El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

31 enero 2007

Zona Cero


Cuando presentaba su última película, Martin Scorsese dijo en algunas entrevistas que lo que más le atrajo de la historia de ‘Infiltrados’ era el juego psicológico, bastante perverso, de unos personajes envueltos en un ciclo interminable en el que se suceden la confianza y la traición, la confianza y la traición. Cree Scorsese que, de hecho, ésta es una de las constantes más notables del mundo actual, la ambigüedad moral que borra cualquier frontera entre el bien y el mal. «La confianza continuamente defraudada crea un mundo de absoluta ambigüedad moral, una especie de ‘zona cero’ de la ética en la que estamos», concluía el director neoyorquino.

Zona cero de la ética. Magnífica expresión. Porque parece como si la esperanza colectiva se hubiera quedado hecha añicos, convertida en cenizas, en el paisaje gris y polvoriento que deja tras de sí cada atentado terrorista. Scorsese no se refería a la sociedad española ni al atentado de Barajas, sino a las características de la nueva era que se ha abierto en el mundo tras el ataque de las Torres Gemelas. No se refería a nosotros, sí, pero nos engloba el diagnóstico más que a otros muchos países porque el terrorismo aquí es una serpiente de dos cabezas.

No se refería a nosotros, es verdad, pero es posible que no exista una expresión mejor para definir lo ocurrido en el mes que ha transcurrido desde el último coche bomba de ETA. Bronca política y una sociedad anestesiada, como dijo Anasagasti. Como si allí, entre los escombros, en los hierros retorcidos y en los cristales rotos de Barajas, allí, en aquel cementerio de coches aplastados, estuviera localizado el epicentro de la nueva ética, de nuestra ‘zona cero’ contra el terrorismo etarra.

«Hace nueve años Sevilla entera lloró», dijo ayer Teresa Jiménez Becerril. Cualquiera que, en Sevilla y en muchas ciudades españolas, estuviera llorando aquella mañana de enero, de lluvia congelada y cielo gris, de despertar sobresaltado, está en la obligación moral de no olvidar jamás los cuerpos de Alberto Jiménez Becerril y de Ascen García Ortiz, tirados sobre el asfalto mojado, con dos tiros en la cabeza.

La punzada de dolor, la angustia de aquella mañana, la repugnancia de aquel crimen, no puede dar paso nunca a una ‘zona cero’ de la ética y de los principios. Ninguna ambigüedad moral ante ningún fanático, ante ningún terrorista, ante ningún asesino. Que los muertos de ETA no nos sean indiferentes jamás, que no pasen de largo, como los dos últimos del atentado de Barajas.
Ayer fue el aniversario del asesinato de Alberto y Ascen. De todas las voces, una: la del cardenal de Sevilla: «Hace años, en esta Catedral, pedí a Dios que el pan de cada día no tuviéramos que amasarlo con las lágrimas del perdón y del dolor, y hoy digo las mismas palabras. (...) La paz no quiere treguas, la paz solamente quiere paz».


Ilustración: www.noticiasdealava.com/.../fotos/2986278.jpg

30 enero 2007

Religiones


Los musulmanes andaluces, y quizá también españoles, están convocados el jueves a una ‘jornada de rezo especial’ en Córdoba. Otra. Esta vez, ha sido la Fundación islámica Ávalon la que ha convocado a los fieles para que se sumen el uno de febrero a una “oración interreligiosa” frente a la Mezquita. En el mismo camino ideológico que el ‘Diálogo de Civilizaciones’, esta fundación considera que es inexcusable que se imponga un ‘Diálogo entre Religiones’.

En una carta que han colgado en la página web del Islam lo explican con claridad: “Las sucesivas oleadas de emigrantes nos sitúan ante un hecho insoslayable: que cristianos y musulmanes vamos a tener que coexistir durante mucho tiempo en Europa, guste o no la idea. Y, si queremos evitar un clima social enrarecido con fobias y discriminaciones, con malestar social e incluso enfrentamientos violentos, convendrá que los representantes de ambas religiones, los más moderados y tolerantes, inicien conversaciones regulares con el fin de aliviar la situación y de favorecer el encuentro pacífico y fraterno entre sus fieles”.

Anotemos lo primordial: “Si queremos evitar un clima social enrarecido, incluso enfrentamientos violentos”. Es importante resaltarlo porque, incluso si uno defiende que los musulmanes puedan entrar a rezar en la mezquita de Córdoba o en la Alhambra de Granada, los promotores de estas iniciativas vuelven a perder de vista lo fundamental, que para evitar climas enrarecidos, enfrentamientos violentos y fobias diversas, lo esencial no es ese barullo de inciensos que se propone, sino que se acepte el papel que tienen las religiones en Europa.

Ninguna operación de propaganda de ‘diálogo entre religiones’ va a resolver la cuestión fundamental de este debate, porque el origen de los posibles enfrentamientos no es otro que el predominio de los estados clericales en la cultura musulmana, incluso en las democracias aparentes como la marroquí. Son estados laicos, los que necesita el Islam. Y derechos universales e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Es libertad de expresión y de publicación, sin censuras ni condenas ni yihad, lo que hace falta en la cultura islámica.

Y cuando todos los musulmanes que lleguen en oleadas asuman que su establecimiento en Europa implica arrinconar la religión al espacio de la libertad personal, se estará evitando un clima social enrarecido. Y cuando los imanes no busquen un protagonismo público distinto al que vemos en los sacerdotes católicos, se estarán evitando las fobias. Y cuando de la mentalidad islámica, en su conjunto, desaparezcan los estados clericales, se habrá eliminado el mal mayor.

Lo que hay que esperar de los musulmanes tolerantes no son jornadas de rezo, sino que insistan todos los días en los pasos que tiene que dar su religión para superar el retraso secular que padece en derechos y libertades. Esos pasos ya los dio hace mucho tiempo la religión católica.

Vivir en Europa implica una forma de vida. Para coexistir, ésa es la mejor fórmula.



Ilustración: www.worldproutassembly.org/images/burka_gradu...

29 enero 2007

Farfolla


Sostiene Pérez Reverte que la Junta de Andalucía es, de todas las autonomías españolas, la más avanzada en el arte político de enredar, de amagar, de embarullar. La deplorable técnica política de inflar globos y, a medida que ganan altura, mantenerlos o explotarlos de acuerdo a la conveniencia política del momento. Estamos en eso porque, de todas las operaciones artificiales emprendidas por la Junta, la más importante de todas ha sido ésta del nuevo Estatuto.

Avanzan los días hasta el referéndum como un creciente hastío. El Estatuto reformado, que está hecho de una sustancia insípida y empalagosa, es un asunto incómodo para la clase política. Digamos que se ha convertido en un elemento incómodo porque, como a nadie atrae, ni siquiera a aquellos que lo proclaman, el deseo más palpable, más extendido, es el de que se acabe todo ya.

Que llegue el día 19 de febrero. Y hasta entonces, los dedos cruzados para que la participación electoral se arrime siquiera al cincuenta por ciento y resuelva políticamente esta nada. Que llegue el 19 de febrero y una mayoría de votos positivos, aunque sea ridícula, pueda servir de justificación de los muchos años destinados a esta convulsión de reformas estatutarias que nadie solicitó, que nadie buscaba, que nadie necesitaba. Que llegue el 19 de febrero, que esta vaca ya no da más leche.

