El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

22 diciembre 2006

Cuento de una Navidad real


Cada mañana, Amalia Rodríguez se sentaba en el salón y descorría las persianas del enorme ventanal desde el que se divisaba la Alhambra. Antes de subir a los dormitorios a hacer las camas, Amalia tomaba una silla, colocaba en la mesa una foto de su hijo, y apretaba en sus manos una taza de café caliente. Después, sacaba de su cartera el impreso de la Lotería Primitiva, y esperaba al final del informativo de la radio, con los números del sorteo. Amalia siempre soñó con estudiar Biología en Colombia. Incluso después de que, embarazada de pocos meses por el ejecutivo de una multinacional británica que le prometió la luna y luego la dejó abandonada, tuvo que dejar sus estudios.

«No desesperes, todas las respuestas están en la ciencia», le decía a su mejor amiga. «En los ecosistemas, los átomos siguen sus ciclos y la energía siempre fluye hacia arriba en la cadena alimentaria». Amalia explicaba luego que, en el mundo de las personas, también existía una separación similar a la de los niveles tróficos, sólo que la división en la cadena humana se establecía por los distintos niveles de pobreza en un primer, segundo, tercer y hasta cuarto mundo. «Pero, al final, la energía fluye siempre hacia arriba».

Quizá por eso, porque los átomos siguen sus ciclos, no lo dudó cuando su amiga le presentó a Ricardo, un cubano rico afincado en Colombia. Les ofreció trabajar de azafatas en sus hoteles en España. Para hacerlo todo más rápido, Ricardo les dijo que lo mejor era que viajaran a España con un pasaporte de turista y, que una vez allí, con contrato de trabajo, legalizarían su situación. «Volverás en muy poco tiempo con dinero suficiente para que tu hijo no pase más penurias», le había dicho.

No fue necesario que pasara mucho tiempo para que ambas se encontrasen una noche llorando desconsoladas en el cuarto pestilente en el que las había recluido, en la trastienda de un club de alterne de la carretera de Andalucía. Después de tres meses, Amalia no pudo aguantar más. «Esta noche me escapo».«Estás loca», replicó su amiga. «Nos han quitado el pasaporte, ¿dónde vas a ir? O te pilla la Policía o te localiza Ricardo».Haciendo auto-stop, llegó hasta Granada. Puerta a puerta fue pidiendo trabajo de sirvienta, hasta que conoció a los señores García.

Tres años de clandestinidad, ahorrando cada peseta para volver. El horizonte era indefinido hasta la mañana en la que la radio citó uno a uno los números de su Lotería Primitiva.«Esta es la combinación ganadora, premiada con 834 millones de pesetas». Asustada, se puso su mejor vestido y corrió a un banco. Pidió hablar con el director y le contó toda su vida. «Señor, estoy en sus manos».

La gestión de aquel director de banco tardó meses en hacerse realidad. Un día la llamó al banco: «Espera en mi despacho un momento. El ministro del Interior quiere hablar contigo». Cuando salió del despacho, Amalia se abrazó al director: «Al final, señor, la energía siempre fluye hacia arriba».

(Relato basado en un hecho real ocurrido en la Navidad de 2002. Hoy Amalia vive en España con una identidad nueva, que le proporcionó entonces el Ministerio del Interior para evitar la mafia colombiana. Hasta que acabaron los trámites administrativos, Amalia siguió, día a día, trabajando como sirvienta sin decir nada. Al poco de restablecerse con una identidad nueva, parte de su familia llegó a España)

Ilustración: www.poscojonuo.com

20 diciembre 2006

Memoria


«¿Conoces Baena? Es una preciosa ciudad sobre un cerro». Nada más comenzar su relato, intento imaginar la ciudad, las casas blancas que suben desde la colina hasta la cumbre, irrumpiendo en una llanura de olivos. «En lo alto de la colina vivían los señoritos, y en la zona baja, casi en la ladera, la gente más pobre. Los hombres buscaban un jornal de miseria en el campo; las mujeres trabajaban de criadas en casas de los señoritos, a veces por un huevo duro como pago. Tanta hambruna... Algunos gobernadores de la República habían advertido en sus informes que la situación era insostenible. En las casas de abajo, las mujeres veían a sus hijos morir de hambre mientras cuidaban de los hijos de sus señores».

Cuando estalló la guerra, Baena se partió en dos. Los republicanos, ante el avance de los nacionales, encerraron en una Iglesia a todos los ricos del pueblo. A sus familias y a sus amigos. «Frente a ellos, desde la ladera, avanzaban las tropas fascistas como una apisonadora. Ganaban terreno por aquel cerro como si estuvieran en una cacería de conejos, la gente abandonaba sus casas y corría delante de los fusiles hasta que todos se concentraron en lo alto del pueblo, en la plaza».

Lo contaba y he querido parar el relato. Al menos un instante. Detener ese momento de acoso, de desolación, cuando los republicanos han encerrado a los ricos del pueblo, a sus familias y amigos, en una Iglesia. Los han dejado allí tirados, en el mármol frío de la Iglesia, rezándole a santos mudos, respirando el aliento rancio de la madera de los bancos, del incienso prendido en las paredes. Y en la plaza, agrupados como un rebaño, aquella pobre gente que ya no tiene hambre porque el miedo les ha cerrado el estómago con un nudo de angustia. Nadie, ni en la Iglesia ni en la plaza, ni ricos ni pobres, sabe responder a la única pregunta «¿Qué será de nosotros».

Al caer la tarde, debió sonar la primera ráfaga. En la plaza o en la Iglesia. Luego un estruendo y, después, silencio. En la plaza, dos mil cadáveres. Fusilados. En la Iglesia, hombres, mujeres y niños, muertos y descuartizados. Ricos y pobres, todos muertos.

