. Temiendo el final, contando las horas. «Sobre las cuatro y media de la tarde de hoy, dos cazadores han encontrado en un camino rural a Miguel Angel Blanco, atado de pies y manos. Las primeras noticias indican que el joven concejal del PP está gravemente herido, pero aún con vida, por lo que ha sido trasladado al hospital de Aranzazu». Y contuviste la respiración. Y dejates de hablar con tu compañero. Y colgaste el teléfono. Hasta que se desvaneció la esperanza. Ha muerto. Dos tiros en la cabeza. Y anocheció en la playa, con el mar incendiado por una ráfaga de sol.

¿Dónde estabas aquel día? Tú que siempre has pensado que nada podía unirte a la derecha; tú, que oyes hablar del País Vasco y pides un muro de dos metros porque estás harto de escucharlos; tu que estás cansado de la política y de los políticos, que piensas que todos son iguales y que, aquel día, saliste a la calle con las manos blancas. «Basta ya». Por una vez, todos. Por una vez, el coraje de millones acorraló a la chulería. Sí, «Basta ya». Orgullo y rabia. Y en los ojos tristes e inocentes de Miguel Angel Blanco, en la dureza de aquella foto de carné, cabían todos los españoles.

¿Dónde estabas aquel día? Lo recuerdas bien. Diez de julio de 1997. Cada hora, cada secuencia, cada emoción. La sorpresa, la esperanza, la angustia, la tristeza, la desesperación. Lo sabes. Por eso, diez años después, sólo te preguntas a dónde se fue la rabia. ¿Cuándo se tronchó la unión? Y temes que aquel día, en aquellas 48 horas, se consumiera la última oportunidad de España.

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09 julio 2007

Clonados


Una tribu de ingratos ha recibido con ascos el ascenso ministerial de Bernat Soria sin reparar siquiera en la grandeza de su imprescindible aportación al mundo de la ciencia política: la clonación de intelectuales al servicio del Gobierno. Científicos, músicos, jueces o artistas. El perfil siempre es el mismo, gente de prestigio que, en un momento de su carrera profesional, deciden vender su imagen para la política. Sin empacho ni pudor. Cualquier cosa, qué hay que decir.

Ahí está Daniel Barenboim, otro del centro andaluz de clonación, que ayer mismo proclamó desde lo alto de la Alhambra que «pocos gobiernos en cualquier país del mundo tienen tanta preocupación por la cultura como el andaluz, no sólo en lo que dicen y en el dinero que invierten sino también por su visión de futuro y la apuesta por el diálogo». Cuando Barenboim habla de las inversiones del Gobierno andaluz en cultura, debe entenderse que se refiere a la financiación de su exclusivo Diván de utopías musicales, varios millones de euros que ya quisieran los conservatorios andaluces que sólo aspiran a la decencia de contar con medios e instalaciones dignas.

Centro de clonación, sí. Veamos, por ejemplo, la trayectoria política de Barenboim y de Soria. Balance político. La Junta de Andalucía fichó al científico valenciano en 2002. Venía del Instituto de Bioingeniería de la Universidad de Elche (de Elche, o sea) y su encargo entonces fue «llevar al límite» legal la investigación con células embrionarias para poner en evidencia al Gobierno de Aznar.

En 2004, dos años después sin nada que llevarse a la boca más que el follón político, ya recibió el premio de ser Medalla de Andalucía. En 2005, presentó con gran despliegue la futura creación del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa. «Damos otro gran salto sin precedentes en España», dijo Chaves. En 2006, Zapatero inauguró el centro. Otra ración de incienso: «Nada puede ser más moral que preservar la salud, curar la enfermedad y evitar el sufrimiento y el dolor». Ahora Zapatero se lo lleva de ministro. Se acabó el salto sin precedentes de Bernat Soria a la ciencia mundial desde Andalucía. Cinco años para poner en marcha un laboratorio y, cuando lo abre, se marcha. Ahora toca otra cosa: «Seré amigo del médico y padre contra la droga».

