El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

26 febrero 2007

Currantes




Por primera vez en muchos años, UGT y Comisiones Obreras van a celebrar el Primero de Mayo por separado. La noticia, dado que el Día del Trabajo dejó atrás hace mucho tiempo su esencia reivindicativa, tiene interés por las razones que se esgrimen. ¿Disputas sobre la política económica del Gobierno? ¿Tensiones internas por el desastre autonómico del PSOE? ¿Diferencias por el ‘No a la Guerra’… de Afganistán?

Nada de eso. La razón oficial es que no se ponen de acuerdo en la ciudad en la que debe celebrarse la manifestación. UGT defiende que siga siendo en Madrid, mientras que CCOO pide que se organice en Sevilla para hacerlo coincidir con no sé qué congreso europeo de sindicalistas. Y como en Andalucía había ya pocas capitales y referencias internacionales (desde la California europea de Borbolla hemos llegado a la Finlandia de Chaves, con paradas intermedias en ‘Málaga, capital del sur de Europa’, ‘Sevilla, la nueva Porto Alegre’, y ‘Córdoba, capital de la alianza de las civilizaciones’), ahora viene Fidalgo y dice que quiere convertir a Sevilla en la “capital del sindicalismo europeo”.

Dirán lo que quieran, pero toda esta parafernalia sindical deja bien a las claras la realidad de las organizaciones sindicales en España, sus intereses y sus dependencias. Si a menudo se habla de la distancia que existe entre la clase política y el electorado, qué decir de la distancia que separa a los sindicatos de la realidad laboral. Y porque la sociedad que vivimos necesita, más que nunca, movimientos sindicales que defiendan a los trabajadores, es necesario señalar y denunciar el parasitismo ideológico e institucional al que han llegado.

¿Sindicatos más radicales, entonces? Nada de eso, claro. Bastaría con sindicatos independientes, autosuficientes y comprometidos. Ni correa de transmisión de un partido ni apéndice de ningún gobierno por los acuerdos de financiación anuales. Que no es verdad, en fin, que Comisiones Obreras quiera celebrar el Primero de Mayo en Sevilla para convertir a Andalucía en capital del sindicalismo europeo. La verdad es que este año los trabajadores despedidos de Sintel quieren volver a ser protagonistas de la manifestación sindical, porque siguen pensando que los han engañado. El líder de Comisiones Obreras, al que un salvaje agredió en 2003, quiere alejarse de ese avispero, pero Cándido Méndez no puede: las elecciones autonómicas y municipales están cerca y el PSOE madrileño quiere convertir el Primero de Mayo en una protesta contra Esperanza Aguirre y Gallardón.

En esas, ya ven, Comisiones Obreras se trae su manifa a Sevilla. ¿Murcia, por el agua? ¿Teruel, por el reparto equilibrado y justo de las inversiones? ¿Galicia, contra los vertidos? ¿Algeciras contra la inmigración? ¿Puerto Real? Mira que había razones para celebrar el Primero de Mayo fuera de Madrid, pero se ha elegido la única que sólo les interesa a ellos, a esa estructura endogámica, dependiente y burocratizada.

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Broncas



Incluso después de reconocer que una vez se fumó un porro de marihuana, el líder de los tories británicos, David Cameron, avanza decidido en las encuestas del Reino Unido. Carrera meteórica. En un par de años, ha ascendido al liderazgo de los conservadores, ha cambiado la tendencia negativa de voto de los tories durante un decenio y puede terminar sucediendo a Blair. Anda por los cuarenta años y sólo lleva de diputado desde 2001. Gracias a su discurso moderado, le han bastado cinco años para ascender de la base a la cima del partido que tuvo de líderes a Churchill y a Thatcher.

Para la política doméstica, la evolución de Cameron, un liberal que combate a los neoconservadores, es interesante porque permite establecer algunos paralelismos con la derecha española. Es ese ‘viaje al centro’ que ridiculizó en su día Alfonso Guerra (“de dónde vendrían, que nunca llegan”) y que, paradójicamente, ha vuelto a plantearse en esta legislatura con más fuerza que nunca. Y el mismo Aznar que refundó y centró a la derecha española, es el que aparece ahora tirando de las riendas del PP hacia la derecha.

Como en tantas ocasiones, no se trata tanto de grandes diferencias políticas, aunque existen, sino de formas de hacer política. Quienes defienden una política implacable, más ruda y agresiva, recelan de quienes propugnan posiciones más centristas, más abiertas y amables. Lo curioso es que, aunque el líder del PP, Mariano Rajoy, se inclina por esta política más centrada, parece que lo que exigen los electores más fieles de este partido des una mayor agresividad contra el PSOE. Ni un minuto de descanso, confrontación total. El Estatuto andaluz ha sido el último ejemplo.

Ahora que nos embarcamos en un largo periodo electoral, la radicalización crecerá como una tentación junto a los discursos. Y sólo si los dirigentes de ese partido tienen claro que la bronca es la vía equivocada, el PP dejará de empatar en todas las encuestas españolas, lo que querrá decir que en Andalucía volverá a acariciar el sueño del empate.

Hace unos días, Nicolás Redondo Terreros decía en la radio que en la sociedad española existe un sentimiento muy distinto cuando se enfrenta a la política. Y mientras el PSOE es un partido querido, el PP es visto como un partido necesario. Tiene razón; esa visión está adherida al tejido sociológico español y no parece que se vaya a borrar en muchos años. Quien más claro lo ha tenido siempre ha sido el PSOE, encantado con la política de la confrontación y de bronca permanente del PP.

La bronca es la tentación, el alivio, el trapo rojo que siempre le tiende el PSOE. La bronca los dejará descansados y henchidos, pero no es inteligente. Porque sin pretenderlo, con la bronca, el PP está apelando al subconsciente colectivo, no a la actualidad política.

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23 febrero 2007

Puerto Real



Ya los carnavales eran como un velatorio. En los camerinos y en el escenario se podían oír dedicatorias a los trabajadores de Delphi que sonaban a pésame anticipado. Sonata triste de carnaval, porque, desde que tantas chirigotas se acompasan al ‘tipo/tipo’ de las subvenciones oficiales, ya no son tan radicales como antes. Aquel tiempo en el que sacaban pecho y cantaban las letras que después alimentaban a Carlos Cano. «Guardias no tires pelotas, que pa pelotas, Puerto Real».

Pues sí, en Puerto Real, después del mazazo de los Astilleros, ahora llega el portazo de Delphi con 1.675 empleados en la calle, que llegan a los cinco mil parados nuevos si se le suman los empleos indirectos que dependen de la factoría. Tampoco los sindicatos son los de antes, esos que amenazaban hace un par de años con volar el puente Carranza si no se garantizaba el trabajo en los astilleros. Pero llegó después con Zapatero la enésima reconversión de los astilleros; se quedaron aquellos pantalanes tan raquíticos y los sindicatos tan callados, que ahora, sin gobierno al que culpar, las protestas suenan a excusas o a impotencia.

Descolocados como la Junta de Andalucía, que se queja, con esos absurdos giros del nuevo lenguaje político, de que «no ha sido objeto de comunicación». Le reprochan a la multinacional norteamericana su falta de cortesía y haber cerrado las puertas cuando se ha comido las subvenciones. Exigirle a una multinacional que sea cortés es como pedirle a un violador que sea suave y cariñoso. Y sorprenderse ahora del interés colonialista de las multinacionales es descubrir la globalización. Ayer Andalucía, mañana Polonia. Al mejor postor, con las mejores ayudas y los sueldos más baratos.

No sorprende, en fin, el portazo de Delphi sino la cosa interna. Nuestro alegre debate de lo que a nadie le importa. Podemos detenernos en algunas coincidencias. Ayer, por ejemplo, se anunciaba el cierre de Delphi en Puerto Real (le quedan aún otras cuatro factorías en España) al mismo tiempo que se aplaudía el sólido crecimiento de la economía española en 2006. Es significativo porque resulta que Puerto Real, este Puerto Real de reconversiones y parados, ha sido en 2006 el municipio de España donde más ha aumentado el precio de la vivienda. En este Puerto Real que cuando llega el lunes se duerme al sol en los bancos de la plaza, la vivienda subió en un 33,2 por ciento el año pasado, casi el triple de la media española en municipios similares.

