Pellón
Una de las últimas últimas veces que vino a Sevilla, en febrero pasado, Jacinto Pellón se sentó a almorzar con Francisco Palomino y Jesús Bores. «Imagínate la que se hubiera liado si algún periodista nos descubre y publica una foto», le contó días después Pellón a un amigo común con el que hablaba de la Exposición Universal de Turquía. Los turcos le habían pedido asesoramiento y, para sorpresa de aquel amigo común, el mandamás de la Expo sevillana apenas guardaba documentos de la época.
Esas dos anécdotas, tan recientes, ilustran bien la personalidad de Pellón y su relación imposible con Sevilla, la ciudad a la que fue destinado como el general que llega a una colonia inhóspita. Catorce años después de la Exposición Universal, Jacinto Pellón seguía viniendo a Sevilla de forma casi clandestina, o sea. Y los comensales, en fin, representan su etapa más polémica. Aquella sociedad, ‘Costa Doñana’, que se cita de corrido por el nombre de sus promotores, «Pellón, Palomino y Bores», y que intentó un pelotazo inmobiliario junto a Doñana que logró parar el Parlamento de Andalucía, en una de las pocas épocas en las que aquello se ha parecido a un Parlamento.
Pero no fue por esa polémica por la que Pellón se hizo hostil a la ciudad para la que gestionó la mayor inversión pública que habrá de ver Sevilla en decenas y decenas de años. No. En definitiva, los escándalos políticos en Andalucía siempre han acabado contribuyendo a la reválida del Gobierno socialista en las urnas, con lo que la cuestión se agota ahí. Si Jacinto Pellón jamás conectó con Sevilla fue por su propio carácter público, hosco, tozudo y gruñón. Rozaba la incomunicación, vamos.
Esa forma de ser, unida al papel que vino a desempeñar, apear al equipo de Manuel Olivencia y anular todos los controles internos sobre la gestión del gasto con la excusa barata de que había que acelerar el ritmo de las obras, acabaron de modelar esa imagen suya, agria, autoritaria y prepotente. En su leyenda negra siempre quedarán sus desprecios a la ciudad y, sobre todo, aquel festival incalculable de comisiones y maletines que el juez Garzón acabó archivando como si tal cosa. Pero también se le recordará como un trabajador incansable, un tipo que se tomó la Expo como un reto personal.
Ha muerto Jacinto Pellón y se le llora a la persona, con el único resquemor de no haber disfrutado con él una tarde de confesiones y recuerdos, de mentiras y verdades. La frustración de no haberlo conocido más allá del papel que le encomendaron. Felipe González lo mandó a Sevilla como el césar enviaba a sus generales a las colonias. Sin que tenga nada que ver, siempre relacionaré a Pellón con el comentario que, accidentalmente, le oí a uno de sus directivos: «Estos sevillanos no paran de pedir. Es como si estuviésemos en el Africa, con los negritos pidiendo a cada instante, ‘más, más, más’, y no sabes cómo explicarles que ya se acabó el dinero». Descanse en paz. En nombre de los negritos.
4 Comments:
Sr. Caraballo, ¿hay para usted algo medianamente bueno en el PSOE y el Gobierno de Anadalucía?. Espero con impaciencia algún comentario respecto a los líos de Zaplana. Me haría ver que es usted un periodista con distanciamiento y objetivo.
Un poco de respeto por J. Pellon.
Hombre, veo que con el Aviador se suma otro más de los mios. Bienvenido al club. De todas formas, ya veras Aviador como este es un blog entretenido. Caraballo no escribe mal y tiene sus fijaciones y sus cosas con el presidente Chaves. De higos a brevas, también le da un palito a los de la derecha, pero eso es de cuando en cuando. De todas formas, compañero, somos mayoria. Y la derecha, algun dia tendra que admitir que Andalucia es roja como Zapatero.
Atentamente,
Honorato.
Hay tantas Andalucías!. Está la que se compone de todos esos "señoritos del gratis total", esos que con 16 años se montaron en coche oficial, y sin saber "hacer la O con un canuto" viven del Presupuesto que se alimenta con nuestros impuestos. Está otra que la componen gente que se esfuerza, trabaja, cree que la inicitiava personal es la base del progreso y de la convivencia. Además hay otra que se cree que sean los que mandan quienes le resuelvan todos los problemas, que viven (?) dejando ir la vida entre la nada y la ignorancia. O sea, que en la Andalucía que es "roja", eso, como Zapatero que con la mano derecha gobierna la economía y con la izquierda hace una Ley para que los andaluces no salgamos del subdesarrollo (Ley de Educación), caben tantos andaluces!.
Menos mal que siempre hay esperanza, lean, si su estrecha conciencia de rojos se lo permite, el artículo de Don Ignacio Camacho hoy en al ABC titulado "El Tren". Esa es la otra Andalucía de la esperanza, no la del militante del PP, sino la del ser humano honesto.
Atentamente
Cabal
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