Cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acudió el pasado jueves al acto de celebración de los ochocientos números de la revista “La aventura de la Historia”, de la editora de EL MUNDO, un catedrático de León se convirtió en protagonista inesperado del acto: Francisco Sosa Wagner. Como recordó en su intervención Pedro J. Ramírez, este catedrático de Derecho administrativo formó parte del tribunal que examinó a Rodríguez Zapatero de su licenciatura en Derecho. Dedicó su tesis a la autonomía de Castilla y León y Sosa Wagner lo premió con un sobresaliente cum laudem. Veintitrés años después la visión autonomista del presidente Zapatero ha cambiado tanto que Sosa Wagner, que acaba de publicar con su hijo Igor un interesante libro sobre “La España Fragmentada”, no duda en suspenderlo con rotundidad.
SOBRE RODRIGUEZ ZAPATERO
“No me atrevo a pronunciarme sobre la capacidad intelectual de Zapatero. Permítame... Yo conozco desde hace muchísimos años a la familia de Zapatero, que me es muy cercana y muy querida, y con su padre tengo una verdadera amistad. El padre de Zapatero es un abogado muy conocido de León, fue decano del Colegio de abogados, y es un hombre de éxito profesional. No es un picapleitos, sino un hombre muy interesado por la cultura, por la literatura, por la historia… Le quiero decir, por tanto, que en la casa del presidente Zapatero siempre ha habido libros, que se ha criado en ese ambiente. Que haya tenido más o menos tiempo por su dedicación a la política, pues ya no lo sé...”
“En los años de universitario de Zapatero yo era director general técnico en el Ministerio de Administraciones Públicas de los primeros gobiernos de Felipe González, y fue ya al final de la carrera cuando le examiné de la tesis. El otro día, el presidente del Gobierno me llamó para comentármelo. Ja, ja, me dijo que entendiera que ahora la nota ya no se la pongo yo, sino los ciudadanos, y yo le dije que tenía razón, claro. En cualquier caso, está claro que no me gusta nada, sí… Ja, ja, me remito al libro, que me parece que es demoledor. Yo también le dije esto al presidente, que su política territorial no me gusta nada”.
“Todo el mundo cuando llega al poder tiende a pensar que las cosas comienzan con ellos. En mi etapa en el Gobierno, yo solía decirle a mis compañeros, ‘ojo, que todo esto viene de los Reyes Católicos, que no lo inventamos nosotros’. Dicho esto, lo que está claro es que se andaba con más cautelas y, sobre todo, que en política autonómica no se andaba con experimentos ni bromas. Fíjese que era tanta la vigilancia, que incluso se creó en el Ministerio una comisión permanente para analizar todas y cada una de las normas que se aprobaban en las comunidades para interponer el correspondiente recurso judicial cuando se excedieran. No se dejaba pasar una; Felipe González y Alfonso Guerra tenían una idea más clara, más clásica del Estado.
SOBRE LA IZQUIERDA Y LOS PROGRES
“Yo escribo lo que escribo, como le dije el otro día al presidente Zapatero, desde mis posiciones socialdemócratas. No soy un hombre muy creyente, soy una persona de pocas convicciones, pero esta de la socialdemocracia sí que la tengo y muy firmes. Yo creo, como socialdemócrata, en los poderes públicos fuertes. No creo en los estaditos, en las regioncitas, en los municipitos… Sólo un poder público fuerte puede enfrentarse a los grandes poderes económicos”.
“La izquierda nunca ha tenido esas veleidades. Jamás en Europa ha sido así. Esto que mantiene la izquierda entre comillas de que cuanta más descentralización más progre soy y más pegatinas me pongo, es lo que yo combato abiertamente. Me niego a aceptarlo, porque un planteamiento así sólo puede justificarse por la desorientación ideológica de la izquierda”.
SOBRE ESPAÑA Y EL IMPERIO AUSTROHUNGARO
“No es una invocación que se me haya ocurrido a mí, sino que ese modelo se puede encontrar en el pensamiento catalanista del siglo XIX y, muy recientemente, en algunos políticos españoles. No sé, fíjese que el último artículo que publicó Ernest Lluch antes de que lo asesinara ETA, se titulaba “Por qué soy austrohúngaro”. Y la idea de ‘nación de naciones’, todo esto del ‘Estado plural’, se fraguó en el Imperio Austro Húngaro. Si yo lo rescato ahora es para recordar que el Imperio Austro Húngaro fue el colmo de los líos. Las crisis institucionales fueron permanentes, los conflictos judiciales eran continuos y el conflicto de las distintas lenguas condujo al imperio a la parálisis absoluta. En el libro, recordamos algunas anécdotas que son grotescas y que, por desgracia, ahora nos parecen cercanas en España. Por ejemplo, que se llegara al ridículo de estaciones de ferrocarril que no se rotulaban con ningún nombre porque los distintos dirigentes locales no se ponían de acuerdo en el nombre del pueblo. Así que el viajero del tren, llegaba a la estación, y no sabía dónde estaba. En fin, que la tesis que sostengo es que España no es una nación de naciones, pero si lo fuéramos, deberíamos disimularlo y no decírselo a nadie. Porque en la historia, todas las naciones de naciones han acabado fatal: El imperio austrohúngaro, Yugoslavia, la Unión Soviética… La nación de naciones no es ningún modelo territorial, es un disparate absoluto”.