Asisto sobrecogido a su relato porque quien lo cuenta es una de las personas más reconocidas de Izquierda Unida. Hablábamos de la Ley de Memoria Histórica que ha aprobado el Gobierno y que defiende con ardor con Izquierda Unida. Hablábamos, y ha esperado a que acabara la obviedad de los lugares comunes, para contar que su familia, toda su familia, estaba aquella tarde en el cerro de Baena. En la Iglesia, no en la plaza. «Los republicanos también cometieron crímenes y atrocidades. Me subleva que se diga lo contrario. La diferencia es que, mientras que los asesinados en la Iglesia, como mi familia, recibieron toda clase de honores, a los que asesinaron en la plaza los humillaron y los olvidaron. Y ahora merecen ese reconocimiento».

Quien ha convivido con esa tragedia huye espantado de los excesos, de la manipulación, de la frivolidad, de la venganza. Sólo existe una ley capaz de cicatrizar la memoria herida: «Paz, Piedad y Perdón».

19 diciembre 2006

Cajasur


Ya no hay guerra de cajas, ni la Iglesia es un carcamal trasnochado que quiere lucrarse a costa de los ciudadanos. Ya no es Cajasur «un centro de corrupción» que beneficia a los canónigos y a sus familiares. Ya no es culpable la Iglesia de tener una caja de ahorros que «no es útil al ahorro de los andaluces». Ya no es Cajasur «peor que la mancha negra del Prestige».

Ya no es nada de eso. Porque todo aquello, barbaridades que siguen flotando, olvidadas, en los espesos ríos de tinta que hizo correr la Junta en su guerra por hacerse con el control de todas las cajas de ahorro de Andalucía, ya no es un discurso que interese al Gobierno andaluz. La misma Cajasur, aquella de las corruptelas, recibe ahora el elogio abierto del Gobierno andaluz. «Nos rendimos ante la evidencia de la buena gestión», dijo ayer el consejero de Economía. Sí, la misma Cajasur, que está presidida por un canónigo al que pronto relevará en el cargo otro canónigo, ya no es el reflejo de la usura antigua de la Iglesia acostumbrada a tener privilegios.

Cajasur ya no favorece la especulación, ni siquiera ayer, el día en el que esta caja de ahorros se hace con todo el capital de la promotora inmobiliaria del empresario cordobés Rafael Gómez, Sandokán, imputado por su supuesta relación con la trama urbanística de Marbella.

El mejor aliado de la política ha sido siempre el paso del tiempo, la confianza en cada día se difumina un trozo de ayer. Por eso habremos de tener siempre presente aquello que dijo de Kundera, que «existe un vínculo secreto entre la velocidad y el olvido, la lentitud y la memoria», para detener el tiempo y mirar atrás. Como ahora, en Cajasur, con la transición acabada de una guerra a un armisticio.

De las palabras del PSOE, de las amenazas y las acusaciones, ya ven, no queda nada. La misma caja de la Iglesia recibe ahora la valoración opuesta, una evidencia que sólo nos sirve para constatar el valor y el rigor que tienen las opiniones de los dirigentes del PSOE cuando se enfrascan en estas guerras. No son mentiras, no, es la expresión más palpable del sectarismo al que ha llegado este partido, o mejor estos dirigentes en su degeneración hegemónica.

En fin, que de toda la basura volcada sobre Cajasur en los seis últimos años lo único valioso es comprobar cómo la Iglesia sabe marcar los tiempos. Primero se mantuvo firme ante la presión. Sin estruendo ni alharacas, pero firme. Luego quitó de enmedio al obispo díscolo, que acabó en Granada. Mantuvo a Castillejo en la presidencia hasta que cesaron las peticiones de dimisión.
Fue entonces cuando se sentó a negociar con la Junta para ofrecerle el pacto que nunca iba a rechazar. Más poder para el PSOE, pero sin alterar el control de la Iglesia.

La Iglesia y el tiempo. El dominio. Dos mil años de historia. Ya lo decía ayer el cardenal Amigo Vallejo: «Soy un político hasta las trancas».

18 diciembre 2006

Prevaricar


La consejera de Justicia, María José López, es, quizá, de todos los consejeros del Gobierno andaluz, la persona sobre la que resulta más complicado formarse una opinión exacta de su eficacia como dirigente política. Las conspiraciones la acompañan siempre, como un halo invisible de rumores y maledicencias. Los murmullos la siguen como ‘los otros’, un bisbiseo continuo que hacen de esta consejera una especie de Nicole Kidman en la casa de los horrores que es la política activa y, sobre todo, los compañeros de partido.

El caso es que es tal la desproporción entre lo que cuentan unos y lo que niegan otros que, al final, ya no se sabe si la consejera es la política frívola y despreocupada que presentan los primeros o la mujer tenaz a la que no le ha importado enfrentarse a cuantos lobbies internos del PSOE le han salido al paso desde que llegó a la Consejería.

Todo este enigma, en fin, sería interesante despejarlo para conocer exactamente el por qué de las barbaridades que la consejera suele decir en el Parlamento de Andalucía. Si la consejera, por ejemplo, es una frívola, sin más, se explica fácilmente, pero es mucho más duro pensar que se trata de una mujer constante, rigurosa y trabajadora. Nada más comenzar la legislatura, sorprendió a todo el arco parlamentario cuando, ante la interpelación de un diputado de la oposición que se acogió al truco de decir «doy por formulada la pregunta» para no consumir tiempo, ella contestó ufana: «Doy por formulada la respuesta».

