El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

28 febrero 2011

Sillas vacías



Esa foto del otro día, la del comité director del PSOE andaluz, ese desierto de sillas vacías, no es la imagen de la soledad. Esa foto que impone un abismo de madera, un océano de indiferencia, entre la realidad y los dirigentes de un partido que se ven al fondo, diminutos, no es una metáfora del desconcierto que se vive en el PSOE. Esa foto de hileras sucesivas, perfectamente alineadas, de patas metálicas y respaldos oscuros, no es la estampa del abatimiento. Esa foto del otro día lo expresa todo a la vez, la soledad, la indiferencia, el desconcierto, y se alza, poderosa, como definición exacta del momento más complejo que se vive en la política: la inercia. El torbellino en el que un partido político se ve envuelto para que todo le salga mal, la espiral asfixiante en la que cada mañana, cada despertar, se convierte en un sobresalto. Y todo aquello que, hasta ahora, funcionaba, se desploma. Se asocian a diario todas las circunstancias para volverse adversas, se multiplican los problemas y se reproduce con velocidad el virus de la filtración, de los navajazos, de la deserción.

En el último número de la revista Temas, el bastión de resistencia del guerrismo, el director, José Félix Tezanos, se pregunta «por qué tantas personas en el PSOE permanecen paralizadas». Y añade tres posibilidades: «¿Por el miedo, por la perplejidad o por la pereza?». Debe saber bien Tezanos que todo eso, la perplejidad, la pereza o el miedo, son consecuencias, pero no son la causa del problema. Si el PSOE se ha instalado en esa dinámica de derrota ha sido por una acumulación de errores mayúsculos que les ha conducido a esta inercia de cuesta abajo. El primero de todos fue la práctica aniquilación del partido durante el zapaterismo, con lo que desapareció toda posibilidad de que nadie, internamente, pudiera haber advertido del peligro de estar años y años negando la crisis con bobadas, engaños y frases ingeniosas, «champions» y «brotes verdes». El partido ha desaparecido como contrapeso, se ha evaporado todo debate ideológico, toda referencia crítica, cualquier ánimo de censura. Y la imagen del otro día del comité director del PSOE andaluz es la expresión de ese erial.

Hay mucho más que un comité director fallido en la reunión del otro día, aquel comité director desconcertante del PSOE andaluz en el que la inmensa mayoría de los que deberían haber asistido, dirigentes, altos cargos y candidatos, se conjuraron para abofetear a Griñán y a Blanco con el desprecio de las sillas vacías. «¿El comité director? Pues me parece que no ha ido ni el Tato. Yo, desde luego, lo tengo claro, como puedes comprobar. No tengo el más mínimo interés en perder el tiempo con discursos vacíos y más desconcierto», decía sonriente uno de los ausentes de aquella cita mientras atendía el atardecer anaranjado de una playa. Dicen las crónicas que José Antonio Griñán, en su intervención, se refirió al PSOE como «un partido grande, que es parte del patrimonio de los andaluces». Lo dijo Griñán y, al leerlo, lo imaginaba hablándole a aquel desierto de sillas vacías; lo dijo Griñán, y lo imaginaba en el atril mientras aquel dirigente socialista retozaba en la playa. Es ese patetismo… No, definitivamente, ese comité director del otro día no ha sido uno más.

Foto: Fernando Ruso

Etiquetas: ,

27 febrero 2011

Se ne frega



No hay desgaste posible para Berlusconi. Ni los escándalos sexuales ni sus desmesuras antidemocráticas tienen reflejo en las encuestas. Ya puede salir con unos calzones de lunares rojos, velo pudoroso entre los michelines y los muslos de oficinista, o subirse al atril de un mitin para vomitar sapos verdes contra la oposición, los fiscales o los inmigrantes. Nada, en las encuestas sigue venciendo a su principal rival, el Partido Democrático que no levanta cabeza desde que la última esperanza del centro izquierda italiano, Walter Veltroni, se estrelló en las urnas de 2008. Las encuestas siguen igual, con Berlusconi a la cabeza mientras que los italianos se dividen, cada vez con más radicalidad, entre los que lo odian y esa mayoría que lo sustenta porque piensa que no hay ningún rival mejor o porque los escándalos se repetirían igual con otra fuerza política en el poder. “Se ne frega”, que dicen los italianos que se conforman con Berlusconi como mal menor, como un desastre asumido. “Se ne frega”, que en la traducción viene a significar que al personal le da igual, que no le interesa. Me la pela, que se diría aquí en lenguaje coloquial.

