El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

30 mayo 2007

Andalucistas


Llegaban envueltos en banderas verdiblancas, la flauta de Pepe Suero y la batería de Triana. Llegaban con la melena larga y un ducado en los labios. Coplas de Carlos Cano. Llegaban a una sede llena de humo y sillas de madera, y allí se podía ver al joven Rojas Marcos con el dedo en alto, señalando al cielo, hablando de Andalucía. Rojas Marcos, aquel que se burló del franquismo cuando se presentó de concejal de Sevilla por los tercios familiares, aquel al que exiliaron a Écija, aquel avispado que hacía negocios con la vaquería del padre de Felipe. Allí estaba, en lo alto de la silla, con la boca llena de Andalucía. Llegaban los andalucistas envueltos en el aire nuevo de la democracia, ilusionados. Lo nuestro, los nuestros; nuestros intereses, nuestra gente... El PSA, andalucistas y socialistas. Las salas se llenaban de humo y de ganas. Banderas verdiblancas.

Llegaron las primeras elecciones democráticas, en 1979, las urnas de los ayuntamientos estaban repletas de votos andalucistas. Ocho concejales en Sevilla; seis concejales en Granada, y en también Huelva; cinco más en Córdoba y cuatro en Cádiz, igual que en Málaga y en Jaén. Tampoco quedó fuera Almería, otros tres concejales. Y muchos más en Jerez, en Algeciras, en Marbella, en Dos Hermanas... Fiesta andalucista, concejales repartidos por todas las capitales, por toda Andalucía, una mano abierta, roja, estampada en la bandera verdiblanca. El PSA, hablándole de tú a tú a los socialistas, a los comunistas...

No duró mucho el encanto porque en el mercado de los pactos, los andalucistas fueron los primeros en equivocarse. No entendieron que entonces, y aún en estos días, Andalucía está cosida, provincia a provincia, con hilos de agravios y de rivalidad. Y el pacto para gobernar Sevilla, para hacerse con la Alcaldía de Sevilla tras las elecciones de 1979, se entendió en Granada como una traición. Y en Huelva. Sevilla a cambio de Granada, Sevilla a cambio de lo demás.

En el mercado de los pactos, el PA siempre se ha perdido. Desde entonces, cada vez que los andalucistas han firmado un pacto se han equivocado. Con Martín Villa o con Manuel Chaves. Cegados por la ambición del poder, unas veces, enfangados por la mentira y por la propaganda, otras. Es verdad, pero a quién le importa ya si nadie supo enderezar el rumbo, rectificar, anteponer el proyecto a las migajas del poder. Acabaron convertidos en caricaturas grotescas de lo que pudieron ser, expectativas frustradas, esperanzas derramadas. Minúsculas agrupaciones de intereses para gobernar un partido.

Ya no se llenan las salas de gente, ya no se ven a los andalucistas ondeando banderas por las calles. Ya no ilusionan ni les canta nadie. En estas elecciones, ya no tienen concejales en ninguna capital andaluza. Nada. Han tocado suelo. Más abajo queda la sepultura. Si nadie lo remedia, si no acaban los rencores y la división, el sectarismo y la ambición de dinero y de poder, ésa será la próxima estación. ¿A dónde fue Rojas Marcos, en qué quedó todo aquello?

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27 mayo 2007

Chaves anuncia. ¿Imprudencia o estrategia?

¿Fue un desliz o un anuncio meditado? ¿Una imprudencia o una estrategia bien pensada? El inesperado anuncio del presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, de que está meditando adelantar las elecciones autonómicas a otoño próximo ha cogido por sorpresa a casi toda la clase política, incluida la andaluza, que no acierta a explicarse ahora qué se esconde detrás del quiebro presidencial, si una jugada bien calculada o una inexplicable frivolidad. Para intentar llegar a algunas conclusiones fiables, es imprescindible conocer con detalle cómo, dónde y por qué se produjo el anuncio del presidente Chaves.

Suele ser una norma en las campañas electorales, que el presidente Chaves dedique una de las comidas o cenas a sentarse a charlar con los periodistas que siguen su caravana, en tono informal y generalmente en off de record. En esta ocasión, Chaves parece que quiso seguir esa costumbre, aunque no se trate de elecciones andaluzas y aunque, en realidad, ni siquiera se haya organizado una caravana de seguimiento de los mítines del presidente andaluz. El almuerzo no tenía otro objetivo que repasar las incidencias de la campaña. Ninguna revelación más, ningún secreto. Chaves acudió sólo, ni el portavoz del gobierno, ni ningún miembro de la ejecutiva socialista, como otras veces. Sólo se hizo acompañar de periodista del gabinete de prensa del PSOE. Todo transcurría entre la normalidad, la rutina y lo previsible hasta que un redactor de la Cadena Ser le preguntó al presidente por el adelanto de las elecciones. Entonces, la obviedad se transformó en revelación y el presidente confesó que está meditando adelantar las elecciones a otoño próximo.

Fue, ciertamente, una revelación notable porque, hasta hace tan sólo unos días, el presidente se ha mostrado tajante y ha desmentido siempre que piense adelantar las elecciones. De hecho, no tiene sentido adelantar unas elecciones cuando se dispone de una cómoda mayoría absoluta en el Parlamento. La cuestión es que, por ese motivo, porque el anuncio presidencia suponía una importante noticia, los asistentes al almuerzo recibieron durante el viernes al menos tres llamadas desde la sede del PSOE para recordarles expresamente que se trataba de un encuentro confidencial, no publicable.

Ocurre, sin embargo, todo lo contrario y a media tarde del viernes se filtra la noticia, se hace pública y la ejecutiva socialista se ve obligada a hacer una nota de desmentido parcial: Afirma que el presidente “no ha anunciado” un adelanto de las elecciones, sino que se trata exclusivamente de “una reflexión”. ¿Un desliz, una frivolidad o una jugada bien calculada? Sin descartar que el presidente de la Junta no haya calculado bien el alcance de sus palabras, no parece que Manuel Chaves pertenezca a esa clase de políticos que se envuelven en polémicas por declaraciones imprudentes. Pensemos en otra hipótesis. Pensemos, por ejemplo, que el presidente Zapatero ya ha decidido adelantar las elecciones generales después de que el vicepresidente Solbes haya comunicado su decisión de abandonar el gobierno y de que es muy difícil que el ejecutivo socialista pueda aprobar los presupuestos generales de 2008. Pensemos que el presidente ha decidido aprovechar la coyuntura que se le ofrece y adelantar las elecciones a octubre del próximo otoño, para hacerlas coincidir con el 25 aniversario de la mítica fecha del 28 de octubre de 1982, la primera gran victoria socialista de Felipe González. Pensemos que el presidente Zapatero ya se lo ha comunicado a Manuel Chaves y que le ha recordado la importancia de que haga coincidir las elecciones andaluzas en esa misma fecha, para tener movilizado el electorado andaluz, que, junto al catalán, fue decisivo en la victoria de Zp en marzo de 2004. Pensemos que el fiel y disciplinado Manuel Chaves, como en tantas ocasiones, ha antepuesto el interés del partido al de la comunidad que preside y al suyo propio y ha accedido al adelanto de las elecciones andaluzas, a pesar de que la tensión de la política nacional le perjudica.


