El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

30 enero 2006

Asesinados



Fue un sentimiento disparatado. Un sinsentido que tendría que ver más con la perplejidad que con cualquier otra cosa. Fue aquella madrugada de enero, cuando el teléfono sonó para decir que habían encontrado los cadáveres de Alberto y de su mujer, Ascen. Ocurrió entonces que la primera angustia fue la de pensar en el frío de aquellos cuerpos, tirados en el asfalto, desde hacía horas, mientras llegaba el juez de guardia. Será la conmoción la que nos refugia en esas divagaciones absurdas. Treinta de enero de 1998. Llovía, como estos días. Agua helada y asfalto negro. La noche asesina dejó aquellos cuerpos tirados en la calle y ya nadie pudo detener el amanecer para sus tres hijos. Dos niñas y un niño, Alberto, como su padre. La mayor, ya es una adolescente.

He vuelto sobre mis pasos, para ver las crónicas de aquellos días. «Jiménez-Becerril y su esposa se despidieron como otros tantos jueves del mes, el único día que elegían para salir. Poco después de la una y media de la madrugada, se despidieron y se dirigieron solos a su domicilio. Dos disparos en la nuca, según reveló la autopsia. Los vecinos oyeron unas detonaciones, pero cuando se asomaron a la calle sólo había dos cuerpos sobre el asfalto».
Repasar los periódicos de otros años es como mirar las pisadas que vamos dejando en el camino. Mirar hacia atrás es tragar saliva para luchar contra el olvido. Mirar atrás es un rearme de argumentos contra esos que dicen que no se puede hacer política mirando a los muertos, que nada importa si se consigue la paz.

Hace poco, Joseba Arregi, que fue militante del PNV, descubrió a Teresa, «una abuela de Sevilla, y escuchándola hablar de su hijo Alberto, de su nuera, de sus nietos, uno se pregunta qué sentido tiene la tan traída y llevada frase de la política vasca según la cual el proyecto de ETA, de los asesinos de Alberto y Ascen, puede ser llevado a cabo por medios pacíficos. Uno se pregunta por el sentido de la frase tan contundente que se escucha en la política vasca de que, sin violencia, todos los proyectos políticos son igualmente legítimos. ¿Quién puede decir a esos tres hijos, que están creciendo sin padres porque fueron asesinados por ETA, que no importa?».

No hay paz sin justicia, claro. Ni la reinserción es posible sin perdón y arrepentimiento. Que la entrega de las armas no convierte a ETA en una organización ejemplar. Que un etarra excarcelado no es un ciudadano más. Que no se puede premiar a nadie por dejar de matar.
Yo entiendo a las familias de las víctimas del terrorismo porque, desde aquella madrugada fría de enero, hablar de ETA es recordar la vitalidad de Alberto, la sonrisa de su mujer, el despertar de sus tres hijos. No, claro, eso no se puede olvidar. Mucho menos este día. Alberto Jiménez Becerril y Ascensión García Ortiz. Sus nombres deberían figurar hoy en una pancarta grande: Asesinados.

29 enero 2006

Decadencia


Con Arcadi Espada allí, subido a la tarima de las Charlas de EL MUNDO de Andalucía, uno podía entender que, quizá, la principal atrofia que sufre la autonomía andaluza es la inexistencia de una élite ilustrada, de una clase intelectual o, al menos, de una sociedad inquieta, que se asemeje siquiera a ese movimiento que allí han denominado «Ciudadanos de Cataluña». La tarima de EL MUNDO está vacía de intelectuales andaluces, porque no están o porque no existen. ¿Dónde está aquí Albert Boadella? ¿Dónde Francesc de Carreras? ¿Dónde Félix de Azúa? ¿Quién se atreve aquí a formar parte de nada, que no sean esos foros insulsos y bien pagados de la propaganda oficial? Pocos, sí, muy pocos.

Quizá la hegemonía no sea más que un perro que se busca la cola, y ya no se sabe bien si no tenemos una sociedad crítica por miedo al poder omnímodo del PSOE o si éste se ha perpetuado por la comodidad o la simple inexistencia de una sociedad crítica.

Habrá quien piense, sin embargo, que si no surge en Andalucía una movilización similar a la de «Ciudadanos de Cataluña» es porque aquí no se precisa, que la situación es otra. Ni existe un partido nacionalista alentando la independencia; ni una lengua que se imponga a otra con el ánimo de aniquilarla; ni nadie que le haga guiños al terrorismo. Es, en fin, esa cruel paradoja a la que habrán llegado algunos catalanes como estos de la Plataforma, al constatar que se sienten más libres cuando ofrecen sus conferencias fuera de Cataluña, fuera del alcance de esas ‘brigadas callejeras’ de Esquerra.

Ocurre, sin embargo, que no es la existencia de Esquerra, su ideario o la coacción fascista de sus juventudes, la que ha movilizado a los «Ciudadanos de Cataluña» sino la asfixia de otra hegemonía política, la del nacionalismo que ha permanecido intacto a pesar del cambio de gobierno. «No nos sentimos representados. Desde hace años, quizá desde el comienzo mismo de la autonomía de Cataluña en los ochenta, existe un vacío en la representación política de la sociedad catalana», dijo Francesc de Carreras en el acto de presentación de la plataforma.

¿Cuánta gente se encuentra igual en Andalucía?
La falta de representación, claro, no tiene que ver con las personas y, en ocasiones, tampoco con las ideas políticas. Esa horfandad en la representación se produce por la exasperante artificialidad de la política. Es que ayer mismo decía el CIS que sólo el 2.4 por ciento de los españoles se muestra interesado por la reforma de los Estatutos. Un dos por ciento, oiga, después de lo que ha llovido.

«Espero que todo esto suponga un resurgir del sentido común y del conocimiento de la historia, para que las ideas y el pensamiento sustituyan a las obsesiones». Ese es uno de los mensajes que, en los primeros días, recibió en su buzón la plataforma. Se trata de eso, claro. En Cataluña y en Andalucía. Bienvenido a la decadencia andaluza, Arcadi. Aunque aquí, verás, la llaman modernización.

26 enero 2006

Celulitis

La celulitis es una disfunción. Podemos pensar que se trata de una carga inevitable, de un problema ineludible, una consecuencia inexorable de los años. Inercias que lleva el tiempo. Pero no. La celulitis es una alteración subcutánea, que no detectamos en su origen, quizá porque se desarrolla lentamente. Cuando no existe una buena circulación, llega la celulitis. Hablamos, claro, de la celulitis política. Del cuerpo de celulitis que se le está poniendo a la autonomía andaluza. De la celulitis crónica que tendrá cuando, en unos meses o en unos años, se apruebe el nuevo estatuto de autonomía.

En ese momento, cuando se tiren los cohetes del acuerdo y de la aprobación, haremos balance y el resultado, ya verán, será que, junto a un puñado de mejoras y nuevas competencias, el cuerpo de la burocracia política andaluza habrá crecido tanto que se pondrá cintura de celulitis. Grasa prescindible. Mala circulación del sistema. Viéndolas, quién diría que las autonomías españolas es un cuerpo joven en el Estado español. Viéndolas, quién no se pregunta ahora cómo ha sido posible llegar a tal alteración en tan poco tiempo. Este mimetismo indeseable con la burocracia detestable y centralista del Estado. Se trataba de crear una administración ágil y cercana a los ciudadanos. Y no es eso, ya ven.

