El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

23 abril 2009

Pereza intelectual


El nuevo presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, apeló ayer a la coherencia y al raciocinio de las cosas cuando rebatía las intervenciones de la oposición. “Pereza intelectual”, le espetó Griñán a sus oponentes cuando, a su juicio, se quedaban en la espuma de las olas, sin profundizar en los problemas y sin contemplarlos, a la vez, con la perspectiva adecuada. Lo de menos es quién tenía razón en ese momento del debate, porque lo esencial es el concepto, la pereza intelectual como el gran mal de la política. Qué grande sería el Parlamento y qué distinta la autonomía si la pereza intelectual no fuera el mayor valor de tantos diputados.

De hecho, lo peor de la investidura de José Antonio Griñán como presidente de la Junta de Andalucía es que sólo desde la pereza intelectual se puede sostener que es posible ofrecer un cambio de gobierno sin que cambie ninguna política. Y Griñán dijo en los primeros minutos de investidura que llegaba a la Presidencia de la Junta con la decisión de “representar el cambio” y, veinticuatro horas después, se ha marchado del debate sin haber esbozado siquiera ni un solo cambio en el gobierno de la Junta. Hacer una tortilla sin romper los huevos es imposible; hacer una tortilla sin huevos es una falsedad. Prometer un cambio sin cambios es, a corto plazo, maquillaje y apariencia y, a largo plazo, un fraude político. El nuevo presidente, por increíble que parezca, ha dejado pasar la investidura sin anunciar nada, sin prometer nada, y si persiste en ese camino muy pronto no será más que la sombra de otro. Eso sí, tiene garantizado el aplauso de los culiparlantes socialistas y de la legión de agradecidos de la administración andaluza porque esos, todos, viven de la pereza intelectual.

A Griñán, en suma, le urgen las reformas antes de que la inercia lo devore. Siquiera porque, como habrá comprobado ayer, ni él ni su gobierno van a gozar de cien días de confianza por parte de la oposición que ya lo presenta como un simulacro de cambio. En eso, Javier Arenas y Diego Valderas eligieron la misma estrategia: un bombardeo de preguntas para que el candidato a presidente se bajara del columpio, ese balanceo continuo de las llamadas al consenso y al pacto. Pero Griñán no contestó a ninguna. Nada. No contestó ni a las grandes cuestiones (¿va a convocar elecciones separadas?) ni a las pequeñas (¿va a vivir en San Telmo?). Nada. Ni detalló sus grandes conceptos de desterrar del gobierno la soberbia y el sectarismo, ni explicó cómo piensa acabar con las miserias del régimen que hereda, como el castigo del disidente allí donde se encuentre, en el colegio, en el hospital, en la empresa, o el uso de la publicidad institucional para domesticar a los medios de comunicación. Nada. En medio del bombardeo, Griñán ayer se conformaba con resistir los golpes, el pimpampúm de Arenas cuando lo llamó, sucesivamente, presidente tutelado, presidente por herencia, presidente impuesto, presidente sin peso político, presidente sin apoyo ciudadano, presidente de corto recorrido… “¿Habrá en esta legislatura una tercera toma de posesión?”, dejó Arenas en el aire.

Lo que hizo Griñán fue citar a Aureliano Buendía para reclamar el respeto a las reglas del juego. Pero hay otra cita de ‘Cien años de soledad’ que le viene mejor al debate, aquella vez que la enfermedad del insomnio asoló Macondo y nadie recordaba nada. Para ponerle remedio, Aureliano Buendía se hizo con un hisopo entintado para marcar las cosas (mesa, silla, cama, cacerola…) e incluso para explicar su funcionamiento: “esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche”. Lo mismo vamos a tener que hacer con Griñán. Contra el insomnio, señalamos con tinta la soberbia, al abuso, el despilfarro y el sectarismo. Para que los identifique. Y contra la pereza intelectual, le ponemos carteles a la economía, la salud o a la educación. Porque, como la vaca de Macondo, hay que ordeñarlas todos los días para que produzcan leche.

Etiquetas: ,

22 abril 2009

El columpio



Comenzó Griñán en la cumbre, con palabras nuevas que hacía mucho tiempo que no se oían en la tribuna del Parlamento en labios de un líder socialista. Anunciaba Griñán un gobierno que no sea «ni sectario ni soberbio», prometía una forma de gobernar «con responsabilidad, con humildad»; soñaba con construir «una sociedad crítica y educada» de valores tradicionales como el esfuerzo y el trabajo; hablaba de «respeto a la ideas de los demás, porque no hay ideas que supongan superioridad moral»; de una «neutralidad exquisita» con los medios de comunicación, «sin ventajismo», de asumir y respetar la crítica; proclamaba la primacía del sector privado como sustento y alma del sector público… Y lo decía, además, con hechuras de parlamentario, correcto en la expresión (nada de equivocaciones), correcto en las formas (nada pretencioso), y correcto en el tono (nada mitinero).

¿Triunfó, por tanto, Griñán en su primer discurso del debate de investidura? Pues no, ésa es la cuestión. El problema esencial de Griñán es que no llega a la Presidencia con el beneficio de la duda. Quiere decirse que el mismo discurso que ayer hizo en la tribuna Griñán lo llega a hacer el candidato de otro partido y hoy no tendríamos duda alguna de que la Junta de Andalucía iniciaba un profundo cambio. Pero es Griñán quien lo dice, o sea, la misma persona que estaba ya en la Junta de Andalucía hace 27 años y el mismo político que jamás se le oyó diferir de la soberbia, el sectarismo y los abusos de su antecesor. Ningún reproche a Chaves, ni en público ni en privado, en todos estos años.