Lo que ha venido después tiene más enjundia. Cuando, por ejemplo, tuvo que explicar las bondades de la reforma del Estatuto de Andalucía, la consejera López soltó aquello de que, a partir de entonces, las sentencias judiciales que se dicten aquí tendrán «idiosincrasia andaluza». Sabrá dios qué quiere decir eso cuando se le juzgue, por ejemplo, un asesinato, una violación o un choque de trenes. Eso, claro, por no pensar en sentencias con idiosincrasia andaluza cuando el delito afecte a algún dirigente político implicado en cualquier corruptela.

Ahora, sin que hayamos podido despejar la duda anterior, llega de nuevo la consejera al Parlamento andaluz, para explicar el ‘indulto exprés’ que el Gobierno ha concedido al alcalde de Carboneras, y dice que se debe a que «la sentencia era injusta».

La sentencia la dictó el Tribunal Supremo y, claro, como oportunamente acaban de recordarme, «si un juez o un tribunal emite una sentencia injusta, está prevaricando, y eso pura y simplemente lo que está diciendo la consejera: Que los magistrados del Tribunal Supremo son prevaricadores».

Quien hace esta reflexión anónima está relacionado con la Justicia –a menudo los políticos no tienen en cuenta que gobiernan y legislan sobre colectivos en los que hay gente seria que se toma en serio su trabajo– y no se explica cómo las asociaciones de jueces y fiscales guardan silencio. Tampoco yo lo sé. Debe ser, diría ella, la idiosincrasia de la autonomía andaluza.

16 diciembre 2006

Lecciones


La relación de la prensa y la política ha sido siempre tan estrecha que, a veces, llega uno a pensar que ésta es la razón por la que los ciudadanos desconfían de los dos por igual, y nos colocan tantas veces al mismo rasero en las encuestas. Nos ven tal para cual, o sea, por este revoltijo diario de los pasillos de los parlamentos, las conferencias y los cócteles, las entrevistas y las ruedas de prensa. Pero no es una imagen real. O mejor, no es un retrato exacto, preciso, porque es verdad que políticos y periodistas se cruzan a diario por los pasillos, pero sus mundos tienen intereses tan distintos que, cuando se solapan, suele tratarse de alguna malformación.

Tan antiguo como la prensa es el intento del poder de engullir a los medios de comunicación. Controlarlos, manipularlos. Si la prensa es el espejo en el que tendría que reflejarse la realidad, el sueño de todo poder es que ese espejo refleje a diario su cara más amable, más bella. Tan fácil como eso, un síndrome tan mundano que hasta lo padeció la bruja de Blancanieves.

Para lograr ese propósito, el poder siempre ha dispuesto de un amplísimo abanico de instrumentos para persuadir a los periodistas que quisieran ofrecer una imagen dañina de los dirigentes, aunque fuese ésta la realidad que refleja el espejo. Algunos acceden a ese juego, y desde entonces pasan a vivir mucho mejor porque no les faltarán ayudas públicas y condecoraciones, y hay quien no accede, y desde ese día tiene garantizada la persecución implacable de esos gobernantes.

La bronca permanente de Chaves con EL MUNDO de Andalucía es justamente ésa, que cuando el presidente se mira cada mañana al espejo, este periódico le cuenta lo que ve; jamás ha ocultado una noticia, algún escándalo, algún juicio, para decirle que es el presidente más lúcido, transparente, honesto y eficaz que han dado los siglos. No hay más.

De todas formas, ya digo, nada de esto es nuevo, y, desde luego, no es Chaves el único dirigente que no tiene buenas relaciones con la prensa libre. La diferencia de Chaves con otros dirigentes políticos es que, encima, este hombre quiere convertir sus frustraciones, sus complejos y su inagotable sectarismo en lecciones de periodismo. Y ahí es donde, una vez más, se desliza por un abismo de soberbia que sólo puede traerle disgustos.

¿Cómo va a aceptar nadie lecciones de periodismo de Chaves, si desde hace treinta años es dirigente de un partido que se compró una cadena de periódicos en Andalucía, la financió con comisiones ilegales y préstamos de cajas de ahorro, lo ocultó durante años, y acabó vendiéndosela a sus amigos de Prisa? ¿Cómo va a dar lecciones de periodismo un presidente que tiene de director de Canal Sur a su portavoz del Gobierno? ¿Cómo va a dar lecciones de ética periodística un presidente que, a diario, utiliza el dinero público de la publicidad para comprar favores de prensa? Que no, que no. Chaves se haría un favor si fuese más modesto. Tendría que aprender de la Bruja de Blancanieves. Se vería menos ridículo.

14 diciembre 2006

Derroches


Un buen amigo llamó ayer alarmado al periódico para dar una noticia que le parecía escandalosa: La ministra de la Vivienda, María Antonia Trujillo, vino a Sevilla para que la entrevistasen en Canal Sur y se hospedó en el hotel más caro y lujoso de la ciudad, el ‘Alfonso XIII’. «¿Con qué cara puede pedir esa señora que los españoles vivan en pisos de 30 metros cuadrados si el ejemplo que ella ofrece es el de gastarse 37.000 euros en un despacho de estilo zen y alojarse en los mejores hoteles de España?»

Ante estas preguntas, claro, más que contestación lo que se impone siempre es el asentimiento, no sea que cualquier disculpa de la ministra acabe revolviéndonos a todos en el mismo saco. Aún así, espetó: «Y no hay disculpa que valga, porque tanto si el hotel se lo ha pagado Canal Sur como si lo ha pagado el Ministerio, el dinero siempre sale de los mismos idiotas». Ya al rato, llamó de nuevo, para afirmar su cabreo: «¡Y no hay habitaciones en ese hotel por debajo de los 500 euros la noche! De ahí, para arriba, hasta 1.500 euros...»