Aceptado, incluso, el principio de que las normas que rigen el Estado autonómico precisaban de una mejora después de 25 años de funcionamiento, lo inexplicable es que ninguna de las reformas planteadas se detenga en el interés que se puede adivinar en los ciudadanos. Es esa extraña coincidencia de que en ninguna autonomía se haya planteado, un poner, la limitación de los mandatos, las listas abiertas, la racionalización de las televisiones públicas, las causas del déficit autonómico o la opacidad creciente de las empresas públicas. No encontraran ese reflejo de sensatez ni en el debate ni, por supuesto, en los más de doscientos artículos que acabará teniendo el Estatuto andaluz.

Al contrario, cuando se haga la raya, en el balance final de la reforma del estatuto andaluz, habrá crecido de forma considerable el tejido adiposo de la burocracia política. ¿Que había un consejo consultivo? Pues ahora el número de miembros duplica. ¿Que ya existía un consejo de administración de la RTVA? Pues ahora se le suma un Consejo audiovisual. ¿Que había 109 diputados? Pues ahora habrá cuarenta o cincuenta escaños más. Y pensiones para ex presidentes, indemnizaciones para ex altos cargos y sobresueldos para ex diputados. La clase política se recrea en lo suyo. Se multiplica por sí misma, quizá por su incapacidad de ver más allá.
Dicen algunos doctores en política que la celulitis se alivia con un fármaco de parafarmacias, un remedio casero. Dicen que el tratamiento se ha probado en Europa con notables resultados. Abstención. No sé.

25 enero 2006

Bucles



Bucles de una falsa melancolía, bucles de añoranza de un pasado que nunca existió. Bucles retorcidos para justificar cacerías políticas y camuflar vendettas. Bucles de episodios amañados para enaltecer clanes de poder. También la historia de la autonomía andaluza, como aquel bucle melancólico con el que Jon Juaristi desnudó al nacionalismo vasco, tiene capítulos distorsionados, manipulados. Baratijas que en la historia oficial se ofrecen como auténticas.

Acaba de advertirle el PSOE a los andalucistas del PA que no caigan de nuevo en el “error de aliarse con la derecha, como les ocurrió hace veinte años”. Pero, ¿es verdad, como sostiene el PSOE, que Rojas Marcos traicionó a Andalucía y se vendió a Adolfo Suárez, entonces presidente del Gobierno con UCD? ¿Qué pasó, en realidad? Es tan confusa la historia transmitida y fue tan grande la campaña, que quizá lo único que se ha quedado grabado en el subconsciente colectivo es aquella pintada repetida: “Rojas Marcos, traidor”. Ocurre, sin embargo, que no fue así. Al fundador del PA, y a la patética realidad de este partido, se le podrán achacar muchas cosas, desde luego, pero no la de haber conspirado contra la autonomía andaluza. Todo lo contrario. Sin el PA es muy probable que Andalucía no hubiera alcanzado, desde el primer momento, la autonomía de la que goza.

Que el modelo de Estado diseñado por la UCD y el PSOE, las dos grandes fuerzas políticas de la transición, sólo contemplaba dos autonomías con el máximo nivel de competencias (Cataluña y País Vasco) se comprueba con la mera lectura de la Constitución. Por eso se distingue entre nacionalidades y regiones. Por eso se establecen dos mecanismos para acceder a la autonomía, el artículo 151, destinado a las nacionalidades, y el 143, para las regiones. Por eso, en fin, se quiere volver de nuevo al modelo inicial de diferencias entre autonomías.

Ese doble rasero se dotó, después, de un mecanismo de seguridad que se creía inexpugnable: una Ley orgánica de modalidades de Referéndum, aprobada en el Congreso por el PSOE y la UCD, que hacía prácticamente imposible que ninguna otra autonomía aspirase a una autonomía de primer nivel.

Fue la ley que se aplicó en el referéndum andaluz del 28-F. Y el mecanismo de seguridad funcionó: La autonomía andaluza encalló en Almería. Sólo se desbloqueó nueve meses más tarde, cuando el grupo andalucista del Congreso logra que el Gobierno acepte que, “por motivos de interés nacional”, no se considere el resultado del referéndum en Almería. Lo hace a cambio de votar a favor de Adolfo Suárez en una moción de confianza, en septiembre de 1981, que el PSOE pretendía ganar. El PSOE, a pesar de que suscribió la iniciativa andalucista para desbloquear el referéndum, no le perdonó a Rojas Marcos su apoyo a Suárez.

“Rojas Marcos, traidor”. Entonces, fue una colosal campaña de propaganda. Hoy, veinticinco años después, la campaña, como una crisálida embustera, reaparece convertida en un capítulo de la autonomía andaluza. Bucle melancólico de una historia inventada.

24 enero 2006

Rebelión



El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, era ayer un hombre acorralado. Todas las comunidades, incluso las de su propio partido, lo desautorizaron por haber comprometido con CiU un nuevo modelo de financiación para todas las autonomías. «Le tengo un gran afecto personal y político, pero un presidente debe velar por la pluralidad y el respeto al Estado autonómico en España», admitió un destacado dirigente autonómico del PP. La brecha en el partido del Gobierno parece, pues, inevitable.

Pero no es la crisis interna la que más debe preocupar al presidente. Por ejemplo, ésta es una de las pocas ocasiones en la que los principales periódicos coinciden en criticar el acuerdo de la
Moncloa, en una reunión de la que no se informó previamente, un fin de semana y de noche.

«El presidente Rajoy no puede ignorar las más elementales reglas de la democracia, por mucho que una parte de la derecha añore otros tiempos. El sistema de financiación autonómico sólo puede decidirse en el consejo de política fiscal y financiera», mantenía en su editorial el principal periódico del país. También su directo competidor era crítico con lo ocurrido: «El argumento presidencial de que, tras el acuerdo de financiación, se ha desbloqueado el grave conflicto del estatuto catalán no sirve de excusa. En democracia, el fin no justifica los medios. Si tenía un conflicto regional, ahora ha conseguido multiplicarlo por dieciséis».

Entre los presidentes autonómicos, el más combativo fue el andaluz Manuel Chaves. «Es una burla que Andalucía no va a aceptar», dijo. «Nos ha utilizado de forma desvergonzada. Hace un mes reunió a la conferencia de presidentes para hacerse la foto, pero decide en secreto los asuntos que nos afectan a todos. Pues yo le digo que con el dinero de los andaluces no va a jugar», afirmó. Pero es que tampoco en Cataluña ha sentado bien el acuerdo. «No sabíamos que cuando el presidente nos reclamaba el sábado un último esfuerzo, se refería a este trágala», dijeron.

En cualquier caso, lo peor del conflicto es que las cuentas, a juicio de muchos, no cuadran. Así lo dicen sindicatos y patronal. «Es imposible que el Gobierno se comprometa a extender este modelo de financiación a todas las comunidades», sostienen en un duro comunicado. «Sólo quien decide faltar premeditadamente a la verdad puede afirmar que el Estado garantiza que las comunidades ricas recibirán inversiones equivalentes a su Producto Interior Bruto y que las autonomías pobres mantendrán las mismas ayudas para el desarrollo. Y por si fuera poco, como todas las autonomías exigirán el mismo trato que Cataluña, el Estado tendrá que pagar todas las deudas históricas que surgirán».