Pensemos, finalmente, que, una vez Chaves ha accedido a los deseos de Zp, lo único que ha solicitado es poder adelantarse y, aparentemente, marcar el camino. De ahí que Chaves sea quien anuncie un adelanto de las elecciones andaluzas, para que sea posteriormente Zapatero el que haga coincidir las generales y nadie pueda culpar a Chaves de supeditar el interés de la autonomía andaluza al de la lucha por La Moncloa. ¿Y por qué a dos días de las elecciones? Si el PSOE alberga serias dudas sobre el resultado de que las elecciones de hoy domingo, lo lógico es separar, desvincular totalmente de cualquier posible fracaso electoral el anuncio de un adelanto de las elecciones andaluzas o generales.

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24 mayo 2007

Ay, Carmelo


Ha cogido una de esas sillas plegables de loneta y la ha colocado frente a la fachada del Ministerio de Medio Ambiente, un edificio de ladrillo rojizo y grandes arcos en la entrada que fue diseñado para que siempre se pareciera a un ministerio de cualquier cosa. Justo detrás ondea una bandera de España y, a su espalda, pasa una mujer leyendo el periódico sin prestarle ninguna atención. Ni a él, que tiene barba de varios días y la mirada seria, ni al cartel de colorines que se ha colocado al lado, como un cómico medieval que quisiera dar cuenta en la plaza pública de su propia desdicha: «Funcionario en huelga de hambre para denunciar la corrupción en el Ministerio de Medio Ambiente».
Le han hecho una foto, sentado en su silla de loneta, con las manos entrelazadas, las piernas casi juntas y una chamarreta beige para pasar el frío de esta lluvia inesperada de mayo. Un empleado público contra la corrupción. Se llama Carmelo, es funcionario de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y debe ser el primer caso que se da en España. Como haya decidido no abandonar la huelga de hambre hasta que se acabe la corrupción en España, la palma fijo. Carmelo se consumirá sin remedio, se le llenará la chamarreta de cagadas de paloma y no quedará frente al Ministerio más que un cartel amarillento de letras desdibujadas.
Ay, Carmelo, de Granada tenías que ser. Lo que pretende es que la ministra de Medio Ambiente le abra una investigación a su jefe por corrupto. Dice el funcionario que en el departamento en el que trabaja, el que se encarga de la seguridad de los embalses, se le cobran comisiones a los empresarios y se abultan artificialmente los presupuestos de las obras que se hacen. Carmelo dice que se negó, que no va con él eso de cobrarle de más a los empresarios y pedirle comisiones. «Hay que sacarle dinero a los empresarios, y si tú no colaboras en esto, yo no te voy a dar más tareas para hacer», cuenta que le dijo su jefe. Desde aquel día, el funcionario Carmelo está cada vez más solo. Los tribunales han archivado sus denuncias y sólo los de la CGT le han dado su apoyo. Sin papeles y sin apoyos, dónde vas con las denuncias, con la huelga.

Ay, Carmelo, malafollá granaína, cabezón, tozudo o majareta. Si no fuera porque nadie en España se ha puesto en huelga de hambre contra la corrupción, no habría que echarle ni cuenta. Hay quien sostiene, incluso, que la corrupción aquí está socialmente bien vista, que tiene mucho que ver con la picaresca y con el engaño. «Si en este país te engañan hasta los fontaneros, qué no habrán de hacer los políticos», dicen. De ahí la rareza de este tipo.

Tenía que ser de Granada y tenía que ser la Confederación del Guadalquivir. Se llama Carmelo. Desde hace siete días está sentado frente al Ministerio en una silla de loneta. A su lado, una mujer pasa sin mirarlo siquiera. Anda que denunciar la corrupción... Vaya descubrimiento.

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23 mayo 2007

Hegemonías


Es la hegemonía electoral del PSOE la que se resquebraja con la aparición de partidos que nacen de las tripas mismas de la izquierda española. Es el rentable discurso de ‘no le hagas el juego a la derecha’ el que se viene abajo. Es la autoridad que se arroga el PSOE para repartir carnés de izquierda la que se desmonta. Y no será casual que los cambios se hayan iniciado en Cataluña y en el País vasco, dos de las regiones más desarrolladas de España y, por distintos motivos, con una sociedad civil más sólida. Albert Boadella y Fernando Savater. Y a los dos les han hecho la misma pregunta. «Y usted, que ha sido un icono de la izquierda española, ¿no teme ahora que le digan que se ha cambiado, que se ha hecho de derechas?» Es ese dilema maniqueo, es esa falsa división ideológica la que se rompe con estos partidos nuevos que ya no se consuelan con la abstención, refugio natural del desencanto de izquierda.
Intelectuales, dirigentes y simpatizantes socialistas hartos de la deriva del PSOE, del ascenso de los mediocres y la necedad simplona del mensaje. Desolados con la estrategia temeraria de buscar socios en el radicalismo nacionalista. La involución ideológica a cambio de la garantía del poder. «La igualdad, la libertad y la fraternidad. Pretender que el nacionalismo tenga algo que ver con esos tres principios es muy difícil de encajar», dijo Boadella y ahora encuentra el eco preciso en Savater. Es la izquierda que no se hace progre, que no se conforma con la golosina del fetiche, con la pegatina. Es la izquierda que duda, la que se hace preguntas cuando se pretenden solucionar con dogmas las contradicciones.

¿Y España, qué ocurre con España? ¿Y la libertad, qué pasa con la libertad? ¿Y los principios, qué ocurre con los principios? Alguien, desde la izquierda, tenía que hacer estas preguntas; alguien, en fin, tenía que pronunciar el nombre de España desde la izquierda sin temor a que lo condene la moralina progre. Alguien al que le duela España como a tantos intelectuales de la II República, ahora que se toma como fetiche y se olvida como referencia. Alguien que, como en los versos de Gil de Biedma, no se resigne a «no leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas y vivir como un noble arruinado entre las ruinas de mi inteligencia».

Fue Álvaro Pombo el que, en un debate de televisión, le hizo la pregunta a Savater. «Y usted que ha sido un icono de la izquierda, ¿no teme ahora que le digan que se ha cambiado, que se ha hecho de derechas?» El filosofo vasco le contestó con otra división ideológica, que se superpone en estos tiempos a la tradicional de izquierda y derecha. Savater divide los discursos entre progresistas y reaccionarios. Y existen progresistas de derecha y reaccionarios de izquierda. También al revés, desde luego. Al final, ya ven, se trata de establecer una escala de mínimos, una raya que divide el sectarismo de la pluralidad; la razón de la consigna. Progresistas frente a reaccionarios.