Para que luego dudemos de las causas reales del crecimiento sostenido de la economía española: Sube la economía por el disparate del precio de la vivienda. La cuestión es imaginar cómo puede acabar todo. Cuando se habla de la burbuja inmobiliaria, uno siempre imagina una enorme pompa de jabón entre las nubes. Sube y sube, reflejándonos a todos allá abajo. Brilla y brilla con pequeños arco iris dentro hasta que se detiene. Ploff.

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22 febrero 2007

¿Baraka?



Yo no sé qué tiene Zapatero últimamente. El miércoles convocó en Ibiza una cumbre hispano-italiana, se hizo unas fotos abrazado a Prodi y ayer mismo, nada más regresar a Roma, Prodi presentó la dimisión. Mira que ha sorteado crisis Romano Prodi en su vida política; mira que ha atravesado desiertos desde que, en 1978, lo hizo ministro el viejo zorro de la política italiana Giulio Andreotti, aquel que acabó envuelto en corrupción y salvado por la campana de la prescripción. Mira que se ha enfrentado a imperios políticos y a adversidades en la presidencia de la Unión Europea, desde la entrada del euro hasta la ampliación a los veinticinco.

En todo momento, como huesecitos de aceituna que se van tirando, Prodi ha ido sorteando obstáculos. Hasta que llegó antier a Ibiza. No ha hecho más que venir a España, dejar que Zapatero le eche el brazo por el hombro, «Romano, amigo, nosotros sí que nos entendemos bien, no cómo Aznar y Berlusconi», y a Prodi se le ha ido la presidencia al garete. En Italia, incluso en Italia donde no suele ser noticia la inestabilidad política, estaban ayer haciendo cálculos para comprobar si Romano Prodi ha batido un récord como presidente efímero. Su segundo gobierno sólo le ha durado 281 días.

Yo no sé lo que tiene Zapatero últimamente, pero parece que le han cambiado los vientos de la buena suerte. De la baraka, ¿se acuerdan? En diciembre, vaticinó el final de ETA y lo que, en realidad, estaba por llegar era un brutal atentado. En febrero, se vino a Andalucía a hacer campaña del referéndum, y las urnas han batido el récord de abstención. Allí donde fue, a Dos Hermanas, resulta que fueron más gente a su mitin (30.000 personas) que a los colegios electorales (sólo 27.000 votantes). Y ayer, después de que la ejecutiva federal del PSOE se congratulase por la aprobación del Estatuto andaluz, viene Rodríguez Ibarra y anuncia en Sevilla un recurso de inconstitucionalidad. Cómo no estará el patio socialista que el presidente Chaves, que tenía previsto acompañarle en el acto público, se tuvo que marchar. Llega Ibarra a Sevilla, y el que sale es Chaves. No te digo.

Romano Prodi, que le dicen ‘Il Professore Mortadela’ por su origen boloñés, buscaba un «cambio sereno» en Italia y se ha encontrado con un final acelerado. Entre los detalles más recientes de su biografía, figura un encuentro con Zapatero en el que, por lo que se ha contado, Romano Prodi eludió fotografiarse con el presidente español. Prodi es probable que se oliera algo: a sus años, además, parece que le irritaba la comparación con Zapatero. «El zapaterismo es imposible aquí», decía. Lo negaba porque, aunque defendía un cambio de política en Irak , nunca se le pasó por la cabeza abanderar una escandalera antiamericanista como hizo ZP. Se resistió a la foto hasta que antier se la hizo. Y ya ven. Fulminante. ¿Quién dijo baraka?

21 febrero 2007

Dislexia



Dice el presidente que los políticos tienen que ser valientes y asumir la responsabilidad de sus actos. Dice que él es un hombre valiente y que está dispuesto a asumir que el referéndum del Estatuto haya batido el récord histórico de la abstención. Le han preguntado luego cómo piensa asumir la responsabilidad, y el presidente ha dicho: «La responsabilidad que asumiré es la que quieran depositar sobre mis hombros los andaluces». Dice el presidente que como piensa presentarse por sexta vez a las elecciones, que será entonces cuando haga caer sobre sus hombros el peso de la crítica ciudadana. Ojo, que esto es bueno.

De todas las descalificaciones que se han podido oír sobre el presidente Chaves, la mayor de todas la contaba en una divertida sobremesa un ex consejero de su Gobierno. Contaba el hombre, apesadumbrado, que Chaves ejerce su presidencia de una forma peculiar, distante. Tanto que él mismo, en los años que estuvo en el Gobierno, sólo logró que el presidente lo recibiera en un par de ocasiones.
No es difícil imaginar a Chaves en su jaula de cristal, aislado de todos, hasta de los suyos, rodeado sólo por su asesores áulicos. No cuesta tanto verlo así porque, a fin de cuentas, ese aislamiento es propio del poder; propio del repelús a las críticas, que es un hongo que se contagia en los despachos políticos. No cuesta pensar que sólo entra y sale el consejero Zarrías, ora con papeles de encuestas, ora con maldades y nuevas estrategias de modernización.

Pero no era ésta la explicación que se daba aquel consejero. Su veredicto con el presidente, después de tantos años, era más cruel: «Chaves no tiene la dislexia en el habla, la tiene en la mente». Es una forma de expresarlo, claro, que nada tiene que ver con el origen neurológico de ese trastorno del lenguaje, tan característico de Chaves. En fin, que lo que quería decir el ex consejero no guardaba relación con la medicina sino con la capacidad de Chaves.

Esto que dijo ayer el presidente, por ejemplo, es probable que tenga que ver con esa dislexia mayor, alguna confusión elemental sobre los conceptos y las ideas. Oírlo decir que los políticos tienen que ser valientes; que él es valiente y por eso ha decidido asumir la responsabilidad de la abstención del referéndum; y que esa responsabilidad será la que determinen los ciudadanos en las próximas elecciones, decir todo eso, hilvanar esos conceptos, es tropezarse en lo fundamental. Eso no es asumir ninguna responsabilidad, sino anunciar que en las próximas elecciones piensa aceptar el resultado de las urnas. O sea, que Chaves se comprometió a que, si pierde las elecciones, está dispuesto a no seguir en las presidencia. Estaría bueno, claro... Pero no teman, que incluso el consejero aquel que estuvo sentado a su lado, tendrá claro que Chaves no está tentado de cambiar su apellido para terminarlo en zeta. Que todo es fruto de la dislexia. Dislexia política.




Ilustración:http://canalsu.blogspot.com/

20 febrero 2007

Ilegítimo






Nada extraño debe resultarnos que Chaves haya anticipado tanto el debate sobre la legitimidad del resultado del referéndum. Ya en los mítines de la campaña, repetía que lo único importante es el número de síes, no el número de votantes. Que ésta es la regla esencial de la democracia.

Todo esto se repite como los gritos que se dan al borde de un precipicio, sin que encuentren otra contestación que el propio eco, porque el problema fundamental de la abstención es que, por muy elevada que sea, no tiene dueño. ¿Quién puede adjudicarse el triunfo de la elevada abstención del referéndum de Andalucía? ¿Qué dirigente político puede hablar en nombre de la abstención?

Nadie. Entre otras cosas porque una abstención así es un río caudaloso en el que confluyen desde abstencionistas típicos, de esos que se vanaglorian de no votar jamás, hasta los autóctonos, propios de esta hegemonía agobiante. «¿Para qué voy a votar, si siempre sale el mismo?», le oí decir a un tipo el domingo.

En esas circunstancias, la horfandad de la abstención sólo podría remediarse en el supuesto inverosímil de que los dirigentes políticos la interpretaran como un portazo, como un gesto claro de desprecio, de rechazo al discurso. Lo mismo que ha dicho Bono, pero en boca de Chaves. Esto no ocurre, ni puede esperarse que vaya a ocurrir jamás, y por esa razón los mismos dirigentes que durante años han estado afirmando que la reforma del Estatuto era la principal preocupación de los andaluces, afirman ahora que el referéndum se ha saldado con un respaldo abrumador.

Quiere decirse que todo esto ya se sabe, que lo que no puede esperarse de un sistema político clientelar, cerrado y endogámico, es que atienda a este tipo de razones. Pero que la abstención sea inocua en un sistema político como éste, no quiere decir que, encima, tengamos que soportar lecciones de democracia. Esta confusión permanente entre la legalidad y la legitimidad, por ejemplo.

La legalidad del nuevo Estatuto no parece que la discuta nadie, porque nadie ha anunciado, como ha ocurrido con el Estatuto catalán, que piense llevarlo ante el Tribunal Constitucional. Pero la legitimidad no se resuelve en ningún tribunal; la legitimidad sólo tiene que ver con la ética de cada político, con la decencia de aceptar una equivocación, con la dignidad democrática de asumir la bofetada de una abstención tan elevada.

