El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

16 mayo 2009

Petróleo


Zapatero y Griñán se han copiado los discursos. Zapatero, que habla en titulares, con frases hechas para recortar y pegar en la solapa, nos ha dejado su canto sostenible: «Menos petróleo y más energías renovables». Mucho mejor ha estado Griñán, con una de esas afirmaciones que hay que leer varias veces y hasta frotarse los ojos para comprender que no nos hemos equivocado en la lectura: «Desgraciados los países que tienen petróleo en sus tierras». No sé qué pensarán las empresas españolas, como Repsol o Cepsa, pero bueno.

La cuestión es que, tras esas dos declaraciones, nadie que haya podido oírlos pensará que, en realidad, España es uno países europeos más dependientes de la energía que le llega de fuera y que ha sido, precisamente, durante el mandato de Zapatero cuando esa dependencia exterior se ha disparado hasta batir un récord histórico. Así, mientras que la media europea de dependencia energética se sitúa en torno al 55 por ciento (es decir, se consume un 55% más de energía de la que se produce), en el caso de España los últimos informes de Eurostat elevaban la cifra de dependencia energética por encima del 80%, hasta alcanzar en ocasiones el 85%.

Entre las causas por las que se ha disparado la dependencia energética de España en los últimos años no está sólo el aumento del consumo, sino que lo llamativo es que, de forma paralela a ese incremento, ha disminuido la aportación de algunas de las fuentes propias de energía, sobre todo de la nuclear. Y aquí es donde entra en juego el discurso. Fíjense en la peripecia: como el problema es que en España se necesita más energía porque se consume más, la respuesta del Gobierno es reducir la producción de energía propia y aumentar la compra de energía del exterior. ¿Y por qué? Pues para poder mantener el discurso antinuclear. Cueste lo que cueste.

Es cierto que en los últimos años se ha avanzado mucho en la producción de energías renovables, pero mentirá cualquiera que se refiera a ellas sin añadir que, en el mejor de los casos, sólo es posible generar el 30% de la electricidad que se consume en España (datos de enero y febrero de este año). Para el 70% restante, la respuesta no puede ser la demagogia antinuclear o, como ahora, disfrazada de la peste negra. Este maniqueísmo bobo y exasperante, tan engañoso como la retahíla de la sostenibilidad en el tercer país de la OCDE más alejado de los objetivos de Kioto. ¿Tiene sentido ese discurso cuando, anualmente, se destinan 4.000 millones de euros a comprar derechos de emisión a países en desarrollo o del Tercer Mundo.

«En España resulta imposible un debate constructivo y sosegado porque termina en la simplificación de nuclear sí o no. Ojalá el parque eléctrico fuera cien por cien de renovables, pero eso no es posible a corto plazo. Por el momento no podemos pasar sin la energía nuclear. El cambio climático es un discurso noble y, como tal, fácil de hacer y difícil de cumplir». Lo dijo hace unos días Manuel Marín. Pero ese discurso del PSOE no se lleva, o sea. Lo nuestro es aquello del principio, pobres países que tienen petróleo. Desde Facundo Cabral, no se oía nada parecido, «Juan Comodoro, buscando agua encontró petróleo, se volvió rico... pero se murió de sed... Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo...». El petróleo, otra vez como icono de la izquierda pegatinera. Cuando defiendan de nuevo el oleoducto de Huelva, habremos de recordar la frase.

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