El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

05 octubre 2008

Desarraigo


Elaboré hace años una filosofía, la ‘teoría del desarraigo’, que regalaba en las sobremesas y en las noches de copas a mis amigos, que atendían divertidos al estrambote. Hablábamos de los hijos que aún no teníamos o que acababan de nacer, de cómo serían, de cómo seríamos como padres, como madres. Entonces, cuando aquella madeja comenzaba a deshilvanarse, alguien pedía siempre que contase la ‘teoría del desarraigo’. «¿Qué no la conoces, de verdad? Anda, cuéntasela a María.»

«Vivimos presos –les decía– de una inclinación genética inconsciente: pensamos que, necesariamente, nuestros hijos tienen que mejorar la especie. Proyectamos en ellos todos nuestros sueños y frustraciones, todo aquello que no pudimos ser, lo que no pudimos alcanzar. Un médico brillante, un empresario ejemplar, un científico admirado… Lo que falla es lo que nos falta: la ‘teoría del desarraigo’. Cuando veas a tu hijo, cuando lo acunes en tus brazos, piensa que en pocos años se irá con los ‘pies negros’ de Granada, a ocupar cuevas del Albaicín, o que tu hija se ofrecerá por treinta euros en los semáforos de Málaga. Si aprendes a vivir con ese desarraigo, cuando vengan y te cuenten que quiere ser titiritero de feria o que su sueño siempre ha sido trabajar de camionera, los abrazarás orgulloso».

Nadie, claro, piensa que va a encontrarse a su hijo en un semáforo, ni es humano la falta de expectativas ni razonable la renuncia previa de cualquier ambición sobre ellos, pero la boutade cómica de la ‘teoría del desarraigo’ tiene de eficaz la compensación del exceso inconsciente que proyectamos sobre nuestros hijos. Ocurre, además, que los prejuicios de los padres, unidos al desastre del sistema educativo en España, lleno a su vez de un falso concepto del igualitarismo en la formación, multiplican las frustraciones y ciegan las salidas naturales de muchos jóvenes.

Hace unos días, en uno de los muchos reportajes sobre la crisis que se publican, Expansión elaboró una guía con las ocupaciones que tienen un futuro más brillante en España. Nadie a quien se pregunte hoy acertaría con las respuestas porque entre los oficios con más futuro en España se encuentra el de picador de toros en Barcelona, constructor de pianos en Sevilla, abrillantador de calzado en Madrid, domador de circo en Valencia o cantaor de flamenco en Vizcaya. De todas las noticias que surgen de la crisis, ésta es la única positiva porque despeja el horizonte de ideas preconcebidas, y aparece un mundo laboral desconocido, una realidad que está frente a nosotros y que nadie logra ver.

Mañana, cuando tu hijo reúna a la familia para decirle que ha decidido ser sexador de pollos, si tu hija quienes ser carbonera o cuchillera ambulante, debes saber que ha elegido una de las profesiones con más futuro en España. Y si en vez de eso, quiere ser médico, matemática o abogada, es posible, entonces, que nadie en la familia pueda contener la emoción. Que en el fondo, una crisis como ésta, que no se sabe cómo ni cuándo acabará, no es más que una invitación formal y civilizada a la ‘teoría del desarraigo’.

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