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22 mayo 2007

Tramposos


De aquellos días aciagos que sucedieron al atentado del 11-M, la única experiencia positiva que pudo extraer la sociedad española fue la frase de que los ciudadanos merecen un gobierno que no les mienta. Fueron días de infamia, pero también en la degeneración se aprende, se descubre. Se toca suelo. Por eso la validez de aquel lema, a pesar incluso de que quien lo proclamaba entonces mentía tanto o más como a los que acusaba. Es innegable que en una democracia la sociedad tiene derecho pleno, un derecho inherente a la propia libertad, a exigir la verdad de sus gobernantes.

De ahí, quizá, la tensión antigua entre la clase política y la sociedad cuando la primera intenta camuflar la realidad, torcer las evidencias, maquillar las verdades. Nixón, según cuenta Ben Bradlee, le dijo a uno de sus asesores, “tú nunca llegarás lejos en política; no sabes mentir”. La necesidad social de que la política no se convierta en el gobierno de los tramposos es la que acabó expulsando a Nixon del sistema. La democracia es el sistema que garantiza que la tensión entre la verdad que exige la sociedad y la mentira que siembra el poder se pueda resolver a favor del ciudadano.

Desde Nixon, tramposo en las elecciones y mentiroso cuando lo descubrieron, la historia se ha vuelto a repetir en innumerables ocasiones, y no siempre a favor de la verdad. Hace ya casi cinco años, por ejemplo, cuando descubrimos en EL MUNDO que en el proceso de elección de las cajas de ahorro de Sevilla se podían estar haciendo trampas, que desde la sede socialista se habría mandado a espiar a los presidentes de las entidades a los que se quería quitar de en medio, lo que nos movió a denunciarlo públicamente no era la comisión de delito alguno, que no era eso, sino la vulneración de principios elementales de una democracia, como la limpieza, la transparencia.

Todo aquello, como se sabe, lo solventaron los denunciados con una explicación genérica de “montaje” que, hasta ahora, les ha servido para cambiar el paso. “Montaje” fue también la explicación al ‘pucherazo’ de Jaén, cuando se adulteraron las primaras del PSOE, y “montaje” ha sido la explicación reciente a las facturas falsas en el Ayuntamiento de Sevilla. Ahora que en Granada se ha denunciado la vergonzosa circunstancia de que el PSOE ha convocado un botellón para estampárselo en la cara al alcalde del PP en el último día de campaña, la explicación que ha ofrecido un portavoz socialista es la misma: “un montaje”.

Montaje, montaje, montaje. El tramposo sabe que, con sólo repetirlo mil veces, ya se siembra la duda ante el electorado. De eso se trata. Luego, el tiempo y la desvergüenza se encarga del resto. ¿Pues no se ha quejado Felipe González en Huelva de que todavía le sigan recriminando “el Gal y el gol”?

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21 mayo 2007

Mezquitas


La Asociación Cultural Zawiya ha editado un vídeo en el que reivindica la figura de Blas Infante como la de “un musulmán andaluz”. El vídeo se inicia con el himno de Andalucía, cantado sobre la imagen fija de una mujer con velo, con la cara inclinada, como una virgen dulce y triste. “Sea por Andalucía libre, los pueblos y la humanidad”. Luego, una niña, con acento musulmán, narra la detención de Blas Infante. Otra voz en off añade que sus asesinos lo dejaron malherido, que Blas Infante consiguió arrastrarse hasta un convento y que las monjas, al verlo, le cerraron la puerta y lo dejaron allí tirado. Luego El Lebrijano con su famoso disco de Persecución, una paloma blanca aleteando y una línea argumental: Blas Infante analizaba la realidad con ojos moriscos y esa visión le llevó a la rebeldía contra “la animalidad europea”. “Nosotros no podemos, no queremos, no llegaremos jamás a ser europeos”, afirman con una cita de Blas Infante.

Llega el vídeo a internet casi al mismo tiempo que en Sevilla se produce una intensa polémica entre el Partido Andalucista y la Junta Islámica, a raíz de la financiación de una mezquita en un suelo cedido por el Ayuntamiento. Los andalucistas denunciaron la opacidad de la financiación de la mezquita y lo hicieron con el trazo grueso de las campañas electorales: “Está financiada por Al Qaeda”, dijeron. Al final, como las encuestas están apretadas, el alcalde socialista ha decidido anular la concesión del terreno y devolver el dinero que habían entregado a cuenta. No ha hecho falta más para que en Sevilla proliferen estos días las denuncias de racismo. “Si se tratase de un templo Evangélico ­­en vez de una mezquita nadie se hubiera escandalizado”, dicen los de la Junta islamista.

Pensemos que tiene razón esta queja. De hecho, es verdad que nadie objeta nada contra los testigos de Jehová o contra un templo budista. Sí, es verdad, pero, ¿por qué esta desconfianza? Nadie puede dudar de que en la sociedad española existen comportamientos racistas, pero no es éste el germen de las protestas. La única realidad es que la sociedad española, y especialmente la andaluza, percibe el islamismo como una amenaza. Una amenaza a su propia identidad, forjada durante tres mil años de historia en los que la dominación árabe es sólo una parte. Mientras las organizaciones islamistas sigan hablando de “la tragedia de Al Andalus, del genocidio de los musulmanes”; mientras reivindiquen “España, patria natural de todos los musulmanes”; mientras sea ésta la mentalidad, no habrá integración imposible. Todo lo demás es pura consecuencia. ¿Que los musulmanes andaluces condenan el terrorismo, que nada tienen que ver con Al Qaeda? De acuerdo, sí, pero con ese mínimo imprescindible no se evitan los recelos. Lo esencial es la integración.

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18 mayo 2007

Fiscales


«Los fiscales, ya se sabe...» Nada irrita más a algunos fiscales que esa coletilla que se añade a diario en algunas críticas contra el Ministerio Público, cuando detrás de la Fiscalía se observa la intervención directa del Gobierno. «Ya se sabe», para resumir que los fiscales, a diferencia de los jueces, están sometidos a una estructura jerárquica. «Ya se sabe», para expresar que acatan órdenes. «Ya se sabe», que los jueces son independientes y los fiscales, no...
Los fiscales, que se duelen con estas descalificaciones, tienen razón en que todo lo anterior, además de una barbaridad, además de una enorme injusticia, oculta el engaño de hacernos ver que la teórica independencia de los jueces garantiza la imparcialidad en un juicio, que es lo que interesa a los ciudadanos. Más bien al contrario, la independencia mal interpretada puede conducir al juez al abuso, a la prepotencia, lo que difícilmente ocurriría si el juez estuviera sometido a una estructura jerárquica. De hecho, si lo piensan un momento, conocerán pocos casos de fiscales procesados por prevaricación o por abusos. Esos procesos contra jueces que, en la barra de un bar, dicen aquello de «usted no sabe con quién está hablando», y se largan sin pagarle a la puta. De esos, hemos tenido ya algunos en Andalucía.
De todas formas, aceptando todo lo anterior, no parece que el malestar de los fiscales esté bien orientado. Si existe esa coletilla, si existe la percepción de que «los fiscales ya se sabe», es, sobre todo, por la imagen de servilismo que ofrece el Fiscal general del Estado.

