El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

31 mayo 2006

Despiece

El optimista antropológico ha dicho, en el debate sobre el Estado de la nación, que las reformas de los Estatutos “forman parte del sistema fisiológico de España”. Desde hace quinientos años, a España se la ha definido de muchas formas. Pero nunca un presidente había utilizado una comparación igual, porque hablaba Zapatero en el Congreso y uno se lo imaginaba detrás de un mostrador de mármol, como de casquería, con el mapa autonómico de España colocado al fondo igual que esos cartelones que adornan las carnicerías, con las vacas divididas en cuartos traseros, lomo, falda, babilla, costillar… Y en este plan. Las franjas de la España autonómica.

Vamos a ver, el ingenio en política, como en la vida, siempre se agradece, pero hay que saber administrarlo. Y sobre todo, es muy conveniente que detrás de la frase exista alguna sustancia, alguna ideología, algún concepto sólido, porque es justamente lo que esperamos de nuestros dirigentes. Dicho de otra forma, que cuando un presidente hace estas comparaciones, a continuación se le buscan análisis serios. Y aunque sea una tontería, sin más, nos vemos en la obligación de preguntarnos qué se ha querido decir. Y Zapatero nos llena de dudas.

Por ejemplo. Si el presidente nos dice ahora que él analiza España con la lógica del funcionamiento de los órganos de un ser vivo, inmediatamente se pregunta uno: “¿Y yo qué seré, Dios mío? ¿Riñón o estómago? ¿Pulmones o corazón? ¿Acaso el cerebro? ¿Seré el culo?” Si lo piensan bien, además, no existe ninguna imagen como ésta de España desde el punto de vista fisiológico que defina con mayor precisión el “Estado asimétrico” que se persigue.

¿Cuántas interpretaciones se pueden apañar con los discursos del presidente? ¿Qué dirán en el futuro los analistas políticos de este secretario general del PSOE? Que ya hasta brotan frases que quieren ser poema. “Zapatero, somos órganos; tú eres cintura”.

En esa deriva estaba cuando, al final de la tarde, un amigo me sorprende, con una comparación singular: el presidente le recuerda, por esas mezclas suyas, el “Examen de Ingenios” de Huarte de San Juan, un célebre médico del siglo XVI. Huarte de San Juan, que fue médico de Baeza, estableció varios tipos de hombres por la relación entre el cuerpo y el alma, la materia y el espíritu. ‘El hombre colérico’ estaba vinculado al aire y al hígado. Por ejemplo, Don Quijote. “O Zapatero”, dice. “El hombre colérico, que está bajo el influjo de la bilis, es alto y delgado y vive en medio de permanentes arrebatos y de sueños resplandecientes”. Zapatero, un hombre bajo el influjo de la bilis. Uff.

Hay que ver lo que dan de sí en España los debates de la nación. Y sobre todo, la aplicación de la fisiología a la política. Como que no debe haber tradición con más arraigo en España que el despiece.

30 mayo 2006

Exclusivo


«¡Vaya tontería que has escrito hoy!», espeta nada más llegar un antiguo dirigente de Izquierda Unida al que me une enorme afecto. Está el hombre molesto por la risotada que ha suscitado un artículo del nuevo Estatuto de Andalucía, ése que han llevado al Congreso, sobre las competencias exclusivas del flamenco. Por el tono de la protesta, se intuye de inmediato que debe haber sido él mismo uno de los inspiradores de este enorme bodrio: «Artículo 67. Corresponde a la comunidad autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco, como elemento singular del patrimonio cultural andaluz». El flamenco, competencia exclusiva de la autonomía. Ja.

El dirigente viene preparado, para su defensa, con otro artículo del propio Estatuto, uno en el que se reseña que la norma estatutaria es de aplicación en el territorio andaluz. Claro, era eso. Mecachis, que no habíamos caído que el nuevo Estatuto no será de aplicación obligatoria, además de en Andalucía, en los lander alemanes, en el distrito federal de México o en el Harlem neoyorquino, donde acaso exista un negrata ensayando un rap con un compac de Camela. Y sin permiso de la Junta de Andalucía, que tiene la competencia exclusiva en el flamenco y sus derivadas.

En fin, que no es eso. Naturalmente que el Estatuto andaluz sólo es de aplicación en el territorio de la comunidad autónoma, faltaría más. El problema es que cuando se declara que una competencia es exclusiva, y se especifica así en un texto legal que tiene rango de ley orgánica, (es decir, que forma parte del cuerpo constitucional del Estado), quiere decir que es una competencia privativa, que no puede ejercerla nadie más. Por esa razón, el propio estatuto de autonomía distingue entre competencias exclusivas, competencias compartidas y otras que ni mencionan porque pertenecen a otras administraciones. La Defensa, un poner.

Vamos a ver, que exclusiva quiere decir exclusiva. Como si, por ejemplo, se introdujera un artículo en la Constitución en el que se estipulara que la reforma de los Estatutos de Autonomía es competencia exclusiva de quienes, con el mandato ciudadano, estuvieran capacitados para acometer esa tarea y acreditaran previamente la necesidad de la reforma. La que nos ahorraríamos, uff.

En cualquier caso, lo realmente simbólico del artículo sobre el flamenco del nuevo Estatuto andaluz, lo que ha movido a carcajada nacional, no es tanto la apropiación competencial del flamenco sino el ridículo al que se ha llegado con ese afán de las competencias exclusivas, el asfixiante achique de espacios, que dice Arcadi. ¿Oiga, cómo va a tener usted la competencia exclusiva en mi conocimiento del flamenco? Y así, toda la retahila que se añade. Aún están a tiempo de corregirlo. La fórmula es sencilla: Menos exclusividad y más sencillez.

29 mayo 2006

Paciencia


El gran enigma de este mundo no son los números primos, como defiende mi amigo, sino la paciencia humana. Entender, en suma, cómo se administra ese bien preciado en las mentes; conocer cuándo y por qué hay veces que la paciencia no tiene límites y se transforma en permanente complacencia. ¿Qué puede conducir a una persona a convertir la prudencia y la confianza en una exasperante ceguera?

La paciencia como venda que oculta la realidad, sí. Hasta que un buen día, el personal se planta y decide que “hasta aquí hemos llegado”. Y entonces el cielo entero se derrumba, cae a plomo sobre las conciencias y el tipo paciente de ayer ya no atiende a razones. Se acabó.

Todo esto, cuando se refiere a un solo individuo, puede tener sus explicaciones psicológicas, sus causas freudianas, pero ¿cómo es posible que toda una sociedad entre en ese estado de ceguera? Un pueblo entero dispuesto a tragarse todos los días los sapos de su cruda realidad. No sé, lo del Nepal de hace unos días, por ejemplo. Hasta hace unos días, la gente se tiraba al suelo al paso del monarca, el rey Gyanendra, para untarse en la cabeza el polvo de la suela de sus zapatos. Y el rey, vamos a ver, vive en grandes mansiones, conduce helicópteros y coches de lujo, y se exhibe envuelto en joyas. Pero el personal ha seguido creyéndolo la reencarnación del dios hindú Vishnú. Y los niños, esnifando pegamento por las aceras, entre montañas de basura.

Lo raro no es que hace unas semanas, los nepalíes se levantaran y exigiera elecciones; el enigma está en la paciencia acumulada en estos años atrás. Cómo no haber entendido antes algo tan elemental como eso que dicen ahora en los reportajes, que “el rey es un hombre como cualquier otro y, si no respeta los derechos del pueblo, tendrá que irse”.

La paciencia, en fin, acaba cuando el pueblo se da cuenta de que el destino está en sus manos. Una obviedad simplona que siempre se nos escapa, y si Nepal nos parece lejano y desorbitado, a menudo podemos contemplar en nuestra sociedad ejemplos continuos de esa paciencia exasperable, convertida en conformismo ciego.

Quiere decirse que envidiamos continuamente las sociedades críticas porque en esa exigencia democrática radica la calidad, la eficacia y el buen gobierno. Y nos fustigamos con interpretaciones sesudas de conformismo, de herencias caciquiles subconscientes que atraviesan los regímenes. Nos preguntamos a diario qué sería de esta tierra con una sociedad más severa en sus juicios. Aunque ya hace años que un andalucista emigrado a Madrid sostuvo la polémica tesis de que si el destino del ser humano es trabajar para lograr una mayor calidad de vida, por qué nos obstinamos en buscar que un andaluz, que encuentra la calidad de vida nada más pisar el poyete de su casa, tenga el mismo carácter que un finlandés.

27 mayo 2006

Modestia

Hay dos conceptos morales en los que la clase política suele patinar. Frecuentemente, además. La modestia y la dignidad. No hay manera. La modestia de la persona y la dignidad del cargo que ocupan. Los dos conceptos suelen malentenderse, quizá porque se confunden; quizá porque se interpretan bajo los efluvios del poder, que son emanaciones ebrias como de una borrachera de champán; o quizá, sencillamente, porque se desconocen. El caso es que la confusión de estos conceptos es una las metamorfosis más interesantes que sufre un individuo cuando se instala en un despacho oficial. Al poco, lo difícil será reconocerlo.

No es nada nuevo, desde luego. En su libro de ‘Recuerdos y olvidos’, Francisco Ayala detalla un episodio desconcertante con Manuel Azaña. Ambos se conocían de las tertulias literarias de Madrid, antes incluso de que Azaña se dedicara de forma triunfal a la política. Disfrutaban, por tanto, de un trato amistoso y colega. Poco antes de que estallará la Guerra Civil, decidió Ayala aceptar la invitación de algunos países sudamericanos para dar una serie de conferencias y le pareció oportuno, en momentos tan tensos como aquellos, comunicárselo personalmente a su amigo Azaña, presidente de la República, y de paso, ofrecerse para cualquier gestión que se precisara. Pidió audiencia, y, pasado un tiempo, recibió una llamada de la Presidencia. El presidente había accedido a su petición, pero le recordaban que, según el protocolo dispuesto por Azaña, para visitarle debía ir vestido de frac.

El frac aquel de Manuel Azaña se ha perpetuado, andando el tiempo, en los palacetes en los que viven los presidentes autonómicos, pensando que en ello va la dignidad de la institución, o en la proliferación de coches oficiales y tarjetas visa, con la certeza de que en ello va la dignidad del cargo. Y no se repara en que, lo esencial de una institución y de un cargo público, es alcanzar la dignidad a través del ejemplo. De la sencillez. El concepto de servicio público, o sea.

Sucede, además, que de ahí, de la confusión de la dignidad institucional, se pasa directamente a la equivocación de la modestia. Este diputado del PSOE, por ejemplo, que fue ponente de la muy polémica Ley de viviendas de protección oficial de la Junta de Andalucía. Después de fustigar con reiterados desprecios a los afectados, que si especuladores, que si aprovechados, ahora se descubre que él mismo tenía seis propiedades inmobiliarias, casa, garajes, locales y tal, de protección oficial. Y para defenderse, dice, en un arranque de modestia: «Todo lo he comprado con el esfuerzo de mi trabajo y el dinero de mis ahorros».

