El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

23 diciembre 2008

Luna de Navidad



Mira la luna.
Ahí arriba.
Por encima de las luces de Navidad.
Por encima del bullicio.
Mira la luna.
Ahí arriba.
Por encima de tus deseos.
Por encima de la vida.
Mira la luna.
Y siente. Porque la puedes alcanzar.

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Palabra y fuego



En el principio fue la palabra. Fueron a conocerla los hombres con antorchas y pinturas de guerra. Unos días antes, con danzas y gritos estremecedores en torno al fuego, el jefe de la tribu les hizo ver que la palabra era un enviado del diablo. Frente al dios del fuego, el demonio de la palabra. Por eso, les ordenó destruirla. Por sus mujeres, por sus hijos. Un amanecer de niebla, los guerreros bajaron sigilosos hasta el valle donde habían oído a la palabra. Mataron a todos los animales que encontraron a su paso, quemaron los árboles y arrasaron los campos. Nada ni nadie opuso resistencia. Pero pasaron los días y, otra vez, volvieron a escuchar la voz. Al cabo de los años, la tribu se extinguió en un cerco de tierra quemada. Intentando destruir la palabra, aniquilaron su futuro. De aquella tribu, sólo queda su historia hecha leyenda, generación a generación, por las tribus que vinieron después. La leyenda, escrita en las paredes ocres de una cueva, que no supieron leer cada vez que, sin saberlo, salían a luchar contra ellos mismos. “Eres hombre, eres palabra. Si dominas la palabra, nadie podrá vencerte”.

(Publicado en el libro 'Elogio de la Palabra' del Instituto Albero)

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El general en su trinchera



Este oficio de matronas de papel, este sudor de envidias y codazos, esta pasión de mosca cojonera, este elixir de estrellas fugaces, esta isla de fuego cruzado, este orfanato de vidas ajenas, este destino de cenicienta que, con las campanadas, apestará a pescado, esta metadona de palabras diarias, este curre grande, sublime, que sobreentiende el olvido y la rivalidad, este ejército encantado del fango de la trinchera, esta guerra de guerrillas en la que el corporativismo no aparece ni para el formalismo de las esquelas. Esta profesión, en fin, en la que no suele haber generales admirados, en la que lo raro es que alguien concite la unanimidad en el gremio; en esta realidad del periodismo, lo extraordinario es que nos llamen y acudamos sin pensarlo a elogiar a un tipo de otra bandera. Dicen Manuel Alcántara y acudimos sin pensarlo. Por eso hay que detenerse en la puerta: Miradlo ahí, que todos reconozcan al general en su trinchera.

Y que perdone Alcántara tanta trinchera y tanto ejército que para nada debe ser hombre de guerras ni pólvoras, ni propias ni ajenas. Que Alcántara siempre es más fácil imaginarlo lejos de los cuarteles y cerca de las tabernas y las tertulias; con una ginebra en la mano, una mujer a la vista y una conversación inolvidable con los amigos, ascendiendo en el café de la tarde como las volutas del humo de tabaco. Porque si Alcántara es grande es porque ha alcanzado el cénit de ponerse a hablar o a escribir y, aunque no se lo proponga, de su boca siempre sale alguna lección.

Por ejemplo, cuando le han preguntado sobre el periodismo de columna, la literatura del artículo; que existe y Alcántara es uno de los últimos y más brillantes ejemplos en España aunque Unamuno dejara dicho que “el periodismo mata la literatura”. A Alcántara, le piden las claves de un buen artículo y destaca dos: la libertad y la distancia corta. La primera, no necesita explicación; precisa de buenos editores y de cojones para desempeñarla, como solía decir otro grande, Indro Montanelli. Pero la distancia corta es importante destacarla, porque hay escritores como Alcántara que nunca escribirán una novela, que se sienten cómodos en la distancia corta de un poema, de un artículo de prensa. Y dice: “Creo en la distancia corta. Decía Pío Baroja que no le gustaba ir a ningún sitio del que no pudiera volver andando. Pues eso.”

A veces, es verdad, las palabras dicen más cuando escasean en la boca. Acaso porque los principios y los valores no precisan de muchas explicaciones. Piensen en el valor de un texto corto, de una columna, en un mundo saturado de imágenes y de palabras. Fíjense, acaso, en la claridad con la que Alcántara habla de la crispación de la vida política española. España parece envenenada de cainismo y enfrentamiento y, en vez de aprender de la historia, parece empeñada en repetirla. Se encienden los debate con excusas del pasado y, entre tanto alboroto, lo que nadie escucha es el silencio de quienes vivieron la guerra y la posguerra y, como Azaña, sólo aspiran a que se aprenda la lección. “Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otros generaciones, que se acuerden, si alguna vez les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección”. Igual que en estas palabras de Azaña, Alcántara, que vivió el espanto de la guerra con sus ojos de plato de niño malagueño ("Lo mejor del recuerdo es el olvido.../ Málaga naufragaba y emergía.../Manuel, junto a la mar, desentendido;/ yo era un niño jugando a la alegría") no se cansa de repetir ahora que hay que desterrar el odio de la vida española, el guerracivilismo; que no quiere ni pensar en que tenga que revivir aquellos años. Y añade, genial: “Es que no quisiera que mi vida fuera capicúa”.

En fin, que Alcántara, mosqueado con los homenajes, resignado con las fundaciones y orgulloso con los amigos, estará ya hasta las pestañas de que le pregunten siempre lo mismo, que si piensa retirarse, que si está cansado, que si piensa escribir hasta el final. Ya hace años que advirtió que no lo retira del oficio “ni un infarto cerebral, pero ni siquiera que me corten las dos piernas”. Y con guasa, añadió: “Esto de las piernas lo digo para demostrar que no escribo con los pies”. Por eso, decía antes que en este congreso de homenaje a Manuel Alcántara, es conveniente detenerse en la puerta: ‘Miradlo ahí, que todos reconozcan al general en su trinchera’.