El problema no es la frivolidad del «ya se sabe», sino que el Gobierno utilice la Fiscalía del Estado para justificar sus vergüenzas y que no haya ni una sola asociación de fiscales que diga ‘hasta aquí llegó la jerarquía’. Esto último que ha dicho Conde Pumpido, por ejemplo, de que la aplicación rigurosa de la Ley de Partidos la convertiría en un «Guantánamo electoral». Con todos los matices que se quieran, es inaceptable. Es lo que quedaba por oírle en el delirante vaivén de criterios, idas y venidas, sobre las candidaturas abertzales.
Inaceptable, sí. Primero, porque la Ley de Partidos no forma parte de ningún vacío legal, ningún agujero negro de torturas y represión, ninguna isla en la que no existen los derechos humanos. Segundo, porque la Ley de Partidos, además de haber sido aprobada por una mayoría abrumadora del Congreso de los Diputados (sólo 16 votos en contra), ha sido ratificada después por el Tribunal Supremo y por el tribunal Constitucional. Y tercero, porque la ilegalización se produjo ante la evidencia, ante la constancia policial, de que ETA utiliza a Batasuna para financiarse.
«Guantánamo electoral», dice el fiscal del Estado. Si ninguna asociación fiscal dice nada hoy, lo de menos será que alguien piense que ‘los fiscales, ya se sabe’. Porque ni siquiera hace falta recordar a Luis Portero, el fiscal andaluz asesinado por esas alimañas, para decirle a Conde Pumpido que ningún ministro, nadie del PSOE, se ha atrevido a tanto.

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17 mayo 2007

Incorruptos


Los Ciudadanos de Cataluña ya están atravesando su primera crisis. Casi todo lo que hacían era original, novedoso, hasta que se han tropezado con la primera disputa interna. Y en esto ya no hay novedad alguna, lo de siempre: la primera crisis obedece a la proximidad del congreso, disputas por el control del partido. Como en todas partes, o sea.
En este primer tropiezo de Ciutadans con las miserias cotidianas, todo es tan poco original que en la pugna se dan cita los viejos demonios del arco político tradicional, que si los Ciudadanos tienen que estar más a la izquierda, que si tienen que ser de centro, que si tienen que aliarse con el PP... Ya lo advirtió Albert Boadella, cuando limitó la ampliación de este nuevo partido a «núcleos de ciudadanos inconformistas con este panorama, que de forma libre, y cuando quiero decir libre, es sin ataduras ni servidumbres políticas, traten de perfilar desde una nueva óptica, temas esenciales de fondo como la educación, la investigación o la cultura, que son fundamentales para sostener la estructura de un país moderno».

Es fácil imaginar que el origen de esta primera crisis está en la imposibilidad de diferenciar el inconformismo político de otras actitudes viscerales o vengativas. La cuestión no es baladí, sobre todo en España, en un ambiente político como el español, donde la aniquilación del adversario figura en el manual de campaña. Quiere decirse que si hasta los Ciudadanos de Cataluña lo que han estado llegando son oleadas de resentidos del PSOE o del PP, es normal que el ambiente interno haya degenerado de esta forma. Que una cosa es el inconformismo y otra es el cabreo, la venganza. Tan nuestros.
A partir de ahí, la importancia fundamental de la crisis de Ciudadanos es que, si ya era complicado que el movimiento se pudiera extrapolar a otras comunidades, a partir de ahora esa hipótesis habrá que contemplarla con más distancia aún. En Andalucía, por ejemplo, donde los ciudadanos sólo han llegado a anidar tímidamente en Málaga y en Sevilla, el desconcierto que ha generado la crisis de sus mayores es perceptible. «La moral de los afiliados está cada día más baja y se están produciendo notables abandonos de la formación», dicen. Qué panorama. Si ya les era difícil penetrar en la sociedad andaluza, si ya era un imposible que algún intelectual andaluz, algún artista, algún empresario, algún catedrático se arriesgara al aislamiento de la apisonadora socialista, ahora se habrán retraído de nuevo, como caracoles asustados.

En fin, que será cuestión de que el congreso de los Ciutadans vuelva al aire fresco que lo inspiró, alentando el inconformismo, alejados del resentimiento. Que vuelvan a Boadella: «Ahora (tras lo logrado en el Parlamento catalán) es necesario reforzar contenidos que ayuden resquebrajar un sistema y oxigenar la putrefacción. Esta debe ser una asociación de incorruptos mas incorruptos aun que el brazo de Santa Teresa».

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16 mayo 2007

Para Pepi


Había un tipo acodado en la barra del bar. Pasaba las hojas del periódico con desinterés, como si apartara los guisantes del puchero. Llegó a la información electoral y señaló con el dedo una valla publicitaria: ‘Haremos más, Alfredo Sánchez Monteseirín’. «Esto es verdad», le dijo al camarero. «Haremos más, porque menos es imposible».
El alcalde de Sevilla es un tipo cordial, sencillo y abierto que, después de ocho años de gobierno, se debate entre el ridículo y la hazaña. Lo primero, porque es probable que no haya existido en Sevilla otro alcalde anterior con peor imagen que Monteseirín. Si pierde la Alcaldía, serán los suyos los primeros que querrán correrlo a gorrazos. Llevan meses intentándolo. Pero si no es así, si gana las elecciones, se convertirá en el único alcalde de Sevilla que ha logrado gobernar durante tres mandatos seguidos.
Todo esto, este simbolismo de estar entre el ridículo y la hazaña, parece interesante porque el alcalde, de hecho, sigue encabezando las encuestas pero, objetivamente, como decía el tipo aquel del bar, el balance de gestión de ocho años de gobierno en Sevilla es mínimo. Mínimo, claro, si se compara con lo que sucede en otras ciudades. En Madrid, por ejemplo, Esperanza Aguirre ha editado estos días unos folletos en los que detalla los noventa kilómetros de Metro construidos en tres años y medio. En Sevilla, en el mismo tiempo, se han construido tres o cuatro kilómetros de túnel. Como no se ha podido inaugurar ni una sola línea, se ha improvisado un tranvía que recorrerá –todavía no funciona– un kilómetro y medio del centro de la ciudad. Lo llaman ‘Metrocentro’.

Ahora, en plena campaña, a Monteseirín ha vuelto a estallarle la agria polémica de las ‘facturas falsas’, la red de financiación que, según el PP, ha estado nutriendo al PSOE de dinero público.
Las subvenciones municipales, según la denuncia, se desviaban hacia el partido inflando facturas de inversiones en los barrios. Los socialistas, que niegan cualquier red de financiación, ridiculizan las denuncias por las cantidades que se suelen airear. Facturas infladas con quinientos euros, con mil euros, no tienen consistencia, dicen, para hablar del «saqueo de las arcas municipales», como afirman los populares.
Desde fuera, es verdad, las ‘facturas falsas’, tomadas una a una, no parecen tener el nivel de gran escándalo político; salvo que sean, una a una, las piezas diminutas de un enorme puzzle. Corrupción institucionalizada, como la que quiere demostrar el fax enviado ahora por el PP al juzgado, en el que se desvelaría el procedimiento. «Para Pepi», dice el encabezamiento del fax, entre enigmático y tierno. Y detalla el procedimiento, una parte para pagar la factura real y el resto «a Caja fuerte».