A Baremboim, amigo personal de Felipe González, lo acogió Chaves en su regazo presupuestario cuando rompió con la Comunidad de Madrid. Desde entonces, tiene asegurado cinco o seis millones de euros al año, aunque la aportación de la Junta a sus proyectos parece ser un secreto. «Yo no me ocupo de la política, sólo espero que los políticos se ocupen de mí», dijo ayer Barenboim en Granada. Supongo que éste debe ser el lema del centro andaluz de clonación. ¿Está claro, no? «Traten otros del gobierno/ del mundo y sus monarquías,/ mientras gobiernan mis días/ mantequillas y pan tierno». ‘Ande yo caliente’, los versos legendarios de un poeta andaluz para rotular el centro de clonación de estas lumbreras.

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05 julio 2007

Libertad Lamarque


Zapatero nos cayó encima como aquel día que Libertad Lamarque apuró el último trago de mate y se tiró por la ventana del cuarto piso de su hotel. Sólo el silencio la acompañó en su caída. La habitación se quedó vacía como su corazón y los visillos de la ventana ondeaban con la brisa que entraba de la calle, un viento envuelto en el grito seco de aquella mujer al estrellarse. Libertad Lamarque, un mito de la Argentina, cantante de tangos y actriz. Cuando se tiró por la ventana, rebotó en el toldo del hotel y cayó sobre un hombre que caminaba por la acera. Se los llevaron al hospital y, cuando se les soldaron los huesos rotos, Libertad Lamarque se casó con él.

Zapatero surgió en la vida de España como aquel caballero de la acera. Estaba allí, en el momento preciso. Ni un paso adelante, ni un paso atrás. Allí. Y sin que nadie lo previera, se convirtió en líder del PSOE y en presidente de España. Si creemos en el destino, en una fuerza que guía nuestros pasos, también la vida de los pueblos debe estar determinada por ese empuje supremo.

Ocurre, además, que cuando el destino señala a alguien, lo cubre de un aura de interés y confianza. Es el elegido. No necesita más. Zapatero ha estado cubierto del aura de la buena suerte desde que saltó a la vida pública. La ‘baraka’ que le adjudicaba Felipe González, perro viejo que ha tenido que beberse la soberbia de que Zapatero no lo haya llamado jamás para consultarle. Y, ahora, él, que sí fue líder y ganaba elecciones sin baraka, marca distancias sin citar. “La vida me ha enseñado que no puede ir uno de bobo o de naíf; por eso yo me defino como optimista escarmentado, que es el que sabe que la realidad no es la que a uno le gusta que sea, sino la realidad”.

Cuentan en el PSOE que, tras el final de la tregua y el terrible atentado del Líbano, se fueron a ver a Zapatero a La Moncloa. Iban preocupados, abatidos por los acontecimientos. Y se quedaron perplejos al ver a Zapatero exultante, convencido de que ganará las próximas elecciones por mayoría absoluta. Días más tarde, en el debate del Congreso, levitó sobre el atril. “Somos el país del empleo”, “somos un país a seguir en bienestar social”, “y en la ONU, somos un país valedor de la paz y de la legalidad”. Y ganó el debate.

En fin, que muchas veces todo esto es como mirarse al espejo y no saber quién está delante. Ironías del destino. Fíjense que, unos años antes de tirarse por el balcón, Libertad Lamarque rodó una película que nunca se estrenó en la que interpretaba un tango mítico, ‘Caminito’. “Caminito cubierto de cardos,/ la mano del tiempo tu huella borró... / Yo a tu lado quisiera caer/ y que el tiempo nos mate a los dos”.

