El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 octubre 2008

Mismidad

Con la misma capacidad de sorpresa que el último disco de Dyango, que no debe haber nada más previsible y pasteloso en el mundo, el Gobierno andaluz aprobó ayer su presupuesto para la crisis. O sea, todo igual que el año pasado a excepción de que, como habrá menos ingresos procedentes de los impuestos, esta vez se acabará con déficit presupuestario. No habrá déficit porque se vayan a acometer grandes proyectos de infraestructura; no porque se vayan a ampliar las plantillas de profesores o de médicos o porque se acelere la construcción de las ciudades de la Justicia que se prometieron hace una década; no porque se transfiera más dinero y competencias a los ayuntamientos que van camino de la quiebra… No, nada de eso; la Junta de Andalucía acabará con déficit el año que viene porque el Gobierno andaluz es incapaz de renunciar a los excesos burocráticos que comete a diario. ¿Congelación de sueldos? ¿Reducción de publicidad? ¡Quiá!, Si sólo con esa minucia se ahorran 189 millones de euros, fíjense la cantidad que saldría del resultado de reducir el gobierno a la mitad de consejerías.

Con la letanía pastelosa de la sostenibilidad y las puestas en valor, llega pues el presupuesto número dieciocho que se aprueba en Andalucía bajo la presidencia de Chaves. Esta vez, casi treinta y cuatro mil millones de euros. ¿Cuantos billones de pesetas ha empleado Chaves desde que llegó a la Junta y cuán ha sido el resultado? Dirán, como suelen, que Andalucía ha cambiado mucho en esos años. Pues claro, en veinte ha cambiado Andalucía y hasta Vietnam, como replicó un día Pacheco. Pero la cuestión es dividir en la mejoría experimentada en los servicios debidos a la Junta de Andalucía (colegios, hospitales, carreteras, juzgados...) y dividirlo por la billonada impresionante de la que se ha dispuesto.

La mismidad, en fin, además de un concepto filosófico, debería estudiarse como una estrategia política, o como una deriva de régimen. Sería como teorizar sobre los triunfos electoral a cambio de mantener al personal expectante, con la zanahoria de las promesas que se eternizan y la sensación placentera de la propaganda.
La mismidad como la cobertura aparente de la falta de proyecto, que es lo que le ocurre a Chaves, que no se le conoce la inspiración de estadista. Le pasa como a Serrat, cuando se quedó sin musas y miraba al cielo y soló veía desconches. «Hoy las musas han pasao de mí/ andarán de vacaciones». Las musas de Chaves quizá se le quedaron pilladas en su época de dirigente sindical, cuando tenía fama de negociador tenaz, culo de hierro. O en el Ministerio de Trabajo, igual las musas dimitieron entonces, cuando se le desbocó el paro en el Gobierno que había prometido ochocientos mil puestos de trabajo. Chaves como Dyango.

Coda desolada: «En conclusión: estas colonias no cuestan dinero, son más fieles y ocasionan menos perjuicios, y los ofendidos no pueden ocasionar daño alguno al quedar, como ya hemos dicho, pobres y dispersos». (‘De los principados mixtos’. El Príncipe. Nicolás Maquiavelo)

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