‘Haremos más’. Los lemas de campaña, qué peligro. A ver qué se le ocurre esta mañana al tipo aquel del bar, cuando comience a repasar las páginas del periódico, como quien aparta los guisantes del puchero, y se detenga en el fax: «Para Pepi».

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15 mayo 2007

Ocupación


Como no será la cosa, que ‘El loco de la colina’ está esperando a que se acaben las elecciones para contar las presiones y «la censura tan dura» que ha «sufrido» en Televisión Española. Cómo no estará el paño, que quien se escandaliza es Jesús Quintero, que otras veces ha lidiado en Canal Sur, un engendro que debe andar compitiendo con la televisión venezolana en el ranking de la manipulación. ‘Aló presidente’, allí; ‘olas al presidente’, aquí. Aún así, el Loco ha encontrado en la televisión zapaterista una censura que lo ha dejado «alucinado» y pidiendo «libertad» en medio de la Feria del Libro de Sevilla.
Lo grave, sin embargo, de la denuncia de Quintero es que se suma a las denuncias que se vienen produciendo en los últimos tiempos y que, unidas todas, componen un paisaje desolador sobre la ocupación de todas las instituciones del Estado. Desde la Televisión Española hasta el Tribunal Constitucional o la Fiscalía General del Estado, pasando por la Comisión Nacional del Mercado de Valores o la propia Policía.
Se dirá, y es verdad, que cuando un partido llega al poder en el Gobierno de la nación (y en los demás ámbitos de la administración del Estado) su primer objetivo es la designación de personas de confianza en cada uno de esos puestos, a pesar de que en las leyes de creación de cada uno de ellos se anteponga la independencia e imparcialidad de las designaciones. Es cierto, y es lo que viene ocurriendo en España y en los demás países democráticos. Lo que ocurre es que, también en esto, existe una modulación, unas líneas rojas que no se deben traspasar.

La diferencia entre lo aceptable, lo asumible, y la ocupación está en la designación de militantes al servicio de un partido en el lugar en el que deberían estar cargos de confianza que anteponen el interés de la institución a la que representan al interés del partido que los ha designado. Y en eso, por muchas vueltas que se le den, el PSOE tiene demostrado que llega más lejos que nadie en la ocupación del Estado. Digamos que está en los genes de este partido, que es una forma de funcionamiento.

Pensemos por ejemplo en la sorpresa que ha despertado el hecho de que el jefe superior de Policía de Andalucía Occidental, Luis de Haro-Rossi, haya aparecido, junto a María Teresa Fernández de la Vega, en un mitin del PSOE de Granada. Lo sorprendente no es que un jefe de policía muestre su predilección por el Partido Socialista, lo llamativo es que esa foto se produce después de que en el ‘caso Malaya’, y otros, se hayan estado denunciando anomalías en las detenciones que se alejaban de las garantías precisas de un Estado de Derecho.
Encarcelamientos nocturnos, exhibiciones ante la prensa rosa, detenciones que coinciden con mítines políticos... El problema no es que este jefe de Policía vaya a un mitin, no, el problema es que ‘El Loco’ tenga razón. Y aún así, que se quede corto.

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14 mayo 2007

Aristarquía



Fernando de los Ríos, diputado socialista por Granada en la II República, creía que la modernización de España sólo podía llegar por la educación. Cuando Azaña le encargó el Ministerio para la Instrucción Pública puso en marcha un programa de reformas educativas, desde la enseñanza primaria hasta la universidad, con tres o cuatro líneas fundamentales. Mejores medios (más colegios y más profesores); un programa educativo no dogmático, sustentado en valores universales; y un sistema de enseñanza regido por el mérito.
En «Los parlamentarios andaluces de la Segunda República», detalla Plácido Fernández-Viagas que si su apuesta por la educación fue tan firme es porque estaba convencido de que era la mejor ayuda a la clase obrera. «Por un lado, formar ciudadanos conscientes y participativos, y, por otro, los profesionales y las imprescindibles elites intelectuales; la aristarquía, o aristocracia del saber».
Aristarquía, premio a los mejores, premio al esfuerzo, a la inteligencia. Fernando de los Ríos lo destaca, lo impone como eje de las reformas, porque le repatea la hipocresía de un sistema educativo que se engaña a sí mismo y, lo que es peor, destroza el futuro de generaciones de jóvenes, sobre todo los de las clases más desfavorecidas. «La dramática falacia de que es víctima el escolar cuando se le da un título de capacidad sin tenerla», dijo. ¿Les suena esta reflexión de hace setenta años?

La pena de España es que mire hacia la República y sólo vea el rencor de entonces, el enfrentamiento, el odio, el sectarismo. A ver cuándo se le iba a oír a algún ministro de Educación de estos días decir, como aquel, en el Congreso: «Nosotros tenemos el deber de sustraer la escuela a toda posición dogmática, irracionalmente dogmática, para adscribirla exclusivamente a lo humano, lo esencial; porque no es el pensamiento lo que nos une, sino la vida, la conducta».
La democracia española, ahora que dispone de los recursos económicos de los que carecía en la República, no sólo ha malogrado la posibilidad de dotarnos de un buen sistema educativo, sino que, como en estos días, las reformas que se implantan se hacen para acomodar el fracaso en el sistema, para disimularlo. Se acomodan los suspensos, los repetidores. ‘Tolerancia cero con el cero’. Estudiantes cómodos y eternos, que lo importante es «la educación a lo largo de toda la vida como principio inspirador de todo el sistema educativo», como ha dicho hace poco la consejera de Educación.

En el último informe de la OCDE sobre educación, España aparece como el país del mundo industrializado en el que más se ha deteriorado la diferencia de salario que se le supone a quienes finalizan los estudios universitarios. Algo tendrá que ver en esto el bajo nivel de formación, la falacia contra la que luchaba Fernando de los Ríos y que la progresía socialista de estos días ha acabado adoptando como programa de gobierno.

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10 mayo 2007

Reclamos


Los americanos, que tienen la buena costumbre de aprovechar las elecciones para preguntarle a los ciudadanos por multitud de cuestiones, desde la investigación con células madre hasta la legalización de la marihuana que se cultive en el jardín de uno, votaron en las últimas elecciones en el Estado de California sobre el sorteo de un millón de dólares entre los ciudadanos que acudieran a las urnas. Lo tumbaron, finalmente, quizá porque incluso a los yankis aquello les pareció llevar demasiado lejos su mercantilismo innato. Que al final, nadie sabría a ciencia cierta si tal o cual candidato fue elegido por sus propuestas o, sencillamente, porque la gente rellenó su casilla con el mismo ritual con que se completa una serie de la Lotería Primitiva.

Sin consultas de por medio, las elecciones municipales en España han comenzado a convertirse en «una feria de muestras», como lo calificó ayer un dirigente socialista, en la que los candidatos intentan mitigar el hartazgo ciudadano con viajes al Caribe o muebles de caoba para el salón, se ignora si con pantera de cerámica y piel de vaca para acompañar. Lo más escandaloso, desde luego, es el sorteo del piso de protección oficial en un pueblo de Cádiz, porque vulnera la ley y le pone un llamativo cascabel al despropósito urbanístico de tantos ayuntamientos. No es una anécdota, no, es un símbolo perfecto para cerrar el mandato más corrupto de los ayuntamientos en España.

