Bilis
Las dos constantes de la política española, que son dos rectas paralelas por la que transcurre desde hace doscientos años grandes periodos de la vida pública, son la inoperancia y el sectarismo. Por eso, cada mañana, a cada momento, siempre hay un español que se levanta, se pone en pie al contemplar el espectáculo y dice lo mismo que Estanislao Figueras: «Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!».
He reparado en él ayer mismo, al leer la saña impropia, la bilis asquerosa con la que algunos dirigentes del PSOE andaluz entienden la política. Son herederos de la peor tradición de la política española, hijos del sectarismo y la política de aniquilación del adversario que condujo a España al desastre de la Segunda República. Son descendientes directos de lo que se detesta en un hombre público, personajes sólo han sido capaces de progresar en la vida gracias a su capacidad de medrar en el aparato de un partido político, que ascienden por el efecto implacable de sus pocos escrúpulos y se mantienen por el resultado demoledor de su técnica para ensuciarlo todo. Y hemos llegado a un punto que hay que decirles, como Serrat, «entre esos tipos y yo hay algo personal».
Son capaces de todo, jamás descansan. En su acoso, ni hay distinciones ni clases sociales; igual vomitan sobre el jefe de la oposición que sobre los discrepantes de su propio partido; intentan copar igual el tribunal más alto del Estado que la diputación más mundana; lo mismo contaminan con infamias las oposiciones de una empresa pública que chantajean a los periódicos con subvenciones. Que nada escape al control. «Psicoterror» laboral, social y político, que podríamos decir siguiendo la terminología utilizada hace poco por un juez en una sentencia sobre enchufismo.
La política, sí, es una actividad que se ejerce a cara de perro, sobre todo cuando se está en la oposición. Y tiene que ser así porque lo que esperan los votantes es que su partido controle al adversario y, sobre todo, que no lo deje respirar en el control de las cuentas públicas. Pero, ¿tiene algo que ver esa contundencia con llamar a alguien «desequilibrado»? Ahí está el propio presidente, que ha dicho en el Parlamento que Javier Arenas acabará sus días «montado a caballo, por la sierra de Olvera, disparando contra todo lo que se mueve»… La política andaluza nunca ha llegado tan bajo como estos días. Da hasta miedo pensar cómo serán los estertores de este personal si algún día ven peligrar el poder.
Cuando Estanislao Figueras dijo aquello, era el presidente del Gobierno en la fugaz y convulsa Primera República. Se levantó del Consejo de Ministros que estaba presidiendo, escribió una carta de dimisión que dejó sobre su mesa de despacho y se fue a dar un paseo por El Retiro. Sin decir nada a nadie, condujo sus pasos hasta Atocha, se montó en un tren y no se bajó hasta que llegó a París. Estanislao Figueras, sí señor. «Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!».
1 Comments:
Javier, leyendo hoy la entrevista de Berta Glez de Vega en El Mundo (Andalucía), como siempre magnífica, vuelve a aparecer el ya famoso "primo de Rajoy". Y eso que el tipo al que entrevista dice cosas muy razonables. Pero llega un momento que empiezo a entenderlo, al primo de Rajoy. Comprendo que diga lo mismo que Don Estanislao Figueras. Sólo basta echar una ojeada al CV para darse cuenta de que es un buen científico, que lo que comentó sobre el cambio climático era absolutamente razonable, y que este país está para decir la frase de Don Estanislao. Pero además el "primo" es un experto en "sistemas granulares" y podría explicar mejor que muchísima gente en España como se originan las "catástrofes espontáneas" en ciertos sistemas con una muy pequeña perturbación, pero claro vendrían después los "ignorantes" haciendo chistes fáciles que la población reiría, eso si, la risa justo antes de la "catástrofe". O sea que una vez más Don Estanislao habría acertado.
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