En adelante
Para la próxima vez que se ponga en duda la política, la fuerza de la voz y del mensaje, habremos de recordar el día que ganó Obama. Habremos de recordar como bailaban de alegría en Kenia o en París, cómo en todo el mundo no había otra noticia. Habremos de recordar este día, la grandeza de la política, la inmensa capacidad de movilización de la sociedad, porque la grandeza de Estados Unidos radica en la tradición democrática. Que el sueño americano no es sino una historia de esfuerzo, mérito y libertad que tiene final feliz. Un guión de Hollywood en el que todo el mundo quiere participar de extra. Lo ocurrido es tan apabullante que ayer mi hijo de once años llegó del colegio, me preguntó por Obama y, por primera vez, se tragó entero el telediario. «Yo quería que ganara Obama», dijo para mi completo desconcierto. Luego se repitió la escena con mi hija adolescente. «Me gusta que haya ganado Obama. En Estados Unidos la gente llora de alegría por su presidente; eso no ocurre aquí». Más desconcierto.
Para la próxima vez que se hable con displicencia de la democracia americana, habremos de recordar este día, esta campaña que se cerró, sublime, con los discursos de los dos candidatos tras el escrutinio, alejados de toda rivalidad, honrando los principios democráticos y celebrando el triunfo de la libertad. Habremos de recordar que si la democracia de Estados Unidos emociona y mantiene expectante a todo el mundo libre es porque aquel imperio tiene entre sus tradiciones incuestionables la vitalidad de un sistema que impone la alternancia cada ocho años y la apertura de los dos grandes partidos que eligen a sus candidatos en elecciones primarias.
Para la próxima vez que nos miremos el ombligo, habremos de recordar este día y pensar que la tradición de la democracia aquí esta castrada por el enfrentamiento cainita, por el sectarismo y por el caciquismo. Y es tan honda esa herida en la sociedad española que superarlo forma parte del futuro de España, de Andalucía. Por eso, hoy, que sólo se pronuncia el nombre de Obama porque representa lo que tantos le piden a la política, debemos descender desde esa altura al anonimato de una mujer de Granada, Ascensión Díaz Ruiz, porque ella es el símbolo de la podredumbre que hay que desterrar. Tiene 42 años, está separada y es madre de cuatro hijos. Trabajaba como jefa del servicio de seguridad privada de la Diputación de Granada hasta que se negó a elaborar una lista con nombres de vigilantes a su cargo para despedirlos y colocar en su lugar a militantes del PSOE, que gobierna la institución, familiares y amigos. Se negó a participar en aquella purga y, hasta que la despidieron a ella también, la sometieron a una presión que, en una sentencia judicial, se ha calificado de «psicoterror laboral».
Para la próxima vez que se hable con displicencia de la democracia americana, habremos de recordar este día, esta campaña que se cerró, sublime, con los discursos de los dos candidatos tras el escrutinio, alejados de toda rivalidad, honrando los principios democráticos y celebrando el triunfo de la libertad. Habremos de recordar que si la democracia de Estados Unidos emociona y mantiene expectante a todo el mundo libre es porque aquel imperio tiene entre sus tradiciones incuestionables la vitalidad de un sistema que impone la alternancia cada ocho años y la apertura de los dos grandes partidos que eligen a sus candidatos en elecciones primarias.
Para la próxima vez que nos miremos el ombligo, habremos de recordar este día y pensar que la tradición de la democracia aquí esta castrada por el enfrentamiento cainita, por el sectarismo y por el caciquismo. Y es tan honda esa herida en la sociedad española que superarlo forma parte del futuro de España, de Andalucía. Por eso, hoy, que sólo se pronuncia el nombre de Obama porque representa lo que tantos le piden a la política, debemos descender desde esa altura al anonimato de una mujer de Granada, Ascensión Díaz Ruiz, porque ella es el símbolo de la podredumbre que hay que desterrar. Tiene 42 años, está separada y es madre de cuatro hijos. Trabajaba como jefa del servicio de seguridad privada de la Diputación de Granada hasta que se negó a elaborar una lista con nombres de vigilantes a su cargo para despedirlos y colocar en su lugar a militantes del PSOE, que gobierna la institución, familiares y amigos. Se negó a participar en aquella purga y, hasta que la despidieron a ella también, la sometieron a una presión que, en una sentencia judicial, se ha calificado de «psicoterror laboral».
Para la próxima vez que nos preguntemos qué es lo que provoca que tantos ciudadanos sientan asco de la política, recordaremos este día. Esos dos nombres, símbolos de sueños y miserias.
Etiquetas: España, Estados Unidos, Política, Sociedad
1 Comments:
Javier, ¿no tienes la sensación de estar en medio de un desierto?. ¿O son alucinaciones nuestras?
Publicar un comentario
<< Home