¿Y cómo creerá que llegaron a adquirir sus propiedades los miles de afectados por la Ley de la que él fue ponente? ¿Por qué están que trinan esas gentes, si no es porque han metido sus ahorros en un ‘corralito legal’, del que no pueden escapar? En fin, que no es modestia lo de ese diputado aunque lo pretenda. Se llama desahogo. Y, acaso, cinismo.

26 mayo 2006

Clase Club


“Ey, Aurora, qué alegría verte. ¡Viva España! Je, je, je…” Si los murciélagos emiten un sonido que les marca la distancia exacta que los separa de una pared, debe ser que nuestra mirada delimita, con la misma precisión, la distancia a la que debe permanecer el prójimo. Quién se acerca y quién no. La mirada de Aurora debió ser fulminante, porque Mario se detuvo al instante. A casi un metro de ella, en el andén del Ave de la estación de Atocha. Faltaban quince minutos para la salida del tren y Aurora apuraba un cigarrillo junto a las vías. “Eh, eh… qué te pasa, mujer, sólo te he dicho ¡Viva España! Nada más… ¿Es que no piensas saludar?”

La peor sensación de nuestro pasado, lo más grave que nos puede ocurrir cuando miramos atrás, no es que nos invada la nostalgia. Lo peor es que no nos reconozcamos en nuestra propia vida. Eso es exactamente lo que le ocurría en aquel momento a Aurora, que era incapaz de reconocerse en aquel tipo. Incapaz de explicarse cómo pudo compartir con él tantas ilusiones, tantas certezas, tantos días, tantas horas. Tanta vida. Se conocieron en la Facultad de Derecho, en los setenta, y se hicieron inseparables. Nunca fueron amantes, pero eran inseparables.

“Te ví ayer en la tribuna del Congreso, y casi no te reconocía”, continuó diciendo Mario. “Sí, yo también te ví en el escaño. Oye, por cierto, a qué viene eso de “viva España”, replicó Aurora. “No sé, chica, hablamos poco, pero te veo muy pepera, je, je, la derechona. Don Pelayo y Guzmán el Bueno, je, je”. “Me gustaría que me explicaras –le interrumpió Aurora, visiblemente enojada- en qué momento de aquellas interminables e incontables reuniones del partido a las que asistimos juntos se dijo que el objetivo de la izquierda era convertirse en nacionalista. ¿La Internacional, la recuerdas? No sé, a lo mejor me he perdido algo…”

A menudo confundimos diálogo con acuerdo, acaso porque pensamos que la confrontación de ideas, el choque de criterios, no pertenecen a ese género. Pero qué ocurre cuando el interlocutor convierte una conversación en un laberinto imposible, en un absurdo. Y Aurora se sentía impotente para replicar aquella ráfaga de consignas que le espetaba Mario. “¿Por qué le dais la espalda a Andalucía? Tu luchaste por el 28 de Febrero, Aurora, y ahora estás con la derecha. No lo entiendo. ¿Por qué te envuelves en el “Viva España”?… Os vais a quedar solos en la oposición al nuevo Estatuto, Aurora...”

“¿Ah sí? ¿Y qué debe ilusionarme? ¿Que el Guadalquivir lo gestione un antiguo guerrista en vez de un técnico del Ministerio? ¿O que nos llamemos ahora realidad nacional? ¿Acaso debo saltar de alegría porque el presidente de la Junta pueda ejercer más presión sobre los jueces? Además, ¿te importaría dejar de contestar a todo diciendo que soy de derechas? Lo de España, verás, es más complejo. Pero deberías reflexionar sobre los complejos absurdos que siempe hemos tenido con la bandera de España. Primero, acomplejados por el franquismo y ahora, acomplejados por los nacionalismos.”

Mario estiró la mano y dio unos golpecitos sobre su reloj. “Es la hora. En fin, que lo que quiero decirte es que la derecha se va a equivocar otra vez, como hace veinte años. Pero tú veras. Que me ha encantado verte. ¿Te quedas?”, preguntó. “Sí, yo tengo asiento en turista”, contestó. “Ah, vale, me doy prisa entonces que voy Clase Club”. Al alejarse, junto a las paredes del Ave que ya comenzaba a rugir, Aurora creyó ver en aquel momento alguna explicación razonable al absurdo anterior. “Clase Club, claro”. Y estrelló el cigarrillo contra el andén.

25 mayo 2006

Flamenco


Dice el Estatuto de Andalucía que se ha presentado en el Congreso: “Corresponde a la comunidad autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco, como elemento singular del patrimonio cultural andaluz”. Por favor, deténganse un momento en la frase. Vuelva a leerla. Si quiere, puede comprobarla. Proposición de reforma del Estatuto. Artículo 67. Cultura y Patrimonio. Segundo párrafo. ¿Lo ve ahora? Parece una broma, ya sé. Pero es verdad. Y, si nos tomamos en serio las leyes y a los legisladores, analicemos someramente qué significa lo anterior.

Qué quiere decir, por ejemplo, que el “conocimiento” del flamenco es una competencia que le pertenece “en exclusiva” a la Junta de Andalucía. ¿Se impone la obligación de que no haya ningún aficionado con conocimientos de flamenco fuera de Andalucía? ¿Y qué pasará si en un colegio de Extremadura, un profesor de Música encarga a sus alumnos un trabajo sobre la soleá de Alcalá?

Avancemos. La Junta de Andalucía también va a tener la “competencia exclusiva” en materia de “conservación e investigación”. Bien. Pero, ¿y qué ocurre con los flamencos de fuera de Andalucía? Por ejemplo, Carmen Amaya, la bailaora más importante de la historia del flamenco, que nació en Barcelona y está enterrada en Cantabria? O Agustín Castellón Campos, Sabicas, que nació en Pamplona y alcanzó la gloria como guitarrista de flamenco. ¿Deberán ceder aquellas comunidades todos los archivos, públicos y privados, ya que la Junta de Andalucía es la única competente en conservación e investigación?

Otro paso más. También se arroga la Junta la competencia exclusiva en “formación”. Vale, pero ¿y qué hacemos con las academias de baile de toda España? ¿Y con las de Japón y Estados Unidos? Desde hace más de cuarenta años, en La Unión, en Murcia, se viene celebrando un Festival Internacional de cante de Las Minas destinado a cantaores noveles. ¿Pasa a ser ilegal? ¿O exigirá la Consejería de Cultura andaluz la gestión íntegra del festival? ¿Esto es igual que el Guadalquivir?

Todo esto, ya sé, sólo suena a broma. Pero insisto en que hay que pensar, como es debido, que las leyes se aprueban para cumplirlas. Las dos últimas competencias que se asumen son más complejas aún: Promoción y difusión. ¿Qué ocurrirá con los festivales y concursos que organizan peñas flamencas de todo el mundo? Copio literal una reseña sacada de las miles que salen de internet. “Los Concursos de Cante ‘El Yunque Flamenco’ de Santa Coloma de Gramenet tienen como finalidad última conservar las esencias estéticas de esta música tradicional, al tiempo de fomentar y difundir esta cultura”. Conservación, fomento y difusión. Tres veces ilegal.

José Salazar Molina nació en Badajoz, en 1924. El ‘Porrina de Badajoz” es el cantaor más famoso que ha dado Extremadura. Vestía de forma extravagante, con un clavel en la solapa y unas eternas gafas negras. “Para ver lo que yo quiero”, decía este cantaor de Extremadura. El Porrina se definía como "un dandy en el país del tocino y la envidia". Sí. Tocino, envidia y estupidez. Y si no lo añadió es porque no conoció el Estado de las Autonomías.

24 mayo 2006

Trámite

La impresión que daba es que el grupo socialista decidió afrontar el debate de ayer en el Congreso ajustándose estrictamente al carácter de la sesión, admisión a trámite de la reforma del Estatuto. Que el Estatuto andaluz, con sus señuelos de realidad nacional y conquista del Guadalquivir, no levantara más revuelo que el estrictamente necesario. Ni un paso más. Por eso el discurso desabrido, carente de sustancia y de pulso, del presidente del Gobierno. Por eso el ambiente, como de media entrada. Trámite, sí. En el fondo y en la forma. Aunque quizá resulta inevitable, porque es lo que le ocurre a todo lo que en esta vida no supone novedad o innovación, sino reiteración de etapas ya vividas. De batallas ya libradas. El cruel destino de la copia.

El debate del Estatuto andaluz tiene, en este sentido, una losa de la que no se puede librar, su seguidismo del Estatuto de Cataluña. Lo expresó ayer con mucha claridad el portavoz de Convergencia i Unió, José Antonio Durán Lleida, después de que el líder de los populares, Mariano Rajoy, culpara a los socialistas de haber plagiado más de una veintena de artículos del Estatuto catalán. “Es lógico –dijo Durán Lleida- que haya sucedido lo que ha sucedido, que el estatuto andaluz fusile muchos artículos del Estatuto de Cataluña. Una vez más, Cataluña es el motor de las reformas autonómicas”. Más tarde, Puigcercós, el portavoz de Esquerra, asentaría esta misma tesis: “Los dos estatutos son clones”, dijo con algo de imprecisión científica porque es sabido que en la clonación siempre existe un original y una copia. También se le olvidó decir que el Estatuto andaluz no se puede clonar en aquello que los propios dirigentes catalanes consideraron como el núcleo central del Estatut: el sistema de financiación.

En sentido contrario, podría argumentarse, como de hecho se hace, que, en realidad, lo que consigue Andalucía es igualar en derechos a Cataluña, igual que hace veinticinco años con el referéndum del 28 de Febrero. Pero saben perfectamente quienes defienden esta tesis que cualquier comparación, social o política, entre aquel tiempo y el actual es mera coincidencia. Nada que ver. Aquello fue historia, esto es un trámite de clonación. Que Zapatero se marchó nada más acabar el discurso de Rajoy y Alfonso Guerra, que es el presidente de la comisión constitucional, se durmió casi todo el discurso del presidente.

Trámite sí, pero degenerativo. El primer estatuto, el valenciano, entró y salió por unanimidad del Congreso. El segundo estatuto, el catalán, entró con mayor apoyo del que fue aprobado finalmente por las Cortes. El tercer estatuto, el andaluz, ha llegado con el menor apoyo de la historia estatutaria. Sigue teniendo validez aquella definición de Machado, que pintó a Madrid como el rompeolas de las Españas. Y han comenzado a llegar aquí, al Congreso, los estatutos de las regiones como olas autonómicas, repetidas, rutinarias. Movidas por una fuerza exterior. Olas que desgastan el firme del Estado. Tanto tiempo después, aún rompeolas. Y siempre fue imposible construir nada sobre un rompeolas.



