El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

14 octubre 2008

Axiomas


El juez Tirado dice en su último escrito sobre el caso Mari Luz: «A nadie se le escapa, que si dicho acontecimiento [el asesinato de la pequeña de Huelva] no hubiera ocurrido, ni habría expediente, ni recurso, ni sanción para el juez». A primera vista, esta frase constituye la versión actualizada más notable de aquel axioma chistoso que concluye que ‘si mi abuelo tuviera ruedas y manillar, sería una bicicleta’. El absurdo, o sea.

Pues claro que si no hubieran matado a la niña de Huelva nadie señalaría al juez, y el expediente de Santiago del Valle –que es quizá lo que intenta reseñar– seguiría, aún hoy, perdido en una montaña de papeles, una gota de agua en la charca estancada del caos judicial. Pues claro, pero también conoce de sobra el juez Tirado que la mala suerte, la ‘causalidad’, como dicen los penalistas, forma parte del Código Penal. Y, por eso, unas limpiadoras que una tarde, hartas de coles, olvidaron una botella de agua con detergente en los aseos de una residencia de tercera edad son condenadas por homicidio porque unos ancianos bebieron a gañote; como el policía que intervino en un atraco y, al disparar a los delincuentes, erró el tiro y mató a su compañero; como el guardabarreras que se queda un instante dormido y provoca un grave choque de trenes. Mala suerte, sí.

La mala suerte es la del juez Tirado con respecto a sus compañeros de Audiencia de Sevilla, que durmieron el caso de Santiago del Valle durante más de dos años, y no les ha ocurrido nada porque, en ese tiempo, que es más tiempo que el que se le achaca a Tirado, ni el pederasta asesinó a nadie ni, cuando lo hizo, se les podía imponer sanción alguna a los de la Audiencia por haber prescrito el plazo de apertura del expediente.

La realidad jurídica, que es el procedimiento que describe minucioso el juez Tirado en su defensa, no puede presentarse nunca de forma separada de los acontecimientos que lo rodean. Es decir, que, en todo caso, el juez Tirado puede considerar que le ha tocado la china. Como a la secretaria. Pues sí. La china. Pero les ha tocado. Repiten los jueces, desde que sucedió aquella desgracia, que todos los días puede ocurrir algo parecido por el caos judicial y la ingente cantidad de sentencias pendientes de ejecución. Puede ocurrir, pero resulta que un hecho así, hasta ahora, sólo le ha ocurrido a Rafael Tirado.

A partir de ahí, lo que no es aceptable es la indecente campaña política del Gobierno y de la Junta de Andalucía para presentar en la plaza pública la cabeza del juez y de la secretaria. El juez y la secretaria deben ser sancionados por lo ocurrido, pero quienes quieren cebarse con ellos, y aparentar un escarmiento público con sanciones ejemplares, sólo intentan salvarse; ésa es la indecencia, que no les importa ni lo ocurrido ni que pueda volver a ocurrir: les preocupa su sillón. Sólo por eso, la protesta de jueces y secretarios judiciales está justificada. Pero le harían un gran favor a la Justicia si, en vez de exculpaciones, en vez de axiomas absurdos, pelearan, de una vez por todas, por la reforma integral de este sistema caótico en sus medios, periclitado en su procedimiento y violentado políticamente en la cúpula.

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1 Comments:

At 16 octubre, 2008 16:59, Anonymous Anónimo said...

La Administración fomenta el hacer las cosas, no de acuerdo al servicio público al que se debe, sino de acuerdo a sus particulares intereses.
Así, fomenta que los funcionarios sean meros autómatas que cumplan órdenes.
No quieren que el funcionario tome conciencia de su responsabilidad, que también la tiene, no sólo la Administración, ya que pretenden que haga lo que le dice.
Por eso cuando alguien actúa dejadamente, sin interés en lo que está haciendo hacia el servicio público que se debe, es decir, como quiere la Administración, procurarán que no tenga que pagar por ello, independientemente de lo que ocurra.
Por eso, no es de extrañar que digan que no se han enterado cuando aparecen grandes grupos de corrupción; sin embargo, la Administración persigue al que osa salirse de esta coacción férrea, y es aquí cuando ejercita sus expedientes disciplinarios.
En este ambiente y con estos objetivos de la Administración tiemblo cuando oigo hablar de reformas.
Lo que tiene que cambiar es el interés de la persona por hacer bien las cosas por encima de los propios intereses.
Mientras esto no ocurra, el asombrarse por hechos como los ocurridos no es más que hipocresía, ya que considerando normal el anteponer el propio interés, uno está generando continuamente un daño a la sociedad, que favorece todo esto.

 

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