(Artículo publicado en EL MUNDO de Málaga, con motivo de unas jornadas celebradas por la Fundación Manuel Alcántara)

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Zapatazos



Las dos reacciones eran previsibles. Que en varios países árabes hayan convertido en héroe al tipo que le ha tirado el zapato a Bush y que en varios países occidentales se le convierta en un ídolo de la lucha contra el imperio y la explotación. Como he oído en la radio, «total, uno tira zapatos y el otro tira bombas…». Ya ven que la frase es completa, lo tiene todo: estupidez, demagogia y simpleza.

Bush, o sea, ha sido, sin dudarlo, un pésimo presidente para los Estados Unidos. No hay peor herencia que la de este hombre: crisis financiera en todo el mundo, crisis económica en su propio país, guerras empantanadas en Oriente Próximo y división diplomática de los países aliados. El presidente Bush ha supuesto para los Estados Unidos un lastre de desprestigio que será difícil de borrar y cuyas consecuencias se arrastrarán durante mucho tiempo, porque sólo faltaba que en estos días revueltos en los que la civilización se enfrenta al fenómeno nuevo del terrorismo islamista, el primero no localizado territorialmente, sólo faltaba que, justo ahora, los Estados Unidos se dotaran de un presidente horrible. Y ahí estaba Bush para ratificar el principio de Murphy en la evolución de la humanidad.

Pero, con ser Bush todo lo anterior, Bush ya es historia, y el mismo país que eligió a un presidente horrible ha sido capaz ahora de preferir a un presidente que levanta esperanzas en todo el mundo.

Lo que no entienden los memos de antes, los que aplauden al del zapatazo, es la sutil diferencia que existe entre el hecho de que los iraquíes le hayan podido tirar un zapato a Bush en una rueda de prensa mientras que a Sadam Hussein sólo le tiraron babuchas a la estatuta derrumbada, cuando los Estados Unidos ganaron la guerra. Si nuestro ‘héroe’ le hubiera tirado un zapato a Sadam Hussein, estaría ya en una fosa común, junto a toda su familia. Aun así, el zapatazo a Bush lo han coreado como «una victoria de los Derechos Humanos». Hay que pasmarse.

Todo esto lo ha resumido bien Antonio Elorza. Él lo llama «ceguera voluntaria». Por ejemplo, lo sucedido tras los atentados terroristas de la India. Hace unos días, Elorza se asombraba de que en España se haya intentado justificar la masacre terrorista con la excusa de que los musulmanes están discriminados en la India. «Puede ser que estén discriminados –sostiene Elorza– pero también habría que recordar que en el vecino musulmán [Pakistán] no hay posible discriminación, pues no quedan hindúes». Frente a estos episodios de ceguera voluntaria, Olorza destaca la visión de Obama, que aquí, curiosamente, se pasa por alto. Obama habla de «extremismo terrorista», «ideologías deformadas» y llama a «todas las naciones del mundo a erradicar y destruir las redes terroristas». Con ese discurso, a ver cuánto tiempo tarda Obama en sustituir a Bush en las caretas de todas las manifestaciones.

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22 diciembre 2008

Paradojas



Al final, el estudio de las paradojas que hizo Bertrand Russell a lo que le condujo fue a la importancia de descubrir contradicciones en la base de principios y de teorías que se creían intachables, sólidos. Con la duda como norma, que es lo que nos enseñaron los filósofos griegos, se pueden desmoronar algunas verdades mientras que otras, por el contrario, se refuerzan con nuevos argumentos al someterlas a contradicción.

Ese mecanismo de contradicciones internas, llevaba a Russell a plantear paradojas enrevesadas y otras divertidas como aquella del desolado barbero de un emirato árabe. Vivía el hombre feliz hasta que el emir, un buen día, ordenó que nadie que pudiera afeitarse por sí solo acudiera al único barbero de la ciudad. Podemos presumir, incluso, que el emir era amigo del barbero y que, al dictar su orden, no quería otra cosa que ayudarlo y descargarlo de trabajo. Pero nada de eso ocurrió. Cuando el emir se acercó un día hasta la barbería, se encontró a su amigo hundido, destrozado; con la apariencia de un mendigo, los pelos revueltos y la barba larga. “¿Pero qué te ocurre”, le preguntaría el emir, intrigado.

- “En mi pueblo soy el único barbero. Si me afeito, quiere decir que puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto no debería de afeitarme el barbero de mi pueblo ¡que soy yo! Pero si por el contrario, no me afeito, entonces algún barbero me debe afeitar ¡pero yo soy el único barbero de aquí!”

Ésa es la paradoja russelliana, que en algunos casos puede ser muy útil para demostrar, con cierto humor, lo absurdo o contradictorio de algunas teorías y de algunas afirmaciones. Por ejemplo, ese método es muy útil para demostrar que el planteamiento de financiación autonómica que defiende el Gobierno de Zapatero desde hace cinco años sólo puede esconder un engaño. Lo que se defiende como un sudoku no es tal, porque el sudoku tiene solución. Y en el caso de la financiación autonómica, alguien va a salir perdiendo porque se ha renunciado desde el principio a un sistema equitativo, guiado por la solidaridad y la igualdad. Empezando por los derechos forales de vascos y navarros, que distorsionan cualquier debate serio, y Que, al cabo de treinta años de democracia, habría que abolir para empezar de nuevo. En vez de eso, con las reformas estatutarias, el PSOE ha metido al Estado en un laberinto imposible, con promesas de financiación en Cataluña y Andalucía que, para cumplirlas, debe perjudica a las demás autonomías.

Lo cual, que cuando el virrey Montilla llegue a la Moncloa, se puede encontrar a Zapatero sentado a la mesa, como el barbero de Russell.

- Mira, Josep, ésta es la tarta, si te doy el trozo más grande, la ración de los demás tendrá que ser más pequeña, con lo cual se sentirán engañados. Pero yo prometí que para Cataluña y para Andalucía serían los trozos más grandes de pastel, con lo que si repartimos los trozos que a cada cual le corresponde, los catalanes y los andaluces se sentirán engañados.

