El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

12 noviembre 2008

Armonía


Pitágoras consideraba que la proporción de las cosas era el principio básico de la música, la medicina, la física y la política. El secreto por descubrir era la armonía; en el equilibrio estaba la virtud. La armonía como principio ético de la vida. El oráculo de Delfos lo resumía con una inscripción sencilla, grabada en las columnas del templo: “Nada en demasía”. Y ahora, díganme, ¿qué otra cosa que rubor y desolación pueden producir las excusas que estos días se ofrecen como argumento a los excesos de la clase política?

Cada vez que se oye a un dirigente político afirmar que el gasto en coches oficiales o en asesores es el ‘chocolate del loro’ el problema principal, la desolación mayor, no es ya el gasto en sí, sino comprobar que estos tipos han perdido absolutamente el norte. Cada vez que se les oye acusar de demagogia a quien les recrimina el coste de unas reformas en los edificios oficiales o la necesidad de tanto viaje oficial al extranjero, no es ya el despilfarro lo que duele, sino la comprobación precisa de que la clase política jamás va a renunciar a sus privilegios de casta. Que no entienden nada, o nada quieren entender; que no saben nada, o nada quieren saber, de lo que existe más allá del muro de los edificios oficiales; gente que va y que viene, con sus salarios mileuristas y sus ilusiones de adosados.

Nada en demasía. Se trata sólo de eso y ni eso se quiere entender. Coches oficiales, desde luego, claro, ¿pero de verdad es necesario que un coche oficial vaya a recoger a su casa hasta el último director general, si disponen en los edificios oficiales de aparcamientos reservados? ¿Y también a los concejales? Y así, asesores, edificios, dietas, consejos, viajes, liberados, comidas, publicaciones, hoteles… No es demagogia, no, ni tampoco el chocolate del loro, es descaro y cinismo.

Otras veces se ha planteado aquí el mismo ejercicio; miramos atrás y analizamos la evolución de todo lo que nos rodea en la ciudad en la que vivimos en los treinta años de democracia. Son evidentes algunas mejoras y hasta impensable la transformación de nuestro entorno, la modernización de Andalucía con respecto a la de hace cuarenta o cincuenta años. Sí, es verdad, y, con un gesto grande de abstracción, pensemos que todo ello es debido a las instituciones democráticas. Vale. Pero, ahora, compare el crecimiento de la sanidad, la mejora de la educación o de las carreteras con el crecimiento de la burocracia política. ¿Qué ha crecido en Andalucía tanto como la Junta de Andalucía? Compare la mejora de las carreteras provinciales y comarcales con el crecimiento exponencial de la Diputación. Y las instalaciones deportivas de su ciudad con los edificios municipales.

Verlos allí estos días, en el Congreso, en el Parlamento andaluz.... Tendrían que grabar en las fachadas la frase del oráculo de Delfos. “Nada en demasía”. Qué pocos pasarían por ese aro.

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