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Siesta


Ahora que sabemos que Winston Churchill era un incondicional de la siesta y que, gracias a las cabezadas, pudo vencer a Hitler. Ahora que no hay dudas de que Leonardo da Vinci estableció que existe una relación directa entre la siesta y la lucidez. Ahora que en Inglaterra la siesta se ha puesto de moda, que en el Levante español las grandes fábricas de calzado se diseñan con salones enormes, en penumbra, para que los trabajadores echen un sueñecito después de comer.

Ahora que Bill Clinton confiesa que, a esa hora, le gusta más una siesta que un buen recital de saxo. Ahora que conocemos que Albert Einstein descubrió antes los misterios de la siesta que los de la relatividad. Ahora que la NASA ha elaborado un informe sobre los efectos positivos de la siesta, que si disminuye el riesgo de infarto, que si aumenta la productividad, que si combate la depresión. Ahora que resulta que los médicos aseguran que la siesta ayuda hasta a adelgazar, ahora, en este mismo instante, que no venga la Junta de Andalucía a estropearlo.

Ahora que el Parlamento de Westminster ha debatido la protesta de un diputado a favor de que la estafeta de correos cierre una hora todos los días después de comer; ahora que hasta las universidades parisinas, la Sorbona, defiende científicamente los beneficios de la siesta en el mundo laboral, que 20 minutos de reposo reduce el riesgo de accidentes y aumenta un 34% el rendimiento del trabajador. Ahora que en el Reino Unido se ha elaborado hasta un manual para dormir la siestas: «Encontrar un lugar tranquilo y sin ruido, tumbarse lo más plano posible, desconectar el móvil y el ordenador, apagar la luz, correr las cortinas y abrir la ventana si hace calor». Ahora, en fin, que el mundo ha descubierto la obviedad, que no venga la Junta de Andalucía a estropearlo.

Que la siesta, la hora sexta, la tenemos de herencia de la cultura romana, como el Derecho Romano, como otros grandes logros de la civilización. Y en estos tiempos, además, la siesta ya se duerme lo mismo en Madrid que en Córdoba, en Japón que en Estados Unidos, pero en el abanico de tópicos de España parece que la siesta forma parte de la identidad de los andaluces, la vagancia andaluza. Porque está en las entrañas de la sociedad española que el andaluz duerme la siesta, que el catalán ahorra, que el vasco o el navarro son trabajadores concienzudos y que el madrileño es de Madrid. O sea.

Por eso, ahora que la siesta se ha asociado a la inteligencia, a la productividad y a la eficacia, que no venga la Junta de Andalucía a estropearlo, como ahora en China, ofreciendo esta tierra como una Jauja de manjares y modorra. Que éstos son capaces de modificar el Estatuto para incorporar la siesta como hecho diferencial y declararla, además, competencia exclusiva. Sin saber que en China, la siesta se llama ‘xiu-xi’, y es un derecho protegido por la Constitución. Cosas de pueblos milenarios.

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04 julio 2007

Extravíos


Somos nuestros problemas. Un problema es nuestro espejo más fiel, un retrato preciso de la realidad desnuda, sin maquillajes ni sedas. Un problema a secas, sin posibilidades de revestirlo. Los problemas, como el negativo de una foto. Dime de qué careces, y te diré quién eres.
Lo podemos ver en cada uno de nosotros, pero también en la sociedad. Y en la política. Nosotros, por ejemplo, que somos clase media, vivimos con la pretensión de ser originales hasta que, de repente, asistimos desolados a esta realidad de iguales. Y nos aterra comprobar que los problemas que creemos exclusivos se han masificado. Somos iguales porque nos retratan las necesidades. La hipoteca, el vecino de arriba, el desamor, el carro del supermercado.

Éste es un buen baremo también para la política. Antes que atender a la retahíla de logros que expresan los dirigentes políticos, atendamos a las carencias. Atendamos a los problemas porque en la naturaleza de los problemas está la realidad de las cosas. Hace unos días, por ejemplo, se conoció en Sevilla una resolución del Consejo General del Poder Judicial en la que se advertía a la Junta de Andalucía que no podían seguir produciéndose «extravíos periódicos de sumarios judiciales, como viene ocurriendo en los últimos años».

