Sordera
Con qué facilidad atraviesan la actualidad algunos titulares sin que tiemble en nuestras manos la hoja del periódico y, desde luego, sin hacerle sombra siquiera a la agenda de los gobiernos. «Toda la plantilla de la Guardia Civil de Almonte se da de baja ante la oleada de ataques contra ellos». ¿Cómo? Vamos a ver, que aquí hay que detenerse un momento. ¿Cómo dice, que la Guardia Civil es la que se siente indefensa ante los delincuentes? Pues sí. «Coches quemados, pintadas amenazantes, agresiones a sus hijos y a los mismos agentes son sólo algunos de los ingredientes de un cóctel de violencia que padece la plantilla de guardias civiles. Hasta tal extremo llega la situación que han solicitado a sus superiores patrullar con arma larga y pasamontañas». Otra vez. ¿Cómo? ¿En Almonte? ¿Una treintena de guardias acorralados? Que no puede ser, o sea, que si la Guardia Civil es la que se siente indefensa es que se han encendido ya todas las luces rojas de la esquizofrenia nacional.
Lo peor, claro, es que éste de Huelva no un caso único. Hace unos días, el comisario de Policía Nacional de Cádiz, José María Deira, habló en estos términos, también sin que nada temblara: «La situación es cada vez más complicada, más peligrosa, más descontrolada y, sobre todo, más alarmante. La gente (que delinque) es cada vez más joven, están más borrachos y más drogados. Y los policías estamos solos en esto. (...) Con catorce o quince años, los niños son ingobernables, no ya para sus padres, sino para la propia policía (...) por la falta total de respeto y el desprecio hacia la autoridad constituida». ¿Qué diablos está pasando? ¿Somos conscientes?
Vendrá después una consejera boba, como alguna de las que pululan por la Junta de Andalucía, con la retahíla infame de que «no hay que demonizar la violencia juvenil», pero resulta que, a esta altura del problema, mirar para otro lado constituye ya una grave irresponsabilidad. Porque bajo ese descontrol se esconden víctimas a las que se ignoran. «El otro día –contaba el comisario– un grupo de jóvenes menores de edad, todos borrachos, violaron, todos, a una chica, también con un alto grado de intoxicación etílica. Estaban en un parque y se desnudaron todos allí, a las tres de la mañana. La chica tuvo que estar luego ingresada en un hospital veinticuatro horas».
«Estamos solos», dice el comisario de Policía. «Estamos acorralados», dicen los guardias civiles de Huelva. Lo dicen y nadie parece escucharlos. Su llamada de socorro no se oirá, desde luego, en una clase política dirigente que tiene empeñada toda su estrategia propagandística en negar, uno tras otro, cada problema que surge. Lo decía el otro día Federico Luppi: «El poder, desde que yo recuerdo, ha convertido la sordera en categoría política». Sí, es verdad. Sordos y ciegos. Pero no nos engañemos, que la peor sordera es la que le afecta a la sociedad.
4 Comments:
Lo que pone de manifiesto la situacion que Vd. describe y que oimos todos los dias, es la profunda crisis del Estado y de la sociedad en que estamos viviendo; que se manifiesta en crisis de autoridad; ausencia de identidad, que se refleja en lo politico en los nacionalismos emergentes, etc. No sé si es un problema nacional o europeo o de sociedades avanzadas. El vandalismo de hace unas semanas en los alrededores de Paris, y luego en Francia entera, tal vez tenga un nexo comun o tal vez no.
Javier:
Felicidades por tu blog. Bienvenido a la blogosfera andfaluza. Gracias por enlazarme como "El incansable Rubiales". Me gusta.
Un cordial saludo.
Franky
www.votoenblanco.com
Los padres son el pilar que sostiene la educación de los hijos.
Los niños deben ver en sus casas que se respeta a los mayores y que se respetan las normas. Es más fácil dejar que hagan lo que quieran para que no haya conflictos en casa y defenderlos siempre ante quien sea, aunque no tengan razón. El declive que está teniendo la sociedad es tanto un problema político como de educación, la que recibes el día a día en casa. Si te enseñan a respetar, respetarás.Si te enseñan a cumplir las normas, las cumplirás...La permisividad de las leyes es el problema político añadido.
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La niña de la albahaca concluye que la permisividad de las leyes es un problema político añadido y no es sólo eso. En este caso, unas leyes permisivas son las que demanda una sociedad permisiva. La gente prefiere que las leyes no la obliguen a nada, aunque todo vaya empeorando. Que más da. No, si a este paso, vamos a tener que concluir que el problema más grave esta en la sociedad española. No es que tengamos lo que nos merecemos, es que tenemos lo que queremos. Al carajo.
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