«Quiero representar el cambio», dijo al empezar. Pero no, a pesar de lo bien que suenan sus palabras, la Presidencia de Griñán nace con el lastre de que sólo le servirán las acciones, no las promesas. Griñán no tiene, no puede tener, el beneficio de la duda. Los principios que fue enumerando ayer, el talante que desplegó, es incontestable. Pero, después de 27 años, a Griñán ya no le valen sólo los principios, es urgente que lo demuestre.

Fijémonos, por ejemplo, en dos detalles esenciales de cualquier política que pretenda transformar Andalucía: economía y educación. Sobre la primera, Griñán afirmó lo siguiente: «Sin la concertación social, la crisis económica en Andalucía sería más grave y la fractura social más profunda». ¿Dónde está escrito que la concertación social haya sido clave de ningún progreso económico? No existe ni un solo estudio que avale que los miles de millones que se han destinado a la concertación social hayan creado empleo per se; ni un solo puesto de trabajo estable que no se hubiera creado sin concertación social. La previsión de Unicaja es que Andalucía acabe este año con el 27 por ciento de paro, ¿de verdad que podría haber sido peor? Pero, si vamos a peor, si hace veinte años el desempleo aquí era del 25 por ciento...

Y la educación, su gran apuesta. Dice que la educación define la altura de una sociedad, que es la educación la que crea una sociedad activa, ciudadanos críticos, independientes, libres… Sí, todo eso ya lo sabemos, pero por qué Andalucía es la comunidad con más fracaso escolar de España y de Europa. ¿Cómo se ha llegado a eso, cómo se corrige? ¿Con las mismas políticas que lo han provocado envueltas en palabras nuevas? No, claro, tendría que ser con las políticas contrarias, o por lo menos distintas, a las que han conducido al fracaso, pero Griñán lo que hizo ayer fue ensalzar la política educativa de la Junta.

Con esa dudas, se agotó el discurso. Griñán, es verdad, nos ahorró el disgusto de anunciar la Tercera Modernización. Pero no es bastante, le falta aterrizar. Y ahí comienzan los problemas. Como dijo uno de los grandes filósofos contemporáneos, «como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra se acaba la diversión». Lo dijo Mafalda al bajarse de su columpio. Y si no se ha comparado antes la tribuna de un Parlamento con un columpio es porque no habíamos caído que, en realidad, se trata de una metáfora perfecta.

Etiquetas: ,

20 abril 2009

Chiringuitos


Para camuflar en fiasco en el que ha acabado degenerando la Ley de Costas, el Gobierno ha emprendido una batalla contra los chiringuitos de las playas. Lo llaman técnicamente la ‘nueva interpretación’ de la Ley de Costas, pero lo que de verdad se esconde bajo ese epígrafe es una de las claudicaciones más escandalosas del Gobierno: como se ha renunciado a expropiar las miles de viviendas que hay en España invadiendo la zona de dominio público que marca la Ley de Costas, se derriban los chiringuitos, con menos influencia, con menos poder, y la apariencia ecologista es la misma. Matar moscas a cañonazos también es una herramienta eficaz en política, y eso es lo que les pasa a los chiringuitos, que son las moscas a abatir con la pólvora grandilocuente y falsa de esa Ley de Costas que se le acaba aplicando sólo a los más débiles.

Veamos. La ley de Costas se aprobó en 1988 y, en veinte años, muy pocos gobiernos se la han tomado en serio, quizá con la razonable deducción de que existían otras prioridades para la inversión pública mucho más urgentes que la de destinar cientos de millones de euros a expropiaciones en las playas. Sólo cuando Cristina Narbona llegó al Ministerio de Medio Ambiente cambiaron las prioridades y, por primera vez, el Gobierno se decidió a aplicar la Ley de costas con todas sus consecuencias, deslindes de la costa, expropiaciones y demoliciones. Es tan palpable que Narbona ha sido la única ministra decidida a aplicar la Ley de Costas que fue durante su mandato cuando se creó la Plataforma nacional de afectados, lo cual que se demuestra que son las asociaciones de cabreados los mejores indicadores legislativos que existen. En este caso, los cabreados son numerosos: 45.000 afectados, muchos de ellos ciudadanos europeos, ingleses y alemanes fundamentalmente, que incluso trasladaron su malestar hacia el Gobierno español por los conductos diplomáticos. A la presión de lo cabreados, acabó sumándose luego la aversión de los propios, como la del Gobierno andaluz, que le puso la proa a la ministra Narbona en cuanto comenzó a criticar la dejadez de las autonomías en los desmanes urbanísticos de la costa.

En esas, llegamos a la situación actual. Zapatero se quitó de en medio a la incómoda Narbona y, desde entonces, se han ido enterrando poco a poco los deslindes y expropiaciones. Más allá aún, en febrero pasado se aprobó soterradamente una modificación legislativa para que esas viviendas construidas en dominio público pudieran incluso venderse, algo que estaba prohibido taxativamente para evitar su revalorización. “Es una modificación puntual de la ley que no altera en absoluto el espíritu de la misma”, se justificó entonces Medio Ambiente. Con sólo decir que se trataba de “algo puntual” ya se adivina el engaño, porque lo de ‘puntual’ se ha convertido en sinónimo de trola en política.