Legitimidad y legalidad. Aquel mítico 28 de Febrero, por ejemplo, no logró superar nunca la barrera de legalidad que le imponía la entonces vigente Ley de Referéndums. Pero fue tal el apoyo abrumador de los andaluces, que la legitimidad acabó desbordando a la legalidad. El 18 de Febrero ha ocurrido lo contrario. No parece haber obstáculos de legalidad, pero la consulta no ha superado la barrera de la legitimidad. Las consecuencias del 28-F las conocemos; éstas están por llegar las del 18-F.

19 febrero 2007

Referéndum del 18-F. El resultado.



El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, había dicho días atrás, para justificar que la inmensa mayoría de los andaluces admitía en las encuestas que desconocía la reforma del Estatuto, que «cuando se hace una reforma del Estatuto, o incluso de la Constitución, no es un problema de conocimiento; la gente intuye qué es lo que está en juego».
Si se trataba de eso, si ese era el listón, la intuición, los andaluces dejaron ayer claro qué han intuido ante la reforma del Estatuto: se trata de un asunto que no les interesa. La ‘realidad nacional’ que el presidente de la Junta de Andalucía introdujo con calzador en el Estatuto andaluz no ha merecido el respaldo más que de uno de cada diez andaluces, de los más se seis millones de andaluces que ayer estaban llamados a esta consulta. Sólo el 31% de los andaluces refrendó ayer el nuevo Estatuto de autonomía.

Chaves, que además de la Junta de Andalucía también preside el PSOE federal, había vaticinado en numerosas ocasiones que la jornada electoral del 18 de febrero sería un día histórico. Pese a ser el dirigente socialista andaluz más longevo de todos cuantos aparecían en aquella famosa ‘foto de la tortilla’ en torno a Felipe González, Manuel Chaves no había tenido una participación activa en el referéndum andaluz del 28 de Febrero de 1980 y, acaso por ello, buscaba ahora emular aquella jornada en la que el voto masivo de los andaluces rompió el modelo autonómico que había trazado el Gobierno de Adolfo Suárez. Es probable, sin embargo, que con estos datos de la jornada electoral, a partir de ahora el principal interesado en evitar cualquier comparación sea el propio presidente de la Junta de Andalucía.
Quiere decirse, en suma, que si el 18 de febrero será histórico por algo, lo será porque ya se ha convertido en la consulta electoral que menos ha interesado a los andaluces en toda la historia de la democracia; nada que ver, desde luego, con las elecciones y nada que ver con ninguno de los seis referendos que había habido hasta ahora.
Pero es que ni siquiera podría alegarse como excusa de la elevada abstención que lo que se sometía a votación es un texto farragoso que se ha sometido a votación, un tocho de doscientos cincuenta artículos (el texto se ha triplicado, el Estatuto andaluz ha pasado de contenerse en 10.000 palabras a extenderse en más de 36.000). El 28 de Febrero de 1980 la pregunta que dispuso el Gobierno de UCD, que propugnada la abstención, era algo tan enrevesado como lo siguiente: «¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa, prevista en el artículo 151 de la Constitución, a efectos de su tramitación por el procedimiento previsto en dicho artículo?». Y sin embargo, la participación alcanzó el 64 por ciento, casi el doble que en el referéndum de ayer, que se quedó en el 36 por ciento.
Pese a todas estas evidencias, que nadie espere ningún gesto de autocrítica entre los dirigentes que han fomentado y apoyado esta reforma. Tras conocerse el resultado, el Gobierno activó el procedimiento habitual de felicitaciones en una campaña electoral. Las reacciones se acogieron estrictamente a ese protocolo de victorias sin reparar en nada más. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, descolgó el teléfono de La Moncloa y felicitó al presidente andaluz, Manuel Chaves, por el resultado de la consulta. Tampoco el presidente andaluz. A juicio de Chaves, si no ha acudido a votar ni el cuarenta por ciento de los andaluces ha sido «por un exceso de optimismo». «Seguramente esos ciudadanos estarían de acuerdo con el Estatuto, pero habrán considerado que el partido estaba ganado de antemano».

LAS URNAS DE LA DERECHA
Estas dos palabras, «exceso de optimismo», las veremos repetidas a partir de hoy en todos los dirigentes socialistas junto a otro argumento más: La culpa de la elevada abstención la tiene el Partido Popular. A pesar de que el Estatuto que se ha sometido a referéndum lo pactaron el PSOE y el PP en el Congreso de los Diputados; y a pesar de que el PP ha llenado Andalucía de vallas con sus principales líderes pidiendo el voto afirmativo, los socialistas andaluces los han acusado durante toda la campaña de no haber puesto suficiente énfasis. En el mitin de cierre de la campaña de Chaves, el PSOE llegó un poco más lejos «Sabemos en qué mesas votan», afirmaron.
Anoche, nada más cerrarse las urnas, el PSOE se aplicó con este análisis. «Hay una mayor cantidad de votos negativos en las mesas electorales en las que tradicionalmente se vota a la derecha», repetían los dirigentes locales del PSOE en varias ciudades andaluzas.
De todas formas, al margen de la pugna política, ¿es verdad que los votantes del PP se han abstenido? Con toda probabilidad, una buena parte del electorado que tradicionalmente apoya al PP ha decidido abstenerse o votar en contra, pero es que es muy probable que lo mismo haya ocurrido con los votantes socialistas y con los de Izquierda Unida. De hecho, los votos afirmativo conseguido por el Estatuto no llegan ni siquiera a los votos que obtuvo el PSOE en las últimas elecciones andaluza. El nuevo estatuto andaluz fue respaldado por 1.899.860 personas, una cifra que está 340.000 votos por debajo de los votos que consiguió el PSOE en las últimas elecciones. Y el Estatuto lo apoyaban, al margen del PP, el PSOE, Izquierda Unida, además de todas las organizaciones sindicales, patronales y sociales de Andalucía.

EL SUDOKU DE SOLBES
En cualquier caso, cuando se apague esta nueva polémica entre el PSOE y el PP, la única realidad constatable será la aprobación y ratificación de un nuevo Estatuto de Andalucía que, a pesar de incluir muchos aspectos calcados del Estatuto de Cataluña, no acabará en el Tribunal Constitucional gracias al acuerdo previo de socialistas y populares en el Congreso.
La principal dificultad, en adelante, será resolver lo que, en su día, definió el vicepresidente Pedro Solbes como el «sudoku» de la financiación autonómica. Con la aprobación del Estatuto andaluz, el laberinto autonómico se complica porque también Andalucía tiene ‘garantizado’ por su Estatuto que cobrará la ‘deuda histórica’ y que, durante siete años, las inversiones del Estado en Andalucía serán equivalentes al peso de la población en el conjunto de España. Cuando llegue ese debate, en fin, lo único que estará garantizado es que nadie se acordará ya de que este referéndum del 18 de Febrero ha sido líder en abstención.

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17 febrero 2007

Ochavillo



Habrá dos fotografías el domingo en Andalucía. El positivo y el negativo de la jornada electoral del referendum del nuevo Estatuto . Dos fotos para dos momentos. Una foto será la de las urnas del referéndum, con las imágenes repetidas de unas monjas votando y un señor mayor con su nieto de la mano. Y los dirigentes políticos camino del colegio electoral a primera hora de la mañana, atravesando calles empapeladas con carteles y vallas con sus propias caras, compitiendo en sonrisas con ellos mismos.

La otra foto serán unas urnas vacías. Un presidente de mesa que bosteza y dos apoderados que charlan aburridos, apoyados en el quicio de la puerta, contemplando la explanada desierta del colegio electoral. En las calles, la foto rota de Andy & Lucas y sobre una pintada en la valla de María Teresa Campos: “Boicot al Referéndum. Ochavillo del Río por su autonomía”.

Hace unos años, cuando se desató en España la fiebre de la nación de naciones, aquella noticia de la lucha de Ochavillo del Río por su autonomía aparecía como símbolo máximo, definitivo, de cuanto estaba ocurriendo. Ochavillo del Río, además, tiene nombre de película de Berlanga. Este pueblo de Córdoba se parece a aquel Villar del Río de Bienvenido Mister Marshall, el pueblo que esperaba inútilmente a los americanos. Con el alcalde subido al balcón del ayuntamiento, y el reloj de la plaza que siempre marca las tres y diez. Y los ciudadanos “vestidos de andaluces”, esperando a Carmen, la folclórica de moda. Andaluza, por supuesto. “Como ven, este pueblo no tiene nada de particular”, que decía la voz en off al principio de la película.