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16 diciembre 2008

San Quirico



San Quirico, la ciudad creada por el profesor Leopoldo Abadía para explicar el origen de la crisis financiera, se ha hecho tan famosa en pocos meses que ya la contemplo como el primer pueblo virtual de la globalización. San Quirico es, ya saben, la ciudad de cualquier parte del mundo, la suya o la mía, con una caja de ahorros o una oficina bancaria en la que, al entrar, saludamos amistosamente a la cajera y al director, conocidos de toda la vida. La normalidad de siempre se rompe una mañana cuando, todos a la vez, los empleados y los clientes, descubren que los ingresos de esa apacible sucursal, tus ahorros, mis ahorros, se han evaporado. Se han perdido en un agujero negro, los paquetes financieros de hipotecas basura de Estados Unidos adquiridos por la central de tu apacible oficina en el mercado de los negocios interbancarios.

Pero, además de la sencillez y el toque de humor con el que lo cuenta Abadía, San Quirico se ha difundido con tanta rapidez por todo el mundo porque, en el fondo, es un consuelo pensar que el desastre no es culpa nuestra. Desde un punto de vista sociológico, este debe ser un sentimiento bastante extendido. Especialmente en países como el nuestro, tan dado al agravio y tan predispuesto a la causa antiamericana. O sea que el presidente Zapatero, del que dicen que su principal virtud es que sabe ponerle oído a la calle y fabricar recetas políticas que la complazcan, lo ha tenido fácil: todo lo que nos pasa es culpa de EEUU.

Lo malo es que, por mucho que se empeñe el Gobierno, por mucho que nos consolemos con la culpa ajena, no es verdad que la crisis española se deba exclusivamente a la crisis financiera internacional. Si San Quirico es un pueblo andaluz, por ejemplo, es probable que las oficinas de las cajas y de los bancos se hayan visto afectadas por la hipotecas basura de los Estados Unidos, pero lo que sobre todo les preocupa es que en el pueblo hay varias promociones de viviendas con hipotecas en el aire; que la plaza principal se llena a diario de jóvenes treintañeros que trabajaban en la construcción; que en el polígono industrial han comenzado a despedir a trabajadores porque muchas de las empresas (carpinterías, ferrallerías, polveros, aislamientos de poliuretano…) ya no tienen la demanda de hace un año; que en los comercios han adelantado las rebajas y ni aún así logran vender como otras navidades...

Aquí, en San Quirico, su pueblo y el mío, una crisis financiera de Estados Unidos nos acaba afectando, claro, pero lo que nos está hundiendo es lo que ha ocurrido con la construcción y la imposibilidad de reemplazar la pujanza de ese sector con cualquier otro. Lo demás, lo de cargar con la culpa a otro, es un consuelo que sirve de engañabobos a políticos mediocres para tapar la quiebra del modelo económico español. Hasta en eso, en la engañifa, en Argentina lo dicen mejor. Atiendan a la frase de Cristina Fernández de Kirchner para explicar la crisis de Argentina: «De repente apareció el mundo y nos complicó la vida». Memorable.

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15 diciembre 2008

La visita



Llegaron los expertos de la City y los concejales se pusieron en fila para el acontecimiento, aguardaban con los ojos redondos de expectación, como los niños de Macondo cuando corrían a recibir a los gitanos y sus carromatos llenos de pócimas mágicas, metales deslumbrantes y sofisticados artefactos con los que se podía mirar la luna y pasear por ella, palmo a palmo, porque era igual que caminar mirando al suelo. “En el mundo están ocurriendo cosas increíbles”, le decía José Arcadio Buendía a Úrsula. “Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clases de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros”.

Pero antes que los ojos redondos de los concejales, lo primero que le sorprendió a los expertos de la City fue la extraña calma que se respiraba en el aeropuerto de Sevilla; nada que ver con la agitación comercial de las ciudades de Estados Unidos en las que habían predicado durante meses el mensaje de cambio del candidato negro. “Yes, we can”. Luego comprendieron que la calma del aeropuerto era la calma de la ciudad. Y pensaron que les habían llamado para curar a Sevilla del letargo, que es la peor enfermedad de la que puede contagiarse una ciudad. Antes de llegar al Ayuntamiento, los expertos preguntaron a unos jubilados que tomaban en sol en la Plaza de América: “¿Industrias en Sevilla? Bueno, aquí está la Junta de Andalucía, ¿se refiere usted a eso, no? Ahí es donde hay más gente trabajando. Y luego, los bares. Muchos bares…”

Los concejales los aguardaban en fila, impacientes por el momento crucial, la foto estrechándoles la mano que muy pronto estaría en el lugar más visible de sus despachos. El alcalde, además, les había dicho que no pensaran en las críticas que arreciaban por los 60.000 euros gastados. “Somos los únicos de Europa a los que se nos ha ocurrido la idea de traer a los asesores de Obama, y ésa es la envidia que nos tienen”. La lógica, además, estaba de su parte. Porque también en su partido se lo dicen. El Gobierno andaluz ha gastado en Sevilla más dinero que en ninguna otra ciudad y el alcalde Monteseirín es incapaz de rentabilizar nada, sigue perdiendo votos y cada vez tiene peor imagen en la ciudad. De esa inexplicable contradicción nació la idea de traer a Sevilla a los expertos de Obama.

Llegaron, los recibieron como a los gitanos en Macondo y, cuando se fueron, el concejal más aventajado ofreció sus conclusiones en una rueda de prensa. Dice así: «Tenemos la estrategia política y el modelo de ciudad, pero los medios tradicionales no llegan a la totalidad de los ciudadanos y hay que implementar ese esfuerzo para llegar directamente a los ciudadanos en una comunicación bidireccional».

Implementar, implementar… Cáspitas, cómo no se nos había ocurrido antes. El problema de Sevilla es que hay que implementar una comunicación bidireccional. Era eso, claro. Como José Arcadio Buendía. “Seguimos viviendo como burros mientras ahí afuera implementan el esfuerzo en la comunicación bidireccional”.