Por eso ahora, para aparentar que la ley se sigue aplicando, la emprenden contra los chiringuitos. En Andalucía, según el sector, hay ochocientos chiringuitos que el año pasado generaron seiscientos millones de euros y dieron trabajo, directo e indirecto, a cuarenta mil personas. La semana pasada, con gran aparataje mediático, se derribó en Chipiona el primero de esos chiringuitos. Cuando derriben el próximo y vean ustedes las imágenes, tengan claro que esos escombros no son los de la legalidad, son los escombros de la claudicación y el engaño. Esos son los escombros de una ley.

Etiquetas: , ,

16 abril 2009

La siesta


José María Fidalgo reapareció hace unos días en el Club Siglo XXI para presentar a Paco Sosa Wagner, el candidato a las elecciones europeas por el partido de Rosa Díez, que se llama así y se escribe con las siglas de UPyD. Que el camino de la política en España haya llevado a tres personajes tan distintos a coincidir en un acto, cada cual en su papel, es digno de reflexión porque seguramente encontraremos en ese análisis algunas explicaciones del deterioro de la izquierda y de la crisis misma de la clase política. Quiere decirse que no pueden ser más distintas y distantes las biografías de esos tres tipos, Fidalgo, Sosa y Díez, y cuando acaban coincidiendo en el camino, siempre dispuestos a romper moldes con alguna sensatez olvidada, el encuentro es un acontecimiento a celebrar en una democracia y, al mismo tiempo, el síntoma de alguna anomalía.

Fidalgo, que reaparecía con este acto después de haber perdido el congreso de Comisiones Obreras, contó que sus simpatías con Sosa Wagner tienen que ver con la Europa central de la primera mitad del siglo pasado, y muy especialmente algunos fenómenos que no conviene olvidar, como la impresionante ceguera ante el totalitarismo fascista. “No es fácil ver lo malo, mirarlo de frente. Y los que se atreven a señalar con el puntero el nacimiento del desorden, son desoídos y no pocas veces laminados por el establishment que ha incubado ese desorden”, dijo Fidalgo.

Suele suceder en muchos personajes públicos que, en cuanto se apartan de la primera línea, recobran una visión clara de lo que ocurre, como si hubieran recuperado la vista cegada por los focos del cargo público, del discurso establecido, de los intereses acordados. Fidalgo, aunque siempre ha hablado claro, tampoco se escapa de las componendas oficiales durante su etapa de liderazgo en Comisiones. Ahora, sin esas ataduras, advierte del sobresalto abrupto que puede tener el despertar de esta cómoda siesta que vivimos en España. “La soberbia estúpida, el sectarismo rabioso, el engaño como tecnología de la política y el populismo componen un coctel explosivo porque excitan lo peor de la condición humana”.

El cambio de Gobierno de Zapatero ha provocado en Andalucía un nuevo relevo en el liderazgo de la hegemonía socialista. En teoría, ningún cambio cabe esperar en José Antonio Griñán, el nuevo elegido para la Presidencia, cuña de la misma madera, sobre todo cuando muchos destacan de él la virtud de ser un gestor correcto y tipo discreto, que no suele trastabillarse con extravagancias. Ya sabemos que la discreción en política es el silencio y peores son las ataduras del silencio que las de la palabra cuando el silencio se produce ante el sectarismo, el despilfarro o la mentira.

Andalucía parece reflejarse en el párrafo de Fidalgo, un sistema político amasado con soberbia, engaño y mentira para ocultar la realidad de la región, para adormecerla con una placentera siesta. Por eso, porque estamos en plena siesta, lo peor no es el presente porque la comparación con la Andalucía que conocimos hace treinta o cuarenta años siempre será abrumadora a favor de la actual; no, lo peor es el futuro, lo peor es que, si nada cambia, de la misma forma que ahora nos parece abismal la comparación con el pasado, las generaciones de estas últimas décadas sólo podrán preguntarse por qué se les condenó a una nueva postergación, un nuevo concepto de subdesarrollo dentro de la sociedad globalizada.

Nada distinto cabe esperar de Griñán. Yo, sin embargo, lo espero.

El silogismo


La salida de Chaves de la presidencia de la Junta de Andalucía ha llevado al socialismo andaluz a un silogismo interesante: ‘Se ha ido Manuel Chaves, luego Javier Arenas tiene un problema’. En realidad, el silogismo completo contempla una segunda premisa, esencial, que es en realidad la que conduce a la conclusión final, ‘Chaves se marcha, lo hace porque lleva veinte años en la Junta de Andalucía, luego Javier Arenas tiene un problema’.