Podrá pensarse, en fin, que el cabreo es el estado natural de los ciudadanos con respecto al Gobierno –piove, porco governo– y que, por tanto, no hay que darle mayor trascendencia a estas cosas. Que sacar de quicio una noticia así, es caer en la demagogia. Sí, es verdad, y la disculpa sería válida si la lujosa noche de hotel de la ministra Trujillo fuese una mera anécdota. Pero resulta que cuando el personal se cabrea es porque lo que se ve a diario en la gestión del dinero público es un desprecio absoluto por la austeridad. Como diría otra ministra, Carmen Calvo, «estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie».

La distorsión, por tanto, no está en la indignación que estas noticias despiertan en los ciudadanos sino en lo contrario, en la normalidad con la que se acogen estos detalles en la clase política. Que tiene que llegar un momento, en fin, en el que las administraciones se enfrenten a estos despilfarros, pequeños y diarios, con la misma contundencia con la que se pretenden afrontar los grandes casos de corrupción.

¿Por qué vamos a tener que asumir que nunca jamás oiremos anunciar a un gobernante la supresión de cargos de confianza, la simplificación de la enorme trama de burocracia política, de órganos que se solapan sobre consejos y consejos que suplantan a comisiones? ¿Por qué debemos renunciar a esta lógica, que es la lógica de austeridad que se impone en cada empresa, en cada casa? ¿Por qué tenemos que asumir que Andalucía gaste en televisión pública, en esa televisión pública, 180 millones de euros cada año? ¿Por qué? Y los coches oficiales, y las comidas, y las dietas... ¿Y las diputaciones, dios mío, existe mayor despilfarro?

Que no. La lujosa habitación de hotel de la ministra Trujillo no es anécdota sino símbolo de una forma de gobernar. Hoy mismo vuelvo a llamar a mi amigo. En su cabreo está el futuro.

13 diciembre 2006

Capitán Trueno


La derecha española tiene perdida desde antiguo la batalla sociológica porque, entre otros muchos motivos, nadie hace chistes y mofas de la izquierda. España, y mucho más Andalucía, es un país ingenioso y burlón que vive de la metáfora cotidiana, de la comparación diaria, y encontrar en el universo del lenguaje alegórico simbolismos negativos de la izquierda es casi imposible. Sobre la derecha, abundan. Y siempre en sentido despectivo.

«Eres más de derecha que el grifo del agua fría», le espetó una vez un oyente a un tertuliano de la radio. Es genial, o sea, y el caso es que, si lo piensan, lo que nadie le reprocha a nadie es que sea una persona de izquierda. Es que, ni siquiera tiene gracia que le digan a un tipo, «eres más de izquierda que el grifo del agua caliente» por la sencilla razón de que en el inconsciente colectivo nadie entiende que ser de izquierda puede ser algún defecto.

Sociológicamente, el peso de la culpa siempre recae sobre la derecha. Todo esto lo explicará mejor el maestro Gómez Marín, claro, porque el fenómeno no es sólo español, pero el caso es que funciona. Hace unos años, en el Parlamento andaluz, un consejero del Gobierno de Chaves desacreditó a un diputado onubense del PP con un argumento contundente: «Es usted más de derechas que el capitán Trueno».

La comparación la entendió todo el mundo porque pocas figuras como la del Capitán Trueno nos trasladan al franquismo como héroe de cómic del nacionalcatolicismo. Ahora, sin embargo, nos enteramos por el ministro López Aguilar que el Capitán Trueno era todo lo contrario, un personaje de izquierdas «siempre dispuesto a cabalgar en nuevas aventuras para liberar a los esclavos de la tierra, a campesinos o trabajadores de un régimen opresivo o alguna dictadura monstruosa». A pocos luchadores de la dictadura se le han reconocido tantos méritos por la clandestinidad como ahora al Capitán Trueno, un «líder de los parias de la Tierra».

A partir de este hallazgo, no sería de extrañar que la cuestión pase a mayores, porque los parlamentos y los políticos españoles ya han demostrado que son proclives a este tipo de debates ideológicos. Lo mismo que el presidente Zapatero dijo un día que fumar es de derechas y que la izquierda es el amor, porque ahí está el corazón, el año pasado, más o menos por estas fechas, el Parlamento catalán debatió sobre la tendencia ideológica de Supermán. Un diputado de IU defendía que era de derechas, mientras que uno de CiU afirmaba que era de centro.

Ayer mismo, el Instituto de la Mujer pidió que «se reelaboren los cuentos para adaptarlos mejor a los roles que desempeñan las mujeres de hoy». ¿Deberá el Capitán Trueno, además de proclamar su talante de izquierda, adaptarse a los roles de la no violencia, el lenguaje no sexista y la paridad? El reto me parece interesante. Seguro que los cuentacuentos oficiales ya están en ello. El Capitán Pestiño está a punto de nacer.

12 diciembre 2006

Trastornos


La política y el fútbol comparten uno de los trastornos de personalidad más habituales que se produce en la esfera pública. Se puede diagnosticar con facilidad en ciertos tipos –no a todo el mundo le sucede, claro- que padecen un cambio brusco de ánimo y razón en cuanto pisan la moqueta de un despacho.

En el fútbol, este trastorno lo vemos cuando reconocidos empresarios, eminentes abogados o ilustres cirujanos deciden hacerse cargo de la presidencia de un club. La ilógica del fútbol cortocircuita sus neuronas lúcidas y produce un engendro peligroso. Unas veces, endiosados, otras humillados, el presidente de club trastornado ya no recupera jamás la cordura hasta que, pasado un tiempo, abandona el cargo y vuelve a la vida que abandonó. Entonces, es posible verlos deambular alguna tarde de otoño, como espectros de sí mismos, empeñados en su rehabilitación como personas normales, que es la rehabilitación más dura que existe.