LA FRASE DEL DEBATE: "La cintura es la esencia de la democracia"
José Luis Rodríguez Zapatero

22 mayo 2006

DIARIO DE LA TREGUA. La Ecuación


Ya está dicho aquí otras veces que es un error esa estrategia de concederle certificados de éxito o fracaso a la tregua de ETA por cada acontecimiento que se produce. Como deshojando una margarita, hoy sí, hoy no. El equilibrio razonable es apoyar el llamado ‘proceso de paz’ en el que se han embarcado el PSOE y ETA –sí, con la misma estrategia que ya utilizó la banda terrorista con el PNV hace unos años, en Estella- con la certeza de que, en realidad, un diálogo así no puede llegar nunca a buen puerto. Por una sola razón, de la que se deducen las demás: el acuerdo con ETA para su desarme sólo será posible cuando la banda terrorista reconozca su derrota. Si no es así ETA siempre intentará negociar con el Estado de igual a igual, sentados en la mesa, esperando que el otro ponga sobre el tapete sus planteamientos para, al final, acordar un punto medio. “Ni tuya ni mía”. Y ese tipo de negociación, el punto medio, no es posible encontrarlo en asuntos como la anexión de Navarra, la integración del País Vasco francés, o la amnistía de los presos etarras.

En fin, como vemos que esa es la pared en la que se puede estrellar un acuerdo con ETA, por eso mantenemos el escepticismo. Pero, al mismo tiempo, no se le puede hurtar al presidente Zapatero, por cándido o peligroso que nos parezca, la posibilidad de negociar con ETA al igual que hicieron los anteriores. Hasta ahora, además, Zapatero siempre ha dicho que no va a negociar ni la autodeterminación ni la anexión de Navarra. Ya veremos. Y ya diremos. De momento, no debemos, pese a la desconfianza, desconfiar de su palabra. Retenegamos sus compromisos para exigirlos en el futuro. Esta labor será esencial porque lo que sí se atisba ya con claridad en el presidente del Gobierno es una desvergonzada despreocupación por la coherencia. Más bien al revés, el juego de zizagueo que se practica, resulta a veces abrumador.

Veamos la reveladora secuencia de los acontecimientos de los últimos siete días. Establezcamos el análisis como si fuera una sencilla ecuación, la suma de dos certezas nos da como resultado una decisión del Gobierno. Se suma lo que piensa ETA y lo que dice la Policía, el, con esos dos valores, el Gobierno toma una determinación. ¿De acuerdo? Pues sumemos.

Primer valor: Entrevista de ETA en Gara. Lunes, 15 de mayo de 2006. Dice así la banda terrorista:
"Si buscan situar otra vez la clave en convertir en irreversibles las decisiones de ETA sin desarrollar ningún proceso democrático, tenemos que decirles claramente que están totalmente equivocados. Euskal Herria no tiene futuro como pueblo bajo España y Francia. El conflicto no puede solucionarse bajo esa situación. Por tanto, es necesario el cambio político de los marcos impuestos. Desde hace tiempo venimos manifestando que quien realiza una lectura en clave de debilidad de iniciativas de ETA y de las propuestas impulsadas por la izquierda abertzale, en primer lugar se equivoca al realizar el diagnostico correcto de la situación y, lo que es peor, si se imponen cálculos políticos basados en esa reflexión al final se fracasará en la dirección que debe imprimirse al proceso. Si en lugar de procesos para superar el conflicto se diseñan estrategias para arrinconar a la izquierda abertzale en base a ese cálculo malicioso, la historia nos enseña que son estrategias condenadas al fracaso. Muchos realizaron idéntica lectura en el proceso del 98, muchos seudointelectuales, periodistas, políticos profesionales impulsaron esa tesis y todos conocemos las consecuencias resultantes de su imposición. Ha llegado ya el momento de materializar los compromisos en el proceso democrático”. En la entrevista, ETA añadía, además, que seguirá enviando cartas de extorsión a algunos empresarios para poder financiarse. Y lo explicaba: “ETA garantiza que ese dinero será utilizado a favor de la libertad y construcción de Euskal Herria”.


Segundo valor. Informes de la Policía. Viernes, 19 de Mayo de 2006. Declaraciones del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba:
"Hace dos meses. ETA declaró un alto el fuego permanente; desde entonces el Gobierno ha ido comprobando la extensión y veracidad de dicho alto el fuego. Pensamos que el proceso tiene bases sólidas, de la misma forma que afirmamos que será duro, largo y difícil, y que tiene un punto de partida al que todavía no hemos llegado: alcanzar la convicción de que ETA quiere poner fin a la violencia".


Ahora es cuando viene la suma. ETA dice que se equivoca quien piense en “una situación de debilidad de ETA” y la Policía constata que, en efecto, aún no se puede expresar la certeza de que la banda terrorista “quiera poner fin a la violencia”. Si se suman esos dos factores, que coinciden además en una misma dirección, ¿cuál debería ser la reacción del Gobierno? La siguiente:

Domingo, 21 e Mayo de 2006. Mitin del presidente del Gobierno en Baracaldo. Dice así la crónica de prensa:
“El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dio ayer por definitivamente verificado el alto el fuego de ETA al anunciar que el próximo mes de junio acudirá al Congreso para comunicar a las fuerzas políticas el inicio del proceso de diálogo con la organización terrorista (...) Así, dijo empeñar su palabra al asegurar que asumirá toda la responsabilidad, pero que también sabrá compartirla. Y se postuló como el presidente de la paz: dijo que apenas había entrado por la puerta de la Moncloa cuando decidió retirar las tropas españolas de Iraq, "por la paz y la dignidad de un pueblo", y que desde entonces trabaja por devolver también la paz y la dignidad a Euskadi (…) Añadió que “si aquellos que han apoyado la violencia dan un paso, la democracia sabrá dar sus pasos". El presidente manifestó que todas las ideas y todas las sensibilidades políticas tienen derecho a ser defendidas y expresadas. "En ese momento, todas las ideas estarán en igualdad de condiciones en Euskadi". Los tres principios "irrenunciables", dijo en su mensaje a la izquierda abertzale, son "la paz y el fin de la violencia, la legalidad y la convivencia, que será la garantía de futuro para que nunca más se tenga que soportar la violencia".


Podríamos preguntarnos qué ha podido variar para que, en dos días, el mismo gobierno pase de las declaraciones de Rubalcaba a las de Zapatero. Pero volvamos a la la ecuación: ETA se reafirma en sus principios, el ministro del Interior ratifica que no se puede decir que la violencia se ha acabado y, en consecuencia, el presidente del Gobierno anuncia el inicio del diálogo con la banda terrorista. Conclusión: Diga lo que diga ETA, opine lo que opine la Policía, el presidente Zapatero va a seguir adelante con la negociación con la banda terrorista.

19 mayo 2006

Tacatá


El otro día, para que luego digan de los consejeros andaluces, que no los conoce nadie y que a nadie le interesa lo que dicen, un grupo de jóvenes celebró cerca de mi casa la Ley Antibotellón con un festival flamenco. Nocturno, improvisado y, lo que es peor, con voces deplorables. Voces potentes, eso sí, pero desastrosas. Disponían, según pudieron observar los obligados espectadores del vecindario, una caja de música, pum, pum, pum, tacatá, y un repertorio inclasificable. Era martes –tan sólo era martes– y, como la fiesta se prolongó hasta la madrugada, parecía que tenía alguna relación con el Consejo de Gobierno, que aprobó la ley ese mismo día. Parecía un eco desvergonzado de respuesta.

Quiere decirse, en suma, que a partir de este mismo fin de semana, aunque la ley está aún pendiente del trámite parlamentario, podremos comprobar una vez más la inutilidad de esta forma de hacer política. ¿Y por qué el escepticismo, si otras veces se defendía aquí mismo la necesidad de aprobar una Ley Antibotellón? Desde luego, no por la ley en sí, que se venía exigiendo desde hace tiempo, sino porque lo que no ha quedado acreditado todavía es que exista en las distintas administraciones el más mínimo interés político para acabar con los botellones. Sencillamente, falta voluntad política.

Era necesaria la Ley, sí, pero para acabar con las excusas políticas. Era necesaria, sí, pero sobre todo para que los fiscales puedan actuar de oficio, sin cruzarse de brazos como ahora porque dicen que tienen las manos atadas. Era necesaria la ley, sí, pero para que los vecinos a los que no les gusta el flamenco impuesto, de timbal y voces empapadas en cubatas, tengan en sus manos un arma legal más contundente. Y poder irse con ella, bajo el brazo, directos al juzgado de guardia. Si la nueva ley no sirve para denunciar por prevaricación a los ayuntamientos, no habrá servido de nada. Y eso es, precisamente, lo que no garantiza el proyecto aprobado por la Junta.

Lo que se le pedía al Gobierno andaluz era un texto legal que tipificara como infracción medioambiental el ‘botellón’. Y a partir de ahí, que cualquier ciudadano pudiera denunciar al alcalde de turno por prevaricación omisiva, delito introducido en una de las últimas reformas penales para castigar al responsable público que no persiga una infracción medioambiental, pese a tener conocimiento de ella.

Pero no. El Gobierno andaluz ha escurrido el bulto. Se ha lavado las manos. No existe voluntad política. Y lo único que hace es descargar en los alcaldes la potestad de decidir dónde es legal un botellón y dónde es ilegal.

«Dejadnos vivir, dejadnos dormir», reza una pancarta, colgada entre dos árboles, en un barrio de Sevilla. Lleva ya tiempo, está casi deshilachada. Si cuando se apruebe la Ley, el alcalde prohibe los botellones en esa plaza, a los vecinos les servirá para algo. Si no lo hace, seguirán como hasta ahora. Con el pum, pum, pum, tacatá.

18 mayo 2006

Yesman


La disciplina de partido es una parálisis transversal que recorre, como engarzándola, toda la clase política. Una virtud que ha mutado en defecto, una necesidad que ha degenerado en atadura. Lealtad que acaba en servilismo. Una autoexigencia moral que termina como una imposición indecente.

Verán, la inviolabilidad y la inmunidad de los diputados está en la raíz misma del sistema democrático. Un potente blindaje político y jurídico convierte a los diputados en seres independientes. En el terreno puramente político, los partidos, organizaciones omnipresentes y acaparadoras, sólo tienen un territorio en el que tienen vetada la entrada, el escaño. El acta de diputado o de concejal sólo pertenece a quien la ostenta, y nada ni nadie puede arrebatársela. Y jurídicamente, la Constitución los protege para que puedan decir lo que piensan sin ninguna interferencia, amenaza o presión. «Gozarán de inviolabilidad por las opiniones manifestadas. No podrán ser inculpados ni procesados», dice la Constitución.

El diputado es un ser libre, sí. Con todas las garantías. Nada le ata. ¿Nada? Bueno, nada salvo la continuidad en el cargo. Ese es, pues el problema. Cuando el objetivo de un diputado no es el desarrollo de su libertad sino la continuidad en el cargo, la subsistencia, entonces deja de tener sentido la función misma para la que fueron elegidos. Y esa es la realidad que tenemos asumida; por eso la disciplina de partido se acaba imponiendo.