Y es símbolo, además, de la desconexión progresiva entre el interés del ciudadano y el interés político. Hoy comienza la campaña electoral para las elecciones municipales y no encontrarán los ciudadanos en las dos semanas de mítines ni una sola oferta para la regeneración de la política. Ni una sola propuesta para que la elección de los alcaldes se realice en una segunda votación y se sustraiga del mercadeo de votos del día después, origen permanente de escándalos de corrupción. Ni una sola propuesta para que los ayuntamientos se conviertan en la primera institución que implanta la elección de concejales por listas abiertas. Ni una propuesta para impedir que el gobierno de una ciudad dependa del voto de los concejales tránsfugas.

Hace un mes, en el último sondeo del CIS, la «clase política y los partidos políticos» se situaron, por primera vez, entre los cinco problemas que más preocupan a los ciudadanos, por delante de la inseguridad ciudadana o de los problemas económicos. La misma encuesta incluía la consecuencia inmediata: Sólo al ocho por ciento de la población le interesa las cuestiones del debate político.


La política, que tiene en sus genes el ejemplo público, acaba convertida en problema. Cuando eso ocurre, y a la clase política sólo se le ocurren reclamos, el deterioro se agrava. Hoy comienza la campaña de las municipales. Que todos se acuerden del fantasma del Estatuto andaluz, porque en aquella campaña el ochenta por ciento miró para otro lado.

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09 mayo 2007

Corruptos

Le han preguntado a los constructores españoles si creen que su propio sector es corrupto, y tres de cada cuatro han asentido con golpes sucesivos de cabeza. Sin tapujos, así de sinceros, casi el setenta y cuatro por ciento asume que su negocio, el inmobiliario, es uno de los más corruptos de la economía española. Para redondearlo, los autores de la original encuesta, el Instituto de Empresa y la consultora Gavin Anderson & Company, han trasladado la misma pregunta a otros sectores profesionales y, cuando han llegado a los abogados, las dudas se han disipado del todo: El cien por cien ha respondido que el sector inmobiliario es uno de los más corruptos de España.

No sabemos si será casual que esta encuesta se haya realizado en tiempo de campañas electorales, pero está bien la coincidencia porque debe ser ésta la época en la que los partidos políticos pasan la gorra con más intensidad por las empresas amigas. Óbolos de obligado cumplimiento para financiar campañas electorales y despliegues publicitarios que jamás sabremos cuánto han costado ni cómo se han financiado. Se conocerán las cifras oficiales con las que se disimula el cumplimiento de la ley, pero todo el mundo en política da por hecho que nadie dice la verdad. Que ésta es una de las mentiras comunes de la política. La opacidad está asumida, digerida, asimilada. ¿Es una forma de corrupción que haya empresas financiando las campañas electorales de los alcaldes de distintas ciudades? Si la pregunta se hiciera entre la clase política, es probable que la mayoría lo negase con contundencia. Pero todos los demás contestarían como los constructores.

Este disfraz de legalidad es el mismo que se utiliza para burlar las exigencias de publicidad institucional antes de unas elecciones o para vulnerar las exigencias legales sobre los límites existentes para la solicitud del voto a los electores. Lo más irritante de esta hipocresía rampante es que la misma clase política que aprueba normas estrictas para ofrecer una imagen de transparencia y de control es la que, con posterioridad, considera normal que se esquiven.

Lo ha dicho ayer en Jerez el ‘killer’ del PSOE, José Blanco, cuando le han preguntado por los continuos incumplimientos de las normas electorales: «No nos la podemos coger con papel de fumar». Antes que este descaro, este choteo, sería preferible que se anularan todas las cortapisas que se ponen para la publicidad y que no hubiera límites para pedir el voto, todo el año es campaña electoral. O que el cumplimiento de las leyes fuese igual de alegre para todos.

En fin, que por lo menos los constructores son sinceros cuando le preguntan por todo esto. Menos mal. Como aquel constructor al que, como he contado alguna vez, le pregunté de sopetón: «¿Y usted ha pagado alguna vez una comisión para hacer una obra?» Y sin alterar ni un músculo de la cara, contestó: «Ni las he pagado ni las volveré a pagar».

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Destete


Como la derecha española vive en los últimos años de las alegrías ajenas, de los triunfos de otros, la victoria de Sarkozy ha sido rápidamente interpretada por Mariano Rajoy como una premonición sobre su futuro político. «La cadena se completará conmigo», ha venido a decir el otro día en Sevilla. Se imagina Rajoy que, dentro de unos meses, podrá formar un trío con Angela Merkel y Sarkozy.

La verdad, de todas formas, es que, etiquetas a parte, en Europa no se puede hablar de homogeneidad ni en la izquierda ni en la derecha, porque mientras que se difuminan las fronteras ideológicas lo que pervive son las fronteras nacionales, tanto que se superponen a menudo a los problemas globales, comunes. Quiere decirse que la relación entre los líderes europeos atiende, antes que a los retos globales o, incluso, a las afinidades ideológicas, a los respectivos intereses nacionales. Nos podemos fijar, por ejemplo, en las alianzas surgidas en la Guerra de Irak, cuando Blair figuraba, a decir de la izquierda española, en el lado de la derecha reaccionaria, mientras que a Jacques Chirac lo colocaban en el lado progresista del conflicto. El disparate no podía ser más redondo.
El mismo Sarkozy ha manifestado en varias ocasiones que el líder europeo a quien más admira es a Tony Blair. Y si lo llaman «Nicolás el traidor» es por su decidida obsesión de centrar el partido de la derecha francesa, la UMP, y alejarlo de las faldas protectoras de Chirac, su antiguo mentor. Matar al padre y emprender el viaje al centro. De alguna forma, esto es lo que hizo en su día José María Aznar con Manuel Fraga y será lo que tenga que hacer también Mariano Rajoy si quiere consolidarse como líder. Romper con la sombra de Aznar y centrar de nuevo el Partido Popular.
Sin embargo, las tensiones permanentes en el PP son las contrarias, las de un sector más radical que reivindica continuamente la figura de Aznar como referencia y sus políticas radicales de los últimos tiempos; liberalismo llevado al extremo de los neoconservadores estadounidenses. En el PP sostienen que Rajoy comenzó el camino del destete el día que, en contra del sector más radical del PP, decidió apoyar el Estatuto andaluz. Apostó por la línea más centrada que le marcaban Arenas o Piqué, en contra de la que defendían Zaplana y otros.

Es verdad que, en política, el destete definitivo sólo llega con las urnas, que es la victoria electoral la que consolida a un líder en su ruptura con el pasado, pero lo uno lleva a lo otro. A Rajoy, como a Javier Arenas, les vale Sarkozy como consuelo, pero sobre todo como referencia. Por su ruptura con Chirac, por la valentía de sus propuestas y por su apuesta por el centro.