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García



Lo de José María García tiene muchos nombres, desde luego, tantos como admiraciones y desprecios suscitan los tipos que pasan a la historia, pero lo más interesante de su vida es el fracaso. El fracaso en su batalla contra la atrofia informativa que existe en España, esa distorsión que García llamaba «el imperio del monopolio» con la misma tonalidad con la que grabó en el subconsciente colectivo de España el ‘ojo al dato’, o el ‘pablo, pablito, pablete’. Fíjense, por ejemplo, que sólo esta última frase, referida a un tipo como Pablo Porta, que venía del franquismo, que fue oficial del ejército, que fue dirigente del sindicato vertical y decía eso tan típico de «colaboraba con el régimen, pero nunca me metí en política», pues bien, que a Pablo Porta le endosara cada noche en la radio la retahíla burlona del ‘pablo, pablito, pablete’, eso bien podría servir para ilustrar la página de la historia en la que el periodismo español pasó del incienso del Nodo a la crítica severa de la prensa libre. Las reverencias al poder se quedan en aquellos documentales en blanco y negro, o sea.

Pero hablaba del fracaso de García como lo más interesante de su trayectoria, de ahí el interés de su conferencia de estos días en Las Charlas de EL MUNDO. A García, que cometió la osadía de abandonar el imperio, le cerraron Antena 3 Radio en plena pujanza y rivalidad con la Ser; la vendieron, la despedazaron y la enterraron. Fue un cierre a cuatro manos, las de Prisa y las del PSOE de González. ¿Un abuso? Sí, pero no es lo más escandaloso. Lo peor es que cuando, años después, los tribunales revocaron aquella barbaridad, cuando todo el mundo esperaba que el Gobierno de Aznar hiciera justicia, no ocurrió nada. Porque también el Partido Popular se plegó al ‘imperio del monopolio’. Ahí es cuando dan ganas de bajar los brazos.

Ese poder inmenso, que atraviesa gobiernos, convierte la competencia en una batalla desigual; y contra esa atrofia se estrellan las mejores intenciones. García, cuando tenía un micrófono, siempre lo supo: «Era el imperio del monopolio, la casa Prisa, contra el Ejército de Pancho Villa. EL MUNDO, la Cope, Antena 3, ABC... Cada uno iban a su bola, estábamos muy solos. Estábamos luchando contra un imperio con armamento sofisticado y nosotros, con un tirachinas».

Este planteamiento, que no ofrece dudas, sólo tiene un problema, que hay quien interpreta que la solución está en replicar los monopolios, uno para cada partido. Ése es un error tan grave como extendido, porque la prensa de partido nunca puede ser modelo en un régimen de libertades. Lo que hay que hacer con el monopolio es combatirlo, no imitarlo. Y lo que debemos exigirle a los gobiernos es que fomenten la libertad de prensa, no que se creen su propio grupo de comunicación. La libertad de prensa es lo contrario a la prensa maniatada por el poder político; eso son negocios que se retroalimentan, que se lubrican con el dinero público de las subvenciones y las noticias silenciada. El fracaso de García en su lucha contra el imperio es su mayor lección. Lo vemos, firme y tozudo, con sus aciertos y sus errores, sin venderse, y está claro. Ése de ahí es el camino, la persistencia.

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Pavlovianos



Como la política se atiene a la lógica de los instintos pavlovianos, de modo que cada imagen y cada mensaje busca una reacción de la sociedad, politólogos, publicistas y sociólogos de todo el mundo llevan semanas desentrañando el impacto del “yes we can” de Obama, considerada ya la campaña electoral que cierra una etapa y abre una nueva era, la de las campañas políticas de la globalización. En esas, tropiezo con un antiguo estratega del pentágono, Franklin "Chuck" Spin, que analiza lo sucedido como si estuviera en un cuartel general, con el mapa desplegado en la mesa de reuniones y los ejércitos marcados con banderitas de colores.

El tipo sostiene que la victoria de Obama se debe, sobre todo, a que ha logrado vencer en la guerra psicológica al haber utilizado la estrategia de "maternidad y desencaje", inventada por un coronel norteamericano. Dice así: “El objetivo básico de esta estrategia es construir apoyos a tu causa y atraer a ella a los indiferentes o no comprometidos por la vía de perfilar una posición "maternal" –es decir, una posición verdaderamente inobjetable, como la mítica "maternidad, tarta de manzana y estilo americano de vida"—, para luego invitar a tu enemigo a atacarla repetidamente de forma tal que él mismo se haga trizas en los niveles mental y, aún más decisivo, moral del conflicto”.

Añade Spin que la primera que cayó en las redes de esta estrategia fue Hillary Clinton y que luego le ocurrió exactamente igual a Mcain, que fue un héroe de guerra y que “en el juego estratégico de su duelo con el astuto Obama” perdió la partida. Insultaban a Obama cada vez con más dureza, de una forma más despiadada, y no se daban cuenta de que, con cada hachazo, eran ellos mismos los que se desangraban.

¿Y vale esta lógica para todos los casos? Pensemos, por ejemplo, en Andalucía, en el líder de la oposición, Javier Arenas. Siguiendo la lógica anterior podría decirse que va por el buen camino porque a diario le llueve un enorme bombardeo de insultos por parte del Gobierno y del PSOE andaluz. Es más, ahora que el Partido Popular ha culminado en las provincias el ciclo de congresos abierto tras las elecciones, vemos claramente que éste es, quizá, el momento en el que Arenas acumula un mayor poder interno en su partido. En todas las provincias andaluzas han ganado sus candidatos, de la misma forma que salió victorioso en el congreso nacional.

Si le preguntáramos al estratega del Pentágono, Arenas lo tiene todo para triunfar: de puertas para adentro, tiene a su partido en la mano y, de puertas para afuera, cuenta con la inestimable ayuda de quienes lo ponen a caldo a diario. ¿Qué falla, pues? De acuerdo a la ‘estrategia militar’ de Obama, para que un político logre convertir en apoyos los insultos del adversario, necesita antes que los ciudadanos se identifiquen con él, con su discurso. Si no es así, la lógica de los instintos pavlovianos no tiene efecto, no se produce. Y se oye el bombardeo de insultos como se escucha llover.

