Realities
El sastre del caso Gürtel se fue ayer a declarar con la televisión de a cuestas. Un taxi para cuatro, el conductor, el cámara sentado en el asiento del copiloto y, detrás, un periodista con un micrófono y el sastre. Dada la trayectoria de ese individuo en los juzgados, cuatro declaraciones y cada una de ellas distinta de la anterior, bien podría adivinarse que no aquello no fue un encuentro casual, que la televisión que lo acompañaba le había pagado la primicia. De hecho, la retransmisión de la jornada judicial del sastre podría llenar una tarde de programación en horario de ‘prime time’. Amanece en Valencia y la cámara enfoca al sastre dormido, acurrucado entre sábanas, hasta que suena el despertador. Se quita las legañas, se lava los dientes y se baja a desayunar con los periódicos del día. Sonríe al verse en las portadas. Muchos primeros planos, sobre todo cuando el sastre va contando a la cámara lo que piensa en ese momento, lo que siente, lo que tiene pensado declarar ante el juez y algún detalle morboso de cuando le probaba los trajes al presidente valenciano. Luego el taxi, la declaración en los juzgados y, a la salida, unas carreras para sortear el tumulto de periodistas.
Lo de menos luego será que el programa haya tenido mucha audiencia o poca, porque lo esencial es que todos los demás medios de comunicación han contado lo ocurrido, unos como escándalo otros como elogio, con lo que todo el país ha tenido ese día noticias de la televisión que pagó la primicia. ¿Hay mejor campaña de publicidad? Por el mismo motivo, también será lo de menos que el sastre no haya aportado nada nuevo, que el contenido informativo no se corresponda con la expectación levantada porque lo importante es justamente eso, la expectación levantada. Y si no importa ni la audiencia ni el contenido informativo, a ver quién diantre se va a parar a pensar ni un segundo en el secreto del sumario o en las garantías de los procesados. Bobadas. Si no hay menores de por medio, el reality es un campo abierto.
Pensemos, por ejemplo, en otro caso. El hermano del asesino confeso de Marta del Castillo acaba de salir de prisión. ¿Cuánto dinero puede ganar ese tipo en un fin de semana si se decide a conceder entrevistas en un par de televisiones? Y si resulta que habla bien, que tiene cierto atractivo, ¿cuánto podría ganar durante el juicio, como comentarista de algún programa de la tarde? La exclusiva televisiva de Julián Muñoz costó 350.000 euros. Parece evidente que la exclusiva del hermano del asesino de Marta del Castillo podría doblarse fácilmente.
Todo esto, en fin, es un despropósito para el que no existen más límites que dos conceptos tan ambiguos, tan en desuso, como la deontología profesional y los valores de la sociedad, la ética de los medios de comunicacón y la repulsa moral de la sociedad. Por eso, olvídense. Si mañana el hermano del asesino de Marta pone en venta su testimonio, siempre habrá varias televisiones pugnando por hacerse con la pieza y luego, en día de la emisión del programa, varios millones de espectadores se sentarán en sus butacas a la hora en punto. “Volvamos ya hacia Roma. Demasiado tiempo hace que nuestras ovejas no siente el estruendo ni el aplauso, ya es hora de gozar del derramamiento de sangre humana”. De parte de Séneca.
Lo de menos luego será que el programa haya tenido mucha audiencia o poca, porque lo esencial es que todos los demás medios de comunicación han contado lo ocurrido, unos como escándalo otros como elogio, con lo que todo el país ha tenido ese día noticias de la televisión que pagó la primicia. ¿Hay mejor campaña de publicidad? Por el mismo motivo, también será lo de menos que el sastre no haya aportado nada nuevo, que el contenido informativo no se corresponda con la expectación levantada porque lo importante es justamente eso, la expectación levantada. Y si no importa ni la audiencia ni el contenido informativo, a ver quién diantre se va a parar a pensar ni un segundo en el secreto del sumario o en las garantías de los procesados. Bobadas. Si no hay menores de por medio, el reality es un campo abierto.
Pensemos, por ejemplo, en otro caso. El hermano del asesino confeso de Marta del Castillo acaba de salir de prisión. ¿Cuánto dinero puede ganar ese tipo en un fin de semana si se decide a conceder entrevistas en un par de televisiones? Y si resulta que habla bien, que tiene cierto atractivo, ¿cuánto podría ganar durante el juicio, como comentarista de algún programa de la tarde? La exclusiva televisiva de Julián Muñoz costó 350.000 euros. Parece evidente que la exclusiva del hermano del asesino de Marta del Castillo podría doblarse fácilmente.
Todo esto, en fin, es un despropósito para el que no existen más límites que dos conceptos tan ambiguos, tan en desuso, como la deontología profesional y los valores de la sociedad, la ética de los medios de comunicacón y la repulsa moral de la sociedad. Por eso, olvídense. Si mañana el hermano del asesino de Marta pone en venta su testimonio, siempre habrá varias televisiones pugnando por hacerse con la pieza y luego, en día de la emisión del programa, varios millones de espectadores se sentarán en sus butacas a la hora en punto. “Volvamos ya hacia Roma. Demasiado tiempo hace que nuestras ovejas no siente el estruendo ni el aplauso, ya es hora de gozar del derramamiento de sangre humana”. De parte de Séneca.
Etiquetas: Medios de Comunicación, Sociedad
1 Comments:
Sin duda, al menos para mi, la maxima responsabilidad en todo esto recae sobre los medios de comunicación.
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