De cómo se llega en política a este estado de irrelevancia social es un asunto del que, como se ha visto en otras ocasiones, no debe preocuparse sólo la clase política italiana, aunque el deterioro allí esté asentado en la historia, sino que, en menor o mayor medida, afecta a muchos países europeos; a Europa misma. La falta de respuestas a los problemas ciudadanos y la continua refriega del “y tú más”, tienen mucho que ver con ese cansancio de la política. En las encuestas que se conocen aquí sobre las próximas elecciones municipales, es llamativo que la mayoría de los ciudadanos manifiesten ante las preguntas que lo que impera en su estado de ánimo es el desinterés por las urnas. Hasta el 55 por ciento, según el último sondeo conocido, afirma que no tiene intención alguna de acudir a votar. Es interesante, sobre todo, esa respuesta en la que hasta un sesenta por ciento se inclina por la definición de “clientes” para expresar su relación con la política; es interesante porque nada más alejado del concepto mismo de la democracia en la que los ciudadanos deben sentirse partícipes, actores fundamentales de la composición de las instituciones que les gobiernan. Pero no, se sienten clientes, porque son otros los que manejan el negocio y ponen en venta la mercancía del poder.

Que todo esto ocurra, además, en un momento, como el que atravesamos, de grandes casos de corrupción y de una crisis económica monumental, supone, doblemente, que muchos ciudadanos no encuentran referencias que le satisfagan en la oferta electoral y que, en consecuencia, no confían en nadie para que solucione este engorro. Puede que al partido que gobierna sea a quien más le convenga una situación así, porque estará esperanzado en que, mientras no se afiance la oposición, siempre podrá remontar las encuestas con el rescate de última hora de los desencantados. Y puede ocurrir, incluso, que tampoco a la oposición le venga mal del todo ese pasotismo, porque es al partido del poder a quien le afecta la renuncia de los desencantados, de la abstención; que con mantener motivados a sus votantes será suficiente para ganar las elecciones por mayoría absoluta. Lo único que ocurre es que con ese frío cálculo electoral lo que se deteriora es la esencia, lo fundamental: la democracia. Se ne frega; mayorías para hoy, inestabilidad para mañana.

Etiquetas: , ,

24 febrero 2011

La negación sistemática



¿Quién miente más, la izquierda o la derecha? Jean François Revel se puso a diseccionar las mentiras de la política y llegó a la conclusión de que, aunque se pueden encontrar mentirosos públicos de todos los colores, es la izquierda la que llega más lejos en el falseamiento de la realidad. El pensador francés hablaba de “la superioridad de la izquierda en la producción de la mentira” porque junto a las mentiras que profieren los políticos de todas las ideologías (“la mentira ordinaria, la mentira maquiavélica, la mentira táctica, la mentira oportunista, la mentira circunstancial”), la izquierda es la única que persiste en negar la realidad de aquello que comete, pero que no cuadra en su ideario. Por ejemplo, “la derecha ha podido manifestar una excesiva complacencia ante Franco, por razones económicas y militares, pero nunca ha pretendido defender que Franco celebraba en España elecciones regulares, libres y pluralistas. En cambio, la izquierda durante mucho tiempo ha negado, pura y simplemente, la existencia de los campos de concentración soviéticos, la tortura en Cuba o el hambre en China”. ¿Cuántas veces, de hecho, hemos tenido que oír que en Cuba no hay una dictadura, que es un país libre, o que Hugo Chávez es un presidente democrático?

La clave está en lo que se apuntaba antes, la necesidad de salvaguardar la ideología de cualquier suceso que pueda mancharla o ponerla en cuestión. “Para que la ideología permanezca intacta debe defenderse sin tregua del testimonios de los sentidos y de la inteligencia, de la misma realidad (…) La ideología funciona como una máquina para destruir la información, incluso a costa de las aseveraciones más contrarias a la evidencia”. Si seguimos el análisis de Revel, podríamos preguntarnos, incluso, cuáles son los terrenos en los que más se vuelca la izquierda para intentar tapar la realidad con mentiras. Evidentemente, serán aquellos que, ante los ciudadanos, constituyen la gran ventaja de la izquierda sobre la derecha, la superioridad moral en todo lo relacionado con la libertad, la solidaridad y la defensa de los más desfavorecidos. Cuando surgen escándalos que afectan a esos valores, señas de identidad de la izquierda, la ideología se tambalea y, para enderezarla de nuevo, se niega la realidad. Por muy evidente que sea.

En esta lógica de negar la evidencia es en la que se ha instalado ahora el PSOE de Andalucía, para rebatir el escándalo de los falsos prejubilados. ¿Cómo va a explicar un partido, que se llama socialista, que ha estado repartiendo entre sus amigos el dinero de las prejubilaciones de los trabajadores? ¿Y cómo lo va a explicar en este momento, cuando se recortan las ayudas al desempleo, se congelan las pensiones, de bajan los sueldos de los funcionarios se amplía la edad de jubilación? No, no se puede explicar. Por esa razón, desde los primeros días de este escándalo, se están encadenando mentiras. Desde la primera, aquella que calificó el caso como “un asunto con poca sustancia”, hasta esta última que intenta trasladar al Partido Popular la responsabilidad de los falsos ERE que se tramitaron durante la etapa del Gobierno de Aznar. Definitivamente, ya falta menos para que nos enteremos de que, en realidad, el ‘fondo de reptiles’ se fraguó en el Trío de las Azores.

