Ochavillo
Habrá dos fotografías el domingo en Andalucía. El positivo y el negativo de la jornada electoral del referendum del nuevo Estatuto . Dos fotos para dos momentos. Una foto será la de las urnas del referéndum, con las imágenes repetidas de unas monjas votando y un señor mayor con su nieto de la mano. Y los dirigentes políticos camino del colegio electoral a primera hora de la mañana, atravesando calles empapeladas con carteles y vallas con sus propias caras, compitiendo en sonrisas con ellos mismos.
La otra foto serán unas urnas vacías. Un presidente de mesa que bosteza y dos apoderados que charlan aburridos, apoyados en el quicio de la puerta, contemplando la explanada desierta del colegio electoral. En las calles, la foto rota de Andy & Lucas y sobre una pintada en la valla de María Teresa Campos: “Boicot al Referéndum. Ochavillo del Río por su autonomía”.
Hace unos años, cuando se desató en España la fiebre de la nación de naciones, aquella noticia de la lucha de Ochavillo del Río por su autonomía aparecía como símbolo máximo, definitivo, de cuanto estaba ocurriendo. Ochavillo del Río, además, tiene nombre de película de Berlanga. Este pueblo de Córdoba se parece a aquel Villar del Río de Bienvenido Mister Marshall, el pueblo que esperaba inútilmente a los americanos. Con el alcalde subido al balcón del ayuntamiento, y el reloj de la plaza que siempre marca las tres y diez. Y los ciudadanos “vestidos de andaluces”, esperando a Carmen, la folclórica de moda. Andaluza, por supuesto. “Como ven, este pueblo no tiene nada de particular”, que decía la voz en off al principio de la película.
Ochavillo del Río tampoco tiene nada de particular. Una historia que se remonta a Carlos III y un nombre que recuerda el ochavo, la moneda de dos maravedíes. Ochavillo son los novecientos vecinos que quieren que la Junta de Andalucía les otorgue la independencia municipal, su autonomía, “o por lo menos que nos dejen que seamos una aldea, es decir, que dejemos de ser una calle, para tener algunas competencias y recursos". Pero el Gobierno andaluz, la semana pasada, les ha negado la autonomía. De ahí el boicot, porque dicen que no han sido justos con ellos. “Necesitamos la autonomía mucho más que Andalucía la reforma del Estatuto. Pero si han apagado nuestra voz con la arbitrariedad y la ilegalidad, debemos aprovechar el referéndum para que nuestra abstención sea un grito por nuestra autonomía".
El discurso es grande, más grande que Ochavillo del Río. Recuerda a los discursos históricos de la autonomía andaluza, cuando el referéndum del 28 de febrero. Cercanía del poder, eficacia en las inversiones, descentralización. El modelo territorial en España incluía un tercer paso, la descentralización a los ayuntamientos, que sigue pendiente. El centralismo ahora está en las autonomías... En fin, que, por principios y por ternura, hay que estar con Ochavillo del Río.
6 Comments:
Pues yo pienso despachar el bodrio estatutario andaluz con un olímpico NO por las razones que a continuación relaciono:
Porque los andaluces lo último que necesitamos es que la Junta tenga todavía más poder. ¿Autogobierno? El de los individuos.
Porque, como persona individual, yo no pertenezco a ningún pueblo, a ningún ente colectivo con voluntad superior ni distinta de la mía propia. Ni tolero que ningún gobernante se permita decirme lo contrario.
Porque se trata de un texto teleológico, que pretende imponernos valoraciones morales y fines colectivos a los individuos utilizando nuestro dinero y la fuerza coactiva del estado.
Porque ignora la gramática elemental.
Porque participa de un fundamentalismo democrático que consiste en creer que por mayoría se puede decidir lo que hago yo en mi casa a la hora de comer. Cuando la democracia liberal consiste precisamente, más que en un método para elegir a los gobernantes, precisamente en hacer que esos gobernantes tengan unos límites.
Porque no introduce frenos en el poder despótico al que por definición tienden los gobiernos.
Porque apela a conceptos emocionales y de naturaleza tribal como un supuesto esencialismo andaluz, identitario, pordiosero y victimista, en base al cual los gobernantes pretenden decirnos a los ciudadanos qué música nos tiene que gustar, cuál nos representa o cuál tiene que ser nuestra identidad.
Porque continúa farsas grotescas como la llamada deuda histórica, cuya existencia niego y que, como liberal y como andaluza me avergüenza, pues jamás he confundido ni a las tierras con los individuos –que es a los que se les roba a base de impuestos- ni el orgullo con la mendicidad.