Ochavillo del Río tampoco tiene nada de particular. Una historia que se remonta a Carlos III y un nombre que recuerda el ochavo, la moneda de dos maravedíes. Ochavillo son los novecientos vecinos que quieren que la Junta de Andalucía les otorgue la independencia municipal, su autonomía, “o por lo menos que nos dejen que seamos una aldea, es decir, que dejemos de ser una calle, para tener algunas competencias y recursos". Pero el Gobierno andaluz, la semana pasada, les ha negado la autonomía. De ahí el boicot, porque dicen que no han sido justos con ellos. “Necesitamos la autonomía mucho más que Andalucía la reforma del Estatuto. Pero si han apagado nuestra voz con la arbitrariedad y la ilegalidad, debemos aprovechar el referéndum para que nuestra abstención sea un grito por nuestra autonomía".

El discurso es grande, más grande que Ochavillo del Río. Recuerda a los discursos históricos de la autonomía andaluza, cuando el referéndum del 28 de febrero. Cercanía del poder, eficacia en las inversiones, descentralización. El modelo territorial en España incluía un tercer paso, la descentralización a los ayuntamientos, que sigue pendiente. El centralismo ahora está en las autonomías... En fin, que, por principios y por ternura, hay que estar con Ochavillo del Río.

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16 febrero 2007

Estatuto andaluz. Dos artículos y pico


Los poderes del presidente

Todo un capítulo del nuevo Estatuto de Autonomía, el Capítulo III, está dedicado al presidente de la Junta de Andalucía. La redacción de este capítulo, como sucede en otros del texto reformado, incluye la llamada ‘corrección de género’, que consiste simplemente en añadir el femenino a los términos expresados en masculino/neutro.

Lo que ocurre, sin embargo, es que el empleo de la farragosa sucesión de masculinos y femeninos en todos los artículos parece que llega incluso a cansar al legislador, con lo que sólo lo emplea en algunas ocasiones. Al ser el Estatuto un texto jurídico, no parece, desde luego, que sea la mejor fórmula porque puede prestarse a equivocaciones. Por ejemplo, en este Capítulo se habla al principio de «presidente o presidenta», pero a continuación se afirma que será el encargado de nombrar «a los consejeros». ¿Y las consejeras? Lo mismo ocurre con los «vicepresidentes» y, más adelante, incluso con el propio presidente, ya que cuando se le asignan algunas funciones ya no se habla de «la presidenta».

En el contenido de este Capítulo, dos reseñas esenciales sobre sus funciones y una tercera que se omite. La primera de ellas es una obviedad que se olvida a menudo en la refriega autonómica que se vive en España: que el presidente de una autonomía tiene una doble representación, la de su comunidad y la ordinaria del Estado en esa región. La segunda es la competencia (que se incluye unos artículos más adelante, en el 127) del presidente de la Junta de Andalucía para disolver el Parlamento cuando lo estime oportuno. No existe limitación, ya que se señala que puede hacerlo bajo su exclusiva responsabilidad. Esta potestad sólo la tienen las llamadas comunidades históricas y las que, como Andalucía, se equipararon a ellas gracias al referéndum del 28 de Febrero.

La omisión es la limitación de mandato. Pese a las exigencias de algunos grupos políticos (entre ellos el PP, uno de los firmantes de este nuevo Estatuto) no existe limitación de mandato. Tampoco listas abiertas para los diputados. Y eso que esto último, como las elecciones primarias, sí se puede encontrar en diferentes momentos de su historia entre los compromisos del PSOE.







La politización de la Juticia

La reforma de los estatutos ofrecía la posibilidad de solucionar uno de los principales problemas de la Justicia española, la inexistencia de la segunda instancia penal, y, además, podía servir para prevenir otro de no menos calado, la territorialización de la Justicia y la politización de los tribunales superiores autonómicos. A la vista de los nuevos estatutos, como este título VI del Estatuto andaluz, no parece que vaya ser así. Al menos, no está garantizado.

¿Qué ocurre con la segunda instancia penal? En la actualidad, en España, tras la sentencia en primera instancia de las audiencias provinciales, sólo puede efectuarse un recurso de casación ante el Tribunal Supremo. Sin embargo, al tratarse la casación de un recurso limitado (no se pueden exigir nuevas pruebas), el recurso al Supremo no satisface la segunda instancia penal. De hecho, España ha sido condenada en varias ocasiones por organismos y tribunales internacionales.

Esta deficiencia del ordenamiento jurídico español podría suplirse con el establecimiento de este segundo recurso en los tribunales superiores autonómicos, manteniendo como hasta ahora el recurso de casación en el Tribunal Supremo. Sin embargo, parece que la ambición autonómica es que el recurso de casación, tal y como estaba, pase a depender de los tribunales autonómicos y que el Supremo se mantenga como órgano de unificación de doctrina. Es decir, se elimina de facto la autoridad superior del Tribunal Supremo. En definitiva, que los tribunales autonómicos se convertirían de hecho en la última instancia judicial, sin que tengan efecto cautelas constitucionales incluidas en el nuevo Estatuto.


Pese a todo, la última palabra no la tiene ni el Estatuto andaluz ni, sobre todo, el Estatuto de Cataluña; todo está pendiente de la nueva Ley orgánica del Poder Judicial y de la Ley de Enjuiciamiento criminal que aprobará el Congreso. Una vez más, todo se resolvería con un acuerdo entre PSOE y PP en estas dos leyes para frenar la ambición autonómica. Un acuerdo, entre los dos, de ahí la inquietud.





La palabrería estatutaria

Si Antonio Muñoz Molina se quejaba el otro día de la intensidad del periodismo declarativo en la prensa española (derivación milimétrica de la sustancia de la que está formada aquí la política), es que no se ha pasado por Andalucía en estos días de campaña del referéndum andaluz.

Se puede entender, como es lógico, que las campañas electorales tiendan al exceso verbal, pero es que en Andalucía, como tantas veces, también en esto se llega más lejos que en ningún otro lugar. Atendamos, por ejemplo, a lo que dijo ayer el líder andaluz de Izquierda Unida. Reproduzco íntegro el teletipo, con la petición expresa de que vayan memorizando la concatenación de dimes y diretes. Dice así la noticia: «El coordinador general de IU-CA, Diego Valderas, afirmó hoy que el secretario general del PSOE-A, Manuel Chaves, hace bien en decirle al presidente del PP-A, Javier Arenas, que pida entre sus votantes el ‘sí’ al nuevo texto andaluz para el 18 de febrero porque el llamamiento que puede hacer el periodista de la cadena Cope, Federico Jiménez Losantos, puede perjudicar al Estatuto andaluz». Ojo con esto. Valderas le dice a Chaves que le diga a Arenas lo que tiene que decirle a sus votantes, para que no atiendan a lo que diga el periodista de la Cope. Esto es periodismo declarativo y lo demás es nadería.

La culpa, claro está, no la tienen sólo esos políticos que se ganan el sueldo con tan poco. La culpa debe buscarse también en la prensa, que tendría que alejarse de tanta farfolla parlanchina, estéril y soporífera. Palabrería hueca que conduce al suicidio político del personal.


La única salvedad que se le puede encontrar a la reproducción de toda esta estulticia estatutaria es que se presente ante los electores como símbolo supremo del Estatuto que se quiere aprobar. En vez de observarlo con sopor, se debe mirar con la perplejidad del inmenso y costoso mecanismo de propaganda que ha puesto en funcionamiento la Junta de Andalucía, con el asentimiento de la mayor parte de la clase política para justificarse a sí misma.

Sólo hay que ver cómo se desenvuelve cada día de esta campaña de referéndum, la cantidad de asociaciones satélites que saca cada día a bailar el PSOE para alabar la grandeza del Estatuto. Asociaciones agrícolas, medioambientales, sociales, económicas. Todas aplauden. Es el peaje obligado para, luego, pasar la bandeja en los presupuestos.




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15 febrero 2007

Debilidad




El presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que sigue en una tournée de despedida, dio ayer en el clavo de lo que está ocurriendo en España. Asegura Ibarra que la situación de la Justicia es insostenible, que no es posible que uno de los pilares del Estado de Derecho, el Tribunal Constitucional, esté herido de muerte como ahora, por culpa de la debilidad del liderazgo español frente a los barones regionales.