Periódicos, oposición, sindicatos, patronal y hasta su propio partido. El presidente Rajoy, sí, era ayer un hombre acorralado. En Cádiz, ya en Carnaval, la chirigota «Zerolo y los Diodenos» le dedica su cuplé: «Mariano, mariposón,/ qué te gusta el catalán/ por las noches y en camisón».

23 enero 2006

Fábulas


Fábula de Gohan y la Serpiente. En el zoo de Tokio no dan crédito a lo que ocurre. Desde hace unos días, contemplan atónitos la insólita amistad de una serpiente de cascabel y un hámster que llegó a su jaula de cristal para que le sirviera de alimento. La serpiente estaba harta de comer ratones congelados y, a su manera, protestaba a los cuidadores. «¿No soy yo, acaso, la atracción más rentable de este zoo?», parecía decir cuando despreciaba la carne enlatada que sirven a todos los reptiles. Quería un nuevo plan, quería ser distinta. Por eso le echaron el hámster, vivo y asustado en un rincón. Al verlo, la serpiente de cascabel se acercó a él y lo rodeó con sus escamas frías. Pero no se lo comió. Y eso que el ratón se llama Gohan, que suena a héroe de cómic, pero que, en japonés, quiere decir «comida».

¿Puede cambiarse el destino? «Estamos estupefactos –dicen los cuidadores–. El destino del hámster no era otro que ser devorado por la serpiente. Sin embargo, han entablado una relación que, por el momento, no parece que vaya a entrar en crisis». Y eso que en estas semanas de tolerancia ha engordado algo, hasta convertirse en una rechoncha bolita de pelo gris.

Fábula de Zapatero y los Independentistas. España es un país observado. El presidente del Gobierno sostiene que la tolerancia del Estado acabará con la radicalidad de los independentistas. Los independentistas se llaman así porque quieren acabar con el Estado, devorarlo, pero Zapatero confía en la suerte. Por eso, en el País Vasco, Batasuna, ilegal por terrorista, alaba a Zapatero y le da ánimos para que sea «valiente». Como en Cataluña. Allí también los independentistas hacen votos por la permanencia del presidente Zapatero. Al fin, dicen, «una persona correcta y educada que no te penaliza».

¿Puede cambiarse el destino? En el País Vasco, los batasunos proclaman henchidos desde sus tribunas ilegales: «Vamos bien, vamos ganando. Nos acercamos irremisiblemente a un proceso de soluciones del conflicto vasco». Y en Cataluña, Carod Rovira incluso le busca apellidos a Zapatero que lo hagan pasar a la historia con letras doradas: «Se puede convertir en Zapatero ‘El Pluralizador’ y en Zapatero ‘El Pacificador’».

Fábula de Zeus y la Zorra. Admirado Zeus de la inteligencia y finura de la zorra, le confirió el reinado sobre los animales. Quiso, no obstante, saber si al cambiar de fortuna había mudado también de inclinaciones, y, hallándose el nuevo rey de descanso en su litera, dejó Zeus caer un escarabajo ante sus ojos. Entonces la zorra, incapaz de contenerse, viendo al escarabajo revolotear alrededor de su litera, saltó fuera de ésta y, despreciando la conveniencia, intentó atraparlo. Indignado, Zeus devolvió a la zorra a su antiguo estado.

¿Puede cambiarse el destino? Zeus concluyó que «nada hay tan invariable en la vida como la naturaleza y el modo de ser de las personas». Gohan, el hámster, y Zapatero, el presidente, todavía no tienen su moraleja. Llegará.

21 enero 2006

Comisarios


Los europeos parecen haber perdido ya toda esperanza en un futuro más seguro. Contemplamos el terrorismo y el vandalismo callejero con la certeza de que, si algo cambia, será para peor. Pesimismo antropológico, que diría el otro. De hecho, los europeos son los más pesimistas del planeta. Mucho más que los norteamericanos, por ejemplo, y eso que el impacto que tuvo allí el atentado del once de septiembre fue mucho mayor que cualquier otra conmoción por este motivo que se haya padecido en Europa y de que la criminalidad y la violencia de estos días no parecen sino un reflejo tardío de los suburbios neoyorquinos. Pues, a pesar de todo, dos de cada tres europeos han contestado a la encuesta de Gallup para el próximo foro económico de Davos que el horizonte de seguridad que atisban está cada vez más negro. Sólo un europeo de cada diez se cree que el futuro será mejor.

En esto, claro, la percepción de los ciudadanos no tiene nada que ver con la de la clase política dirigente, que parece tener asumido por defecto en los discursos, como si se tratara de un programa de ordenador, la obligación de presentar una realidad distinta a la que viven sus ciudadanos. Quizá por eso, en fin, en la misma encuesta de más de cincuenta mil entrevistados en todo el mundo se tacha a los políticos de “incompetentes”, “acaparadores”, “deshonestos” y “faltos de ética”.


Hace unos días, por ejemplo, tomó posesión en Sevilla el nuevo comisario provincial, Juan Rojo. Quizá porque Rojo es periodista además de poli, su discurso tuvo la extraña virtud de estar cargado de realidad, de contenido, de propuestas, de desafíos, de compromisos y de ilusiones. Cuando acabó el comisario, sólo hubo que esperar unos minutos para comprobar la vacuidad de los discursos oficiales. Tomó la palabra el delegado del Gobierno y volvimos a lo mismo. Nada, o sea.

Y eso que el comisario Rojo se limitó a constatar que “cada vez es más preocupante la desmesurada agresividad y violencia” juvenil; que “el vandalismo callejero ha pasado de una mera circunstancia social a convertirse en la actualidad en un fenómeno casi cultural” y que es “inquietante la precocidad con la que se adentran los jóvenes en el mundo de la delincuencia”. Convendría reflexionar sobre ese concepto de Juan Rojo, la violencia callejera como fenómeno cultural. Porque esa sí es la realidad que vivimos, la que se palpa a diario y que no surge de la nada, sino de desequilibrios caseros, como “el desarraigo familiar, el absentismo escolar y el rechazo y carencia de valores”.

La conocida encuesta del Foro de Davos lleva el significativo título de “The Voice of the People”. Con los resultados en la mano, el fundador del Foro, Klaus Schwab, afirmó que los líderes políticos “no pueden ignorar el ánimo de la gente”. Escuchar al pueblo. Como no parece previsible que suceda de inmediato, sugiero que, en esto, oigamos entre tanto a los comisarios.

19 enero 2006

Idiotas

El Gobierno nos propone continuamente debates de idiotas. Simplezas que, a veces, son exasperantes pero que, en otras ocasiones, se convierten en indigestas atrocidades. No paramos, qué pesadez. No sólo por la angustia que provoca discutir la insensatez y por la desazón que causa razonar sobre ruedas de molino. No es sólo por eso. Es que la monumental maquinaria propagandística del Gobierno intenta, a cada instante, convertir en realidades las situaciones más inverosímiles.

Ahora, por ejemplo, que la polémica nacional se ha trasladado desde Cataluña al País Vasco, se percibe, con creciente intensidad, un deseo grande por hacernos ver a todos que, en realidad, ni ETA supone una amenaza para nadie, ni, por supuesto soborna, chantajea o extorsiona. Mucho menos Batasuna, claro. Ahí está, por ejemplo, la directora de la cárcel de Botafuegos, en Algeciras, Isabel Martínez, con su incomprensible admiración por los presos etarras. «Son personas muy cultas, muy honradas, de un alto nivel intelectual. Incluso, hasta a veces se puede aprender de ellos».