Porque eleva a rango estatutario todos los ridículos tópicos progres, desde la idiotez siniestra del “desarrollo sostenible” hasta la llamada ideología de género (cualquier persona con mínimo de alfabetización sabe que géneros hay el masculino, el femenino, el neutro y el epiceno, y que lo otro son sexos) pasando por el multiculturalismo, el rancio pacifismo de guardarropía o la cruzada laicista.
Porque contribuirá aún más al deterioro de la enseñanza, y contribuirá a sustituir la instrucción por adoctrinamiento político.
Porque dinamita la igualdad ante la ley –la única que es legítimo perseguir desde los gobiernos-, estableciendo numerosas discriminaciones o privilegios (etimológicamente, leyes hechas para unos pocos) de las cuales no es la menos importante la existencia de cuotas femeninas, algo insultante para la mujer, contrario a la meritocracia y a la libre empresa y contraproducente para la productividad.
Porque, con cinismo insuperable, predica simultáneamente un supuesto deseo de contribuir al desarrollo económico de Andalucía y las recetas redistributivas, planificatorias y socialistas que lastran e impiden ese desarrollo.
Porque todo el texto consiste básicamente en una retahíla de agresiones contra los verdaderos derechos, los éticos, los naturales, los pre-existentes al Estado y ejercibles por todos simultáneamente sin necesidad de violentar los del prójimo, como son la vida, la libertad y la propiedad.
Porque convierte lo que fueron derechos negativos de los individuos en facultades de los gobernantes para ejercer un poder omnímodo sobre la vida de la gente.
Porque es colectivista, intervencionista y totalitario, valga la redundancia.
Porque consagra una Andalucía subsidiada, estatólatra, intervenida hasta los tuétanos por el poder político, en la cual el número de funcionarios, de paniaguados públicos y de redes clientelares varias no puede hacer otra cosa que aumentar.
Porque desafía a la soberanía nacional al pretender que un poder delegado como es una comunidad autónoma pueda decidir por sí mismo los criterios de las inversiones del Estado, o que pueda enviar conseguidores políticos a los organismos internacionales.
Porque lo de la realidad nacional es un chiste propio de las chirigotas del carnaval gaditano.
Porque Chaves miente como un bellaco cada vez que dice que la soberanía reside en el Parlamento andaluz. Con la Constitución del 78 en la mano, aquí no hay más soberanía que la soberanía nacional, la de la Nación española, que sólo se manifiesta en el poder constituyente (todos y cada uno de los ciudadanos españoles) y en la Constitución. Los parlamentos se eligen para cuatro años y sólo para mantenerse estrictamente dentro de los límites procedimentales que les marca la Constitución.
Porque abre la puerta a la creación de una absurda policía autonómica que no necesitamos y que, como se ha demostrado en otras comunidades, sólo puede redundar en una mayor descoordinación policial y, por tanto, en un serio deterioro de una de las pocas funciones del estado en una sociedad libre como es la seguridad.
Porque parte de una visión socialista y planificatoria que, como la Historia y la ciencia económica han demostrado sobradamente, sólo conduce a la esclerosis social y económica.
Porque sanciona conceptos fascistas como la llamada concertación social y atribuye a patronales y sindicatos una representatividad que no tienen.
Porque obliga a los andaluces a costear maquinarias de adoctrinamiento político como son los medios de comunicación públicos, y eleva a rango estatutario la existencia del Consejo Audiovisual andaluz, un órgano potencialmente censor, innecesario, derrochador, liberticida y contrario a la libre empresa.
Porque incentiva el parasitismo y cosas tan grotescas como la fijación artificial de la población a zonas rurales en las que no pueden hacer nada rentable, para atarlos a la subvención.
Porque está hecho por políticos tan arrogantes como ignorantes de que el verdadero bien común es el que surge de que ellos dejen de jugar a ingenieros sociales y se abstengan de interferir en el orden social espontáneo que llamamos mercado.
Porque el socialismo no sólo te hace pobre sino que te dice encima que es por tu bien.
Porque estoy hasta las mismas narices del dichoso Blas Infante y demás ralea de colectivistas criptonacionalistas de mentalidad arcaica, tribal, paleta y disfuncional en el mundo moderno y globalizado al que por fortuna vamos.
Porque acaba con cualquier vestigio de separación de poderes.
Porque pone en entredicho la seguridad jurídica al politizar aún más el Poder Judicial, creando, por ejemplo, un Consejo Andaluz de Justicia controlado desde la Junta, y una fantasmagórica “justicia de proximidad” de diáfanos tintes caciquiles.
Porque alienta la partitocracia y crea incentivos para el mantenimiento de una casta política caracterizada por la mediocridad y por la obediencia ciega al líder.
Porque no limita los mandatos ni prohibe las subvenciones a todo tipo de asociaciones, fundaciones o pesebres varios.