Como Joaquín Leguina hace unos días, o Alfonso Guerra, el verano pasado, cuando equiparó la situación española a la desmembración de la Unión Soviética, lo dicho ahora por Ibarra es probable que lo suscriba cualquiera en España. Todos aplaudirían si no fuera por el matiz final: Según el presidente extremeño el liderazgo débil es el de Rajoy y los barones insaciables que han provocado la crisis del Tribunal Constitucional son Arenas y Piqué.

En fin, que este enredo ibarreño, este giro retorcido, es reseñable porque sintetiza bien lo que nos ocurre en España, este sectarismo de partido que ciega cualquier razón en política. Así vamos.

Porque es verdad que la debilidad en el liderazgo en España –el de un presidente obligado a apoyarse en nacionalistas para gobernar– es una de las causas fundamentales de esta alocada carrera reformas de estatutos y es verdad también que no puede concebirse un Estado de Derecho en el que la pugna política vaya y venga del Parlamento a los tribunales sin que se note la diferencia. Sólo por la ceguera anterior de la trifulca política puede un país caminar tranquilamente sobre estas brasas ardientes; el modelo territorial y la Justicia tambaleándose a diario.

En eso, además, que nadie piense que las reformas estatutarias servirán para serenar o clarificar este panorama tan convulso. Cuando se hayan aprobado todas las reformas de estatuto q ue se tramitan, en España seguirán existiendo los mismos problemas territoriales de hace doscientos años y los mismos favores económicos con los que se han acallado siempre esas protestas nacionalistas.

Tampoco habrá una Justicia mejor, sino un alejamiento progresivo del principio constitucional básico de igualdad de todos ante la ley y uniformidad en la aplicación de las leyes. ¿Recuerdan aquello que decían en la Junta de sentencias con «idiosincracia» andaluza... Pues para llegar a esa barbaridad, tanto en el Estatuto andaluz como en el catalán, ya se han puesto los primeros peldaños.

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14 febrero 2007

Paulino



Paulino Plata Cánovas. Tiene pinta de galán de película este hombre que ahora se va para Marbella de candidato. Cuando se conoció la noticia, se presentó en el Parlamento con un terno negro de raya diplomática, la camisa blanca de puños y cuellos generosos. El pelo hacia atrás, dividido en surcos brillantes de gomina. «¿Qué, Paulino, un cambio de look para la Alcaldía de Marbella?», le espetó una de sus compañeras de escaño. Los compañeros de escaño y de partido, ya se sabe; son los peores enemigos en política, que los otros, los de enfrente, sólo son adversarios.

El caso es que, desde ayer, Paulino Plata ya es candidato del PSOE en Marbella. La tarea no es para tomársela a la ligera. No, nada de bromas que la última persona que estuvo en ese puesto ha terminado en la cárcel. Esto debe imponer, no me digan, más incluso que la coincidencia de un relevo así en martes y trece. Impone, sobre todo, porque la última aventura política de Isabel García Marcos comenzó, curiosidades de la vida, con un acto electoral en Sevilla en el que confesó que Paulino Plata era «su maestro en política». Esto lo dijo García Marcos en el club Antares de Sevilla, hace cuatro años. Pero déjenlo ahí, que no pase de la anécdota. Le aplicamos el razonamiento anterior sobre los compañeros de escaño y de partido.

Entre otras cosas porque, hasta la fecha, Paulino Plata Cánovas lo que ha demostrado en la política andaluza es que es un gestor discreto y eficaz, que ni pisa charcos ni protagoniza escándalo alguno, y un tipo afable y buen conversador. Cada mañana, cuando se levanta, se calza unas zapatillas de deporte y se lanza a las calles a correr como un ejecutivo con prisas. Se pone las calzonas y se va a correr, ya esté en un hotel del centro de Manhattan o en un barrio tumultuoso de Pekín.

Mirando su trayectoria, es posible incluso que haya llegado a la carrera de fondo después de observar que su vida en la política se podría estudiar en los colegios. Paulino Plata pertenece a la especie de homo político más común en Andalucía. Maestro de profesión, es probable que ya no sepa qué es una tiza y una pizarra. Desde 1979 ocupa cargos públicos. Primero como alcalde de Antequera y, desde 1994, como consejero del Gobierno andaluz. Fue cuota guerrista y, cuando se acabó el guerrismo, se hizo chavista. Ahora, para completar, lo han hecho paracaidista.

13 febrero 2007

Intuición



En esta campaña del referendum sobre el nuevo Estatuto de Andalucía no se hace demasiado hincapié, ni siquiera como formulación retórica, en que los votantes se lean el texto antes de ir a votar. Se deja todo a la inclinación natural que ya manifestaron Los del Río cuando el referendum europeo: "Si unos señores tan importantes, dicen que el Estatuto es bueno para Andalucía, habrá que votarlo". Total, en el Parlamento andaluz, donde se cobra por eso, ya admitió una vez un diputado que lo normal es que las leyes se aprueben sin que la inmensa mayoría se las haya leído. No es de extrañar, por tanto, que en consultas tan específicas como ésta en las que el ciudadano no cuenta con la percepción directa de las acciones de un gobierno, lo que realmente le gustaría a los partidos es que sus votantes se comportasen como los diputados, que se limitan a no perder de vista los dedos que alza sobre sus cabezas el portavoz. Si es un dedo, hay que votar que sí; si se alzan dos dedos, hay que votar que no; y si son tres dedos, se vota en blanco.

Como no es así, el asunto se obvia. Ya hace meses que el presidente Chaves nos lo explicó: «Cuando se hace una reforma del Estatuto o incluso de la Constitución, no es un problema de conocimiento. La gente intuye qué es lo que está en juego». Luego habló del agravio.

Pasemos por alto la idea borreguil del electorado. Detengámonos en este interesante concepto de votaciones por intuición. El grave problema del nuevo Estatuto es que lo que se intuye coincide plenamente con lo que se piensa cuando se lee: que es un pestiño farragoso, prescindible y artificial que servirá, sobre todo, para una mayor intervención de la Junta de Andalucía en nuestras vidas y para un mayor descontrol del Estado de las Autonomías en España.

Dicho de otra forma, que no conozco a nadie que haya leído, hojeado o repasado el nuevo Estatuto que no le haya servido para tener clara la abstención o el voto en contra. Se lee el Estatuto y se tiene claro que hay que combatirlo. Curioso.

Y, además, cada vez se encuentran más despropósitos. Ayer mismo, un lector de este periódico escribía alarmado porque no se haya denunciado el artículo 34: «Se reconoce el derecho a acceder y usar las nuevas tecnologías (...) mediante los medios y recursos que la ley establezca».

«¿Qué quiere decir esto de acceder a las tecnologías mediante los medios y recursos que la ley establezca? ¿Eso es algo que se regule por ley? ¿Mi ordenador por ejemplo, lo tienen que regular antes de comprarlo?», dice el lector.

Como verán, tiene razón Chaves. Es mejor la intuición que el conocimiento. Así nadie se hace estas preguntas del Estatuto.

12 febrero 2007

Guepardos



Con letra de Nicolás Guillén y música de Pablo Milanés, fíjense de qué callada manera ha dispuesto el presidente Zapatero un Gobierno en el que los ministerios de Interior y Justicia, nada menos que Interior y Justicia, están en manos de quienes justificaron o disculparon el GAL. Rubalcaba, que fue el portavoz de aquel Gobierno condenado por el GAL, y Fernández Bermejo, el fiscal que entonces defendía que la Justicia no actuara contra el GAL.

Es interesante pensar en esta circunstancia y, por ejemplo, oír, como ocurrió ayer en el mitin de Dos Hermanas, que el presidente del Gobierno da lecciones de “educación democrática”. Sostiene Zapatero que un gobierno democrático tiene que decir la verdad y pedir perdón cuando se equivoca. Lo dice por el PP y por la guerra de Irak, porque no le parece suficiente lo que ahora admite Aznar sobre las armas de destrucción masiva.

Lo normal en un sistema democrático tendría que ser, en efecto, que los dirigentes políticos que cometen errores que hacen tambalear a todo un país pidan disculpas, admitan su equivocación y que, finalmente, presenten su renuncia. En España está asumida esta evidencia democrática, pero sólo se le aplica a los contrarios. Así, ni Aznar ha pedido disculpas por su apoyo a la Guerra de Irak ni Felipe González ha pedido jamás perdón por el GAL.