¿Cómo? ¿Que se pierden los sumarios? La confianza del ciudadano en una democracia civilizada reside en que da por sentado algunos logros básicos; que los juzgados custodian con rigor los sumarios judiciales, que los hospitales curan a los enfermos, que las escuelas educan a los alumnos... No es posible pensar en una Justicia en la que se pierdan las pruebas y se extravíen los sumarios.

No es posible porque, si la Justicia irradia inseguridad, todo se tambalea. Y lo de menos será ya que, como acaba de ocurrir en Málaga, varios abogados hayan recibido unas copias en dvd que, en vez de contener la grabación del juicio, como esperaban, contenían películas porno. «Me quedé perpleja –dice una abogada–. Puse el dvd en el despacho y en vez de salir el juicio verbal para el que me habían dado la venia, aparecieron dos personas efectuando una felación». En vez de la vista oral, sexo oral. Que no es lo mismo.

Dicen los secretarios judiciales que tanto extravío, tanta confusión, se debe al sistema que emplea la Junta de Andalucía para los envíos de documentos. Que se ha privatizado, porque será más barato, y deben ser funcionarios de la propia administración los que se encarguen de los traslados de sumarios y papeles.

Atendamos a los problemas. Es mejor que preguntarle a la consejera. «Cuando comparto mis inquietudes, preocupaciones, y mi sueño de futuro de lo que sería la Administración de Justicia en Andalucía, me doy cuenta de que estoy bastante cerca de mi sueño. No es una utopía, sino al contrario, estoy caminando en la dirección adecuada». Ya ven, también a ella se le ha extraviado la realidad.

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03 julio 2007

Silencios


Ocho años después de que comenzaran los problemas con el internamiento de menores inmigrantes, en el Gobierno andaluz han llegado a la conclusión de que el único responsable es Marruecos. Hasta setecientas solicitudes de repatriación de menores inmigrantes están pendientes de contestación por parte de Marruecos. Y nada. Silencio diplomático y política de hechos consumados, cada fin de semana siguen llegando a las costas decenas de menores en patera. El sistema está colapsado, reventado, aniquilado. Lo ha confesado así, ayer en Almería, un delegado provincial de la Junta. Y la consejera de Igualdad y Bienestar Social, Micaela Navarro, asiente antes el caos: «Andalucía no puede acoger de forma indefinida a todos los menores inmigrantes que lleguen. Tienen que volver con sus familias porque, además, no se les puede incluir en el perfil de menores en desamparo».

Es evidente que la consejera y su delegado tienen razón, que nada se puede objetar ante la evidencia de que Marruecos ignora este tráfico de menores inmigrantes, que la hipocresía diplomática del Reino Alauita es la única estrategia en cada negociación. Es cierto, además, que no se puede exigir a una administración autonómica que afronte con sus propios recursos un problema que trasciende incluso del Gobierno español, que tiene que ser Europa la que encabece el diálogo con Marruecos para buscar soluciones. Es verdad todo ello, forma parte de la evidencia. Lo único que chirría en el discurso de los dirigentes andaluces es que no son ellos, no la Junta de Andalucía, no el PSOE, quien puede hacerlo porque, hasta este mismo instante, han formado parte del problema.

Hasta que la situación no se ha hecho insostenible, hasta que no ha reventado el sistema, el Gobierno andaluz ha evitado siempre contar la verdad. Primero, cuando los gobiernos de Aznar, porque la llegada de menores en patera era un asunto estelar en las políticas de desgaste del Ejecutivo del Partido Popular. Entonces, llegaban menores inmigrantes y la Junta hablaba de «ministros holgazanes» y de «la política del avestruz» del Gobierno de España. El problema no era Marruecos. «Es lícito preguntarse si el Gobierno del señor Aznar tiene algún interés en poner coto a los desmanes que se están perpetrando contra seres humanos, con independencia de su condición legal», decían.