Porque no combate la idea de que más autogobierno paleto en las taifas signifique ni haya significado nunca en España más progreso ni más prosperidad para los españoles sino al revés: un crecimiento desmesurado y esterilizante de unas absurdas burocracias parasitarias, unos pesebres tocanarices e intervencionistas a más no poder, que restan eficiencia, incrementan el coste de las decisiones, multiplican el gasto y las barreras regulatorias e interfieren atrozmente el desenvolvimiento espontáneo de la economía.
Porque contribuirá al incremento de la presión fiscal en España.
Porque todo este barullo estatutario está haciendo que perdamos de vista las reformas realmente importantes que deberíamos estar afrontando en España para competir en el mundo, como son, entre otras, la cada día más perentoria transición del actual modelo de pensiones de reparto al de capitalización, la rebaja drástica de la presión fiscal (quien quiera controlar la inflación no tiene más que empezar por ahí, y por frenar la demanda pública), la eliminación de trabas burocráticas y de rigideces en el mercado laboral, así como la introducción de la competencia en la educación como fórmulas para aumentar nuestra productividad.
Porque cuando deberíamos estar abriéndonos al mundo, eliminando trabas y burócratas, adelgazando el peso muerto del sector público y liberalizando nuestra economía resulta que nos dedicamos a hacer todo lo contrario.
Porque el hecho de que el PP de Javier Arenas haya dado su asentimiento a semejante engendro liberticida deja de manifiesto la inexistencia de algo ni lejanamente parecido a una alternativa política en Andalucía.
Porque supone el espaldarazo definitivo para la consolidación y el mantenimiento sine die del régimen caciquil de la PSOE en Andalucía.
Porque no puedo soportar a tanto pancista, tanto pesebrista y tanto mendrugo aprovechado como circula por aquí.
En fin, diré NO a este estatuto porque representa todo lo que intelectualmente combato y moralmente deploro. Todo lo que yo sé que es contrario a la libertad y, por tanto, a la prosperidad de los andaluces.
¿Me explico?
No iba a votar, pero después de leer lo de Mónica me ha dado cargo de conciencia ¡hija mía, si el comentario es casi igual de largo que el estatuto! Total, que he ido y he votado NO.
Y ahora me voy con mi realidad nacional, la de verdad, a tomar algo por ahí, que hace un día espléndido.
Andalucía 18F: el cambio ha comenzado. Con nuestra abstención, la mayoría de los andaluces decimos NO a los oligarcas socialistas. NO al aumento de su poder, que debilita España y la Constitución de todos. NO a 25 años de gobierno en solitario que
han esquilmado el trabajo y la iniciativa de los andaluces.
NO a la manipuladora y hortera propaganda con la que nos han aburrido. El futuro se abre para Andalucía si somos capaces de encauzar nuestra rebeldía de hoy
hacia el cambio político.
Ten cuidado carabayo que yo zé en donde votas.
Luis Pizarro
Señor Bilbao, ¿esta usted seguro que toda la abstención es rebeldía?
Es decir, los datos de otras eleccions nos dicen que hay un 30% de votantes que siempre se abstienen, se vote lo que se vote y, por tanto, no se puede categorizar en los rebeldes.
Su razonamiento de identificar abstención con rebeldía se vería limitado a un 35%-40% del censo.
Dentro esos abstencionistas circunstaciales, es decir, que se han abstenido conscientemente en esta votación pero que normalmente votan se pueden encuadrar multitud de actitudes, que nadie puede entrar a cuantificar:
- Los desanimados por la poca información sobre el estatuto.
- Los que se quedan en casa porque para que, si va a salir que si.
- Los votantes del PP que deciden abstenerse como forma de rebeldía ante su propio partido y ante el PSOE. Son aquellos que han emntendido perfectamente el mensaje del PP: "tenemso que decir que si, pero en realidad lo que nos pide el cuerpo es otra cosa, esto no le interesa a nadie, bla bla..."
- Los abstencionistas que se han rebelado contra el sistema.
¿cuantos hay de cada uno? Ni idea.
Tan ilusorio es decir que los que se han quedado en casa habrían dicho que sí si hubieran ido a votar como decir que la abstención, en su totalida, ha sido una muestra de rebeldía.
Yo más bien soy de la opinión que la interpretación de la abstención debe ser que han perdido una estupenda ocasión para refendar esta opción de reforma o para tirarsela a la cara a Chaves y mandarlo a casa.
Un resultado NO en el referendum si que hubiera sido una muestra de rebeldía política frente a los gobernantes actuales. No habría habido discusión, ni serían necesarias interpretaciones torticeras.
El que se abstiene no dice nada y permite que todo el mundo se los apropie e interprete su intención, añadiendolos a los suyos.
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