El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

14 febrero 2007

Paulino



Paulino Plata Cánovas. Tiene pinta de galán de película este hombre que ahora se va para Marbella de candidato. Cuando se conoció la noticia, se presentó en el Parlamento con un terno negro de raya diplomática, la camisa blanca de puños y cuellos generosos. El pelo hacia atrás, dividido en surcos brillantes de gomina. «¿Qué, Paulino, un cambio de look para la Alcaldía de Marbella?», le espetó una de sus compañeras de escaño. Los compañeros de escaño y de partido, ya se sabe; son los peores enemigos en política, que los otros, los de enfrente, sólo son adversarios.

El caso es que, desde ayer, Paulino Plata ya es candidato del PSOE en Marbella. La tarea no es para tomársela a la ligera. No, nada de bromas que la última persona que estuvo en ese puesto ha terminado en la cárcel. Esto debe imponer, no me digan, más incluso que la coincidencia de un relevo así en martes y trece. Impone, sobre todo, porque la última aventura política de Isabel García Marcos comenzó, curiosidades de la vida, con un acto electoral en Sevilla en el que confesó que Paulino Plata era «su maestro en política». Esto lo dijo García Marcos en el club Antares de Sevilla, hace cuatro años. Pero déjenlo ahí, que no pase de la anécdota. Le aplicamos el razonamiento anterior sobre los compañeros de escaño y de partido.

Entre otras cosas porque, hasta la fecha, Paulino Plata Cánovas lo que ha demostrado en la política andaluza es que es un gestor discreto y eficaz, que ni pisa charcos ni protagoniza escándalo alguno, y un tipo afable y buen conversador. Cada mañana, cuando se levanta, se calza unas zapatillas de deporte y se lanza a las calles a correr como un ejecutivo con prisas. Se pone las calzonas y se va a correr, ya esté en un hotel del centro de Manhattan o en un barrio tumultuoso de Pekín.

Mirando su trayectoria, es posible incluso que haya llegado a la carrera de fondo después de observar que su vida en la política se podría estudiar en los colegios. Paulino Plata pertenece a la especie de homo político más común en Andalucía. Maestro de profesión, es probable que ya no sepa qué es una tiza y una pizarra. Desde 1979 ocupa cargos públicos. Primero como alcalde de Antequera y, desde 1994, como consejero del Gobierno andaluz. Fue cuota guerrista y, cuando se acabó el guerrismo, se hizo chavista. Ahora, para completar, lo han hecho paracaidista.

2 Comments:

At 15 febrero, 2007 09:01, Anonymous Anónimo said...

Menudo apellido para Marbella.

 
At 15 febrero, 2007 13:06, Anonymous Anónimo said...

Hay que acabar con esto de que un mismo fulano pueda pasarse la vida viviendo de la política. Limitar los cargos públicos a ocho años me parece insuficiente si no se hace extensivo al encadenamiento de todo tipo de cargos. Es decir, si no se evita del todo eso de que se pueda empezar con veinte años de concejal y luego ir saltando de un cargo en otro: de la diputación –que, por cierto, sobra- a diputado autonómico, de subsecretario de no sé qué y de ahí al tribunal de no sé cuántos, y a consejero y así hasta jubilarse, toda una vida sin conocer profesionalmente el mundo real. Y, claro, desarrollando la idea típica del burócrata de creer que el dinero público es una cosa que echan los árboles con el solo propósito de que él, en su sapiencia, lo administre. Y pensando que algo básicamente parasitario, un estorbo liberticida como es el Estado –el Estado en realidad no produce nada: se limita a esquilmar e importunar a quienes de verdad crean riqueza, y, haga lo que haga, siempre lo hace con un mayor coste de oportunidad y, por tanto, malgastando los recursos, dado que por definición emplea los incentivos equivocados y carece de la información suficiente para planear centralmente nada- es una especie de dios de cuyos designios y migajas han de estar continuamente pendientes las gentes del común.

Me pregunto de qué iba a vivir el tal Plata en el mundo real, en el que se produce la riqueza que él malgasta, en el de los privados. Y qué iba a ser de él cuando se encontrase en la tesitura de tener que satisfacer las necesidades del consumidor para prosperar, en vez de –como ocurre en el sistema estatal- ser más bien son los consumidores quienes hemos de servir al político y al burócrata, que son gentes acostumbradas a no pagar jamás sus errores.

Yo en general, en una lista abierta, me inclinaría siempre por gente que supiese lo que es ser emprendedor y montar su propia empresa. Y, desde luego, de funcionarios, nada. No quiero que mi dinero acabe en manos de gente que no tiene forma de conocer cómo funciona el mundo real.

 

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