Por eso, si se fijan, en estos días que llevamos de campaña o precampaña del referéndum, qué más da, el Estatuto está de telonero de las elecciones municipales. Tres palabras, tres minutos de introducción estatutaria, y el resto del discurso para criticar la corrupción del otro. Los ejércitos preparados para desembarcar “por tierra, mar y aire” en los ayuntamientos, como ha dicho el presidente Chaves, con símiles que no se le ocurrirían a ningún demócrata.

La campaña del Estatuto, en fin, está volcándose estos días en la demostración de los aspectos más deplorables de las autonomías, este derroche diario, este discurso despegado de los problemas, este desperdicio de tiempo y de recursos. Mientras el mundo avanza, este corralito de intereses provincianos para enredar y amagar como ha escrito Pérez Reverte aunque, de todas formas, él utilizó un término más preciso: “Andalucía –dice- es, sin duda, la comunidad que con más entusiasmo practica la farfolla parlanchina”.

Farfolla, “envoltura de las panojas de maíz”. Si tenemos en cuenta que por aquí también se utiliza la “panoja” como símil del dinero que fluye con facilidad, encontraremos que el Estatuto está bien definido así. Pérez Reverte, de todas formas, lo dijo pensando en algo más concreto, “en los asesores lingüísticos de la Junta de Andalucía, mis ídolos en este disparate”. Igual es que conoce que el nuevo Estatuto de Andalucía ha querido ser, además, líder en lenguaje de género. Aunque tampoco esto lo han conseguido. El Estatuto, en muchas páginas de su espeso derroche parlanchín, resulta un enorme coñazo.

25 enero 2007

Héroes


Es verdad que si el etarra De Juana Chaos se muere en la cárcel, consumido por su huelga de hambre, se puede convertir en un mártir para la manada; que su nombre comience entonces a retumbar en las cuevas en las que se ocultan, que vomiten bilis de odio. Es probable, sí.

Todo esto, que ayer repitieron como autómatas todos los dirigentes del PSOE empezando por el presidente Chaves, es una evidencia que se sustenta en la mente irracional y perversa del mundo etarra. Y el análisis sería correcto si no sucumbiera en lo fundamental: Por no hacer de
De Juana Chaos un mártir en el mundo etarra lo van a convertir en un héroe. ¿O es que se han creído en algún momento que la excarcelación de De Juana Chaos no la va a recibir ese submundo como una victoria sobre el Estado español? ¿O no está claro para todos que la huelga de hambre de De Juana Chaos sólo tiene como único objetivo abandonar la cárcel antes de cumplir la pena que tiene impuesta?

La muerte enaltecerá su ceguera asesina porque acaso encuentren un motivo más. Pero si la resolución de un terrorista es matar, qué más da el motivo por el que te maten. Entre las más de ochocientas víctimas de ETA podrían encontrarse muchos ‘motivos’ distintos, chantajes, presiones y amenazas dependiendo del momento político en el que se produjo cada atentado.

Contra los jueces o fiscales, contra los políticos, contra los militares, contra policías o guardias civiles, contra los funcionarios de prisiones o contra la propia sociedad. Muchos motivos y una realidad, los más de ochocientos cadáveres. ¿Motivos? Si el objetivo imperturbable de la banda terrorista ETA es el de seguir matando, en el futuro lo seguirá haciendo; que el fanatismo no precisa de motivos.

La salida de la cárcel evitará que se convierta en mártir, es verdad, porque a partir de entonces será, cómodamente instalado en el salón de su casa, la referencia más brillante y palpable de los terroristas de ETA. Así que, en esa tesitura, maldita tesitura, la decisión es tan compleja como la de tener que elegir entre convertir a De Juana Chaos en un mártir o en un héroe.

En esa encerrona, será la sociedad española la quien salga perdiendo en cualquier caso porque la constante será que ETA seguirá matando, como hace sólo cuatro semanas. Y es justo por eso, porque lo único que no varía es el instinto asesino, no es a los ánimos de una banda asesina, sino al ánimo de sus ciudadanos, a quien debe mirar un Estado de Derecho en una coyuntura como ésta.

Si de humanidad se trata, que se tenga en cuenta la humillación de las víctimas de Ignacio de Juana Chaos. Si de humanidad se trata, que no se mire a quien pedía langostinos y champán para festejar nuestro llanto, nuestro dolor. Que se mire a la saliva de quienes llevan años tragando lágrimas. Si de humanidad se trata, en fin, alimentación forzosa ante quien plantea un chantaje a un país. Ni héroe ni mártir. Caer en esa elección, ya es sucumbir a su pulso macabro.

24 enero 2007

Volcán


Las democracias suelen tener un inexplicable complejo de inferioridad cuando se enfrentan al orden público. Sobre todo la española. Será porque existe un pesado lastre sociológico que relaciona el orden con la dictadura o será porque nunca se ha resuelto la sencilla ecuación que diferencia la libertad del libertinaje, pero el caso es que aquí y en todos los países de nuestro entorno vemos continuos ejemplos de cómo los Estados más sólidos se tambalean por conflictos sociales que no se han sabido prevenir y atajar. La norma establecida es que, por los prejuicios anteriores, la realidad se disfraza, se oculta, y lo que sucede a continuación es que los problemas estallan de golpe. Como un volcán, escupen fuego de ira contenida, de frustraciones desatencidas.

En Francia, cuando aquellos disturbios que hicieron arder París, le preguntaron al presidente Zapatero si podrían darse unos hechos iguales en España y lo negó con rotundidad. Según dijo, era imposible una oleada así de violencia por la profesionalidad de las fuerzas de seguridad españolas, lo cual no dejaba nada bien a los polis franceses, pero, bueno, así es el presidente. Después repitió su fórmula mágica: «Tolerancia cero a la violencia y medidas sociales, todas. Cualquier tipo de violencia sólo engendra efectos negativos».

Un año después de aquellos incidentes en Francia, es verdad que en España no se ha producido ningún conflicto como aquel, pero cada vez parece más cercano. Junto a los incidentes de Alcorcón, en Andalucía pasan inadvertido conflictos permanentes en Huelva, Málaga y, sobre todo, en Almería que tienen siempre como protagonistas a bandas de delincuentes extranjeros. (El término inmigrante habría que reservarlo sólo para los extranjeros que vienen aquí a trabajar, a convivir).

Miremos sólo a lo ocurrido ayer en Almería. Dos tipos pasaron a disposición judicial por intentar atropellar a los que se manifestaban contra la apertura en su barrio de una Oficina de Extranjería y otros siete fueron detenidos por la pelea multitudinaria, en la que treinta ecuatorianos se repartieron puñetazos y navajazos.

Como ocurre en Alcorcón, los respectivos responsables policiales dirán que se trata de hechos puntuales, que ya están controlados y que, por supuesto, habrá «tolerancia cero» contra la violencia y contra cualquier brote de racismo. Ocurre, sin embargo, que la percepción de la sociedad es muy distinta, y donde se habla de hechos aislados, se percibe que se trata de conflictos largamente incubados; donde se afirma que todo está bajo control, se percibe el desconocimiento absoluto de lo que se oculta en barrios y suburbios en los que la Policía no puede ni entrar. Y no es racismo, no. Es un problema de seguridad ciudadana, primero, y, después, de una política equivocada que justifica los guetos y la exclusión con la excusa del multiculturalismo.