Con la llegada de Zapatero, el discurso cambió, ya no se culpaba a los ministros holgazanes del gobierno socialista, pero se seguía ocultando la realidad para no crispar la relación melosa con Marruecos. ¿Cuántas veces ha viajado Chaves a Marruecos en este mandato? ¿Cuatro, cinco? ¿Y por qué nunca ha dicho nada? Llegan menores en pateras, impulsadas por una brisa de hipocresía oficial. Calla Marruecos y mira para otro lado. Y de su silencio es responsable también quien, durante años, ha hecho lo mismo.

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01 julio 2007

Miguelín


Volaba Miguelín por las carreteras, desde Valencia hasta Algeciras, desde Madrid a Sevilla, con su flamante bólido italiano, un De Tomaso rojo con las ruedas anchas. Se lo compró en Málaga, un deportivo bajo, achatado, y recorría la carretera de la costa a tal velocidad que que, cuando miraba por la ventanilla del coche, los árboles de la carretera pasaban de tres en tres, como manojitos de boquerones.

Esa imagen de Miguelín, Miguel Mateo, un toreo mítico de Algeciras al que mi amigo Juan José Tellez le dedicó hace unos años una biografía, es uno de los grandes retratos, uno de los más cinematográficos, de la Andalucía de los sesenta. El torero de fama que recorre la costa en su coche de lujo, un Mercedes, un Chevrolet Corvette, un Lamborghini. Seguramente, al pie de la carretera, una cuadrilla de segadores lo vio pasar, y dijeron ‘míralo, cómo va de rápido, más ligero que cuando se va del toro despuésde las banderillas’. Y siguieron al tajo, con la espalda quebrada, cortando espigas con la hoz. Al fondo, un cortijo de paredes blancas. Una mujer de negro sale del caserón y se ha ido a reñirle a los hijos, que se tiraron a la alberca en calzoncillos y nunca ven la hora de salirse. En el cobertizo, a la sombra de una parra, ya está majado el gazpacho.

El mismo paisaje y los mismos años, el final de los años sesenta, cuando dos aviones de los Estados Unidos, un bombardero y su nodriza, se chocaron en el cielo de Almería. Murieron varios soldados. Fue el 17 de enero de 1966. Cayeron cuatro bombas más potentes que las de Hiroshima. A Dios gracias, no llegaron a hacer explosión. Dos de aquellas bombas fueron recuperadas intactas y dos liberaron parte de la mortífera carga nuclear. Hace cuarenta y un años de aquello y es ahora, estos días, julio de 2007, cuando se ha acabado el primer análisis detallado de toda la zona afectada por el desastre nuclear de Palomares. Ahora, 41 años después. Esto es Andalucía. Ni siquiera hace falta recordar a Fraga, con el meyba azul, bañándose en la playa de al lado.

Andalucía. Será que estas cosas sólo pasan aquí; será que nos acaban definiendo el carácter. No ha ocurrido nada en Palomares porque nada ocurrió. Por fortuna. Sólo por eso. Y lo aterrador, tantos años después, es este zarpazo del tiempo, que nos devuelve a una tierra subdesarrollada. Como si volviera el pasado, como si no hubiésemos salido de él. Andalucía de los sesenta, Andalucía de Miguelín. Palomares, bases militares, cementerio de El Cabril. Gibraltar, toreros, el turismo de la costa y trabajadores en paro de la Bahía. Refinerías del Estrecho y polos químicos de Huelva. Tomates en el gazpacho, paredes blancas y un deportivo corriendo por las carreteras.

«Y pasaban los árboles de tres en tres, como manojitos de boquerones». Es la vida la que pasa así. En Andalucía. Sin darnos cuenta. Sin que pase nada. Siempre es ayer; mañana es la espera.

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