El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

28 noviembre 2008

Régimen



Si la autonomía andaluza se dibujara en un gráfico de ilusiones, sería posible describir una pendiente desde la cumbre a la charca, desde el idealismo de Escuredo hasta la nada de Chaves. Y en el medio, Rodríguez de la Borbolla que, de los tres presidentes socialistas que ha tenido la Junta de Andalucía (además de Fernández Viagas, en la etapa preautonómica), ha sido, quizá, el que reunía más cualidades para desarrollar un buen proyecto, porque tenía el control del partido desde sus orígenes y porque, con sus virtudes y defectos, también tenía en la cabeza un modelo de Andalucía.

La involución autonómica se detecta y se comprende bien en la ‘anatomía del régimen andaluz’ que ha elaborado Paco Rosell. “Echando la vista atrás –dice Paco- se puede decir que el primer presidente autonómico fue capaz de aparentar un proyecto que sirvió de repulsivo en la conciencia dormida de los andaluces (…) que Borbolla hizo moverse Andalucía, aunque mezclara de manera desigual los aciertos y los errores, los proyectos y las chapuzas (…) y que, en cuanto Chaves se sentó en el sillón, el proyecto quedó circunscrito a un sólido tinglado de poder”.

Ese “sólido tinglado de poder” es lo que Rosell denomina, sin ambages, el régimen andaluz. Pero, ¿de verdad se llama régimen? El único inconveniente de llamar régimen a la hegemonía socialista en Andalucía es que a los voceros se les brinda en bandeja la réplica y siempre acaban rechazando el argumento porque, en efecto, en Andalucía hay elecciones libres cada cuatro años. La respuesta, ya sé, es una excusa banal, pero suele ser efectiva para enredar el debate y, por ello, a veces es más conveniente hablar de un gobierno democrático con prácticas de régimen. Cualquier cosa antes que reducir el debate a una pelea semántica; que lo esencial, en fin, no es el término que define la realidad andaluza, sino la cruda realidad andaluza.

Uno solo de los muchos datos que ofrece Rosell en su libro deja zanjada la cuestión. Baviera y Andalucía tienen una extensión similar y están gobernadas por un solo partido en los últimos decenios; aquí la izquierda y allí el centro derecha, aunque en las últimas elecciones se ha tambaleado. Varias coincidencias, por tanto, pero también algunas diferencias elocuentes. La región alemana tiene cuatro millones y medio más de habitantes, una tasa de paro en torno al tres por ciento y una riqueza imponente; Audi, Siemens, BMW o Adidas tienen allí si sede central. Frente a eso, Andalucía sólo supera a Baviera en empleados públicos: la Junta de Andalucía tiene cincuenta mil más que el lander alemán. Eso, sin contar los ayuntamientos, las diputaciones y los correspondientes satélites…

Visto lo visto, ¿qué más da si a lo anterior se le llama régimen o democracia con prácticas de régimen? No miren el dedo, reparen en que ese enorme disparate nos está consumiendo. Si el libro de Paco Rosell tiene una virtud que destaca sobre las demás es que, quizá, llega en el momento oportuno porque, dentro del PSOE, cada vez son más los que admiten que la nada de Chaves, que es un nirvana hecho de sectarismo y propaganda, es un chicle que ya no se puede estirar más.

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