Pastoral Obrera
La democracia también nació en algunos confesionarios. En los sesenta y en los setenta, en los bancos de madera junto al altar, pantalones de campana y chalecos de cuello vuelto, las botas de un obrero y las manos blancas de un sacerdote de barrio, un joven cura de parroquia que rompió las primeras reglas cuando decidió desafiar a la jerarquía del nacional-catolicismo y salir a la calle sin la sotana, vestido como los demás, como los suyos. En los confesionarios de aquellos curas nacieron los Movimientos Obreros Cristianos en España y, de ellos, surgió la Pastoral Obrera. En aquellos confesionarios de los sesenta estaba la principal resistencia al régimen franquista, la clandestinidad se daba cita allí todas las tardes después de misa, cuando llegaban obreros de la siderurgia, del taller, de la obra, del campo, y no había distancias entre comunistas y democristianos, ateos comprometidos con Dios y cristianos dispuestos a jugarse la vida repartiendo octavillas porque hablaban de libertad, de dignidad y de derechos, los derechos de los trabajadores.
Ni la jerarquía de la Iglesia ni, por supuesto, la izquierda hegemónica de la democracia (que era la izquierda anecdótica de la dictadura) habrían de reconocer con los años el papel de los Movimientos Obreros Cristianos. No había lugar para ellos en la Memoria Histórica. Como en una cita bíblica repetida, llegó la democracia, y muchos renegaron. Se encendieron las luces, se cegó la clandestinidad, y, como tiene constatado el andalucista José Antonio Hurtado, hubo altos cargos que en sus despachos acabarían sonrojándose con las fichas de su pasado oculto. Olvidado.
Treinta años después, la crisis económica ha vuelto a llenar la antesala de las capillas, abarrota los comedores de Cáritas y desborda, otra vez, a los curas de las parroquias con peticiones de ayuda. La Pastoral Obrera ya no tiene el protagonismo de entonces, que su declive en la vida pública española se parece mucho al del Partido Comunista, usurpados unos por del PSOE y otros por el sindicalismo institucional de Comisiones Obreras y UGT.
Treinta años después, la crisis económica ha vuelto a llenar la antesala de las capillas, abarrota los comedores de Cáritas y desborda, otra vez, a los curas de las parroquias con peticiones de ayuda. La Pastoral Obrera ya no tiene el protagonismo de entonces, que su declive en la vida pública española se parece mucho al del Partido Comunista, usurpados unos por del PSOE y otros por el sindicalismo institucional de Comisiones Obreras y UGT.
En esas, el cardenal de Sevilla ha dictado una pastoral en la que aboga por «una nueva pastoral obrera, sin nostalgias del pasado ni prevenciones negativas futuras, pero sin esconder el Evangelio de Jesucristo, que ha de ofrecerse al mundo del trabajo (…) denunciando la injusticia, exigiendo compromisos de la administración (…) La pastoral obrera debe concienciar a la Iglesia sobre la situación que se está viviendo, y hacerla presente en aquellas acciones encaminadas a lograr la superación de la crisis económica y social».
Una nueva Pastoral Obrera, dice el cardenal. Pero los tiempos, es verdad, ya no son los de antes y la tentación ahora será quedarse en el limbo de las grandes citas, como le ocurre al cardenal; amagar con la denuncia fetiche de la ferocidad del capitalismo, «la eterna contradicción entre capital y trabajo», y acabar pidiendo acuerdos de concertación social con los sindicatos. Ya ven, qué cosas, qué forma de apuntar alto para no darle a nadie.
Amagar y no dar. Como el cardenal de Sevilla en su pastoral, que no desciende a la realidad más cercana, la sevillana, la andaluza, quizá porque nunca lo ha hecho. ¿A qué se debe el paro en Andalucía? Y no vale la excusa de politizar la Iglesia, que en ningún mandamiento se incluye que la jerarquía eclesiástica sólo pueda pronunciarse sobre la Ley del Aborto. ¿Y la Ley del Menor? ¿Y el despilfarro de las autonomías? ¿Hablar de Educación? Sólo lo que se refiera a colegios concertados o a la asignatura de Religión. ¿Y nada del fracaso escolar o de la calidad de la enseñanza?
Carlos Amigo se jubila ahora. Llegó a Sevilla el 22 de mayo de 1982, un día antes de las primeras elecciones andaluzas. Muchas veces, por muchas cosas, habrá parecido una parte más del vasto paisaje de la Junta de Andalucía. Lo contrario, o sea, de lo que se puede esperar de una nueva Pastoral Obrera.
Etiquetas: Economía, Iglesia católica, Religión, Sindicatos, Sociedad
1 Comments:
Se le puede tachar de "progre" no digo que no y cosas mal ha hecho como todo cristiano, pero ponerlo junto a la Junta...... En fin, yo veo la pastoral como un disparo directo mas que como un amago. Quizá resulte que lo que no ha gustado es la dirección en la que dispara.
http://loquenadiequiereoir.blogspot.com/2009/05/la-puerta-de-palos.html
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