El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

01 octubre 2008

Idiotas


El gran John Malkovich ha dejado dicho en la presentación de su última película (Quemar después de leer, de los hermanos Coen) que «todos los personajes del filme son idiotas; aunque yo creo que todo el mundo lleva un idiota dentro que va creciendo y prosperando». El mejor tratado sobre la idiotez se lo debemos al historiador italiano Carlo María Cipolla, que dejó el mundo en el mismo instante que cambiaba el milenio, acaso porque pensaba que la cosa iba a empeorar. La estupidez humana, una realidad y una amenaza más peligrosa que la mafia o que cualquier potencia industrial o militar, como dijo Cipolla. Por eso, su primera ley fundamental ya advierte que «cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circula por el mundo».

Desde ese punto de vista, es posible que todos estemos de acuerdo, para empezar, en que la gran carencia de este mundo es que no se enseña la historia desde la perspectiva del idiota. Todo el conocimiento humano, desde los párvulos hasta la universidad, tendría que sustentarse en las leyes fundamentales de la estupidez humana como clave secreta de la evolución. Cada acontecimiento histórico tendría su idiota detrás; a veces un solitario gobernante, a veces toda una dinastía, a veces un pueblo entero.

Claro que si, como se decía antes, la primera ley es que menospreciamos la presencia de idiotas a nuestro alrededor, se entenderá que lo más complejo de todo es la imposibilidad de frenar la estupidez en el tiempo presente. Es posible, incluso, que ante los grandes problemas, ante las grandes decisiones y los grandes retos, el porcentaje habitual de estupidez no sólo no merma, sino que experimenta entonces un periodo de gran fecundidad. ¿Es lo que ocurre ahora con la primera gran crisis económica de la globalización y el deterioro imparable del orden internacional en el nuevo milenio?

A cualquier que se le haga esta pregunta dirá, sin pestañear, que el idiota oficial de todo lo que está pasando es, lógicamente, George Bush. Pero no puede ser tan fácil. Bush será idiota, pero no es desde luego el único ni el más peligroso. Lo de estos días, por ejemplo. Bush propone medidas para sanear con dinero público el sistema financiero estadounidense y en Europa llueven las críticas: «Es la avaricia insaciable de los neocón», dicen. Pero resulta que son los republicanos los que han tumbado esas ayudas y se vuelve a clamar: «Ha sido el sector duro de los republicanos». Los neocón otra vez.

Y entre tanto, por aquí tranquilos porque todo cuanto sucede es culpa del capitalismo, «que tendrá que reajustarse». Así, con lejanía. Como si el capitalismo fuera un ente extraño o un magnate en apuros. Como si en Bruselas, en Berlín o en Málaga funcionara un sistema económico distinto a la economía de mercado. Como si Lehman Brothers fuera responsable de la barbaridad de la vivienda en España. Como si la canina andaluza, en fin, fuera nueva. Nada, que Bush es un idiota y los neocón son el problema. ¿Eso es todo? Valiente estupidez.

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1 Comments:

At 01 octubre, 2008 23:37, Anonymous Anónimo said...

Yo no estoy nada tranquila, pero no me preocupa tanto la crisis, de la cual el ser humano saldría fácilmente, como las "medidas" que pretenderán imponernos, que no son otras que la razón de ser de la crisis, desde mi punto de vista, no sólo propiciada, sino provocada.

Saber que hay unas personas que están maquinando para lograr el control mundial no me hace gracia, y de eso tenemos muchos indicios (chips, controles alimentarios, ideología de género destructiva, además de que no hay ninguna medida que fomente la sana independencia ni favorezca la salida real de la crisis).
No quieren que salgamos de la crisis: creo que eso es bastante evidente. Pero lo peor está por venir. Y no es por ser pesimista, sino que lo digo porque no se puede tirar la toalla: se puede hacer algo.

 

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