En la política, ocurre igual. “¿Cómo es posible que este hombre diga estas cosas?”, nos preguntamos inútilmente cuando los vemos, allí, tipos que antes se caracterizaban por su cordura, por su cultura, por su rigor, y aparecen ahora dominados por su trastorno de cargo público. La capacidad de raciocinio, de ponderación, se nubla para siempre.

Lo peor es que esos tipos pierden totalmente la noción del interés público. El poder, la formidable maquinaria de la burocracia política, es una inmensidad que funciona con esquemas muy estrechos. Allí dentro se crea una ‘micropolítica’, una red de intereses artificiales que, sin embargo, tienen para ellos la consideración del interés general.

De los casos más recientes, ninguno como el Consejo Audiovisual. El presidente de este consejo, Vázquez Medel, al que se tenía por un reconocido investigador universitario, ya es una causa perdida para el interés público. Y no sólo porque presida un consejo perfectamente prescindible, sino porque ya no atiende a razones. Definitivamente, ha caído enfermo del síndrome del presidente de fútbol. A quien le critica, sólo le concede dos salidas: “es un ignorante o, peor aún, no quiere que exista el Consejo Audiovisual”.

En ese dilema, podemos instalarnos en el ‘peor aún’. Ese Consejo es un derroche de muchos miles de euros, un nuevo órgano para camuflar el control descarado de la información en Canal Sur, otro pilar más al servicio del mismo interés político. Tal y como está concebido y diseñado, ese consejo no sirve de nada, no aporta nada. Acaso sirve para que el transmutado Vázquez Medel crea que el futuro y el bienestar de Andalucía pasan por su despacho. Pero no es así, por suerte para Vázquez Medel y para Andalucía.

En cualquier caso, la duda es a cuántos más de ese Consejo les ocurre lo mismo, la transmutación. Se puede extender a todos, pero sobre todo al PP y al PA. Si estos partidos consideran que el PSOE ha convertido el Consejo en un órgano “inútil”, ¿qué hacen sus consejeros allí dentro?

11 diciembre 2006

Salvadores


www.katallaxi.es


Yo no quiero salvapatrias. Ahora que se ha muerto Pinochet, conviene reclamar, como si cada uno de nosotros tuviésemos el derecho de grabar una inscripción anónima en su lápida, que ese tipo nos jodió a todos con la excusa de la patria. Pinochet asaltó el Palacio de la Moneda hace treinta y tres años “para liberar al país del yugo marxista", y muy poco tiempo después ya tenía a pleno funcionamiento una policía secreta, la DINA, que laminó cualquier atisbo de resistencia en Chile. Yo no quiero salvapatrias porque la civilización camina siempre en sentido contrario a quienes invocan la salvación de la sociedad.

Por muy críticos que sean los momentos, por profundo que sea el pozo de la desolación, huyamos de los salvadores de la patria como de la peste. También en una democracia. Nos equivocaríamos profundamente si pensamos que sólo en esos dictadores crueles, sanguinarios y atroces anida el discurso burdo de los salvapatrias. La borrachera de poder, las hegemonías políticas, siempre degeneran en soberbia, en prepotencia, en sectarismo. Por eso, el ejercicio más complejo de una democracia radica justamente ahí, en la necesidad de una ciudadanía crítica, exigente y formada, consciente de su poder, que haga imposible el discurso de los salvapatrias.

Ahora que se ha muerto Pinochet, que sirva de escarmiento para los salvapatrias. “La embriaguez del poder siempre se descompone en ráfagas de desazón”, decía García Márquez en ‘Cien años de soledad’. Es lo que le ocurrió al coronel Aureliano Buendía cuando alcanzó el poder. Ya se lo advirtió Gerineldo Márquez: “Cuídate el corazón, te estás pudriendo vivo”. En su inmenso poder, las órdenes del coronel Aureliano Buendía “se cumplían antes de ser impartidas, aún antes de que él las concibiera, y siempre llegaban mucho más lejos de donde se hubiera atrevido a hacerlas llegar”. “Extraviado en la soledad de su inmenso poder, empezó a perder el rumbo”.


Ahora que se ha muerto Pinochet, busquemos versos de libertad para escupirlos en su tumba. Que nos sirva de vacuna, también en una democracia, contra quienes se presentan como salvadores de la patria. Porque ellos, esos dictadores, son el último escalón en la degeneración de un sistema político, pero su desgraciado paso por este mundo debe llevarnos mucho más allá de la canción de protesta, del manifiesto de condena.

Cuando se muere un dictador, allá donde se muera, toda sociedad debe sentirse inoculada contra los salvapatrias. También aquí, en nuestras sociedades libres y democráticas. Huyamos de quienes confunden la institución y el cargo con su partido y su persona; huyamos de quienes nos quieren hacer creer que las críticas a sus políticas ofenden a los países, a las regiones, a los pueblos. Huyamos de quienes se esconden tras una bandera, de quienes acallan las críticas con un himno, de quienes agitan a un dios. Huyamos de los salvapatrias en cualquiera de las múltiples formas que se nos presenten.

08 diciembre 2006

Baker



No habremos de extrañarnos de que, a partir de ahora, James Baker encabece en Europa las listas de candidatos a la beatificación laica. Cuatro años después del inicio de la Guerra de Irak, Baker ha logrado lo que parecía imposible, le ha hecho ver a Bush que está equivocado y que tiene que cambiar el rumbo. Bush, que viene de perder unas elecciones, ha encajado el duro golpe del informe y tomará decisiones en cuestión “de semanas, no de meses”, ha dicho.

A partir de este desenlace inesperado, lo normal será que muchos ensalcen a Baker, pensando que su informe ratifica aquellas manifestaciones en las que Bush aparecía en las pancartas como un genocida más, como Bin Laden o de Sadam Hussein. Paradójicamente, el antiamericanismo ramplón, acostumbrado a tantos bucles en el vacío, entenderá ahora que el informe Baker refuerza sus posiciones.