Miren alrededor. ¿Se ve el volcán?

23 enero 2007

La paga


Mi madre vino ayer a verme en estado de consternación: la paga del Gobierno a los pensionistas por la subida del coste de la vida ascenderá este año a 38 euros. Con tanto dinero de golpe, quién no se queda pillado. Quién no se colapsa ante la terrible tesitura de tener que decidir si reparte el dinero entre los nietos o lo invierte en la OPA de Endesa. Que se ha cabreado, vamos, porque lo que no entiende es cómo el Gobierno llama a estos 38 euros «la paga»; no sabe por qué no le ponen otro nombre más modestito, más acorde. Que salen en el telediario anunciando «la paga» y parece cómo si las pensiones fuesen a pasar de los quinientos euros al mes. Y ni llegan, vamos a ver.

Al verla, le he diagnosticado una sobredosis de telediarios, y le he advertido que los políticos utilizan los informativos como armas de propaganda masiva. Mi abuela se ponía frente al televisor a las tres en punto y contestaba a las buenas tardes del presentador del telediario. Como un invitado más en su mesa de camilla. «Han dicho en el televisor que el Gobierno va a dar una paga en enero».

La paga. Cuando a 38 euros se le llama paga, es que ahí está la clave de todo. Si se fijan, las palabras, además de sus raíces lingüísticas, tienen una carga genética por la historia de la sociedad en la que nacen. Por eso nos evocan olores, sensaciones y momentos que van mucho más allá de las acepciones del diccionario. La paga suena a aguinaldo, a un salario que nos regala el patrón. Menuda la formó Chaves para poder darle todos los años una paguita a los pensionistas, con su correspondiente carta para dejar claro de quién es la mano de la que sale el dinero.

Luego hay otra cosa que ha irritado a mi madre todavía más: según el Ministerio de Trabajo, «la paga media de las pensiones es de sesenta euros». Ayer, en el café de la mañana, cogió el periódico y se fue directa a los detalles. Resulta que, de los catorce tipos de pensiones que existen, ninguna sube de los cincuenta euros, salvo dos por ‘gran invalidez’. ¿De dónde saca el Ministerio esa media?

En fin, que no es de extrañar que mi madre diga que quiere ser mileurista. Que es el sueño de los pensionistas. Tiene lógica, desde luego, porque se considera un salario de miseria que un aprendiz gane mil euros al mes, pero no reparamos en que es el doble de la cantidad que recibe un hombre o una mujer después de toda una vida trabajando. Si un mileurista no puede ni alquilar un piso, ¿cómo viven los pensionistas?


La paga. Tanto tiempo destripando estadísticas sobre la evolución de la economía, el empleo y las rentas, y resulta que la mejor comparación para establecer nuestro nivel de desarrollo con respecto a Europa son los pensionistas. Cuando los pensionistas andaluces, que ya cobran menos de los catalanes o los vascos, tengan el poder adquisitivo de los pensionistas alemanes o británicos, podremos hablar de convergencia. De momento, la paga. Es lo que hay.

22 enero 2007

Sudoku


La tranquilidad ante sus graves presagios por la unidad de España sólo le llegó a uno de los diputados conservadores cuando, en el Congreso, un reputado dirigente socialista le sopló al oído: «Para qué tanto revuelo si, al final, todos sabemos que el Tribunal Constitucional acabará recortando los estatutos que se aprueben y poniendo las cosas en su sitio». Dicho de otra forma, para qué preocuparse si, en el fondo, todo esto es mentira. Que de ahí viene, o sea, la increíble facilidad del presidente Zapatero para llegar a acuerdos con los prebostes autonómicos. Qué problema iba a tener en ceder si ya contaba con que casi nada de lo prometido se podría cumplir después. Que se lo pregunten a Artur Mas, por ejemplo, cuando le prometió, a cambio de un acuerdo sobre el Estatut, que en Cataluña gobernaría la fuerza más votada.

¿Que nadie puede gobernar con tanta demagogia? ¿Que no es posible tanta frivolidad? Si no fuera porque durante las reformas se han dado sobradas muestras de todo ello, podría dudarse de las revelaciones aquellas del diputado del PP. Pero no, claro, más bien al contrario. A medida que se van aprobando estatutos reformados, con exclusividades y competencias, con sus mejoras en financiación y sus garantías de ‘inversiones extra’, la gran duda que aparece es cómo podrá conciliar el Estado cada una de las exigencias territoriales, qué pasará cuando las reformas tropiecen unas con otras. Dónde está el final del laberinto.

Como lo que no se ha hecho en todo este tiempo es reformar la Constitución para adecuarla a las reformas estatutarias, la salida del laberinto estará en el Tribunal Constitucional. Lo acabamos de ver con la sentencia elaborada sobre el conflicto de la ‘deuda histórica’ andaluza, que le sirvió al Gobierno de Manuel Chaves para dos legislaturas de confrontación con el Gobierno de Aznar.

La sentencia, que más bien parece un examen general a las reformas de los Estatutos, rebate las exigencias andaluzas con principios constitucionales tan básicos y tan olvidados como que «no existe un derecho constitucionalmente consagrado» para que cada autonomía exija una determinada financiación, que «los recursos existentes» tienen que distribuirse de acuerdo a la solidaridad entre las regiones, que tiene que haber «coordinación», y que ninguna autonomía puede reclamar un sistema de financiación de acuerdo a los criterios que más le convengan.

Un país serio, con una política que vaya más allá del objetivo de salir del paso y dañar al contrario, no tendría que recurrir al Tribunal Constitucional para que le recordase lo elemental. Bastaría con la lectura de algunos artículos de la Constitución, como el 138. Pero no es el caso. Pensemos, por ello, en el siguiente ciclo: Las reformas de Estatutos acabarán en el Tribunal Constitucional y sus sentencias generarán nuevos conflictos territoriales que tendrán que resolverse con nuevas reformas autonómicas. Ya lo dijo Solbes, «este ‘sudoku’ tiene solución». Claro que el ministro se refería al sudoku de los números. Otra cosa es la solución del sudoku territorial de España.

20 enero 2007

Carnaval


Los barandas autonómicos se han tomado con humor la elección de fechas para las consultas electorales. Si hace unos meses Pasqual Maragall eligió el Día de los Santos Difuntos para las elecciones catalanas en las que se consumaba su decapitación política, el presidente Chaves ha decidido ahora que el referéndum del Estatuto andaluz se celebre en el día grande del Carnaval de Cádiz.

Lo llamativo no es la guasa inmediata, eso de que el Estatuto andaluz vaya a refrendarse con el compás de fondo de los pitos de murga de Cádiz. Tu-turú-turú. No. Lo llamativo, lo que no se entiende, es que el presidente Chaves, después de tanto pensarlo, haya elegido uno de los domingos más proclives a la abstención de todo el mes de febrero.