El presidente Zapatero tampoco pide perdón por nada pero utiliza una estrategia distinta, utiliza de forma permanente un doble lenguaje con el que logra aparentar una cosa y hacer la contraria. El mismo presidente de la pazzz nombra a los ministros que tienen en su currículo la justificación del GAL. Y nada. No pasa nada. Como diría Alfonso Lazo, ventajas de formar parte de un Gobierno de coalición progre-nacionalista que cuenta con el apoyo incansable del periodismo amigo y de los intelectuales áulicos. Todos a una. “¡De qué callada manera/se me adentra usted sonriendo/ como si fuera la primavera!/ Yo muriendo.”

Se trata, en definitiva, de negar la evidencia, de desmentir a nuestros propios ojos con la certeza de que la clac siempre lo aplaudirá. Como ese pastor evangélico de los Estados Unidos que fue sorprendido hace unos meses con un prostituto en plena faena oral. Después del escándalo, con la mayor tranquilidad, se ha dirigido a sus feligreses para anunciarles que se ha sometido a un “tratamiento” que en tres semanas lo ha vuelto completamente heterosexual. Ya no es gay.

Los evangélicos se lo han creído, pero el tipo con el que se estuvo acostando, no. "El guepardo nunca pierde sus manchas", ha dicho su compañero de felaciones. ¿Ven? Los guepardos. Gran definición para la política en estos tiempos de espejismos interesados.

10 febrero 2007

Vietnamitas




En el aeropuerto de Londres, una concejala espera su turno en la cola para embarcar hasta Sevilla. Nadie repararía en su presencia si no fuera porque, entre bolsas de Harrods y souvenirs, la concejala, miembro del gobierno municipal, se destaca del común porque lleva en su mano un sombrero vietnamita. La escena merece la pena: Ir a Londres, a este centro del capitalismo y de las finanzas mundiales, y venirse con el toque progre del sombrero vietnamita. Qué hazaña, qué símbolo.

Hazaña reveladora porque ese mismo día los periódicos publican unas declaraciones del alcalde de Sevilla en las que afirmaba, sin cortarse un pelo, que la capital andaluza es el motor de España y de Europa. Claro que lo mismo dice el presidente Chaves, que Andalucía está tirando de España y de Europa, y hasta Zapatero, que España está a la cabeza del mundo junto a Estados Unidos o Japón. Se trata, por tanto, de una cadena desvergonzada de propaganda en la que cada cual le añade el apellido del espacio de gobierna.

A Londres se puede ir de muchas formas, con distinto ánimo. Lo normal entre civilizados es que a Londres se vaya a admirar los impresionantes museos gratuitos, a aprender de la organización de la City, de la puntualidad de los buses, de la limpieza de las calles, del orden perfecto de los parques, verdes inmensidades en silencio.

A Londres se puede acudir a contemplar el Metro más antiguo del mundo, y pensar desde allí en las obras del Metro de Sevilla, la promesa más antigua del mundo. Se puede ir a Londres a quedarse embobado con un montaje teatral. Pero también, ya está visto, se puede ir a Londres a comprase un sombrero vietnamita y calárselo hasta la orejas para no ver nada más.

Que no, que Sevilla no es el motor de Andalucía. Ni Andalucía es el motor de España, ni España es la que tira de Europa. Todo eso es mentira, y sólo un tipo como Solbes parece ruborizarse. “Discuto más con mi jefe que con mi mujer”, bromeo hace poco cuando le preguntaron por estas cosas que le ocurren a Zp. En aquella ocasión, Zapatero adelantó que la renta por habitante española superará a la de Alemania en tres años. Cuando se lo consultaron a Solbes, se limitó a decir, acaso harto ya de este juego: “Yo nunca he dicho eso”. Y matizo que el objetivo es que España supere en 2010 la renta media europea, lo que es muy distinto, no solo porque la renta media europea está por debajo de la alemana, sino porque con la entrada de los países del Este esa renta media bajará sensiblemente. ¿Alguien ha dicho Países del Este? A lo mejor, por eso se compró la concejala el sombrero vietnamita.

08 febrero 2007

Tramposo




Subyace en todo esto que nos está pasando un sentimiento grande de desolación; un agobio pegajoso, cansado. Esta crónica del desvarío que se va escribiendo cada día en España tiene una carga pesada de desconsuelo cuando se descubre que no tiene final, que nos enredamos a diario en un laberinto tramposo en el que todos los caminos conducen a lo mismo. Vueltas y vueltas. Nada.

Esta polémica de ahora sobre el Tribunal Constitucional jamás tendrá una salida profesional, nunca se impondrá el estricto criterio jurídico porque ya es imposible, porque nunca será creíble. Ni siquiera habrá una solución política de consenso. Imposible. Nadie creerá en la lógica jurídica en la que el criterio profesional de seis magistrados coincide milimétricamente con el criterio político del Partido Popular, el partido que los propuso. Y los otros seis, igual pero al revés, en sintonía con el PSOE. Si hay polémica ahora es porque el evidente error cometido por uno de ellos (Pérez Tremps) ha resuelto el empate en el sentido contrario al previsto por el Gobierno socialista; que ya no vale el apoyo de la presidenta del Tribunal con su voto de calidad. Esa es la trampa, tener que aceptar que ésta es la normalidad del más alto tribunal en un Estado de Derecho.

La trampa es tener que asumir que las reformas de los estatutos lleguen al Tribunal Constitucional cuando el texto ya ha sido aprobado en un referéndum y está en vigor. La trampa es tener que tragar con un modelo de reformas que, para que el interés político se hiciera inevitable, ha prescindido de todas las cautelas jurídicas de la Transición, como el recurso previo de Constitucionalidad.

La trampa es este lenguaje peligroso que repite que la voluntad de las urnas está por encima de las leyes, sin reparar que en un Estado de Derecho lo esencial es la garantía, el procedimiento, el rigor, el imperio de la ley vigente en cada momento. Que si esa lógica de las urnas, por encima de la ley, sirve para Cataluña o para Andalucía, por qué no iba a servir también para El País Vasco.

A los que no viven este desvarío con el ánimo de hinchas en un derbi de fútbol; a los que sólo aspiraban a conocer y aceptar lo que decidiera el Tribunal Constitucional sobre los estatutos de autonomía; a los que les preocupa más la estabilidad del modelo territorial que los enredos políticos; a los que no contemplan cada problema con el ánimo de aniquilar al adversario político porque pueden votar a un partido u otro. A todos esos, qué sentimiento le puede inspirar este laberinto tramposo si no es el del desconsuelo.

06 febrero 2007

Necesidad


El presidente Chaves no va a visitar el chapapote de Algeciras. Para justificarlo, en la Junta de Andalucía han utilizado un argumento demoledor, sin réplica posible: «No va porque no es necesario».

El presidente Chaves, que sustenta buena parte de su éxito electoral en la capacidad demostrada de gobernar Andalucía como un monarca sin corona ni pedrerías, como un jefe de Estado sin Estado pero con más asesores y más boato que decenas de países en el mundo, ha dado órdenes a los suyos de que le mantengan informado.
Podemos hasta imaginarnos la escena, esa reunión en los salones del ‘Ala Oeste de la Casa Rosa’.
«No, no, el presidente no va a ir a Algeciras. Y no deis más el coñazo con eso. Vosotros limitaos a mantenernos bien informados. Haced bien vuestro trabajo y, sobre todo, a retirad el puto barco de una vez. Que quede claro que esa mierda os la tragáis vosotros, mantened esa porquería lejos del presidente. ¿Eh?»
Ya sabemos que todo hubiera sido distinto si el buque hubiera encallado en Algeciras hace cuatro años, cuando el ministro de Fomento era Alvarez Cascos. Entonces, qué decir, Chaves hubiera convocado un Consejo de Gobierno en la misma playa. ¿O no fue lo que ocurrió cuando, a falta de un vertido como éste de ahora, llegó a Gibraltar el submarino nuclear Tireless?

Queda claro, por tanto, que la necesidad de que Chaves se haga presente en algún problema de Andalucía depende exclusivamente de la rentabilidad electoral, no de la magnitud de lo ocurrido. La misma foto de Chaves con las manos manchadas de ese engrudo de arena y petróleo, tiene lecturas internas opuestas. Porque la necesidad de la que nos hablan no se refiere a la solución de los problemas, sino al impacto electoral.