Sin embargo, lo ocurrido en EEUU con el informe Baker debería hacernos reflexionar sobre cómo tiene que funcionar una democracia. Ante una grave crisis, el presidente del Gobierno encarga un informe y lo elaboran personalidades de enorme prestigio de los dos grandes partidos, el republicano James Baker y el demócrata Lee Hamilton. El informe se realiza sin ruido, sin demora, por consenso y con total independencia. Y el resultado ha sido aceptado de inmediato por Bush, le guste o no.

Intenten buscar un episodio similar en la política española o andaluza. Enseguida lo van a encontrar. Lo que ocurre aquí es todo lo contrario. Por esa razón, James Baker se fue desesperado hace dos años de Marruecos. Durante siete años, por mandato de la ONU, intentó buscar un plan de paz para esa antigua provincia española que es el Sahara. Tras mil intentos fracasados por las sucesivas trabas de Marruecos, Baker elaboró un último informe que aceptaba casi todos los requisitos marroquíes y pocos del Frente Polisario. Propuso convertir el Sáhara en una autonomía dependiente de Marruecos, con competencias en Educación, Cultura o Pesca, pero ninguna en Defensa, Asuntos Exteriores o Interior.

Para perplejidad de todos, el Polisario lo aceptó y Marruecos ni se dignó a contestar. Baker, harto y cansado, dimitió. “Marruecos es el causante del fracaso de todos los esfuerzos de solución pacífica del conflicto (…) Y no habrá desarrollo económico en el Magreb mientras el problema del Sahara Occidental no esté solucionado”, dijo.

La vergüenza de España en estos veinticinco años es que el Polisario sólo nos haya servido de fetiche en mítines y manifestaciones. En todo este tiempo, la gran frustración del Frente Polisario ha sido ver cómo el PSOE, al llegar al poder, no sólo se olvidó de sus compromisos, sino que se hizo amigo del rey de Marruecos. Ahí está Chaves como muestra. En sus once visitas a Marruecos, nunca ha dicho esta boca es mía para defender los derechos del pueblo saharaui. Mucho menos estos días, claro, que está inaugurando esa modalidad de ‘viaje oficial sin contenido político’.

07 diciembre 2006

Bajadas




Chaves se ha ido el puente a Marruecos. Otra vez. Es el undécimo viaje oficial a Marruecos del presidente de la Junta de Andalucía. Aunque parezca una obviedad, hay que detenerse en este detalle. Once veces ha ido el presidente andaluz a Marruecos de visita oficial. Quiere decirse, por tanto, que Chaves no se va a Marruecos porque le guste 'bajarse al moro' como en aquella peli tan divertida de Banderas, Forqué y Aitana. No. Chaves cuando se baja a Marruecos lo hace con todos los galones del cargo que ocupa. Es decir, que se trata de un viaje oficial costeado con fondos públicos y, se supone, que con un objetivo concreto que tiene que ver con los intereses de Andalucía en ese país.

Once veces, sí. Y pasemos por alto la crítica facilona de reprocharle al presidente que no haya visitado, en 16 años, muchos pueblos de Andalucía, mientras que a Marruecos ha ido tantas veces que en algunas ciudades del reino alauita lo deben acoger ya con una gran familiaridad. Es posible imaginarlo cuando cruza los zocos, camino del hotel. «Hombre, pero si es Manolo Chaves», que dirán los vendedores marroquíes sin quitar la manos de los puestos de hortalizas.

En fin, pasemos por alto todo eso, ya digo, para centrarnos en lo esencial: el carácter oficial de la visita de Chaves. Un viaje que se define como oficial debe reunir, necesariamente, una serie de características. En esta ocasión, el motivo del viaje es la inauguración del Museo Nacional de la Joya de Marruecos, en el que la Junta de Andalucía ha aportado doscientos mil euros.

Lo curioso es que, a partir de esta presentación, que tiene lugar hoy, a las cuatro de la tarde, ya no hay nada más previsto en la agenda oficial. Lo explican con el detalle que suelen los compañeros de Europa Press: «La agenda del viaje de Chaves, que no incluye contactos de carácter político, se limita a la inauguración del citado museo».

Esto sí que es curioso. Un viaje oficial que no incluye contactos de carácter político. Podemos entender que, como es la tercera vez que Chaves viaja a Marruecos en lo que llevamos de año, tampoco tiene mucho nuevo que decir, ni que escuchar. Aunque tampoco se ha caracterizado por discursos de gran contenido en sus viajes anteriores. El caso es que da igual, porque esta peculiaridad de Chaves de hacer viajes oficiales sin contenido político lo distinguen de todos los demás mandatarios del mundo.

En fin, que todo es tan extraño que cualquiera pensaría que, en medio del puente festivo, el presidente Chaves no ha ido de visita oficial a Marruecos sino que, en realidad, lo que buscaba era bajarse al moro. De vacaciones. ¿Será así? ¿Habrá ido sólo o, incluso en un viaje así necesita varios asesores? ¿Y cuántos días estará allí? Uff, cuanta duda. Menos mal que, a la vuelta, seguro que Chaves lo aclara en el Parlamento.

06 diciembre 2006

Cádiz




A mí me gusta Cádiz porque me desconcierta. Nada es previsible aquí porque el ingenio es una moneda de uso común y el desparpajo tiene la guasa acumulada de tres mil años de historia. Nadie que descubre Cádiz queda impasible, porque lo atrapa la magia de la ciudad. Ha habido muchos, desde luego, escritores, pintores, intelectuales y tirados. Al último que escuché hablando embobado del magnetismo de Cádiz fue a Inmanol Arias. Le preguntaban en la radio por el eterno follón vasco, los planes soberanistas y los delirios independentistas, y el actor cortó tajante la conversación: «Mira, desde que descubrí Cádiz, el Plan Ibarretxe me importa un carajo». Normal.