Etiquetas: , , ,

23 febrero 2011

Los prejubilados



La chirigota se anticipó a los tiempos. “Prejubilao, prejubilao, y de Cádiz, qué mas quiero, carajo”. Fue en el 2007 y el tipo de la chirigota era la de “trabajadores felizmente prejubilados”. La prejubilación como el estado ideal del hombre, el súmmum. La quintaesencia del Estado del Bienestar. "De repente una mañana en mi empresa... Cuatro kilos de momento y cobrando el cien por cien. No me lo pensé dos veces: dime donde hay que firmar... Recurrí a los temblores y empecé a hacerme el cojo; con el ruido del pecho y estando un poquito sordo no iba a haber problema. ¡Ya no me interesa trabajar, hasta aquí hemos llegado! ¡Qué feliz y que contento voy a estar prejubilao! Sólo quiero disfrutar y vivir la buena vida. ¡Qué feliz y que contento voy a estar prejubilao!"

Lo que no sabíamos entonces es que los prejubilaos, en realidad, no eran sólo una chirigota; que no, que los prejubilados eran una cofradía o una legión. Los prejubilados eran el mayor negocio en la tierra del paro, que pocas actividades habrá que hayan generado setecientos millones de euros en siete años. Los prejubilados eran una realidad, picaresca fuera de concurso, el chollo de la segunda modernización; la bicoca del sueldo vitalicio sin haber trabajado jamás; el sueldazo orientado a los amigos, a los colegas del partido, a los familiares. Si aquí se le canta al pelotazo de la prejubilación, cómo iba a extrañarse nadie de que la administración pusiera todo su esfuerzo en buscar empresas para venderles expedientes de regulación de empleo. Como el otro día, cuando en el periódico llamaron a uno de los intrusos de esa trama, y el tipo, ufano, no le encontraba sentido alguno a la polémica. “¿Sabe usted que está incluido en el ERE de Saldauto?” “Sí, y qué”, responde el tipo. “Bueno, a parte de que usted nunca ha trabajado en esa empresa, nada más”. Y el intruso, con la mayor naturalidad, comienza a relatar entonces que como no pudo beneficiarse del ERE en la empresa en la que estaba de sindicalista, la Junta lo metió en otro distinto. “¿Y qué?”. Pues eso. “¡Qué feliz y que contento voy a estar prejubilao!"

Esla prejubilación como destino, como futuro, como hace unos días en Linares: se presenta un plan de 790 prejubilaciones y la Junta hace propaganda en la zona con un cartel significativo: “Linares futuro”. ¿Cómo Linares futuro? ¿A qué puede aspirar una sociedad que celebra las prejubilaciones? No hay lunes al sol porque no hay espera, ni ambición, todos los días es sábado por la tarde, dos mostos en el casino, unos cacahuetes en la barra, y déjate de política, que todos son iguales. “Linares futuro” se llama el plan masivo de prejubilaciones, y hasta tres consejeros acudieron a celebrarlo con esa ciudad que, hasta ahora, no tenía otra esperanza, otro motor, que la continuidad de Santana. ¡Por fin se ha cerrado la empresa, todos a cobrar de las prejubilaciones!

Qué pena que este año, que están de moda las falsas prejubilaciones, en el Carnaval de Cádiz no le dediquen un repertorio entero al escándalo. Claro que, a lo mejor, hay muchos que no le ven ni el sarcasmo ni la novedad por ningún lado. Para qué irritarse con lo que todo dios ansía. “Prejubilao, prejubilao, y sin haber trabajao, qué más quiero carajo”.

Etiquetas: ,

16 febrero 2011

Mar de leva



El viento sopla fuerte sobre el mar, convulsiona las olas, las alisa, las aprisiona y las violenta; se ha desatado el temporal y saben los pescadores que con mar de fondo, en pleno temporal, la faena se complica. La orilla se llena de algas que el mar de fondo ha arrancado y el caminante va sorteando, en este paisaje de arena mojada, los restos de basura que yacían en el fondo del mar. Algas y peces muertos, restos de madera ennegrecida por el betún pegajoso del petróleo y chatarra enmohecida. Con la fuerza del viento que aprisiona las olas, que las atosiga, que las enfurece, el mar ha vomitado su pasado.

Mar de fondo, furia del mar. Lo que estamos viendo estos días tiene esa imagen metafórica como estampa, porque ha estallado con estruendo el temporal de las falsas prejubilaciones y, la crudeza de la denuncia, está sacando a la orilla los restos de escándalos olvidados. Cárnicas Molina, Interlhorce, Delphi, Filesa… Los restos de todos aquellos episodios antiguos, desechos de un naufragio continuado, aparecen ahora de nuevo, hilvanados a esta trama de los expedientes de regulación de empleo. Quizá porque, en realidad, aunque cambien los protagonistas, aunque varíe la localización y los asuntos, todo esto forma parte del mismo mal.