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11 diciembre 2008

Disturbios



Si ha ocurrido en Grecia, si ocurrió antes en París, por qué tenemos que pensar que pensar que nunca pasará aquí. ¿Por qué? Si en París los disturbios que pusieron en jaque al Gobierno se originaron en el las afueras de la gran ciudad, esa zona de nadie, barrios marginales de gentes marginales, obreros que aspiran a ser mileuristas, inmigrantes parados... ¿Por qué? Si en Grecia, el origen de los altercados vuelve a estar en el fracaso educativo, en el desastre universitario, en una juventud sin formación ni perspectivas; adolescentes que son carne de cañón de los soportales abandonados de los grandes edificios. Por qué no vamos a pensar que, uno de estos días, los incidentes de La Mojonera, como antes en El Ejido o en Roquetas, desembocarán en un enfrentamiento abierto con antidisturbios; trincheras de neumáticos incendiados y chatarra calcinada que se propaga veloz como si una llamarada de fuego comenzara a devorar el interminable horizonte de plástico blanco de los invernaderos; y luego a otros suburbios, otros barrios marginales, a otro bosque de chabolas de Andalucía, de España.

«La gente se ha unido para decir que estamos hartos», dijeron en Francia cuando los coches incendiaban las noches con el odio inmenso del desarraigo. Y en Grecia. Dicen: “El país ha avanzado a un paso superior al de la UE en los últimos años pero tiene importantes desafíos pendientes, entre ellos, un sistema universitario muy ineficiente y, desde luego, tasas de desempleo juvenil sin parangón en la Unión Europea”. Pero resulta que las tasas de desempleo inaceptables que han estallado en Grecia se refieren al 23 por ciento de la población juvenil, mientras que en Andalucía convivimos con un desempleo juvenil del 30 por ciento. Y resulta que el último informe de la Conferencia de Rectores lo que dice es que “los universitarios españoles suspenden cuatro de cada diez créditos de los que se matriculan, faltan a clase con frecuencia o no se evalúan, y el abandono de los estudios es, en algunas titulaciones, superior al 40 por ciento”.

La cadena que conduce a los disturbios siempre es la misma y siempre comienza con el fracaso escolar y abandono universitario. La formación profesional o universitaria no garantiza sueldos elevados, desde luego, pero sin esa formación no existe sociedad desarrollada que pueda resistir sin que la desplace la fuerza centrífuga de la globalización; sin cualificación no hay posibilidades de luchar contra la deslocalización de empresas en busca de salarios más bajos y menos cualificados.

Supimos, acaso tarde, que debajo de los adoquines no estaba la playa, pero lo que nunca imaginamos es que al decir aquello de ‘seamos realistas, pidamos lo imposible’ llegaría un día en el que tan sólo aspiraríamos a la normalidad. La imposible normalidad de una sociedad en la que el progreso no suponga involución. Se oyen disturbios en Almería y se hace un silencio luego. ¿Ocurrirá? Dicen las crónicas que la revuelta se ha sofocado ya.

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Guanderfú



“Qué guanderfú, ni guanderfú, esto está de lujo…” Se lo dice la camarera a unos turistas ingleses que almuerzan en una terraza. Ellos están comiendo algo, una ensalada con aceite de Osuna, tomates de Almería y vinagre de Jerez, pongamos por caso, y cuando la camarera se les acerca, ellos se deleitan chupándose los dedos, it's wonderful. “¿Guanderfú?, Qué guanderfú, ni guanderfú, esto está de lujo”. Así transcurre, más o menos, uno de los anuncios televisión con los que la Consejería de Agricultura ha comenzado a difundir de nuevo la campaña “Andalucía está de lujo”. Y claro que está muy bien que en esta época se difunda la calidad de los productos andaluces, que en pocas cosas es tan competitiva Andalucía como en la calidad de los productos que tienen denominación de origen. Y naturalmente que la expresión “esto está de lujo” se utiliza en la calle, no es ninguna invención. No, no, todo eso está bien, lo único que ocurre es que, una vez más, se vuelve a caer en lo mismo, el andaluz asociado al camarero que no tiene ni pajolera idea de inglés y luce con desahogo su ignorancia. No pasa nada, es sólo que entre estos anuncios publicitarios de 2008 y las películas de la posguerra de la grandiosa Antoñita Colomé, pongamos por caso, no hay ninguna diferencia en el tratamiento del andaluz.

Esa es la cuestión, que en treinta años de autonomía se tendría que haber avanzado algo en la normalización del habla andaluza; que los andaluces sepan que existe un habla culta que nada tiene que ver con la gracia ignorante del políngano y el guanderfú. Que los andaluces sepan que todo eso, esa galería de tópicos andaluces con los que se identifica su forma de hablar, es un sambenito que arrastramos desde la mirada sesgada de los viajeros románticos del siglo XVIII, y que, a partir de ahí, se han perpetuado siglo tras siglo. Que los andaluces sepan que el tópico ha sido la forma más eficaz para combatir el habla andaluza que, como otras hablas de España, está en tensión con la norma madrileña desde el final de la Reconquista. “A lo largo del XVI (…) el traslado de la corte de Valladolid a Madrid y el consiguiente flujo de habitantes provenientes del norte dio prestigio a determinadas diferencias fonológicas, elevándolas a la categoría de norma. Madrid, convertida en capital del reino, ejercerá su presión para imponer su norma lingüística”, se afirma en un estudio de la Universidad de Sevilla sobre las características de “las hablas andaluzas” hace cuatrocientos años.

“Qué guanderfú, ni guanderfú, esto está de lujo…” La tristeza, en fin, no la produce la campaña ni el camarero; la tristeza es contemplar que habría de llegar a Andalucía un gobierno autonómico por primera vez en su historia, que se multiplicarían las universidades y que nacería una televisión andaluza, y que, después de todo eso, lo de siempre: el habla andaluza, para la gracia y el chiste; el castellano, para lo culto y para lo serio.

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09 diciembre 2008

Imagina



Imagina que has nacido mujer y que has nacido negra. No te será difícil, sólo tienes que mirar a tu alrededor en la ciudad, en las esquinas, en los mercadillos, en los semáforos, en invernaderos. Imagina que eres uno de ellos, que has nacido así y que has nacido allí, en África. En el Chad, en Somalia, en Nigeria o en Etiopía. Aunque ya sabemos que todo eso sólo son nombres porque en realidad África no existe. África es sólo una convención. Pero no existe. Hay estados desarrollados, países subdesarrollados y naciones o continentes en vías de desarrollo. Y luego está África, que no está en ninguna clasificación porque África, en realidad, no existe. No tiene futuro y a nadie se le ocurre mirar al pasado. Del presente, lo único que importa es salir de aquí.

