Asesinos
En cuarenta años, hay fijaciones en la banda terrorista ETA que jamás han variado por mucho que haya podido cambiar el pelaje de quienes la dirigen. Por ejemplo, la amenaza a los empresarios. Está documentado que la decisión se fecha en agosto de 1965, por una orden escrita de ETA («la requisa de medios necesarios a la lucha revolucionaria») y por un episodio tragicómico de esa misma fecha. Es un atentado contra un cobrador del Banco Guipuzcoano, que cada día se desplazaba en una motocicleta de una localidad a otra. La mañana del atentado, los etarras del comando se quedaron dormidos; con las prisas se le olvidaron las pistolas a todos menos a uno; localizaron al cobrador en una vespa y, en medio de la carretera, lo forzaron a detenerse, cruzando el vehículo contra un pretil; intentaron bajarse del coche, pero dos de ellos no pudieron porque la puerta, tan cerca del pretil, no abría lo suficiente... Finalmente encañonaron al cobrador, entre aturdido y desconcertado, y le robaron las dos pesetas y tres reales que llevaba porque, a esa hora, todavía no había comenzado la recaudación.
El episodio lo cuenta en un libro sobre Josu Ternera un colega del País Vasco, Florencio Domínguez, que hace unos días llegó a Sevilla para unas conferencias de la Universidad. Florencio, que es redactor jefe de Vasco Press, escribió el libro a partir de una pregunta de Zapatero al lehendakari Ibarretxe: «Ternera y Otegui, ¿cómo son?». No sabemos qué contestó el lehendakari, pero Florencio Domínguez escribió este libro para explicarle en trescientas páginas que, con tregua o sin tregua, Josu Ternera es un retrato fiel de la propia ETA, inculto, salvaje, cínico y asesino. Y lo sorprendente es que, medio siglo después,hayab todavía quien se pregunte ‘cómo son’. ¿Pues cómo van a ser? Asesinos.
Lo desconcertante de todo es que quienes siguen a diario la política vasca afirman que, aunque la tregua está formalmente rota y el Gobierno no aplica otra política que la persecución y la desarticulación de comandos, los intermediarios suizos que sirvieron de puente al Gobierno y a ETA siguen activos y siguen cobrando. ¿Habremos de ver otra vez una tregua? Cuarenta años después, ¿habrá que preguntarlo otra vez, habrá quien todavía dude? ‘Cómo son’.
Le pregunto a Florencio Domínguez su opinión sobre el final e ETA y me regala una respuesta de la que me apropio como principio irrenunciable. «El final de ETA es cosa suya». Es eso, claro. Así de simple y así de contudente. La obligación del Estado es perseguir y encarcelar a ETA. Si lo hacemos, ellos solos, consumidos en su propio odio, decidirán el final.
ETA dispone de ochocientos miembros, setecientos de ellos están en las cárceles y los otros cien en comandos como el que ayer asesinó al empresario vasco Ignacio Uria. Ni más preguntas ni más dudas; nada que ofrecer y nada que negociar. Que decidan lo que quieran, que en una democracia sólo existe un final posible para los asesinos, la cárcel.
Etiquetas: País Vasco, Terrorismo
2 Comments:
El parlamento vasco podría poner su granito de arena para acabar con ETA.
Cuando mataron al último guardia civil, al día siguiente del entierro, ese parlamento aprobó una denuncia de las torturas de las FSE. Ahora, como el muerto es de los "suyos" seguro que no justifican nada.
Tampoco debemos olvidar que Josu Ternera fue votado como miembro de la comisión de derechos humanos del parlamento vasco, con los votos de los partidos que gobiernan esa comunidad.
El fin de ETA no depende sólo de ella misma.
Mi repulsa a estos indeseables...
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