Nada se destruye, todo se transforma cuando la corrupción no es un episodio sino una constante. Éste no es el naufragio de un consejero o dos, no; éste no es el naufragio de un modelo de subvenciones o de una política de Empleo, no; éste, ahora que contemplamos la orilla llena de restos de otras corrupciones, es el naufragio de una autonomía aprisionada en un régimen clientelar. Es el naufragio de una forma de entender la política y de entender el poder. Y esos de ahí, son los restos que ha arrancado el mar.

Todavía resuenan en las hemerotecas aquellas proclamas de Cárnicas Molina, cuando el Gobierno andaluz, que se hizo cargo de la empresa en quiebra, anunciaba grandes escándalos futuros. «Algún día se sabrá qué hay detrás de Cárnicas Molina», bramaba Gaspar Zarrías en el Parlamento, señalando con el dedo a los diputados de la oposición. Ha pasado el tiempo y ahora lo sabemos. Cárnicas Molina fue el primer expediente de regulación de empleo que tramitó Francisco Javier Guerrero. Allí conoció a un sindicalista, Juan Lanzas, con el que pronto conectaría. Ya nada volvería a ser igual. Hoy la Policía los considera como los ‘hombres clave’ de la trama de los ERE, los gestores del fondo de reptiles con el que se amañaban las prejubilaciones. Tanto ascendió el sindicalista que acabó de asesor de un bufete sevillano que lo contrató para buscar empresas en crisis. Y otra vez el pasado se hace oír, con el eco sordo de las voces que amplifican las caracolas del mar. El bufete en el que trabajó Lanzas tiene como socio a un abogado, antiguo colega de Felipe González, que en tiempos asesoró a Intelhorce, la fábrica de Málaga de la que se nutrían los comisionistas del PSOE de la época. La fábrica que, cuando desapareció, pasó a llamarse Hitemasa, que fue en la que Lanzas se incluyó de ‘intruso’ para cobrar una prejubilación.

Se llama mar de fondo, pero quizá sea más bella una expresión sinónima: mar de leva. El diccionario recoge otra expresión más que sirve al caso: halar a la leva. Los marineros van tirando de un cabo hundido en el mar y recogen todo lo que allí estaba prendido.

Etiquetas: ,

14 febrero 2011

La duda



No entiendo la duda del Joaquín Leguina. Estuvo el otro día en las Charlas de EL MUNDO y, al hablar de la corrupción, su duda era si de verdad queremos acabar con esa gangrena. «¿De verdad queremos sacar a la política de la corrupción?», fue la pregunta concreta que se hizo. La dejó en el aire, no la contestó abiertamente, quizá porque se trababa de una pregunta retórica; quizá porque su única certeza al hablar de la corrupción es que no hay salida. Que se trata de una lacra endémica de Andalucía, de España. Que somos nosotros, todos nosotros, el origen de la corrupción, que es la permisividad de la sociedad, la picaresca asentada a lo largo de siglos, el prestigio social del enchufe, la aceptación del amiguismo, el nepotismo, el caldo del que nace el virus de la corruptela. Por eso la formulación sibilina de la pregunta: «¿De verdad queremos?». Eso es lo que me sobresaltó, porque de repente nos convirtió a todos nosotros en actores, en protagonistas, de la corrupción. No se preguntó si de verdad los políticos, la clase política, quiere acabar con la corrupción, sino que trasladó esa responsabilidad a la calle, «¿queremos?». Es como esas pelis del otro mundo en las que, al final, el protagonista descubre que también él está muerto, que es un fantasma más. Todos los ciudadanos que se muestran indignados en las encuestas por la corrupción son los que, en realidad, alimentan la corrupción. La corrupción es una consecuencia de la sociedad, no un mal ajeno a la sociedad.

Leguina, ya digo, dejó la pregunta en el aire, y como respuesta desoladora sólo ofreció su impresión de que la corrupción forma una cadena inevitable. En el urbanismo, por ejemplo, si se excluye al concejal que con el poder de un lápiz es capaz de convertir en millonario a un amigo y, en su lugar, se crea una comisión de técnicos, al final se encarece el precio de la corrupción porque habrá de tentar a todos sus componentes, que acabarán cediendo. Y así, hasta el infinito porque se sobreentiende que no existe nadie que resista. «Pero ya no sería el político» el que se corrompe, añadió Leguina. Nadie como los andaluces son capaces de entender esta formulación y de irritarse ante ella porque, cada vez que se habla del PER, o ahora con la trama de las falsas prejubilaciones, la idea que se traslada siempre es que toda esa podredumbre alcanza a toda la sociedad. Que aquí todo el mundo vive de una subvención amañada, de una ayuda falseada, de un apaño.