“Hombre, lo del modelo austrohúngaro tiene la explicación de que se trataba de una ‘monarquía dual’, en la que se aceptaba la existencia de un solo monarca, un jefe de estado, que reina sobre distintas naciones con autonomía garantizada cada una de ellas. Fíjese que nos cansamos de escuchar a muchos dirigentes políticos en España que afirman que, con estas reformas de estatutos, vamos hacia un modelo federal, y esto no es así en absoluto. No es verdad, todo esto no tiene nada que ver. En el mundo hay dos estados federales serios, Estados Unidos y Alemania, y en ninguno se cuestiona la unidad del Estado ni la integración de cada una de las partes en ese todo común. Esto es esencial para que funcione un sistema federal, porque de lo contrario se desintegra. Lo terrible es que en España nos hemos lanzado a la reforma de los estatutos de autonomía, incluyendo cada uno las competencias que le place, sin que antes nos hayamos puesto de acuerdo en lo esencial: el todo, el Estado. Hemos metido a España en un quirófano para una gran operación, pero no alumbrados por las potentes luces de un quirófano, sino por una simple vela”.
SOBRE LAS REFORMAS DE ESTATUTOS
“Esas relaciones bilaterales, que ya se están instaurando en Cataluña, es lo contrario de un sistema federal. Nosotros caminamos claramente hacia el confederalismo. ¿Cómo es posible que una comunidad autónoma como Castilla La Mancha diga que el trasvase Tajo Segura se cierra en el 2015, y que los aprueben los dos partidos políticos? Insisto: Es un disparate esto de que cada uno apruebe por su cuenta los estatutos alentados por un incesante victimismo local y por agravios entre unas comunidades y otras…”
“Por eso, el resumen de todo esto es ‘no me cuente usted películas de que vamos a un estado federal porque no es verdad’. Quitémosnos las caretas de una vez. Fíjese, por ejemplo, que por eso nadie quiere la reforma del Senado para que se convierta en una cámara de representación territorial en la que todas las autonomías son iguales. Eso no lo quiere nadie, porque a lo que se aspira, lo que se está fraguando, es la bilateralidad. Y es lo que se está haciendo en Cataluña y lo que se quiere hacer también en Andalucía, en ese Estatuto que se somete ahora a referéndum”.
“Se está haciendo hincapié en todo esto del estado multicultural, en la nación de naciones, y en todos esos conceptos que son grotescos porque en España tenemos un fondo cultural común que es muy evidente. Ahora bien, no somos una nación de naciones, pero pasito a pasito, no me cabe duda de que lo seremos, Si lo que queremos es ser distintos en cada región, si lo que queremos es mirar nuestras diferencias y orillar lo que nos une, no dudemos de que estamos en el camino. Se trata sólo de seguir, y dividir cada vez más, hasta llegar a cada pueblo. Pero sepamos que este camino sólo nos lleva al desastre. Nos lleva a una España desfragmentada, como hemos titulado el libro. Yo no creo que España se rompa, como dice el PP, porque eso no ocurre así, de golpe. Todo tiene un proceso lento, y en este caso es la desfragmentación. Y que todo eso lo provoque el Partido Socialista es un contrasentido histórico”.
“Es evidente que lo que buscan (catalanes y vascos) no es la independencia lo que quieren es ser españoles de primera. Volvamos a los sistemas federales. Una de las características esenciales, fundamentales, de un sistema federal es la existencia de partidos políticos nacionales. Fíjese, frente a eso, lo que está pasando en España. Hasta ahora el problema era la sobre-representación de los partidos nacionalistas, pero es que ahora está ocurriendo algo más grave, la territorialización de los partidos nacionales. Y a menudo los ‘barones’ regionales se imponen a los nacionales. Esa dinámica tiene un peligro tremendo”.
SOBRE LAS SALIDAS
¿El Tribunal Constitucional?
“Sí, la única esperanza puede estar ahí, lo que ocurre es que yo soy jurista y tengo pocas esperanzas en el Tribunal Constitucional, ja, ja… En fin, la dificultad grande radica en modificar ahora estatutos que han sido aprobador por el pueblo. Nos llevaría a un grave conflicto entre poderes, por eso lo sensato es haberlo evitado y aquí no ha existido. Las instituciones no deben alentar esos conflictos, y mucho menos cuando está el pueblo por medio, pero ya ve usted. Por eso le digo que, si hay sentencias del Constitucional sobre estatutos, será de esas sentencias ‘interpretativas’. Los circuitos de poder que se han creado ya en algunas autonomías son muy difíciles de corregir”.
¿El modelo de financiación?
“Lo siento, pero tampoco en eso soy optimista. Esto ha tomado ya un ritmo, una marcha, que es imposible de frenar. Pasará tiempo, y el Estado se irá fragmentando cada vez más. Y veremos cómo el Gobierno de la nación será cada vez más incapaz de hacer nada, de legislar nada, de imponer nada”.
¿La reforma de la Constitución?
“Sí, ésa es la salida. Otra cosa es que exista interés político. Quiero decir que si el Gobierno quisiera eso sólo tendría que coger el dictamen que realizó el Consejo de Estado, a petición del propio Gobierno, y haber empezado por ahí. Pero no lo hizo, y el Consejo de Estado en su informe lo que hacía era alertar de que, antes de acometer las reformas de los estatutos, era necesario dejar claras las competencias del Estado que son absolutamente irrenunciables. La reforma de la Constitución para reforzar el ‘disco duro’ del Estado es la única salida a todo este absurdo, es verdad, pero ¿quién quiere eso? ¿Quién quiere eso?”