Una vez más, sin embargo, lo peligroso será confundir lo habitual con lo normal. ¿Cómo aceptar, sin más, que decenas de diputados socialistas vayan a votar a favor del Estatuto de Andalucía, a pesar de que consideran que es «muy peligroso» para el futuro de España, como acaba de manifestar Joaquín Leguina? ¿Cuántos piensan así y actuarán igual? La prevaricación que se contempla en el Código Penal condena al funcionario que dicta una resolución injusta a sabiendas. La prevaricación política, si existiera, debería condenar ese comportamiento de Leguina. Votar una ley a sabiendas de que es injusta. Uff.

Insisto. No demos por bueno lo habitual sólo porque sea común y reiterado. Que tras la resignación se esconde el olvido. Y el ‘qué más da’. Este espectáculo de diputados obligados a votar lo contrario de lo que piensan es más propio de la dictadura que de la de democracia.

Alférez, una revista de universitarios falangistas, publicó en febrero de 1948 un interesante artículo al respecto. «Los ingleses, con un idioma privilegiado para hacerlo, lo han perfilado con sólo una palabra: el yesman; el hombre del ‘sí’ a todo evento, del indefectible ‘sí, señor’ ante el requerimiento del que manda. El hombre que, en las tareas de trascendencia colectiva, elimina su propio juicio, calla su opinión –que siempre cabe expresar sin herir– y borra, en suma, su personalidad por una falsa idea de la disciplina». ¿Yesman? No, la libertad tiene que ser otra cosa.

17 mayo 2006

Sonrisas


Es su mirada. Y la sonrisa. El instante en el que ayer, antes de entrar en el furgón policial, se paró a mirar a los fotógrafos y esbozó una sonrisa. Esposado, entre dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Chaqueta azul, camisa blanca sin corbata y pantalón beige. Parece que quiere hablar, pero sólo esboza una sonrisa.

Desafiante, quizá. Pero no es una sonrisa de despecho sino de pillo, de quien guarda secretos con la certeza de que, algún día, determinarán el final. Y él seguirá sonriendo entonces. Como en la peli aquella de Bogart, que no me acuerdo. «– ¿Te ha picado alguna vez una abeja muerta? –¿Una abeja muerta? Eso es imposible. –Claro que es posible. Hay que tener mucho cuidado con las abejas muertas cuando uno las pisa con los pies descalzos. Si las pisas pueden picar tan fuerte como cuando están vivas, sobre todo si estaban enfadadas cuando las mataron».

Roca iba a entrar en el furgón, esposado, no se le había visto desde que fue detenido, hace ya casi dos meses. No se le veía desde que el juez le citó en el auto de prisión incondicional como «el jefe de una organización» delictiva que se dedicaba a blanquear los ingresos del saqueo de Marbella. Desde entonces, sólo se le había visto enlatado en las fotos de la policía, embalsamado como sus osos y sus tigres del salón. Ayer salió de la trena para dejarnos una sonrisa. «¿Cuánto vale el silencio de Roca en este momento?», susurran al otro lado del teléfono y, yo, embobado con la foto, doy un respingo, como si me hubieran pellizcado.

«El silencio de Roca es el temor de decenas de personas; el pavor de empresarios, de políticos, de artistas... Esa es la psicosis de Marbella ahora. Que nadie sabe qué puede saltar. Ni cuándo. Ni a quién le puede afectar... ¿Sigues ahí?», pregunta, desconcertado por mi silencio, el tipo del teléfono, que acaba de llegar de los alrededores del juzgado de Marbella y le han contado algunas intrigas de agendas y planes, balas de recámara, sorpresas por estallar.

Acaso sonríe Roca porque él sí sabe cuánto valen sus notas de agenda. Debe ser, además, que en estos casos, el valor silencio se traduce pronto en beneficios. Es eso, sí. Yo miro esa sonrisa, pero también la habrán mirado otros. ¿A quién irá dirigida esa sonrisa de Roca? «El silencio de Roca tiene mucho valor, claro. Por eso, desde fuera, siempre queda alguien que sabe interpretarlo. Y, además, sabe gestionarlo», dice el hombre del teléfono antes de colgar.

Vuelve el silencio al auricular y devuelve la autenticidad a la foto de Roca saliendo del juzgado, con su pantalón beige y su chaqueta azul. Y la sonrisa, sí. Aunque en la foto sale con los labios encogidos, como si fuese a silbar. Como en aquella peli de Bogart de la que no me acordaba. Con Lauren Bacall. «No tienes que fingir conmigo, Harry. No tienes que decir nada y no tienes que hacer nada. Nada de nada. Tal vez sólo silbar. ¿Sabes silbar verdad? Juntas los labios... y soplas». ‘Tener y no tener’. Así se llamaba la película.

16 mayo 2006

Cayuco


En política, cuando a un problema no se le encuentra solución, lo que se suele hacer es cambiarlo de nombre. También se utiliza esa estrategia cuando se quiere esconder una realidad. Quizá por eso llama tanto la atención que en esta última oleada, los cientos de inmigrantes no hayan llegado en “pateras” sino en “cayucos”. Insistía el Gobierno en que, tras el proceso de regularización, se iba a acabar con las pateras. Y ya ven. Ya no hay pateras. Hay cayucos, que es una voz más caribeña, más cubana. Según la Real Academia, significan lo mismo, embarcaciones de una sola pieza, con el fondo plano y sin quilla, pero políticamente existe una diferencia grande entre las pateras y los cayucos.

La llegada de pateras supondría, por ejemplo, una especie de línea de continuidad entre Aznar y Zapatero. Llegan pateras con el PSOE, como llegaban antes con el PP. Con los inmigrantes a bordo de cayucos, todo parece distinto. Patera, en fin, tenía ya un inevitable sentido despectivo. Y cayuco, ya digo, suena otra cosa distinta. Arena blanca, caña y ron.

Pero cambiará la terminología, y mirarán para otro lado los que antes se despellejaban la lengua de tanta demagogia burda, pero la realidad inalterable es que ni con la estrechez de Acebes ni con la irresponsabilidad de Caldera varía el problema sustancialmente. Porque la solución no está aquí, al alcance de un solo país como España. A todo lo más que podemos aspirar es a que este personal no contribuya a empeorarlo, por ejemplo con los nuevos estatutos de autonomía. Y no caerá esa breva.

Lo único efectivo que podría hacer España, si tuviera algún peso internacional, es intentar liderar un definitivo plan de ayudas (económicas, médicas, sociales… ) para, de una vez, ponerle remedio a la miserable realidad africana, mil veces estudiada, analizada y diagnosticada. No es ninguna entelequia: Hace cuarenta años, Asia era más pobre que Africa. Y el crecimiento económico de Oriente es ya una realidad incuestionable.

Africa, en fin, con países como Mali, que depende de las divisas que envían sus inmigrantes, o como el Congo, con una superficie superior a España, Francia y Alemania juntos, está atrapada en una sola realidad: acabó el siglo XX siendo más pobre que al principio. O se invierte esa tendencia, o no habrá fronteras, ni naturales, ni militares, que frenen la avalancha continua de inmigrantes. Y en contra de lo que exigen algunos grupos antisistemas, lo que necesita Africa es adentrarse en la globalización. Que llegue hasta allí la globalización, entendida como sinónimo de educación, de formación, de capitales y de inversiones, de mercados…

Lo demás es la aburrida dialéctica de la política española. Pero esa inutilidad, a todo lo que nos conduce es a que las pateras comiencen a llamarse cayucos. Por cierto, que, curiosamente, existe una segunda acepción de cayuco en Cuba: “Dícese de un asunto fallido”.

15 mayo 2006

Antágona


Inventemos una diosa para este drama. Adoremos a Antágona, diosa de los círculos cuadrados, de los gatos de tres pies, de las excepciones sin regla. Y construyamos un templo grande, con enormes piedras de ruedas de molino. El templo de las contradicciones. El templo de Antágona, la diosa de nuestros días.

Detengámonos un momento y contemplemos el camino recorrido en la construcción del Estado autonómico. Como quien se sienta en una piedra, y contempla, secándose el sudor, el camino recorrido y el que tiene por delante. Veamos. Cuando se diseñó en la Transición el sistema autonómico, el Estado se garantizó su propia pervivencia con dos normas elementales: El recurso previo de inconstitucionalidad y la ley de los referendos.

El primero garantizaba que cualquier estatuto o ley autonómica no se pudiera aprobar si previamente el Tribunal Constitucional no garantizaba que se atenía a la Constitución. Prevalece la esa norma básica antes que la decisión de una mayoría de diputados del Congreso en una legislatura cualquiera y antes, desde luego, que la voluntad de un parlamento autonómico. La Constitución es el suelo y el recurso de inconstitucionalidad era su red de seguridad.

Lo segundo, la ley de referendos, aprobada por UCD y el PSOE, establecía un listón casi imposible para las regiones que buscaban una autonomía similar a la que, por el pacto de la Transición, se le concedía al País Vasco y a Cataluña. Cualquier región que quisiera una autonomía tan elevada como aquellas tendría que superar un referéndum leonino, con más del cincuenta por ciento de síes sobre el censo electoral, no sobre los votos emitidos.


Cuando pasó el periodo autonómico, las dos medidas se eliminaron. Ya no eran necesarias. Se eliminaron, quizá, pensando que la etapa histórica para la que se crearon ya había pasado y que en España ya existía un modelo territorial asentado, inalterable y satisfactorio para todos.
No ha sido así, ya se ve. Tanta fue la equivocación que Andalucía, que tuvo que superar aquel referéndum leonino para conseguir una autonomía “de primera” se encuentra ahora ante la paradoja de poder aprobar un estatuto que la define como “realidad nacional” con tan sólo el sesenta por ciento de su Parlamento. Y Cataluña puede sacar adelante un estatuto de competencias exclusivas, de exclusiones lingüísticas y bilateralidad en un referendum que ya se vaticina con una abstención por encima del cincuenta por ciento.

¿Ven la absurdo? Para el primer paso, todas las garantías; para el segundo paso, casi ninguna. ¿Acaso aquellas dos medidas no tienen ahora, al menos, tanto sentido como antes? ¿Saldría adelante la ‘realidad nacional’ andaluza en un referéndum como el que aprobó el PSOE para el 28 de Febrero? ¿Pasaría el Estatuto de Cataluña el filtro del recurso previo de inconstitucionalidad? He buscado respuestas imposibles. Pero no recordaba que aquí, donde estamos, todo son contradicciones. Es el templo de Antágona.

14 mayo 2006

Avalanchas


Las avalanchas políticas tendrían que anunciarlas en los telediarios, justo después del hombre del tiempo. «Y para el próximo fin de semana, atención, porque se acerca una avalancha política que afectará a la mitad sur de España, principalmente a Andalucía. Si tienen pensado seguir la actualidad, adopten las precauciones necesarias para no resultar dañados ya que, según Meteosat, el origen parlamentario de esta avalancha la hace especialmente virulenta». En este plan, o sea. Como un servicio público más.

