El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

13 octubre 2008

Pretérito

En el libro de “La rebelión de las masas”, Ortega y Gasset introduce un concepto llamativo para hablar del pasado y de la influencia que tiene en cada uno de nosotros, en lo que somos y en lo que seremos. Ortega lo define como “el pretérito amontonado”, de forma que cada uno de nosotros existe sobre esa montaña de ayer. “Éste es el tesoro único del hombre, su privilegio y su señal”, afirma luego, con esa contundencia, a veces desbordada, con la que Ortega combina grandes reflexiones con absurdas boutades, tópicos y simplezas como los que dedica a los andaluces.

Lo del pretérito amontonado, sin embargo, es un concepto atractivo que nos lleva al escalofrío antiguo de pensar que los pasos que damos en cada momento, ya sean conscientes o casuales, van a determinar lo que ocurra a continuación. Pienso en el Monte Testaccio de Roma, que se hizo por la acumulación de las ánforas de aceite que llegaban de la Bética, como metáfora del pensamiento de Ortega; así, como en el monte Testaccio, caminamos sobre los escombros de aquello que hicimos, pero también sobre los cristales rotos de lo que no hicimos, sobre las ascuas de las palabras que no dijimos, de las decisiones que no adoptamos… Pretérito amontonado.

Sostiene Ortega, en cualquier caso, que la importancia del pasado en el hombre radica, a diferencia del resto de los animales que habitan la tierra, en la posibilidad de mirar atrás y de aprender de la experiencia. “Lo importante es la memoria de los errores, que nos permite no cometer los mismos siempre. El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores”. Lo curioso de esta reflexión es contemplar que, de la misma forma que la naturaleza ha dotado al hombre de la capacidad de reconocer y enmendar sus errores, también le ha proporcionado el veneno de la soberbia, de la vanidad y del engreimiento. Decimos, ‘pase lo que pase, no hay que mirar atrás’. Y desde esa perspectiva, la mirada atrás no es el tesoro de los errores; no, la mirada atrás es el error en sí mismo. ¿No es ésta, acaso, una máxima habitual de la política?

La crisis económica de estos tiempos, que es la primera gran crisis de la globalización, está zarandeando los mercados y los principios de la sociedad capitalista, de nuestra sociedad. Llega la crisis económica como un gigante con los pies de barro que le había dejado otra crisis mundial, la crisis de las ideologías. Quizá por eso, nadie acierta a vaticinar cuándo acabarán los desastres económicos, ni qué ocurrirá después. Titubean los gobiernos, se desmoronan los clichés, se diluyen todas las diferencias políticas.

Ortega decía que se trata sólo de saber vivir sobre la montaña de nuestros errores, aprender a decidir sobre el pretérito amontonado en el que estamos. También debe ser cierto para esta crisis. Ocurre, sin embargo, que antes tendrá que surgir de esas cenizas un líder nuevo. Un discurso nuevo. Y esta crisis económica todavía no tiene liderazgo. El ‘crack del 2008’ no tiene su paladín.

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