Pero yo miro a mi alrededor y veo que no es así. Yo miro en la calle y veo a gente que se levanta de madrugada para sacar adelante un sueldo, gente honrada. Profesionales independientes que se desesperan con el sectarismo, con la arbitrariedad, con la persecución política. Jóvenes que buscan un futuro mejor, víctimas de un sistema político lacerado por el estancamiento. Todo eso junto a todo lo demás, que también existe, es verdad; que están ahí, el fracaso escolar, la indolencia, la picaresca… Pero si perdemos la confianza en la sociedad lo perdemos todo, si perdemos la fe en nosotros mismos ya no nos queda nada. «¿Queremos?». Si la pregunta es ésa, ya sabes mi respuesta. No, Leguina, no, aquí no todos somos iguales. Pero es verdad, la respuesta está en la sociedad.

Etiquetas: , ,

12 febrero 2011

Cinco deditos



¿Cómo era aquello de las abuelas? Cuando te sentaban en el regazo y te cogían la mano, dedito a dedito, empezando por el meñique. “Este puso un huevo, este lo cogió, éste fue a por pan, éste lo frió y este picarillo gordo se lo comió”. Con la misma simplicidad habría que replicarles a quienes desde el Gobierno andaluz y desde el PSOE repiten a diario que el escándalo de las prejubilaciones falsas no es una trama, no constituye una red organizada, sino que se trata, simplemente, de disputas jurídicas sin resolver, por las recomendaciones no vinculantes de la Intervención general, y que la inclusión de intrusos se debe, según los casos, a errores inexplicables o a la acción de algún desaprensivo. O como ha dejado dicho, en sublime bobada, un ex consejero del Gobierno, “un gesto de solidaridad mal entendida con dinero público”, para defender que se haya metido a intrusos en los expedientes de regulación de empleo. Pues no. También aquí funciona el esquema clásico del cuentecillo de la abuela. Este ideó el plan, éste lo puso en marcha, éste lo financió, éste buscó a las empresas y éste picarillo gordo se lo llevó. Y cada cual tiene su responsabilidad.

La primera de ellas es la de la persona que ideó el ‘fondo de reptiles’, o como quieran llamarlo ahora. La realidad es que se planificó un fondo de dinero que, burlando la legalidad, se destinó a subvencionar expedientes de regulación de empleo sin ningún control público. Con total opacidad. Una vez ideado el fondo, hubo dos ex consejeros de Empleo que lo aplicaron durante diez años; pusieron en marcha aquella maquinaria y hubo un tercero, el consejero de Economía y Hacienda de la época, hoy presidente, que lo financió con los presupuestos generales de la Junta de Andalucía. El dinero que se transfería tenía un fin público, “equilibrar la cuenta de pérdidas y ganancias de las empresas públicas”, como dice la Ley, y se empleó para subvencionar los expedientes de regulación de empleo de algunas empresas elegidas. Pero de ese trabajo se encargó el cuarto actor, los intermediarios. Fueron los bróker, los sindicalistas metidos a mediadores o los empresarios que beben del poder quienes buscaron a las empresas adecuadas para que se acogieran a esos expedientes de regulación de empleo que escapaban de la legalidad. También aquí el procedimiento es absolutamente irregular, porque cuando una empresa entra en crisis y se le acepta un plan de despidos o prejubilaciones debe acogerse a un procedimiento reglado para obtener las subvenciones a las que tenga derecho, sin necesidad de pagar a comisionistas. El último, el picarillo gordo, es el intruso, las decenas de personas que se introdujeron en los expedientes de regulación de empleo sin haber pisado jamás la empresa por la que se les concedió una prejubilación. Estos últimos son los ‘hombre de paja’ de los que habla la Policía porque el dinero habrá ido a parar a los bolsillos de algún intermediario o de alguna agrupación provincial, que eso ya se verá, los altos cargos que se aprovecharon de la situación y los familiares de los sindicatos o de los empresarios que también decidieron mojar pan.

Cinco pasos. Cada cual tiene una responsabilidad, unas serán penales y otras políticas. Pero ni uno sólo de esos actores se puede explicar sin el anterior. No existiría el picarillo gordo si alguien no hubiera puesto el huevo. Por eso, sí, claro que esto es una trama.

Etiquetas: , ,

10 febrero 2011

La revolución de los mejillones



Una senadora ha propuesto en Bélgica una revolución social contra la incapacidad de la clase política para ponerse de acuerdo en lo esencial: la formación de un Gobierno. Los belgas llevan ya 242 días sin gobierno y, para luchar contra ese vacío de poder, que no lo han remediado ni las dimisiones de políticos ni las manifestaciones en la calle ni los reiterados intentos del rey Alberto, la senadora socialista Marleen Temmerman, propone esta huelga como última esperanza. “Hacemos un llamamiento a las mujeres, incluidas las parejas de los negociadores, a hacer una huelga de sexo con la esperanza de que eso acelere las cosas”, dice la senadora que, aunque reconoce que su propuesta no tiene el sustento de ningún informe científico, sí añade que, hace dos años, en Kenia, ante una situación similar, se lanzó una iniciativa igual y, al mes, ya había gobierno. Y muchos siglos antes, ya contaba Aristófanes en Lisístrata que las mujeres recurrieron a la misma táctica para obligar a los hombres a ponerle fin a la guerra para obligar a los hombres a terminar la guerra entre Atenas y Esparta.