La medida sería especialmente recomendable para los próximos meses, porque se acercan las elecciones municipales y porque los estertores de la reforma del Estatuto pueden ser terribles. Los partidos, si se fijan, afrontan la indiferencia generalizada del personal con técnicas de propaganda por inundación. Un ejemplo. Después de haber debatido el Estatuto en el Parlamento durante dos años, y antes de que se inicie un nuevo debate en el Congreso, hace unos días, el PP anunció que presentará mociones en todos los ayuntamientos y diputaciones para que rechacen al texto aprobado. Un par de días después, el PSOE anunció, a su vez, que también presentará mociones en todos los municipios para que se pronuncien a favor del Estatuto. El PA, para no quedarse a la saga, también ha organizado su campaña estatutaria y es muy probable que en IU se esté debatiendo ya una huelga de hambre simbólica (una hora o así, entre el desayuno y el almuerzo) de todos sus concejales y cargos públicos. Esa es la avalancha.

De todas formas, ojo que la otra avalancha, la de las municipales, puede ser incluso peor. Por lo que llevamos visto, el PSOE está dispuesto a arrasar. Al punto que comienzan a asustar. Ese acto incalificable del otro día en El Coronil, con ‘alcalde jornalero’ del Sindicato de Obreros del Campo, donde el PSOE alineó a todos los delegados provinciales de la Junta. Todos, uno tras otro, con los coches oficiales aparcados a la entrada del mitin. El mensajes. subliminal de aquel despliegue estaba claro («Sólo con el PSOE llegarán las inversiones de la Junta») pero lo mejor era el lema oficial: «Apúntate al cambio». Que el PSOE, en Andalucía, utilice ese lema tiene su miga. O cara dura, según.

Y en Córdoba, ya ven, atosigan a la alcaldesa. Y en Huelva, ese docto orador que maneja el partido, Mario Jiménez, va y anuncia un plan del Gobierno de la nación contra la inseguridad de la capital. Y dice: «Mientras el alcalde está de copas, o de sarao en sarao, la seguridad ciudadana es un auténtico desastre en Huelva». Qué nivel, oiga. Como si, de repente, la competencia de la Policía y de la Guardia Civil recayera en los alcaldes. Y en Cádiz, el portavoz Rafael Román, comunica que el Gobierno de Zapatero le ha dado el visto bueno a su propuesta de «crear una nueva playa en el casco histórico». En fin, lo dicho. Política de inundación. Ojo, que se acercan avalanchas políticas.

12 mayo 2006

Pellón


Una de las últimas últimas veces que vino a Sevilla, en febrero pasado, Jacinto Pellón se sentó a almorzar con Francisco Palomino y Jesús Bores. «Imagínate la que se hubiera liado si algún periodista nos descubre y publica una foto», le contó días después Pellón a un amigo común con el que hablaba de la Exposición Universal de Turquía. Los turcos le habían pedido asesoramiento y, para sorpresa de aquel amigo común, el mandamás de la Expo sevillana apenas guardaba documentos de la época.

Esas dos anécdotas, tan recientes, ilustran bien la personalidad de Pellón y su relación imposible con Sevilla, la ciudad a la que fue destinado como el general que llega a una colonia inhóspita. Catorce años después de la Exposición Universal, Jacinto Pellón seguía viniendo a Sevilla de forma casi clandestina, o sea. Y los comensales, en fin, representan su etapa más polémica. Aquella sociedad, ‘Costa Doñana’, que se cita de corrido por el nombre de sus promotores, «Pellón, Palomino y Bores», y que intentó un pelotazo inmobiliario junto a Doñana que logró parar el Parlamento de Andalucía, en una de las pocas épocas en las que aquello se ha parecido a un Parlamento.

Pero no fue por esa polémica por la que Pellón se hizo hostil a la ciudad para la que gestionó la mayor inversión pública que habrá de ver Sevilla en decenas y decenas de años. No. En definitiva, los escándalos políticos en Andalucía siempre han acabado contribuyendo a la reválida del Gobierno socialista en las urnas, con lo que la cuestión se agota ahí. Si Jacinto Pellón jamás conectó con Sevilla fue por su propio carácter público, hosco, tozudo y gruñón. Rozaba la incomunicación, vamos.

Esa forma de ser, unida al papel que vino a desempeñar, apear al equipo de Manuel Olivencia y anular todos los controles internos sobre la gestión del gasto con la excusa barata de que había que acelerar el ritmo de las obras, acabaron de modelar esa imagen suya, agria, autoritaria y prepotente. En su leyenda negra siempre quedarán sus desprecios a la ciudad y, sobre todo, aquel festival incalculable de comisiones y maletines que el juez Garzón acabó archivando como si tal cosa. Pero también se le recordará como un trabajador incansable, un tipo que se tomó la Expo como un reto personal.

Ha muerto Jacinto Pellón y se le llora a la persona, con el único resquemor de no haber disfrutado con él una tarde de confesiones y recuerdos, de mentiras y verdades. La frustración de no haberlo conocido más allá del papel que le encomendaron. Felipe González lo mandó a Sevilla como el césar enviaba a sus generales a las colonias. Sin que tenga nada que ver, siempre relacionaré a Pellón con el comentario que, accidentalmente, le oí a uno de sus directivos: «Estos sevillanos no paran de pedir. Es como si estuviésemos en el Africa, con los negritos pidiendo a cada instante, ‘más, más, más’, y no sabes cómo explicarles que ya se acabó el dinero». Descanse en paz. En nombre de los negritos.

11 mayo 2006

Anomia

En el reverso del Estado de Derecho algunos juristas sitúan un territorio baldío, una tierra yerma de normas que han denominado anomia. La definición académica de la anomia es la ausencia de ley, la carencia de normas sociales, pero algunos estudiosos la utilizan también para definir la situación de un país que, aún teniendo en vigor un sólido entramado de leyes, se desliza por una pendiente de incumplimientos.

La anomia sería, así, una grave disfunción de las democracias. Las leyes, es decir, existen pero no suelen aplicarse. O por lo menos, no está claro que afecte a todos los ciudadanos por igual. Esa es la inseguridad jurídica, pavor de cualquier Estado de Derecho.
Lo que está sucediendo en Andalucía con el Urbanismo se aproxima mucho a esa tierra incierta en la que las leyes no se aplican por igual en todas las situaciones. Ahora, por ejemplo, cuando la Junta ha anunciado la demolición del hotel El Algarrobico, una mole indecente en el Cabo de Gata, un repaso elemental por lo sucedido en los últimos veinte años demuestra ese vértigo de contemplar cómo la ley se aplica según el interés político del momento.

De hecho, en el cartel que anuncia las obras de El Algarrobico, llama la atención cómo los propietarios, con evidente ironía, detallan todas las licencias que han obtenido en veinte años. «Suelo Urbano, julio de 1987. Publicación en el Boletín de la Provincia, agosto de 1987. Plan Parcial, aprobado por la Comisión Provincial de Urbanismo en mayo de 1988. Proyecto de Urbanización. Aprobación inicial en julio de 1988; aprobación definitiva en 1997. Normas Subsidiarias: Aprobación definitiva, marzo de 1998. Licencia municipal: 13 de enero de 2003». Esa retahila de aprobaciones la ha obtenido los propietarios de esa mole gracias a los votos favorables de quienes ahora defienden su derribo.

La desfachatez política es tal que, a pesar de todo lo anterior, ayer, el presidente Chaves y su consejera de Medio Ambiente llegaron a afirmar que «la Junta no va a permitir que se construya en Andalucía a costa del medio ambiente». Los mismos políticos, o sea, que hace tan sólo dos meses (el 24 de febrero) afirmaban que la construcción de aquel hotel «no es un problema medioambiental, ni de flora ni de fauna». Y añadían que la posición de la Junta estaba avalada «por estudios de la Unión Europea, por la Unesco y por científicos que han avalado la gestión medioambiental».

Junto a las acepciones políticas y jurídicas, hay una definición más de anomia. Un «trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre». Para no caer en esa anomia, calculemos cuánto le va a costar al dinero público esta tomadura de pelo, y comencemos a ponerle calificativos.

10 mayo 2006

Aislados


Se ha aliado la rutina de los días con la velocidad de los tiempos para que, sin percatarnos, asistamos impasibles a situaciones groseras que deberían provocarnos un sarpullido inmediato. Imaginemos la escena surrealista. Un pasillo de universidad abarrotado, con alumnos caminando deprisa, sonriendo y charlando, cruzándose miradas y citas. Nadie parece reparar en un catedrático cincuentón, con una pesada mochila biográfica a sus espaldas, que resiste los roces y empujones de aquellos estudiantes acelerados. El catedrático hace tiempo que levantó el dedo, esperando inútilmente que alguien lo atienda. «Oiga, mírenme, que yo no existo». Y nadie se vuelve para mirarlo. Ni se detienen a oírlo, claro.

Ese tipo se coloca todos los días antes nuestras narices y no lo vemos. Y pasamos deprisa a su lado, atropellados, «oiga, sin empujar», pero nadie oye a nadie. A la última persona que hemos visto con el dedo levantado ha sido al catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, Antonio Nadal. Y pasa inadvertido en el trajín de todos los días.

De lo mucho que Nadal decía ayer en estas páginas, sólo había una frase que no se puede pasar por alto: «Es probable que el destino inevitable de un intelectual crítico sea no existir», dijo. Nadal hablaba de Andalucía, de intelectuales adocenados, de periodistas plebeyos. Hablaba de la imposibilidad metafísica de ser crítico con el poder y, además, existir. Lejos de Chaves está el frío.

Quiere decirse, en definitiva, que esa condena a la no existencia es la única situación que un demócrata no puede admitir. Con este hombre, Antonio Nadal, se puede estar de acuerdo o en desacuerdo en sus tajantes afirmaciones; y muchos lo verán como un valiente y otros lo tacharán de eterno resentido. Pero, como se afirmaba en la entrevista, un señor que comienza diciendo «probablemente el equivocado soy yo», se merece, al menos, el derecho a que se le oiga. Que es el derecho a existir. Si tenemos asumido que la libertad de cada uno acaba donde empieza la de los demás, maticemos ahora que nuestra libertad termina donde comienza el silencio impuesto a los demás.

Las mayorías absolutas, por sólidas que sean las hegemonías políticas, por abrumadoras que sean las urnas llenas de votos, jamás autorizan a un dirigente a condenar a quien disiente a la no existencia. ¿Cuántos se sienten en Andalucía como este catedrático de Málaga, que edita sus libros en Bulgaria para que se los ignoren en Andalucía? ¿Cuántos condenados al aislamiento?