En fin, la amistad y, mucho más, la admiración son valores subjetivos. Con lo cual, allá cada uno. Pero si esta mujer le tuviera alguna consideración institucional al cargo que ocupa, no debería hablar de esa forma. En primer lugar, por las víctimas. Y en segundo lugar, por los funcionarios a los que dirige y que, en tantas ocasiones, han recibido amenazas de ETA. Podría hacer un sencillo experimento: privar a esos honrados asesinos de sus módulos especiales y mezclarlos con el resto de presos en celdas comunes. A ver cuánto tiempo iban a tardar esas alimañas cultas e inteligentes en amenazarla.

En cualquier caso, si las declaraciones de la directora de la prisión de Algeciras fueran aisladas, si no ocurriera nada más en su entorno, tampoco pasarían de un arrebato inconsciente que se parece mucho al síndrome de Estocolmo. Lo peor, ya digo, es que, después de que Zapatero haya deslizado que los derechos individuales de los batasunos están por encima de su ilegalización como partido terrorista, da la sensación de que toda la clac se ha puesto a funcionar para hacernos ver que, en realidad, no son más que chicos traviesos.

Hace un par de días, por ejemplo, se podía oír en la tele cómo la delegada de Canal Sur en Madrid, Amalia Sánchez Sampedro, defendía, además de los consabidos derechos individuales, que «Batasuna ya no está tan radicalizada». Y añadía, la señora: «Yo paseo por el País Vasco a cuerpo gentil y no me ocurre nada». ¿Habrá mayor insensatez? Lo mismo podría decir Otegui, claro. O Madrazo. O cualquier periodista de Gara. Fue Bertolt Brecht quien dijo que «cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad». Pues para empezar por el principio, eso. Señoras, eso es una idiotez. Una hiriente idiotez.

18 enero 2006

Máscaras


Como Larra hace un siglo, cuando contemplaba la hipocresía de la vida española y exclamaba desolado, con toda la filosofía de un hombre que no ha cenado: En España todo es máscaras; todo el año es carnaval. No hace falta esperar a las chirigotas del Falla, que sólo hay que hilvanar algunas declaraciones políticas para concluir que no nos merecemos este espectáculo político.

Por ejemplo, el carrusel sobre la propuesta de financiación de Solbes, que ahora de forma patética y algo vergonzosa se le quiere atribuir a Chaves para darle un toque autonómico. No se entiende, por ejemplo, que el Partido Popular se oponga ahora a una propuesta que incluyó hace seis años en su programa electoral. Decía así: «Un aumento de la participación en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) con el objetivo de alcanzar el 50 por ciento, así como la gestión de determinados tramos del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) y de los impuestos especiales sobre el consumo (matriculaciones, hidrocarburos, tabaco y alcohol)».

Esa propuesta, gemela de que la ahora defiende el PSOE andaluz, la presentó Teófila Martínez y Chaves la acusó de inmediato «hacerle el trabajo sucio» a la Generalitat y a las comunidades ricas. Fue Javier Arenas, entonces ministro, quien salió en su defensa: «Lo que le ocurre a Chaves es que se ha quedado descolocado con la buena propuesta de Teófila». Y Antonio Sanz, portavoz del PP, añadió: «Andalucía no va a perder dinero con ese sistema. Lo que le ocurre a la Junta es tiene miedo a asumir el Estatuto de Autonomía y una mayor responsabilidad fiscal».

Seis años después, Chaves y Arenas se presentaron ayer con los discursos cambiados. Literalmente, además. Arenas, por ejemplo, acusó a Chaves, de hacer el «juego al nacionalismo insolidario», mientras «traiciona» los intereses de Andalucía, a la que «perjudica» esa propuesta que sólo interesa a las «comunidades más ricas».

¿Qué es lo que ocurre? ¿Mienten todos? Quizá no se trata de eso. La única realidad es que en esta materia, uno y otro, el PSOE y el Partido Popular de Andalucía, carecen de autonomía política para plantear un modelo de financiación propio. Lo saben ambos, Arenas y Chaves, y lo saben, sobre todo, los políticos catalanes que no le han prestado la más mínima atención a la propuesta de Solbes a la que Chaves le ha prestado su nombre. «El referente para la negociación del sistema de financiación catalán es la propuesta que incluye el proyecto de Estatut, no las posiciones de otros presidentes autonómicos», dice el socialista Joaquim Nadal, portavoz de la Generalitat.

Baile de máscaras, constatación desoladora de la degeneración autonómica. Y nosotros, a la intemperie, danzando al son como cáscaras de nuez que mueve la marea. Como Larra, con toda la filosofía de un hombre que no ha cenado.

17 enero 2006

Perdedores


Tengo una predilección antigua por los perdedores. Una atracción irremediable, una ternura honda, una admiración profunda. Perdedores al estilo de aquellos que retrataba en su libro Luis Antonio de Villena, «es decir, el perdedor que no es propiamente un mediocre o un fracasado, sino quien ha intentado ser más y, desde ahí, ha llegado al derrumbe». Es verdad. Todo perdedor deja a su paso la sombra de un imposible; el destello de una utopía por la que luchó inútilmente; la herida de una batalla perdida. Rasguños en la piel, tiras desgarradas de un traje nuevo.

La silueta de ese perdedor se apostó hace cuatro días frente al Ayuntamiento de Jaén. Se llama Alejandro Vico, tiene barba canosa, de sindicalista antiguo, y uno de esos chaquetones con el reverso de tela rizada, esponjosa, que simula la lana de cordero. Ha instalado una carpa con unos plásticos y unas cañas, como un puesto de melones. Pero no vende nada. Alejandro lleva varios días en huelga de hambre. Tampoco pide nada material. En todo lo alto, atado a las cañas, ha colocado cartel escrito a mano: «Por la libertad». Más abajo, en letra pequeña, añade «Y democracia interna. P.S.O.E.». Así, con puntos que separan cada palabra de la sigla, que es también una forma subliminal de protesta. Como si quisiera recordar que esas siglas tienen un significado, desdibujado por el afán comercial de la política: Partido Socialista Obrero Español.

Alejandro Vico es, dicen, un militante histórico del PSOE de Jaén desbordado, excluido, por una invasión de militantes recién afiliados en La Carolina. Es una historia repetida en muchos partidos, y una constante en el PSOE de Jáén. El poder de los antiguos militantes se diluye en censos inflados de recién llegados, colocados a dedo en las instituciones y aledaños, para hacerse con el poder de la agrupación, para garantizarse el poder en la elaboración de las listas electorales. El partido como empresa de trabajo temporal. «La protesta es para denunciar la hipocresía, la falta de igualdad y el pucherazo en esta ejecutiva local», dice Vico. «Sólo queremos limpiar con honestidad el partido y paliar el daño hecho por los que dividieron la formación con sus imposiciones, al más puro estilo de la mafia siciliana».

No es la primera vez que en Jaén un militante habla de mafia, de pucherazo y de cortijo. Y no será la primera vez que el aparato del partido le pase por encima, atropellando las denuncias, orillando los argumentos, aplastando las preguntas. «Mientras ellos han hecho del partido un modo de vida, nosotros hacemos un modo de ser». La dignidad y los principios bajo una carpa de plástico, como un chozo de melones. Hoy, quizá pase a su lado, veloz en el coche oficial, Zapatero, que visita Jaén. Y toda la comitiva andaluza, en su coches oficiales. Sin mirar.
En unas fotos, Alejandro aparece sonriendo, apoyado en sus muletas. No cabe duda de que es un perdedor.