Podría haber elegido, por ejemplo, un día laborable, como el miércoles 21 de febrero, que es Miércoles de Ceniza, y que también nos pondría en bandeja la comparación con el ‘auto de fe’ que precisa el texto de estos nuevos estatuto autonómicos, farragoso, cursi y prescindible. Pero no. La cosa será en domingo de Carnaval, y no habría de extrañarnos que la elección de esa fecha haya sido, precisamente, para tener garantizada una excusa oficial ante la abstención que se avecina.

Cómo no serán los temores sobre el índice de participación en el referéndum que ayer el presidente Chaves ya pidió que nadie utilice el resultado «como un arma arrojadiza». Curiosa forma de pensar. ¿Y por qué no va a ser nadie responsable de un referéndum en el que triunfe la abstención?

Si Chaves ha dicho durante meses y meses que el nuevo Estatuto garantiza un aumento del empleo, el desarrollo económico, los derechos sociales y hasta «el acceso a la cultura», como sostiene, por qué no vamos a pensar los demás que una abstención elevada significa que nadie lo piensa así, que nadie se lo ha tragado y que Chaves se ha embarcado en una aventura artificial que sólo le ha servido a él y a su partido político.

En fin, que nada de ello ocurrirá porque llegará el referéndum, la participación no alcanzará siquiera el cincuenta por ciento (si no ocurrió en Cataluña, ya me dirán), y el presidente Chaves, en vez de pedir disculpas por el despilfarro de tiempo y de dinero, se felicitará por ser el protagonista de otro ‘día histórico’, el cuarto o el quinto en pocos meses.

Como aquel día que la presidenta del Parlamento llevó el Estatuto al Congreso. Se citó en el Hotel Palace con sus asesores y de allí se fueron al Congreso. Antes de entrar, risas cuando cayeron en la cuenta de que el Estatuto, compilado en un pen drive, era tan pequeño como una cajetilla de tabaco. «El Estatuto cabe en el bolso», se titulaba el reportaje de aquel día. «El Congreso va a dejar el Estatuto más guapo», vaticinaba entonces la presidenta. Ya ven la endogamia, el elitismo y la ridiculez a la que puede conducir la política.

Dieciocho de Febrero que suena, como es Carnaval, a 18 de Brumario. Ya podemos encargar para ese día el disfraz de Napoleón. Con su mano en la pechera. ¿Existe mejor parodia de estos virreyes autonómicos?

19 enero 2007

Alcances


Los pasos que vamos dando, todo aquello que nos va pasando. Los acontecimientos que contemplamos y las noticias que nos llueven cada día. Todo este torbellino de información se va guardando en la mente prendido de una imagen, de una música o de una frase. Archivados uno a uno, como recortes de periódicos prendidos con chinchetas en una cartelera de corcho.

Del mar revuelto de estos días, una frase, cuatro palabras sólo: “No se me alcanza”. La pronunció el ministro del Interior y, luego, el presidente Zapatero. “No se me alcanza”, han contestado ambos cuando les han preguntado sobre la negociación con ETA. Como muchos de los latiguillos que se crean en la política, la frase es irrespetuosa con el lenguaje, porque lo retuerce sin necesidad, porque hay formas más correctas y claras para expresar lo mismo. Pero es así y, como la política tiene estas cosas, el éxito mismo de la frase depende de su construcción deforme. Como llamar a la extrema derecha, derecha extrema. ¿Habráse visto idiotez igual? Pues ahí está, convertida ya en argumento político de respuesta de casi todo.

En cualquier caso, el “no se me alcanza” de Zapatero lo mejor que tiene es que, además de retratarnos la cursilería del discurso oficial, nos ofrece una imagen exacta del estado político actual. Porque el “no se me alcanza” a quien define de verdad es a Zapatero. El desconcierto en el que nos encontramos surge de la certeza de que este presidente no da más de sí. “No se me alcanza” porque no hay nada nuevo que decir, porque sabemos que seguirá repitiendo el mismo discurso. La misma estrategia con ETA. Igual.

“No se me alcanza” porque no hay más. Y si alguien mira al frente, si se otea el futuro inmediato, no encontrará más que la certeza de que seguirá incesante la bronca parlamentaria. “No se me alcanza”. Es la propuesta para conducir por una carretera de niebla espesa.

Sucede, además, que el “no se me alcanza” es una gran expresión, incluso para esta legislatura, porque no define sólo la política antiterrorista. El modelo territorial, por ejemplo. Quizá pensamos que con la aprobación del Estatuto catalán y, en breve, con el referéndum del Estatuto andaluz, se terminan ya los problemas y las tensiones internas. Que ya pasó aquello de la nación de naciones. Pero olvidamos que todavía queda pendiente la reforma del estatuto vasco y el de Galicia, y que, sobre todo, están por llegar las consecuencias económicas de la nueva financiación catalana.

“No se me alcanza”. Si hiciéramos hoy una encuesta sobre la violencia escolar, el precio de la vivienda, la inmigración, el islamismo o las pensiones, lo que contestaría cualquier ciudadano informado sería esto del presidente. Atrás quedó el ‘no sabe/ no contesta’. Tal como están las cosas, no es que no tengan solución, es que “no se me alcanza”.

17 enero 2007

Atropellos


Si todos se quedaron mirándolo en el bar, fue porque al entrar se hizo un silencio inesperado. Los de la terraza, que aspiraban lentamente el sol del mediodía de enero en cada trago de cerveza, se volvieron hacia la puerta del bar algo desconcertados. Allí estaba aquel hombre, sin saber qué decir, centro de todas las miradas, de quienes le conocían y de quienes lo veían por primera vez, intentando, con esfuerzo, caminar con dos muletas. Sólo alcanzó a decir dos o tres palabras. «Ese hijoputa no me mató». Un camarero comenzó a aplaudir y, tras él, todos los demás.

Aquel hombre, de pelo blanco y rizado, complexión atlética, soltó una muleta para secarse las lágrimas. A sus más de setenta años, lo que nadie le decía es que nunca pensaron que volvería por el bar después de su accidente, después de que un tipejo lo arrollara con su coche, a gran velocidad, al cruzar un paso de cebra. Lo arrastró unos metros y lo dejó tirado junto a una rotonda, con la cara mordiendo el césped. Inconsciente y destrozado. La Policía todavía le da esperanzas de que lo puedan encontrar. Dos meses después, allí estaba, vengándose de la brutalidad, de la impunidad, de la injusticia. «Maldito Farruquito», dijo. «Ahora todos los niñatos quieren ser como él, porque saben que no les pasa nada».

Farruquito, que ayer ingresó en prisión, ha cometido dos delitos, dos atropellos aunque sólo uno se recoja en el Código Penal. El primero ha sido el atropello mortal de Benjamín Olalla, conduciendo sin carné y a toda velocidad. Por el homicidio y por la denegación de auxilio fue condenado a tres años, de los que cumplirá ocho o nueve meses en la cárcel.

El segundo delito, que no está tipificado, lo ha cometido ante la sociedad. Por la soberbia ciega que le impidió confesarse culpable nada más conocer que había muerto la persona que él había atropellado; por la arrogancia insoportable de aquellas risas en el juicio, de no saber pedir perdón; por la prepotencia inasumible y torpe de aquella boda suya, nada más acabar el juicio, mientras la viuda lloraba, de plató en plató de televisión, lamentando la impunidad, impotente ante su libertad.