Habrá que estar atentos a lo que suceda en Bélgica porque, como funcione, en breve nos encontramos con que aquí también se plantea otra ‘ley seca’ del sexo. No hay más que contemplar la escena nacional, tan cerca como estamos de que, a la próxima vuelta de tuerca del desvarío nacionalista, España se convierta en un remedo de Bélgica. Y en cuanto al vacío de poder, aquí también vivimos instalados desde hace tiempo en la sensación de una legislatura agotada, de un gobierno agotado. El gobierno de Griñán, por ejemplo. Sólo le faltaba que, después de haber llegado a la presidencia por un cambio de peones dentro del PSOE, se precipitaran sobre él las mayores subidas del paro y el mayor escándalo de corrupción, como es éste de las falsas prejubilaciones. No, definitivamente, para que se instale en la ciudadanía una sensación de desgobierno, de atmósfera viciada, no hace falta llegar al paroxismo belga. Muchas veces, basta con mirar alrededor y darse una vuelta por la crisis, por la corrupción.

Antes que Temmerman, un dibujante belga propuso que, igual que en Túnez se le había puesto un nombre a la revuelta, la ‘revolución de los jazmines’, en Bélgica se iniciara una “revolución de los mejillones”. A lo que se refería no era a la huelga de sexo de la senadora, sino a la importancia central de los platos de mejillones en la gastronomía belga. La riqueza del vocabulario español, la variedad de términos y metáforas que se expande por el mundo del sexo, les habría facilitado las cosas a los belgas y, al menos en la denominación de la huelga, ya podrían haberse puesto de acuerdo. La ‘revolución de los mejillones’. Y que cada cual lo interprete como quiera.

Etiquetas: ,

09 febrero 2011

Qué dirán



Es Mafalda la que le dice a Susanita, “encontré algo especial para vos, eschuchá”. Mafalda tiene un libro en la mano, que será de refranes o proverbios. Susanita se le queda escuchando, como siempre hace, con la cara indescifrable de una niña sin años; una niña con cara de ama de casa, con inquietudes de ama de casa, a la que sólo el tamaño de su cuerpo en la viñeta la acota en ese periodo de la niñez. La mira y Mafalda prosigue: “Escuchá: ‘Desdichado de aquel a quien sólo le importa el qué dirán’”. Mafalda recoge el libro y aguarda la contestación de Susanita, contundente e inesperada, un K.O en el primer asalto . “Por supuesto –replica Susanita -; si en realidad lo que importa es el qué dijeron, quiénes lo dijeron, cómo lo dijeron, por qué lo dijeron…” En el final de la viñeta, Mafalda ha bajado los brazos, se le han derrumbado los ojos y ha sacado media lengua, como embobada o aturdida. Y Susanita sigue mirándola con su pelo rubio de señora mayor.

Esta filosofía desbordante de Quino es la que, de forma persistente, nos propone cada día el Gobierno andaluz. Verán, la diferencia está entre el interés simple por el qué dirán y la preocupación por lo que ocurrió de verdad. El qué dirán es la filosofía de los chismosos, el comentario que no se detiene en realidades porque lo único que le interesa es el efecto frívolo, o demoledor, del cotilleo. Y esa estrategia de cotillas se desmonta fácil cuando se descubre que el objetivo oculto es enmascarar algo, o desprestigiarlo, con la simple expansión del murmullo entre los correveidiles. Por eso, cada semana, cuando se sienta en el Consejo de Gobierno, la misión primera es la de contrarrestar la actualidad con algún efecto disuasorio. Como ahora con la trama de las falsas prejubilaciones. Lo normal será siempre achacarlo a la oposición con un toque de intriga: “algún día se sabrá la verdad”. Y se comienza a especular en sobremesas y corrillos con conspiraciones ocultas y montajes. Luego, cuando el agua ha subido, se limita la corruptela “a tres o cuatro golfos” para situarse en el debate como una víctima más del escándalo. En esa segunda fase es en la que estamos. La misma consejera portavoz que la semana pasada decía que todo era un montaje de la oposición, “algo de poca sustancia”, admitió ayer que han detectado 37 casos más de prejubilaciones falsas. Y es interesante, sí, conocer el nombre de esos “hombres de paja”, como dice la Policía, pero no es esa la labor que se espera del Gobierno. Que nos digan por ejemplo, cómo es posible que, en sólo una semana, hayan sido capaces de descubrir 37 prejubilaciones falsas mientras que durante diez años todo les parecía legal, a pesar de los informes contrarios de la Intervención general de la Junta de Andalucía. Nos proponen cotilleos, intrigas menores, ocultas confabulaciones para no contestar a las verdaderas preguntas.