Imagina que el único recuerdo que tienes de tu padre es una letanía de gritos la mañana que vinieron a matarlo. Llegaron los soldados antes de amanecer y desapareció envuelto en la nube de polvo que levantaba cuando lo arrastraban por el suelo, dando alaridos como un cerdo al que van a sacrificar. Nunca llegas a saber es el por qué. Sólo tienes que imaginar que aquí la guerra no es un periodo de tiempo, acotado o limitado, un conflicto que rompe un periodo de paz y, cuando se acabe, nos conducirá de nuevo a la paz; no, las guerras aquí se suceden, encadenadas, de forma que el estado natural de un país es la tragedia. A esto le llaman ‘la ciudad de los muertos’ porque los cadáveres hace tiempo que se dejaron de contar. Imagina que nosotros, ni siquiera fuimos a buscar el cadáver de mi padre. Se lo oí decir a mi madre, la única vez que le pregunté: “Hace mucho tiempo que no tengo dignidad”. Entendí que ella, como África entera, había dejado de existir. Y si no existes, qué más da que estés vivo o muerto.

Imagina que un día te hablan de Europa. Eres mujer, eres negra y vives en un lugar que no existe. Te enseñan unas fotos de quienes se fueron hace cinco años, de cómo viven en las ciudades andaluzas, de cómo sonríen sentados debajo de un olivo mientras se toman un bocadillo. Han enviado las fotos y el dinero suficiente para que sus padres puedan comprar un rebaño de cabras y para que otros se paguen el viaje a Europa. ¿Miedo? ¿A perder qué? ¿La vida? No, amigo, aquí nadie se plantea esas dudas. Lo vendes todo, pides prestado, reúnes el dinero y comienzas la ruta. Cientos miles de kilómetros, pero no importa. Caminas y pagas, y atraviesas desiertos y sabanas en las que hay tipos que cobran hasta por el alquiler de la sombra de los árboles. Y si no pagas, te vas, o te mueres, o te pudres.

Imagina que has llegado. Ya estás aquí. Crees que ya lo has superado todo, que lo has conseguido, y que, al llegar a Jaén, un compatriota te cuenta desolado que aquí ya no hay trabajo para nadie. Se acabó. Duermes en soportales porque se han abarrotado los albergues y haces cola dos veces al día en un centro de asistencia para poder comer. ¿Frustración? ¿Decepción? No, todo eso, verás, son sentimientos superiores, estados de ánimo de una vida normal; yo hablo del vacío, de la nada. Para saber lo que siento, tienes que imaginarlo: Eres mujer, eres negra y vienes de un lugar que no existe.

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Despotismo



Observen estos dos titulares que se han ofrecido estos días, cuando los festejos de la Constitución. El primero, “Zapatero renuncia a reformar la Constitución porque “no es prioritario” y “no hay clima de acuerdo”. Y el segundo titular, “El 88 por ciento de los españoles apoya la reforma constitucional. Los votantes del PSOE son los partidarios más entusiastas de la reforma”. Verán que, para ser el día en el que se celebra ‘el triunfo de la ciudadanía’ y su acierto en un ‘referéndum histórico’, no hay mejor demostración que ese contraste de titulares para reflejar el nuevo despotismo ilustrado por el que se despeña la política moderna, la política de castas. ¿Qué otra cosa puede ser prioritaria en una democracia que aquello que defiende casi el noventa por ciento de los ciudadanos? ¿Qué otra reforma de las emprendidas por el Gobierno Zapatero, en la educación, en la negociación con ETA, en la memoria histórica, en los matrimonios homosexuales o en el modelo territorial, hubiera alcanzado siquiera el cincuenta por ciento de apoyo de haberse consultado a los ciudadanos en un referéndum?

Que no, que no. Que no hay mayor ironía en una democracia que la de estos días, en la alfombra roja van y vienen copas de cava y grandes discursos de la Constitución, como triunfo del pueblo, conquista histórica de la ciudadanía. Treinta años de Constitución, y se hacen jornadas de puertas abiertas en el Congreso como quien abre las puertas del Bernabéu para que los aficionados entren en el vestuario. “Yo quiero sentarme en el sillón de mi Zapatero, que es el más guapo”, se le oye decir en la radio a una señora que, con un grupo de andaluces, se fue hasta la Carrera de San Jerónimo y quedó extasiada con el vaso de chocolate caliente con el que las recibía Pepe Bono. Y en el Parlamento andaluz, un mural enorme, ‘Treinta años de la Constitución’; enorme e inútil como el propio Parlamento, que ya me contarán de qué sirve tirar unos cuantos miles de euros en esa pavada mientras, en Jaén o en la propia Sevilla, no hay dinero para dar albergue a los inmigrantes que duermen en la calle. Los mismos inmigrantes que han llegado aquí atraídos por otro mural de propaganda, aquel que decía ‘papeles para todos’.

Que estamos, en fin, como se ha apuntado otras veces, en una suerte de democracia tuneada, más aparente que formal. La reforma de la Constitución es necesaria no sólo por la cuestión sucesoria de los Borbones, que es, quizá, lo de menos, sino para cerrar de una vez las asignaturas pendientes de la Transición y hacer de España un Estado más eficaz y competitivo. Racionalizar el modelo autonómico y el sistema electoral. Reformas económicas y políticas que devuelvan al Estado la capacidad de acometer proyectos comunes, sin quedar trabado por el interés provinciano. Esa es la gran reforma pendiente, la gran prioridad ahora en la crisis; y el problema no es que no exista consenso, el problema es que de lo que carecemos es de políticos a la altura de los tiempos.