Desde aquel día en el bar, no he vuelto a saber de él. Yo era uno de los que asistía desconcertado al silencio, a los aplausos, a las lágrimas cuando entró con sus muletas. No le conocía, pero me impresionó, con su chándal rojo y blanco, y la esperanza grande de volver a montar en bicicleta. Su sueño de jubilación.

Farruquito ha sido todo este tiempo el símbolo burlesco de la impunidad judicial, porque nadie entendía que un delito así no se pagara con la cárcel. Nadie entendía su alegría. Ese ha sido el mayor daño a la sociedad, porque esa imagen de impunidad, de no pasa nada, fue la que atropelló luego a aquel tipo del bar. Espero que todo eso se rompiera ayer, a las 17.17 horas, cuando Farruquito miró por última vez hacia atrás, caminando junto a un policía hacia el interior de la cárcel Sevilla II.

16 enero 2007

Maletines



Un detallado trabajo de la profesora de la Universidad de Florencia Donatella della Porta sobre la corrupción italiana establece una relación directa entre la existencia de corrupción en política y la implantación progresiva de los políticos profesionales. Debe entenderse, claro, que se refiere a los fenómenos de corrupción más comunes de la actualidad; que ya sabemos que la corrupción de almas y conciencias ha existido desde el principio de los tiempos, que se esconde en los recodos más oscuros del alma humana, como la ambición de poder, el ansia de enriquecimiento o la mera vanidad.

Sobre ese sustento de podredumbre, lo que esta profesora establece es que «la difusión de la corrupción está en interacción con la emergencia de una nueva clase política, los políticos de negocios (...) que pertenecen a los que, según la conocida definición de Weber (1919), ‘viven de la política’ (...) son ‘políticos de profesión’, sobre todo en una acepción del término: políticos que ven en la política un medio de subir en la escala social». Por los casos que se han conocido en España, parece evidente que un porcentaje muy elevado de la corrupción que se ha descubierto aquí tiene su origen en esa nueva clase de políticos profesionales.

No se trata de extender la sospecha sobre todos los políticos que llevan años ocupando un cargo público, sin otra profesión anterior ni perspectiva alguna de volver a la vida privada, pero parece evidente que cuando se comienza viendo la política como un medio eficaz de progresar socialmente, no es raro que alguien piense, además, que la política, el gobierno, le ofrece la posibilidad inmediata de ascender económicamente.

El defecto principal es de concepto; el origen de todo consiste en olvidar que la política es un servicio público, no una profesión. A partir de esa perversión inicial, todo lo demás se explica.

Tanto las ambiciones personales como esa otra forma de corrupción política que tantas veces se ha intentado justificar en Andalucía, las comisiones ilegales que se cobran para el partido.
Sobre las cenizas de Marbella, el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, ha dicho este fin de semana que «se acabaron los maletines y la corrupción». Estas afirmaciones son propias de los excesos habituales de los mítines, en los que este personal parece que le habla a seres de otro planeta, sin el menor conocimiento del paño, con lo que no habría que prestarles demasiada atención.

Ocurre, sin embargo, que cuando esto lo dice un presidente de Gobierno, como Chaves, que ha sido la máxima autoridad urbanística en Andalucía antes, durante y después del desfalco de Marbella, el exceso se convierte en sarcasmo. Y da la sensación, entonces, que en realidad, no se quiere acabar con la corrupción política.

Para acabar con los maletines, primero hay que devolverle a la política su sentido primero, la dignidad que pierde con los ‘políticos de profesión’. Y no parece que sea éste el objetivo.

15 enero 2007

Quijotes


Nos volveremos locos. Todos locos. En España, Don Quijote se reencarna en cada generación y el último conocido debe ser el presidente del Gobierno. Sí, Zapatero, que no es difícil imaginarlo con Chaves de Sancho. Y a la saga, todos los demás.

Zapatero no es que esté loco, tampoco el hidalgo lo estaba. Cuando Don Quijote se vino a Sierra Morena a expiar con la mortificación su despechado amor por Dulcinea, Sancho se plantó. ¿Qué necesidad tenía el Quijote de volverse loco?, se preguntaba Sancho. Y el Quijote se lo explicó: “Ahí está el punto, y ésa es la fineza de mi negocio, que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias. El toque está en desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, qué hiciera en mojado”. Da la sensación de que el toque que Zapatero le busca siempre a la política es éste de desatinar sin ocasión. Al precio que sea. Para desconcertar, para despistar, para desorientar.

Lo ocurrido tras el atentado del once de marzo ya no es una casualidad, una excepción, porque este fin de semana, por primera vez, a un atentado terrorista de ETA le ha sucedido una manifestación de condena que sólo ha reunido a la mitad. Ya es normal que a los atentados terroristas le sigan las revanchas, que se cobran facturas y se empantane todo en un juego sucio que no tiene límites. El camino lo inició el PSOE, ya se sabe, con el once de marzo, sí, pero tras el atentado de Barajas, cincuenta personas se fueron ante la sede socialista de Málaga y no llevaban las manos blancas, como antes, sino llenas de huevos. Malditos pásalos.

Hijos del Quijote. En Francia nos han arrebatado el nombre porque somos, en general, socios históricos de esa nueva cofradía de los ‘sin techo’. Hijos del Quijote, con problemas sociológicos en la azotea. Y así vamos, corriendo por la vida como pollos sin cabeza, sin atender siquiera al daño irreparable que nos vamos haciendo en cada arrebato.

Por sacudirse las críticas a sus errores en el proceso de paz, el Gobierno ha vuelto a repetir su estrategia de conducir a la oposición hasta el abismo, sabiendo que al final se pararían al borde del precipicio para contemplar cómo se despeñaban los otros. Al presidente Zapatero, al presidente Chaves, a todos los demás, les ha salido bien la estrategia de modificar en el último minuto el lema de la manifestación.

Es verdad, el PSOE ha logrado que el PP se despeñe por el abismo. Ea, pues vale, todos los demás ya estamos donde siempre. Asistiendo atónitos al desatino. Y qué hacer, qué decir. Qué más queda. Qué consuelo tiene quien no asiste a esta ruptura con la satisfacción de las encuestas. Desolación.

12 enero 2007

Idiota (y 2)


Viernes doce de enero de 2007. Hace dos semanas, el presidente del Gobierno pronosticaba un día como hoy que el proceso de paz había avanzado significativamente en el desarme de ETA y que, en el año que tenemos por delante, la situación sería aún mejor. Después de su discurso de fin de año, Zapatero se fue a Sanlúcar de Barrameda, puerta de sus vacaciones navideñas en Doñana, y se reunió en una bodega con los socialistas locales. Con una copa de manzanilla, brindaron por el proceso de paz. Un día después de aquel brindis, ETA colocó una bomba en Barajas y mató a dos personas.