16 enero 2006

Incómoda



El legendario Mario Soares ha vuelto a la política con duros ataques a la prensa portuguesa. Se queja Soares de que los periódicos lo sacan viejo en las fotografías. Ya ven, Mario Soares tiene 81 años, ha sido tres veces primer ministro y diez años presidente de Portugal, pero se sigue quejando de que en las fotografías tiene cara de viejo. Cosas. “Hacen las fotos desde un lado determinado para mostrarme cansado, como un moribundo. Pero yo me siento joven, mi padre murió con 92 años y bastante lúcido, así que no hay duda de que también yo voy a llegar bastante lejos”.

A Evo Morales le pasaba lo mismo hasta que tuvo la fortuna de que Polanco compró uno de los principales periódicos de Bolivia. El mismo Evo Morales lo admitió abiertamente en su visita a España y, con la inocencia de un líder cocalero poco curtido en política, confesó que desde que Polanco compró aquel periódico se convirtió en su “jefe de campaña”. Y ya todo fue sobre ruedas.
Está bien esto que dijo Evo porque no es lo mismo que un periódico coincida en su línea editorial con un partido político o que se convierta en su jefe de campaña; es decir, que sea quien guíe y establezca las estrategias de un partido político. Y esto último es lo que hace Prisa, en Bolivia o en España. Después, claro, todo eso se paga. ¿Pues no ha conseguido Polanco, en poco más de un año, que Zapatero le legalice la absorción ilegal de emisoras de Antena-3, que le conceda una televisión en abierto y hasta que le rebaje el IVA de la televisión digital?

En ese ranking de fronteras difusas entre lo político y lo empresarial, Andalucía se lleva la palma. Ni Evo ni Soares: Chaves. Aquí, por si no recuerdan, el PSOE y PRISA hasta han hecho negocios juntos en la venta de los periódicos de Prensa Sur. Esa relación estrecha, unida al control sectario de Canal Sur, provoca una atmósfera casi asfixiante de medios de comunicación.

Tenemos una experiencia amplia en abusos en esa materia, pero ahora que se acerca una campaña electoral, la de las elecciones municipales del año que viene, es posible que veamos exhibiciones desconocidas. Hace unos días, por ejemplo, se supo que a Mariló Montero, la periodista que presentaba uno de los informativos de Canal Sur, le han hecho una reestructuración para quitarla de en medio. Reestructuración de uno, o sea.

Y no es que Mariló Montero haya firmado un manifiesto en contra de Chaves; que haya sido desleal a la empresa o que se pusiera a hacer dibujitos en la pauta estricta de los editores. No, Mariló Montero ha cometido el pecado de no hacerle la ola a nadie. Y el de ser la mujer de Carlos Herrera. Y la reestructuran por incómoda. No saben, Mariló, que ser incómodo al poder es la mejor medalla a la que puede aspirar un periodista. Lo demás, se confunde. Ay, Evo Chaves.

13 enero 2006

Bomberos


Como diría Pepe Blanco, el que le hace de Luis Pizarro a Zapatero, “estamos rodeados, en el doble sentido de la palabra”. Uno puede entender que Blanco se equivoca cuando escribe esas cosas, pero no es así. En realidad, está innovando. Inventando palabras, como aquellos poetas de La Colmena, que después nos regala a los demás. Por ejemplo, se dice que alguien está “rodeado, en el doble sentido de la palabra” cuando el acoso al que se le somete es agobiante, envolvente, asfixiante, abrumador. Y como son demasiadas palabras, Blanco lo resuelve con esa expresión que ahora define perfectamente la congoja que se ha sentido cuando un trueno en la Capitanía de Sevilla ha precedido a una tormenta en toda España. Rodeados, sí. Claro. Y ya veremos si el Consejo de Ministros de hoy engorda el problema o, sensatamente, pincha el globo.

Cabría esperar, por ejemplo, que el Consejo de Ministros levante hoy el arresto domiciliario del general Mena, en la misma resolución en la que se dicta su cese fulminante como teniente general jefe de la Fuerza Terrestre. Esa es la sensatez que puede tranquilizar a buena parte del Ejército, que en su vida ha escrito más cartas al director ni suscrito más manifiestos. Por lo dicho, los militares, en su mayoría, asumen que Mena ha cruzado una línea de sensatez y discreción que ningún militar de su rango debe cruzar. Pero otra cosa es la humillación pública del arresto, una pena privativa de libertad que se dicta sin juicio alguno. Quiere decirse, en suma, que el discurso aquel convierte a Mena en un militar impropio e inadecuado para representar al ejército de una democracia, pero no lo convierte en un militar golpista. Los matices, que son muy importantes.


La lógica indicaría, además, que, a partir de ahí, de tranquilizar al Ejército y sacar al general Mena de las Fuerzas Armadas, el PSOE y el PP deberían concluir que, para evitar episodios futuros similares, la reforma de la Constitución debe incluir, además de la abolición de la Ley Sálica, la derogación del artículo ocho de la Constitución. Si sirvió para serenar algunos ánimos tras la muerte del dictador, ahora su derogación tiene el mismo efecto, pero al contrario. Nos tranquilizaría a los demás. ¿Qué es eso de que el Ejército figure en la Constitución como garante de nada? El espíritu de ese artículo es claramente preconstitucional y, como tal, debería desaparecer.

El comandante Molina Valdés, coordinador del Colectivo Cultural Militares para la Democracia, decía hace unos días en Sevilla que “los militares somos como los bomberos, no podemos estar al margen de la sociedad, y sí supeditados al ordenamiento constitucional y al Gobierno". Es lo mejor que se ha dicho en estos días de tantos despropósitos por todos lados. Los militares como los bomberos, con el mismo protagonismo. Y si, de paso, el Gobierno deja de hacer cosas de bomberos, alimentando fuegos innecesarios, se habrá completado el círculo. Hasta entonces, estaremos rodeados al estilo Blanco.

11 enero 2006

Retirada

Aquí todo el mundo quiere pasar a la historia y eso, señores, no puede ser. En este frufrú de reformas que nadie sabe con certeza adónde va, en el terreno baldío de tanto despropósito, aquí, de repente, parece que todo el mundo ha decidido que también él, por qué no, tiene la trascendencia al alcance de la mano. Campo libre para asesores y buscadores de citas, para innovadores ociosos y enredadores profesionales.
Fíjense en lo de ayer, la que liaron en un solo día el ministro de Industria, el alcalde de Sevilla y los diputados de Izquierda Unida y del PA, cada uno por su cuenta, pero todos con ambición de pasar a la historia.

Montilla, por ejemplo, pidió que la negociación del nuevo modelo de financiación sea, a la vez, bilateral y multilateral. A la vez, o sea. Es difícil de entender, claro, pero debe ser que el ministro de Industria tiene unas dotes para el manejo de los dineros públicos de las que carecemos el resto de los mortales. Ahora se va entendiendo mejor aquella magia contable de sus créditos impagados.

Pero es que el alcalde de Sevilla propuso que Andalucía se llame a partir de ahora «un país de ciudades», tomando una cita literaria del historiador Domínguez Ortíz. Los textos literarios, en fin, son muy distintos a los jurídicos. Y por el camino que va el alcalde, mañana mismo, un servidor podría proponerle al pleno de su pueblo que se denomine «ciudad de barrios». Y después, «barrios de calles» y «calles de casas». Hasta las familias que quisieran podrían pedir su cuota de independencia: «casa de habitaciones».