Según algunos gaditas eruditos, la ciudad es sabia por vieja y por apaleada. Está de vuelta de todo y por eso se ha instalado en el aire de aquí un sentido único de la vida, libre y desenfadado. Lo que en otras ciudades andaluzas se llama chovinismo, en Cádiz es otra cosa. No sé. Pepe Landi, mi amigo gaditano, ha dejado escrito alguna vez que «varios siglos antes de que Estocolmo le diera nombre a un síndrome, antes incluso de la fundación de la capital escandinava, los gaditanos ya lo habían inventado». La ciudad es pequeña, decadente y aislada, pero para los gaditanos es suficiente, absoluta e imprescindible.

Gracias a esa suficiencia, Cádiz no presume de historia. Desde hace mucho tiempo, por su forma de mirar la vida, se ha constituido en paréntesis frente a las demás ciudades. A Carlos Herrera le gusta hablar de este ‘hecho diferencial’ de Cádiz, porque así recuerda de paso a Carlos Cano. «Cádiz se diferencia de las demás ciudades porque no vive los escenarios de su propia historia, como pasa en Córdoba o en Sevilla. En Cádiz, la historia no es un pelmazo, sino que está en la memoria de la gente». Es verdad. Y cuando la historia se instala en la memoria, y no en la cartera o en la bilis, el pueblo sale a la calle a respirar la vida de otra forma. Sin agravios ni envidia, con normalidad.

Cádiz, con el espíritu libertino que le trajo el comercio marítimo y la mente abierta que llevó a la burguesía a convertir esta ciudad en la cuna de las libertades en España. Aquí, en Cádiz, donde la imbecilidad nacionalista sólo sirve de cuplé de chirigota, el Ministerio de Defenda ha decidido que se marque la hora oficial de toda España. Lo dijo ayer el ministro. A partir de este momento, Cádiz le va a dar la hora al resto de España. «El Real Observatorio de la Armada de San Fernando será el encargado de marcar el patrón nacional de la hora exacta en España». Esto sólo podía pasar en Cádiz.

Decía Burgos que nadie lo sabe, pero igual que existe el meridiano de Greenwich, existe el meridiano de Cádiz, que marca otro ‘tempo’. Desde ayer, ya ven, es oficial. Y no encuentro mejor forma de celebrar el Día de la Constitución que sabiendo que Cádiz, a partir de ahora, marcará el tiempo de España. Ojalá. Tic, tac, tic, tac. ¿A que ya suena distinto?

05 diciembre 2006

Mad Max



El futuro que un día imaginamos sólo se está cumpliendo con la deshumanización de la sociedad. Es la crueldad de aquellas historias de ficción, de aquellos mundos cinematográficos que, hace treinta o cuarenta años, jamás pensamos que pudieran llegar hasta nuestras calles. Soñábamos con un futuro de robots y seres andróginos, de plataformas espaciales y coches volando por grandes avenidas en el cielo de las ciudades. Píldoras de alimentación y sexo programado. Una vida ordenada, aburrida y extraterrestre que se imponía en el nuevo milenio a un submundo de miserias, crímenes y opresión, al estilo de Mel Gibson y Tina Turner en Mad Max. Ciudades de neón en medio del desierto.

Avanzamos, claro, y, a la par, confirmamos la tendencia inexorable de la sociedad hacia la deshumanización. El primer síntoma es la increíble capacidad de adaptación, de asimilación, ante los sucesos más cruentos. Como el cadáver que unos niños se han encontrado en la desembocadura de un desagüe municipal en Vícar. Un inmigrante del Este. Asesinado o muerto de asco. Allí se quedó, parando con su carne muerta las aguas podridas de la ciudad. Hasta que un niño fue a buscar su pelota y lo encontró. ¿En cuántas películas habremos visto una escena así? O el tipo que ayer apareció flotando en el mar, junto al muelle de Chipiona. Un cadáver canijo, con un golpe en la cabeza. ¿Será verdad que ya operan por aquí asesinos a sueldo, capaces de liquidar a un tipo por dos o tres mil euros? Como un servicio más, como otra franquicia extranjera.

Será, en fin, que el futuro nos está llegando como uno de esos chistes del que tienen que contarnos dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que el futuro ya está aquí, la mala es que lo primero que van a llegar son los problemas. Por eso dicen los guardia civiles del Sindicato Unificado (ilegal y persistente) que España se ha convertido «en el paraíso de las mafias internacionales de crimen y delincuencia». Y sobre todo, Andalucía, donde los robos con violencia experimentaron en el último año una subida del 189 por ciento, mientras que en España la media fue del 5,60 por ciento. ¿Será verdad? ¿Cómo puede ser tan trágico el destino que la única vez que Andalucía supera la media en una estadística, y rompemos todos los moldes, se trata de la estadística de la delincuencia?

Imaginamos el futuro, leímos y soñamos mundos extraños. Pensamos que se había evitado aquella visión tenebrosa de Orwell, la sociedad totalitaria, la opresión del poder omnímodo, la falta de libertad. Soñamos con el futuro y lo que nadie nos avisó es que lo primero en implantarse sería la deshumanización. Esta angustia sobrevenida, inesperada, que llega de pronto cuando un cadáver aparece en una cloaca y no nos llama la atención. En ese instante, ese cadáver sin identificar, que nadie reclama y que nadie espera, se convierte en una señal de alarma, una voz. Porque el futuro también se puede conquistar.