Habrá, por ello, quien interprete hoy que es una ofensa esto de decir que «no es necesario» que Chaves acuda a visitar el chapapote. No es así. Se trata, muy al contrario, de una verdad sincera y honesta que nos conduce, con el alma descarnada, al origen mismo del problema: Que lo que no es necesario es prescindible. ¿Para qué necesitamos toda esta parafernalia autonomista? Como dice Chaves de lo suyo, ¿qué necesidad hay de complicarse tanto?
Y es verdad, por cierto, que este vertido no es como el del Prestige. Pero sólo porque no tenía en sus tanques las mismas toneladas de petróleo. No es igual, pero no porque se hayan adoptado las medidas necesarias para evitar otro Prestige. Ese es el drama en la nación de naciones.

05 febrero 2007

Francisco Sosa Wagner. Reflexiones


Cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acudió el pasado jueves al acto de celebración de los ochocientos números de la revista “La aventura de la Historia”, de la editora de EL MUNDO, un catedrático de León se convirtió en protagonista inesperado del acto: Francisco Sosa Wagner. Como recordó en su intervención Pedro J. Ramírez, este catedrático de Derecho administrativo formó parte del tribunal que examinó a Rodríguez Zapatero de su licenciatura en Derecho. Dedicó su tesis a la autonomía de Castilla y León y Sosa Wagner lo premió con un sobresaliente cum laudem. Veintitrés años después la visión autonomista del presidente Zapatero ha cambiado tanto que Sosa Wagner, que acaba de publicar con su hijo Igor un interesante libro sobre “La España Fragmentada”, no duda en suspenderlo con rotundidad.




SOBRE RODRIGUEZ ZAPATERO

“No me atrevo a pronunciarme sobre la capacidad intelectual de Zapatero. Permítame... Yo conozco desde hace muchísimos años a la familia de Zapatero, que me es muy cercana y muy querida, y con su padre tengo una verdadera amistad. El padre de Zapatero es un abogado muy conocido de León, fue decano del Colegio de abogados, y es un hombre de éxito profesional. No es un picapleitos, sino un hombre muy interesado por la cultura, por la literatura, por la historia… Le quiero decir, por tanto, que en la casa del presidente Zapatero siempre ha habido libros, que se ha criado en ese ambiente. Que haya tenido más o menos tiempo por su dedicación a la política, pues ya no lo sé...”

“En los años de universitario de Zapatero yo era director general técnico en el Ministerio de Administraciones Públicas de los primeros gobiernos de Felipe González, y fue ya al final de la carrera cuando le examiné de la tesis. El otro día, el presidente del Gobierno me llamó para comentármelo. Ja, ja, me dijo que entendiera que ahora la nota ya no se la pongo yo, sino los ciudadanos, y yo le dije que tenía razón, claro. En cualquier caso, está claro que no me gusta nada, sí… Ja, ja, me remito al libro, que me parece que es demoledor. Yo también le dije esto al presidente, que su política territorial no me gusta nada”.

“Todo el mundo cuando llega al poder tiende a pensar que las cosas comienzan con ellos. En mi etapa en el Gobierno, yo solía decirle a mis compañeros, ‘ojo, que todo esto viene de los Reyes Católicos, que no lo inventamos nosotros’. Dicho esto, lo que está claro es que se andaba con más cautelas y, sobre todo, que en política autonómica no se andaba con experimentos ni bromas. Fíjese que era tanta la vigilancia, que incluso se creó en el Ministerio una comisión permanente para analizar todas y cada una de las normas que se aprobaban en las comunidades para interponer el correspondiente recurso judicial cuando se excedieran. No se dejaba pasar una; Felipe González y Alfonso Guerra tenían una idea más clara, más clásica del Estado.


SOBRE LA IZQUIERDA Y LOS PROGRES

“Yo escribo lo que escribo, como le dije el otro día al presidente Zapatero, desde mis posiciones socialdemócratas. No soy un hombre muy creyente, soy una persona de pocas convicciones, pero esta de la socialdemocracia sí que la tengo y muy firmes. Yo creo, como socialdemócrata, en los poderes públicos fuertes. No creo en los estaditos, en las regioncitas, en los municipitos… Sólo un poder público fuerte puede enfrentarse a los grandes poderes económicos”.

“La izquierda nunca ha tenido esas veleidades. Jamás en Europa ha sido así. Esto que mantiene la izquierda entre comillas de que cuanta más descentralización más progre soy y más pegatinas me pongo, es lo que yo combato abiertamente. Me niego a aceptarlo, porque un planteamiento así sólo puede justificarse por la desorientación ideológica de la izquierda”.


SOBRE ESPAÑA Y EL IMPERIO AUSTROHUNGARO

“No es una invocación que se me haya ocurrido a mí, sino que ese modelo se puede encontrar en el pensamiento catalanista del siglo XIX y, muy recientemente, en algunos políticos españoles. No sé, fíjese que el último artículo que publicó Ernest Lluch antes de que lo asesinara ETA, se titulaba “Por qué soy austrohúngaro”. Y la idea de ‘nación de naciones’, todo esto del ‘Estado plural’, se fraguó en el Imperio Austro Húngaro. Si yo lo rescato ahora es para recordar que el Imperio Austro Húngaro fue el colmo de los líos. Las crisis institucionales fueron permanentes, los conflictos judiciales eran continuos y el conflicto de las distintas lenguas condujo al imperio a la parálisis absoluta. En el libro, recordamos algunas anécdotas que son grotescas y que, por desgracia, ahora nos parecen cercanas en España. Por ejemplo, que se llegara al ridículo de estaciones de ferrocarril que no se rotulaban con ningún nombre porque los distintos dirigentes locales no se ponían de acuerdo en el nombre del pueblo. Así que el viajero del tren, llegaba a la estación, y no sabía dónde estaba. En fin, que la tesis que sostengo es que España no es una nación de naciones, pero si lo fuéramos, deberíamos disimularlo y no decírselo a nadie. Porque en la historia, todas las naciones de naciones han acabado fatal: El imperio austrohúngaro, Yugoslavia, la Unión Soviética… La nación de naciones no es ningún modelo territorial, es un disparate absoluto”.

“Hombre, lo del modelo austrohúngaro tiene la explicación de que se trataba de una ‘monarquía dual’, en la que se aceptaba la existencia de un solo monarca, un jefe de estado, que reina sobre distintas naciones con autonomía garantizada cada una de ellas. Fíjese que nos cansamos de escuchar a muchos dirigentes políticos en España que afirman que, con estas reformas de estatutos, vamos hacia un modelo federal, y esto no es así en absoluto. No es verdad, todo esto no tiene nada que ver. En el mundo hay dos estados federales serios, Estados Unidos y Alemania, y en ninguno se cuestiona la unidad del Estado ni la integración de cada una de las partes en ese todo común. Esto es esencial para que funcione un sistema federal, porque de lo contrario se desintegra. Lo terrible es que en España nos hemos lanzado a la reforma de los estatutos de autonomía, incluyendo cada uno las competencias que le place, sin que antes nos hayamos puesto de acuerdo en lo esencial: el todo, el Estado. Hemos metido a España en un quirófano para una gran operación, pero no alumbrados por las potentes luces de un quirófano, sino por una simple vela”.


SOBRE LAS REFORMAS DE ESTATUTOS

“Esas relaciones bilaterales, que ya se están instaurando en Cataluña, es lo contrario de un sistema federal. Nosotros caminamos claramente hacia el confederalismo. ¿Cómo es posible que una comunidad autónoma como Castilla La Mancha diga que el trasvase Tajo Segura se cierra en el 2015, y que los aprueben los dos partidos políticos? Insisto: Es un disparate esto de que cada uno apruebe por su cuenta los estatutos alentados por un incesante victimismo local y por agravios entre unas comunidades y otras…”

“Por eso, el resumen de todo esto es ‘no me cuente usted películas de que vamos a un estado federal porque no es verdad’. Quitémosnos las caretas de una vez. Fíjese, por ejemplo, que por eso nadie quiere la reforma del Senado para que se convierta en una cámara de representación territorial en la que todas las autonomías son iguales. Eso no lo quiere nadie, porque a lo que se aspira, lo que se está fraguando, es la bilateralidad. Y es lo que se está haciendo en Cataluña y lo que se quiere hacer también en Andalucía, en ese Estatuto que se somete ahora a referéndum”.