En realidad, tiene razón Mafalda. Desdichados de aquellos a los que sólo les importa el qué dirán. Sólo que tuvo que venir Susanita a explicárselo. A Quino, el gran Quino, no le caía bien Susanita, decía de ella que era el premio Nobel de la Clase Media. A veces, en esa sencillez de la clase media está la explicación de los asuntos más complejos. Y éste de ahora, lo es.

Etiquetas: ,

08 febrero 2011

Más que pillos



Saber engañarse bien es la primera cualidad del político. Pessoa lo sabía bien porque mantenía una displicente distancia de la política y, sobre todo, porque su reino, que era el de los poetas y el de los filósofos, se había adentrado tanto en la crudeza de la vida, que es la crudeza de la sencillez y del desgarro, de lo simple y de lo inextricable, que seguro que le fue muy fácil comprender la vacuidad de la política. Lo que ya no se sabe bien es si la primera cualidad es el autoengaño o si, por el contrario, el político llega al autoengaño por obligación, por sometimiento. Eso que llaman disciplina de partido.

Observarán al respecto que en todos los escándalos políticos que han surgido en Andalucía, la clase política gobernante ha reaccionado siempre de la misma forma: “esto es cosa de tres o cuatro pillos”. Nadie sabía nada, nadie conocía nada, nadie sospechó lo más mínimo porque sólo se trataba de “tres o cuatro pillos” (aquí, por cierto, se vuelve a entroncar con la condescendencia que se le tiene a la picaresca, el tratamiento liviano de los ladrones). Puede ocurrir, incluso, que en determinadas denuncias, la corrupción, aún a sabiendas de que no es cierto, pueda camuflarse de esa forma porque, en realidad, la trama sólo afecta a unas pocas personas. Pero no es el caso, no. Lo primero que se olvida con facilidad es que las prejubilaciones falsas son sólo una parte del escándalo, pero de ninguna manera la fundamental. Lo esencial es que todo un Gobierno, esquivando cualquier legalidad, decide ocultar al control público los fondos destinados a sanear empresas mediante prejubilaciones. Ese proceder, el ‘fondo de reptiles’ de setecientos millones de euros, es el escándalo político ante el que estamos. Lo sabemos bien cuando es el actual consejero de Empleo el que afirma que “desde que llegó al cargo todo se ha hecho conforme a la legalidad”. Exacto, pues justamente lo de antes es lo que hay que investigar: la ilegalidad de 700 millones de euros empleados de forma arbitraria y discrecional, fuera de la ley.

En éste, como en otros escándalos precedentes de cobro de comisiones ilegales, lo primero es la creación de una red organizada por la que transita el dinero público sin control. Ese es el fondo de reptiles. Lo que viene luego, como una degeneración del propio sistema corrupto, es que tres o cuatro tipos, de los que trabajan en esas alcantarillas, decidan un día comenzar a desviar a sus propios bolsillos una parte del dinero que fluye entre sus manos. Esos son “los tres o cuatro pillos”. En este escándalo interesan los unos y los otros. Y las explicaciones que ya debería haber comenzado a ofrecer el presidente de la Junta de Andalucía es por qué, con él en el Gobierno, primero en el control del presupuesto y luego como presidente de la Junta, se ha ideado un sistema para escamotear con control público setecientos millones de euros. De poco le servirá esta vez el autoengaño

Etiquetas: , ,

02 febrero 2011

La merluza



En la pescadería del barrio, a las diez de la mañana, hay dos noticias de impacto. La merluza está tirada de precio, a tres euros con setenta céntimos el kilo, y el pescadero está que se sube por las paredes. No por culpa de la merluza, sino por el Gobierno. Lo vocifera con el mismo tono con el que anuncia los precios de la mercancía: “A ver si se van ya estos cabrones, porque el agujero en el que nos han metido no es normal...” Como el pescadero es el clásico prototipo del andaluz que establece su orden de prioridades en el triángulo virtuoso que forman la Semana Santa, la Feria y su equipo de fútbol, la invectiva tempranera sorprende más aún. No sé si esta mañana, de camino al trabajo, ha oído en la radio que Griñán habla de las próximas elecciones y ha explotado, o si ni siquiera sabe muy bien quién es Griñán y ha estallado sin más con la sola noticia de las elecciones en marzo del año que viene. Porque se ha levantado, y nada más poner el primer pie de la cama, con lo frío que está el suelo a las seis de la mañana, se ha puesto a calcular con el primer temblor la tiesura de cada día. La clientela decadente y los impuestos crecientes. “Es que ni trabajando se llega ya a fin de mes, con lo que las pobres criaturas que se están quedando en paro no sé qué harán para vivir…” Y otra vez: “Hay que ver en el agujero que nos han metido”.