No quedan ahí las aspiraciones de trascendencia histórica del día, porque los diputados de Izquierda Unida y del Partido Andalucista plantearon en el Parlamento que Gibraltar se incluya como territorio andaluz. Esto último, ya ven, ni se comenta, entre otras cosas porque al final decidieron repetir el mismo artículo que ya existe, uno que señala que la ampliación de Andalucía a «territorios históricos no integrados» la resolverán las Cortes. La redacción del artículo, tal como volverá a quedar, es una tontería, porque Andalucía nunca ha sido en su historia un territorio soberano, pero, bueno, al menos es una tontería antigua.

¿Ven ahora el agobio? Todo eso en un día. Uff. No hay forma de dar abasto. Lo malo es que, sin darnos cuenta, unas dosis tan elevadas de disparates públicos a diario, acaba afectando gravemente a la salud mental de una población. Y, ante riesgos como estos, lo mejor es parar. Es, por ejemplo, lo que ha decidido de forma inteligente el canciller de Austria, que acaba de asumir la presidencia de la UE: Aparcar el debate de la Constitución para «reconstruir la confianza» de los ciudadanos europeos y lograr «un relanzamiento psicológico» de Europa. Lo que plantea el líder austriaco es que, en ese 'tiempo muerto', Europa se dedique a resolver alguno de los problemas de los ciudadanos. No está mal. Es más, yo creo que en España nos está haciendo falta un descanso así. Es verdad. Quizá sea bueno comenzar con uno de esos textos de abajo firmantes con una sola palabra en el epígrafe: Retirada.

Madrid

A la manera de aquellas murgas de Emilio el Moro, Chaves se fue ayer a Madrid a dar unas charlas de mucho postín. Madrid siempre ha sido, ya lo dijo Machado, el rompeolas de las Españas. Lo era cuando se incluyó el término en la Constitución de Cádiz de 1812 y lo sigue siendo ahora, a pesar de la descentralización del Estado español por arriba, hacia Europa, y por abajo, hacia las autonomías.

Eso lo saben bien, por ejemplo, los artistas andaluces. Mucho mejor que los políticos, los empresarios o los periodistas. Los artistas siempre han sabido que ese lema de «Madrid, al cielo» no es ninguna cursilada turística, sino el membrete del éxito, el pasaporte de la fama. De Antonio Molina a Antonio Banderas. De Lola Flores a David Bisbal. «En Andalucía sabemos que, si quieres ser alguien en teatro, te tienes que venir a Madrid», le oí no hace mucho a uno de los actores andaluces de fama en las series televisivas y ahora no me acuerdo del nombre. En fin, eso.

Madrid sigue siendo la referencia del poder económico y político, la capital de aquellas Españas del imperio de ultramar de 1812 y de estas Españas de la disputa del terruño. Cuando un político autonómico se va a Madrid, el personal capitalino lo sitúa directamente en una de las tres categorías políticas que se establecen para ellos: Dirigente nacionalista, barones regionales o especie exótica. Los demás, o no pintan nada o, de forma inteligente, no les da por esos hervores de popularidad y se dedican a sus asuntos regionales.

Chaves está englobado en el segundo capítulo, en el de barón regional con mando en plaza en la ornamental presidencia del PSOE. De todos los barones regionales, Chaves siempre ha sido el más disciplinado. Y si hace unos años, lo que se esperaba de sus discursos en Madrid es que le arreara estopa al Gobierno del PP, ahora lo previsible es que repita mecánicamente el argumentario del Gobierno de Zapatero. Eso hizo ayer. Hasta con la financiación catalana. Dónde hay que firmar.

Qué distinto ese discurso de Chaves del que se le pudo oír, también ayer y también en Madrid, a otro socialista, pero de La Coruña: «Si se le reconocen (a Cataluña) los privilegios que demanda, Galicia, Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha, todas las que no llegan a la media nacional, mermarán sus posibilidades». «España no tiene quien la defienda. Parece que el que habla de España es un apestado del régimen franquista».
Claro que Chaves jamás podría secundar un discurso como el de Paco Vázquez, porque la Andalucía que vende en Madrid es la que ya conocemos por aquí a espuertas. ¿Cómo se va a quejar si Andalucía está viviendo el periodo de crecimiento más espectacular y sostenido de toda su historia? Teatro, puro teatro, como el bolero de La Lupe. O como Emilio el Moro, que era de Melilla. Y Chaves, de Ceuta. El caso es que se trata sólo de representar en Madrid.

10 enero 2006

Diamantes

Hay una empresa en Sevilla con un objeto social interesante: convierte en diamantes un mechón de cabello o las cenizas de un muerto, a partir del carbono que se obtiene de ambos. Objetos para el recuerdo, dicen. El valor de tener colgado del pecho un deslumbrante diamante azul, verde o amarillo que, en realidad, contiene la esencia del polvo en el que nos convertimos o un mechón de cabello arrebatado, símbolo eterno del fetichismo amatorio.

A su manera, el presidente de la Junta ha descubierto lo mismo: Que las cenizas de la Guerra Civil se pueden convertir en diamantes políticos. Cecilio Gordillo, ese viejo zorro anarquista al que acaso acaben también acusando de reaccionario, ha calado de inmediato al personal y se ha debido encoger de hombros ante el extraño frenesí de subvenciones y monolitos en el que la Junta de Andalucía se va a gastar varios millones de euros. Y afirma con sorna Cecilio Gordillo que, es tan alto el número de jornadas y actividades divulgativas que quiere subvencionar la Junta, que los expertos en memoria histórica «van a tener difícil asistir a tantas citas». Jo.
El negocio de la memoria histórica, Cecilio, los diamantes que se extraen de las fosas comunes. El recurso antiguo de querer hacer política hoy con los fantasmas de hace setenta años. La mejor forma, en fin, que tiene un gobernante insulso, de proyecto inexistente, de eludir los problemas que a él le toca resolver y, de paso, dar a ganar unos cientos euros a los amigos. ¿Escrúpulos? Pues ya se ve. ¿Responsabilidad? Qué me está contando.

Claro que todo esto no pasaría de un despilfarro más si no fuera porque, cada día que pasa, se hace más irritante el desahogo con el que se afrontan estos despropósitos. Así, si un día fue un escándalo en Andalucía que los ayuntamientos tuviesen que construir los centros escolares o los ambulatorios que corresponde financiar a la Junta de Andalucía, ahora ya se trata de una realidad asimilada. Ahí está el Ayuntamiento de Sevilla, que se ha entrampado hasta las cejas con una macro crédito con el que, entre otras cosas, construirá centros de Salud. O sea, que si un alcalde quiere construir un monolito de la Guerra Civil o convocar unas jornadas sobre la memoria histórica, tiene el dinero garantizado. Pero si lo que le pide a la Junta es un tejado nuevo para un colegio, mejor que se vaya a los bancos o a las cajas. Que siempre le quedarán los planes urbanísticos para ir pagando trampas.

Esa es la paradoja, la fiel metáfora de las modernizaciones sucesivas que se anuncian aquí. Dispone de más dinero Baremboim para su taller de verano que la Joven Orquesta de Andalucía. Y Bernat Soria tiene más apoyo que los investigadores universitarios. Antes la memoria histórica que la cruda realidad. Cuarenta monolitos por inaugurar y cientos de conferencias para presidir. Qué festín.