Tal y como funcionan las cosas en los partidos políticos, ya verán cómo a partir de ahora el silogismo anterior se convierte en argumento exclusivo de los principales dirigentes del PSOE de Andalucía, cada vez que se pregunte por la marcha de Chaves, por la estrategia de Zapatero, por el candidato que le suceda en 2012 o por los nuevos planes en la Junta de Andalucía, cualquier cosa, la respuesta será siempre la misma: “Mire usted, quien tiene que dar explicaciones ahora es Javier Arenas; en el PSOE ya se ha dado la renovación…” Lo repetirán en cada entrevista, en cada rueda de prensa, y lo replicarán los voceros del régimen allá donde vayan, allá donde escriban. De la misma forma que hasta antes de ayer se afirmaba que el deseo íntimo de Arenas era marcharse a Madrid. Pues eso, la técnica siempre es la misma y se trata de ocultar las explicaciones que se exigen trasladando la responsabilidad al adversario. Como en Andalucía, el PSOE tiene un potente aparato de propaganda, la consigna se repetirá multiplicada.


-- Vale, pero, aunque el silogismo sea una estrategia del PSOE y aunque sea falso que el PSOE se ha renovado, ¿no es una locura que la conclusión de Arenas sea enrocar el partido y seguir como si nada hubiera pasado?

Ciertamente, es así. Ya le preguntábamos hace unos días en este periódico al propio líder del PP que, como en las próximas elecciones andaluzas el candidato del PSOE ya no será Chaves, sino que será una persona distinta, nueva, quien corre el peligro de parecer gastado, amortizado, antiguo, será Javier Arenas. Incluso los índices de conocimiento que tanto se valoran en las encuestas, puede perjudicar en este caso al PP: Aunque el candidato sea Griñán, aunque lleve treinta años entre la Junta de Andalucía y el Gobierno, como la gente no lo conoce, parecerá nuevo, recién llegado, mientras que Arenas, que sí es muy conocido, se le puede identificar con el pasado.

Sostiene Arenas, y tiene razón, que es un contrasentido considerar amortizado un proyecto político que no se ha aplicado jamás en Andalucía. Sí, es verdad, de la misma forma que todos tienen claro que el triunfo en política, sobre todo en la sociedad actual, se guía por técnicas de mercado, en las que la apariencia, la imagen que se transmite, las sensaciones de confianza y frescura que se infunden en la sociedad, son tan importantes como el mensaje. Habrá pues, campaña interesada del PSOE sobre un silogismo falso, pero no iba a ser la primera vez que la política andaluza se construye sobre ese campo minado. Lo cual que, ya que las cosas son como son, el PP tendría que aprovechar que, según dicen las encuestas, está en su mejor momento en Andalucía para completar la renovación del centro derecha andaluz que nunca llega a culminar y abrirse más a la sociedad. También al PP le hacen falta caras nuevas e ideas nuevas, otro impulso. No hacerlo, o sea, será cargar de razones la burda estrategia del silogismo falso.

Etiquetas: , ,

El virrey


Se ha marchado Chaves a Madrid como las folclóricas de los cuarenta cuando se iban de gira. Se va Chaves a Madrid como la Piquer en sus tiempos, con varios baúles repletos del ajuar de la casa, que hasta se cuenta que el marido añadía otro baúl más con aceite de oliva. En el baúl que Chaves se lleva a Madrid ha metido su guardia de corps completa, medio ministerio se lleva a cuestas para que se note que no todos los ministros son iguales, que unos llegan con una mano delante y otra detrás, con el traje recién comprado para la toma de posesión, mientras que otros se llevan consigo la corte. ¿Qué hacemos con el portavoz? Al baúl. ¿Y con la secretaria? Al baúl, por favor. ¿Y con el hermano del portavoz, que es secretario general? Al baúl también. ¿Y con el secretario de actas, ese notario fiel, ese testigo mudo? Al baúl, por supuesto. ¿Ya está? No, falta aún lo esencial. ¿Qué hacemos con Zarrías? Al baúl.

Todo esto, vamos a ver, no es normal. Aunque el paso siguiente y lógico al nombramiento de todo ministro sea la designación de su equipo de confianza, lo de Chaves no suena a eso; lo de Chaves suena al barón regional que se marcha a Madrid con el séquito de fieles del reino perdido. El baúl de Chaves suena a virrey medieval,
un vicepresidente con vida propia, ajena, al Consejo de Ministros, que será Elena Salgado la vicepresidenta segunda y Fernández de la Vega la vicepresidenta primera, pero ninguna de ellas tiene una corte tan visible como la que rodea a Chaves cuando se baja del Ave. Por eso, la vicepresidencia de Chaves es la tercera, porque es la que está más alejada del presidente, porque tiene vida propia, una vida enajenada, como un monarca en el destierro.

Sólo había que verlos el otro día en la foto de familia de los nuevos del Gabinete de Zapatero tras toma de posesión. Blanco tenía el gesto serio, muy serio, imbuido de la nueva responsabilidad, para que la primera estampa del cambio con Magdalena Alvarez fuera visible. Gabilondo andaba con la pinta de despistado de los catedráticos; Elena Salgado con su aire de mujer hacendosa, que sabe que no es la más lista de la clase pero sí la más sacrificada, y Trinidad Jiménez, en un extremo, mirando al lado, como si aún no se creyera que ha entrado al fin en el Gobierno. Iba para Hillary Clinton y se quedó en Celia Villalobos. De todos, el único que sale en las fotos con la barbilla en alto, estirando el mentón, es el vicepresidente Chaves. Reposa la mirada en el infinito, la comisura de sus labios esboza una sonrisa y el conjunto adquiere, acaso sin pretenderlo, una pose marcial de un general veterano que vuelve de la batalla y lo envían, como uno más, a la academia de oficiales. Y allí que se presenta el general, con sus edecanes y sus honores. Se baja del tren con las medallas en el pecho, cimbreándose al ritmo del paso ligero con el que deja el Ave y recorre el andén de la estación. Miren las fotos de estos días… No, no, observen y ya verán que Chaves no se ve a sí mismo fuera de sus dominios, de sus prebendas.