En fin, que por mucho que la velocidad se haya aliado con la rutina, hoy sus compañeros de universidad, los que lo tomen por un loco rencoroso y los que alaben en silencio sus denuncias agrias, deberían reivindicar públicamente esa voz. Para que vuelva a existir. Porque, si no es así, deberían reparar en que, a lo mejor, quienes en realidad no existen son ellos.

09 mayo 2006

Antonio Nadal. Reflexiones



Perfil

¿Cómo llega una persona a considerarse a sí mismo un outsider? Antonio Nadal está en el despacho de su casa, horas antes de sumergirse en una jornada de exámenes para mayores de 25 años en la Universidad de Málaga, y reflexiona sobre su marginalidad intelectual con prudente distancia, como si hablara de otro. "A esa conclusión se llega por el choque terrible con la realidad, en la que uno se implica. Ello provoca un roce con la mayor parte de los mecanismos que componen esa realidad. Pero ello, claro, ni me otorga una superioridad moral sobre los demás ni me autoriza a ser crítico con los demás. Seguramente, si alguien está equivocado, ése soy yo". Comprenderán que este ejercicio de distanciamiento, que arrancar cualquier reflexión con la disculpa de estar equivocado, es un buen punto de partida para los tiempos que corren. Sobre todo, pensando que Antonio Nadal, catedrático de Historia Contemporánea, fue fundador del PSOE en Málaga en los años setenta y, antes, de 1974 a 1977, miembro del comité federal del PSOE. "Es que yo he tenido dos grandes dramas políticos: Que conocí a ETA estando en la cárcel, con diecinueve años, y que conocí al PSOE con veinticuatro años. Quiero decir que nunca he tenido, por tanto, ningún sentido mítico ni sobre ETA ni sobre el PSOE".


Sobre la Memoria Histórica

Todo esto de la Memoria Histórica lo que supone, en primer lugar, es un negocio del que se benefician unos pocos. Se hace, además, con testimonios de la cuarta generación desde la Guerra Civil, con personas que ahora pasan de los ochenta años y que entonces no tenían más de diez años. Desde el punto de vista académico, nada de lo que se está publicando aporta nada nuevo sobre el franquismo. Son meros refritos y contra-refritos de cosas ya publicadas. Es decir, que de lo que estamos hablando es exclusivamente de la utilización política de la Historia.
El intento de reactivar el franquismo lo están protagonizando aquellos que no vivieron el franquismo y aquellos otros que usurparon la historia. Un somero análisis de las personas que militaban en la izquierda en España en los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición nos demostraría que el ochenta por ciento de los dirigentes del PSOE proviene de la derecha, de la Falange o de los organismos políticos del franquismo. Y no hay nada peor, nada más radical, que el converso.

En breve, publicaré un libro, "Granada, 1968-1973", en el que se refleja bien esto que digo. De todas formas, ya verá usted cómo al libro se le somete a un manto de silencio, porque la historia oficial e la Transición en Andalucía es esa farsa que la Junta de Andalucía le encarga a Juan de Dios Mellado para demostrar que el PSOE hizo lo que no hizo, y fue lo que no fue. Y no me refiero a los padres o antepsados de esos dirigentes, hablo de ellos. De Manuel Pezzi, de Enrique Linde, de Mayor Zaragoza, de Hilario López Luna, de Francisco Oliva, de Enrique Martínez… He contado muchas veces cómo los trabajadores abucheaban a Enrique Linde cuando iba representado al sindicato vertical. No, no, no hablo de sus padres; hablo de ellos.


Sobre el sectarismo

Le hablaba antes del libro que voy a publicar. Ya verá usted cómo, salvo el diario EL MUNDO, el resto lo someterá a un total, absoluto e implacable silencio. Se ignorará. Mis libros no existen; sencillamente no existen ni va a existir. En Andalucía, el noventa por ciento de los medios de comunicación están al servicio del PSOE. Y aquí en Málaga, el panorama de los medios de comunicación al servicio del PSOE es algo desolador. Pero, bueno, todo esto no es más que un indicador fiel de la pobreza de esta sociedad y, más allá, de la pobreza del periodismo.Y cuando lo digo, no me estoy quejando. Es, sencillamente, una constatación. Es probable que el destino inevitable de un intelectual crítico sea no existir. Podría decir, claro, que, al menos como ciudadano que paga sus impuestos, podría reclamar una cuota de protagonismo en Canal Sur como la de los ‘intelectuales’ de oficio, los contratados, pero antes que exigir nada parecido yo incluso promovería una huelga fiscal contra esa infamia de chistes y clientelismo.


Sobre la mediocridad política

¿Que existe un régimen en Andalucía? Yo no soy un politólogo, soy un historiador, y me gusta utilizar esos términos con mucha precisión. Yo lo veo simplemente como la victoria de los mediocres. Es la rebelión de las medianías. Es Alfonso Guerra y su política de enaltecimiento de la mediocridad. Es la ficción, la farsa y la persecución implacable. Aquí no prospera nadie que tenga talento; el talento está perseguido. Que Andalucía tenga como figura relevante a un personaje como Manuel Chaves lo dice todo. O Zarrías… Pero bueno, insisto en que la sociedad es la responsable de que Andalucía esté a la cola de los ámbitos culturales y económicos de España y de Europa. Yo ya estoy cansado de ese discurso de la pobre gente, que es engañada por la Junta de Andalucía… Yo ya no acepto esos lamentos. Naturalmente que hay engaño y manipulación permanente, pero la exigencia está en la sociedad.


Sobre la oposición

La oposición andaluza es débil, sí. Y está ausente, claro, entre otras cosas porque resulta de una enorme complejidad hacer oposición en Andalucía. La sociedad andaluza es una sociedad clientelar desde el siglo XIX y no hay político en la actualidad que se atreva a decir, por ejemplo, que no se puede seguir manteniendo las subvenciones agrícolas. Que es un fraude, una omertà, un sistema mafioso. ¿Qué político va a decir que Canal Sur roza la indignidad, que debería ser clausurado, que no se puede admitir que siga difundiendo esa imagen del andaluz de comedia bufa? ¿Quién puede decir que eso de la reforma del Estatuto es una farsa ridícula? El político que dijera estas cosas estaría condenado al ostracismo.

La derecha tiene la legitimidad de que el liberalismo se ha quedado sólo, una vez que nadie parece ya reivindicar el comunismo, pero su capacidad está muy cuestionada, al menos en el caso de España, por la inexistencia de doctrina, lo cual tiene de positivo que es capaz de aceptar a muchas personas porque no tiene el carácter excluyente de la izquierda. Esa falta de capacidad, en cualquier caso, se percibe en la falta de liderazgo en la derecha española. Yo siempre digo que la derecha en España es o golpista o deprimida. En este momento, está deprimida.



Sobre el PSOE

Estamos en una sociedad débil, que vive del momento, sin más previsión ni análisis de futuro. Esa realidad social es la que ha entendido bien el Partido Socialista. El PSOE lo que hace es incrustarse en un engranaje de siglos. Una sociedad subsidiada que el PSOE no ha inventado, desde luego, lo que ha hecho es instalarse en ella y perfeccionarla. El PSOE ha conducido a esta sociedad a un extremo de una calidad antidemocrática digna de estudio. Es el simbolismo de que a Andalucía la representen personas como Chaves o Zarrías, que son mediocres e irrelevantes, pero que ejercen un control férreo sobre la sociedad.

Le hablaba antes de mis dos dramas político. Descubrí de ETA, en la cárcel, en 1969, que era el grupo sectario y violento que la sociedad española percibió después. A mí, que estaba por propaganda ilegal en el penal de Teruel, no me llamaban ni por mi nombre; me llamaban Granada. En cuanto al PSOE, después del Congreso de Suresnes, descubrí los mecanismos internos de sectarismo y corrupción que se avecinaban. No sé si ha sido una suerte o una desgracia haberlos conocido tan pronto, porque ya en 1977 Felipe González y Alfonso Guerra decidieron que, antes de llegar al poder, había que expulsar del partido a la gente como yo para poder controlar toda la estructura.

08 mayo 2006

Cunete


Que yo quiero hacerle un homenaje a Cunete por lo suyo de ahora. Que dos días después de que el jurado haya emitido su veredicto por el ‘caso Sanlúcar’ ya nadie habla en Andalucía de aquel bochorno; que se ha vuelto a tapar la vergüenza de dos alcaldes socialistas condenados por soborno con un manto espeso de silencio, como quien apaga una candela con tierra y escupe luego sobre los rescoldos. Y no hay derecho. Porque Cunete, vamos a ver, merece hoy el reconocimiento de su inocencia, la gratitud de su honradez, y el desagravio de todo lo que se ha dicho de él en estos años. Porque a Cunete lo acusó el PSOE de haberse inventado el soborno, de haber colaborado.

Sí, incluso en aquel caso, tan contundente, el PSOE puso en marcha el ‘ventilador’, y una jauría se lanzó a los tobillos del concejal que había denunciado el soborno para convertirlo en el culpable de aquella desvergüenza. Cunete se había ido al juzgado con los trece millones de pesetas que le entregaron en una bolsa, con las letras de veinticinco millones y con el contrato de trabajo firmado por el alcalde de Chipiona. Con el billete de avión para Lisboa y las entradas para ver al Real Madrid. Lo entregó todo, dio la cara, y, encima, lo quisieron convertir en culpable. «Pronto se sabrá todo lo que hay detrás», decían. Y en las ruedas de prensa, lo tachaban de siniestro. Y en los bares de Sanlúcar, sembraban la duda. «¿Qué esconde Cunete? Dicen que no cuenta toda la verdad».

Y a Cunete sólo había que mirarlo a la cara. Antes y ahora. Cuando intentaron sobornarlo, sólo llevaba tres meses en política. Cien días de concejal del PP y le ponen sobre la mesa cincuenta millones de pesetas. El secretario del PSOE se lo explicó con claridad: «Mira, un tren acaba de pasar por la puerta de tu casa y sería de tontos no aceptar lo que te voy a proponer. Sólo te pido que me escuches, coño, no me digas que esto es de locos. No seas tonto, éste es tu futuro».

Y allí estaba Cunete, con esa mueca de banderillero en el callejón. «Yo estaba colapsado». Y le insistían: «No seas tonto, Cunete». Manuel Ramírez Rodríguez, representante de manzanilla y de productos ibéricos. Sin trabajo fijo ni casa propia. Casado y con una hija. Todos en casa de los suegros, «que es grande y cabemos todos». Le ofrecieron cincuenta kilos, una casa y un trabajo fijo. «¿Tú no has trabajado antes conmigo?», le preguntó el alcalde de Chipiona. «Yo no, mi hermano, que estuvo de camarero en su caseta de la Feria». Y el alcalde estampó la firma en el contrato. «Mira, con este garabato he firmado esta mañana trescientos kilos». Y Cunete se fue a su casa. Y se lo contó a su mujer. Cien días de concejal y ya lo querían sobornar. «¿Pero dónde te has metido, Manolo?».