No sé qué pensará un sociólogo, pero en la calle se vive un estado de cabreo, cabreo sordo, que quizá sea incontrovertible. El afán reformista del Gobierno es una noticia irrelevante en la calle porque la realidad no cambia por mucho que se hayan transformado los discursos. El tiempo de la política se quedó atrás, muy atrás, quizá cuando se anunciaban brotes verdes mientras las empresas seguían despidiendo trabajadores, y ya no parece que haya discursos que puedan disimular la urgencia de todos los días, que es otra y sólo tiene que ver con esta crisis que se ha instalado en el pozo. Y es esa oleada de malestar que nace del suelo, de la cola del supermercado, la que se eleva hasta las encuestas y arrasa todo lo que se encuentra por delante.

Ocurre, además, que como las reformas de austeridad se han quedado en los recortes de prestaciones sociales y congelaciones de sueldo, como nada sustancial ha cambiado en la burocracia política, las administraciones siguen teniendo las mismas exigencias de financiación de sus enormes estructuras burocráticas y han comenzado a atornillar aún más la presión fiscal. Subidas de impuestos en el Estado, creación de nuevos impuestos en las autonomías y revisión en muchos ayuntamientos de todas las tasas locales posibles de cobro. La prioridad ahora es una mayor recaudación, ya sean impuestos o multas. Y sólo faltaba eso, que la gente se sienta con la bota del gobernante en el cuello, para que acabe estallando. Y ya le basta con ver la cara del gobernante, con oírlo sólo, para que se acuerde de toda su parentela.

Incontrovertible, sí. Es la realidad la que se ha impuesto a todo lo demás, y cuando los bolsillos están vacíos ya ni se piensa en otra cosa ni el personal quiere oír otra cosa de los gobernantes a los que hace responsable de la situación en la que se encuentran. No sé qué pensarán los sociólogos y los augures del Gobierno, pero cuando la merluza está barata y el pescadero cabreado es que la avería política es gorda. Y sólo eran las diez de la mañana.

Etiquetas: , ,

01 febrero 2011

Revoluciones



Son distantes y opuestas, sí. Las unas pertenecen al mundo desarrollado y las otras surgen de la miseria, del tercer mundo. Son las protestas de estos días, las revueltas ciudadanas en varios países europeos y las revoluciones en el mundo árabe. En apariencia, nada tiene que ver las unas con las otras y, sin embargo, las dos comparten mucho más de lo que, quizá, podemos alcanzar a ver en este momento, tan cerca como estamos de los conflictos. Hará falta cierta perspectiva, y desde luego, más tiempo, hasta saber cómo acaba todo, para entender que todo esto no es mera coyuntura, sino que forma parte de un mundo nuevo, de una nueva era.

De momento, aún entre el humo y la polvareda, ya se pueden destacar dos elementos comunes en las protestas de Europa y los países árabes. El primero de ellos es una constante en la historia, los grandes conflictos sociales prenden entre los jóvenes con mayor facilidad. El segundo elemento común sí es nuevo en la historia, el protagonismo absoluto de internet en todos los momentos de la revuelta, antes, durante y después. Para convocar una protesta ya no son necesarios ni los imperios de comunicación, ni las organizaciones sociales o políticas. El liderazgo ahora se difumina en la convocatoria de una red social que, en cuestión de horas, puede congregar a cientos de miles de personas.

A partir de esas semejanzas, en las protestas de Europa subyace la desorientación de una civilización cansada; la vieja Europa alcanzó hace años las mayores cotas de derechos y bienestar que se han conocido, y ahora, perdida en los nuevos tiempos, pro primera vez en la historia marginada de las coordenadas del poder; primero fue, con Roma y Grecia, el Mediterráneo, luego el Atlántico, tras el Descubrimiento, y ahora el Pacífico, lo que nos sitúa por primera vez en un extremo del mundo. Para colmo, a los nuevos retos se enfrenta Europa con una clase política burocratizada y endogámica, anquilosada en la crisis de las ideologías. La protesta de los países musulmanes está en el otro extremo, en la escala básica del bienestar social. ‘Pan y libertad’, reclaman los jóvenes en Egipto, en Túnez o en Yemen en sus manifestaciones contra el sátrapa que ha acumulado riquezas y vejaciones durante veinte o treinta años en el poder.

Nos queda por conocer el final. Ahora lo que vislumbramos es que también en eso existen semejanzas, que en los dos conflictos estña muy claro el riesgo de involución. Sin liderazgos claros, tanto en Europa como en los países musulmanes el riesgo latente es la posibilidad de que sean extremistas y fundamentalistas quienes, al final, saquen provecho de las algaradas. La irrupción inesperada de los extremismos en países como Suecia o Suiza ya ha comenzado a apuntar ese peligro. En el caso de las revueltas islámicas, el riesgo está en el silencio que se percibe ahora: los únicos que no se han hecho notar todavía son los fundamentalistas. Como si los talibanes estuvieran agazapados, a la espera.

Etiquetas: , , ,