Entre sus dictados y sentencia, María Zambrano nos dejó advertido que el vacío no es lo que sucede a la marcha, que hay quienes encuentran su ser en la despedida. “El espacio surge de la separación, de la pérdida: de no tener ya y del haber perdido el lugar de ser”. Chaves, en su marcha, se ha encontrado a sí mismo, lo que era, lo que ha creado en las dos décadas que ha estado en la presidencia de la Junta. Para que se le vea como un virrey sin trono se ha tenido que marchar. Un final de copla, o sea.

Etiquetas: , ,

11 abril 2009

Confesión


Al llegar a la altura de la barra en la que me encontraba, se ha girado bruscamente y me ha espetado con tono bronco: “ya lo habéis conseguido, estarás contento, ¿no?” Fuera, en la calle, está acabando de pasar un Cristo y el solo de corneta del tipo de la banda, de ésos solos de corneta de las bandas de la Semana Santa que más que marchas procesionales parecen bandas sonoras de un espagueti wester, ha revestido la estampa de un aire de duelo al atardecer. Las miradas se detienen, se congelan las pupilas en la mirada del otro, como si pudieran atravesarlas y penetrar hasta el cerebro, hasta lo oculto. En ese momento de tensión, en el que uno es consciente de que se enfrenta a una amenaza cada gesto cobra un valor especial. No importa qué ha ocurrido ni cómo ha ocurrido, lo único que debes saber es que alguien que te mira de frente, fñíjamente, acaba de retarte. A partir de ese instante, ya no puedes permitir ningún gesto de debilidad, ningún desliz psíquico ni, por supuesto, físico. Un leve rastro de saliva seca en la comisura de los labios es admitir la derrota sin paliativos. Las manos sudorosas es un humillante reconocimiento de que te han vencido. ¿Y la cara colorada? ¿Cómo defenderse después de que la cara se incendie de un rojo intenso, sangre que se dispara entre el sofoco, la vergüenza y el miedo?

Nada inquieta más que no poder controlar las reacciones de tu propio cuerpo en los momentos cruciales; tener que enfrentarte a la traición de ti mismo, a que sean tus manos, tus ojos, tu boca quien te delate. Por eso, este instante es primordial. Un tipo llega a la barra y, con la mirada firme, te desafía, “Sí, joder, admítelo, estarás contento. Que, al final, lo habéis conseguido, lo habéis echado…” Lo ha dicho y sólo te queda reaccionar: “Vamos a ver”, le digo, “para empezar no le conozco”. “Deduzco que usted a mí sí me conoce. O eso cree al menos, porque ya imagino que es usted de esos tipos que piensa que los que trabajamos en EL MUNDO somos la encarnación misma del diablo. Fíjese que, desde que se conoció la noticia, lo que más me sorprende es que muchos se dirigen a nosotros decepcionados porque, al vernos, se dan cuenta de que no estamos de fiesta, que no hemos brindado con champán, ni hemos colocados tiras de guirnalda y confeti entre las mesas de la redacción…”

Por el gesto del tipo, que ha pasado de desafiante a serio, veo que mi reacción ha sido la adecuada. Internamente, percibo que he comenzado a dominar la situación y esa confianza genera pronto un estado de satisfacción peligroso: ‘ojo, que no has ganado todavía. Y siempre te ocurre lo mismo’. La situación, en cualquier caso, ha rebasado ya la tensión inicial. Quizá, en fin, sea muy fácil de entender que las noticias no esconden rencor, ninguna aversión personal, que las informaciones no persiguen un objetivo político, ningún interés de partido. Sólo nos pierde la ansiedad pero ya decía Indro Montanelli que “sin la droga de la ansiedad, se es un periodista fracasado”.

Afianzado, reconfortado, retomo decidido el hilo de mi monólogo ante aquel tipo, este desconocido que me ha asaltado en el bar y que, ahora, aguarda paciente a que acabe mi argumento. “Mire, perdone que le haya abordado de esta forma. Pero es que vengo indignado. Yo entiendo lo de los chanchullos que han publicado ustedes del presidente, sé que tenéis toda la razón, y entiendo también que, por dignidad y por historia, no podemos conformarnos con estar siempre los últimos… Todo eso es verdad, pero es que me parece una tremenda injusticia que, al final, haya sido Paco Chaparro el que haya pagado el pato de los oscuros manejos de Lopera… El Betis, mire usted, es más importante que todo eso”

Etiquetas: , ,

08 abril 2009

El ilusionista


El ilusionista no es un simple mago. Un ilusionista es capaz de cautivar a un auditorio completo, embobarlo mientras se apagan las luces y en el escenario aparecen y desaparecen objetos, animales y personas. Un ilusionista tiene dotes de vidente, poderes sobrenaturales. Zapatero, a su manera, ha sido siempre más ilusionista que líder político. ¿Qué otra cosa es la baraka sino un poder sobrenatural para salvar los momentos de apuros, un aura invisible de placidez, un perfume de ensueño, el canto invisible de las sirenas de la mitología griega?

