Bocetado
Lo dijeron cuando el metro de Sevilla, esa obra pública indescriptible con forma de muñeca rusa porque se va empequeñeciendo a medida que se desciende; en la calle no hay discretas bocas de metro sino estaciones gigantescas, más grandes que en ningún otro lugar del mundo, luego escaleras enormes y pasillos amplísimos que conducen, finalmente, a un pequeño tranvía que circula en una sola línea, la mayor parte del recorrido en la superficie. Y fue allí, en la pomposa inauguración del metro sevillano, cuando el consejero de Obras Públicas dijo lo siguiente: «El futuro de Andalucía está bocetado y es ilusionante, no es un desastre». Cuando la cursilería y la demagogia se dan la mano surgen estas frases lapidarias, sublimes en lo suyo, obras maestras de la estulticia o el engaño.
Pues bien, tal y como está construido el metro de Sevilla, se construye a diario este tipo de política que persigue el impacto antes que el efecto, la sensación antes que la transformación. Detengámonos un momento, por ejemplo, en una de las promesas del discurso de investidura del presidente Zapatero: 2.000 euros de ayuda para la compra de un coche. Para destacar la importancia de estas medidas, Zapatero resaltó que se trata de salvar un sector «estratégico» de la economía española. Y, ciertamente, es así: España es la octava potencia mundial del sector del automóvil, representa el 23 por ciento de las exportaciones y el ocho por ciento del PIB nacional.
Para empezar, el anuncio lo hace Zapatero, pero en realidad el Gobierno sólo pone una cuarta parte del dinero que anuncia porque la mayor parte, mil euros, lo deben aportar los fabricantes y otros quinientos euros, las autonomías. Si el Gobierno es quien menos dinero pone, ¿no tendría que haber consultado antes con los demás si están de acuerdo con aportar esas ayudas? Pero es que, además, hace tiempo que en algunas autonomías (Navarra fue pionera) conceden ayudas a la compra de automóviles y no se sabe muy bien qué va a ocurrir ahora, si las suprimen, si se suman o si, sencillamente, ignoran la promesa del Gobierno. Igual ocurre con los fabricantes. A mitad de marzo se reunieron para pedirle al Gobierno que aprobara un plan de ayudas a la compra de vehículos. Lo que no sabían los fabricantes es que el Gobierno asumiría su plan por completo, con una ‘pequeña diferencia’, que la mayor parte del dinero tendrán que ponerla ellos.
Sucede, además, que, en algunos casos, las medidas llegan demasiado tarde. Por ejemplo, en el caso de Andalucía. Los dos principales focos de actividad de la industria del sector automovilístico que había en Andalucía no existen en este momento: Delphi se cerró hace dos años y Santana Motor, cuyo accionista mayoritario es la Junta de Andalucía, se ha visto obligada a cerrar sus puertas a la espera de que pueda mejorar el mercado. En el caso de la factoría de Renault en Sevilla, los expedientes temporales están en marcha y atenuados sólo gracias a que en otros países europeos (Francia o Alemania) las medidas que ahora anuncia Zapatero se pusieron en marcha hace tiempo, eran ayudas directas, y ya están dando sus frutos.
Para cuando se aplique en España, es decir, cuando cada una de las partes aprueba la medida y entre en vigor, habrán pasado, seguro, varios meses. Quizá después del verano. ¿Quién va a comprar un coche hasta entonces? ¿Y si, al final, la leve mejoría del sector resulta que se viene abajo por lo anunciado hoy, de difícil aplicación? Lo dicho, el metro de Sevilla. Con esa birria se mide todo.
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