Que yo quiero hacerle un homenaje a Cunete. Un tributo de papel para que lo recorte y se lo guarde en el bolsillo. Y uno de estos días, que se lo lleve a casa. «Lo ves, mujer, incluso en política, a veces, al final se impone la verdad».

07 mayo 2006

Confidencial marbellí. Sandokán y sus amigos.

El apasionante relato que publicó el pasado domingo EL MUNDO sobre la partida de cartas entre Juan Antonio Roca y dos constructores de Córdoba, conocidos por los apodos de Sandokán y Pacurri, ha provocado esta semana movimientos políticos muy significativos en la capital cordobesa. Lo publicado, en síntesis, desvelaba que en la mencionada partida de cartas, Roca pudo haber hecho trampas para acabar ganando aquella noche de póker los tres millones de euros que se pusieron sobre el tapete verde. Tras esa partida, uno de los jugadores (o los constructores o alguna de las otras dos personas que estaban en la partida) habrían acudido a la Policía para dar detalles de las ilegalidades de Roca, iniciándose así el ‘caso Malaya’. La cuestión es que aquella información ha colocado en primera línea a los mencionados constructores de Córdoba y, de forma inmediata, han comenzado a circular informaciones sobre las relaciones de ambos con distintos partidos políticos. La mayor parte de la información que ha comenzado a moverse se refiere a «las buenas relaciones» de Sandokán con Izquierda Unida y con la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar. Tras varios días de insinuaciones soterradas, el viernes pasado ya se produjeron las primeras declaraciones públicas de la previsible campaña que, ante las próximas elecciones municipales, se puede estar preparando contra la única alcaldesa de Izquierda Unida en una capital de provincia. En la cabecera de esta primera ofensiva, el PSOE parece haber situado a un antiguo enemigo de IU-CA, el ecologista Francisco Garrido, diputado en el Congreso por el PSOE de Sevilla.
«Después de las últimas actuaciones auspiciadas por Rosa Aguilar, parece que quien verdaderamente gobierna en Córdoba es la empresa Arenal 2000», dijo Garrido el viernes. En las declaraciones, Garrido deslizó gruesas acusaciones del tenor de «consenso siciliano», «un trato de favor», «marxistas-ladrillistas», y «estómagos agradecidos». «Córdoba está tocada por el mismo cáncer que asola la costa andaluza con un urbanismo especulativo», añadió. La reacción en Izquierda Unida, en cualquier caso, no se ha hecho esperar. «Si alguien tiene algo que callar, es el PSOE, no Izquierda Unida», afirman en el entorno del Ayuntamiento de Córdoba en el que se afirma que ya existe un dossier que puede ver la luz en breve sobre los desmanes urbanísticos del PSOE en esta ciudad. «De momento, el PSOE tendrá que explicar porqué su sede en Córdoba se construyó sin licencia de obras ni proyecto. Y a continuación, por ejemplo, que aclaren en qué está asesorando el bufete de Pérez Royo y Amparo Rubiales a Sandokán». (Continuará)




LAPIDARIO BOBO

"El Estatuto andaluz es el mejor de España, de Europa y del mundo"

Javier Barrero, secretario general del PSOE de Huelva. En un mitin de apoyo y explicación del nuevo Estatuto de Andalucía.

"El Estatuto andaluz tiene que asegurar que la RTVA sea objetiva y veraz porque los socialistas no vamos a estar gobernando siempre".

Pilar Gómez Casero, diputada del PSOE, durante el debate final en el Parlamento de Andalucía.

05 mayo 2006

Confusos


Preso del miedo escénico que le produce la situación política andaluza, esa claustrofobia de partido único que lo inunda todo, el Partido Popular se ha deslizado sobre el debate de la reforma del Estatuto como esos patinadores inexpertos que apenas logran guardar el equilibrio sobre el hielo. Cada pierna va a lo suyo. Así, el PP, por un lado, el PP siempre ha tenido claro que la reforma del Estatuto es pura artificialidad. Pero, por otro lado, decidió que la única hipótesis que no podía contemplar era la de oponerse a esa reforma.

Si se repasan las hemerotecas, se observará cómo el presidente del PP andaluz, Javier Arenas, se inició en el debate del Estatuto con una afirmación categórica. En este mismo periódico, dejó le dejó dicho a Chaves que no tuviera dudas, que el Partido Popular iba a votar “sí” a la reforma del Estatuto para no caer en la estrategia socialista. En la primera etapa de esta cansada maratón, esto ya no ha sido así. Pero es que, antes incluso, el propio Arenas se mostró dispuesto a introducir en el texto estatutario la llamada “cláusula Camps”, aquella que ideó el presidente valenciano para garantizar que su comunidad alcanzaría el techo máximo de competencias que pudiera obtener el Estatut de Cataluña, el único patrón por el que se guía todo el debate en España. Este planteamiento es, en esencia, el mismo que ha utilizado la plataforma Andaluces Levantaos, comentado aquí otras veces. No tiene sentido, o sea. Primero se critica el estatuto catalán por insolidario y separatista, y luego se propone como única solución que todo el mundo lo imite, "nosotros los primeros".

Pero volvamos a Arenas. De acuerdo a aquellas dos afirmaciones primera (anuncio de voto positivo y clausula Camps) , el Partido Popular podría perfectamente haber votado favorablemente a la reforma del Estatuto que se ha aprobado esta semana. Arenas sólo tendría que haber aceptado la enmienda final que le ofrecía el PSOE sobre la unidad de España y añadir a continuación, como hizo entonces, que en el caso de que logre ganar las elecciones andaluzas planteará en una reforma del Estatuto todas las exigencias que no le han sido aceptadas ahora. Pero esa aceptación, claro, no satisface a las dos fuerzas que guían la actuación de este partido. Con lo cual, sigue el baile de argumentos. Un día se afirma que el Estatuto andaluz sólo persigue legitimar el catalán y que el concepto de "realidad nacional" ayudará a romper España, pero al día siguiente se asegura que el problema del Estatuto andaluz es que es de segunda división. ¿Entonces, qué piensa el PP, que el Estatuto andaluz se excede en competencias o que se queda corto, que tendría que llegar incluso más lejos?"

Si este partido ha cambiado de estrategia en el último tramo de la reforma del Estatuto ha sido por que en el camino ha encontrado un acompañante ocasional, el Partido Andalucista. Quiere decirse que la decidida negativa de los andalucistas al Estatuto ha diluido, al menos de momento, el pánico del PP a verse solos frente a todo el arco parlamentario, estigmatizados para siempre por la enorme maquinaria propagandística del PSOE como un partido anti andaluz.

El PP ha estado preso de dos fuerzas que se repelen. Se puede comprender, ya digo, el miedo escénico, el abuso mediático del PSOE, pero alguien debería reparar en el peligro de esquizofrenia que se asume cuando se hace política pendiente siempre del graderío del contrario. Porque cabe la posibilidad de que el desconcierto que se genere sea aún mayor que el descrédito que se pretende evitar. Tener razón y no saber explicarlo puede ser una enfermedad letal en política. En el trecho recorrido, el PP ha ido sorteando contradicciones casi a diario. Sigue en pie sobre la pista, pero como el patinador inexperto. Aún nos queda por ver qué ocurrirá en el Congreso de los Diputados.

04 mayo 2006

Pavadas


Un pensamiento absurdo se me ha atravesado desde el debate ése que aprobó el nuevo Estatuto andaluz. Es una pavada ya sé, pero el caso es que no consigue uno quitárselo de encima. Verán, el otro día, cuando los diputados andaluces subían a la tribuna y aseguraban sentirse emocionados, pensé: ¿lo dirán de verdad? ¿Cómo puede emocionarles este bodrio? Y cuando enjaretaban naderías como la del “momento histórico”, que hubo uno que hasta le dio por relacionar aquel pleno infame del Estatuto con el Dos de Mayo, volví a repetirme, ¿se lo creerán de verdad?

Ya sé, es una bobada, hasta pueden adivinarse las respuestas, pero pensemos por un instante que la clase política andaluza está convencida de lo que dice. Que se creen de verdad que la reforma del Estatuto es la principal necesidad que tiene Andalucía y que, si no se acomete la reforma, no habrá forma de progreso posible. Piensan en serio eso de que sólo con la reforma del Estatuto se acabará el paro en Andalucía y las empresas ofrecerán empleos de calidad, porque “tendremos los instrumentos necesarios”. Nada de mileuristas entre nosotros. Pensemos, incluso, que dicen sinceramente algo que quise oír en la tribuna: que con la reforma del Estatuto hasta van a dejar de morirse los linces. Uff, ¿realmente pensarán así?

Quiere decirse que cualquier ciudadano sabe en España que ya la Constitución y los propios estatutos garantizan derechos a los que una gran parte de la población no tiene acceso. Hace veinticinco años, el Estatuto andaluz que ahora se dice caduco ya consagró “la consecución del pleno empleo”, y seguimos en cabeza del paro. Y “la superación de todos los desequilibrios económicos, sociales y culturales”; y “el desarrollo industrial armónico de Andalucía”, y hasta “el fomento de la calidad de vida” de los andaluces. Si todo eso ya estaba, y casi nada se ha cumplido, ¿qué puede aportar ahora que se le añada a todo ello que Andalucía es una realidad nacional”.

Reitero: ¿Lo dirán en serio? Ante la duda, la hipótesis más favorable para los políticos es que, en efecto, están convencidos y por eso dicen esas cosas. Pero, si fuera así, el problema al que nos enfrentamos sería de una gravedad extrema. Porque si se descarta el engaño colectivo como motor de estas reformas y el mero seguidismo de las estrategias políticas, habría que pensar directamente en la estulticia.

En fin, que no radica la solución de los problemas en la reforma de los estatutos. Ya decía Julio Anguita en sus tiempos de liderazgo que auténtica la revolución en España sería cumplir la Constitución. Es verdad. La revolución pendiente aquí siempre ha sido que se cumplan las leyes. Sólo que, ahora, ya tenemos otra más pendiente. La segunda revolución, y más urgente, es el saneamiento de la clase política.

03 mayo 2006

Confidencial marbellí


La visión judicial:

“Sí, se ha cumplido ya un mes de las detenciones de la ‘operación malaya y, aunque acaban de negarse algunos recursos, lo normal es que en los próximos días comiencen a salir de la cárcel los principales imputados del caso. La misión de loa abogados defensores era la de recurrir, claro, pero con los precedentes que existen en Marbella ha hecho muy bien el juez en mantener rígida su decisión de cárcel sin fianza para los principales implicados. La cuestión no es sólo que haya imputados como García Marcos, que es verdad que regresó de Moscú con lo que parece ridículo invocar el riesgo de fuga. No es eso sólo. Ni siquiera que se puedan destruir documentos, porque también es cierto que la investigación policial ha sido muy buena. Muchas veces, la prisión incondicional persigue sencillamente que los imputados no puedan entrar en contacto entre ellos en estos primeros días de la instrucción. O, por ejemplo, la conveniencia de que se constituyera la gestora municipal y se hiciera cargo de la gestión municipal. Pero, en fin, lo lógico es que, tras un mes en prisión, el juez comience a dictar ya órdenes de libertad bajo fianza. Aunque ya hay quien va diciendo por ahí que el juez se está excediendo, que es demasiado joven y demasiado desahogado en sus autos, la verdad es que está conduciendo la instrucción con rigor y profesionalidad. Este mes de prisión era necesario. Si quieres, socialmente necesario. Lo normal es que comiencen a salir de prisión, porque la privación de libertad preventiva tampoco se puede llevar ya mucho más allá. Y verás cómo, cuando la alcaldesa pise de nuevo la calle, empezarán otra vez a criticar a los jueces”.