Viernes doce de enero de 2007. Si se mira alrededor, no parece que hayan transcurrido dos semanas, sino varios meses, desde el atentado. Para que la impresión sea ésta, han sido decisivas dos decisiones del Gobierno. La primera, que no haya fotos del presidente Zapatero, con el traje gris y la corbata negra, delante de un ataúd. Todos los presidentes de la democracia española tienen esta imagen, fotos negras de entierro por los crímenes de ETA. En los cementerios, en la capilla ardiente o en las misas de funeral. Iba a ser la primera foto de Zapatero ante dos féretros. Y no. La estampa que se guardará en la hemeroteca, la imagen que se ha grabado en el subconsciente colectivo tras el atentado de Barajas, no es la de Zapatero delante de un féretro, sino la de su visita al lugar del atentado, al desescombro aquel. Sin lágrimas. Ni sangre ni lutos. ‘Fotos blancas’, digamos.

Viernes doce de enero de 2007. Hace catorce días el liderazgo del presidente Zapatero se tambaleaba, hasta en la clac se oían dudas de su capacidad para dirigir un gobierno después del terrible desatino de su predicción sobre el proceso de paz. Si se mira alrededor, el debate ya es otro, nada recuerda ya al atentado sino a la infertilidad de una pugna política inagotable y repetida. En los diecisiete días que se va a demorar la comparecencia del presidente ante el Congreso, el PSOE ha logrado reproducir el mismo debate que ya tuvo lugar en España hace dos años, al principio de todo, cuando el Gobierno presentó en el Congreso una proposición en la que invitaba a ETA al diálogo si declaraba una tregua indefinida. El mismo debate. «Con violencia no hay diálogo», se repite. ¿No era éste el debate de hace un año y de hace dos? Pues otra vez igual, con las mismas alianzas, las mismas descalificaciones, las mismas divisiones. Confusión y hastío del personal. Otra vez la misma historia. ¿Y los dos muertos? El camino del Congreso para Zapatero ya está despejado.

Viernes doce de enero de 2007. Dos semanas después del atentado, las manifestaciones. El presidente Chaves, el mismo que no interrumpió ni un minuto de sus vacaciones para condenar el atentado, presidirá la manifestación principal. En un lado el Gobierno y sus aliados; en el otro, las víctimas y el PP. La misma estampa de todas las manifestaciones anteriores sobre el proceso de paz. Unos y otros. Lo de siempre. Viernes 12 de enero. Quien dijo que Zapatero era idiota, se equivocaba.

11 enero 2007

Regreso


Cuando se acercaba el año 2000, invitaron a Saramago a participar, junto a otros nueve intelectuales de todo el mundo, en un encuentro del que tendrían que salir diez grandes ideas para el nuevo milenio. Saramago aceptó participar pese a su incredulidad. ¿Qué ingenuo podía pensar que aquellas ideas iban a servir para mil años, cómo si la vida, con sus problemas y sus esperanzas de siempre, no cambiase a velocidad de vértigo?

El caso es que aquellos escritores y filósofos se sentaron a pensar. Cada uno de ellos iba aportando una idea, un proyecto, como dientes del engranaje del tiempo futuro. Todos recurrieron a las grandes palabras, menos Saramago: «Yo, más consciente de mis limitaciones, propuse regresar a esa cosa tan sencilla, tan estupenda, tan magnífica, tan deslumbrante como es el pensamiento».

Si como admitía el propio Saramago, que tantas otras veces se presta a los fetichismos progres, vivimos en un «desierto de ideas», lo deseable, en efecto, sería volver a los principios básicos, la razón, la ética, el pensamiento. Para los grandes asuntos y para los pequeños, regresemos a lo elemental.

Por ejemplo, para un debate pantanoso en España: la ética en la vida pública, la manga ancha que le aplicamos a todo. Es verdad, como se suele repetir, que «la clase política es espejo de la sociedad de la que emana» y que por aquí cargamos con el peso de una antigua inclinación, la picaresca. La cosa es que nos hemos acostumbrado a que los abusos, grandes y pequeños, formen parte de la política, y no es éste el camino.

Estos días, por ejemplo, se ha conocido un hecho en apariencia intrascendente. La presidenta del Parlamento andaluz decidió hace dos años ahorrarse el dinero del garaje y guardar su pequeño Panda en el aparcamiento de coches oficiales. A nadie se le pasa siquiera por la imaginación, no que la presidenta tuviera que dimitir, ni siquiera que deba dar explicaciones.

Esa es nuestra lógica. Pero tenemos que saber que esto sólo ocurre aquí. Estos días, por ejemplo, en el Reino Unido se ha conocido que la ex ministra de Educación, ahora en otro departamento del Gobierno de Blair, ha llevado a su hijo, que tiene alguna deficiencia, a un colegio privado. Todo el Parlamento, incluidos los laboristas, han reprobado a la ministra: Nadie entiende que quien defiende el sistema público lleve a sus hijos al sistema privado. ¿Cuántos pasarían ese filtro aquí?

En Suecia, en octubre pasado, también se vio abocada a la dimisión la ministra de Cultura porque no pagaba el canon de la televisión pública y otra ministra alemana se marchó, envuelta en el escándalo, porque un día, de compras, pagó en el supermercado los pañales con la visa del Gobierno.

Regresemos, sí, regresemos, aunque quizá en España se trate, más bien, de un viaje inaugural. Como decía mi añorado Felix Bayón, aspiremos a una Dinamarca con buganvillas y jazmines.



Ilustración: Marta Corcho Tarifa Title: Pensamiento

09 enero 2007

DIARIO DE LA TREGUA. Círculo Vicioso


Al secretario de organización del PSOE, José Blanco, le han preguntado por las encuestas que se han publicado después del atentado de Barajas, en las que el PP aventaja ligeramente a los socialistas, y ha dicho, cambiando el tono, que “en estos momentos, en lo que menos pensamos es en las encuestas; pensamos en los muertos del atentado y en sus familias”.

Ha sido la única vez durante toda la entrevista que Blanco se ha referido a los muertos del atentado. Blanco, al igual que el resto de los dirigentes del PSOE, como la propia vicepresidenta del Gobierno en la Moncloa, destina el noventa por ciento de su discurso a la nueva oferta del pacto antiterrorista que ofrecerá el Gobierno, a la negativa del PP a participar y a la manifestación convocada “por la paz y el diálogo”.

“Sólo pensamos en los muertos”, dice Blanco, pero nadie del Gobierno ha acudido a sus funerales en España, nadie ha acompañado a sus familias en Ecuador y nadie los recordará en las manifestaciones convocadas. En los ‘argumentarios’ que distribuyen los partidos políticos a sus dirigentes para que todos contesten lo mismo en intervenciones públicas y declaraciones de prensa, el manual que ha distribuido el PSOE debe poner bien claro en el primer punto que ya no se habla más del atentado. Pasó. Y dentro de unas semanas, tal vez nos preguntemos si existió. Con las tumbas de los muertos a tantos miles de kilómetros, quién los va a echar de menos. Están muertos y enterrados, por eso nadie del PSOE los incluye ya en sus declaraciones. Porque mantener esos dos cadáveres en el discurso supone hacerse las preguntas que nadie va a contestar.

