El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

02 mayo 2012

Los rehenes


Iba detrás de él en la cola del banco. La distancia suficiente para reparar en las manos castigadas, encallecidas, nerviosas, apretando un puñado de documentos, enrollados como un pergamino. Debía ser el final de la conversación porque aquel hombre ya se había apartado de la mesa del bancario, se recostó en la silla; acaso aguardaba alguna explicación última, algo distinto a la misma respuesta con la que se había tropezado cien veces ya; la misma negativa de manual que le cerraba todas las puertas. «Lo sentimos mucho, pero hemos analizado su propuesta, y aún reduciendo de forma sustancial los márgenes establecidos en el protocolo de requisitos básicos que le notificamos, el Banco no puede concederle el préstamo que solicita para su negocio porque se excede con mucho el diferencial de riesgo permisible y no existen sólidas garantías para avalar la operación». Yo iba detrás en la cola del banco, la distancia suficiente para reconocer el nudo que se le hacía a aquel hombre en la garganta, la nuez que subía y bajaba en el cuello canijo, la piel arrugada de los cincuenta y cinco años. Con la enésima negativa de manual del operario del Banco, agarró con fuerza los brazos de la silla y se levantó.

¿Cuál sería aquel proyecto de inversión que acababa de naufragar? ¿Qué gran financiación habría requerido? ¡Una churrería! Aquel tipo que abandonaba el Banco, dándose golpecitos en la pierna con los documentos enrollados en pergamino, lo único que pedía era unos miles de euros para abrir una churrería. «Yo entiendo la desesperación –aclara el bancario–, pero ni en este Banco ni en ningún otro se concede un crédito a no ser que se demuestre que no se necesita, que quien lo pide no le hace falta. Ésa es la única realidad». Es preciso detenerse en la frase para encontrar en esa especie de oxímoron bancario la disparatada inercia a la que nos ha llevado la crisis: sólo se conceden créditos a quien no los necesita. Puede entenderse, en fin, que el sistema financiero intente evitar que una espiral mayor de impagos pueda acabar en la quiebra de un banco o de una caja de ahorros; que nadie en Europa quiera afrontar la peor estampa de una crisis, una turba que apedrea los cristales de un banco porque se han evaporado de golpe los ahorros de miles de ciudadanos. Pero, admitiendo esa precaución principal, la evidencia que transmite cada día la calle es que un sistema debe velar por igual por las entidades financieras, para que no naufraguen, pero también por las clases medias y bajas, brutalmente golpeadas por el desempleo de esta crisis. ¿Cómo entender que las decenas de miles de millones que se inyectan en el sistema financiero español, a través de ayudas directas y de préstamos a bajo interés del Banco Central Europeo, se queden ahí, que no calen más abajo, que no lleguen a las pequeñas y medianas empresas que necesitan financiación para mejorar su producción o para el desempleado que busca en el autoempleo una salida a la desesperación de la cola del Inem? Si a las entidades financieras españolas se les aplicara la lógica que ellas mismas aplican a quien solicita un crédito en la actualidad –‘no se conceden créditos a no ser que se demuestre que no se necesita’– las subastas periódicas del Banco Central Europeo quedarían desiertas; el ‘bufé libre’ –como se ha definido– de miles de millones de euros a bajo interés al que acuden decididos los bancos españoles, tendría que buscar otra clientela.

Iba detrás de él en la cola del banco. La distancia precisa para reconocer en ese tipo a muchos más, miles o millones: los rehenes  inocentes de una crisis en la que han quedado atrapados, con todas las puertas cerradas.

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