Persecución
A los colegas de la Cope
Quizá el test más elemental de la democracia está en la defensa del adversario. Lo resumió hace doscientos años uno de los más grandes pensadores políticos, John Stuart Mill en su ensayo ‘Sobre la libertad’, que nunca dejará de estar de actualidad porque nunca se superan las contradicciones de la libertad. Decía: “negarse a oír una opinión porque se está seguro de que es falsa, equivale a pensar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad”. El argumento se completa con la certeza de que, sin la total libertad de discusión, es muy probable que no pueda surgir la verdad.
En el prólogo de ese mismo ensayo, Isaiah Berlin aclara que, para Mill, la defensa de las opiniones de los demás no presupone indiferencia, ni, por supuesto, aceptación de los argumentos que utiliza el otro. Todo lo contrario. “Mill no pedía necesariamente el respeto a las opiniones de los demás; lejos de ello, solamente pedía que se intentara comprenderlas y tolerarlas, pero nada más que tolerarlas. Desaprobar tales opiniones, pensar que están equivocadas, burlarse de ellas o despreciarlas incluso, pero tolerarlas (…) porque sin tolerancia desaparecen las bases de una crítica racional, de una condena racional”.
Doscientos años, ya digo, tienen esas palabras y sólo cuando se vuelven a leer con la perspectiva del tiempo transcurrido, de los cambios que ha experimentado el mundo, del asentamiento en los países desarrollados de las sociedades libres, con sistemas democráticos y economía de mercado; sólo entonces se percibe con claridad el enquistamiento severo de lo que, en teoría, tendría que estar superado por elemental. Pero como, por desgracia, pocas cosas han sido más efectivas en la historia que la persecución, la obligación de cualquier demócrata es permanecer alerta a esos despropósitos. Y cuanto más alejados parezcan, cuanto más contrario nos veamos de los argumentos que se persiguen, más decididos debemos emprender la defensa de esas opiniones.
¿Están lejos las emisoras de la cadena Cope que la Generalitat ha decidido cerrar? ¿Están lejos las opiniones de algunos de sus periodistas? Pues esa es la cuestión, que la diferencia absoluta debe conducir ahora a la solidaridad y a la condena de ese engendro de Consejo Audiovisual que han parido las reformas estatutarias con el único fin de servir de propaganda y de mordaza. En una democracia, la libertad de opinión tiene su límite en el Código Penal. Por eso, sería menester que, desde Andalucía, surja una voz institucional, al menos una, que defienda aquello que nos parece tan lejano. Y, con ellos o sin ellos, todos los demás que creen en la libertad. A partir de ahí, como Stuart Mill, discutir sus opiniones y tolerarlas, pero nada más que tolerarlas; desaprobarlas racionalmente si no se está de acuerdo y hasta burlarse de ellas si se creen desaforadas, absurdas o rancias.
Etiquetas: Democracia, Medios de Comunicación
4 Comments:
Lo más llamativo, es que en Cataluña siempre van de abanderados de las libertades, siempre llevan sus medallas de mártires de la opresión franquista y de la lucha contra el régimen intolerante.
No estaría de más que alguien les mostrara como se están pareciendo a Franco cada vez más. O a Francesc Franc, para que lo entiendan.
Gracias por tu apoyo, Javier. No corren buenos tiempos para la libertad de expresión querido amigo y como sabes hay muchas formas y maneras de erradicar o limitar la libertad de acción de los medios criticos. En Cataluña nos arrebatan las licencias, en Andalucia nos impiden la expansión, nos impiden acceder a las licencias de TDT local... y sin entrar en el "castigo" de la publicidad institucional. En fin, Javier, que aqui estamos, nosotros y vosotros luchando contra los elementos...
Un abrazo y muchas gracias.
Permíteme Javier unir a los dos nombres que has utilizado, tipos muy grandes, el de uno de por aquí cerca: Miguel de Cervantes. Y copio y pego una frase para nunca olvidar:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.”
¡La Cope!, antes y después...
La Cope la escuchaban mis padres.
En esa Radio han aprendido muchos/as profesionales, unos están en otros medios y otros son rebeldes. Es lógico.
Lo que todavía no he comprendido, es: ¿por qué, los medios que son críticos tienen que recibir "subvenciones" y los "públicos" siempre a favor del que esté en el poder también. Es una deslealtad.
Hay que poner cerrojos a las subvenciones, tanto de los medios públicos como de los privados. Qué cada uno aguante su palo.
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