De hecho, Zapatero se ha hecho incontestable en el PSOE por sus dotes de ilusionista. A diferencia de otros líderes, Zapatero se hace con el control absoluto del PSOE gracias a que logra demostrar a todos dentro del partido, a los adeptos, a los indiferentes y a los enemigos, que la suerte está de su parte. Que, hasta lo más inexplicable, todo le sale bien. Primero, en el congreso federal del PSOE. Luego, en las elecciones de marzo de 2004. Y, entre unas y otras, con detalles intermedios como otras elecciones más o sus relaciones con los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, que lo seguían como los niños del flautista de Hamelín.

El problema de todo ilusionista llega cuando, un día, ya no sale el truco. Entonces las sirenas que quedan afónicas y se levanta un aire que se lleva por delante el aura, el perfume y hasta las arrugas del traje. Ese es el problema de Zapatero, que le falle el truco, la baraka. Sería tan drástico el cambio que una idea, un proyecto o una omisión pasa en un instante de ser una brillante iniciativa a una inexplicable estupidez; una valiente propuesta a una insensata majadería. El ilusionista cuando no genera ilusión se convierte en un tipo patético, un gilipuertas lamentable.

¿Le está fallando a Zapatero la baraka? Esa es la cuestión, la clave de todo. Ayer, por ejemplo, cuando anunció su nuevo Gobierno... Su ‘golpe de efecto’ fue demoledor: «Estamos atravesando una grave crisis económica, la coyuntura internacional exige un cambio de ritmo.... Y por ello he decidido asumir personalmente la secretaría de Estado del Deporte». Impresionante, o sea. No dice que va a asumir la economía, que va a vigilar la Hacienda pública o las finanzas autonómicas. No las reformas laborales, no, su apuesta es el Deporte. ¿Cómo se verá este cambio de Gobierno si a Zapatero le falla la baraka?

Habrá que esperar. Pero como todo esto pertenece a lo sobrenatural, ayer, cuando el presidente acabó de anunciar el Gobierno tropecé con una coincidencia notable: En la radio dieron la noticia de la muerte de Mari Trini y, de fondo, sonaba una canción de los tiempos en los que presidente se asomó a los ojos grandes de Sonsoles y le propuso un ‘proyecto compartido’. «Por qué a mí, se me ha caído/ una estrella en el jardín./ Ahora no sé qué hacer contigo/ voy a agarrarte, voy a adorarte/ y lanzarte a tu cielo». Una estrella caída... En fin.

Etiquetas: , ,

El tercer pulgar

Se ha bajado el pulgar, no hay más. Chaves deja la presidencia de la Junta de la misma forma que la dejó en su día Rafael Escuredo y luego Rodríguez de la Borbolla, porque, en Madrid, el líder del PSOE ha bajado el dedo pulgar para ordenar el cambio. Chaves, además, conoce bien la historia porque por dos veces tuvo él mismo que ejecutar esas órdenes que llegan de la Moncloa, primero contra Borbolla y luego contra Carlos Sanjuán, del primero tomó la Presidencia de la Junta y del segundo la secretaría general del PSOE andaluz. Ahora, en este remake permanente de las noches de cuchillos largos, Chaves se habrá visto transportado en el tiempo; su espíritu de apacible barón embutido en un pellejo apuñalado, en un pellejo que él mismo apuñaló. Pero ahora las cicatrices son suyas.

Se ha bajado el pulgar y a Chaves sólo le quedaban dos caminos, asentir, bajar la cabeza, o plantar batalla, desafiar la orden. Pero se ha mirado las cicatrices y ha recordado que ya Escuredo le plantó cara a González. Y perdió. Que ya Borbolla le plantó cara a Guerra, y perdió. La semana pasada, cuando la reunión de la interparlamentaria socialista, Chaves dispuso a su ejército, alineado, frente al palacio de la Moncloa para acallar los rumores de sucesión que tanto le incomodaban. Y todos, a su alrededor, proclamaban su fortaleza. «Chaves es el cambio que se necesita», decían forzando la devoción hasta el absurdo. Y luego, el pragmatismo: «En Andalucía se ganan elecciones». Estaba dispuesta la batalla, sí, pero luego, Chaves ha debido mirarse las cicatrices del cuerpo. Y no quiere acabar lanceado como Borbolla, como Escuredo. La política vomita cadáveres todos los días y, en un instante, entierra en el olvido a quien hasta ayer gozaba de poder e influencia. Es la desolación del teléfono que no suena, porque nadie llama, porque nadie lo descuelga. Aquella experiencia que contaba Borbolla cuando a él le bajaron el pulgar: «Un buen día me dijeron que yo ya no contaba con la confianza del partido, y me reuní con un buen número de alcaldes y cargos públicos del PSOE andaluz para escucharles. Todo eran muestras de apoyo, hasta que se levantó un alcalde y me dijo: ‘Vamos a ver, Pepote, no te engañes. Tienes nuestra confianza, pero todos queremos seguir siendo concejales y alcaldes cuando tú dejes de ser presidente de la Junta’». Y con un abrazo, lo abandonaron.

