Gravedad
Tengo amigos del PP que nunca en su vida han ido a más manifestaciones que ahora. Desde que gobierna Zapatero, se suben cada fin de semana al autobús que va a Madrid con la misma rutina que si cogieran el circular que los lleva al curro. Y a cada convocatoria, cada vez que les ofrecen una plaza para el autobús, suena la misma respuesta exculpatoria. “¿Y qué quieres que haga, yo creo en la familia?” “¿Y qué quieres que haga, yo creo en la educación?” “¿Y qué quieres que haga, yo creo en la Constitución?”
En todo esto, claro, hay un poso psicológico importante. El centro derecha español quiere tumbar a su rival político con las mismas armas que lo vencieron a él. No es que, por historia, crea en las manifestaciones como arma estratégica, es que se trata de una venganza política. Legítima y tardía. Pura y dura. Se trata de demostrar que la calle no es de la izquierda, que también la derecha es capaz de organizar caravanas de miles de ciudadanos que se dan el palizón de horas y horas en autobús para ponerse detrás de una pancarta. Por eso, cada vez que la derecha convoca una manifa hay algo de impostura en el ambiente, de novatería, de impulso principiante. Nada censurable, desde luego. Más allá se podría afirmar, incluso que en esta rotación en las manifestaciones, en este uso alternativo de la calle, se está gestando la normalidad democrática española.
El efecto inmediato de este frenesí de manifestaciones es doble, y afecta tanto a la psicología interna del PP como a la del PSOE. Por un lado, el PSOE, ahora en el Gobierno, parece desnortado, incapaz de encontrar la respuesta que se espera en un partido de izquierda. Por ejemplo: La explicación que acaba de dar el subdelegado de Huelva al desalojo de militantes del PP del salón de plenos de Gibraleón la firmaría cualquier gobernador civil del franquismo. Ese cinismo de decir que a uno de los altos cargos del PP, Matías Conde, vicepresidente del Parlamento, se lo llevó la guardia civil, cogido de pies y manos, porque había sufrido un desmayo es un eufemismo propio de gobernador civil antiguo, con su bigotito y todo.
En el PP, por su parte, se corre el peligro, que ya se detecta con nitidez, de que el personal no atienda a razones sino a banderías. Ese es el defecto de la falsa izquierda, la llamada progresía, que acaso ahora la derecha intenta copiar como virtud. Y ése, como todo lo que se aleje de la razón, es un mal camino. “Son los nuestros”, que decían en Gibraleón. Y la consigna como todo argumento conduce al sinsentido. Y hasta el ridículo. El último mensaje del pásalo que circula por los móviles es bien elocuente al respecto. Dice: “El próximo domingo, manifestación en la plaza de toros de Móstoles contra la Ley de la Gravedad”. O sea.
7 Comments:
El PSOE ha conseguido que los andaluces asocien PP con ¨pasta¨ y es impensable para un trabajador votar a alguien que represente el dinero. Y esa es una falacia contra la que debemos luchar porque el PP es el único que ahora mismo representa: la familia,la educación,la Constitución,la moderación,la tolerancia...Y a esto aspiran las familias con dinero y las familias que no lo tienen.
A ver si el PSOE va a tener la culpa ahora también de la imagen de facha que tienen los del Partido Popular. Los socialistas no lo están haciendo bien, eso lo sabemos, pero si llevan tantos años gobernando en Andalucía será también por los inútiles que son en la oposicion. Y por la pinta que tienen en muchos pueblos, donde todo dios los conoce. Y ahora lo quieren arreeglar todo con muchas manifestaciones. Un poco de más autocrítica, por favor....
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Se estila los buses gratuitos y el pásalo.
Perdón ! ¿ Qué he dicho PSOE? Me he equivocado,quería decir PRISOE.
Perdón ! ¿ Qué he dicho PSOE? Me he equivocado,quería decir PRISOE.
Oye, león, de gratuitos nada. Que vamos apoquinando y no sólos, pues en todas ha venido gente de izquierdas.
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