08 enero 2006

Mester

Para cuando se prepare la segunda edición ‘Mester de Progresía’ que el simpar Paco Robles acaba de sacar a las librerías, bueno será incluirle un apartado para el periodista progre. La especie periodística que ha convertido en arte y oficio la caradura y el sectarismo merece, sin duda, un capítulo entre la progresía, esa impostura de la izquierda, como se acierta a definir en el libro. Impostura y fachada, claro, porque uno siempre ha defendido que el progre es a la izquierda lo que el facha a la derecha. Ya Umbral unió los dos extremos cuando catalogó a la derecha progre.

En el mejor de los casos, se trata de sólo de una pose, un estereotipo rancio y patético, una pretendida estética con la que se cubre el vacío ideológico. En el peor de los casos, la progresía se convierte en una forma segura y rentable de ganarse la vida. Una buena vida. Nada hay que objetar, desde luego, a que el personal se gane los cuartos como mejor pueda, pero tiene este axioma la salvedad de que ningún manto progre puede ocultar un privilegio o un trato de favor. Ese es el caso.

Y estos periodistas progres, que abundan en Andalucía, que recorren el medallero de arriba a abajo, se caracterizan precisamente por que reciben consignas y las transmiten fielmente a cambio de sustanciosos contratos y participaciones en los muchos medios de comunicación dominados por el poder socialista. Hasta ahí, fíjense, incluso es normal. Tiene un pase, o sea, porque en todas partes cuecen habas. Pero es que, encima, cuando se descubre la manteca, el favor o el descarado sectarismo, los tíos encima se cabrean porque lo que esperan es que se les dé las gracias por el servicio. Impresionante.

Esa es la diferencia, el toque progre. La marca de la casa radica en que, a pesar de lo obvio, encima quieren pasar por humilde gente de izquierda, que defiende el pluralismo y el interés público. Vamos, es que van con tal desahogo por la vida que montan una empresa con la que se inflan a ganar contratos en Canal Sur, y encima no se les puede ni rechistar. De tal modo, que es reaccionario quien critica un abuso –siempre los mismos y siempre en Canal Sur– y es progresista quien, con los bolsillos llenos, harto de adular al poder, defiende su izquierdismo desde un yate los fines de semana._Es tal la habilidad que, después de un trato de favor, reaccionan tan airados, tan ofendidos, que lo único que les falta es la música de La Misión de fondo para que inspiren pena. Y no, claro.

Ahora se conoce que la RTVA ha adjudicado un contrato para la gestión y ventas de espacios publicitarios a una empresa del periodista Campo Vidal creada un mes antes de la convocatoria del concurso. Casualidad, mecachis. Bueno, pues ya verán cómo el ofendido es el beneficiado. Mientras, los demás, humildemente, sólo nos atreveremos a levantar el dedo: ¿Oiga, y cómo se le ocurrió la brillante idea de montar la empresa tan sólo 27 días antes de quedarse con la tarta? ¿Qué habilidad, no?

07 enero 2006

Crispados

Como estará la cosa de tensa en algunos ambientes políticos que el otro día una de las mujeres que trabaja en la dirección del PP andaluz me envió un cariñoso mensaje de felicitación que decía: «Feliz Navidad, con mis mejores deseos para el nuevo año: Un cese muy fuerte». ¿Un cese? Y yo perplejo, claro. Hasta que descolgué el teléfono y, en medio de una gran risotada, me aclaró que lo que me enviaba con fuerza era un beso, no un cese. Mucho mejor así, claro. La anécdota viene al pelo de la última consigna cantarina que repitie el PSOE hasta la saciedad: «El PP está crispando a la sociedad», dicen. Pero, ¿es verdad? Y más allá de que la consigna sea cierta o no, ¿qué tipo de oposición es la que, realmente, esperan los ciudadanos del PP?
Hombre, de momento, la última encuesta que publicó Sigma Dos hace unos días en este periódico insiste en que el electorado quiere que el PP se centre aún más, aunque, según esa encuesta, sólo está a un punto del lugar ideal en el que la concurrencia quiere ver al centroderecha. Las preguntas del sondeo se referían al conjunto de España, pero es de suponer que, si esa misma cuestión se planteara exclusivamente en Andalucía, la gente vería al PP más a la derecha incluso que en España. No por nada, sino porque aquí en todos los sondeos la mayoría de los encuestados se declara de centro izquierda.

En esta cuestión, además, la derecha española debería atender el aparente resurgir de los conservadores británicos desde que los lidera David Cameron, apodado por la prensa como Tory Blair. Hace unos días, decía Cameron: «La oposición a gritos y porque sí no tiene sentido. Después de varias derrotas consecutivas, no vamos a ganar por gritar más fuerte sino por cambiar las políticas».

De todas formas, siendo evidente la agitación política que promueve el PP, tampoco seamos lelos ni desmemoriados. Que hace sólo dos años que el Gobierno andaluz sacudía en oleadas al Gobierno del PP con acusaciones diarias de «ladrones», «estafadores» y «prevaricadores». Y lo que no podemos concluir, como se pretende, es que la agitación política sólo produce crispación cuando la ejerce el Partido Popular.

Entre otras cosas, porque, además, lo que no está nada claro es que el PSOE haya dejado de agitar los ánimos de la sociedad contra el PP. El otro día, por ejemplo, mi limitada capacidad de asombro se vio desbordada en los diálogos de una inocente película infantil en Canal Polanco que narraba las aventuras de un elfo de Papá Noël que se hace mortal. En una escena, el elfo se las ve con un capitalista gruñón y avaro. Lo curioso es que el doblaje de aquel tipo vil se hizo con la voz de uno de los que imita a Aznar en guiñoles y similares. Y hasta con sus mismas frases: «Mire usted, cero patatero», decía aquel ogro enano. Impresionante, sí. Mayor demostración de crispación subconsciente, subliminal, no debe existir. Ni de manipulación, claro.

05 enero 2006

Desperdicio


Vivimos sobre un enorme vertedero de desechos nuevos. Una montaña de detritos intactos, trastos que están por estrenar y residuos impecables. Vivimos sobre una montaña de excesos a la que hoy arrojaremos unas cuantas espuertas de cadáveres recién comprados. Es nuestra cultura del desperdicio. Y hoy, Día de los Reyes Magos, es el Día Mundial del Desperdicio.

Por lo general, este concepto de ‘cultura del desperdicio’ es patrimonio habitual de empresarios y de ecologistas. Los primeros, cuando hablan de esa cultura, se refieren sólo a balances y gastos injustificados. Despilfarros contables. Los segundos lo utilizan para sus cosas del reciclaje y tal. Pero el concepto mejor es el sociológico, el filosófico si quieren, el que habla de nosotros mismos, del estrés autodestructivo del que estamos hechos. ¿Cuántas cosas desechamos sin haberlas utilizado siquiera? Lo que no nos damos cuenta es que, al actuar así, le imprimimos a la sociedad un peligroso rasgo de frivolidad del que después se buscan los motivos por todos los rincones.

Por ejemplo, esta sociedad virtual que detestamos en episodios circunstanciales, violentos y descarnados, en los que ni la muerte parece importar, en los que nada tiene valor, se cimenta también en estos días de derroches múltiples y colectivos. Se diría, incluso, que esta ‘cultura del desperdicio’ se encadena a esa otra lógica educativa que también desecha el esfuerzo, que desprecia el inmenso valor de obtener algo mediante el trabajo y la dedicación.