Chaves ha mirado el pellejo apuñalado del presidente de la Junta, y ha decidido cruzar andando el puente de plata hasta Madrid, sólo y sin mirar atrás, como los héroes derrotados de las películas. Vicepresidente territorial o de grandes expresos, que eso da igual. Se va Chaves y otra vez se repite la misma historia en Andalucía. Se va como llegó hace diecinueve años. El dedo índice los coloca y el dedo pulgar los derriba, no hay más. Se ha bajado el pulgar. El tercer pulgar.

Etiquetas: , ,

06 abril 2009

Fianzas (otra vez)


La funcionaria del juzgado se ha quedado mirándome un instante y, sin decir nada, ha vuelto la vista al papel, una citación judicial en la que se me comunica que, de nuevo, el presidente de la Junta, Manuel Chaves, nos exige una fianza de 710.00 euros para reemprender la batalla judicial contra este periódico por haber denunciado el espionaje de los socialistas andaluces a los presidentes de la cajas sevillanas. Han pasado ya ocho años de aquella noticia y Chaves mantiene el cerco de soberbia, se vuelca con toda la fuerza institucional de la que es capaz en la asfixia. Han pasado ocho años, Chaves ha perdido ya un juicio, pero ahí sigue el coloso, como un Polifemo ciego, encolerizado, atizando garrotazos en su caverna.

Un abogado atraviesa en ese momento la oficina del juzgado y, al verme allí delante, dice sonriente, «¿qué, otra vez Chaves?» Cuando le contesto que sí, cambia la cara, como si hubiera metido la pata con una broma inoportuna. «¿Pero el asunto no quedó sobreseído? ¿No os dieron la razón? ¿Otra vez ha vuelto a reactivar la querella contra vosotros? No puede ser…» Al ver su cara, sonrojado, he recordado eso que tanto se comenta de la ‘pena de banquillo’ cuando se trata de procedimientos políticos como éste. Ya saben, ‘pena de banquillo’ porque quien denuncia sabe perfectamente que su querella no tiene ninguna posibilidad de prosperar pero se conforma con hacer pasar el calvario de las citaciones judiciales, las declaraciones ante el juez, las fotografías en el banquillo de los acusados, la tensión de la vista oral… Pena de banquillo porque sabe el cargo público que, mientras él no tiene que poner un solo euro de su bolsillo, los querellados, aunque al final ganen el juicio, tendrán que prepararse para una travesía de varios años y grandes sumas de dinero. Un proceso judicial es largo y muy costoso, y siempre cabe la esperanza de que la asfixia económica lleve al otro a rendirse, a confesar lo que no hizo, a declararse culpable para acabar con todo. Ocho años de abogados, procuradores y fianzas…

Pena de banquillo, al fin, porque nadie puede competir con el PSOE en una campaña de propaganda en Andalucía, y saben que, al final, serán más los que hayan oído las acusaciones de Chaves contra EL MUNDO que los que conozcan la sentencia absolutoria que le da la razón al periódico. En una sociedad como la andaluza, en la que el gobierno ejerce un control, directo o indirecto, sobre la inmensa mayoría de los medios de comunicación, siempre quedará la nebulosa de la culpabilidad. «Algo habrán hecho», dirán, y todo lo demás, la sentencia, adquiere el interés de la letra pequeña: que la información estaba contrastada, que era veraz y existe al menos un episodio de aquel espionaje que quedó acreditado en el juicio, y que la noticia era de interés público y la obligación profesional de EL MUNDO era publicarla.

La funcionaria del juzgado ha descolgado el teléfono. Es una chica joven y, por lo que se puede oír, consulta a un superior porque piensa que puede haber un error en la cifra. «¿710.000 euros?» Asiente con la cabeza con el auricular del teléfono en la oreja y vuelve a mirarme. «Bueno, esto es un exhorto para comunicarle que en el plazo de una audiencia (un día) tiene usted que depositar una fianza por la cantidad de dinero que pone aquí. ¿Quiere manifestar algo? ¿Nada? Firme aquí».

Etiquetas: ,

03 abril 2009

La silla vacía


Lo más interesante de la presencia de Zapatero en la cumbre del G-20 es la ausencia de Sonsoles, su mujer. Tanto es así que Sonsoles, con su silla vacía, a quien deja en evidencia no es al resto de las primeras damas, no; quien queda en mal lugar es su marido, el presidente de la silla prestada. Frente a los desvelos del Zapatero por figurar, frente al interés por la foto y la alfombra roja, frente al discurso retórico y vacío del presidente, la ausencia de Sonsoles nos devuelve a un mundo de principios y valores. ‘Para ir a Londres a pintar la mona, me quedo en España’, viene a decirnos Sonsoles. Y hace muy bien la estilizada corista, porque la foto de las mujeres de los presidentes produce un repelús rancio difícil de superar. Ellos, en la mesa de reuniones y ellas, en las mesas petitorias. Ellos, en la alfombra roja del poder y ellas, en la alfombra azul de la beneficencia.