“Se está haciendo hincapié en todo esto del estado multicultural, en la nación de naciones, y en todos esos conceptos que son grotescos porque en España tenemos un fondo cultural común que es muy evidente. Ahora bien, no somos una nación de naciones, pero pasito a pasito, no me cabe duda de que lo seremos, Si lo que queremos es ser distintos en cada región, si lo que queremos es mirar nuestras diferencias y orillar lo que nos une, no dudemos de que estamos en el camino. Se trata sólo de seguir, y dividir cada vez más, hasta llegar a cada pueblo. Pero sepamos que este camino sólo nos lleva al desastre. Nos lleva a una España desfragmentada, como hemos titulado el libro. Yo no creo que España se rompa, como dice el PP, porque eso no ocurre así, de golpe. Todo tiene un proceso lento, y en este caso es la desfragmentación. Y que todo eso lo provoque el Partido Socialista es un contrasentido histórico”.

“Es evidente que lo que buscan (catalanes y vascos) no es la independencia lo que quieren es ser españoles de primera. Volvamos a los sistemas federales. Una de las características esenciales, fundamentales, de un sistema federal es la existencia de partidos políticos nacionales. Fíjese, frente a eso, lo que está pasando en España. Hasta ahora el problema era la sobre-representación de los partidos nacionalistas, pero es que ahora está ocurriendo algo más grave, la territorialización de los partidos nacionales. Y a menudo los ‘barones’ regionales se imponen a los nacionales. Esa dinámica tiene un peligro tremendo”.


SOBRE LAS SALIDAS

¿El Tribunal Constitucional?

“Sí, la única esperanza puede estar ahí, lo que ocurre es que yo soy jurista y tengo pocas esperanzas en el Tribunal Constitucional, ja, ja… En fin, la dificultad grande radica en modificar ahora estatutos que han sido aprobador por el pueblo. Nos llevaría a un grave conflicto entre poderes, por eso lo sensato es haberlo evitado y aquí no ha existido. Las instituciones no deben alentar esos conflictos, y mucho menos cuando está el pueblo por medio, pero ya ve usted. Por eso le digo que, si hay sentencias del Constitucional sobre estatutos, será de esas sentencias ‘interpretativas’. Los circuitos de poder que se han creado ya en algunas autonomías son muy difíciles de corregir”.

¿El modelo de financiación?

“Lo siento, pero tampoco en eso soy optimista. Esto ha tomado ya un ritmo, una marcha, que es imposible de frenar. Pasará tiempo, y el Estado se irá fragmentando cada vez más. Y veremos cómo el Gobierno de la nación será cada vez más incapaz de hacer nada, de legislar nada, de imponer nada”.

¿La reforma de la Constitución?

“Sí, ésa es la salida. Otra cosa es que exista interés político. Quiero decir que si el Gobierno quisiera eso sólo tendría que coger el dictamen que realizó el Consejo de Estado, a petición del propio Gobierno, y haber empezado por ahí. Pero no lo hizo, y el Consejo de Estado en su informe lo que hacía era alertar de que, antes de acometer las reformas de los estatutos, era necesario dejar claras las competencias del Estado que son absolutamente irrenunciables. La reforma de la Constitución para reforzar el ‘disco duro’ del Estado es la única salida a todo este absurdo, es verdad, pero ¿quién quiere eso? ¿Quién quiere eso?”



02 febrero 2007

Cantata


Atentos todos. Los mecheros cargados, dispuestos los ponchos y las trencas, y en el móvil un politono de la Cantata de Santa María de Iquique. Atentos todos para que el ánimo esté predispuesto a un estado de indignación moral, trufado de gotas de rebeldía juvenil. Preparados todos que llega a Sevilla la Compañía de los Cómicos contra la Guerra y el Imperialismo. Apunten en el móvil el mensaje: "Mañana sábado, todos contra la OTAN. Manifiesto de intelectuales, poemas por la paz y canciones. Participan Pilar Bardem, Miguel Ríos, Almudena Grandes y Pedro Guerra. Pásalo".

Llegan mañana, sí, para celebrar una de las galas de 'Cultura por la Paz' aprovechando la cercanía de la reunión de ministros de Defensa de la OTAN que tendrá lugar en Sevilla el miércoles y el jueves de la semana que viene. La OTAN, esa “organización de la guerra”, han dicho. Que todo este personal, en fin, está tan visto, tan pesados son que ya comienza a ser contraproducente contemplarlos sin más.

Quiere decirse que todos ellos, artistas e intelectuales, podrían hacerle un gran favor a la izquierda y a la sociedad en la que viven con un compromiso real, alejado del fetiche. Que hay muchas formas de contribuir al desastre, a la radicalización, a la locura en la que vive instalada la clase política española. Que reducir la izquierda al carril bici, al movimiento okupa, y a llamar asesino a Bush es acabar de cargarse la ideología de izquierda. Más Popper y menos Michael Moore.

El problema es que los axiomas en quienes se autoproclaman como intelectuales de izquierda están adheridos al pensamiento como tatuajes imborrables. Son preceptos asentados, asumidos, que ni necesitan demostración ni, por supuesto, pueden ser cuestionados. Se trata de una contradicción en sí misma, porque si algo debe forzarse de forma permanente en el pensamiento de izquierda, abierto y tolerante, es la duda, la revisión de las ideas propias, la adecuación permanente a la realidad. Pero es mucho más cómodo lo otro, claro. Vivir del sistema y declararse antisistema.

Mañana llegan con sus indignaciones morales, indignaciones de quita y pon, como pegatinas del Ché. Y eso no va a ninguna parte. Tom Wolfe, que cometió la atrocidad de apoyar a Bush en la última campaña americana (“cuando lo decía en algunas reuniones, me miraban como si me hubiera confesado un violador de niños”, dijo) es uno de los que se ha enfrentado con más dureza a la impostura progre. “Aquí un intelectual tiene que indignarse sobre algo. Como dijo McLuhan, la indignación moral es la estrategia adecuada para revestir de dignidad al idiota. Y eso es lo que hace la mayoría de los que se dicen de izquierdas: en lugar de pensar, lo cual es duro, lleva tiempo, hay que leer, se indignan por algo, y eso les reviste de dignidad”.
Pues eso.


01 febrero 2007

Adánico


Un catedrático en León ha publicado una llamativa teoría sobre la convulsión nacionalista que ha vuelto a sacudir a España. El catedrático se llama Francisco Sosa Wagner y su libro, sobrio, de tapas azules, se titula «El Estado fragmentado».
Sostiene este catedrático que la explicación de cuanto ocurre en España tiene un precedente histórico muy claro, el imperio austro húngaro. Y no se trata, según la inquietante teoría política de Sosa Wagner, de una comparación literaria o metafórica, no. Según afirma, la organización territorial del imperio austro húngaro ha ejercido una influencia decisiva en España en los últimos doscientos años. Como si nos mirásemos en aquel espejo, sin reparar siquiera que se cayó al suelo y se hizo mil pedazos. Pues nada. «La misma expresión, que hoy tanto circula, según la cual España sería una ‘nación de naciones’ no es una originalidad, pues ya la encontramos en el pensamiento nacionalista catalán de la primera hora y hunde sus raíces en la Monarquía dual del Danubio».

En tres cuadernos, el catedrático Sosa Wagner detalla con pulcritud su teoría, establece certeros paralelismos entre la corona española y aquella imperial que pretendió aglutinar pueblos heterogéneos con estatutos diferenciados y que acabó desmoronándose, envuelta en «un paralizante embrollo lingüístico y por la decisión política de privilegiar a una parte del territorio de la Monarquía (Hungría)». ¿Suena de algo?

Junto al análisis del catedrático leonés, el libro incluye el prólogo de un antiguo dirigente socialista y presidente autonómico, Joaquín Leguina, con previsiones no menos pesimistas. Un ejemplo: «Una nueva generación de políticos ha tomado el relevo en España a los agentes de la Transición y lo ha hecho con criterios adánicos, como si la historia se iniciara precisamente con su llegada al poder. Una fe mostrenca que se resume en una frase anunciadora de inmediatos desastres: ‘Eso lo arreglo yo en dos patadas’ (...) Los tiempos amenazan no sólo con tensiones sino con la desaparición del Estado».

En los próximos quince días, hasta el domingo de referendum del nuevo Estatuto andaluz, la simpleza y la demagogia zaranderán Andalucía. Ante el temporal, es conveniente amarrarse la cintura al criterio sólido de un libro como éste de Sosa Wagner, prologado por Leguina.
Qué pena, por cierto, que a tantos dirigentes del PSOE les haya pasado igual, que sólo han sabido expresar sus diferencias en conferencias y ensayos, nunca en el seno del partido o en los parlamentos. Qué pena, sí, porque, por guardar el sillón, o por aquello de «no hacerle el juego a la derecha», nos han encomendado a todos al ‘criterio adánico’ de Zp.