El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

23 diciembre 2008

El general en su trinchera



Este oficio de matronas de papel, este sudor de envidias y codazos, esta pasión de mosca cojonera, este elixir de estrellas fugaces, esta isla de fuego cruzado, este orfanato de vidas ajenas, este destino de cenicienta que, con las campanadas, apestará a pescado, esta metadona de palabras diarias, este curre grande, sublime, que sobreentiende el olvido y la rivalidad, este ejército encantado del fango de la trinchera, esta guerra de guerrillas en la que el corporativismo no aparece ni para el formalismo de las esquelas. Esta profesión, en fin, en la que no suele haber generales admirados, en la que lo raro es que alguien concite la unanimidad en el gremio; en esta realidad del periodismo, lo extraordinario es que nos llamen y acudamos sin pensarlo a elogiar a un tipo de otra bandera. Dicen Manuel Alcántara y acudimos sin pensarlo. Por eso hay que detenerse en la puerta: Miradlo ahí, que todos reconozcan al general en su trinchera.

Y que perdone Alcántara tanta trinchera y tanto ejército que para nada debe ser hombre de guerras ni pólvoras, ni propias ni ajenas. Que Alcántara siempre es más fácil imaginarlo lejos de los cuarteles y cerca de las tabernas y las tertulias; con una ginebra en la mano, una mujer a la vista y una conversación inolvidable con los amigos, ascendiendo en el café de la tarde como las volutas del humo de tabaco. Porque si Alcántara es grande es porque ha alcanzado el cénit de ponerse a hablar o a escribir y, aunque no se lo proponga, de su boca siempre sale alguna lección.

Por ejemplo, cuando le han preguntado sobre el periodismo de columna, la literatura del artículo; que existe y Alcántara es uno de los últimos y más brillantes ejemplos en España aunque Unamuno dejara dicho que “el periodismo mata la literatura”. A Alcántara, le piden las claves de un buen artículo y destaca dos: la libertad y la distancia corta. La primera, no necesita explicación; precisa de buenos editores y de cojones para desempeñarla, como solía decir otro grande, Indro Montanelli. Pero la distancia corta es importante destacarla, porque hay escritores como Alcántara que nunca escribirán una novela, que se sienten cómodos en la distancia corta de un poema, de un artículo de prensa. Y dice: “Creo en la distancia corta. Decía Pío Baroja que no le gustaba ir a ningún sitio del que no pudiera volver andando. Pues eso.”

A veces, es verdad, las palabras dicen más cuando escasean en la boca. Acaso porque los principios y los valores no precisan de muchas explicaciones. Piensen en el valor de un texto corto, de una columna, en un mundo saturado de imágenes y de palabras. Fíjense, acaso, en la claridad con la que Alcántara habla de la crispación de la vida política española. España parece envenenada de cainismo y enfrentamiento y, en vez de aprender de la historia, parece empeñada en repetirla. Se encienden los debate con excusas del pasado y, entre tanto alboroto, lo que nadie escucha es el silencio de quienes vivieron la guerra y la posguerra y, como Azaña, sólo aspiran a que se aprenda la lección. “Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otros generaciones, que se acuerden, si alguna vez les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección”. Igual que en estas palabras de Azaña, Alcántara, que vivió el espanto de la guerra con sus ojos de plato de niño malagueño ("Lo mejor del recuerdo es el olvido.../ Málaga naufragaba y emergía.../Manuel, junto a la mar, desentendido;/ yo era un niño jugando a la alegría") no se cansa de repetir ahora que hay que desterrar el odio de la vida española, el guerracivilismo; que no quiere ni pensar en que tenga que revivir aquellos años. Y añade, genial: “Es que no quisiera que mi vida fuera capicúa”.

En fin, que Alcántara, mosqueado con los homenajes, resignado con las fundaciones y orgulloso con los amigos, estará ya hasta las pestañas de que le pregunten siempre lo mismo, que si piensa retirarse, que si está cansado, que si piensa escribir hasta el final. Ya hace años que advirtió que no lo retira del oficio “ni un infarto cerebral, pero ni siquiera que me corten las dos piernas”. Y con guasa, añadió: “Esto de las piernas lo digo para demostrar que no escribo con los pies”. Por eso, decía antes que en este congreso de homenaje a Manuel Alcántara, es conveniente detenerse en la puerta: ‘Miradlo ahí, que todos reconozcan al general en su trinchera’.

(Artículo publicado en EL MUNDO de Málaga, con motivo de unas jornadas celebradas por la Fundación Manuel Alcántara)

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