El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

01 agosto 2006

Con un par


Tienen razón los Ollero, cuando ayer, tras recibir la sentencia absolutoria, declararon henchidos que «la Justicia ha puesto las cosas en su sitio». En España, parece que el estado natural de estas corruptelas políticas es la impunidad. Ése es su sitio. Y ahí es donde ha llegado al fin el caso Ollero, a la absolución general. Urbi et orbi. Sí señor. Hasta yo mismo estoy dispuesto a rendirles tributo con una canción de homenaje como la que le escribió Joaquín Sabina al Dioni. Con un par, tíos, así se hace. La misma letra, la misma canción, pero cambiando a los protagonistas. «¡Ay! Ollero,/ fue total lo del maletín, sin un mal tiro,/ trincar el pastón y pegarse el piro./ La de noches que he dedicado yo/ a planear un golpe como el que diste tu/. Con un par».

Porque, vamos a ver, también en esto hay clases, que no todo el mundo es igual. Y una cosa es que, como queda dicho, la política española haya acuñado la impunidad como moneda de curso común, y otra cosa muy distinta es que el presunto corrupto quede, no sólo absuelto de toda culpa, sino con la arrogancia impresionante de solicitar que le devuelvan el maletín de las comisiones. Esto es lo que no se había visto nunca.

Conste, además, que Ollero tiene razón en su exigencia, por insultante que pueda parecer. Si los jueces han anulado todas las pruebas que existían, si en todos estos años de democracia los legisladores no han sido capaces aún de impedir la argucia legal de recurrir las escuchas telefónicas en las investigaciones, lo normal es que le devuelvan ahora el dinero. Si no hay delito en el cobro de aquella comisión, el maletín les corresponde en derecho a quienes lo portaban. Incluso, de paso, los Ollero podrían hacernos a todos un favor, repasar algunos de los documentos del sumario y efectuar el reparto de acuerdo a lo establecido. Y ya que durante el proceso se han acogido a su derecho constitucional a no prestar declaración, que nos cuenten ahora cómo era el reparto.

Tienen razón los Ollero, y sólo nos queda el agradecimiento por la rica literatura jurídica que ha producido su caso. De la detención in fraganti con el dinero a la rocambolesca definición del maletín como «cosa que no tiene dueño». Sublime, ya digo. Ahí va el sombrero para las defensas.

Y para los demás, nada, acaso el consuelo de una canción con humor. Sabina, al loro, tío, que aquí hay material para un disco. Que sí, tronco, y se la cantamos todos a coro, sobre todo los polis que se pegaron días y noches sin dormir investigando aquella trama de comisiones ilegales, que ahora resulta que ni son comisiones ni son ilegales. La cara de panolis que se les habrá quedado a los policías... Por eso uno, que los admira y los respeta, les aconseja que, en vez de frustrarse, canten a coro la canción. «Ay! Ollero,/ fue total lo del maletín, sin un mal tiro,/ trincar el pastón y pegarse el piro./ Con un par».

1 Comments:

At 01 agosto, 2006 08:44, Blogger GFO said...

Don Vito Corleone queria que su hijo Michael fuera senador o gobernador.Sostenia el "capo de capi",que no habia otra manera mejor de "llevarselo",que estando dentro del sistema;ser parte de los llamados "honorables".
En esas estamos,cuando ya hasta se reclama el objeto del "mangazo"(veintidos kilitos de nada),que como dice Santa Rita,"lo que se da,no se quita".
El que estemos inmersos en un regimen chavesiano/bolivariano,es de todos sabido.La corrupcion esta instalada en el tuetano mismo de la Administracion;lo que es de nota,y aviso a navegantes,es la sentencia judicial del caso Ollero.
Un toque de clarin para aquellos que aun piensan que el TC puede darle un revolcon al Estatuto catalan,o que los Roca y demas saqueadores van a cumplir los setenta en prision.
Si Tom Hagen, el hermano de Michael era abogado....

 

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