El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

15 diciembre 2008

García



Lo de José María García tiene muchos nombres, desde luego, tantos como admiraciones y desprecios suscitan los tipos que pasan a la historia, pero lo más interesante de su vida es el fracaso. El fracaso en su batalla contra la atrofia informativa que existe en España, esa distorsión que García llamaba «el imperio del monopolio» con la misma tonalidad con la que grabó en el subconsciente colectivo de España el ‘ojo al dato’, o el ‘pablo, pablito, pablete’. Fíjense, por ejemplo, que sólo esta última frase, referida a un tipo como Pablo Porta, que venía del franquismo, que fue oficial del ejército, que fue dirigente del sindicato vertical y decía eso tan típico de «colaboraba con el régimen, pero nunca me metí en política», pues bien, que a Pablo Porta le endosara cada noche en la radio la retahíla burlona del ‘pablo, pablito, pablete’, eso bien podría servir para ilustrar la página de la historia en la que el periodismo español pasó del incienso del Nodo a la crítica severa de la prensa libre. Las reverencias al poder se quedan en aquellos documentales en blanco y negro, o sea.

Pero hablaba del fracaso de García como lo más interesante de su trayectoria, de ahí el interés de su conferencia de estos días en Las Charlas de EL MUNDO. A García, que cometió la osadía de abandonar el imperio, le cerraron Antena 3 Radio en plena pujanza y rivalidad con la Ser; la vendieron, la despedazaron y la enterraron. Fue un cierre a cuatro manos, las de Prisa y las del PSOE de González. ¿Un abuso? Sí, pero no es lo más escandaloso. Lo peor es que cuando, años después, los tribunales revocaron aquella barbaridad, cuando todo el mundo esperaba que el Gobierno de Aznar hiciera justicia, no ocurrió nada. Porque también el Partido Popular se plegó al ‘imperio del monopolio’. Ahí es cuando dan ganas de bajar los brazos.

Ese poder inmenso, que atraviesa gobiernos, convierte la competencia en una batalla desigual; y contra esa atrofia se estrellan las mejores intenciones. García, cuando tenía un micrófono, siempre lo supo: «Era el imperio del monopolio, la casa Prisa, contra el Ejército de Pancho Villa. EL MUNDO, la Cope, Antena 3, ABC... Cada uno iban a su bola, estábamos muy solos. Estábamos luchando contra un imperio con armamento sofisticado y nosotros, con un tirachinas».

Este planteamiento, que no ofrece dudas, sólo tiene un problema, que hay quien interpreta que la solución está en replicar los monopolios, uno para cada partido. Ése es un error tan grave como extendido, porque la prensa de partido nunca puede ser modelo en un régimen de libertades. Lo que hay que hacer con el monopolio es combatirlo, no imitarlo. Y lo que debemos exigirle a los gobiernos es que fomenten la libertad de prensa, no que se creen su propio grupo de comunicación. La libertad de prensa es lo contrario a la prensa maniatada por el poder político; eso son negocios que se retroalimentan, que se lubrican con el dinero público de las subvenciones y las noticias silenciada. El fracaso de García en su lucha contra el imperio es su mayor lección. Lo vemos, firme y tozudo, con sus aciertos y sus errores, sin venderse, y está claro. Ése de ahí es el camino, la persistencia.

Etiquetas: ,