El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

18 mayo 2008

Fila cero


El Parlamento de Andalucía, siempre a la vanguardia de lo prescindible, ha estrenado en esta legislatura una fila cero. Allí, en la capilla majestuosa del antiguo hospital de las Cinco Llagas; allí, donde anidó hace años una colonia de cernícalos, atraídas las aves por el magnetismo de su doble acepción. La fila cero la componen los diputados que ya no están en el Parlamento, pero que cobran todavía del Parlamento. Al principio lo llamaron “indemnizaciones”, y para evitar las invocaciones desastrosas a las que conduce ese nombre, la política equiparada a un daño, ahora lo llaman ‘cesantías’.

Pero una cesantía, que normalmente se refiere al funcionario público, es la paga que se establece cuando alguien se queda sin empleo y ninguno de los ex diputados se ha quedado sin empleo. La política es una dedicación voluntaria y transitoria y uno de sus privilegios fundamentales consiste en que se obtienen excedencias especiales. Quienes provienen del sector público (la mayoría) no pierden ni la plaza ni la antigüedad mientras se dedican a la política. Por eso, una vez finalizada la etapa de vida pública, cuatro, diez o quince años, cada cual a lo suyo. El profesor a su escuela, el médico a su hospital, el abogado a su bufete, el administrativo a sus papeles y el paniaguado a su sopa boba.

Dirán, como suelen, que las cesantías se establecen para permitir que los ex diputados disfruten de un periodo de readaptación a su oficio después de tantos años desconectados de la realidad. Incluso lo cubren de dramatismo: “¿Cómo se le va a exigir a un cirujano que al día siguiente de dejar el Parlamento se ponga a operar en un quirófano?”. Pero ese dramatismo, en fin, tampoco es cierto. Primero porque la política, en muchos casos, no exige exclusividad, y el cirujano, como le ha sucedido a muchos de ellos, han seguido acudiendo al quirófano, además de al escaño. Y segundo porque las cesantías no están vinculadas a la formación, a la adaptación del profesional; las cesantías son sólo una paga extra. Se entiende que, después de diez años en política, un profesor no puede volver a su colegio a dar clases desde el primer día, pero eso se soluciona, no con una cesantía, sino con un periodo de adaptación dentro del colegio. Igual para un médico. Lo mismo se entendería que se le pague un ‘año sabático’ a un abogado que se vio obligado a cerrar el bufete. Pero, ¿qué sentido tiene que se le pague una cesantía de varios miles de euros a una estudiante después de cuatro años de parlamentaria, si lo que tiene que hacer es ponerse a estudiar y acabar la carrera? ¿Qué se consigue pagándole a un farmacéutico cinco mil euros, si su farmacia no ha dejado de funcionar en los años que ha estado en el Parlamento sin darle un palo al agua?

Ni indemnizaciones ni cesantías, fila cero. Se ha inaugurado esta temporada. Dinero público desparramado. La fila cero de ese mundo aparte, el coto cerrado, en el que se quiere convertir la política. Burocracia política, la primera empresa.

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2 Comments:

At 18 mayo, 2008 23:49, Blogger cigarrera said...

Es que la mayoría no tiene dónde volver cuando termina su mandato, así que siguen cobrando mientras les buscan otro puesto público (o semipúblico).

De todas formas, esto está mucho más extendido, no sólo alcanza a los parlamentarios, sino a todos los altos cargos de la administración, que tienen sustanciosas indemnizaciones tras ser cesados, y además, los que son funcionarios (la mayoría) consolidan una buena parte de su sueldo de alto cargo para el resto de su vida profesional.

 
At 20 mayo, 2008 00:35, Blogger Pasión said...

Es curioso, no alcanzan acuerdos en materias tan importantes como la lucha contra el terrorismo o las grandes líneas de la política exterior, pero por unanimidad y Ley aprueban sus privilegios. Lo hacen con sigilo, en días previos a los "puentes o acueductos", para evitar el escándalo, para que no nos enteremos, para evitar el rechazo que esos privilegios suelen generar en la población.

Mientras el españolito/a de a pié, para alcanzar los mismos derechos tenemos que cotizar 35 años y los 15 últimos por la base más elevada.

Todo un privilegio, sólo con que se dediquen ocho años de actividad en política. Inexplicable, revela el elitismo y el desprecio a la igualdad vigente en la casta política. Detrás de estos privilegios se encuentra también el interés de los partidos políticos, que así pueden realizar una mejor oferta a sus candidatos y confeccionar sus listas con más flexibilidad.

 

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