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08 mayo 2007

Show


Que dice el delegado del Gobierno de Andalucía, Juan José López Garzón, que la huelga de hambre del ex alcalde de Marbella Julián Muñoz es «irrelevante». Y ha añadido: «Entra dentro del show» de los imputados del ‘caso Malaya’. Cuando Julián Muñoz coja los periódicos esta mañana, la traducción simultánea de las palabras del delegado no le dejará demasiados resquicios para la duda; el Gobierno le ha dicho, ‘ahí te pudras’.
Llevamos un tiempo en España en el que cualquier ciudadano que aspire a algo más que a dejarse llevar por las oleadas de la conveniencia política, cualquiera que no se conforme con flotar en ese mar convulso como una cáscara de nuez, está obligado a echar mano de los principios más elementales de una democracia. Cosas de manual, o sea. Julián Muñoz, con dos o tres condenas firmes y una lista de procesos penales pendientes, tiene los mismos derechos que los demás presos en España, entre ellos a formular peticiones y quejas y a que la administración vele por su vida, por su salud y por su integridad. Si el preso decide, como ha ocurrido, iniciar una huelga de hambre, la reacción de un gobernante no puede ser nunca la de ese delegado del Gobierno, despreocupado y fardón.
Entre otras cosas porque existe un inmediato precedente en España con De Juana Chaos, en el que el Gobierno ha justificado toda su actuación en «razones humanitarias». Incluso si nos creemos que el Gobierno no ha cedido ante ETA, incluso si aceptamos que es verdad que sólo se pensaba en la salud del etarra, ¿por qué no ocurre lo mismo ahora con Julián Muñoz? ¿Es que ese cabrón, como diría Ibarra, no tiene derecho a un trato humanitario? No puede ser así, claro, porque entonces todo quisqui llegaría a la conclusión de que en España es mejor ser un cabrón como De Juana Chaos, que un simple preso común o un preso famoso. Si no eres un cabrón, eres un pringao.

No se trata de establecer esa alambicada teoría de que el Gobierno utiliza el ‘caso Malaya’ para ocultar los escándalos en otras partes de España. No, de eso ya hablamos aquí, y no parece que un proceso penal como éste se pueda ordenar a toque de tambor y trompeta, según le interese al Gobierno. La cuestión ahora es distinta y, al comparar a De Juana Chaos con Julián Muñoz, lo único que se pretende es recordar el principio constitucional de que aquí todo el mundo es igual ante la ley. Y Julián Muñoz tiene derecho a que el Gobierno lo trate, como mínimo, como al cabrón etarra.

Las declaraciones del delegado del Gobierno sobre Julián Muñoz son desahogadas, chulas e impropias. Por muchos motivos pero, sobre todos ellos, por algo más elemental: Si ese tipo mantiene la huelga de hambre, espoleado por el desprecio, y acaba espichándola en la cárcel, espero que nadie le recuerde a López Garzón sus bravatas. Como el clásico, esos cojones, en Despeñaperros.

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07 mayo 2007

Avatares


El líder de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, ha sido el primer político español en adentrarse en el mundo virtual de Second Life, un nuevo invento americano que despliega en internet un planeta imaginario en el que millones de jugadores de todo el mundo pasan las horas desarrollando sus vidas paralelas. A primera vista, lo curioso es que en ese mundo imaginario todo es muy parecido a la vida real, entre otras cosas porque el personal se maneja con dólares virtuales, con lo que se somete a la lógica del dinero y del enriquecimiento. Lo mismo que a diario, pero en internet. ¿Se lo explican? Igual es que, con los años, alguien descubrirá que en los albores del siglo XXI el ser humano cambió su antigua aspiración de la inmortalidad por la ensoñación del mundo virtual.

Verse uno a sí mismo, jugando a la vida diaria, pero con el porte de un personaje virtual, modelado a conciencia por cada cual. Rubios o morenos, delgados y altos, atléticos y guapos. Sí, sí, va a ser eso, que el hombre ha encontrado en la red su sueño de inmortalidad. Por eso, cada personaje del Second Life se llama “avatar”, que es una palabra que viene del sánscrito y mantiene entre sus acepciones la de “encarnación terrestre de alguna deidad”. Los dioses somos nosotros y nos ‘encarnamos’ en internet, la nueva realidad. En fin.

La cuestión es que el hecho de que Gaspar Llamazares se haya decidido a introducir su personaje en internet es muy significativo. En ese mundo imaginario, Llamazares introduce a personaje político, su “avatar”, que es más joven, la barbita recortada y un look desenfadado. Camina por internet el Llamazares virtual con un eslogan político que pretende ser su gancho: “Tengo una respuesta para ti”. No será necesario meterse en el programa, ni visitar las ciudades virtuales de Second Life, para imaginar al personaje virtual de Llamazares recorriendo las calles en plan predicador.

A fin de cuentas, ese mundo imaginario de Second Life parece diseñado a medida para algunos de Izquierda Unida. Fíjense en lo ocurrido ayer, por ejemplo, en la nueva marcha a la Base de Rota, la vigésimo segunda. Llama la atención el lema elegido para la marcha de este año: “Ni un soldado más en ninguna guerra más”. Mundo maravilloso. Ideología de parvulario. Qué pena que, mientras los fieles marchaban a Rota, un nuevo coche bomba asesinaba a 35 iraquíes en Bagdad y en Samarra, dos atentados suicidas mataron a 12 policías. “Ni un soldado más, ni una guerra más”. Como si una cosa condujera a la otra. ‘Si no hay soldados, no hay ejércitos; si no hay ejércitos, no hay guerras; si no hay guerras, sólo habrá paz en el mundo’. Ni en Second Life se llegará a tanto.

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04 mayo 2007

La Pera


Llamaron a su puerta por la noche y no era el telepizza. Igual que no existen horarios para la comisión de los delitos, tampoco la Policía tiene un horario establecido para detener a los delincuentes, pero la norma no escrita que funciona en un Estado de Derecho es que, salvo en los casos evidentes de comandos terroristas o delitos sorprendidos in fraganti, las detenciones se realicen de la forma menos aparatosa, menos gravosa, menos escandalosa. No ha sido éste el caso de Isabel Pantoja. Y esa circunstancia anómala es la principal rareza de su detención, que en un Estado de Derecho cuando suena la puerta de noche tiene que ser el telepizza, y si llaman al amanecer, es el lechero, como decía Churchill.

Todas las especulaciones de ayer surgen de la extrañeza que produce que la Policía, que llevaba dos meses amagando con la detención de la cantante, eligiera ese momento. Que la hiciera pasar una noche en el calabozo y que, tras prestar declaración, quedara en libertad bajo fianza. ¿Era necesario todo ese montaje, era necesario una noche en el calabozo? Sinceramente, no lo parece.
Y como no es la primera vez que ocurre –a Maite Zaldívar la detuvieron, con un enorme despliegue de sirenas, después de que, muchas horas antes, alguien hubiera avisado a la prensa del corazón-, habrá que seguir pensando en el innecesario afán exhibicionista de los policías del caso o de quienes los dirigen. Y que no digan que lo que se busca con esas detenciones es dar ejemplo ante la sociedad, porque la ejemplaridad tiene que llegar con las sentencias, tras un juicio, no cuando impera la presunción de inocencia.