Cultura del desperdicio, en fin. El concepto lo ha rescatado estos días en su blog de internet el fiscal general de Andalucía, Jesús García Calderón, («ese tipo lee y hasta escribe», dijeron de él en cierto corrillo de altos cargos cuando llegó al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía) después de una larga caminata invernal con el poeta granadino Antonio Carvajal. Y recuerda el fiscal Calderón que Fernando Pessoa «establecía límites máximos para sus ingresos semanales». Y añade: «Es curiosa esta percepción de la limitación espacial, económica o estética como una intensa forma de libertad. En cierto modo, la limitación es una forma de rebeldía».

Dos conceptos sublimes para, por ejemplo, arrojarlos estos días, buscando el contraste, contra el enorme dinero público que se despilfarra en inutilidades varias y chucherías inservibles, o contra esos debates recurrentes sobre el sueldo y la dignidad de los diputados.
Día de Reyes. Y lo peor es que, incluso hoy, esa misma cultura del desperdicio hace olvidar lo elemental. La exclusiva ilusión de un niño, que se ahoga sin querer en un océano indescifrable de regalos. Olvidamos lo esencial. «Pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida/ que esta maravillosa libertad de quererte», dice uno de los poemas de Carvajal. Libertad en el amor, libertad en la limitación. Lo otro, eso; desperdicio.

04 enero 2006

Atardecer



Tendría que ser la muerte como estos atardeceres del invierno. El anochecer prematuro que contemplamos callados desde el coche, avanzando por una carretera que se pierde en la inmensidad de un horizonte de olivos y alcornoques y un cielo rosa y negro. Se pone el sol serenamente porque un frío malva le va ganando la partida. Es temprano, sí, pero el sol desaparece inexorable entonando un adagio de silencios.

Pilar Pacheco Valverde caminaba por un olivar de Granada, en el atardecer del primer día del año, cuando su ex marido le pegó dos tiros en la espalda. Tenía 39 años y dos hijos. Y en Marbella, unas horas después, una mujer marroquí de 40 años, «prudente y educada», como la recuerdan sus vecinos, murió estrangulada por el tipo que vivía con ella. Dos tiros, dos manos, dos mujeres muertas que han hecho tambalear en el primer día del año toda la política de protección de las víctimas de la violencia doméstica. Dos tiros, dos manos asesinas, dos mujeres muertas que deberían hacer reflexionar a quienes convirtieron el debate sobre la Ley de Violencia de Género en un elemento más de confrontación política antes que un arma eficaz para luchar contra esa lacra asesina.

Quiere decirse que el debate, en vez de empantanarse en si la protección legal para las víctimas de violencia doméstica debía afectar sólo a las mujeres, tendría que haberse parado en si el Estado disponía de medios eficaces para garantizar aquello que estaba aprobando. ¿Puede el Gobierno garantizar que un individuo al que su mujer denuncia por malos tratos y amenazas no se va a volver a acercar a ella? ¿Tienen derecho las víctimas a conocer las limitaciones de una Ley, que se les ha anunciado como un hito histórico?

La culpa del crimen, ya sé, es sólo de los autores, pero resulta que la mujer asesinada por su marido en un olivar de Granada había interpuesto dos denuncias contra su presunto asesino, una en 2003, por amenazas, y otra en 2004, por maltrato psicológico. Incluso, tras esta última denuncia, la Policía Local le confiscó al asesino la escopeta de caza con la que, probablemente, el lunes le pegó dos tiros por la espalda a su ex mujer. ¿Qué ocurrió? Pues que el arma le fue devuelta al asesino por orden del juez. Y en Marbella, el tipo que estranguló a su mujer tenía una orden de alejamiento desde junio, que lo denunció por malos tratos.

¿Qué ha fallado? ¿Qué está pasando? ¿Qué está faltando? Esa es la reflexión que se espera hoy de las organizaciones feministas y de las decenas de institutos de la mujer locales, provinciales, autonómicos y nacionales, sin problema alguno de presupuesto. Sencillamente, que no se pueden aprobar leyes sin medios.
A esas mujeres de Granada y de Marbella dos asesinos le han robado el horizonte, la vida y la paz. El derecho de morir serenamente, como estos atardeceres de invierno. Rosas y negros, serenos y callados. Dos asesinos acostumbrados a colarse como ratas por las grietas de la hipocresía política.

02 enero 2006

Declive


Quiso la casualidad que en aquel bar la imagen de Chaves en la tele se fundiera con una canción de Sabina. Ella estaba acodada en la barra, con el ánimo difuso y la mirada perdida en el horizonte cercano de aquella televisión muda, en lo alto de una estantería de madera, decorada con cintas de colores y una cadena de pequeñas luces blancas que se guiñaban unas a otras. Los otros clientes del bar brindaban con cervezas por el fin de año, y ella miraba sin mirar. Canal Sur, fin de año. Y como siempre que se pone la tele andaluza, salió Juan y Medio.

Cuando entró Chaves al plató, el presentador encogió su bigote gordo para recibirlo. Noche de sorpresas en aquella tele callada, mientras los otros pedían una nueva ronda y en la radio comenzaba a cantar Sabina. Fue la casualidad porque, en ese instante, se hizo dueña de la pantalla la ‘foto de la tortilla’. Risas de todos en la tele. Como entonces, en aquel pinar. Felipe, Manolo, Alfonso, Luis, Carmen... La pandi, qué risas. «Sentados en corro, merendábamos besos y porros. Y las horas pasaban deprisa, entre el humo y la risa. Te sentaba tan bien, esa boina calada al estilo del Ché». Ella contemplaba la escena mientras oía a Sabina, de fondo, en la radio, y pensaba en la crueldad de aquel momento. En el patetismo de ver a Chaves allí, embadurnándose plácidamente con el aceite de la desmesura, con la pomada de un abuso que ni siquiera necesita, con la grasa de un vasallaje.

Sí, fue la casualidad la que asoció aquellas dos imágenes, la de la letra de Sabina y la de Chaves en su regocijo televisivo, que a ella sólo le produjeron tristeza y pena. «Aquellas banderas de la patria de la primavera/ a decirme que existe el olvido esta noche han venido». Porque hubo un día que ella se creyó a Chaves y a la gente de la ‘foto de la tortilla’, que compartía sus ideales de izquierda, que luchó por la grandeza de la autonomía andaluza y se peleó por el respeto de la institución. Y, verlo así, consumido en aquel sainete forzado, le provocó una extraña sensación de vergüenza ajena. ¿Era esto? ¿El ideal de la ‘foto de la tortilla’ consistía en esto, en la impudicia de hacer desfilar en Navidad ante Chaves a niños repeinados para que le cuenten chistes y a niñas de tirabuzones rubios para que le canten? ¿Esa era la Andalucía que queríamos?

Está escrito que el tránsito de cada año esta cargado de nostalgias. Previsibles y repentinas. Ingobernables. Sobre todo cuando una mujer está sola en la barra de un bar, mirando sin mirar. Porque el pensamiento se dispara y la nostalgia aparece. La nostalgia es el vértigo que sentimos cuando nos asomamos a la pendiente del tiempo. Y era eso, declive, lo que mostraba el desnudo de Chaves aquella noche menuda. ¿Era esto? No, claro. Aunque quizá la culpa fue de Sabina. La casualidad de aquella canción de fondo. «No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió. ‘Mándame una postal de San Telmo, adiós, ¡cuídate!’ Y sonó entre tú y yo el silbato del tren...»