La visión política:

“¿Paulino Plata? Algunos dicen que cuando se sincera en una conversación puede dar hasta pena. No por él, sino por el trabajo que tiene por delante en el PSOE de Marbella. La cuestión es tan sencilla como que allí no puede contar con nadie. Es más, el PSOE de Marbella es una organización tam complicada, tan enrevesada, que todo este se habrá acogido con la certeza de que el final de todos ellos comienza con el principio de Paulino Plata. Dicho de otra forma, que estoy convencido de que prefieren mil veces seguir en la oposición a que Paulino pueda ser alcalde de Marbella. Porque si Plata fracasa, ellos seguirán sin que nadie les toque un pelo. Pero si Paulino triunfa… No tienes más que ver cómo se ha compuesto la gestora. La mediocridad que se refleja en la mayoría de los miembros de la gestora propuestos es la tónica general del partido allí. Un catalogo de grises, o sea, con la excepción de una o dos personas, el funcionario de Hacienda y la señora que fue compañera de Yagüe en los movimientos vecinales. ¿Ves? Los del PP lo han hecho mejor, no me cuesta admitirlo. Ha metido a gente más preparada, un equipo más profesional, diríamos. Pero como siempre, acaban metiendo la pata. Y eso que también debo admitir que el abogado que ha dimitido tiene una trayectoria impecable en Marbella. Pero incluirlo en la gestora fue un error grave. Esa es la política.”






Vacío oficial tras la muerte de Felix Bayón

Tres semanas después, ya no existen excusas. Quiere decirse que está muy claro ya el ánimo de silencio oficial con el que la Junta ha querido rodear la inesperada muerte el pasado sábado 15 de abril del escritor y periodista Felix Bayón, a quien tanto queríamos. Bayón, que solía detallar a sus amigos cómo por órdenes directas de Gobierno andaluz perdió su anterior empleo en el grupo Prisa, mantenía en sus artículos una línea crítica con la realidad andaluza que nunca fue asumida por los dirigentes de la Junta y del PSOE de Andalucía. Eso fue en vida, pero quizá lo más llamativo ahora es que esa distancia se haya mantenido incluso después de su muerte. Al entierro acudieron amigos y escritores, pero ningún cargo de la Junta en representación del Gobierno andaluz (asistió el delegado de Medio Ambiente, pero a título particular). Pero es que tampoco, en las semanas transcurrida desde su muerte, se ha producido ni una sola declaración pública de condolencia ni tan siquiera algún telegrama de pesar a la familia. Al margen de su densa trayectoria periodística, Felix Bayón (nacido en Cádiz y afincado en Marbella desde hacía más de un a década) se adentró con acierto en la literatura.

Tras su etapa de corresponsal en Moscú, escribió el ensayo «La vieja Rusia de Gorbachov» (1985) y la novela «Adosados», con la que fue finalista del Premio Nadal de novela en 1995. Esta novela fue llevada al cine por Mario Camus y su guión, del que Bayón fue coautor, fue premiado en los festivales de cine de Chicago y Montreal. Con otra de sus novelas, «Un hombre de provecho», consiguió en 1998 el trigésimo Premio Ateneo de Sevilla, y hacía un mes había presentado su último libro, «De un mal golpe».

La consejera de Cultura, Rosario Torres, es malagueña. Tampoco asistió al funeral. Ni el delegado de Cultura. Tras ese vacío oficial, el miércoles un portavoz de Los Verdes anunció que presentaba solicitar el Premio Andalucía de Medio Ambiente, a título postumo, para Felix Bayón. En el entorno familiar, sin embargo, la reacción tardía sólo ha provocado una respuesta: «No hay que pensar ya en los silencios y los desprecios de estos años, porque al final se convertían en estímulos. Sencillamente, Felix Bayón hubiera rechazado ese premio y los demás con todas sus fuerzas. Es bueno que lo sepan».

En fin, que ésa es la historia cruda que vivimos. No hay más: sectarismo hasta después de la muerte. Como por fotuna aún quedan espacios de libertad, he colgado entre mis links un blog póstumo de Félix Bayón que un amigo malagueño ha tenido el acierto de inaugurar. Ahí al lado lo tienen. A su disposición.

02 mayo 2006

Reacción


En cuanto acabó la aprobación en el Congreso del Estatuto de Cataluña, el presidente de la Comisión Constitucional, Alfonso Guerra, se fue a un emotivo acto de recuerdo de la última etapa como docente de Antonio Machado, en el Instituto Cervantes de Madrid. Allí, junto a descendientes del poeta sevillano, se citaron el mencionado Guerra, Carrillo, Rosa Regás y otros. Qué estampa tan certera compuso aquel día la actualidad, entre la aprobación del Estatut de Cataluña «con la nariz tapada» y el posterior fetichismo machadiano para tranquilizar las conciencias.

Fachada, sí, porque esta doblez desvergonzada de Alfonso Guerra y de tantos otros diputados está inaugurando en España una suerte de parlamentarismo inédito. Parlamentarios que se comportan como extraparlamentarios: sólo hablan fuera de los Parlamentos. Son esos que votan con la nariz tapada y la boca abierta para cumplir con la disciplina de partido. Son esos que, sin saberlo, acaban de propiciar un golpe definitivo a la idea misma del Parlamento como institución viva, vigente. Que han dado argumentos sólidos, o sea, a quienes afirman que en esta sociedad de la información, el parlamentarismo carece de sentido.


Ocurre, además, que una actitud así (ser parlamentario y rechazar el debate en el Parlamento) también nos define con detalle la otra gran carencia de la vida política actual en España, la inexistencia de líderes capaces y a la altura de los problemas planteados. Esas dos fallas, el asfixiante sistema de listas cerradas y disciplina partidaria y la inexistencia de liderazgos, explican mucho de esta espiral de despropósitos y sinrazón. La deriva nacionalista, en palabras de Boadella. Y lo peor, una vez más, será que nada estable se va a construir en España. Seguiremos inmersos en este debate, que a España se le ha eternizado ya como una estatua de sal. Por mirar siempre al pasado.

En fin, que ya que Guerra se fue a visitar la memoria de Machado, podría haber citado lo que pensaba el poeta sobre el primer estatuto de Cataluña, aprobado en la República. «La cuestión de Cataluña, sobre todo, es muy desagradable (…) Creo con don Miguel de Unamuno que el Estatuto es, en lo referente a Hacienda, un verdadero atraco, y, en lo tocante a Enseñanza, algo verdaderamente intolerable. Creo, sin embargo, que todavía cabe una reacción en favor de España, que no conceda a Cataluña sino lo justo: una moderada autonomía, y nada más».
Esto lo escribió Machado en sus Cartas a Pilar. Obsérvese cómo al poeta sevillano no le dio por reclamar realidades nacionales por doquier.

Y es que la diferencia entre aquel tiempo y el presente no radica en las desproporcionadas demandas catalanas, que ya estaban, sino en que ahora ya nadie reclama en la izquierda una reacción en favor de España, como hacía Machado. Ese quizá debería haber sido el papel de Andalucía. Pero no ocurrirá hoy, no.

01 mayo 2006

Sandokán


Merecen una canción, como aquellos piratas enamorados de Serrat, con un lorito que habla en francés y una rubia de piel morena, la sonrisa triste y el rímel corrido, ganada al amanecer en una partida de cartas. Merecen una película, con guión de Francis Ford Coppola, que los dibuje en una infancia infeliz, de chavales que un día se juraron, como aquella Escarlata O’Hara, no volver nunca a pasar hambre. Merecen un biógrafo de cabecera que se siente con ellos en una mesa de mármol junto al césped del jardin y comience a escribir sus memorias, en una tarde de sol.

Lo merecen, sí. Porque la realidad no necesita más aditamentos que esta secuencia apasionante que vamos conociendo sobre ‘el padrino de Marbella’, como lo llama Antonio Rubio. Esa partida de cartas, en diciembre de hace dos años, es el final espectacular de Roca, la caída de su imperio.

Y en ese final, mientras la figura de Roca se difumina entre rejas, como volutas de humo de un cigarillo a medias, tronchado sobre el cenicero, el foco ilumina a sus compañeros de cartas de aquella noche, Sandokán y Pacurri. ¿Quiénes son? Y sobre todo, ¿qué han sido? Y más allá, ¿cómo son? Sandokán y Pacurri, dos constructores de Córdoba que, si contaran sus vidas, se les vería con sus pies descalzos, corriendo por callejuelas de Córdoba.

Hace treinta años, a principio de los setenta, Sandokán emigró a Francia. Cuentan que allí recibió una carta angustiosa de su madre: la iban a desahuciar. Volvió a Córdoba y, con los pocos ahorros, su mujer abrió una peluquería y él, una tienda de ultramarinos. Hoy vive en una mansión que reproduce la Casa Blanca, con su habitación oval y su columnata a la entrada, escoltada por dos alabarderos de bronce. En los jardines, corre un pequeño riachuelo en el que se reflejan estatuas de granito de animales salvajes. La estatua central es de San Rafael, pero lleva su cara.

Pacurri también puede contar que él es un tipo hecho a sí mismo. Cuentan de él que, hace veinte años, recogía cartones por Córdoba junto a sus otros tres hermanos. El cálculo imposible para nosotros, el resto de mortales, es cómo se pasa de la recogida de cartones a una de las mayores fortunas de Andalucía. Hoy Pacurri cuenta a sus amigos, mientras toca uno de los tres o cuatro pianos de cola de su mansión, que hace poco se encaprichó de un Stradivarius. Hay seiscientos Stradivarius en el mundo, y le molaba eso de ingresar en ese club selecto, con Clinton y otros, aunque el violín le costase varios millones de euros. Lo cuenta mientras pasea por naves repletas de coches antiguos.

Sandokán, Pacurri y una noche de cartas con Juan Antonio Roca. Dos gitanos prestamistas y una jugadora profesional que quizá sonreían al ver cómo Roca los tomaba por dos catetos pardillos y les hacía trampas en el pócker. Sandokán y Pacurri y tres millones de euros sobre el tapete verde. Merecen una canción, una película y que nos desvelen al menos una verdad. ¿Cuál fue la última mirada aquella noche?