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05 diciembre 2008

Cachetes



El Juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, se hizo famoso en España gracias al artículo 154 del Código Civil. Y dentro de ese artículo, por la frase final que recogía que los padres, en el ejercicio de la patria potestad, podían “corregir razonable y moderadamente a los hijos”. “Si yo soy juez de menores y tengo problemas con mis hijos, qué no le ocurrirá a una persona que ignore el artículo 154”. Lo dijo en una charla que se colgó en internet –tiene varios millones de visitas en you tube- y, desde entonces, Calatayud no ha parado de dar conferencias por toda España.

¿A qué se debe ese fenómeno? Es probable que no se entienda nada si, previamente, no pensamos en el desconcierto generalizado de la sociedad en la que estamos; en el desnorte de los padres en su papel de padres y en la crisis progresiva en los adolescentes de conceptos elementales en una sociedad como la autoridad o el respeto. “Artículo 155: Los hijos deben obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad, y respetarles siempre”. Lo decía Catalayud y los padres encontraban, de repente, que las explicaciones a sus dudas estaban donde jamás hubieran buscado, en el Código Civil.

Lo que ocurrió luego es que, en pleno boom de la ‘doctrina de Calatayud’, el Gobierno decidió modificar ese artículo del Código Civil, el 154, y desapareció aquello que tantos padres acogían como una revelación. Se suprimió eso de que los padres “podrán corregir razonable y moderadamente a los hijos” y se incluyó que la patria potestad “se ejercerá siempre con respeto a su integridad física y psicológica”. Además, se añadió –y ésta es la parte más intrigante del nuevo texto- que “los padres podrán, en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad”. ¿Qué querrá decir ‘recabar el auxilio de la autoridad’?

En esas, hemos llegado a la sentencia de ayer en la que una madre ha sido condenada en Jaén a 45 días de cárcel por dar un bofetón a su hijo. Cárcel y un año sin poder acercarse a su hijo. El niño no quería hacer los deberes, engañaba a su madre y, cuando ésta se lo recriminó, el pequeño de diez años le tiró una zapatilla a la madre. Luego vino lo demás, el niño se encerró en el cuarto de baño, la madre lo siguió y le dio el bofetón con el agravante de que el niño se dio con el lavabo y se hizo sangre en la nariz. Por cierto, que la sentencia admite que la mujer no tiene ningún antecedente de malos tratos y que ese día estaba nerviosa porque su hijo tiene “un carácter difícil y desobediente”. Pese a ello, cárcel y un año de alejamiento de su hijo. A ver quién recompone luego esa familia.

Imagino a padres y madres cuando, hoy o mañana, comenten la noticia. Porque, sin justificar nada, cualquiera que deteste los malos tratos, que quiera profundamente a sus hijos, cualquiera que le repugne la explotación infantil, pensara como Calatayud: «Que me expliquen a mí cómo se hace esto, porque si le doy un azote en el culo le estoy dando un maltrato, y si le pongo de cara a la pared le estoy creando un trauma...”

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03 diciembre 2008

Asesinos


En cuarenta años, hay fijaciones en la banda terrorista ETA que jamás han variado por mucho que haya podido cambiar el pelaje de quienes la dirigen. Por ejemplo, la amenaza a los empresarios. Está documentado que la decisión se fecha en agosto de 1965, por una orden escrita de ETA («la requisa de medios necesarios a la lucha revolucionaria») y por un episodio tragicómico de esa misma fecha. Es un atentado contra un cobrador del Banco Guipuzcoano, que cada día se desplazaba en una motocicleta de una localidad a otra. La mañana del atentado, los etarras del comando se quedaron dormidos; con las prisas se le olvidaron las pistolas a todos menos a uno; localizaron al cobrador en una vespa y, en medio de la carretera, lo forzaron a detenerse, cruzando el vehículo contra un pretil; intentaron bajarse del coche, pero dos de ellos no pudieron porque la puerta, tan cerca del pretil, no abría lo suficiente... Finalmente encañonaron al cobrador, entre aturdido y desconcertado, y le robaron las dos pesetas y tres reales que llevaba porque, a esa hora, todavía no había comenzado la recaudación.

El episodio lo cuenta en un libro sobre Josu Ternera un colega del País Vasco, Florencio Domínguez, que hace unos días llegó a Sevilla para unas conferencias de la Universidad. Florencio, que es redactor jefe de Vasco Press, escribió el libro a partir de una pregunta de Zapatero al lehendakari Ibarretxe: «Ternera y Otegui, ¿cómo son?». No sabemos qué contestó el lehendakari, pero Florencio Domínguez escribió este libro para explicarle en trescientas páginas que, con tregua o sin tregua, Josu Ternera es un retrato fiel de la propia ETA, inculto, salvaje, cínico y asesino. Y lo sorprendente es que, medio siglo después,hayab todavía quien se pregunte ‘cómo son’. ¿Pues cómo van a ser? Asesinos.

Lo desconcertante de todo es que quienes siguen a diario la política vasca afirman que, aunque la tregua está formalmente rota y el Gobierno no aplica otra política que la persecución y la desarticulación de comandos, los intermediarios suizos que sirvieron de puente al Gobierno y a ETA siguen activos y siguen cobrando. ¿Habremos de ver otra vez una tregua? Cuarenta años después, ¿habrá que preguntarlo otra vez, habrá quien todavía dude? ‘Cómo son’.

Le pregunto a Florencio Domínguez su opinión sobre el final e ETA y me regala una respuesta de la que me apropio como principio irrenunciable. «El final de ETA es cosa suya». Es eso, claro. Así de simple y así de contudente. La obligación del Estado es perseguir y encarcelar a ETA. Si lo hacemos, ellos solos, consumidos en su propio odio, decidirán el final.

ETA dispone de ochocientos miembros, setecientos de ellos están en las cárceles y los otros cien en comandos como el que ayer asesinó al empresario vasco Ignacio Uria. Ni más preguntas ni más dudas; nada que ofrecer y nada que negociar. Que decidan lo que quieran, que en una democracia sólo existe un final posible para los asesinos, la cárcel.