El vacío de Sonsoles es la lección de solidez que no ha aprendido Zapatero,. Si se fijan, a todas las reuniones a las que acude acaban eligiéndolo mediador. Le ha ocurrido en cumbres europeas, en las iberoamericanas y le faltaba ésta del G-20. En todas, o sea. Lo cual, que es para preocuparse. ¿O acaso cree usted que a Zapatero le piden que sea mediador por su peso político, por el prestigio de sus opiniones? No parece, desde luego; más bien lo contrario. Si el presidente español acudiera a las reuniones del G-20 con un discurso concreto, de estrategias determinadas, estaría en el bando de Estados Unidos, reacio a una mayor regulación de los mercados financieros y partidario de inversiones para reactivar la economía; o en el bando europeo, de Alemania o Francia, que piden más controles, desde las bolsas hasta los paraísos fiscales. Pero no: como Zapatero va a la cumbre a hablar de la ‘economía verde’, lo aplauden en los dos bandos, el de Europa y el de Estados Unidos, y luego lo designa mediador. Es lo bueno que tiene lo insustancial.

El vacío de Sonsoles en la cumbre del G-20 es la lección de economía que quiso darle Jordi Sevilla en dos tardes y que Zapatero nunca llegó a aprender. Si lo hubiera hecho, estos días tendría un discurso parecido al de su ex ministro, que en vez de refundar el capitalismo, habla de refundar la anquilosada socialdemocracia europea aprovechando, para ello, la idea de progreso que viene de Estados Unidos. Y dice Jordi Sevilla cosas como ésta: «Abaratar el despido, apoyar el copago público de una hipoteca privada, avalar una emisión de deuda bancaria o aprobar un programa de inversión local, no debería ser una cuestión ideológica. Lo importante es evaluar sin funciona o no». Y dice más: «La socialdemocracia refundada debería recuperar los valores del trabajo y del esfuerzo personal como prioritarios en la sociedad». Y más aún: «El debate del gasto público no debe ser sobre si es mucho o es poco, sino sobre si es útil o no». ¿Hace falta más para demostrar que Zapatero faltó a la clase que le ofreció Jordi Sevilla?

El vacío de Sonsoles, en fin, es el que nos representa. Antes que la silla prestada del presidente, la ausencia de la mujer que se niega, cargada de principios y de dignidad, a colocarse los pompones de primera dama. Nosotros, como Sonsoles, a lo nuestro, que ayer volvió a subir el paro y Andalucía otra vez liderando la estadística nacional. Sube el paro en marzo, que nunca había subido, y sube en todos los sectores productivos. A ver qué dice el mediador a su regreso.

Etiquetas: ,

01 abril 2009

Mercados

En los albores del liberalismo, en los orígenes de la teoría económica, nació un concepto de mercado que sobrevive a los tiempos y se impone a los cambios sociales y políticos con la fuerza arrolladora del abuso, del imperio del más fuerte. Todo surge de una definición sencilla, básica: «Una sociedad económica está integrada por productores individuales, cada uno de los cuales aporta sus productos y los intercambia con otros productores, compra lo más barato posible y vende al mejor precio que pueda obtener».

En 200 años, aquellos principios elementales de la economía que formuló David Ricardo siguen tan vigentes incluso en sus deformaciones que produce una enorme desolación contemplar que pasan los siglos, se fortifican los límites de la libertad de mercado y se amplían los derechos de los ciudadanos y, sin embargo, como arena que se escurre entre los dedos, el mercado sigue imponiendo su ley. Esas ‘leyes naturales’ son capaces de regular el mercado por sí mismas, sí, eso lo sabemos de la misma forma que conocemos que esas leyes están desprovistas de ética y de justicia.

«La renta es, por tanto, la diferencia entre la productividad de cualquier pedazo de tierra y la de la tierra, que, dado los precios de los alimentos, no cubriría el costo de su explotación», se decía en la Inglaterra del primer tercio del siglo XIX, cuando los agricultores tenían que pagar por las tierras que cultivaban y jamás le salían las cuentas. Meses de trabajo de sol a sol, noches de desvelo por la lluvia, por la sequía, por el viento, amaneceres de angustia por el retraso de la cosecha… Y cuando llega al fin la hora de recoger los frutos, el precio de los alimentos ni siquiera alcanza la renta que hay que pagar por la tierra. «El terrateniente es un monopolista, un parásito económico. El interés del terrateniente se opone siempre al interés de todas las demás clases sociales».

¿Cómo es posible que 200 años después, en un marco político y económico que nada tiene que ver con aquél, la protesta de los agricultores sea la misma? Los terratenientes de ahora, quienes actúan en régimen de monopolio son, de acuerdo a las nuevas características del mercado, los intermediarios, las multinacionales de la distribución. Dicen los agricultores que los intermediarios imponen los precios del mercado mirando sólo su interés, ni el interés del consumidor, que se ven obligados a pagar precios excesivos, ni el de los productores, que cobran las cosechas a bajo precio, con márgenes de hasta el 1.100% entre el campo y la cesta de la compra.

¿No es lo mismo que lo anterior, cuando decía David Ricardo que «el interés del terrateniente se opone siempre al de todas las demás clases sociales»? El economista inglés basó toda su teoría en el convencimiento de que «el principal problema de la economía política es determinar las leyes que regulan la distribución». También este principio sigue vigente hoy. Y aunque el mercado siempre tiende a imponer su ley natural, tendría que ser posible una regulación gubernamental de los márgenes de intermediación. Cuando se impida por ‘baja temeraria’ la compraventa de un kilo de pepinos en la lonja quizá se alcance en el campo andaluz, en la agricultura europea, el equilibrio entre las bondades del libre mercado y el abuso del más fuerte. Pero eso, en 200 años, jamás ha ocurrido.

Etiquetas: ,