¿Por qué anunció Zapatero el día 29 de diciembre que el proceso de paz se encontraba en un buen momento y, al día siguiente ETA colocó una coche bomba en Barajas y mató a dos personas? ¿Por qué se volvió a sus vacaciones de Doñana? ¿Por qué dijo el ministro del Interior que el zulo encontrado en Amorebieta era “un lugar para guardar cosas”, si después se ha encontrado inmensas cantidades de amonal? ¿Cómo es posible que todavía no se sepa qué explosivo utilizó ETA en el atentado, ni cuánta cantidad había en el coche bomba, ni cuántas personas participaron en el atentado? ¿Por qué Zapatero es el único que no ha dicho aún, tajante, que el proceso de paz se ha terminado? ¿Por qué deja que esos términos los utilice sólo el ministro del Interior? Si el presidente afirma que no ha habido fallos durante el proceso de paz, ¿cómo debemos explicarnos entonces lo ocurrido? ¿Un desliz? ¿Una equivocación? ¿Suspender el diálogo con ETA supone también acabar con la mesa de diálogo con Batasuna, o se piensa mantener la mesa política y, cuando avance, retomar el diálogo con ETA con esa justificación? ¿Es por eso por lo que ayer compareció Otegi con ese discurso que tanto ha satisfecho al Gobierno? ¿Estaba pactado también, como el comunicado del alto el fuego que hizo ETA?

Que nadie espere contestación a estas preguntas. No han pasado ni dos semanas del atentado y, si se fijan, el primer gran logro del PSOE ha sido que ya no se hable en España más que de la ruptura de Rajoy y Zapatero, tras su último encuentro en La Moncloa. Y el PP exige al Gobierno que vuelva al pacto antiterrorista y el PSOE afirma que el PP lo único que busca es el desgaste del Gobierno. Una y otra vez, hasta la desesperación. Una y otra vez, hasta el hastío. Una y otra vez, hasta la repulsión. Una y otra vez, hasta la indiferencia.

De nuevo estamos como en las semanas previas al atentado de ETA, en la misma dialéctica que durante todo el proceso de paz. Ha ocurrido un atentado, pero el Gobierno ha logrado que la polémica gire otra vez en torno a la misma cuestión, ignorando lo ocurrido. Y, ahora como entonces, el PP tiene razón pero es incapaz de zafarse de la estrategia envolvente del PSOE.

De todas formas, lo peor de este círculo vicioso, este torbellino permanente en el que está instalada la política española es que la resultante puede ser una sociedad asqueada de todo, incapaz de distinguir, indiferente ante cualquier acontecimiento ajeno a sus intereses cotidianos. Una sociedad ausente de moral pública, de exigencia ética. Insoportable.

08 enero 2007

Picaihua



El año que viene se cumplirán cuarenta años del primer asesinato de ETA. Yo quiero mirar atrás, a ese abismo de calaveras y de sangre, desde el camino de tierra sembrado de pétalos de flores rojas que han recorrido los indígenas de Picaihua. Con su cara de pasmo, con sus llantos de amigo, de vecinos que esperaban la vuelta de Carlos Alonso Palate. «Bienvenido a tu tierra». Lo iban a recibir con una pancarta como ésta de ahora, pero no muerto, coño, vivo y con los bolsillos cargados de euros para correrse una juerga con aguardiente andino, del mejor, de ese que mezclan con trozos de coco, gajos de limón y mango verde.

Yo quiero mirar atrás, a esta locura de ETA, con lágrimas de novia, de madre, de vecinas. Y el niño asustado, empernacado en la cadera, comiéndose los mocos. Desde allí, desde la miserable realidad de esos campesinos indígenas, quisiera yo ver y sentir el absurdo insoportable de la barbarie terrorista vasca. A los dos últimos muertos de ETA hay que mirarlos desde allí, porque se han quedado tan solos, los hemos dejado tan solos como a las viudas de los guardias civiles andaluces que mataban hace cuarenta años en el País Vasco y volvían huyendo, arrastrando en una mano la maleta de tela atada con cuerdas y en la otra los hijos. Los mataban y les escupían a las viudas con la indiferencia y el asco.

«Mijito lindo a mí solita me vas dejando». Yo quiero mirar al abismo de esa locura con los ojos ciegos de la madre de Palate, con su poncho negro y su sombrero color café.

Podemos pensar que ese silencio ante las víctimas no es nuestro, que se trata de un silencio oficial. Pero no es así. Es verdad que tras el atentado de Barajas ha habido silencios de vergüenza, como el del presidente del PSOE, presidente también todos los andaluces, que se fue de vacaciones antes del atentado, dejó su discurso grabado de Navidad y, no sólo no lo modificó para condenar el atentado, sino que todavía no ha vuelto para maldecir a ETA.

No es el silencio oficial el que podemos cambiar sino el nuestro, nuestra indiferencia. No con manifestaciones, no con concentraciones, no con protestas simbólicas, no con rivalidad política. Ya no. El silencio que podemos romper es el de considerar a los muertos de Ecuador como ‘asesinatos de segunda’. Que siga la polémica y se olviden.

«Tras el atentado, ¿qué? Yo lo tengo cada vez más claro. Está demostrado por cuarta vez que con ETA no hay nada que hacer. Nada. Ni con esta ni con la que venga. Nada. Porque es una organización fanática y totalitaria a la que, o le das toda la razón para justificar su violencia o no aceptarán nada de nadie». Lo ha dicho Iñaki Anasagasti, que también denuncia que la sociedad está anestesiada. Y ésta debe ser la lección y el homenaje. Por los muertos de Ecuador, ni una tregua más. Por las lágrimas de Picaihua, ni una tregua más. Tienen que ser los últimos muertos del cinismo y la burla. Cuarenta años. Ni una tregua más.

06 enero 2007

Ilusión


Renegando de creencias y principios, abjurando de promesas y compromisos, cogió el coche y se fue directo al campo de fútbol. Estadio Olímpico de Sevilla, «Partido de la Paz». Superar aquel patetismo, verse como un participante más en aquel absurdo, no fue cosa fácil porque siempre había rechazado el manoseo político de las ilusiones. Esos serafines bien costeados. Como este ‘partido de la paz’, toda esa tramoya de palabrería hueca y cansina. Pero allí estaba él; se lo había prometido a su hijo.

El azar juega estas pasadas: su hijo, vestido de blanco, había sido elegido para formar la palabra PAZ en el campo, antes del partido. Sería un punto blanco de la ‘zeta’. Para colmo, la zeta. La pazzzz... ¿Pero cómo convencerlo de lo contrario, cómo privarlo de estar en el campo de fútbol con sus ídolos? Imposible. Por eso accedió a esta apostasía temporal de su ética cotidiana, incluida la certeza de que los padres no están obligados a hacer el ridículo para contentar a sus hijos.

En el coche, camino del estadio, se confirmaron pronto los peores augurios. En la radio pública repetían que la importancia de aquel partido financiado por la Junta de Andalucía no estaba en el resultado sino en el mensaje de paz; en el compromiso del presidente Chaves, que ese mismo día anunció que su Gobierno financiará polideportivos en Israel y Palestina. Regalo de Reyes Magos.
Cómo si el problema allí fuera la falta de dinero. Sólo falta que sea Climocubierta quien se encargue de construir pabellones deportivos junto a los amasijos de hormigón y hierros. Ningún sentido, en fin. Pero el comentarista de la radio pública le encontraba explicación a todo. «Si es posible la convivencia entre 24 jugadores palestinos e israelíes en un vestuario, por qué no va a ser posible entre dos pueblos». Fue literal.