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Racimo



En junio pasado, la ministra de Defensa anunció con gran boato que España iba a destruir de los arsenales del Ejército las bombas de racimo. Lo proclamó Carme Chacón con el tono de quien anuncia el fin de una guerra, el final de la pobreza en el mundo o la vacuna del sida. “España –dijo- se sitúa a la cabeza en la erradicación de las bombas de racimo”. Días después, el Gobierno aprobó un acuerdo para ‘la adopción de medidas pertinentes’. Le siguieron semanas de declaraciones, visitas y reportajes, y llegamos a diciembre. El lunes pasado se volvió a anunciar que el Consejo de Ministros va a aprobar, justo antes de la Navidad, una “moratoria unilateral” para acabar con las bombas de racimo. Y ayer martes, la ministra se fue a un arsenal para retransmitir en directo cómo se desactiva una de esas bombas. El ritual tiene su por qué: se celebra la destrucción de las primeras cien bombas de las más de cinco mil que hay en España. Calcula la ministra que en junio de 2009 se habrán destruido todas. O sea, que ‘el proceso’ va sólo por la mitad del camino.

Cualquier que conozca el espanto sangriento que tienen esas bombas como historial, no puede hacer otra cosa que aplaudir. Pero no es el caso. En todo esto falta recordar que el Gobierno Zapatero se pone a destruir las bombas de racimo al cuarto año de mandato, que lo hace después de una histórica conferencia en Dublín en la que 109 países firman para prohibir el uso y la fabricación de este armamento y que, por si fuera poco, España jamás ha utilizado esas bombas. Es decir, que para el problema verdadero de las bombas de racimo, que debe ser lo que nos preocupe, lo que ocurra en España es insignificante, testimonial. No afecta. ¿No es ridículo que España se proclame ‘líder en la destrucción’ cuando lo han aprobado 109 países y, además, nunca las ha utilizado?

Pues ya veremos en lo sucesivo, a partir de este primer acto, cómo varias autonomías replican este tipo de actos con declaraciones en los parlamentos y en los gobiernos, visitas a arsenales, ciclos de conferencias… Lo veremos porque ocurre siempre, como ahora con los ‘vuelos secretos’ de la CIA. ¿Acaso no ha anunciado la Junta de Andalucía una investigación (¡una investigación!) porque "deploramos el comportamiento del Gobierno de Aznar, que nos introdujo en una guerra ilegal"? Tremendo. Como si no hubiera constancia de que los siniestros vuelos de la CIA comenzaron con el PP, siguieron durante varios años con el PSOE y que Zapatero, como denunció en 2006 el grupo de intelectuales que destapó el asunto, miraba para otro lado, «como quien pasaba por allí».

¿Bombas de racimo? Pues claro que deben erradicarse y, por supuesto, también en España. Pero, ya de paso a ver si el PSOE deja de practicar esa política suya, como de bombas de racimo, que no distingue ni adversarios ni intereses ni necesidades. Propaganda y destrucción del adversario. Lo ocurrido días atrás con Esperanza Aguirre o las barbaridades de Almudena Grandes son las dos últimas explosiones de esa política de bombas de racimo.

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Hermanos



- “¿Los hermanos del presidente? Mira, la política y la medicina se parecen porque hay síntomas que no pueden ocultarse, y ni la tos ni la riqueza se pueden ocultar. Y la corrupción de los hermanos es para mi una gran evidencia”.

Entenderán que al oírlo no pude evitar mirar descaradamente. Eran las diez de la mañana y yo tomaba un café con media tostada en un bar de los alrededores de la Universidad de Sevilla, repleto de estudiantes y profesores a esa hora de la mañana. Los de mi lado, hacia los que me volví con brusquedad, eran sin duda profesores de Derecho; una conclusión clara después de oírlos hablar del juez Garzón. También ellos estaban desayunando, daban sorbos al café mientras pasaban las páginas del diario.

- “Yo con lo que no estoy de acuerdo es con eso de que el presidente es una persona de carácter débil y bondadoso, que primero estuvo dominado por su esposa y luego por sus hijos. ¿Cómo puede el presidente acusar de corrupto a nadie cuando tiene aquí a sus hermanos, que son los mayores corruptos? Lo peor es que, mientras su familia se ha enriquecido, el hospital que iban a remodelar sigue igual; la nueva terminal de autobús está parada… En fin, que yo no tengo evidencia de las corrupciones de los hermanos, pero cuando el río suena, agua lleva…”

Casi me quemo la lengua del último sorbo café, porque ya no podía soportar más tiempo aquella intriga. “Miren –les dije- ve va a perdonar, pero, ¿están hablando ustedes de los hermanos de Chaves?”.

- “Sí, sí claro, ¿qué hay de malo en ello?”

- “Nada, nada, desde luego, sólo que a mí también me interesan los hermanos Chaves. Y estoy de acuerdo con lo que dicen, que cuando el río suena, agua lleva. Porque, a ver, porqué tienen que estar todos los hermanos trabajando para la administración, uno en Canal Sur, otro en las empresas que contrata la Junta, otro en un Ayuntamiento, otro en el propio Gobierno…”

- “¿Pero cómo en Canal Sur?”, me interrumpió uno de ellos con cara de pócker. “A ver, a ver, nosotros hablamos de Chavez, con zeta, el de Venezuela, que tiene a sus cinco hermanos colocados en el Gobierno. Le estaba leyendo a mi compañero un reportaje del periódico, cuando usted…”

Me quedé mirando el periódico sólo para ganar algo de tiempo y buscar una excusa, una disculpa. Por fortuna, uno de ellos me sacó del atolladero. “Eh, no se preocupe, que se ha puesto colorado... Verá, pensándolo bien, lo llamativo no es que usted se confunda, lo grave es que, en efecto, cuando se habla de hermanos el presidente, la situación del Chaves de la Junta se preste a la equivocación con el venezolano. Hay cosas, mire usted, que no cambian ni en las democracias ni en las dictaduras. Es una constante en la historia. Todos son hijos de Nepote”.

(Extractos literales de un reportaje sobre Hugo Chavez. Dedicado a los hermanos Chaves. Para que recapaciten sobre la última sentencia ganada por EL MUNDO: “un político debe soportar las críticas aunque le molesten o le parezcan hirientes”)

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