Más difícil, sin embargo, es pensar que todas las detenciones del ‘caso Malaya’ estén dictadas por el interés político del Gobierno. Por varias razones. Por ejemplo que, como el debate político español bascula del problema catalán al conflicto vasco, es imposible que las detenciones –la de la Pantoja es la número 98- no coincidan siempre con algún estropicio impulsado por Zapatero o por sus socios. De todas formas, es curioso que cuando Rajoy visitó Marbella, la Policía detuviera ese mismo día a un alcalde del PP y, cuando va Zapatero, detienen a la Pantoja después de su mitin. Curioso, sí.

En fin, que el juez Torres se incorpora en julio a su plaza en Granada y lo razonable es que, en poco tiempo, cierre ya la instrucción del caso Malaya para que el caso no se despeñe fatalmente por una pendiente folletinesca. Que dicen que la Pantoja ayer, cuando salió de declarar, se tomó dos tilas y se fue en su audi de color azul a la urbanización en la que vive, ‘La Pera’. Si yo fuera el juez Torres, me tomaría ese trayecto, del Juzgado a La Pera, como una señal del destino.

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02 mayo 2007

Marea Roja


La ‘Marea Roja’ no está en las manifestaciones de ayer del Primero de Mayo, entre las pancartas alineadas de los sindicatos mayoritarios de lemas insulsos, oficiales y ripiosos. «Igualdad y empleo de calidad». Lemas de estereotipo, hechos para salir del paso y quedar bien con todo el mundo. La ‘Marea Roja’ no está tampoco en Fidel Castro, ni en su chandal azul y grana, ni en los discursos de Hugo Chávez, con su camisa roja apretada a la barriga y la gorra calada en su cabezón de dictador venezolano. La ‘Marea Roja’ no está en la cantinela pesada de los neosociatas, agitando, tantos años después, los fantasmas harapientos del franquismo, que si no ladra el doberman de la extrema derecha no hay discurso.

Que nadie busque ahí la ‘Marea Roja’, que nadie pretenda encontrar ahí a la izquierda porque no son banderas las que ondean, sino señuelos. La ‘Marea Roja’ de estos días, la solidaridad y el olvidado internacionalismo de la izquierda, está en las calles de Estambul, en el grito de quienes luchan por el derecho a vivir en un Estado secular, laico. «Ni sharía ni golpe de Estado», gritan.

La ‘Marea Roja’ no está en quienes invocan alianzas de civilizaciones para aceptar tácitamente, calladamente, que las mujeres de los Estados islamistas estén obligadas a caminar varios metros detrás de sus maridos, cubiertas con el burka. Analfabetas, sometidas, humilladas. Siervas de sus padres, mercancía que nada objeta.

En Turquía está la Marea Roja porque es allí donde ha comenzado a librarse una batalla crucial sobre la principal amenaza que existe contra las grandes conquistas del progreso a lo largo de la Historia. Cuando las mujeres turcas salen a la calle, con las banderas rojas de su país, temerosas de que del nombramiento de un presidente islámico sea el primer paso para un Estado islámico, toda la izquierda europea debería apoyarlas porque no es sólo su futuro el que está en juego, sino el de toda Europa.

Allí está la ‘Marea Roja’ y es allí donde no está la izquierda europea. No se trata de debatir ahora si Turquía, por historia, por tradición o por cultura, pertenece a Europa. Tenemos que contemplar Turquía como frontera del futuro, y si Turquía, como país islámico, en vez de caer a este lado de la civilización, cae del lado del fundamentalismo, lo que se socava es nuestra propia libertad.

La batalla por la prosperidad de Europa se libra en las calles de Turquía. Allí está la ‘Marea Roja’, no en los inventos como el de esa Junta Islamista que ya anuncia un ‘Congreso para la recuperación de la Memoria Histórica Andalusí’. También el cordobés Mansur Escudero ha encontrado un filón en las luchas de hace cinco siglos. Ahora se trata de buscar a los descendientes de los moriscos expulsados por los Reyes Católicos para reivindicar sus derechos. Que proliferen los congresos de fin de semana en hoteles de lujo de Chauen o Granada. Librarán las batallas de entonces. Y ni una palabra de Turquía.

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01 mayo 2007

Monigote


Para hacerse distinto a los demás, el candidato de Izquierda Unida en Dos Hermanas ha decidido acometer cambios radicales en su candidatura: en vez de poner su foto en los carteles, ha puesto una caricatura de sí mismo, un monigote. Sostiene el candidato que con estos cambios pretende dar respuesta a la petición generalizada de «acabar con el divorcio que existe entre la clase política y la ciudadanía». «Se trata de transmitir el mensaje de que somos capaces de aportar imaginación a la política», dicen, abrumados por la constatación de que Dos Hermanas, como tantos municipios andaluces, lleva casi tres décadas gobernado por el PSOE en mayoría absoluta, sin posibilidades de cambio a la vista y con una abstención creciente que ya se sitúa en el cincuenta por ciento.
Pasemos por alto el mensaje inconsciente que se desliza cuando, para atraer el voto juvenil, se recurre a una caricatura, a un dibujito animado. Y que lo haga la izquierda, además. Pasemos eso y, más allá del subconsciente, detengámonos en la evidencia de que la política ha reducido ya tanto sus fronteras ideológicas que la confrontación se reduce a una guerra de mercados. Si observan las vallas de la carretera, es casi imposible distinguir entre el mensaje de un partido político que promete una ciudad de sueños, un promotor inmobiliario que se anuncia como el constructor de los sueños, una agencia que ofrece viajes de ensueño y empresa de colchones que se presenta como el reino de los sueños.

Todo esto lo explicó bien hace poco un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Lille, Frédéric Sawicki, cuando le preguntaron por Ségolène Royal como candidata. Y él sostenía que, dado que no existen diferencias políticas e ideológicas sustanciales y que el descrédito de la clase política afecta a todos por igual, el valor fundamental de los candidatos es la suerte. «Si los candidatos son intercambiables, permeables, lo mejor es inclinarse por el que tiene más suerte», decía.

En esas estamos, por tanto. Candidatos que, por su similitud, serían intercambiables, por supuesto dentro de un mismo partido, pero también con los partidos rivales. En eso, la idea del monigote conecta perfectamente con los nuevos tiempos. Aunque ya puestos, la izquierda española también podría aprender que el éxito de Royal no se produce sólo por su imagen. Además ha hecho suyos los valores que, torpe y peligrosamente, la izquierda española ha decidido convertir en señas de identidad de la derecha, como la disciplina, el orden, la autoridad o el patriotismo. Que Ségolène ha llegado a incluir entre sus propuestas el internamiento militar para menores de bandas violentas, o sea. Aquí, ya ven, además de la caricatura, los de Izquierda Unida han comenzado a recoger firmas para que se legalice el porro. Y peor que el monigote es esa caricatura.

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