Pasaban los minutos y un enorme atasco de tráfico decidió aliarse con el patetismo. No había vuelta atrás. Llegó la hora del partido y él seguía en el atasco. Salieron los futbolistas, comenzó la ceremonia inaugural y él seguía en el atasco. Soltaron globos al aire, volaron blancas palomitas, los niños formaron la palabra Paz y él seguía en el atasco. Cuando llegó al estadio su hijo lo esperaba con una banderita verdiblanca y una camiseta serigrafiada: «It’s posible. Football for peace. Junta de Andalucía».

Todo había salido al revés, pero por suerte estaba allí para el momento más importante: Su hijo iba a pedirle un autógrafo a sus ídolos. Acabó el partido y los jugadores comenzaron a salir veloces, envueltos en un halo de perfume caro, con el pelo mojado, los tatuajes chinos y los trajes impecables. Vio a su hijo escurrirse hasta la primera fila. Estaba a pocos centímetros de su estrella cuando un vigilante lo frenó en seco: «¡Eh, chaval!, que se mira pero no se toca». No se indignó. Al final, el despropósito le regaló la mejor metáfora de aquel bodrio. La ilusión oficial es así, se mira, pero no se toca.

04 enero 2007

Idiota


A veces, en política, lo mejor es plantearse los debates sobre los dirigentes sin ningún tipo de complejos ni cortapisas. Como suele confundirse el respeto a las instituciones con la sacralización de quienes las ocupan temporalmente, no hay forma de criticar a un gobernante engreído sin que a uno lo acusen al momento de estar conspirando contra la institución, contra la estabilidad del país y contra la democracia misma.

Pero no es así, claro. También en esto podemos mirar a Estados Unidos. Sólo hay que fijarse en el trato que recibe Bush. Hace unos meses, una televisión norteamericana emitió un programa dedicado al presidente. «¿Usted cree que Bush es idiota?», preguntaban a espectadores y analistas. Entre bloques de opiniones, se intercalaban reportajes con las meteduras de pata del presidente. Aquello debió ser tan demoledor, que incluso quienes lo defendían no tenían más remedio que admitir que Bush «es un hombre inarticulado, sin capacidad para expresarse». «Pero no ser consistente, no significa que sea estúpido», añadían.

De los muchos problemas políticos que ha dejado el atentado de ETA para el Gobierno español, uno de los más severos e incuestionables es el deterioro sufrido por Zapatero. Sólo la estampida vacacional del fin de año le ha librado de un ridículo mayor que éste al haber predicho un horizonte de paz y tranquilidad y que, al día siguiente, la banda terrorista colocara en Barajas la mayor bomba de su historia. Zapatero ha sido el torero inexperto, ridículo, desbordado que el toro acaba revolcando. Y los subalternos, ya ven, han tenido que salir a intentar arreglarlo.

«¿Es idiota Zapatero, un presidente inconsistente?». Nadie en España va a hacer un programa de televisión con esta pregunta, desde luego. Personalmente, desde hace tiempo sostengo que Zapatero no es, como lo pintan, un bobo que se chupa el dedo. Más bien lo contrario, porque no ha habido en España hasta ahora ningún líder político que haya acaparado tanto poder, tan absoluto, en tan poco tiempo. Nadie como Zapatero ha tenido tantos medios de comunicación bajo su control; nadie como él ha tenido en el PSOE un poder interno tan abrumador; nadie como él ha tenido más domesticada a la oposición de izquierda y, desde luego, a la nacionalista. Pero junto al dominio del poder, ha ido creciendo la desolación de un tipo sin discurso, inconsistente hasta parecer patético.

¿Es idiota Zapatero? No lo creo, pero el PSOE tendría que planteárselo porque la imagen de orate de ZP es la carta caída con la que se desploma este castillo de naipes. Ya sé que hay lugares, como Andalucía, en los que al PSOE le ha bastado hasta ahora con el dominio absoluto del poder pero, por fortuna, estos virreinatos autonómicos no son exportables. Zapatero, como ocurrió el 14 de marzo, depende de la movilización para ganar las elecciones. Y nadie levanta el culo para ir a votar por un tipo con fama de botarate.

02 enero 2007

Redondez


Soñaba que su vida era redonda. Como el tiempo, como los días, como la tierra que pisamos. Soñaba con su paso por la vida y, al mirar hacia abajo en sus sueños, siempre se veía caminando sobre una superficie con piel de naranja, con perfume de naranja. Esponjosa y resbaladiza. Redonda.

Como los planetas pequeños de ‘El Principito’, sólo que toda aquella redondez era su propia vida. Su propio tiempo. Soñaba y se veía a sí mismo dándole vueltas a la esfera anaranjada de su vida con la resignación de Sísifo. Y era él mismo, su tiempo, la piedra que conducía con esfuerzo por la piel redonda de la naranja; unas veces con el sudor de la escalada, otras veces con vértigo de la pendiente, para llegar otra vez al mismo punto de partida.

Enero. Sentarse a contemplar el primer atardecer de estos cielos anaranjados. Vuelta a empezar. Otra vez se veía en la cima de aquella esfera inventada. Redondez. Metáfora imprecisa de su sino. Y ni siquiera la certeza de que no era él la única persona en el mundo obsesionada con esta redondez, lograba debilitar sus sueños. Nada le influía saber que la esfera siempre ha ejercido en el hombre una atracción ingobernable, como si guardara en su seno el secreto de la perfección. Mucho antes de que nacieran los años redondos y los días. Antes de que el tiempo se enfundara el traje de este tiempo.

En una cajita de madera, que todavía al abrirla le deja un penetrante perfume de habanos, guarda desde hace años recortes de prensa con las noticias del primer día de enero. Los más viejos tienen un tacto especial, por la piel amarilla del papel antiguo y por el cerco de moho de las grapas del ángulo superior. Los más nuevos se distinguen porque los ha agrupado con clips de colores. Y todos, unos y otros, encierran el secreto del carácter cíclico del tiempo. Podría establecer una detallada teoría sobre la redondez del tiempo con aquellos recortes de prensa porque las noticias se repiten de forma milimétrica cada principio de año. Como las ansias, los deseos y las frustraciones.

Sólo es cuestión de esperar el nacimiento del primer bebé del año, la aparición de los primeros muertos por asfixia en una estufa de gas, la primera noticia de una reyerta callejera entre borrachos de la Nochevieja, la primera llegada de inmigrantes en una patera, las primeras acusaciones políticas, la primera mujer asesinada, el primer sorteo y las primeras risas, el primer secuestro en Palestina y las primeras bombas en Israel, el primer vagabundo que muere de frío, el primer desesperado que se sube a un tejado para suicidarse, el primer alijo de hachís en el Estrecho, el primer avión con cientos de pasajeros que se desaparece en algún lugar de las Filipinas.

Soñaba que su vida era redonda. Pisaba su tiempo sobre cáscaras de naranja. Enero toma su nombre de Jano, un dios romano con cuatro caras y una llave en la mano derecha. Enero. Vuelta a empezar.