04 diciembre 2006

Impúdicos



En Almería, el personal socialista siempre ha tenido una propensión grande por sacársela y mearse en todo. Será que cuando no se tiene el control de todo, como en esta provincia, lo suyo es exhibirse con demostraciones impúdicas de poder. Acostumbrados a la hegemonía en toda Andalucía, no se entiende esta resistencia histórica de los almerienses. Desde la Transición, siempre dando la nota. Quizá por eso, el PSOE se encuentra aquí con la necesidad de demostrar quien manda de verdad. De subirse a un cerro de Los Filabres, agarrarse la entrepierna y soltar una carcajada. Esto es lo que hay.

No existen barreras de ética ni principios para diferenciar lo que se puede y lo que no se puede hacer. Como aquella vez con los Gal, con Pepe Barrionuevo. El PSOE se movilizó en toda España, pero sobre todo en Almería. No faltaban los autobuses hasta la cárcel de Guadalajara cuando el ex ministro fue condenado a trece años de cárcel por el secuestro de Marey. «Pepe es inocente, es víctima de un brutal linchamiento».

Si los tribunales lo procesan, se le nombra hijo predilecto. Si los tribunales lo condenan, se pide el indulto. Si los tribunales lo encarcelan, se protesta a diario. Porque el problema no es el Gal, sino la sentencia, la agresión judicial, la condena injusta e inquisitorial del Tribunal Supremo. Hasta montaron una plataforma. «Estará poco tiempo en la cárcel», decían. Y después, cuando ya estuvo en la calle, la Junta recompensó al presidente de aquella plataforma nombrándolo delegado de Justicia. ¿Qué se creen los jueces?

Ahora igual con Carboneras. ¿El Supremo? ¿Cómo se atreve nadie a inhabilitar a un alcalde socialista? Ni pucherazos ni compra de voto. «Si me votas, te subo el sueldo; si me votas, te coloco». Un trabajo fijo, para toda la vida. Los delitos electorales son siempre estomacales, caciquiles. Sobornos de hambre. Pero todo esto, a quién le importa. ¿Cuatro jueces remilgados van a torcer la trayectoria de tantas victorias consecutivas del PSOE en Carboneras? ¡Venga ya! El alcalde sólo ha tenido que cumplir una semana de condena. Después, el indulto. Borrón y cuenta nueva.

Sí. De hecho, nadie allí se ha llevado ninguna sorpresa. Ya sabían que la condena del Supremo era papel mojado, como la de Barrionuevo. Será poco tiempo. «A veces, la voluntad de los pueblos es quebrada por artimañas que, aún siendo inmorales, encuentra extraños acomodos temporales en el Estado de Derecho». Esta fue la explicación del PSOE a los vecinos de Carboneras. Y lo estremecedor es que estas barbaridades, esa prepotencia y este desprecio del Supremo («extraños acomodos temporales», habráse visto) encuentren un eco inmediato en el Consejo de Ministros.

Una semana le dura al PSOE una sentencia del Supremo. No más. Por eso, algunos, ahora, se agarran la entrepierna en un cerro de Los Filabres y escupen al suelo árido de un régimen político.

03 diciembre 2006

Juani




Dice Bigas Luna que La Juani representa el “nuevo icono ibérico”. Dice que esta mujer, la protagonista de su última película, es la ‘reina del extrarradio’. Se mueve con hip hop y le molan los coches tuneados. Dice que es una mujer liberada, “la mujer española que ya no es víctima del brutalismo ibérico”, pero sólo lo dice porque la Juani lleva un tatuaje en el culo y un tanga minúsculo, y porque es capaz de aconsejarle a un colega ‘que no se tatúe la polla, que eso duele que te cagas, y aunque pienses que después vas a flipar, vas a estar un tiempo sin follar y eso no le gusta a ninguna churri’.

La liberación se queda ahí, no da más que para esa retahíla, porque la Juani es una chica de estudios básicos, elementales, que trabaja, como su novio, por seiscientos o novecientos euros en un supermercado o en una pizzería. Y como adquirir una vivienda es imposible, se han empeñado hasta las cejas para comprarse un coche ‘que yeva montado un ekipo de musika ke te kagas, pa molar en el boteyon’.

Bigas Luna ha llevado a la Juani al cine porque quiere reflejar la realidad de una buena parte de la sociedad española actual; quiere hacernos un retrato sociológico de estos días. Como aquellas películas de los 70 de José Luis Garci, de asignaturas pendientes, cantautores barbudos y pasiones políticas. Como las frustraciones de ‘Rebelde sin causa’, como el peinado macarra de Travolta en Fiebre del Sabado Noche.

Lo peligroso de estos retratos cinematográficos es que, como está ocurriendo con la Juani, en vez de pensar en la crueldad del espejo, tendemos a sublimar a los protagonistas. Y es lo contrario: Que la Juani sea el prototipo de una buena parte de la sociedad española
es la demostración palpable de un fracaso. Fracaso colectivo y fracaso político. Fracaso de un sistema público de enseñanza que no ha sido capaz de proporcionarles un futuro mejor ¿Cuántas juanis hay en Andalucía? ¿Qué expectativas tienen? La liberación de la modernidad y el progreso del país no se demuestran con la Juani. El progreso es la formación, la cultura, la cualificación. Progreso es la posibilidad de elegir.

Alguna vez se ha apuntado aquí que el principal problema político del desastre educativo que tenemos en España y, en especial, en Andalucía es que dentro de veinticinco años ya no estarán los gobiernos que han condenado al fracaso a tantos jóvenes. Ya no estarán los responsables de tantos recursos malgastados, de tanta política equivocada, de tantas ayudas despilfarradas.

La Juani no saldrá del polígono. Ni su churri. No se irán al extranjero a estudiar como los hijos de tanto político que defiende este sistema educativo; como los hijos de tanto progre diletante que presentan a la Juani como el nuevo icono nacional. Die Bigas Luna que la Juani es la cenicienta del siglo XXI. Y eso sí es verdad.