Lopera
A Lopera lo diferencia de Jesús Gil que el presidente del Betis nunca ha querido entrar en política. La diferencia es esencial porque Gil sólo comenzó a preocupar en las esferas del gobierno cuando decidió, como un Sancho trincón y agraviado, hacerse gobernador de algunas ínsulas del sur de España. Sólo cuando Gil quiso nombrar a su caballo cónsul de Ceuta y Melilla, sólo cuando quiso construirse su propia Gibraltar en la Línea, el poder político comenzó a verlo como una amenaza. Ahí comenzó a cavar su tumba política, ahí comenzó la persecución y brotaron los desvelos políticos y judiciales. No antes, y por eso existe un largo decenio de inmunidad en Marbella en el que Gil gobernaba a placer. Todo lo que ahora, ya declarado ilegal, es imposible desmontar y demoler.
Pero es justo antes, en la época dorada del gilismo, cuando hay que detenerse; en aquellos años en los que Gil gobernaba a placer y organizaba bacanales a las que asistían todos los que después se apresuraron a apuñalarle en los escalones de la audiencia. Entonces, muy pocos le hacían ascos a los negocios “del gordo”, como le llamaban con un punto de cariño y de reverencia napolitana. Sólo unos locos (es una nómina tan escasa que se debe repetir de memoria cada vez que se mencione, Bayón, Gálvez, Villanueva…) se atrevían a llamar por su nombre lo que estaba ocurriendo en Marbella, mientras que todos los demás miraban para otra parte, asistían a sus fiestas, mojaban pan en el aceite de sus negocios, encajaban el culo en el asiento de atrás de su Rolls Royce y miraban como apestados a los incómodos disidentes.
Con Lopera ha ocurrido algo muy parecido. La podredumbre y el hedor de la empresa propietaria del Betis (el club, la pasión, la gente, las emociones… vamos a ver, todo eso es otra cosa) es antiguo. Pero sólo unos pocos se han atrevido a denunciar lo que estaba ocurriendo y lo que iba a ocurrir. Y mientras lo hacían, mientras esos pocos recibían mensajes sobre la integridad de sus piernas, muchos miraban para otro lado, hacían negocios y les abrían sus micrófonos y sus páginas para que difamara. El paralelismo con Gil es tan milimétrico, tan revelador, que hasta hace tres días se sentaba en la Junta directiva de Lopera un embajador del partido para “hacer de puente” con la directiva bética.
Por eso, ayer, cuando los teletipos sobresaltaban las redacciones de toda de España con la denuncia penal de la Fiscalía de Sevilla contra Lopera por un presunto delito societario, por haber utilizado el Betis en beneficio de sus empresas, lo pertinente era mirar atrás y detenerse en aquellos tipos que comenzaron a contar verdades. Por eso, en fin, es de justicia dedicarle este artículo a Antonio Félix, el primero que alertó a los béticos de lo que estaba pudriéndose en aquellos despachos decorados de zafiedad y verborrea. Lo denunció y después aguantó todos los envites y todos embustes. Tenerlo ahí enfrente, unas mesas más allá; tenerlo aquí en EL MUNDO, es un seguro de integridad.
Pero es justo antes, en la época dorada del gilismo, cuando hay que detenerse; en aquellos años en los que Gil gobernaba a placer y organizaba bacanales a las que asistían todos los que después se apresuraron a apuñalarle en los escalones de la audiencia. Entonces, muy pocos le hacían ascos a los negocios “del gordo”, como le llamaban con un punto de cariño y de reverencia napolitana. Sólo unos locos (es una nómina tan escasa que se debe repetir de memoria cada vez que se mencione, Bayón, Gálvez, Villanueva…) se atrevían a llamar por su nombre lo que estaba ocurriendo en Marbella, mientras que todos los demás miraban para otra parte, asistían a sus fiestas, mojaban pan en el aceite de sus negocios, encajaban el culo en el asiento de atrás de su Rolls Royce y miraban como apestados a los incómodos disidentes.
Con Lopera ha ocurrido algo muy parecido. La podredumbre y el hedor de la empresa propietaria del Betis (el club, la pasión, la gente, las emociones… vamos a ver, todo eso es otra cosa) es antiguo. Pero sólo unos pocos se han atrevido a denunciar lo que estaba ocurriendo y lo que iba a ocurrir. Y mientras lo hacían, mientras esos pocos recibían mensajes sobre la integridad de sus piernas, muchos miraban para otro lado, hacían negocios y les abrían sus micrófonos y sus páginas para que difamara. El paralelismo con Gil es tan milimétrico, tan revelador, que hasta hace tres días se sentaba en la Junta directiva de Lopera un embajador del partido para “hacer de puente” con la directiva bética.
Por eso, ayer, cuando los teletipos sobresaltaban las redacciones de toda de España con la denuncia penal de la Fiscalía de Sevilla contra Lopera por un presunto delito societario, por haber utilizado el Betis en beneficio de sus empresas, lo pertinente era mirar atrás y detenerse en aquellos tipos que comenzaron a contar verdades. Por eso, en fin, es de justicia dedicarle este artículo a Antonio Félix, el primero que alertó a los béticos de lo que estaba pudriéndose en aquellos despachos decorados de zafiedad y verborrea. Lo denunció y después aguantó todos los envites y todos embustes. Tenerlo ahí enfrente, unas mesas más allá; tenerlo aquí en EL MUNDO, es un seguro de integridad.
4 Comments:
Ni la Gran Ciudad de Sevilla, ni la afición del Real Betis se merecen a este "señor del gran poder", un impresentable que se apoderó del Club que estaba "muriéndose". Se ha enriquecido para beneficio propio y de "otros". Engañaba a los aficionados diciéndoles que todos los beneficios serían para el Club, que a él le sobraba el dinero.¡Pero si este bárbaro no tiene ni convenio colectivo para sus trabajadores!, ahora lo voy entendiendo, gestionó el club como si se tratara de una fundación, ésas que tanto gustan a los pícaros/as para trincar del Presupuesto. El Real Betis sobrevivirá a este presunto, no tengo ninguna duda. La afición es tan GRANDE, que como ellos dicen: crecemos en la adversidad.
Aquí kiero ver yo al Lopera de internet que se le ve tanto por muchos blogs andaluces. ¿Que tiene que decir de Lopera su homonimo Lopera in the nest?
Por cierto, de acuerdo con Pasion, la aficion del Betis hara posible que el club centenario salga de este bache y que en adelante el loperismo solo se vea como un parentesis negro de la historia del beticismo, sin queitarle meritos a la etapa, que los tiene, pero al final los ha echado por tierra todos con los escamdalos que se empiezan a ver...
Nada, absolutamente nada. Si elegí ese nick era para hacer notar que no se debe pertenecer a ninguna tribu, ni a la de Lopera ni a la de Del Nido. Como era más fácil traducir al inglés Del Nido que Lopera los puse en ese orden.
Tengo muy claro que desde que empezó a aparcer la muerte por los campos de futbol como consecuencia por un lado de la estupidez humana, y por otro de la pertenencia a una tribu (otra forma de estupidez), dejó de interesarme el futbol como espectáculo deportivo.
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